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20/10/2025

Israel entre una guerra de exterminio y una guerra electoral

Ameer Makhoul, Progress Center for Policies, 18.10.2025

إسرائيل بين حرب الإبادة وحرب الانتخابات

Traducido por Tlaxcala

Guerra en todos los frentes, por Patrick Chappatte

Introducción

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el ministro de Defensa Israel Katz han vuelto a amenazar con reanudar la guerra contra la Franja de Gaza, advirtiendo del uso de la fuerza si Hamás no entrega los cuerpos de los cautivos y detenidos israelíes.
Al mismo tiempo, el ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, ha intensificado sus contactos con la administración Trump, presentando informes de inteligencia que afirman que Hamás posee la capacidad de devolver un gran número de cuerpos, un movimiento interpretado como una preparación para obtener luz verde usamericana a una nueva escalada militar.

Mientras tanto, el Foro de Familias de los Cautivos y Detenidos emitió un llamamiento público a Netanyahu exigiendo la reanudación de la guerra a menos que se devuelvan todos los cuerpos, transformando una demanda humanitaria en un instrumento político dentro de la lucha interna por el poder en Israel.

La guerra al servicio de la política interna
Las renovadas amenazas de guerra de Israel parecen estar impulsadas más por necesidades políticas y electorales que por objetivos militares inmediatos. Netanyahu y Katz incluso han rebautizado la guerra contra Gaza, pasando de “Espadas Doradas” a “Guerra de la Resurrección” o “Guerra del Renacimiento”, intentando reformular el relato israelí y presentarlo como parte de una “Guerra de los Siete Frentes”: Líbano, Siria, Yemen, Irak, Irán, Cisjordania y Gaza.

Con este cambio de imagen, Netanyahu busca desviar las exigencias de rendición de cuentas por los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, especialmente la creación de una comisión oficial de investigación, que sigue rechazando bajo el pretexto de que “no se puede investigar en tiempos de guerra”. Esta estrategia está estrechamente vinculada a las elecciones previstas para el verano de 2026.

Las lagunas del Plan Trump y sus repercusiones regionales
Las amenazas israelíes coinciden con el debate en curso sobre los detalles del “Plan Trump” para poner fin a la guerra, descrito por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Egipto como “lleno de lagunas”. Entre los asuntos aún sin resolver se incluyen:

  • El intercambio de cuerpos y prisioneros.
  • El desarme de Gaza y de Hamás.
  • La retirada gradual de Israel.
  • La gobernanza y reconstrucción en la fase posguerra.

Las estimaciones palestinas sitúan el costo de la reconstrucción de Gaza entre 60 y 70 mil millones de dólares. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos habrían manifestado una disposición condicional a contribuir con unos 20 mil millones cada uno, siempre que haya estabilidad, desarme y retirada de Hamás del poder, lo que indica que la ayuda financiera está estrechamente vinculada al marco político y de seguridad emergente.


La regla de Netanyahu…
— En una lucha por la supervivencia, ¡las medidas extremas están justificadas!
— … ¡Especialmente si se trata de la supervivencia de mi carrera política!
David Horsey

La dimensión electoral interna
Una encuesta del diario Maariv mostró una mejora en la posición de la coalición gobernante tras la liberación del último grupo de cautivos vivos. El apoyo al partido Likud aumentó, mientras que el partido Sionismo Religioso, liderado por Bezalel Smotrich, superó el umbral parlamentario. Por el contrario, el partido de Benny Gantz cayó por debajo de dicho umbral.
La encuesta proyectó 58 escaños para la oposición, 52 para la coalición y 10 para los partidos árabes, que podrían aumentar en las próximas elecciones.

Para Netanyahu, esta configuración es ideal: le permite formar una minoría de bloqueo que impide a la oposición establecer un gobierno sin depender de un partido árabe, una situación inaceptable dentro del consenso sionista. Así, Netanyahu podría mantenerse como primer ministro interino a largo plazo, con una supervisión parlamentaria mínima, lo que explica su interés en elecciones anticipadas si las tendencias se mantienen.

Entre la opción de la guerra y la necesidad de estabilidad
Pese a la retórica belicista, las limitaciones internas e internacionales reducen la probabilidad de una reanudación de la guerra. El cansancio militar, moral y económico dentro de Israel, junto con la falta de luz verde usamericana, convierten una nueva ofensiva en un riesgo político más que en una oportunidad estratégica.

El Plan Trump —que cuenta con un amplio respaldo regional e internacional, constituye la piedra angular del enfoque de Washington para restaurar el equilibrio en Oriente Medio, especialmente mientras busca concluir acuerdos de normalización con Arabia Saudí e Indonesia. El fracaso en su aplicación socavaría la confianza en la capacidad usamericana para gestionar los arreglos regionales.

El dilema de los cuerpos y el papel de los actores regionales
El tema de los cuerpos de los cautivos es una prueba real de la durabilidad del acuerdo. Fuentes israelíes reconocen grandes obstáculos logísticos debido a la destrucción de la infraestructura y de los túneles de Gaza, donde se cree que permanecen enterrados muchos cuerpos.

El gobierno de Netanyahu ha rechazado categóricamente permitir el uso de equipos turcos para las labores de recuperación, una decisión política destinada a frenar la influencia de Ankara y a aprovechar su postura sobre Siria. No obstante, crece en Israel un sector que aboga por una administración de Gaza dirigida por la Autoridad Palestina, a fin de evitar un vacío administrativo que pueda beneficiar a Hamás u otros actores externos.

Conclusión
La amenaza de Israel de reanudar la guerra es, ante todo, una maniobra electoral y mediática destinada a movilizar el apoyo interno y explotar la cuestión de los cautivos con fines políticos.

No hay indicios concretos de una intención real de reiniciar la guerra, dadas la falta de apoyo usamericano, el agotamiento social y militar, y la fuerte oposición dentro del ejército.
El cambio de nombre de la guerra a “Guerra de la Resurrección” refleja un intento de eludir las investigaciones y la rendición de cuentas por los fracasos del 7 de octubre.
Las decisiones israelíes fundamentales —de guerra o de paz— siguen estrechamente ligadas al cálculo electoral de Netanyahu y a sus esfuerzos por preservar el poder.
El factor decisivo en la próxima etapa será el compromiso de Washington con el Plan Trump, que por ahora sigue siendo el único marco viable para el escenario israelí-palestino.

16/10/2025

Oír el canto de un gallo en lugar de las bombas cayendo sobre Gaza es la principal causa de celebración


Los discursos y mítines israelíes de los últimos días han demostrado un total desprecio por el dolor y el sufrimiento en Gaza, así como por la destrucción que las FDI han dejado atrás.

Gideon Levy, Haaretz, 16/10/2025

English version

Traducido por Tlaxcala

Todo lo que le había ocurrido a Israel en los dos últimos años se reunió en la víspera de la festividad de Sucot, en la fiesta de fin de guerra en la Knéset. Fue una orgía de adulación, amor propio, vanagloria y negación.

Aparte de la gran alegría por la liberación de los rehenes, no se abrió ninguna ventana a un nuevo capítulo, solo más de lo mismo: Míranos, qué grandiosos somos, y no vemos a nadie más que a nosotros mismos. La embriaguez de la liberación se mezcló con una abundancia de auto-admiración y auto-embellecimiento: Qué hermosos somos los israelíes.


La voz de la Ilustración, el columnista de Haaretz Uri Misgav, se puso poético en la red X: “La victoria del espíritu sobre la desesperación, de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal.” Nada menos. Mientras Misgav estaba poniéndose poético, cientos de miles de personas avanzaban, cargando sus pocas pertenencias restantes, a través de las ruinas y la destrucción de su tierra, de regreso a sus no-hogares.

Cientos de otros fueron liberados de las cárceles israelíes, y ellos tampoco resonaron en los medios israelíes, que continuaron su cobertura propagandística: ocultar Gaza tanto en la guerra como en la paz. Solo 20 personas han sido liberadas. Los demás no son personas. No tienen familias amorosas y llorosas. La imagen del prisionero liberado que llega a Gaza solo para descubrir que su esposa y sus hijos fueron asesinados por los bombardeos: esa no la han visto.

El gran elefante está ahí, y nadie se atrevió a mirarlo directamente. El presidente de la Knéset, Amir Ohana, Benjamín Netanyahu y, por supuesto, el maestro del género, el diputado de Yesh Atid Yair Lapid, estaban ocupados engrandeciéndose a sí mismos y a su señor feudal. Incluso en momentos así, no había oposición salvo los representantes de la Lista Conjunta Árabe, que por supuesto fueron expulsados de la sala.

Había celebraciones, y había motivo para celebrar. Pero también debía haber sido el momento para que alguien tuviera el valor de decir la verdad: una palabra sobre las mayores víctimas de la guerra cuya final se celebraba.

Netanyahu, Donald Trump o, al menos, el autodenominado “líder de la oposición” Lapid, debieron hablar de lo que Israel deja tras de sí. Lamentar, disculparse, asumir responsabilidad, admitir culpa, reconocer el dolor, prometer cambio, compensación, rehabilitación o sanación a las víctimas. Cualquier cosa.

En cambio, tuvimos a Lapid flanqueando a Netanyahu y Ohana desde la derecha, compitiendo por ver quién se arrastraba más ante Trump, mientras decía: No hubo genocidio. No hubo intención de matar de hambre a los palestinos (!). ¿Ninguna intención de matar de hambre, Lapid? ¿Cómo se atreve? ¿Y en base a qué? ¿A las declaraciones de los líderes del país que prometieron matar de hambre a los gazatíes y cumplieron su promesa?

“Los habitantes de Gaza no tienen electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible… Luchamos contra bestias con forma humana y actuamos en consecuencia”, había dicho el exministro de Defensa Yoav Gallant al comienzo de la guerra. Pero Lapid se mantuvo firme: “Israel fue un país y un ejército que luchaba contra terroristas que envían a sus hijos a morir por una sesión de fotos.” Un Douglas Murray israelí, una versión angloparlante del colaborador Yosef Haddad. Con una oposición así, ¿para qué derrocar al gobierno?

Debió haber sido diferente. Una ceremonia de fin de guerra sin verdad es un evento repugnante. Horas de autosatisfacción en la Knéset, declaraciones cursis repetidas en los medios, sin inclinar una sola vez la cabeza por lo que Israel ha perpetrado. ¿Qué fuerza tendría Israel si hubiera actuado de otra manera y reconocido los crímenes que cometió? Si hubiera mencionado el dolor de Gaza. Si hubiera asumido un mínimo de responsabilidad por su destino, en lugar de vomitar, con la típica arrogancia lapidiana: “Terroristas que envían a sus hijos”, como si fuera Yahya Sinwar quien se sentara en las cabinas de los cazas que masacraron sin piedad a los niños gazatíes.

La esperanza se desvaneció en la víspera de Simjat Torá. Netanyahu se negó a asistir a la cumbre de paz de Trump en Sharm el-Sheij, y la Knéset continuó encubriendo los crímenes de Israel. Así no se abre un nuevo capítulo.

A pesar de ello, es un tiempo de esperanza.



05/10/2025

GIDEON LEVY
Si, hay que llorar por la sangre derramada: pasarán generaciones antes de que Gaza olvide el genocidio

 Gideon LevyHaaretz, 5-10-2025

Traducido por Tlaxcala

Hace falta un grado extraordinario de optimismo para no estar abatido —o aguafiestas— ante el acuerdo sobre Gaza. Pero se puede: la propuesta tiene sus aspectos positivos.


Palestinos inspeccionan los daños en un barrio residencial tras una operación israelí en la zona, el sábado.
Foto Ebrahim Hajjaj / REUTERS


No se trata de un acuerdo de paz entre Israel y Gaza, lo cual habría sido mucho mejor, sino de un acuerdo que USA impuso a Israel. Desde hace tiempo está claro que solo un acuerdo impuesto puede hacer que Israel cambie. Aquí está. Una señal de esperanza en la continuación de políticas coercitivas usamericanas, sin las cuales nada se movería.

Decenas de miles de vidas se han salvado este fin de semana. El miedo, el hambre, las enfermedades, el sufrimiento y las penurias de más de dos millones de personas podrían empezar a disminuir. El domingo, al menos, tendrán su primera noche de sueño sin la amenaza de los bombardeos sobre sus cabezas expuestas. Cientos de personas más recuperarán su libertad: los 20 rehenes israelíes con vida, los 250 prisioneros palestinos condenados a cadena perpetua en Israel y los 1.800 residentes de Gaza, en su mayoría inocentes, detenidos en Israel.

Sí, en la misma frase: los prisioneros palestinos también tienen familias que han soportado meses o años de angustia e incertidumbre sobre el destino de sus seres queridos. La mayoría merece ser liberada por fin. Ninguno de los 1.800 detenidos de Gaza que serán liberados ha sido juzgado. Ellos también fueron secuestrados. Es mejor no comparar las condiciones de detención: fueron terribles en ambos lados. Por tanto, su liberación es motivo de alegría para todos: todos los cautivos y todas las familias.

Este acuerdo restaura el orden en las relaciones entre Estados Unidos e Israel: Israel es el Estado cliente y Estados Unidos la superpotencia. En los últimos años, esas definiciones se habían difuminado por completo, hasta el punto de que, especialmente durante las administraciones de Obama y Biden, a veces parecía que Israel era el patrón y Estados Unidos su protectorado. Por fin hay un presidente estadounidense que se atreve a utilizar el enorme poder a su alcance para dictar las acciones de Israel. Las medidas impuestas por Donald Trump son buenas para Israel, aunque pocos lo admitan.

Poner fin a la guerra es, por supuesto, algo bueno para Gaza, pero también es bueno para Israel. No es momento de enumerar todos los terribles daños que esta guerra ha causado a Israel, algunos irreversibles. El mundo no olvidará pronto el genocidio; pasarán generaciones antes de que Gaza olvide.
Detener la guerra ahora es el mal menor para un Israel que ha perdido su rumbo. En los últimos meses, el país ha estado al borde del colapso moral y estratégico. El tío Donald lo devuelve a sus dimensiones originales y tal vez lo encamine hacia un rumbo distinto.

Israel podría haber evitado esta guerra, que solo lo ha perjudicado. Pero también podría haber gestionado su final de otra manera. Negociaciones directas con Hamas y gestos de buena voluntad podrían haber cambiado el curso. Una retirada completa de la Franja de Gaza y la liberación de todos los prisioneros habrían señalado un nuevo comienzo. Pero Israel, como siempre, eligió actuar de otra forma: hacer solo lo que se le impuso.

Gaza, e incluso Hamas, terminan esta guerra de pie. Golpeados, ensangrentados, exhaustos, empobrecidos, pero en pie. Gaza se ha convertido en una Hiroshima, pero su espíritu sigue vivo. La causa palestina había desaparecido por completo de la agenda internacional —otro momento de paz con Arabia Saudí y los palestinos se habrían convertido en los indios americanos de la región— y entonces llegó la guerra y los devolvió a la cima de la agenda mundial. El mundo los ama, el mundo siente compasión por ellos.

No hay consuelo para los habitantes de Gaza, que han pagado un precio indescriptible —y el mundo podría volver a olvidarlos—, pero por ahora, están en el centro del mundo.

Este momento debe aprovecharse para cambiar el estado de ánimo en Israel: es hora de que los israelíes abran los ojos y vean lo que han hecho.
Quizás no valga la pena llorar por la leche derramada, pero la sangre derramada es diferente. Es hora de abrir la Franja de Gaza a los medios y decirles a los israelíes: “Miren, esto es lo que hemos hecho.”
Es hora de aprender que confiar únicamente en la fuerza militar conduce a la devastación.
Es hora de entender que en Cisjordania estamos creando otro Gaza.
Y es hora de mirar de frente y decir: Hemos pecado, hemos actuado con maldad, hemos transgredido.