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10/09/2022

JONATHAN COOK
La reine et ce qu’elle laisse : la Grande-Bretagne du XXIe siècle n'a jamais eu l’air aussi médiévale

Jonathan Cook, Mint Press, 9/9/2022
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala

Costumes noirs, tons étouffés, un air de révérence dissimulent la panique d'un establishment qui vient de perdre le véhicule principal pour justifier son privilège

The Queen, par Jorge Luis Cabrera García, Cuba

Toute personne au Royaume-Uni qui s'imaginait vivre dans une démocratie représentative – une démocratie dans laquelle les dirigeants sont élus et responsables devant le peuple – sera en proie à un réveil brutal au cours des prochains jours et des prochaines semaines.

Les horaires de télévision ont été balayés. Les présentateurs doivent porter du noir et parler avec un ton étouffés Les unes des canards sont uniformément sombres. Les médias britanniques parlent d'une voix unique et respectueuse de la Reine et de son legs irréprochable. 

Westminster, quant à lui, a été dépouillé de la gauche et de la droite. Les partis conservateur, libéral-démocrate et travailliste ont mis de côté la politique pour faire le deuil d'une seule voix. Même les nationalistes écossais – censés essayer de se débarrasser du joug des siècles d'une domination anglaise présidée par le monarque – semblent être en deuil effusif

Les problèmes urgents du monde – de la guerre en Europe à une catastrophe climatique imminente – ne sont plus d'intérêt ou de pertinence. Ils peuvent attendre que les Britanniques sortent d'un traumatisme national plus urgent.

Sur le plan intérieur, la BBC a dit à ceux qui sont confrontés à un long hiver au cours duquel ils ne pourront pas se permettre de chauffer leur maison que leurs souffrances sont « insignifiantes » par rapport à celles de la famille d'une femme de 96 ans qui est morte paisiblement dans le luxe. Ils peuvent attendre aussi. 

En ce moment, il n'y a pas de place publique pour l'ambivalence ou l'indifférence, pour la réticence, pour la pensée critique – et certainement pas pour le républicanisme, même si près d'un tiers de la population, surtout les jeunes, souhaite l'abolition de la monarchie. L'establishment britannique attend de chaque homme, femme et enfant qu'il fasse son devoir en baissant la tête. 

La Grande-Bretagne du XXIe siècle n’a jamais eu l’air aussi médiéval.

21/05/2022

JONATHAN COOK
Shireen Abu Akleh fue ejecutada para enviar un mensaje a los palestinos

Jonathan Cook, 12/5/2022
Traducido por
María Piedad Ossaba

Durante los 20 años de reportajes sobre Israel y Palestina, he aprendido de primera mano que nunca se puede confiar en la versión israelí de los acontecimientos relativa a la muerte de palestinos o extranjeros.

Salón de la Fama del ejército israelí, por Carlos Latuff

La ejecución de la periodista de Al Jazeera Shireen Abu Akleh a manos de un soldado israelí en la ciudad palestina de Yenín, los esfuerzos inmediatos de Israel para borrar las pistas sobre la identidad del responsable, y las débiles expresiones de preocupación de las capitales occidentales, han revivido mis recuerdos de 20 años de reportaje en la región.

A diferencia de Abu Akleh, yo estuve mucho menos tiempo en las líneas del frente en los territorios ocupados. Yo no era un corresponsal de guerra, y cuando me encontraba cerca de la acción, era invariablemente por accidente - como cuando, en Yenín, mi taxi palestino giró por una calle y se encontró frente al cañón de un tanque israelí.

A juzgar por la velocidad y la destreza con que mi conductor dio marcha atrás, no era la primera vez que se encontraba con este tipo de puesto de control.

Abu Akleh ha informado sobre demasiados asesinatos de palestinos como para no desconocer los riesgos a los que se enfrentaba como periodista cada vez que se ponía un chaleco antibalas. Era una especie de sangre fría que no compartía.

Según un reciente informe de Reporteros sin Fronteras, al menos 144 periodistas palestinos han resultado heridos por las fuerzas israelíes en los territorios ocupados desde 2018. Tres, entre ellos Abu Akleh, fueron asesinados en el mismo periodo.

Pasé parte de mi estancia en la región visitando los lugares de las muertes de palestinos, tratando de analizar los relatos contradictorios de palestinos e israelíes para comprender mejor lo que realmente había ocurrido. El asesinato de Abu Akleh y la respuesta de Israel concuerdan con lo que descubrí al realizar estas investigaciones.

Por lo tanto no fue sorprendente escuchar al primer ministro israelí, Naftali Bennett, acusar inmediatamente a los palestinos de la muerte de la periodista. Hay, dijo, “grandes posibilidades de que los palestinos armados, que dispararon salvajemente, sean los causantes de la muerte  desafortunada de la periodista”.

Ajuste de cuentas

Abu Akleh era un rostro familiar no solo para el mundo árabe que devora las noticias de Palestina, sino también para la mayoría de los soldados de combate israelíes que hacen “incursiones” - un eufemismo para ataques – en comunidades palestinas como Yenín.

Los soldados que dispararon contra ella y el grupo de periodistas palestinos con los que se encontraba sabían que estaban disparando contra miembros de los medios. Pero también parece haber evidencias que sugieren que uno o más soldados la identificaron específicamente como objetivo.

Los palestinos sospechan, con razón, que el agujero de bala justo debajo del borde de su casco metálico no es fruto del azar. Se trataba de un disparo de precisión destinado a matarla, razón por lo que los responsables palestinos califican su muerte de “deliberada”.

Hasta donde puedo recordar, Israel ha intentado de  encontrar pretextos para poner fin a la cobertura de Al Jazeera, a menudo prohibiendo a sus reporteros o negándoles tarjetas de prensa. En mayo pasado, Israel bombardeó una torre en Gaza que albergaba las oficinas de la cadena.

De hecho, lo más probable es que Abu Akleh fuera asesinada precisamente porque era una destacada periodista de Al Jazeera, conocida por sus  intrépidos reportajes sobre los crímenes israelíes. El ejército y sus soldados son rencorosos, y tienen armas letales para saldar cuentas.

Tiro amigo

La insinuación israelí de que fue blanco de los disparos palestinos, o que sufrió daños colaterales, debe ser tratada con el desdén que merece. Al menos, con la ventaja de los GPS modernos y las imágenes satelitales, este encubrimiento estándar resulta más fácil de refutar.

La defensa de la tesis del “tiro amigo” salió directamente del libro de juegos que Israel utiliza cada vez que no puede recurrir a su racionalización retrospectiva preferida para matar a los palestinos: estaban armados y “representaban un peligro inmediato para los soldados”.

Es una lección que aprendí en mis primeros meses en la región. Llegué en 2001 para investigar los acontecimientos de los primeros días de la segunda Intifada, o levantamiento palestino, cuando la policía israelí mató a 13 manifestantes. Estos asesinatos, a diferencia de los sucesos paralelos que se desarrollaban en los territorios ocupados, iban dirigidos contra los miembros de una importante minoría palestina que vive en el interior de Israel y constituyen subciudadanos.

Al comienzo de la Intifada, a finales de 2000, un número sin precedentes de  ciudadanos palestinos salieron a la calle para protestar contra la masacre de sus compatriotas a manos del ejército israelí en los territorios ocupados.

Se enfurecieron especialmente por las imágenes de Gaza capturadas por France2. Mostraban a un padre tratando desesperadamente de proteger a su hijo de 12 años, Mohammed al-Durrah, mientras estaban atrapados por los disparos israelíes en un cruce. Mohammed murió y su padre, Jamal, resultó gravemente herido.

También en esta ocasión, Israel hizo todo lo posible para cubrir sus huellas y lo siguió haciendo  durante muchos años. A su vez, acusó a los palestinos de haber matado a Durrah, alegando que la escena había sido manipulada o sugiriendo que el niño estaba realmente vivo e ileso. Todo ello a pesar de las protestas del equipo de la televisión francesa.

Los niños palestinos han sido asesinados en otros lugares de los territorios ocupados, pero estas muertes rara vez han sido capturadas de forma tan visceral en una película. Y cuando lo hacían, solía ser con las primitivas cámaras digitales personales de la época. Israel y sus apologistas calificaron con desenvoltura  a estas imágenes granuladas como “Pallywood” -una amalgama entre palestinos y Hollywood- para sugerir que eran falsas.

Disparos en la espalda

Los engaños israelíes sobre la muerte de al-Durrah hicieron eco de lo que ocurría en Israel. La policía israelí también disparó imprudentemente contra las grandes manifestaciones que estallaron, a pesar de que los manifestantes estaban desarmados y tenían la ciudadanía israelí. No sólo murieron 13 palestinos, sino que otros cientos más resultaron heridos, y algunos horriblemente mutilados.

En un incidente, judíos israelíes de las Alturas de Nazareth -algunos de los cuales eran policías armados fuera de servicio- marcharon hacia la cercana ciudad palestina de Nazaret, donde yo me encontraba. Los altavoces de la mezquita pidieron a los habitantes de Nazaret que salieran a proteger sus casas. A continuación se produjo una larga y tensa confrontación entre ambas partes en un cruce de carreteras entre las dos comunidades.

La policía se situó junto a los invasores, vigilada por francotiradores israelíes situados en la cima de un gran edificio en los Altos de Nazaret, frente a los residentes de Nazaret amontonados colina abajo.

La policía insistió en que los palestinos se fueran primero. Ante la cantidad de armas, la multitud de Nazaret finalmente cedió y tomó el camino de regreso. En ese momento, los francotiradores de la policía abrieron fuego, disparando a varios hombres por la espalda. Dos de ellos, recibiendo un disparo en la cabeza, murieron en el acto.

Estas ejecuciones fueron vistas por los centenares de palestinos presentes en el lugar, así como por la policía y por todos aquellos que habían intentado invadir Nazaret. Sin embargo, el relato oficial de la policía ignoró la secuencia de los acontecimientos. La policía dijo que el hecho de que los dos hombres palestinos recibieron disparos en la parte posterior de la cabeza demostraba que habían sido asesinados por otros palestinos, y no por francotiradores de la policía.

Los comandantes afirmaron, sin presentar ninguna prueba ni llevar a cabo una investigación forense, que detrás de los hombres se habían escondido francotiradores palestinos que los habían matado por error mientras apuntaban a la policía. Se trataba de una mentira flagrante, pero las autoridades la mantuvieron durante la posterior investigación judicial.

Equilibrio de fuerzas

Como en el caso de Abu Akleh, la muerte de estos dos hombres no fue -como Israel quiere hacernos creer- un incidente desafortunado, con personas inocentes atrapadas en el fuego cruzado.

Como en el caso de Abu Akleh, estos hombres de Nazaret fueron ejecutados a sangre fría por Israel. Se trataba de un mensaje brutal dirigido a todos los palestinos sobre el equilibrio de fuerzas en presencia, y  una advertencia para que se sometan, se callen, sepan cual es su lugar.

Los habitantes de Nazaret desafiaron estas restricciones saliendo a proteger su ciudad. Abu Akleh hizo lo mismo, presentándose día tras día durante más de dos décadas para dar cuenta de las injusticias, los crímenes y los horrores de la vida bajo la ocupación israelí. Se trató en ambos casos  de resistencia pacífica a la opresión, e Israel los consideró como equivalentes al terrorismo.

Nunca podremos determinar si Abu Akleh o estos dos hombres murieron a causa de las acciones de un impetuoso soldado israelí, o porque el tirador recibió instrucciones de oficiales superiores de utilizar una ejecución para dar una lección a otros palestinos.

Pero no necesitamos saber cuál es la explicación correcta. Porque sigue ocurriendo, y porque Israel sigue sin hacer nada para ponerle fin, o para identificar y castigar a los responsables.

Porque matar a los palestinos -de manera imprevisible e incluso aleatoria- corresponde perfectamente a los objetivos de una potencia ocupante determinada a erosionar cualquier sentimiento de seguridad o de normalidad para los palestinos, un ocupante decidido a aterrorizarlos para que abandonen, poco a poco, su patria.

Dar una lección

Abu Akleh  hacia parte de los pocos palestinos de los territorios ocupados que tienen la nacionalidad usamericana. Esto, así como  su fama en el mundo árabe, son dos razones por las que los responsables de Washington se sintieron obligados a expresar su tristeza ante su asesinato y a lanzar un llamamiento formal a una "investigación exhaustiva".

Sin embargo el pasaporte usamericano de Abu Akleh no pudo salvarla de las represalias israelíes como el de Rachel Corrie, que fue asesinada en 2003 por un conductor de una excavadora israelí cuando intentaba proteger casas palestinas en Gaza. Asimismo, el pasaporte británico de Tom Hurndall no le impidió recibir un disparo en la cabeza mientras intentaba proteger a los niños palestinos de Gaza de los disparos israelíes. El pasaporte británico del cineasta James Miller tampoco impidió que un soldado israelí lo ejecutara en 2003 en Gaza mientras documentaba el asalto israelí contra este diminuto y superpoblado enclave.

Se consideró que todos habían tomado partido actuando como testigos y negándose a callar mientras los palestinos sufrían - y por esa razón había que darles una lección a ellos y a quienes pensaban como ellos.

Ha funcionado. Pronto desapareció el contingente de voluntarios extranjeros -los que habían acudido a Palestina para registrar las atrocidades cometidas por Israel y servir, en caso necesario, de escudos humanos para proteger a los palestinos de un ejército israelí de gatillo fácil. Israel ha denunciado al Movimiento de Solidaridad Internacional por apoyar el terrorismo y, habida cuenta de la evidente amenaza para sus vidas, el grupo de voluntarios se ha ido reduciendo gradualmente.

Las ejecuciones - ya sean cometidas por soldados impetuosos o aprobadas por el ejército - han servido una vez más a su objetivo.

Error de juicio

Fui el único periodista que investigó la primera de esta serie de ejecuciones de extranjeros al comienzo de la segunda Intifada. Iain Hook, un británico que trabajaba para la UNRWA, la Agencia de la ONU para los refugiados, fue asesinado a finales de 2002 por un francotirador israelí en Yenín, la misma ciudad del norte de Cisjordania donde Abu Akleh será ejecutada 20 años después.

Al igual que en el caso de Abu Akleh, la historia oficial israelí fue diseñada para desviar la atención de lo que era claramente una ejecución israelí con el fin de trasladar la culpa a los palestinos.

Durante otra “incursión” israelí sobre Yenín, Hook y su personal, así como los niños palestinos que asistían a una escuela de la UNRWA, se habían refugiado en el interior del recinto cerrado.

La versión israelí era una mezcla de mentiras que podían ser fácilmente refutadas, aunque ningún periodista extranjero, aparte de mí, se molestó en ir allí para comprobarlo. Y como las posibilidades eran más limitadas en aquella época, me resultó difícil encontrar un medio dispuesto a publicar mi investigación.

Israel afirmó que su francotirador, que dominaba el recinto desde una ventana del tercer piso, había visto a los palestinos entrar en el complejo. Según esta versión, el francotirador confundió a Hook, de 54 años, alto, pálido y pelirrojo, con un francotirador  palestino, mientras observaba al funcionario de la ONU a través de un binocular durante más de una hora.

Para respaldar su grotesca historia, Israel también afirmó que el francotirador había confundido el teléfono móvil de Hook con una granada de mano, y que temía que estuviera a punto de lanzarla fuera del recinto contra los soldados israelíes en la calle.

Excepto que, como el francotirador debía saber, era imposible. El recinto estaba cerrado, con un alto muro de hormigón, un toldo de gasolinera como techo, y una gruesa malla de gallinero que cubría el espacio intermedio. Si Hook hubiera lanzado su granada telefónica a la calle, le habría rebotado. Si fuera una granada de verdad, se habría  auto explotado

La verdad es que Hook cometió un error de apreciación. Rodeado por tropas israelíes y combatientes palestinos escondidos en los callejones cercanos, y exasperado por la negativa de Israel a permitir que su personal y los niños salieran sanos y salvos, abrió la puerta e intentó abogar a los soldados que estaban afuera.

Cuando lo hacía, un francotirador  palestino salió de un callejón cercano y disparó contra un vehículo blindado israelí. Nadie resultó herido. Hook huyó al interior del recinto y lo cerró.

Pero los soldados israelíes que se encontraban afuera tenían ahora una rencilla contra el funcionario de la ONU. Uno de ellos decidió dispararle a Hook en la cabeza para vengarse de él.

Mala fe

La ONU se vio obligada a llevar a cabo una investigación detallada sobre el asesinato de Hook. Los familiares de Abu Akleh probablemente no se beneficiarán de la misma ventaja. En efecto, la policía israelí se empeñó en hacer una “redada” en su domicilio en la Jerusalén Este ocupada para perturbar el luto de la familia, exigiendo que se retirara una bandera palestina. Otro mensaje.

Israel ya insiste en tener acceso a las pruebas forenses - como si un asesino tuviera derecho a ser el único que investiga su propio crimen.

Pero, de hecho, incluso en el caso de Hook, la investigación de la ONU se suspendió discretamente. Acusar a Israel de haber ejecutado a un funcionario de la ONU habría forzado al organismo internacional a una peligrosa confrontación con Israel y los USA. El asesinato de Hook fue encubierto y nadie fue llevado ante la justicia.

No se puede esperar nada mejor para Abu Akleh. Habrá rumores sobre una investigación. Israel acusará a la Autoridad Palestina de no cooperar, como ya lo hace. Washington expresará su tibia preocupación pero no hará nada. Entre bastidores, USA ayudará a Israel a bloquear cualquier investigación seria.

Para USA y la UE, las declaraciones rutinarias de “tristeza” y los llamamientos a la investigación no pretenden arrojar luz sobre lo ocurrido. Esto sólo podría poner en aprietos a un aliado estratégico necesario para la proyección de la potencia occidental en un Oriente Medio rico en petróleo.

No, estas declaraciones de medios tonos de las capitales occidentales pretenden aliviar las tensiones y crear confusion. Su objetivo es poner fin a toda reacción brutal, indicar la imparcialidad de Occidente y salvar la cara de los regímenes árabes cómplices, sugerir que existe un proceso legal al que Israel se adhiere, y frustrar los esfuerzos de los palestinos y de la comunidad de derechos humanos para someter estos crímenes de guerra a los organismos internacionales, como la CPI.

La verdad es que una ocupación que dura décadas sólo puede sobrevivir mediante actos de terror gratuitos -a veces aleatorios, a veces cuidadosamente calibrados- destinados a mantener a la población afectada en el miedo y la sumisión. Cuando la ocupación está patrocinada por la principal superpotencia mundial, la impunidad es absoluta para quienes supervisan este reino del terror.

Abu Akleh es la más reciente víctima. Sin embargo estas ejecuciones continuarán mientras Israel y sus soldados no tengan que rendir cuentas.

 

15/05/2022

JONATHAN COOK
Shireen Abu Akleh a été exécutée pour envoyer un message aux Palestiniens

 

Jonathan Cook, 12/5/2022
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala


Pendant 20 ans de reportages sur Israël et la Palestine, j'ai appris de première main qu'il n'est jamais possible de faire confiance à la version israélienne des événements concernant la mort de Palestiniens ou d'étrangers.

L'exécution de la journaliste d'Al Jazeera Shireen Abu Akleh par un soldat israélien dans la ville palestinienne de Jénine, les efforts immédiats d'Israël pour brouiller les pistes quant à l'identité du responsable et les faibles expressions de préoccupation des capitales occidentales ont ravivé mes souvenirs de 20 années de reportage dans la région.

À la différence d’Abu Akleh, je me suis trouvé beaucoup moins souvent sur les lignes de front dans les territoires occupés. Je n'étais pas un correspondant de guerre, et lorsque je me retrouvais près de l'action, c'était invariablement par accident - comme lorsque, toujours à Jénine, mon taxi palestinien a tourné dans une rue pour se retrouver face au canon d'un char israélien. À en juger par la vitesse et l'habileté avec lesquelles mon chauffeur a fait marche arrière, ce n'était pas la première fois qu'il avait affaire à ce genre de barrage routier.

Abu Akleh a rendu compte de bien trop de meurtres de Palestiniens pour ne pas connaître les risques qu'elle encourait en tant que journaliste chaque fois qu'elle enfilait un gilet pare-balles. C'était une sorte de sang-froid que je ne partageais pas.

Selon un récent rapport de Reporters sans frontières, au moins 144 journalistes palestiniens ont été blessés par les forces israéliennes dans les territoires occupés depuis 2018. Trois, dont Abu Akleh, ont été tués au cours de la même période.

J'ai passé une partie de mon séjour dans la région à me rendre sur les lieux de la mort de Palestiniens, en essayant d'analyser les récits contradictoires des Palestiniens et des Israéliens pour mieux comprendre ce qui s'était réellement passé. Le meurtre d'Abu Akleh et la réponse d'Israël correspondent à ce que j'ai découvert en menant ces enquêtes.

Il n'a donc pas été surprenant d'entendre le Premier ministre israélien Naftali Bennett accuser immédiatement les Palestiniens de la mort de la journaliste. Il y a, a-t-il dit, « de fortes chances que des Palestiniens armés, qui ont tiré sauvagement, soient ceux qui ont provoqué la mort malheureuse de la journaliste ».

Règlement de comptes

Abu Akleh était un visage familier non seulement pour le monde arabe qui dévore les nouvelles de Palestine, mais aussi pour la plupart des soldats de combat israéliens qui font des « raids » - un euphémisme pour attaquer - des communautés palestiniennes comme Jénine.

Les soldats qui ont tiré sur elle et sur le groupe de journalistes palestiniens avec lequel elle se trouvait savaient qu'ils tiraient sur des membres des médias. Mais il semble également y avoir des preuves suggérant qu'un ou plusieurs soldats l'ont spécifiquement identifiée comme une cible.

Les Palestiniens soupçonnent à juste titre que le trou de balle situé juste sous le bord de son casque métallique n'est pas le fruit du hasard. Il s'agissait d'un tir de précision destiné à la tuer, raison pour laquelle les responsables palestiniens qualifient sa mort de « délibérée ».

D'aussi loin que je me souvienne, Israël a essayé de trouver des prétextes pour mettre fin à la couverture d'Al Jazeera, souvent en bannissant ses reporters ou en leur refusant des cartes de presse. En mai dernier, Israël a bombardé une tour de Gaza qui abritait les bureaux de la chaîne.

En effet, Abu Akleh a très probablement été abattue précisément parce qu'elle était une journaliste très en vue d'Al Jazeera, connue pour ses reportages intrépides sur les crimes israéliens. L'armée et ses soldats sont rancuniers, et ils disposent d'armes mortelles pour régler leurs comptes.

« Tir ami »

La suggestion d'Israël selon laquelle elle a été visée par des tirs palestiniens, ou a subi des dommages collatéraux, doit être traitée avec le dédain qu'elle mérite. Au moins, avec l'avantage des GPS modernes et de l'imagerie par satellite, ce type de dissimulation standard devient plus facile à réfuter.

La défense du « tir ami » est tout droit sortie du livre de jeux qu'Israël utilise chaque fois qu'il ne peut pas recourir à sa rationalisation rétrospective préférée pour tuer des Palestiniens : ils étaient armés et « représentaient un danger immédiat pour les soldats ».

C'est une leçon que j'ai apprise au cours de mes premiers mois dans la région. Je suis arrivé en 2001 pour enquêter sur les événements des premiers jours de la deuxième Intifada, ou soulèvement palestinien, lorsque la police israélienne a tué 13 manifestants. Ces meurtres, contrairement aux événements parallèles qui se déroulaient dans les territoires occupés, visaient les membres d'une importante minorité palestinienne qui vit à l'intérieur d'Israël et constitue des sous-citoyens.

Au début de l'Intifada, fin 2000, les citoyens palestiniens étaient descendus dans la rue en nombre sans précédent pour protester contre le massacre de leurs compatriotes par l'armée israélienne dans les territoires occupés.

Ils ont été enragés, en particulier, par des images de Gaza capturées par France2. On y voit un père qui tente désespérément de protéger son fils de 12 ans, Mohammed al-Durrah, alors qu'ils sont pris au piège par les tirs israéliens à une intersection. Mohammed a été tué et son père, Jamal, grièvement blessé.

À   cette occasion également, Israël a fait tout son possible pour brouiller les pistes - et a continué à le faire pendant de nombreuses années. Il a tour à tour accusé les Palestiniens d'avoir tué Durrah, prétendu que la scène avait été mise en scène ou suggéré que le garçon était en fait vivant et indemne. Et ce, malgré les protestations de l'équipe de télévision française.

Des enfants palestiniens ont été tués ailleurs dans les territoires occupés, mais ces morts ont rarement été capturées de manière aussi viscérale sur pellicule. Et lorsqu'elles l'étaient, c'était généralement avec les appareils photo numériques personnels primitifs de l'époque. Israël et ses apologistes qualifiaient avec désinvolture ces images granuleuses de « Pallywood » - un amalgame entre Palestiniens et Hollywood - pour suggérer qu'elles étaient truquées.

Tirs dans le dos

Les tromperies israéliennes sur la mort d'al-Durrah faisaient écho à ce qui se passait en Israël. La police israélienne a également tiré de manière imprudente sur les grandes manifestations qui ont éclaté, même si les manifestants n'étaient pas armés et avaient la citoyenneté israélienne. Non seulement 13 Palestiniens ont été tués, mais des centaines d'autres ont été blessés, et certains ont été horriblement mutilés.

Lors d'un incident, des juifs israéliens des Hauteurs de Nazareth - dont certains étaient des policiers armés qui n'étaient pas en service - ont marché sur la ville palestinienne voisine de Nazareth, où je me trouvais. Les haut-parleurs de la mosquée ont appelé les habitants de Nazareth à sortir et à protéger leurs maisons. Il s'en est suivi une longue confrontation tendue entre les deux camps à un carrefour routier entre les deux communautés.

La police se tenait aux côtés des envahisseurs, surveillés par des tireurs d'élite israéliens positionnés au sommet d'un grand immeuble des Hauteurs de Nazareth, face aux habitants de Nazareth massés en contrebas.

La police a insisté pour que les Palestiniens partent en premier. Face à la quantité d'armes, la foule de Nazareth a fini par céder et a pris le chemin du retour. À ce moment-là, les tireurs d'élite de la police ont ouvert le feu, abattant plusieurs hommes dans le dos. Deux d'entre eux, touchés à la tête, ont été tués sur le coup.

Ces exécutions ont été vues par les centaines de Palestiniens présents sur place, ainsi que par la police et par tous ceux qui avaient tenté d'envahir Nazareth. Et pourtant, le récit officiel de la police ignorait la séquence des événements. La police a déclaré que le fait que les deux hommes palestiniens avaient été abattus à l'arrière de la tête prouvait qu'ils avaient été tués par d'autres Palestiniens, et non par des tireurs d'élite de la police.

Les commandants ont affirmé, sans produire aucune preuve ni mener d'enquête médico-légale, que des tireurs palestiniens s'étaient cachés derrière les hommes et les avaient abattus par erreur en visant la police. Il s'agissait d'un mensonge flagrant, mais les autorités l'ont maintenu lors de l'enquête judiciaire qui a suivi.

Équilibre des forces

Comme dans le cas d'Abu Akleh, la mort de ces deux hommes n'était pas - comme Israël voudrait nous le faire croire - un incident malheureux, avec des innocents pris entre deux feux.

Comme Abu Akleh, ces hommes de Nazareth ont été exécutés de sang-froid par Israël. Il s'agissait d'un message brutal à l'intention de tous les Palestiniens sur l'équilibre des forces en présence, et d'un avertissement les invitant à se soumettre, à se taire, à connaître leur place.

Les habitants de Nazareth ont défié ces restrictions en sortant pour protéger leur ville. Abu Akleh a fait de même en se présentant jour après jour pendant plus de deux décennies pour rendre compte des injustices, des crimes et des horreurs de la vie sous l'occupation israélienne. Il s'agissait dans les deux cas d'actes de résistance pacifique à l'oppression, et Israël les a considérés comme équivalents au terrorisme.

Nous ne pourrons jamais déterminer si Abu Akleh ou ces deux hommes sont morts à cause des actions d'un soldat israélien impétueux, ou parce que le tireur avait reçu l'instruction d'officiers supérieurs d'utiliser une exécution pour donner une leçon à d'autres Palestiniens.

Mais nous n'avons pas besoin de savoir quelle est la bonne explication. Parce que cela continue à se produire, et parce qu'Israël continue à ne rien faire pour y mettre fin, ou pour identifier et punir les responsables.

Parce que tuer des Palestiniens - de manière imprévisible, voire aléatoire - correspond parfaitement aux objectifs d'une puissance occupante déterminée à éroder tout sentiment de sécurité ou de normalité pour les Palestiniens, un occupant déterminé à les terroriser pour qu'ils quittent, petit à petit, leur patrie.

Donner une leçon

Abu Akleh faisait partie du petit nombre de Palestiniens des territoires occupés qui ont la nationalité usaméricaine. Cela, ainsi que sa renommée dans le monde arabe, sont deux raisons pour lesquelles les responsables de Washington se sont sentis obligés d'exprimer leur tristesse face à son assassinat et de lancer un appel formel à une « enquête approfondie ».

Mais le passeport usaméricain d'Abu Akleh n'a pas plus pu la sauver des représailles israéliennes que celui de Rachel Corrie, assassinée en 2003 par un conducteur de bulldozer israélien alors qu'elle tentait de protéger des maisons palestiniennes à Gaza. De même, le passeport britannique de Tom Hurndall ne l'a pas empêché de recevoir une balle dans la tête alors qu'il tentait de protéger les enfants palestiniens de Gaza contre les tirs israéliens. Le passeport britannique du cinéaste James Miller n'a pas non plus empêché un soldat israélien de l'exécuter en 2003 à Gaza, alors qu'il documentait l'assaut israélien contre cette enclave minuscule et surpeuplée.

Tous étaient considérés comme ayant pris parti en agissant en tant que témoins et en refusant de se taire alors que les Palestiniens souffraient - et pour cette raison, il fallait leur donner une leçon, à eux et à ceux qui pensaient comme eux.

Cela a fonctionné. Bientôt, le contingent de volontaires étrangers - ceux qui étaient venus en Palestine pour enregistrer les atrocités commises par Israël et servir, si nécessaire, de boucliers humains pour protéger les Palestiniens d'une armée israélienne à la gâchette facile - a disparu. Israël a dénoncé le Mouvement de solidarité internationale pour son soutien au terrorisme et, compte tenu de la menace évidente pour leur vie, le groupe de volontaires s'est progressivement tari.

Les exécutions - qu'elles aient été commises par des soldats impétueux ou approuvées par l'armée - ont une fois de plus servi leur objectif.

Erreur de jugement

J'ai été le seul journaliste à enquêter sur la première de cette série d'exécutions d'étrangers au début de la deuxième Intifada. Iain Hook, un Britannique travaillant pour l'UNRWA, l'agence des Nations unies pour les réfugiés, a été abattu fin 2002 par un sniper israélien à Jénine - la même ville du nord de la Cisjordanie où Abu Akleh sera exécutée 20 ans plus tard.

Comme dans le cas d'Abu Akleh, l'histoire officielle israélienne a été conçue pour détourner l'attention de ce qui était clairement une exécution israélienne afin de rejeter la faute sur les Palestiniens.

Lors d'un autre « raid » israélien sur Jénine, Hook et son personnel, ainsi que des enfants palestiniens fréquentant une école de l'UNRWA, s'étaient réfugiés à l'intérieur du complexe fermé.

La version israélienne était une concoction de mensonges qui pouvaient être facilement réfutés, bien qu'aucun journaliste étranger, à part moi, n'ait jamais pris la peine de se rendre sur place pour vérifier. Et comme les possibilités étaient plus limitées à l'époque, j'ai eu du mal à trouver un média prêt à publier mon enquête.

Israël a affirmé que son tireur d'élite, qui surplombait le complexe depuis une fenêtre du troisième étage, avait vu des Palestiniens pénétrer dans le complexe. Selon cette version, le tireur d'élite a pris Hook, 54 ans, grand, pâle et roux, pour un tireur palestinien, alors qu'il observait le fonctionnaire des Nations unies à travers une lunette depuis plus d'une heure.

Pour étayer son histoire grotesque, Israël a également affirmé que le sniper avait confondu le téléphone portable de Hook avec une grenade à main, et qu'il craignait qu'il ne soit sur le point de la lancer hors du complexe en direction des soldats israéliens dans la rue.

Sauf que, comme le sniper devait le savoir, c'était impossible. L'enceinte était fermée, avec un haut mur de béton, un auvent de station-service en guise de toit, et un épais grillage à poules couvrant l'espace entre les deux. Si Hook avait lancé sa grenade téléphonique dans la rue, elle lui aurait rebondi dessus. Si c'était vraiment une grenade, il se serait fait exploser.

La vérité est que Hook a fait une erreur de jugement. Entouré de troupes israéliennes et de combattants palestiniens cachés dans les ruelles voisines, et exaspéré par le refus d'Israël d'autoriser son personnel et les enfants à sortir en toute sécurité, il a ouvert la porte et a tenté de plaider auprès des soldats à l'extérieur.

Au moment où il le faisait, un tireur palestinien est sorti d'une ruelle voisine et a tiré en direction d'un véhicule blindé israélien. Personne n'a été blessé. Hook s'est enfui dans l'enceinte et l'a refermée.

Mais les soldats israéliens à l'extérieur avaient maintenant une dent contre le fonctionnaire de l'ONU. L'un d'eux a décidé de tirer une balle dans la tête de Hook pour lui régler son compte.

Mauvaise foi

L'ONU a été obligée de mener une enquête détaillée sur le meurtre de Hook. Les proches d'Abu Akleh ne bénéficieront probablement pas du même avantage. En effet, la police israélienne a tenu à faire une « descente » à son domicile à Jérusalem-Est occupée pour perturber le deuil de la famille, en exigeant qu'un drapeau palestinien soit décroché. Un autre message envoyé.

Israël insiste déjà pour avoir accès aux preuves médico-légales - comme si un meurtrier avait le droit d'être le seul à enquêter sur son propre crime.

Mais en fait, même dans le cas de Hook, l'enquête de l'ONU a été discrètement mise en veilleuse. Accuser Israël d'avoir exécuté un fonctionnaire de l'ONU aurait contraint l'organisme international à une confrontation dangereuse avec Israël et avec les USA. Le meurtre de Hook a été étouffé, et personne n'a été traduit en justice.

On ne peut rien attendre de mieux pour Abu Akleh. Il y aura des bruits concernant une enquête. Israël accusera l'Autorité palestinienne de ne pas coopérer, comme elle le fait déjà. Washington exprimera sa tiède préoccupation mais ne fera rien. En coulisses, les USA aideront Israël à bloquer toute enquête sérieuse.

Pour les USA et l’UE, les déclarations de routine sur la « tristesse » et les appels à l'enquête ne sont pas destinés à faire la lumière sur ce qui s'est passé. Cela ne pourrait qu'embarrasser un allié stratégique nécessaire à la projection de la puissance occidentale dans le Moyen-Orient riche en pétrole.

Non, ces déclarations en demi-teinte des capitales occidentales sont destinées à désamorcer et à  confondre. Elles ont pour but de couper court à toute réaction brutale, d'indiquer l'impartialité de l'Occident et de sauver la face des régimes arabes complices, de suggérer qu'il existe un processus juridique auquel Israël adhère et de contrecarrer les efforts déployés par les Palestiniens et la communauté des droits humains pour soumettre ces crimes de guerre à  des organismes internationaux, tels que la CPI.

La vérité est qu'une occupation de plusieurs décennies ne peut survivre que grâce à des actes de terreur gratuits - parfois aléatoires, parfois soigneusement calibrés - destinés à maintenir la population concernée dans la peur et la soumission. Lorsque l'occupation est parrainée par la principale superpuissance mondiale, l'impunité est absolue pour ceux qui supervisent ce règne de la terreur.

Abu Akleh est la dernière victime en date. Mais ces exécutions se poursuivront tant qu'Israël et ses soldats seront à l’abri de toute obligation de rendre des comptes.