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17/01/2022

BRUCE E. LEVINE
El suicidio, los campesinos indios, los indígenas norteamericanos… y la vergüenza de los locólogos

Bruce E. Levine, CounterPunch, 14/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Roland Chrisjohn, autor principal de Dying to Please You: Indigenous Suicide in Contemporary Canada (Morir para complacerte: el suicidio indígena en el Canadá contemporáneo), se enfrenta a esta trágica negación por parte de los profesionales de la salud mental: al medicalizar y considerar como enfermedad la tendencia al suicidio provocada por determinadas sociopolíticas, están permitiendo el sufrimiento y aumentando el suicidio. Chrisjohn es un onyota'a:ka de las tribus iroquesas, tiene un doctorado en psicología y actualmente es profesor asociado en el Departamento de Estudios Nativos de la Universidad de Santo Tomás, en Canadá (los coautores de Dying to Please You son Shaunessy M. McKay y Andrea Odessa Smith).


Chrisjohn -para que sea lo más fácil posible para todos, salvo para los psiquiatras completamente obtusos- documenta que durante los años del traslado intensivo de los judíos alemanes a los campos de concentración, su tasa de suicidio fue al menos cincuenta veces mayor que la de los alemanes no judíos; y a continuación recuerda a los profesionales de la salud mental: “No se diseñó ni se llevó a cabo ni un solo estudio científico-social para establecer por qué los judíos se comportaban de esa manera, ni hubo urgencia aparente alguna por descubrir la ‘dinámica interna’ del suicidio judío”.

De forma cáustica, aunque correcta, Chrisjohn señala que “el ‘tratamiento adecuado’ para el ‘problema del suicidio judío’ no era enviar animadores a lo que quedaba de sus comunidades, sino la eliminación del sistema de crueldad indecible que destruía sus vidas”. En lugar de aumentar el acceso a los tratamientos de salud mental, nos recuerda que era necesario un tratamiento muy diferente: “Fueron, de hecho, Zhukov y Patton, y las fuerzas que comandaron, quienes acabaron con la opresión que puso fin a la tormenta de suicidios que envolvió a los judíos”.

Así, para Chrisjohn, la mera lógica debería informarnos de que “el ‘tratamiento adecuado’ para el ‘problema del suicidio indígena’ no es enviar animadoras a nuestras comunidades; es la eliminación del sistema que está destruyendo nuestras vidas”. Este análisis del suicidio indígena en Canadá en Dying to Please You se aplica a otros pueblos oprimidos.

Vigilia con velas en la Primera Nación Attawapiskat en el norte de Ontario, Canadá, el 15 de abril de 2016, tras una ola de suicidios de jóvenes y niños. Foto Chris Wattie / Archivo Reuters

 Suicidios de agricultores en la India

 En el número actual de la revista Ethical Human Psychology and Psychiatry aparece el artículo “Farmers' Protests, Death by Suicides, and Mental Health Systems in India: Critical Questions. Su autor es el psicólogo Sudarshan Kottai, que creció en la India rural en una familia dedicada a la agricultura y actualmente enseña en la Universidad de Cristo, en Bangalore (India). Kottai, al igual que Chrisjohn, está indignado por la forma en que la mayoría de los profesionales de la salud mental abordan el suicidio de su pueblo: “Sin embargo, la corriente principal de los discursos sobre salud mental cierra los ojos y los oídos ante los factores sociopolíticos más amplios que afectan a la situación de los agricultores, incluido el suicidio, reduciéndolos simplemente a un problema de salud mental que debe tratarse mediante consejos y psicofármacos”.

26/10/2021

AHMED AL-SAMMAK
El “shock colectivo” causado por los eventos traumáticos que inflige Israel hace que se disparen los problemas de salud mental en Gaza

Ahmed Al-Sammak, Middle East Eye, 24/10/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
 

 


Ahmed Al-Sammak es un periodista independiente que vive en la Franja de Gaza

 

El bloqueo y las múltiples ofensivas de Israel han hecho proliferar los trastornos de estrés postraumático (TEPT), las alteraciones del estado de ánimo y otras afecciones relacionadas con el estrés.

Mohammed al-Asdudi recibió un disparo de un francotirador israelí en una protesta pacífica. Dice: “Esta herida me ha abierto las puertas del infierno”
(Foto: Ahmed Al-Sammak/MEE)
 

Orfan Shaimaa (*) se prepara para asistir a su 15ª sesión de apoyo psicológico en Friends for Mental Health (FFMH), una organización no gubernamental que opera en la Franja de Gaza.

Mientras se dirige a la sesión, mira cuidadosamente a su alrededor de vez en cuando para asegurarse de que nadie la reconoce; desea evitar el estigma que suelen sufrir los pacientes de salud mental en el asediado enclave.

Esta joven de 20 años remonta su trauma psicológico al segundo día de la ofensiva israelí de mayo contra Gaza, en la que murieron 253 palestinos, entre ellos 66 niños, 39 mujeres y 17 ancianos, y casi 2.000 resultaron heridos.

“El 12 de mayo no teníamos ni un shekel, así que mi padre, Wael, tuvo que ir a la granja en la que trabaja desde hace años a recoger algunas verduras para venderlas y traer pan y algo de comida”, dijo Shaimaa a Middle East Eye sentada en la sala donde asiste a sus sesiones psicológicas.

“Salió de nuestra casa a las 8 de la mañana para ir a la granja de Beit Lahiya, en el norte de la Franja [de Gaza].

“Después de dos horas, llamó a mi madre y le preguntó si quería que le llevara algo antes de volver”, dijo, con los ojos llenos de lágrimas, y añadió que “para llegar hasta casa, se necesitan diez minutos de camino”.

“Pero pasó hora y media y no vino. Le llamamos muchas veces, pero no pudimos contactar con él porque su teléfono estaba sorprendentemente apagado”, dijo.

“Su rostro estaba deformado”

Como siempre que está en la cocina, aquel día la madre de Shaimaa estaba escuchando la radio.

De repente, el locutor dijo que cuatro campesinos habían sido atacados en Beit Lahiya y que habían llevado sus cuerpos al Hospital Indonesio, en el norte de la Franja de Gaza.

“Mientras mi madre nos contaba las noticias y nos pedía que llamáramos a algún compañero de mi padre, sonó su teléfono”, cuenta Shaimaa.

“Después de contestar, se desmayó. Entonces, cuando mis ocho hermanos y yo estábamos intentando reanimarla, oímos a mi primo llorar a gritos y decir ‘mi tío Wael ha sido martirizado’.

“Nos quedamos helados al momento. ‘¡Qué! ¿Qué has dicho?’, le pregunté. De repente, todos mis tíos y primos que viven en el mismo edificio vinieron a nuestra casa”.

Al cabo de una hora, la familia de Shaimaa oyó fuertes ruidos mientras los dolientes se empujaban unos a otros para ver el cuerpo de Wael, que había llegado en una ambulancia frente a su casa.

“No nos permitieron verlo porque tenía la cara deformada a causa de las heridas. Cuando vi la ambulancia, estuve varias horas desmayada.

“Cuando acabó la última guerra, no salía de casa. Como consecuencia de todo lo vivido, empecé a sufrir ataques de pánico, ansiedad severa y depresión”.