Gideon Levy & Alex Levac, Haaretz, 1-2-2025
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala
Los testimonios no dejan lugar a dudas: hay un nuevo tipo de censura militar israelí en Al Jalil/Hebrón
Se ha añadido una nueva y original tarea a las muchas asignadas a las fuerzas de la ocupación: la censura militar. De hecho, los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel en los puestos de control de Hebrón funcionan ahora efectivamente como censores.
Hace tres semanas, relatamos en estas páginas la historia de Fatma Yabbar, madre de siete hijos y voluntaria de la organización israelí de derechos
humanos B’Tselem, que fue sometida a golpes y humillaciones por las tropas
israelíes en Hebrón porque su teléfono contenía un vídeo de un soldado de las
FDI maltratando a un palestino con necesidades especiales. Esta semana se ha
sabido que tales abusos no eran excepcionales, sino una conducta habitual y
rutinaria.
En los últimos meses, los soldados han estado revisando
el contenido de los teléfonos móviles de los palestinos que pasan por los
puestos de control peatonal que dan acceso al barrio H2 de Hebrón, y sometiendo
a muchos de ellos a malos tratos. Cada texto, imagen o videoclip que disgusta a
los soldados conlleva inmediatamente un interrogatorio, una detención y/o una
paliza.
Según la investigadora de campo de B’Tselem en la ciudad,
Manal Yabari, alrededor del 70% de las decenas de miles de residentes
palestinos de ese barrio -en el que viven menos de 1.000 colonos y que está
bajo control militar israelí- han sufrido abusos porque sus teléfonos contenían
algún tipo de contenido ostensiblemente prohibido.
Quizá las imágenes procedían de un noticiario de la
televisión israelí, o había una imagen de soldados o colonos que circulaba por
las redes sociales palestinas, o había fotos de un palestino armado que se
hicieron virales.
La historia de Omar y Ayman Yabbar (sin parentesco con
Fatma), hermanos de 41 y 30 años respectivamente, ilustra vívidamente la nueva
realidad. Ambos hermanos son discapacitados. Ayman padece una enfermedad
muscular degenerativa, Omar tiene una placa de platino en la pierna como
consecuencia de un accidente. Pero, al parecer, a los soldados les importa un
bledo su estado. Omar fue maltratado por las tropas dos veces en la misma
semana a principios de enero, y requirió hospitalización. En cualquier caso, es
probable que las tropas desplegadas en Hebrón nunca hayan oído hablar de los
derechos humanos, el derecho a la intimidad o la libertad de expresión. Desde
luego, ni las tropas que manejan los puestos de control, que asumen que tienen
derecho a hacer lo que les plazca con los residentes palestinos.
Conocimos a los dos hermanos la semana pasada en la
oficina de Hebrón del Fondo para los Defensores de los Derechos Humanos, que se
encuentra sobre el puesto de control a la entrada de la calle Shuhada, situada
en el antiguo mercado. Dos mujeres que estaban cerca nos contaron que iban de
camino a casa y que llevaban más de media hora esperando para pasar. Los
soldados estaban ocupados con otras cosas, por supuesto.
Omar Yabbar, casado y padre de cuatro hijos, enseña
matemáticas en la escuela primaria para niños Al-Amari de Hebrón. Ayman
gestiona un negocio de ropa por Internet. El lunes 6 de enero, Omar llegó a
casa de la escuela y llamó a su hermano para concertar una cita. Ayman le
informó de que estaba detenido en el puesto de control del barrio de A-Ras.
Omar se apresuró a ir allí, y él también fue detenido.
A Omar le ordenaron que pusiera las manos a la espalda y
entonces los soldados empezaron a comprobar sus mensajes de WhatsApp. ¿Con qué
derecho? ¿Con qué autoridad? Son preguntas que no se hacen en Hebrón. Le
ordenaron que se arrodillara; él trató de explicar que tenía una placa de
platino en la pierna y que en realidad no podía hacerlo. “Me importa un bledo”,
replicó el soldado.
El maestro de escuela fue retenido durante dos dolorosas
horas en el suelo del puesto de control, antes de ser llevado a una oficina del
mismo, donde fue esposado y metido en el jeep blanco del ejército que se ha
convertido en un símbolo entre la población palestina. Seguimos oyendo hablar
del temible vehículo blanco que se lleva a la gente.
Sacaron a Omar a un descampado y le ordenaron que se
arrastrara de rodillas. Un soldado le apuntó a la cabeza con un rifle y le
amenazó con dispararle. Algunos soldados le patearon, otros le maldijeron y le
obligaron a repetir sus gritos, en hebreo: “¡Am Yisrael chai!” (¡El pueblo de
Israel vive!) (el pueblo de Israel vive), “¡Netanyahu melech Yisrael!”
(Netanyahu rey de Israel) - y a maldecir a Hamás. Cuando le pedimos que
repitiera las maldiciones, le pidió a Yabari, la investigadora de B’Tselem, que
saliera de la habitación para que no las oyera.
Hacia las 18.30 horas, los soldados dejaron a Omar junto
a la comisaría de Kiryat Arba, el asentamiento urbano colindante con Hebrón, le
devolvieron su teléfono y le ordenaron que no guardara nada en él. Su hermano
fue liberado con él.
Por su parte, Ayman relata que esa mañana salió de casa
hacia las 9 y fue detenido en A-Ras. Las tropas le quitaron el teléfono y el
carné de identidad. Intentó decirles que padecía una enfermedad degenerativa,
que se le nota bastante, y les mostró documentación a tal efecto, pero fue en
vano. Al parecer, los soldados encontraron en su teléfono una imagen de un
palestino armado que circulaba por las redes sociales.
Con los ojos vendados y esposado, Ayman fue llevado a un
puesto de las FDI en el barrio de Givat Harsina de Kiryat Arba. Le quitaron la
camisa y, como temblaba de frío, le obligaron a sentarse en un banco de hierro.
Recuerda que le empujaron y se cayó. Al cabo de un rato se sintió indispuesto y
dijo a sus captores: “Dispáradme”. Empezó a perder el conocimiento y cuando
pidió a los soldados que le aflojaran un poco las esposas, se las apretaron aún
más. Al igual que con Omar, le obligaron a entonar “Am Yisrael chai” y varias
ben[mal]diciones, antes de ser liberado horas más tarde cerca de la comisaría
de Kiryat Arba.
A los hermanos Yabbar les costó mucho recuperarse de su
terrible experiencia. Apenas una semana después, el 13 de enero, hacia el
mediodía, Omar y su sobrino de 12 años, Yazen, llegaron al puesto de control de
Al-Rajbi (Beit Shalom) en el barrio de H2. Apuntándoles con sus armas, las
tropas les ordenaron que se quitaran los abrigos y se bajaran los pantalones.
El profesor se negó, pero se vio obligado después de que el soldado le
amenazara con dispararle. De nuevo le quitaron el teléfono; de nuevo le
esposaron. Le arrastraron por el suelo y le patearon, relata ahora. Le
colocaron una bolsa de plástico en la cabeza, de modo que apenas podía
respirar. Mientras tanto, Yazen fue liberado.
Una vez más se detuvo el aterrador jeep blanco; una vez
más metieron a Omar en él. Recuerda que le golpearon en la cabeza con un walkie-talkie
y que le llevaron a una sala donde los soldados hablaban por radio; algunos
pasaban y le gritaban maldiciones dirigidas a Hamás, mientras otros le
golpeaban. Hacia las 16.30 horas, oyó por casualidad una conversación con la
Oficina Palestina de Coordinación y Enlace, en la que se decía a los soldados
que era discapacitado. Siguió sufriendo malos tratos hasta que llegó un agente
del servicio de seguridad Shin Bet y le mostró una imagen de su teléfono móvil
de un palestino con un rifle en la mano.
“¿Sabes quién es?”, le preguntó el agente. Omar respondió
que la foto había sido tomada de un sitio web de noticias en árabe y había
circulado por las redes sociales palestinas.
Después lo condujeron al puesto de Givat Harsina, que
estaba atendido por soldados y dos colonos vestidos de paisano. Los colonos
empezaron a golpearle, pero los soldados les detuvieron - y siguieron
golpeándole ellos mismos. Después llevaron a Omar al puesto de control de Givat
Ha’avot, en Kiryat Arba, y le dijeron que se largara: “Voy a contar hasta 4 y
luego dispararé”, le ladró un soldado.
Omar hizo todo lo posible por huir, aunque aún tenía las manos atadas y le dolía la pierna. Entrando en un callejón cercano, dio una patada a la puerta de una casa. Los ocupantes le quitaron los grilletes y llamaron a su familia para que vinieran a llevarlo al cercano hospital de Alia. El médico de guardia, el Dr. Ahmad Zayn, escribió en el formulario de alta que Omar sufría hemorragias en las piernas y el estómago como consecuencia de los golpes recibidos.
La Unidad del portavoz de las FDI declaró esta semana en
respuesta a la pregunta de Haaretz sobre los dos sucesos: “Como parte del
protocolo rutinario de control de seguridad, durante el paso por los puestos de
control, las fuerzas retuvieron a un sospechoso a raíz de las fotografías de
armas y soldados de las FDI guardadas en su teléfono móvil. El sospechoso fue
citado para seguir siendo interrogado en una comisaría. Subrayamos que en
ningún momento nuestras fuerzas hicieron uso de la violencia”.
Es importante destacar aquí que preguntamos al portavoz
por qué se había detenido a los dos hermanos Yabbar, pero el ejército optó por
responder sólo con respecto a un “sospechoso”.
Un columnista usamericano que nos acompañaba el día de
nuestra visita, preguntó a Omar cuál era el propósito de tal conducta.
“Humillarnos”, respondió. “Presión para que abandonemos
la ciudad. Todo el vecindario está pasando por esto, todo el mundo lo
experimenta casi todos los días. Algún día se lo contaré a mis nietos”.