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24/12/2024

LUCA CELADA
El plan de Silicon Valley para apoderarse del Estado
El irresistible (¿o resistible?) ascenso de los broligarcas

USA: Una plutocracia “armada” y extremista está a punto de apoderarse de la mayor superpotencia mundial

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Traducido por María Piedad Ossaba, Tlaxcala 

Luca Celada es corresponsal en Los Ángeles del diario italiano il manifesto

Esta semana, Jeff Bezos, de Amazon, Sam Altman, de Open AI, y Mark Zuckerberg anunciaron donaciones de un millón de dólares cada uno como contribución a la ceremonia de investidura de Donald Trump el 20 de enero. Los magnates digitales han sido atacados a menudo por Trump, quien todavía hace unas semanas afirmó que Zuckerberg, en particular, debería «ir a la cárcel» por censurar opiniones de derechas en sus plataformas. Tras su victoria, hubo prácticamente una procesión desde Silicon Valley para hacer un acto de sumisión. La semana pasada, el jefe de Meta había volado a Mar a Lago para reunirse con Trump, Bezos tiene una cita en los próximos días.

Muchos otros plutócratas son una presencia fija en la corte giratoria que gira en torno al presidente que regresa desde las elecciones de noviembre. Muchos de los numerosos magnates que han contribuido generosamente a su reelección han sido puntualmente recompensados con nombramientos en ministerios. Entre ellos se encuentra su pariente político Charles Kushner, padre de su yerno Jared, que primero fue indultado en 2020 [ había sido condenado por malversaciones fiscales], y luego honrado con el cargo de embajador en Francia.

(Otro nombramiento «dinástico» es el de la (posiblemente ex) prometida del primogénito Donald Jr, Kimberley Guilfoyle, como nueva embajadora en Grecia, mientras que se espera que su nuera, Lara Trump, debería pasar del comité central del Partido Republicano al Senado).

Entre los ministros con carteras opulentas (cada uno con una riqueza estimada en más de 1.000 millones de dólares) están Linda McMahon en Educación Pública, Scott Bessent, en Hacienda, Doug Burgum en Interior, Howard Lutnick en Comercio, Jared Isaacman, director de la NASA, y Steve Witkoff -socio de Trump en una nueva empresa de criptomonedas, World Liberty Financial- como enviado especial a Oriente Medio.

Además de crear otro flagrante conflicto de intereses para el nuevo presidente, la entrada de la familia en la producción de “Trump coin” es el último indicio de una creciente asociación entre Trump y el nuevo capitalismo incubado en Silicon Valley. Los magnates de Silicon son fantásticamente ricos, y para Trump la riqueza siempre ha sido un ostentoso símbolo de éxito. Según un reciente artículo del New York Times, le gusta exhibir a sus nuevos socios políticos como trofeos en su palacio kitsch. «He traído a dos de los hombres más ricos del mundo», habría dicho recientemente, según el Times, presentándose en una reunión de periodistas en compañía de Elon Musk y el consejero delegado de Oracle, Larry Ellison. «¿A quién habéis traído?».

Encarna la influencia de los aceleracionistas de Silicon Valley en la restauración de Trump el propio Musk, a quien, como es bien sabido, se le ha otorgado, junto a otro multimillonario, Vivek Ramaswami, un puesto central como administrador del «departamento de efficiencia gubernamental» (DOGE). Musk tendría, sin embargo, mayor libertad de acción, incluso sobre la composición del propio cuadro gubernamental, en el que trabajarían, en Florida, numerosos colaboradores 'prestados' por sus empresas.

Entre las figuras clave estaría Jared Birchall, director de Neuralink, la empresa encargada de los implantes neurológicos, pero también administrador de las finanzas personales del magnate y, en general, su mano derecha, a cargo de las negocios  familiares,  de la fundación, así como de los bienes inmuebles, los viajes y la seguridad de Musk. A estas tareas se han añadido ahora las conversaciones con posibles funcionarios del Departamento de Estado. El hecho de que Birchall no tenga experiencia en negocios internacionales no se considera, evidentemente, un problema en una selección que, al igual que para los demás departamentos, parece centrarse principalmente en las afinidades ideológicas y la lealtad de los candidatos al presidente.

Otro asesor, esta vez para seleccionar al personal de inteligencia, es Shaun Maguire, una figura de Caltech que se hizo multimillonario como socio de Sequoia, uno de los principales fondos de inversión de Silicon Valley y (no hace falta decirlo) amigo de Elon Musk, con quien comparte el culto, tan de moda en el Valley, del genio díscolo e inadaptado, quizá incluso un poco misántropo, pero aun así brillante.

En otras palabras, muchas de las decisiones destinadas a dar forma al gobierno Trump bis están en manos de una facción ideológica de «meritócratas» extremistas, por no decir teóricos «darwinistas» del triunfo de los mejores sobre los mediocres. Otro “asesor” fijo en Palm Beach, por ejemplo, es Marc Andreesen, el multimillonario fundador de Netscape y uno de los principales ideólogos de la oligarquía neorreaccionaria, es un ferviente defensor del liberalismo radical y de la mínima interferencia del Estado en los asuntos empresariales.

Gracias a su alianza estratégica con Trump, una asociación que solo maduró realmente en las fases finales de la campaña electoral, este pequeño grupo de empresarios radicalizados por el éxito de los oligopolios de Silicon Valley, tiene ahora la oportunidad de trasladar las filosofias de la gestión (y la eugenesia) al aparato estatal. Musk, por ejemplo, ha expresado en repetidas ocasiones la idea de que la inmigración debería gestionarse como una campaña de selección de «un club deportivo», obligado a seleccionar a los mejores jugadores y descartar a los perdedores, los «losers» que que él y Trump tanto detestan.

Pero la principal obsesión de Musk es el recorte del gasto público, contra el que despotrica incesantemente en X post como fuente de inflación y de déficits  presupuestarios insostenibles. Estos son los temas clásicos de la filosofia económica conservadora que la derecha del silicio ha imbuido, sin embargo, de un celo casi religioso. Y llama la atención cómo una facción que hasta hace poco habría sido considerada fanáticamente extremista, ha ascendido a una posición de tanto poder casi extemporáneamente. La propia creación del superministerio de Musk se produjo «en directo» durante la retransmisión grabada por los dos hombres de X, tras el fallido intento de asesinato  de Trump en julio.

«Para reducir la inflación, tenemos que reducir el gasto público en todos los ámbitos», señaló en aquella conversación el propietario de Space X (que recauda miles de millones en contratos espaciales públicos). «¿Qué te parece, Donald, una comisión especial sobre efficiencia gubernamental? Yo estaría dispuesto a presidirla». «¡Genial, me vendría muy bien alguien como tú, que no se acobarda, como aquella vez que hicieron huelga en esa empresa tuya y los despediste a todos en el acto!». (Risas).

Musk y Ramaswamy no pierden la oportunidad de señalar que las principales fuentes de gastos superfluos son programas como la asistencia alimentaria a familias necesitadas, las pensiones y la sanidad.  «Al principio, puede causar algunas molestias», admite Musk sobre el temido remedio (el recorte de 2 billones de dólares del gasto público, lo que equivale a más de un tercio del presupuesto del Estado), “pero a la larga, será mejor para todos”.

«Veremos qué pasa», afirmó Trump a este respecto. «Van a ser unos meses interesantes. Pero el país está atascado de reglamentaciones y de personas innecesarias que podrían ser más productivas en el sector privado.» Ahora, con una influencia sin precedentes, los «broligarcas» de Silicon Valley están a punto de meter mano en el aparato de protección social como se haría con una filial recién adquirida, con la intención de aplicar una colosal reforma «empresarial».

Las fortunas acumuladas por la plutocracia actual invitan a comparaciones con la ‘Edad Dorada” de principios del siglo XX, cuando la riqueza estratosférica de los Rockefeller, los Vanderbilt y las grandes familias industriales y bancarias subrayaba la abismal desigualdad con las clases económicas subalternas. Pero la influencia política, por notable que fuera, de aquellos «barones ladrones» palidece ante la situación actual.

Aquella época fue el preludio de una temporada de enorme conflicto social en el país, y de la creación, bajo Franklin Roosevelt, de la red social (sanidad y pensiones) que aún existe actualmente. Hoy, sin embargo, las tensiones producidas por la globalización y la desigualdad social rampante han producido, al parecer, un gobierno controlado directamente por los monopolios más gigantescos generados por el capitalismo neoliberal, que, en alianza con un demagogo populista, y las partes más reaccionarias de la derecha ideológica, se disponen a desmantelar ese pacto social.

Todo ello desafiando un flagrante conflicto de intereses por parte de las corporaciones que, de hecho, se encargan de desmantelar las agencias federales encargadas de regularlas. Las primeras cabezas que la industria tecnológica querría ver rodar son las de Lina Kahn, arquitecta  en la Comisión Federal de Comercio (FTC) de la campaña antimonopolio que recientemente llevó a Google y Amazon a los tribunales, y Elizabeth Warren, la senadora de Massachusetts que como presidenta de la autoridad de protección del consumidor es una de las voces más invariablemente de izquierdas contra las extralimitaciones corporativas (Andreesen ha pedido específicamente que la «supriman»).

Sin embargo, no se trata solo de asegurarse los servicios de una administración amiga (aunque con un negociante como Trump, estos estarán prácticamente asegurados). La diezmación del «Estado profundo» prometida por Trump como dispositivo de agregación populista antisistema es, para la plutocracia militante de Silicon Valley, un objetivo ideológico que Musk persigue con especial fervor.

En su reciente libro, «Character Limit», Kate Conger y Ryan Mac retrasan lo que sucedió en los días posteriores a la compra de Twitter por Musk. Una sucesión de despidos, destituciones comunicadas por correo electrónico, jefes de departamento convocados por sorpresa a los que se les pidió que justificaran la utilidad de su empleo en 60 segundos, indemnizaciones retenidas. Una «reestructuración» económica convertida en un teatro de la crueldad, basado en la humillación ritual y punitiva. Un terreno de fuerte afinidad entre Musk y Trump, dueño ya de un programa de tele-realidad cuyo eslogan era «You're Fired!» (¡Estás despedido!). 

La liquidación del 80% de los empleados “sin consecuencias” para la empresa (a no ser que se quiera contar la destrucción de una plataforma reducida a megáfono de desinformación y propaganda), ha convertido a Musk en una especie de héroe anarcocapitalista para un nutrido grupo de seguidores. Y es esta misma receta la que muchos esperan de él para diezmar de una vez por todas al “Estado profundo”. En las últimas semanas, Musk ha sido visto a menudo en compañía de otro socio, Steve Davis, uno de los directivos de la Boring Company (la empresa de excavaciones del grupo Musk). Según el Times, Davis, especializado en reducción de costes, también ha entablado conversaciones con otros expertos para «optimizar el presupuesto federal». Es probable que él también desempeñe un papel destacado en el nuevo ministerio de DOGE. 

Puede que no sea posible reproducir los recortes del 80% de Twitter, pero incluso la paradójica reducción de casi el 50% del gasto público que está ventilando Musk representaría una apoteosis catastrófica de la guerra de los ricos contra los pobres. Para preparar el terreno, la campaña, amplificada por Musk, para vilipendiar a los «gorrones» de las subvenciones públicas, y por la «liberación» de las empresas de las «burocracias sofocantes» ya ha comenzado en 'X'.

El otro impulso es la privatización, con otro responsable del Team Musk: Shervin Pishevar, director y cofundador de Hyperloop (la empresa de cápsulas supersónicas con varios proyectos en fase experimental). Pishevar escribió sobre la «oportunidad de reimaginar las funciones gubernamentales a la luz de una evolución económica y tecnológica sin precedentes». Una frase que resume los intereses económicos y el mesianismo tecnológico imperantes en Silicon Valley. Según Pishevar, servicios como Correos, la NASA o el sistema penitenciario «se beneficiarán enormemente del ingenio del sector privado». Todo en aras de crear un «futuro alineado con la propiedad y la prosperidad». Una característica de los ultra capitalistas es cómo hacen alarde público despreocupadamente de lo que hasta hace poco, y todavía durante el primer mandato de Trump, los partidos propietarios habrían callado y negado públicamente.

Captain X, por Vasco Gargalo

La privatización gradual de los servicios es parte integrante de los programas de muchos gobiernos liberalistas occidentales. Pero los giga-capitalistas ven ahora la oportunidad de completar el trabajo muy rápidamente, adoptando el lema «muévete rápido y rompe cosas». El lema de Mark Zuckerberg, favorecido por los taumaturgos de la tecnología, se aplicaría así al aparato del Estado que hay que «reinventar». Después de todo, incluso el infame Proyecto 2025 se basa en una «guerra relámpago» diseñada para aplastar la resistencia de las instituciones (o terraplenes constitucionales) y blindar el aparato sin dejar tiempo a que la resistencia se organice.

El proyecto de “blitzkrieg” promete invertir en todos los campos, empezando por la investigación, la salud y la educación pública, y en algunos casos ya está muy avanzado. La red de centros de internamiento para inmigrantes en vías de deportación, por ejemplo (más de 200 en el país, y que las deportaciones masivas prometen aumentar considerablemente), ya está subcontratada por el gobierno a empresas del “complejo industrial penitenciario”, empresas como Corrections Corporation of America y Geo Group, pagadas por el preso, y cuya cotización en bolsa se disparó el día de la elección de Trump.

Pero la venerada “disruption” [perturbación] debe, en el proyecto de los “broligarcas”, extenderse a toda la sociedad. Lo que Pishevar define eufemísticamente como la «reestructuración revolucionaria de las instituciones públicas», seguirá el guión familiar de su sabotaje y desfinanciamiento con vistas a su sustitución por empresas de «gestión» y, por tanto, una gigantesca transferencia masiva de fondos públicos a las arcas privadas. Gran parte se aplicará probablemente por decreto, pero en esta ocasión Trump y sus patrocinadores cuentan con las dos cámaras del Parlamento y una supermayoría reaccionaria en el Tribunal Supremo: una convergencia sin precedentes de propósitos y poder.

También en el contexto de la «innovación», una nominación significativa ha pasado en parte desapercibida, la de David Sachs para el puesto inventado de “zar de la criptodivisa y la inteligencia artificial”. Sachs, inversor de capital riesgo y viejo conocido de Musk desde sus tiempos de PayPal, es uno de los sudafricanos que desempeñan un papel más destacado en el ala reaccionaria de Silicon Valley. Roelof Botha (nieto del último ministro de Asuntos Exteriores del régimen del apartheid, Pik Botha) es inversor de Sequoia (el mismo que Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong es el propietario de Los Angeles Times que prohibió el editorial pro-Kamala Harris en su consejo editorial y recientemente anunció un algoritmo de IA para «corregir» el sesgo progresista de sus editores.

De todos los magnates digitales vinculados al hemisferio sur, es sin duda Peter Thiel quien tiene el mayor perfil. Vinculado al think-tank anarcocapitalista Property & Freedom Conference y al Grupo Bilderberg, el magnate, criado en Namibia en el seno de una familia alemana, no sólo es partidario de Trump, sino que ha sido el financista y mentor de la carrera de JD Vance, cuyo nombramiento como vicepresidente patrocinó y garantizó directamente.

También miembro original de la mafia PayPal, Thiel estudió en Stanford, donde fundó el Young Conservative Journal. Famoso por haber teorizado que «la democracia ya no es compatible con la libertad», ahora es la eminencia gris del culto neorreaccionario de Silicon Valley.

El mes pasado, en una entrevista con Bari Weiss, comparó a los ultracapitalistas tecnológicos que llevaron a Trump a la victoria con los combatientes de la resistencia que derribaron al Imperio en “La guerra de las galaxias” (una analogía en la que presumiblemente Biden interpretaría a Darth Vador).

Además de liderar la santa alianza contra “el establishment”, Thiel es el propietario de Palantir, una empresa de análisis de datos e inteligencia artificial con múltiples aplicaciones militares (la compañía debe su nombre a las piedras adivinatorias del mago Sauron en los libros de JRR Tolkien). El control de la inteligencia artificial, como es bien sabido, será crucial para la próxima fase capitalista y geopolítica, por lo que la unión Trump-oligarcas se ha consumado también en la perspectiva de una nueva carrera armamentística de la IA, especialmente con el archirrival chino.

Fundada en 2003, Palantir proporcionó inicialmente redes neuronales y algoritmos para el análisis de datos a agencias de inteligencia y luego a departamentos especiales del ejército. Hoy es líder en aplicaciones militares de IA, que también suministra a numerosos clientes mundiales. Siempre, se dice, los del lado “correcto”. El director general de la empresa, Alex Karp, es un ferviente partidario de Israel y un defensor del nuevo maniqueísmo mundial liderado por los USAmericanos. «Debemos explicar a los usamericanos que el mundo está dividido en dos partes y que una de ellas está dominada por terroristas que tienen la vista puesta en dominar Occidente», afirmó en una reciente conferencia del Instituto Reagan.

En el pensamiento de Karp, la supremacía tecnológica está perfectamente unida a la superioridad moral del Occidente usamericano. Y el supremacismo es inseparable de la lógica de la guerra permanente (que al fin y al cabo se corresponde con el modelo de negocio corporativo). Karp afirma que “los usamericanos son las personas más temerosas, imparciales, menos racistas y bien dispuestas del mundo. Al mismo tiempo, quieren que sepamos que si te levantas por la mañana pensando que vas a hacernos daño, capturarnos como rehenes o enviarnos fentanilo para matarnos en nuestras casas, algo muy malo te va a pasar a ti o a tu primo, a tu amante o a tu familia”.

Los desvaríos del Dr. Insólito de los algoritmos Karp son habituales. «Disponemos de la mejor tecnología y así tiene que seguir siendo», declara en otro vídeo. «No podemos permitirnos equivalencias con nadie porque nuestros adversarios no tienen nuestros escrúpulos morales. Sionista convencido y partidario de Netanyahu, Karp ha puesto la «superioridad moral» de su compañía al servicio de las FDI en la campaña contra Gaza, y puso a prueba su propia inteligencia artificial en el teatro de operaciones ucraniano. En la nueva «pax digital americana» de Karp, el doctor Insólito se encuentra con Terminator en un escenario en el que los cielos «enemigos» están permanentemente pavimentados con satélites Starlink (la filial de Musk ya tiene 6.500 en órbita) y otros muchos armados con misiles. 

Hace quince días, 166 miembros de la ONU votaron a favor de una resolución que pide un tratado sobre armas «inteligentes», los llamados robots asesinos, dotados de «autonomía de decisión». El tratado  es solo una “esperanza piadosa” porque USA se opone a cualquier limitación obligatoria. De hecho, la proliferación de armas inteligentes ya está en marcha y seguirá siendo una de las principales prioridades para la próxima Casa Blanca.

En la sede del nuevo complejo militar-industrial digital de Silicon Valley se trabaja ya a buen ritmo para asegurar la supremacía usamericana también en el espacio y los océanos, por donde ya cruzan “enjambres” de robots-submarinos autónomos, fabricados por otra empresa puntera del sector, Anduril (nombre también tomado de “”El Señor de los Anillos, esta vez la espada de Aragorn). Escenarios cada vez más frecuentes en los que el transhumanismo de los giga-capitalistas vira hacia lo poshumano.

El modelo puede ahora ser definitivamente consolidado por una Casa Blanca en la que la ideología reaccionaria y los intereses industriales se superpondrán infinitamente sin distinción, un gobierno compuesto a partes iguales por ideólogos apocalípticos y fabricantes de armas que tendrán en el Despacho Oval un socio comercial al 100%.

El estado de excepción, las redadas y modificaciones constitucionales por decreto (el fín del derecho de suelo, para empezar, seguido de restricciones radicales a la disidencia) se vislumbran en el horizonte a partir del próximo enero. Detrás de este proyecto hay una facción que, además de la certeza de tener razón, tendrá ahora el poder de aplicarlas  con el pleno apoyo de una presidencia imperial.


22/12/2024

LUCA CELADA
Silicon Valley’s plan to take over the state
The irresistible (or resistible?) rise of the broligarchs

USA: A weaponized and extremist plutocracy is on the verge of taking control of the world’s greatest superpower.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Translated by John Catalinotto, Tlaxcala 

 Luca Celada is the Los Angeles correspondent for the Italian daily il manifesto.

This week, Amazon’s Jeff Bezos, Open AI’s Sam Altman and Mark Zuckerberg announced donations of $1 million each as contributions to Donald Trump’s inauguration ceremony on January 20. Digital moguls have often been under attack by Trump, who until a few weeks ago asserted that Zuckerberg, in particular, should “go to jail” for censoring right-wing views on his platforms. After Trump’s victory, there was a virtual pilgrimage from Silicon Valley to Mar-a-Lago to perform an act of submission. Last week, Meta’s boss flew there for a meeting with Trump; Bezos has an appointment in the next few days.
Many other plutocrats have a permanent presence in the revolving court that has been orbiting around the returning president since the November elections. Among the many tycoons who generously contributed to his re-election, many were immediately rewarded with ministerial appointments. Among them, Charles Kushner, father of Trump’s son-in-law Jared, whom he pardoned in 2020 [he had been convicted of tax evasion and witness tampering] , honored with the post of ambassador to France.
(Another “dynastic” appointment is that of first-born Donald J’s (possibly ex) fiancée, Kimberley Guilfoyle, as the new ambassador to Greece, while his daughter-in-law, Lara Trump, is set to move from the Republican Party National Committee to the Senate).
Ministers with opulent fortunes (over $1 billion) include Linda McMahon at Public Education, Scott Bessent at Treasury, Doug Burgum at Interior, Howard Lutnick at Commerce, Jared Isaacman as head of NASA, and Steve Witkoff - Trump’s business partner in a new crypto-currency company, World Liberty Financial - as special envoy to the Middle East.
 
As well as creating another blatant conflict of interest for the new president, the family’s entry into production of “Trump coin” is the latest indication of a growing partnership between Trump and the new capitalism incubated in Silicon Valley. Silicon tycoons are fantastically wealthy, and for Trump wealth has always been an ostentatious symbol of success. According to a recent New York Times article, he likes to show off his new political associates like trophies in his kitschy palace. “I’ve brought two of the richest men in the world,” he was recently quoted by the Times as saying, as he introduced himself to a meeting of journalists in the company of Elon Musk and Oracle CEO Larry Ellison. “You, who did you bring?”
It’s Elon Musk who epitomizes the influence of Silicon Valley’s accelerationists in Trump’s restoration: as we know, he has been entrusted, along with another billionaire, Vivek Ramaswami, with a central post as administrator of the “Department of Government Efficiency” (DOGE). Musk would, however, have greater freedom of action, including over the composition of the government framework itself, on which numerous collaborators “on loan” from his companies would work in Florida.
Among the key figures would be Jared Birchall, director of Neuralink, the company in charge of neurological implants, but also administrator of the tycoon’s personal finances and generally his right-hand man, in charge of family affaires, the foundation, as well as Musk’s real estate, travel and security. To these tasks are now added talks with potential State Department representatives. The fact that Birchall has no experience of international affairs is clearly not seen as a problem in a selection which, as with other departments, would seem to focus primarily on ideological affinities and the nominees’ loyalty to the President.
Another advisor, this time to select intelligence personnel, is Shaun Maguire, a Caltech physicist who became a billionaire as a partner in Sequoia, one of Silicon Valley’s leading investment funds and (needless to say) a friend of Elon Musk, with whom he shares the cult, so fashionable in the Valley, of the undisciplined, misfit genius, perhaps even a little misanthropic, but always brilliant.
In other words, many of the decisions destined to shape the Trump 2.0 government are in the hands of an ideological faction of extremist “meritocrats,” not to say “Darwinist” theorists of the triumph of the best over the mediocre. Another “advisor” located  in Palm Beach, for example, is Marc Andreesen, the billionaire founder of Netscape and one of the leading ideologues of the neo-reactionary oligarchy, a fervent advocate of radical libertarianism and minimal state interference in corporate affairs.
 
Thanks to its strategic alliance with Trump, a partnership that only really matured in the final stages of the election campaign, this small group of entrepreneurs radicalized by the success of the Silicon Valley oligopolies, now has the opportunity to transport the philosophies of management (and eugenics) to the state apparatus. Musk has, for example, repeatedly expressed the idea that immigration should be managed like a “sports club” selection campaign, required to select the best players and discard the people who for him as for Trump are the much-hated “losers.”
But Musk’s main obsession is cutting public spending, against which he constantly rails in X-posts as a source of inflation and unsustainable budget deficits. These are the classic themes of conservative economic philosophy that the Silicon Valley right has imbued with an almost religious zeal. It is striking that a faction which, until recently, would have been considered fanatically extremist, has risen to such a position of power almost without prior planning. The very creation of Musk’s super-ministry occurred “live” during the recorded live X broadcast of the two men after the failed attack on Trump last July.
“A lot of people just don’t understand where inflation comes from. Inflation comes from government overspending because the checks never bounce when it’s written by the government. So if the government spends far more than it brings in, that increases the money supply,” the Space X owner (who collects billions of dollars in public space contracts) remarked during the conversation. “I think it would be great to just have a government efficiency commission that takes a look at these things and just ensures that the taxpayer money, to the taxpayers’ hard-earned money is spent in a good way. And I’d be happy to help out on such a commission.”
“I’d love it. […]Well, you, you’re the greatest cutter. I mean, I look at what you do. You walk in and you just say, you want to quit? They go on strike. I won’t mention the name of the company, but they go on strike and you say, that’s okay. You’re all gone. You’re all gone. So every one of you is gone and you are the greatest. You would be very good. Oh, you would love it.” (Laughs).
Musk and Ramaswamy don’t miss an opportunity to point out that the main sources of unnecessary spending are programs such as food aid for needy families, pensions and healthcare. “At first, it may cause some discomfort,” Musk even admitted of the dreaded remedy (cutting $2 trillion in public spending, equivalent to more than a third of the state budget), ”but in the long run, it will be better for everyone.”


 ’Captain X’, by Vasco Gargalo

“We’ll see what happens,” Trump asserted in this regard. “It will be an interesting few months. But the country is cluttered with regulations and unnecessary people who could be more productive in the private sector.” Now, with unprecedented influence, Silicon Valley’s “broligarchs”   are preparing to get their hands on the social welfare apparatus like one would a recently acquired subsidiary, with the intention of implementing a colossal “entrepreneurial” reform.
The fortunes accumulated by today’s plutocracy invite comparisons with the “golden age” of the early twentieth century, when the stratospheric wealth of the Rockefellers, Vanderbilts and major industrial and banking families underscored the abysmal inequality with the subordinate economic classes. But the political influence of these “robber barons,” remarkable as it was, pales in comparison with the current situation.
That era had been the prelude to a season of enormous social conflicts in the country and to the creation, under Franklin Roosevelt, of the social safety net (health care and pensions) that still exists today. Today, however, the tensions produced by globalization and rampant social inequality have apparently produced a government directly controlled by the most gigantic monopolies generated by neoliberal capitalism, which, in alliance with a populist demagogue and the most reactionary parts of the ideological right, are preparing to dismantle this social pact.
All this is despite a blatant conflict of interest on the part of the corporations who are in fact responsible for dismantling the federal agencies charged with regulating them. The first heads the tech industry would like to see fall are those of Lina Kahn, architect at the Federal Trade Commission (FTC) of the antitrust campaign that recently dragged Google and Amazon through the courts, and Elizabeth Warren, the Massachusetts senator who, as chairwoman of the Consumer Protection Authority, is one of the most consistently left-wing voices against corporate overreach (Andreesen has expressly called for her to be “removed”).
However, it’s not just a matter of securing the services of a friendly administration (although with a dealer like Trump, these will be all but assured). Trump’s promised decimation of the “deep state” as an anti-system populist aggregation device is, for Silicon Valley’s activist plutocracy, an ideological goal that Musk pursues with particular fervor.
In their recent book “Character Limit,” Kate Conger and Ryan Mac trace what happened in the days following Musk’s purchase of Twitter. A succession of layoffs, communicated by e-mail, department heads summoned by surprise and asked to justify the usefulness of their jobs in 60 seconds, with their severance packages withheld. An economic “restructuring” was transformed into a theater of cruelty, based on ritual and punitive humiliation. An area of strong affinity between Musk and Trump, already the owner of a reality TV show whose slogan was “You’re Fired!”
The liquidation of 80% of employees “without consequences” for the company (not to mention the destruction of a platform now reduced to a megaphone of disinformation and propaganda), turned Musk into a kind of anarcho-capitalist hero for a large group of followers. And it’s the same recipe many expect him to use to decimate the “Deep State” once and for all. In recent weeks, Musk has often been seen in the company of another associate, Steve Davis, one of the heads of the Boring Company (Musk’s tunnel-building company). According to the Times, Davis, who specializes in cost-cutting, has also engaged in discussions with other experts to “optimize the federal budget.” He too is likely to play a leading role in the new DOGE department.
It may not be possible to replicate Twitter’s 80% cuts, but even Musk’s paradoxical reduction of nearly 50% in government spending would represent a catastrophic apotheosis in the war of the rich against the poor. To prepare the ground, the campaign, amplified by Musk, to vilify the “profiteers” of public subsidies and “liberate” businesses from “suffocating bureaucracies” has already begun on “X.”
The other impulse is privatization, with another Musk team leader: Shervin Pishevar, director and co-founder of Hyperloop (the supersonic capsule company with several projects in the experimental phase). Pishevar hails “the opportunity to reimagine government functions in light of unprecedented economic and technological developments.” A phrase that sums up Silicon Valley’s economic interests and technological messianism. According to Pishevar, services such as the post office, NASA and the prison system “will benefit immensely from the ingenuity of the private sector.” All with the aim of creating a “future aligned with ownership and prosperity”. One of the hallmarks of ultracapitalists is that they glibly boast about what, until recently, and again during Trump’s first term, employer groups would have hushed up and publicly denied.
The progressive privatization of services is an integral part of the programs of many Western liberal governments. But the giga-capitalists now see an opportunity to finish the job very quickly, adopting the slogan “move fast and break things.” Mark Zuckerberg’s motto, favored by tech thaumaturges, would thus apply to the state apparatus to be “reinvented.” After all, even the infamous Project 2025 is based on a “blitzkrieg” aimed at crushing institutional resistance (or constitutional roadblocks) and armoring the apparatus without giving resistance time to organize.

The “blitzkrieg” project promises to assault all areas, starting with research, health and public education, and in some cases is already well advanced. The network of detention centers for migrants to be deported, for example (over 200 in the country, and which mass deportations promise to increase dramatically), is already outsourced by the government to companies in the prison industrial complex, companies like Corrections Corporation of America and Geo Group, paid for each prisoner held, and whose share price soared on the day of Trump’s election.
But the revered “disruption” must, in the project of the “broligarchs”, extend to society as a whole. What Pishevar euphemistically calls the “revolutionary restructuring of public institutions” will follow the familiar script of their sabotage and withholding funds with a view to their replacement by “management” companies and, consequently, a massive transfer of public funds to private coffers. Much of this is likely to be implemented by executive order, but on this occasion, Trump and his sponsors have both houses of parliament and a reactionary supermajority on the Supreme Court - an unprecedented convergence of purpose and power.
Still in the context of “innovation”, one significant appointment has partly flown under the radar, that of David Sachs to the invented post of “cryptocurrency and artificial intelligence czar.” A venture capitalist and old acquaintance of Musk’s from his PayPal days, Sachs is one of several South Africans who play a prominent role in Silicon Valley’s reactionary wing. Roelof Botha (grandson of the apartheid regime’s last foreign minister, Pik Botha) is a Sequoia investor (the same as Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong is the owner of the Los Angeles Times, which had banned pro-Kamala Harris editorials from its editorial board and recently announced the introduction of an AI algorithm to “correct” the progressive biases of its editors.
Of all the digital tycoons with ties to the southern hemisphere, it’s certainly Peter Thiel who has the highest profile. Linked to the anarcho-capitalist think-tank Property & Freedom Conference and the Bilderberg Group, the tycoon, who grew up in Namibia in a German family, is not only a Trump supporter, but has also been the financier and career mentor of JD Vance, whose vice-presidential nomination he directly sponsored and guaranteed.
A founding member of PayPal, Thiel studied at Stanford, where he founded the Young Conservative Journal. Famous for theorizing that “democracy is no longer compatible with freedom,” he is today the eminence grise of Silicon Valley’s neo-reactionary cult.
 
Last month, in an interview with Bari Weiss, he compared the tech ultra-capitalists who led Trump to victory to the resistance fighters who bring down the Empire in Star Wars (an analogy in which Biden would presumably play Darth Vader).
In addition to leading the holy alliance against the “establishment,” Thiel is the owner of Palantir, a data analytics and AI company with multiple military applications (the company is named after the wizard Sauron’s divination stones in JRR Tolkien’s books). Control of artificial intelligence, as we know, will be crucial to the next capitalist and geopolitical phase, and the Trump-oligarchs cabal has therefore also been consumed with a view that they must pursue a new AI arms race, notably with the Chinese arch-rival.
Founded in 2003, Palantir first supplied neural networks and data analysis algorithms to intelligence agencies, then to military special departments. Today, it is a leader in military AI applications, which it also supplies to numerous global customers. Always, it is said, those who are on the “right” side. The company’s CEO, Alex Karp, is a staunch supporter of Israel and a defender of the new U.S.-led global Manichaeism. “We have to explain to Americans that the world is divided into two parts, and one of them is run by terrorists whose goal is to dominate the West,” he asserted at a recent Reagan Institute conference.
In Karp’s thinking, technological supremacy goes hand in hand with the moral superiority of the U.S.-led West. And supremacism is inseparable from the logic of permanent war (which, after all, corresponds to the corporate business model). Karp asserts that “[U.S.] Americans are the most fearful, impartial, least racist and best-disposed people in the world. At the same time, they want us to know that if you wake up in the morning thinking you’re going to hurt us, take us hostage or send fentanyl to kill us at home, something very bad is going to happen to you, your cousin, your lover or your family.”
At Karp’s headquarters, his rantings sounding like a Doctor Strangelove of algorithms are commonplace. “We have the best technology and it has to stay that way,” he declares in another video. “We can’t afford to be equivalent with anyone because our opponents don’t have our moral scruples.” A staunch Zionist and Netanyahu supporter, Karp put his company’s “moral superiority” to work for the IDF in the campaign against Gaza and tested his own artificial intelligence in the Ukrainian theater. In Karp’s new “digital pax americana,” Dr. Fiolamour meets Terminator in a scenario where the “enemy” sky is permanently paved with Starlink satellites (Musk’s subsidiary already has 6,500 in orbit) and numerous others armed with missiles.
 A fortnight ago [Dec. 2, by 166-3 with 15 abstentions], 166 members of the U.N. General Assembly passed a resolution calling for a treaty on “intelligent” weapons, “killer robots” with “autonomous decision-making.” This treaty is nothing more than wishful thinking, as the USA is opposed to any compulsory limitation. In fact, the proliferation of smart weapons is already well underway, and will remain a top priority for the next White House.
At the headquarters of Silicon Valley’s new digital military-industrial complex, work is well underway to ensure U.S. supremacy in space and in the oceans, where “swarms” of autonomous robot submarines are already crossing paths, produced by another leading company in the sector, Anduril (a name also taken from Lord of the Rings, this time Aragorn’s sword). These are increasingly common scenarios in which the transhumanism of giga-capitalists veers into the post-human.
The model can now be definitively consolidated by a White House where reactionary ideology and industrial interests will overlap infinitely without distinction, a government composed in equal parts of apocalyptic ideologues and arms industrialists who will have a 100% business partner in the Oval Office.
A state of emergency, roundups and constitutional modifications by decree (the end of birthright citizenship), to start with, followed by radical restrictions on dissent) are on the horizon starting in late January. Behind this project is a faction which, in addition to their certainty they are right, will now have the power to enforce it with the full support of an imperial presidency.

21/12/2024

LUCA CELADA
Le plan de la Silicon Valley pour s’emparer de l’État
L'irrésistible (ou résistible ?) ascension des broligarques

USA : Une ploutocratie « armée » et extrémiste est sur le point de prendre le contrôle de la plus grande superpuissance du monde.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Luca Celada est le correspondant à Los Angeles du quotidien italien il manifesto


Cette semaine, Jeff Bezos d’Amazon, Sam Altman d’Open AI et Mark Zuckerberg ont annoncé des dons d’un million de dollars chacun en guise de contribution à la cérémonie d’investiture de Donald Trump le 20 janvier prochain. Les magnats du numérique ont souvent été attaqués par Trump, qui, il y a encore quelques semaines affirmait que Zuckerberg, en particulier, devrait « aller en prison » pour avoir censuré des opinions de droite sur ses plateformes. Après sa victoire, il y a pratiquement eu une procession depuis la Silicon Valley pour faire acte de soumission. La semaine dernière, le patron de Meta s’était envolé vers Mar a Lago pour une rencontre avec Trump, Bezos a rendez-vous dans les prochains jours.

De nombreux autres ploutocrates sont une présence fixe dans la cour tournante qui virevolte depuis les élections de novembre autour du président de retour. Parmi les nombreux magnats qui ont généreusement contribué à sa réélection, beaucoup ont été ponctuellement récompensés par des nominations dans des ministères. Parmi eux, Charles Kushner, père de son gendre Jared, qu’il a gracié en 2020 [il avait été condamné pour malversations fiscales] , honoré par le poste d’ambassadeur en France.

(Une autre nomination « dynastique » est celle de la (peut-être ex)  fiancée du premier-né Donald Jr, Kimberley Guilfoyle, en tant que nouvelle ambassadrice en Grèce, tandis que sa belle-fille, Lara Trump, devrait passer du comité central du parti républicain au Sénat).

Parmi les ministres aux fortunes opulentes (plus d’un milliard de dollars), on trouve Linda McMahon à l’éducation publique, Scott Bessent au Trésor, Doug Burgum à l’intérieur, Howard Lutnick au commerce, Jared Isaacman à la tête de la NASA, et Steve Witkoff - partenaire en affaires de Trump dans une nouvelle société de crypto-monnaies, World Liberty Financial – comme envoyé spécial au Moyen-Orient 

En plus de créer un autre conflit d’intérêts flagrant pour le nouveau président, l’entrée de la famille dans la production de « Trump coin » est la dernière indication d’un partenariat croissant entre Trump et le nouveau capitalisme incubé dans la Silicon Valley. Les magnats siliconiens sont fantastiquement riches, et pour Trump, la richesse a toujours été un symbole ostentatoire de réussite. Selon un récent article du New York Times, il aime exhiber ses nouveaux associés politiques comme des trophées dans son palais kitsch. « J’ai amené deux des hommes les plus riches du monde », aurait-il récemment déclaré, selon le Times, en se présentant à une réunion des journalistes en compagnie d’Elon Musk et du PDG d’Oracle, Larry Ellison. « Vous, vous avez amené qui ? »

C’est Elon Musk qui incarne l’influence des accélérationnistes de la Silicon Valley dans la restauration de Trump : comme on le sait, il s’est vu confier, avec un autre milliardaire, Vivek Ramaswami, un poste central d’administrateur du « département de l’efficacité gouvernementale » (DOGE). Musk aurait cependant une plus grande liberté d’action, y compris sur la composition du cadre gouvernemental lui-même, sur lequel travailleraient, en Floride, de nombreux collaborateurs « prêtés » par ses entreprises.

Parmi les personnages clés figurerait Jared Birchall, directeur de Neuralink, l’entreprise en charge des implants neurologiques, mais aussi administrateur des finances personnelles du magnat et généralement son bras droit, en charge des affaires familiales, de la fondation, ainsi que des biens immobiliers, des déplacements et de la sécurité de Musk. À ces tâches s’ajoutent désormais les pourparlers avec d’éventuels représentants du département d’État. Le fait que Birchall n’ait aucune expérience en matière d’affaires internationales n’est manifestement pas considéré comme un problème dans une sélection qui, comme pour les autres départements, semblerait se concentrer principalement sur les affinités idéologiques et la loyauté des candidats à l’égard du président.

Un autre conseiller, cette fois pour sélectionner le personnel du renseignement, est Shaun Maguire, un physicien de Caltech devenu milliardaire en tant qu’associé de Sequoia, l’un des principaux fonds d’investissement de la Silicon Valley et (ça va sans dire) ami d’Elon Musk, avec qui il partage le culte, si à la mode dans la Valley, du génie indiscipliné et inadapté, peut-être même un peu misanthrope, mais toujours brillant.

En d’autres termes, de nombreuses décisions destinées à façonner le gouvernement Trump bis sont entre les mains d’une faction idéologique de « méritocrates » extrémistes, pour ne pas dire de théoriciens « darwinistes » du triomphe des meilleurs sur les médiocres. Un autre « conseiller » fixe à Palm Beach, par exemple, est Marc Andreesen, le fondateur milliardaire de Netscape et l’un des principaux idéologues de l’oligarchie néo-réactionnaire, fervent défenseur du libéralisme radical et d’une ingérence minimale de l’État dans les affaires des corporations.

Grâce à son alliance stratégique avec Trump, un partenariat qui n’a vraiment mûri que dans les dernières étapes de la campagne électorale, ce petit groupe d’entrepreneurs radicalisés par le succès des oligopoles de la Silicon Valley, a désormais la possibilité de transporter les philosophies du management (et de l’eugénisme) vers l’appareil d’État. Musk a, par exemple, exprimé à plusieurs reprises l’idée que l’immigration devrait être gérée comme une campagne de sélection d’« un club sportif », tenu de sélectionner les meilleurs joueurs et d’écarter les « losers » tant honnis, pour lui comme pour Trump.


Captain X, par Vasco Gargalo

02/12/2024

JUDY MALTZ
Comment la guerre d’Israël contre Gaza a poussé les Israéliens de la Silicon Valley à sortir de leur bulle

NdT : ci-dessous le compte rendu d’une plongée hallucinante dans la bulle du Silicone Wadi, dont, de toute évidence, nos braves expats israéliens ne sont vraiment pas sortis, contrairement à ce qui est affirmé.

Judy Maltz, depuis Palo Alto, pour Haaretz, 1/12/2024
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Après le 7 octobre, la vague d'antisémitisme [sic] qui a déferlé sur l'une des régions les plus progressistes des USA a poussé les expatriés israéliens à s'engager dans un militantisme de terrain en réponse à la diabolisation d'Israël et des Juifs [elle veut dire : des sionistes]. Pourtant, certains envisagent de partir pour de bon


Une bulle éclate à Palo Alto.Photo d’Arseniy Gutov/ Shutterstock, photoshopée par Jacob Boomsma. et Masha Zur Glozman

PALO ALTO - Comme de nombreux Israéliens qui se sont installés dans la Silicon Valley au début du boom de la haute technologie, Hagit et Oded Shekel avaient prévu de ne rester que deux ans. Près de 25 ans et quatre enfants plus tard, ils sont toujours là.
Et comme beaucoup d'Israéliens qui considèrent cette partie de la Californie du Nord comme leur maison - ou du moins, comme leur maison loin de chez eux - les Shekel ont vécu, la plupart du temps, dans une bulle israélienne. Ils parlent hébreu à la maison, fréquentent principalement d'autres Israéliens, envoient leurs enfants au mouvement des scouts israéliens et s'assurent d'assister à tous les spectacles israéliens qui viennent en ville.
« Les médias israéliens nous informent toujours de ce qui se passe aux USA », explique Hagit.
Il n'est pas surprenant qu'ils ne se soient jamais intéressés à la politique locale. « Nous vivons à Sunnyvale depuis 14 ans et nous ne savions même pas où se trouvait le bâtiment du conseil municipal ni à quoi il ressemblait », admet-elle.
Tout a changé quelques semaines après le 7 octobre, lorsque les Shekel ont découvert que leur maire, ainsi que plusieurs membres du conseil municipal, avaient signé une déclaration condamnant Israël pour ses actions à Gaza. Munis de drapeaux israéliens, ils ont organisé une manifestation lors de la réunion suivante du conseil municipal et y ont associé leurs amis et voisins israéliens. À partir de ce moment-là, ils ont commencé à se présenter à chaque réunion du conseil municipal.
« Rien de tel ne s'était jamais produit auparavant », raconte Hagit.


Oded et Hagit Shekel, fondateurs de la Jewish Bay Coalition. Photo Judy Maltz

Une bulle brisée
Plus d'un an après l'attaque meurtrière du Hamas contre Israël, les communautés juives du monde entier sont encore sous le choc. Mais pour les expatriés israéliens, le choc a été encore plus grand. Non seulement parce qu'ils sont plus susceptibles de connaître les victimes, mais aussi parce que, étant nés et ayant grandi dans un pays où les Juifs sont majoritaires, la plupart d'entre eux n'avaient jamais été confrontés à l'antisémitisme [resic] avant le 7 octobre.
On estime à 40 000 le nombre d'Israéliens vivant dans la Silicon Valley, les plus grandes concentrations se trouvant dans les villes de Sunnyvale, Mountain View, Palo Alto, Cupertino et Los Altos. Nombre d'entre eux, comme les Shekel, sont arrivés dans la région dans le cadre de missions de relocalisation à court terme et ont fini par y rester.
Parmi les communautés d'expatriés israéliens situées dans le monde entier, la Silicon Valley est peut-être la plus importante, la plus riche et la plus prospère. Les Israéliens sont devenus une telle force dans cette capitale mondiale de la haute technologie que les hébréophones l'ont surnommée « Silicon Wadi », en référence aux lits de rivières asséchées omniprésents en Israël [encore un mot arabe qu’ils ont volé].
La région de la baie de Californie, où se trouve la Silicon Valley, est également connue pour sa politique très progressiste, pratiquement synonyme aujourd'hui d'activisme pro-palestinien. Ce n'est d'ailleurs pas une coïncidence si les organisations antisionistes Jewish Voice for Peace et Students for Justice in Palestine, qui ont joué un rôle de premier plan dans les manifestations qui ont eu lieu sur les campus l'année dernière, ont fait leurs premiers pas dans cette région. Depuis le 7 octobre, un grand nombre de résolutions anti-israéliennes adoptées par les conseils municipaux dans tout le pays et un grand nombre de plaintes contre l'antisémitisme [reresic] dans le système scolaire public ont également vu le jour ici.
« En tant qu'Israéliens, nous connaissons bien le terrorisme, mais pas l'antisémitisme », note Guy Miasnik, un investisseur et entrepreneur en technologie qui siège également au conseil d'administration de la fédération juive locale. « Soudain, nous y sommes exposés dans les écoles de nos enfants, sur leurs campus et dans les conseils municipaux. Ainsi, pour la première fois dont je me souvienne, des Israéliens de la Silicon Valley participent activement à la vie politique locale.

Guy Miasnik : « En tant qu'Israéliens, nous connaissons bien le terrorisme, mais pas l'antisémitisme ». Photo Adva Ophir

Guy Miasnik, qui vit dans la région de la Baie depuis près de 25 ans, qualifie de « sans précédent » le niveau d'activisme local dont il a été témoin parmi les Israéliens de la région au cours de l'année écoulée.
« Ce sont des gens qui, avant le 7 octobre, n'avaient aucune idée de ce qu'était un district scolaire ou un conseil scolaire », explique-t-il. « Je veux dire que ces choses n'existent pas en Israël. Et soudain, ils se présentent aux réunions des conseils scolaires et des conseils municipaux et font beaucoup de bruit ».
Ronit Jacobs, qui dirige le département israélien du JCC (Centre communautaire juif) de Palo Alto, s'est installée à Mountain View avec son mari usaméricain et leurs trois enfants il y a 23 ans. Elle a participé à la création de l'école de langue hébraïque de l'après-midi au JCC, qui accueille aujourd'hui 650 élèves, principalement des enfants d'Israéliens, et qui a des antennes dans toute la région.

Ronit Jacobs : « Le 7 octobre, les Israéliens laïques ont soudain compris que nous étions juifs».

« Le 7 octobre, les Israéliens laïques d'ici ont soudain compris que nous étions juifs », dit-elle. Ce n'est pas comme grandir en Israël, où le judaïsme se transmet dans l'air et dans l'eau. En Israël, vous n'avez pas besoin de travailler pour être juif ».
Elle ajoute : « Le 7 octobre, nous avons compris, que nous soyons USAméricains ou Israéliens, que nous, les Juifs, sommes tous dans le même bateau. L'année dernière, nous avons vécu une grande prise de conscience ».
Une rencontre qui change la vie
Ella Segev, lycéenne de 16 ans, s'est installée à Palo Alto avec sa famille à l'âge de 9 ans. Quelques semaines après le 7 octobre, raconte-t-elle, une camarade de classe s'est approchée d'elle dans le couloir de l'école et, à son grand étonnement, lui a dit : « Fuck The Jews [ J'emmerde les Juifs] ».

Ella Segev : « Avant le 7 octobre, je n'étais qu'une jeune Israélienne ordinaire qui faisait la Pâque et jeûnait le Yom Kippour. Mais ce qui s'est passé ce jour-là a changé ma vie ». Photo Ido Segev

« J'ai été absolument choquée », se souvient-elle. « C'est à ce moment-là que j'ai décidé d'agir. J'ai donc commencé à me présenter aux réunions des conseils scolaires et des conseils municipaux pour tenter d'expliquer aux responsables politiques locaux ce que vivaient les étudiants juifs et israéliens comme moi ». Elle a fini par obtenir un entretien privé avec le maire.
« Je n'avais jamais été une activiste auparavant », dit Segev. « Avant le 7 octobre, je n'étais qu'une jeune Israélienne moyenne qui faisait la Pâque et jeûnait le jour de Yom Kippour. Mais ce qui s’est passé ce jour-là a changé ma vie ».
Jusqu’à l’année dernière, note Jacobs, elle n’avait jamais rencontré d’Israéliens qui envisageaient de cacher leur identité.
« La plupart d'entre nous sont fiers de ce qu'ils sont et n'ont jamais eu l'impression d'avoir à en avoir honte », explique-t-elle. « Nous n'hésitions pas à nous promener avec des t-shirts portant des inscriptions en hébreu. Mais soudain, j'ai commencé à recevoir des appels d'amis israéliens qui me demandaient si je pensais qu'ils devaient enlever leurs mezouzahs ou s'ils devaient arrêter de parler hébreu à l'extérieur. Cela m'a fait prendre conscience de l'impact considérable que le 7 octobre avait sur nous, Israéliens ».

Délier les cordons de la bourse
En période de crise pour Israël, les Juifs usaméricains ont généralement réagi en ouvrant leur porte-monnaie. Pour les Israéliens, cependant, même ceux qui sont basés aux USA, la charité et la philanthropie ne sont pas une seconde nature.
« Donner de l'argent ne fait pas partie de l'ADN israélien », fait remarquer Oded Hermoni, un investisseur en capital-risque qui s'est installé dans la Silicon Valley il y a 13 ans. « Pour les Israéliens, il a toujours été question de donner son sang ».

Oded Hermoni : « Donner de l'argent ne fait pas partie de l'ADN israélien.

Cela a également changé après le 7 octobre. Oded Hermoni est le cofondateur de J-Ventures, un fonds d'investissement dans les hautes technologies, surnommé le « kibboutz capitaliste », géré par un groupe de Juifs usaméricains et d'Israéliens.
Après l'attaque du Hamas, J-Ventures a créé un fonds d'urgence pour aider les victimes. « Nous avons recueilli autant d'argent auprès des Israéliens que des Juifs usaméricains, ce qui m'a surpris car je n'avais jamais vu d'Israéliens donner autant d'argent auparavant ».
Hermoni est probablement le rare exemple d'un Israélien basé dans la Silicon Valley qui, dès son arrivée dans le pays, a commencé à se lier d'amitié avec des Juifs usaméricains de la région.
C'est le choc du 7 octobre qui a incité Hagit et Oded Shekel - qui jusqu'alors s'étaient rarement mêlés à des juifs usaméricains - à rechercher leur compagnie. « Nous avons réalisé que nous étions tous dans le même bateau et qu'en unissant nos forces, nous pourrions changer les choses », explique Hagit.
Les Shekel sont les fondateurs de la Jewish Bay Coalition, une association locale d'Israéliens et de Juifs usaméricains qui s'est engagée à lutter contre les initiatives anti-israéliennes et antisémites [rereresic] dans les conseils locaux et les écoles publiques. Comme le veut la tradition israélienne, elle utilise des groupes WhatsApp pour mobiliser ses membres. Selon Hagit, des milliers d'Israéliens et de Juifs usaméricains ont rejoint ces groupes WhatsApp au cours de l'année écoulée.
« Il s'agissait d'un partenariat inédit entre des Juifs locaux et des Israéliens, les Israéliens montrant la voie », note Miasik, qui a contribué à obtenir un financement pour la coalition auprès de la fédération juive locale.
Avant les élections du 5 novembre, les bénévoles de la coalition ont interrogé les candidats aux élections locales dans la région de la baie afin de connaître leur position sur les questions qui préoccupent les Juifs et les Israéliens. Ils ont ensuite publié un « Guide de l'électeur » contenant des recommandations à l'intention des candidats en lice dans 200 scrutins à travers la région.
« Certains nouveaux membres de l'assemblée de l'État m'ont appelé pour me dire qu'ils avaient été élus grâce à nos recommandations », explique Oded Shekel.
Mais si le 7 octobre et ses conséquences ont créé de nouveaux liens entre les Israéliens et les USAméricains d'origine juive vivant dans la région de la baie, ils ont également mis en évidence une fracture croissante au sein de la communauté hébréophone.
Au cours des neuf mois qui ont précédé l'attaque du Hamas, de nombreux expatriés israéliens, répartis dans le monde entier, ont organisé des manifestations hebdomadaires de solidarité avec les Israéliens du pays qui protestaient contre le coup d'État judiciaire du gouvernement. Ces expatriés israéliens faisaient partie d'un réseau mondial, connu sous le nom d'UnXeptable, dont le siège se trouve dans la Bay Area.
Quelques semaines avant le 7 octobre, alors que Benjamin Netanyahou était en visite dans la Silicon Valley, des milliers d'entre eux sont venus protester contre le premier ministre israélien. Mais depuis, regrette Offir Gutelzon, l'entrepreneur israélien de haute technologie qui a fondé UnXeptable, il est difficile de mobiliser les Israéliens et de les amener à s'exprimer contre le gouvernement israélien.

Offir Gutelzon, fondateur d'UnXeptable. Il affirme qu'il est difficile de mobiliser les Israéliens depuis le 7 octobre.

« Le 7 octobre a fait à de nombreux Israéliens de la Baie ce qu'il a fait aux Israéliens d'Israël », explique Offir Gutelzon. « Il les a rendus très défensifs à l'égard d'Israël. Ici aussi, ils sont plus divisés que jamais, et ils sont nombreux à soutenir Donald Trump. »
Comme l'écrasante majorité des Israéliens, Hanoch Eiron, cadre marketing retraité de la Silicon Valley, a soutenu l'offensive israélienne à Gaza immédiatement après l'attaque du 7 octobre. « Mais lorsque des informations ont commencé à être diffusées sur les atrocités commises là-bas, ainsi qu'en Cisjordanie, cela a rendu les discussions avec d'autres Israéliens très difficiles pour moi. Nous n'étions plus sur la même longueur d'onde qu'un an auparavant. »
Au cours de l'année écoulée, explique Eiron, nombre de ses amitiés avec des Israéliens locaux ont été mises à rude épreuve. « Je pense que la démocratie et l'occupation sont incompatibles, mais je ne peux plus aborder ce sujet dans les conversations sans créer des tensions ».
Il a également découvert qu'il n'était pas d'accord avec de nombreux Israéliens locaux sur ce qui constitue l'antisémitisme. Selon lui, ses voisins israéliens ont tendance à « sur-réagir » aux critiques légitimes des actions d'Israël.

 
Hanoch Eiron : « Je pense que la démocratie et l'occupation sont incompatibles ». Photo Lee Abel

Le projet sioniste n'est pas terminé
Pour de nombreux Israéliens qui se sont installés ici au cours des dernières décennies, la survie de leur patrie a toujours été considérée comme acquise. À bien des égards, le 7 octobre et ses conséquences ont fait voler en éclats cette hypothèse.
« La plupart d'entre nous ont grandi dans un monde où Israël était un pays fort et stable, et malgré tout l'amour que nous portions à ce pays et notre attachement à son peuple, nous ne pensions pas devoir continuer à investir dans le projet sioniste », explique Mme Miasik. « Ce que le 7 octobre nous a appris, c'est que le projet sioniste n'est pas terminé et qu'il y a encore beaucoup de travail à faire ».
Les événements de l'année dernière ont également amené de nombreux Israéliens à s'interroger sur leur avenir.
« D'un côté, il y a ceux qui veulent retourner en Israël parce que c'est là que se trouvent leur famille et leurs amis, et qui se sentent même coupables d'être si loin à un moment pareil », explique Miasik. « D'un autre côté, je parle aussi à des Israéliens qui sont absolument désespérés par ce qui se passe dans le pays et qui pensent qu'ils n'ont pas d'endroit où retourner ».
Oded Shekel ne connaît pas beaucoup d'Israéliens de la Silicon Valley qui envisagent de rentrer chez eux, mais il en connaît un certain nombre qui envisagent de s'installer dans d'autres régions des USA.
« La Californie est devenue trop progressiste pour eux », explique-t-il. « Les Israéliens que je connais et qui ont des enfants au collège ici dans la baie me disent qu'il est hors de question qu'ils les envoient au lycée ici.
« Je ne me souviens pas avoir entendu parler d'une telle situation auparavant », ajoute-t-il. « Je veux dire qu'il y a certainement des Israéliens qui sont partis parce que la vie est trop chère ici, mais parce que leurs enfants ont des difficultés à l'école vu qu'ils sont juifs ? » [donc, juif = israélien, sioniste = juif. Mon pauvre Oded, t’es vraiment pas sorti de ta bulle, NdT écœuré]


13/03/2023

SAGI COHEN/CORIN DEGANI
Un week-end noir pour la haute technologie israélienne après l'effondrement de la SVB

Sagi Cohen & Corin Degani, Haaretz, 12/3/2023
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

 Un certain nombre d'entreprises israéliennes de haute technologie se sont précipitées pour retirer leur argent de la Silicon Valley Bank en faillite, mais tout le monde n'y est pas parvenu

 

Les entreprises high-tech et les startups israéliennes ont vécu un week-end d'angoisse et de panique après la chute de la Silicon Valley Bank. Plusieurs entreprises israéliennes se sont précipitées pour retirer leur argent de la SVB et le transférer dans d'autres banques aux USA et en Israël. Selon LeumiTech [branche du groupe Leumi, spécialisée dans les services bancaires aux entreprises de haute technologie, NdT], ses équipes ont aidé ses clients à transférer environ 1 milliard de dollars en Israël.

Les professionnels du secteur ont déclaré à la fin de la semaine que bon nombre d'entreprises israéliennes avaient pu retirer leur argent à temps, mais que ce n'était manifestement pas le cas pour tout le monde. En fait, la situation réelle dans le secteur de la haute technologie du pays n'est pas claire, car les entreprises dont les dépôts sont maintenant bloqués chercheront à le cacher, craignant que toute rumeur ne fasse fuir les clients, les fournisseurs et les employés.

Une personnalité du secteur a déclaré qu'une startup avait des dizaines de millions de dollars de dépôts à la SVB, soit environ 90 % de son argent. « Ils ont quelques millions de dollars en Israël », a-t-il déclaré. « Dans ces conditions, il faut être prêt à licencier toute l'entreprise en quelques mois. Il y a aussi des entreprises qui ont 100 % de leurs dépôts à la SVB ».

« Je n'ai jamais connu une telle situation », a déclaré le PDG d'une start-up israélienne qui possède environ 1 million de dollars à la SVB, ce qui représente une part faible mais significative de son capital. Jeudi après-midi, il a remarqué une chute brutale des actions de la banque. Quelques heures plus tard, il a commencé à recevoir des messages WhatsApp et des appels téléphoniques de l'un des membres du conseil d'administration, qui lui demandait de retirer l'argent immédiatement.

« J'ai dit [aux employés] de tout laisser tomber et de sortir l'argent. L'ordre a été donné à 20 heures, puis nous avons commencé à devenir fous parce que l'ordre n'était pas passé. Les heures ont passé, les nouvelles se sont accumulées ». L'entrepreneur milliardaire et investisseur en capital-risque Peter Thiel a dit de sortir l'argent, a-t-il ajouté.

« Soudain », poursuit le PDG, la banque a été prise d'assaut. « C'est quelque chose que vous lisez dans les livres, mais non seulement c'est quelque chose que je n'ai jamais vécu, mais je n'ai jamais pensé dans un million d'années que c'était possible avec SVB, une banque avec une forte réputation et une marque, considérée comme la banque numéro un pour les startups. Sur quoi pouvez-vous compter ? De l'argent à la banque. Et soudain, même ce que vous pensez être le fondement le plus élémentaire de votre travail est ébranlé ».