Gideon
Levy &
Alex
Levac (fotos), Haaretz, 21-11-2025
Traducido por Tlaxcala
Yamen Al Najjar, con su madre Haifa, frente al Hospital
Makassed en Jerusalén Este, donde está siendo tratado.
Yamen Al-Najjar, un joven de 16 años con un grave trastorno sanguíneo, ha estado hospitalizado en Jerusalén Este durante dos años. Esta semana, Israel intentó deportarlo a Gaza, donde su familia vive en una tienda desde que su casa fue destruida. Su madre está convencida de que no sobreviviría ni un solo día si fuera devuelto.
A las 5 de la mañana del lunes, Yamen Al Najjar, de 16
años, debía abandonar su cama en la sala de medicina interna del Hospital
Makassed en Jerusalén Este, donde vive desde hace dos años con su madre,
recoger sus pinturas y su poca ropa, y regresar a la devastada Franja de Gaza
donde creció.
Unos días antes, el hospital les había informado que Israel había decidido
expulsar a la mayoría de los gazatíes hospitalizados aquí. Según la
organización Médicos por los Derechos Humanos, decenas más serían deportados
con él: unas 20 personas del Centro Médico Sheba, en Ramat Gan; 60 pacientes
con cáncer y acompañantes del Hospital Augusta Victoria en Jerusalén Este; y 18
pacientes y familiares de Makassed.
En el último momento, tras un reportaje de CNN, la expulsión fue aplazada
—nadie sabe por cuánto tiempo.
Yamen nació y creció en Jan Yunis, un niño sano con un
deseo casi innato de pintar. En septiembre de 2017 sufrió una lesión en la
nariz y sangró sin parar durante 21 días. También presentó hemorragias internas
y hematomas subcutáneos.
Los servicios médicos en Gaza no pudieron diagnosticarlo y, tras unos tres
meses, Yamen fue trasladado a Makased, donde descubrieron que tenía la
enfermedad de von Willebrand, que afecta la coagulación de la sangre. La vida
de Yamen —y la de su madre— quedó patas arriba, pero no sería el final de sus
sufrimientos.
Nos reunimos con ellos esta semana en un jardín municipal
sucio y descuidado cerca del hospital, en la miseria de Jerusalén Este. La
madre del chico, Haifa, elegante y encantadora, oscila entre la risa y el
llanto, y se niega a revelar su edad. Nada en su porte revela que lleva más de
dos años compartiendo una cama de hospital con su hijo, ni que no tiene hogar.
Ella y su esposo, Ramzi, de 50 años, abogado que trabajaba para la Autoridad
Palestina, tienen cuatro hijos. Yamen es el menor.
Haifa y Yamen Al-Najjar en el hospital. Después de que los médicos de Gaza no pudieron diagnosticarlo, fue trasladado a Jerusalén Este.
Yamen parece mayor de lo que es, con cabello negro y
espeso, aunque un ligero bigote delata que aún es adolescente. Lleva gafas
gruesas de lentes oscuros desde que la enfermedad afectó su vista. Carga una
bolsa de plástico con pinturas y hojas de papel.
Apenas nos sentamos en un banco metálico, Yamen empieza a crear una pintura
acrílica de colores intensos, con la ayuda ocasional de su madre, también
pintora aficionada. Para cuando termina nuestra conversación, ha completado su
pintura diaria: una obra hermosa e impactante.
En diciembre de 2017, tras el diagnóstico, Yamen fue
trasladado al Hospital Universitario Hadasah en Ain Karem, Jerusalén. Su madre
cuenta la historia con detalle, recordando cada fecha, cada nombre de
enfermedad y cada síntoma.
En los meses siguientes, acudieron a Hadasah cada tres meses para pruebas; los
viajes desde Gaza transcurrían sin problemas y el estado del niño era estable.
Pero en 2020 aparecieron nuevos síntomas graves, aparentemente sin relación con
su enfermedad original: su temperatura corporal bajaba a 32-33 grados y su
presión sanguínea caía a 70/40 o incluso menos.
Una resonancia magnética realizada en el Hospital de la Amistad Turco-Palestina
en Gaza mostró daños en el tálamo. Fue trasladado al Hospital Árabe Istishari
en Ramala, donde también le diagnosticaron daños en la hormona del crecimiento.
Luego fue trasladado al departamento de hematología de Sheba, donde acudía cada
tres meses con su madre para controles.
Los resultados se enviaron a centros médicos de USA y Canadá, pero aún no tiene
diagnóstico. El siguiente paso era realizar pruebas genéticas a toda la familia
—y entonces llegó el 7 de octubre de 2023.
Ese día, Yamen estaba ingresado en el Hospital
Oftalmológico San Juan en Jerusalén Este por sus problemas de visión. Al día
siguiente volvió a sangrar y fue trasladado a Makased. Unos días después fue
enviado a Sheba y luego devuelto a Makased, donde ha permanecido desde
entonces. Mientras su madre habla, su pintura avanza: ya pintó el cielo y un
campo en azul y verde intensos, y ahora empieza a pintar la figura de un joven
o un hombre. Lo sabremos después.
Haifa y Yamen. Mientras hablamos, el dibujo de Yamen avanza: pinta un cielo y un campo en azul y verde intensos.
Su estado empeora, dice su madre. Su temperatura baja a
menos de 32 grados y su presión a 60/23. Ella sueña que cae a cero. Sufre
dolores articulares, erupciones por todo el cuerpo y hinchazón. Duerme 18 horas
al día y cualquier esfuerzo lo agota. Nada de esto se nota mientras está
sentado en el banco, concentrado en su pintura.
En las últimas semanas, desde el alto el fuego en Gaza,
él y su madre han sido advertidos de que su tiempo allí se acaba. Han empezado
a buscar un país que acepte recibirlos y brindar tratamiento a Yamen. En enero
debía viajar con decenas de niños heridos gazatíes a Emiratos Árabes Unidos
para tratamiento, pero el alto el fuego colapsó, los combates se reanudaron y
la Franja fue sellada de nuevo.
Haifa contactó con organizaciones —la OMS, PHR, la Cruz
Roja Internacional, la Media Luna Roja en Emiratos y Catar, entre otras—. La
OMS reconoció la gravedad del caso, pero ningún país ha accedido a aceptarlo.
Sus dos tíos en el exilio, en Reino Unido y Turquía, también intentaron ayudar,
sin éxito.
Los 22 000 niños gravemente heridos en la guerra tienen prioridad, dice su
madre, aunque la condición de Yamen no es menos peligrosa. También entiende que
su situación sería mejor si hubiera un diagnóstico claro.
El domingo pasado se anunció que todos los pacientes
gazatíes, excepto los gravemente enfermos, serían devueltos. Haifa se
tranquilizó, creyendo que Yamen estaba entre los casos graves. Pero dos días
después, le informaron que Yamen sería deportado en dos días, el jueves
anterior.
El miércoles les dijeron que la deportación se posponía al lunes, a las 5 de la
mañana.
Ella comprendió que debía actuar rápidamente para revocar la orden y salvar a
su hijo, así que por primera vez recurrió a los medios internacionales. Abeer
Salman, productora y reportera de CNN, publicó la historia, y de inmediato, el
domingo, la familia fue informada de que la deportación quedaba aplazada
indefinidamente.
Las tiendas de familias desplazadas en Muwasi esta semana. Cuando el ejército israelí entró en Jan Yunis, la familia de Yamen tuvo que huir a Muwasi sin nada. Foto Mahmoud Issa / Reuters
Es vivir en un estado permanente de ansiedad, bajo una
nube oscura y amenazante. «Yamen no sobrevivirá ni un solo día en Gaza», nos
dice su madre, con las lágrimas asomando por primera vez —que se apresura a
secar. «Su único pecado es haber nacido en Gaza.»
Ahora lo ayuda a terminar su pintura. Yamen ha pintado a un hombre sosteniendo
la rama de un árbol, con mariposas revoloteando arriba. Su madre añade una o
dos mariposas más. En las últimas semanas, él ha pintado muchas mariposas, dice
ella. Ella suele pintar mujeres tristes.
Una de las obras de Yamen, un dibujo en blanco y negro de hace unas semanas,
muestra a un niño arrodillado, sangre fluyendo de su dedo, una flor brotando de
la tierra agrietada, casas desoladas al fondo. Le dijo a su madre que así
imagina el regreso a Gaza, con su dedo sangrando.
En respuesta a una consulta de Haaretz, el Coordinador de
Actividades del Gobierno en los Territorios (COGAT) declaró:
«Contrario a las afirmaciones, la coordinación para devolver a Gaza a los
residentes que fueron tratados en Israel se realizó únicamente después de
recibir el pleno consentimiento de cada paciente y su familia, de acuerdo con
sus deseos. Los pacientes comenzaron su tratamiento en Israel antes de la
guerra y, debido al cierre de los cruces, su regreso no fue posible hasta
ahora, a pesar de que habían completado su atención médica. El proceso se
coordinó profesionalmente, con la sensibilidad requerida y con total
transparencia con todas las partes involucradas.»
En otras palabras, una «deportación voluntaria». Es difícil creer que decenas
de pacientes y familiares desean realmente regresar a una Gaza devastada y
sangrante, donde no queda un solo hospital funcional y donde no está claro si
aún tienen un hogar.
En cuanto a Yamen, una fuente del COGAT dijo no tener
conocimiento de ningún plan para deportarlo. Sin embargo, Yamen y su familia
afirman que ya les dijeron dos veces que empacaran y se prepararan para una
expulsión, incluida esta última el lunes. En ambas ocasiones, la administración
del hospital les dijo que actuaba bajo instrucciones de COGAT.
Tras el artículo de CNN, una ONG sudafricana expresó
disposición a ayudarle a encontrar tratamiento en ese país, pero aún no ha
habido avances. Para Haifa y Yamen, es vital que él pueda recibir tratamiento
en algún lugar y también reunirse, después de más de dos años, con su padre,
sus hermanas y su hermano.
La comunicación telefónica entre ellos es casi constante, pese a las
dificultades de internet en la zona de tiendas de Muwasi. Ramzi y el hermano de
Yamen, Yusef, resultaron heridos en un bombardeo.
El 8 de octubre de 2023, la familia abandonó su casa en Jan Yunis y se mudó a
una tienda en el patio de una escuela que servía como refugio para desplazados.
Pero el lugar fue bombardeado y la tienda se incendió. Durante unos días
durmieron en la calle, hasta que pudieron comprar una nueva tienda y levantarla
en Rafah, donde permanecieron hasta junio de 2024.
Cuando el ejército israelí invadió Rafah, tuvieron que huir a Muwasi. Escaparon sin nada y compraron una nueva tienda. Durante el alto el fuego de enero intentaron regresar a las ruinas de su casa. Una habitación seguía en pie, así que la envolvieron con láminas de plástico y se instalaron allí. Pero cuando el peligro aumentó, tuvieron que huir de nuevo y regresar a Muwasi con otra tienda.
¿Con qué frecuencia habla con su familia? preguntamos.
«Cada vez que discuten y gritan, llaman», dice Haifa. Y Salman, la reportera,
que se ha vuelto cercana a la familia, añade riendo: «Y eso ocurre mucho.» Se
pelean en la tienda de Muwasi por una rebanada de pan, un espacio en el
colchón, por quién se duchará o quién tendrá algo de beber, cuenta Haifa. A
cada uno le dice que tiene razón.
Hubo días largos sin comunicación, y ambos vivían con miedo. Haifa llamó a
todos los conocidos en Gaza para localizar a su esposo y a sus hijos, y escuchó
cada noticia con angustia. «Fue un tiempo difícil», dice, mientras vuelven las
lágrimas. Su esposo necesitó un andador los primeros meses después de ser
herido. Su corazón se detenía cada vez que escuchaba noticias de bombardeos o
incendios en Muwasi.
Cuando Yamen está despierto, pinta o juega en línea con
sus tíos en Turquía y Londres. La vida en el hospital es difícil. «No hay
privacidad ni comodidad», dice Haifa, otra vez con una sonrisa.
Desde los 3 años, Yamen guardaba todos sus juguetes en sus cajas originales.
Cuando su padre y sus hermanos tuvieron que abandonar la casa el 8 de octubre,
todos los juguetes quedaron atrás. Su padre le preguntó qué juguete salvar, y
Yamen le pidió que llevara una baraja de cartas doradas. Estas sobrevivieron
hasta que la familia tuvo que huir de la tienda en Rafah; entonces se perdieron
también.
El personal del hospital es ahora un sustituto de la familia, dice Haifa, pero
intenta no acercarse demasiado, sabiendo que tendrán que irse. La semana
pasada, cuando llegaron las noticias de la deportación, se dijo a sí misma que
había hecho bien. Todo lo que quiere ahora es que Yamen reciba el mejor
tratamiento posible y que la familia pueda reunirse. Él sangra casi todos los
días, dice, lo que lo sume en depresión.
Ahora Yamen ha terminado su pintura y la ha firmado en la
parte inferior.




