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10/09/2025

RUBÉN KOTLER
Mis amigos y colegas no son antisemitas

 Rubén Kotler, 7-9-2025

Rubén Kotler es un historiador argentino, judío antisionista (A 30 años de Oslo: cómo dejé de ser sionista; Rubén Kotler: “El judío sionista teme verse reflejado históricamente en el soldado nazi del ‘39”), especialista en historia reciente de Tucumán, cofundador de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina y coadministrador de la Red Latinoamericana de Historia Oral, coguionista y responsable de la investigación histórica del documental El Tucumanazo (sobre las revueltas obrero-estudiantiles de Tucumán). https://www.deigualaigual.net/  

El relato sionista indica que todo aquel que ose cuestionar a Israel está subiéndose a la ola del antisemitismo global, disfrazado, en este caso, de antisionismo. Aún en aquellas personas que sostienen el derecho a la existencia de Israel y que cuestionan las acciones bélicas contra el pueblo palestino, les cabe, según el relato del poderoso lobby sionista, el mote de antisemitas.

Yo me muevo en un mundo que va desde la militancia pura y dura hasta el academicismo de toda laya. En general la militancia de izquierda levanta la bandera del antisionismo. Muchas organizaciones políticas y sociales tienen entre sus filas militantes personas de origen judío.

Clarisa Lita Alberstein, dirigente del MST, Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad, durante un acto de solidaridad en Tucumán, 30-8-2025

En el amplio mundo académico sobre todo latinoamericano pasa algo similar. Con mayor presencia institucional o sin ella, las voces críticas en muchos casos provienen, como en mi caso personal, de profesionales de origen judío que, desde dentro de la academia dicen: en mi nombre no. Claro que somos repudiados por otro sector académico de origen judío que, pese a todo lo que vemos a diario, sostienen y apoyan de modo incondicional a Israel. Aún dentro de las filas de cierto progresismo.

Cuando veo que compañeros, amigos y colegas levantan las banderas de Palestina en actos, actividades, etc., no impugnan al judaísmo como tal y cuando presto mayor atención a sus discursos no encuentro el menor atisbo de antisemitismo entre esas declaraciones o posiciones.

Al margen de todo lo anterior, la pregunta que me asalta inmediatamente es cómo define el establishment comunitario judeo-sionista al antisemitismo y porqué, en todo caso, se niegan al debate público con quienes tenemos una mirada diametralmente opuesta. Aún dentro de las comunidades islámicas, sirio-libanesas, etc (el mundo árabe, musulman, islámico, etc es tan amplio como el mundo judío ashkenazí o sefardí) existen una cantidad de posiciones en torno a la cuestión palestina que es imposible catalogarlas de «antisemitas» siendo que la defensa del pueblo palestino es la defensa de un pueblo originario semita.

Esto de ver antisemitismo en toda expresión de apoyo al pueblo palestino o de impugnación al Estado de Israel, termina banalizando el verdadero odio antijudío que hoy existe pero que es marginal. Quienes hoy apoyan al sionismo y al Estado autoproclamado judío son sectores de la ultraderecha global, otrora odiadora de judíos como los Liberfachos argentinos, los Vox españoles, los seguidores de Orban en Hungría, etc etc. Para ser francos, los que hoy apoyan a Israel practican la islamofobia más rampante y asocia todo lo musulmán, islámico, árabe, etc etc con terrorismo. Una bandera palestina para los carcamanes del mundo occidental y cristiano es sinónimo de una bandera «terrorista».

Vuelvo a insistir, si el lobby sionista que gusta de portar el disfraz de víctimas eternas quiere debatir, que lo haga, pero que deje de hablar en nombre de la totalidad de judíos y deje de mezclar términos y conceptos para justificar su adhesión al peor genocidio del S XXI al que estamos asistiendo. Cuando la pesadilla termine, quizás las jóvenes generaciones de judíos que nacieron en el seno de familias judeo-sionistas, despierten y rompan lazos para denunciar a viva voz la defensa de un pueblo como el Palestino que lleva más de un siglo de persecución, opresión y bombardeos.


01/09/2025

G. THOMAS COUSER
Cómo me convertí en antisemita

Toda mi vida sentí una fuerte afinidad con las personas judías, pero ahora que mi empleador, la Universidad de Columbia, ha adoptado la definición de antisemitismo de la IHRA*, de repente me encuentro calificado de “antisemita” porque me opongo a la opresión de los palestinos.

G. Thomas Couser, Mondoweiss, 31-8-2025
Traducido por
Tlaxcala

G. Thomas Couser tiene un doctorado en estudios americanos de la Universidad Brown. Enseñó en el Connecticut College de 1976 a 1982, y luego en la Universidad Hofstra, donde fundó el programa de estudios sobre la discapacidad, hasta su jubilación en 2011. Se incorporó a la facultad del programa de medicina narrativa de Columbia en 2021 e introdujo un curso sobre estudios de la discapacidad en el plan de estudios en 2022. Entre sus obras académicas se encuentran Recovering Bodies: Illness, Disability, and Life Writing (Wisconsin, 1997), Vulnerable Subjects: Ethics and Life Writing (Cornell, 2004), Signifying Bodies: Disability in Contemporary Life Writing (Michigan, 2009) y Memoir: An Introduction (Oxford, 2012). También publicó ensayos personales y Letter to My Father: A Memoir (Hamilton, 2017).

En El Sol también sale de Ernest Hemingway, se le pregunta a Mike Campbell cómo se arruinó. Él responde: “De dos maneras. Gradualmente y luego de repente”. Podría decir lo mismo sobre mi antisemitismo. La manera gradual implicó la evolución de mi pensamiento sobre Israel. La manera repentina implicó la adopción de una definición controvertida del antisemitismo por parte de la Universidad de Columbia, donde soy profesor adjunto.

Toda mi vida me consideré filosemita, en la medida en que era algo. Crecí en Melrose, un suburbio blanco de clase media de Boston, y no tuve amigos o conocidos judíos en mi juventud. (Melrose no era una ciudad exclusivamente WASP –blanca, anglosajona y protestante–: había muchos italousamericanos e irlandousmericanos, pero en mi clase de secundaria de 400 estudiantes solo había uno o dos judíos). Eso cambió en el verano de 1963, después de mi primer año de secundaria, cuando participé en una sesión de verano en la Academia Mount Hermon. Mi compañero de cuarto era judío, al igual que varios de mis compañeros de clase. Nos llevábamos bien, y supongo que encontraba sus intereses y valores más intelectuales y maduros que los de mis compañeros en casa.

En Dartmouth, esa tendencia continuó. Mi compañero de cuarto era judío; mi fraternidad incluía a varios judíos (entre ellos Robert Reich). Apreciaba su humor irreverente, sus ocasionales expresiones en ídish y su escepticismo laico. Cuando mis amigos judíos me decían que podía pasar por judío, lo tomaba como un cumplido.

Pese a mis amigos judíos, Israel era un desconocido para mí. Conocía, por supuesto, su historia. Mi generación creció leyendo el Diario de Ana Frank o viendo la obra teatral basada en él, un clásico del teatro escolar (incluso, o especialmente, en suburbios sin judíos como el mío). El Holocausto era una historia sagrada. Pero no tenía un interés particular en el Estado de Israel, ni ninguna idea sobre él. No lo necesitaba.

Con la conscripción militar acechándonos, muchos de mi generación estaban contra la guerra; mis amigos y yo ciertamente lo estábamos. Por eso me sorprendió que, durante la Guerra de los Seis Días de 1967, algunos de mis amigos judíos se entusiasmaran con la guerra, jactándose incluso de que servirían con gusto en el ejército israelí. Evidentemente, tenían un interés en el destino de Israel que yo no compartía, lo cual era un poco misterioso para mí. Pero suponía que su juicio estaba bien fundado; la guerra era justificada, a diferencia de lo que hoy considero un acaparamiento de tierras. En todo caso, esa guerra terminó rápidamente.

Poco después de graduarme, un amigo cercano de Dartmouth (judío) y su esposa judía, a quien conocía desde Mount Hermon, me presentaron a una de sus compañeras de clase en Brandeis. Salimos juntos, nos enamoramos y nos casamos. Claro que no fue tan sencillo. En ese entonces, no era fácil encontrar un rabino que aceptara celebrar el matrimonio de un protestante y una judía laica. Después de varias entrevistas infructuosas, contratamos a un rabino que era capellán en Columbia. Nos divorciamos unos cinco años después, pero el fracaso de nuestro matrimonio no tuvo nada que ver con diferencias religiosas, y seguimos siendo amigos.

En las décadas siguientes obtuve un doctorado en estudios americanos y enseñé literatura americana en el Connecticut College y luego en Hofstra. Como profesor, tuve muchos estudiantes y colegas judíos (especialmente en Hofstra) y me llevé bien con ellos.

Pero Israel siempre estaba en segundo plano. Deliberadamente evitaba reflexionar críticamente sobre él. Recuerdo haberle dicho a un amigo judío (cuya hija vivía en Jerusalén) que no me “interesaba” Israel. Sentía que era demasiado “complicado”. No solo eso, sino que también era fuente de divisiones y polémicas, y no quería tomar partido. Otras cuestiones políticas me parecían más importantes.

Por supuesto, estaba al tanto del movimiento de boicot a Israel, que había atraído a muchos académicos, incluidos algunos a quienes quería y admiraba. Aunque apoyaba el desinversión en Sudáfrica, desconfiaba del boicot a Israel. Si me hubieras preguntado alrededor del 2000, habría respondido: “¿Por qué centrarse en Israel?”. Eso implicaba que, aunque el país podía ser problemático, había otros regímenes opresivos en el mundo.



Pues bien, basta decir que mi pregunta encontró su respuesta en la reacción desproporcionada de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre. No necesito repasar los acontecimientos de los últimos dos años. Las imágenes incesantes de la ofensiva genocida contra los gazatíes transformaron gradualmente mi actitud hacia Israel: de la indiferencia benevolente de mi juventud y la cautela prudente de la madurez a una hostilidad y una ira crecientes. Esta hostilidad se aplica, por supuesto, no solo al régimen israelí, sino también al apoyo usamericano que recibe. Siento que nuestra complicidad en este horror inflige una herida moral constante a quienes se oponen, sobre todo porque nos sentimos impotentes para detenerlo.

Me persiguen las palabras de Aaron Bushnell, que se inmoló en protesta: “A muchos de nosotros nos gusta preguntarnos: ‘¿Qué habría hecho yo si hubiera vivido en la época de la esclavitud? ¿O del Jim Crow en el Sur? ¿O del apartheid? ¿Qué haría si mi país cometiera un genocidio?’ La respuesta es: lo estás haciendo. Ahora mismo”. Tras permanecer mucho tiempo inactivo, me uní a Jewish Voice for Peace y contribuyo al BDS, gestos menores que alivian un poco mi conciencia.

Mi actitud hacia Israel ha evolucionado a lo largo de las décadas, y esa evolución se ha acelerado en los últimos años. Creo que represento a innumerables personas más. Fuera de Europa Occidental, Israel es cada vez más visto como una nación paria. Y en USA, su aliado y financiador más fiel, las encuestas muestran un declive en el apoyo a Israel.

Al mismo tiempo, la definición de antisemitismo según la Alianza internacional para el recuerdo del Holocausto se ha ampliado de tal forma que ahora se aplica no solo al odio hacia las personas judías, sino también a críticas al Estado israelí que me parecen obvias, justas, legítimas y moralmente necesarias. Después de todo, varias instituciones internacionales y académicas con autoridad para emitir tales juicios han concluido que Israel es un Estado de apartheid que comete genocidio.

Como profesor adjunto de medicina narrativa en Columbia, me consternó la reciente aceptación por parte de la universidad de esta definición ampliada de antisemitismo, en respuesta a la presión ejercida por la administración Trump, que busca castigar a la institución por su supuesta tolerancia hacia las protestas.

A los administradores universitarios les gusta declarar que “El antisemitismo no tiene cabida” en sus instituciones. Pero saben que un gran número de profesores y estudiantes son antisemitas según la definición que han adoptado. ¿Qué significa para mí, y para otros profesores como yo, críticos de Israel, enseñar en una institución que implícitamente nos califica de antisemitas? Quizá no se nos despida, pero sin duda se nos desanima de hablar.

Esa definición parece lamentable en varios sentidos. Ante todo, me parece lógicamente errónea, porque confunde las actitudes hacia un Estado étnico con las actitudes hacia la etnia privilegiada por ese Estado. Esa distinción puede ser difícil de hacer en la práctica, pero es bastante clara conceptualmente. Como le gusta señalar a Caitlin Johnstone, si los palestinos odian a los judíos, no es por su religión o etnicidad, sino porque el Estado judío es su opresor.

Confundir la crítica a Israel con el odio a los judíos puede ser un medio manifiestamente práctico de descartar las críticas difamando a los opositores, y ello alimenta el discurso sobre el aumento del antisemitismo. Pero eso ignora el papel del genocidio cometido por Israel en esta aparente tendencia. Además de los actos verdaderamente antisemitas, ciertas actividades antiisraelíes o antisionistas han sido consideradas antisemitas. Si el antisemitismo ha aumentado, no es en un vacío histórico.

En cualquier caso, esta definición ampliada podría resultar contraproducente. Borrar la distinción entre el Estado de Israel y las personas judías corre el riesgo de extender el odio hacia Israel a toda la comunidad judía. Además, la definición de la IHRA corre el riesgo de debilitar o incluso suprimir el estigma del antisemitismo. Si oponerse a la empresa genocida de Israel me convierte a mí (y a tantas personas que admiro) en antisemita, ¿dónde está el problema? Cuando era más joven, me habría horrorizado ser acusado de antisemitismo. Hoy, puedo encogerme de hombros.

Finalmente, como miembro de larga data de la ACLU, me preocupa mucho lo que esta definición implica para la libertad de expresión y la libertad académica. En circunstancias normales, el tema de Israel no estaría en mis pensamientos ni en la agenda de mis clases en Columbia. Pero ahora será, de alguna manera, el elefante en la habitación, ¿verdad? Seré hiperconsciente de la posibilidad de que cualquier alusión a Gaza pueda señalarse como una amenaza para los estudiantes judíos. Lamentablemente, si yo mismo y otros críticos de Israel (muchos de ellos judíos) somos ahora antisemitas, es porque Israel y la IHRA nos han hecho así.

NdT

*Véase Definición del Antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto


 

09/08/2025

MAHAD HUSSEIN SALLAM
Memorias confiscadas: encasillar los dolores, traicionar lo universal
Nunca más para nadie, en ningún lugar

Mahad Hussein Sallam, BlogsMediapart, 4/8/2025

Traducido por Tlaxcala

Una memoria bajo influencia: reflexionar sobre la justicia a través del prisma del recuerdo

“Nunca más”. Esta exhortación nacida del Holocausto se ha impuesto como un imperativo moral universal. Grabada en los museos, repetida en los discursos, pretende impedir que se repita lo peor. Pero ¿qué valor tiene esta promesa si solo protege a algunos y justifica el sufrimiento de otros?

La memoria, lejos de ser un santuario, es un campo de batalla. Ilumina u oculta. Puede prevenir u ocultar. Cuando se instrumentaliza, deja de ser un deber para convertirse en una palanca de dominación.


Memorial del campo de concentración de Dachau, Alemania

“Nunca más es ahora” en la Puerta de Brandeburgo en Berlín, 9 de noviembre de 2023

El filosemitismo como talismán moral: entre el deber de la memoria y la ceguera política

Ivan Segré escribió: «El filosemitismo es la mejor manera de dejar de ser antisemita sin dejar de dominar». » El filosemitismo de Estado transforma la memoria del Holocausto en un absoluto moral. Toda crítica a Israel se vuelve sospechosa. La confusión entre judaísmo, sionismo y Estado se convierte en arma de dominación.

En Gaza, más de 60 000 muertos, niños desnutridos, periodistas asesinados, hospitales destruidos. Y un silencio mediático aterrador. Human Rights Watch, la ONU y MSF alertan: uso del hambre, bombardeo de infraestructuras civiles, crímenes de guerra. Sin embargo, denunciar estos hechos es arriesgarse a ser acusado de antisemitismo.


Una memoria jerarquizada: Gaza, Ruanda, Yemen, Congo y Namibia

Ruanda, 1994: 800 000 tutsis masacrados. Alertas ignoradas. Complicidad pasiva de las potencias occidentales. En Francia, los archivos revelan una proximidad con los genocidas. Este genocidio sigue ausente de los libros de texto.


Mary Zins, 2018

Yemen, desde 2015: 370 000 muertos. Bombas francesas, británicas, usamericanas. Cólera, hambruna, silencio. Ningún museo, ningún día de conmemoración. En la actualidad, millones de niños siguen amenazados por la hambruna y múltiples epidemias, según organizaciones internacionales.


Manos cortadas, por Adel Abdessemed, 2017

El Congo de Leopoldo II: más de 10 millones de muertos por el caucho. Manos cortadas, aldeas incendiadas. Silencio, un siglo después. En 2020, el rey Philippe expresa su “pesar”, pero sin disculpas oficiales ni reparaciones.


Herero huyendo de las tropas alemanas en el desierto de Omaheke (1907). Imagen de Ulstein / Roger-Viollet

Herero y Nama: el genocidio inaugural del siglo XX

En Namibia, entre 1904 y 1908, los alemanes exterminaron al 80 % de los herero y al 50 % de los nama. La orden oficial del general von Trotha, octubre de 1904: «Todo herero que se encuentre dentro de la frontera alemana, con o sin armas, con o sin ganado, será fusilado». Campos de concentración, violaciones, experimentos médicos. Los cráneos se envían a Berlín para estudios raciales. El reconocimiento de 2021 sigue siendo simbólico. No hay reparaciones, ni memoria compartida, ni atención especial, siempre y cuando ocurra en otro continente.

Un historiador namibio lo resume así: «El genocidio herero es el eslabón perdido entre el imperialismo del siglo XIX y el nazismo». Pero Europa no ha aprendido nada. El crimen ha sido borrado de la historia común.



Geopolítica de la memoria: ¿a quién beneficia el recuerdo?

Algunos dolores se sacralizan, otros se rechazan. Israel se beneficia de un capital memorial único, vinculado al Holocausto y al orden poscolonial. Este capital también sirve de escudo geopolítico.

La memoria se convierte en herramienta del olvido. Se enseña Auschwitz, pero se silencia Sabra y Chatila. El filosemitismo no es amor por los judíos: es el uso estratégico de su historia. Un diplomático europeo lo admite: «Reconocer Gaza como una tragedia humana sería deslegitimar nuestra alianza con Israel. Es políticamente impensable».

La memoria histórica nunca es neutral. Está jerarquizada, instrumentalizada, calibrada según intereses geopolíticos. En Occidente, algunos sufrimientos se santifican, otros se silencian o se relegan.

Israel se beneficia hoy de un capital memorial sin igual. Esto se explica, por supuesto, por el horror del Holocausto, pero también por el contexto estratégico en el que se reconoció esta memoria: el de un mundo posimperial, en el que las potencias occidentales rediseñaban los contornos de su influencia. La memoria del exterminio judío se ha convertido, paralelamente a un reconocimiento ético, en una garantía moral para una nueva arquitectura de alianzas en Oriente Medio.

Esta brutal ecuación pone de manifiesto una verdad incómoda: la memoria de algunos pueblos se protege porque sirve a intereses. La de otros se borra porque les molesta.

Se conmemora Auschwitz, pero no Sabra y Chatila. Se criminaliza la negación de los crímenes nazis, pero se relativizan las muertes en Rafah. La memoria se convierte en una herramienta diplomática, un arma de selección moral. Petróleo, gas, materias primas, geopolítica e intereses estratégicos: estos son, por desgracia, los verdaderos títulos bajo los que se escriben muchas tragedias humanas, que se reconozcan o se nieguen.

¿Filosemitismo contra el judaísmo?

El uso sagrado de la memoria impide cualquier crítica. Annette Wieviorka: “Hemos congelado el sufrimiento judío en una sacralización”.

El filosemitismo se convierte en una trampa.

Pensadores de confesión judía como Ilan Pappé, Norman Finkelstein o Marc Ellis denuncian la confusión entre judaísmo y colonialismo. Para ellos, es la fidelidad a la ética judía la que impone oponerse a las opresiones, incluso cuando son perpetradas por un Estado que se reivindica judío.

¿Y si el exceso de amor aparente se convirtiera en otra forma de traición? Es lo que denuncia Gideon Levy, periodista israelí: «Israel no protege el legado moral del judaísmo, lo traiciona».

La instrumentalización del Holocausto sirve hoy para santificar a un Estado que bombardea, coloniza y discrimina. Esta sacralización crea una jerarquía implícita de los dolores.

El resultado es evidente: cualquier crítica a Israel se vuelve sospechosa. La memoria se convierte en un escudo ideológico. Como bien señala Dominique Vidal: «El riesgo es que los demás genocidios se conviertan en tragedias de segunda categoría. »

El filosemitismo moderno, la admiración excesiva, la intocabilidad política, ya no protege a los judíos, los encierra en un papel de icono sagrado al servicio de un poder.

Abel Herzberg lo dijo con agudeza: «Hay dos tipos de antisemitas: los que nos odian y los que nos aman demasiado».

Gideon Levy también denuncia un Estado judío que se ha vuelto racial, desigual y excluyente. No es el único. Otros pensadores judíos, como Ilan Pappé, Norman Finkelstein y Avraham Burg, hacen sonar la misma alarma: confundir judaísmo y sionismo es perjudicial para todos. Mientras que Marc Ellis concluye: «La única manera de honrar la memoria judía es estar del lado de los oprimidos, no de los opresores».

Una memoria universal o nada

La memoria no debe seleccionar a los muertos. No debe legitimar el olvido de los vivos. Debe desarmar los relatos, acoger todos los dolores, enseñar todas las tragedias.

Este texto es un llamamiento. Enseñar el genocidio de Ruanda, las masacres coloniales, la hambruna en Gaza, el destino de Yemen, con la misma solemnidad que el Holocausto. No para relativizar, sino para universalizar.

Hacer del «nunca más» no un simple eslogan vacío de sentido, sino una exigencia real. Porque la memoria selectiva es siempre el preludio de otras violencias. El universalismo comienza cuando la memoria deja de ser un arma. Una memoria que selecciona a los muertos siempre acaba justificando a los vivos que matan.





22/02/2023

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Restaurante La Huella y la verdad de la milanesa*

Luis E. Sabini Fernández, 22-2-2023

Ninguna novedad saber que los medios de incomunicación de masas no informan la esquiva verdad, sino que configuran sus verdades, a menudo deglutidas de antemano.

El episodio del restaurante La Huella en José Ignacio, al este del dpto. de Maldonado es paradigmático.


En mayo de 2021, en plena matanza de palestinos mediante bombardeo de zonas civiles,[1] el presidente uruguayo, conservando un triste historial de apoyo incondicional de  gobiernos uruguayos al Estado de Israel no tuvo nada mejor que apresurarse a expresar su “solidaridad” con Israel ante “la violencia palestina”.[2] Martín Pittaluga, hispano-uruguayo y −alma mater de La Huella, observó la cruda realidad y comentó, muy contenidamente: “¿Solidaridad? En vez de condenar la violencia desmedida del gobierno reaccionario de Netanyahu. Más de 50 muertos es lamentable y triste.” [3]

Y como decía la abuela, en Uruguay “se armó la de San Quintín”.

La Huella era el restaurante que había logrado atraer al mayor número de clientes del entorno; se decía que ¡hasta mil diarios! Desde Punta del Este y alrededores. No se trata de población de bajos recursos, ciertamente.

Marcos Galperin, dueño y director del exitosísimo Mercado Libre, Jeordan Legon, dueño y director de Alnylam Pharmaceuticals entre muchos otros repudiaron el comentario de Pittaluga y anunciaron la voluntad de boicotear su hasta ahora tan atractivo restaurante. (los datos de estos dos últimos párrafos se basan en el artículo ya citado en nota 2).

Alguien con claro sentido práctico le anunció: “Acabás de perder chiquicientos clientes, dudo que ganes uno solo con lo que acabás de poner.” Buen ojo comercial, monetario. El desconocido citado por infobae remata: “Infórmate antes de poner cualquier guarangada”. Como si Pittaluga hubiera desbarrado; el calificativo “guarangada” para referirse a la compasión por tantos muertos califica la mentalidad y la moral de quien lo dice.

Aunque hubo aclaraciones y deslindes de Pittaluga, que, por ejemplo, aclaró que no era antisemita (lo cual es obvio, dada la enorme cantidad de judíos antiisraelíes y antisionistas críticos de Israel), la bula condenando a Pittaluga había echado a correr y era imparable.

Tenía su explicación. Buena parte de la red social de la CIPEMU –Comunidad Israelita de Punta del Este, Maldonado, Uruguay− tiene que haberse sentido disgustada con semejante juicio y condena en su propio mundo. En esa especie de minúscula pero significativa “República de Saló” que el CIPEMU  encarna en Punta del Este e inmediaciones, el cuestionamiento de Pittaluga debe haber sonado a blasfemia; pronunciando lo impronunciable.[4]

Es un hecho significativo. Porque Pittaluga con su honestidad intelectual y su frescura política ofició como el niño que señalara al rey desnudo en el muy instructivo cuento del Conde Lucanor sobre los tejedores pícaros que embaucaran al rey.

Pittaluga no señaló que el “terror palestino” de tirar cohetes Kassem que apenas llegaban a destino o globos incendiarios que apenas incendian, es una digna pero tardía respuesta a la violencia, ésa sí, efectiva y asesina, con que el sionismo arrasó a la población palestina sobre todo en las décadas del ’30 y ’40. Y no sólo a palestinos; a lo que se les opusieran, incluidos judíos, como el poeta religioso Jacob de Haan (1924), representantes de la ONU como Folke Bernadotte, sueco (1947) o  refractarios no violentos a las demoliciones de viviendas palestinas como la estadounidense Rachel Corrie (2003), entre otros muchos.

Pittaluga comentó con pesar, muy humano, de ver decenas de vidas destrozadas, de niños, mujeres, varones. Su posición fue lógica, no politizada. Una sana ingenuidad, diría yo.

Pasado el episodio, el intercambio de correos y mensajitos apurados, a Antía le quedó la tarea de desembarazarse del molestoso. El boicot estaba decidido.

Como queda políticamente penoso decir que se expulsa algo o alguien por decir verdades incómodas o juicios discrepantes, se echaron a rodar otros mecanismos. El primero, desatender o despreciar los hechos crudos; el segundo, buscar “buenos motivos” para “la excomunión”; ruidos molestos, daños ambientales, desacuerdos entre Pittaluga y Antía… todas excusas.

La Huella ya no va a abrir en José Ignacio, a 40 km de Punta.


Enrique Andrés Antía Behrens (Partido Nacional/Alianza Nacional), intendente [= gobernador o prefecto]  de Maldonado

Pero el exilio forzado, no buscado, es peculiar. Abandona la jurisdicción del CIPEMU que administra Enrique Antía;[5]  pero se muda cerquita, a la jurisdicción rochense de la misma laguna (Garzón). Estimo que a unos pocos km más al este. Tal vez, ni siquiera a 50 km de Punta.

Enhorabuena.

Esperemos que no surjan otros impedimentos de orden “superior”, impostergable: ruta cortada, zoonosis, quién conoce lo por venir.

*Expresión rioplatense: "la verdad de la milanesa" se refiere a que hay algo más de lo aparente, que hay un trasfondo...

Notas

[1]  Así resumió M. Freytas (IAR) la situación con Morir en Gaza (2021): “Israel ingresa, mata, destruye masivamente y se va. Y la masacre con demolición es diaria, precisa y selectiva. Lo que era periódico y cíclico (los bombardeos) se convirtió en rutina diaria. No hay principio ni final. […] Y la cúpula genocida de Tel Aviv ni siquiera se inmuta. Sigue matando y destruyendo burocráticamente. casi como un trabajo rutinario. Casi como una misión aburrida y agendada. Los pilotos israelíes hacen las demoliciones de relojería con los misiles, sepultan cuerpos humanos vivos debajo de los escombros, y vuelven a cenar con sus hijos a casa.”

[2]   Hay que tener mucho desparpajo moral para ver el daño de piedras palestinas  e  ignorar el de francotiradores de élite cómodamente situados para elegir dónde y cómo herir o matar palestinos.

[3]  Infobae, Buenos Aires, 13 mayo 2021.

[4]  No tomar a la República de Saló como exabrupto o insulto; nada más lejos. El sionismo, una de sus variantes principales, el revisionismo de VladimirJabotinsky (donde revistaba el padre de Benjamín Netanyahu) mantenía cordialísimas relaciones político-ideológicas con el fascismo y Mussolini les cedió un territorio en las cercanías de Roma para sus entrenamientos militares. La comunidad judía italiana de los ’30 adhirió mayoritariamente al sionismo y al fascismo.  No había contradicción.

[5]   El lector desprevenido se puede sorprender que se hable de jurisdicción del CIPEMU y de una suerte de gerencia de Enrique Antía. Pero mi lenguaje procura ser fiel a la realidad: cuando el CIPEMU dispuso la prohibición de albergar en las aulas púbicas fernandinas al Congreso Anual de Docentes de Historia del Uruguay, APHU, en 2016, el intendente Enrique Antía se apresuró a cancelar los locales ya cedidos al efecto. El argumento del CIPEMU: antisemitismo. La realidad: entre centenares de docentes de historia había un par sindicados como críticos, diría contenidos o tímidos, del comportamiento israelí.


05/02/2022

EVA MENASSE
El debate sobre el antisemitismo en Alemania es un tormento equivocado e histérico

Por qué hay que acabar de una vez con las políticas simbólicas que distraen de la lucha contra el odio y los delitos reales

Un artículo de opinión de Eva Menasse, Die Zeit, Nr°5/2022, 327/1/2022
Traducido por Miguel Álvarez Sánchez, editado por Fausto Giudice, Tlaxcala


La escritora Eva Menasse. Foto Andreas Arnold/dpa

Eva Menasse, nacida en Viena en 1970, es una de las más importantes escritoras en lengua alemana. En 2021 recibió el Premio Bruno Kreisky por su reciente novela Dunkelblum. Ella vive en Berlín. De ella en español se puede leer Viena (Lumen, 2008).

 El debate sobre el antisemitismo en Alemania está lleno de agitadores que se superan en la política simbólica. Todos los demás -el público, que es bastante sensible al respeto, así como los judíos de a pie que no son agentes que desempeñan funciones ni líderes de opinión- hace tiempo que se apartaron con frustración. Puede que a uno u otro ya le hayan dado con el garrote del antisemitismo, eso también le puede pasar a los judíos. Los políticos simbólicos no son, al pasar por la arena, muy cautelosos. ¿Existe el antisemitismo (crudo, brutal, que pone en peligro la vida)? Sí, y no demasiado escaso. Ha crecido exponencialmente, como todo el odio, gracias a los medios antisociales. Si no estuviéramos tan embriagados por las aplicaciones gratuitas que roban datos, tendríamos que preguntarnos por qué estamos soportando un brote de violencia física y psicológica como no ha sido causado por un solo invento desde el invento de la pólvora. Además de los cárteles digitales, son principalmente los guardaespaldas los que se benefician: desde políticos locales hasta profesores universitarios, pasando por cabareteros y virólogos, el grupo de personas que van acompañadas de pistoleros y tienen que mantener sus direcciones en secreto está creciendo rápidamente.

Pero no es sólo el odio multiplicado (que lleva directamente a crímenes como los de Kassel, Hanau, Halle) lo que estalla bajo nuestra mano, sino también un moralismo completamente equivocado de fuentes digitales igualmente turbias. Pequeños grupos de fustigadores rigurosos se han hecho con el control de gran parte del discurso y han contagiado a su público, que ahora tiene un comportamiento inmoderado, implacable y amenazante incluso en nombre de nobles conceptos como la “igualdad”, la “diversidad” o precisamente la "lucha contra el antisemitismo".

El grupúsculo (6 personas) llamado pomposamente Alianza contra el Antisemitismo (Bündnis gegen Antisemitismus) pone la siguiente imagen en el encabezado de su blog, rematada por este texto:
“- Oye, hace poco escribí un ensayo contra Hamás
-¡Grande! Pero preferimos la Fuerza Aérea”.

Entre ellos se encuentra la “Alianza de Kassel contra el antisemitismo”, que ha desatado el supuesto escándalo de la Documenta sobre supuestas actitudes antisemitas entre los artistas invitados a la misma. Su “investigación” fue asumida por medios de comunicación de calidad como DIE ZEIT y ampliamente comentada (ZEIT nº 3/22 21). Ya que es contra los antisemitas, estará más o menos bien, ¿no? En todas partes, incluyendo MeToo y Black Lives Matter, los debates han descarrilado por completo. Muchos participantes se han alejado del enfoque pragmático (“¿Dónde está el problema y cómo se puede resolver?”), pasando a la locura religiosa.

02/12/2021

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
¿Así enfrenta la ADL el “antisemitismo conspiranoico”?

Luis E. Sabini Fernández, Revista Futuros, 28/11/2021

En un trabajo reciente, “Antisemitic Conspiracies About 9/11 Endure 20 Years Later” (Conspiraciones antisemitas acerca del 11 de setiembre de 2001 en Nueva York persisten veinte años después)  la ADL (Anti-Defamation League, Liga contra la Difamación, USA) sale a enfrentar lo que anuncian en el título.

Supuestas caricaturas antisemitas creadas por la ADL para ilustrar su “informe”

¿Qué es lo que espera el lector ante tamaño título? La presentación de pruebas o al menos de argumentos mostrando la inconsistencia de tales intentos de explicación de lo acontecido en el World Trade Center con las dos torres.

Se trata de un trabajo extenso, más de 40 mil espacios estructurado en cuatro capítulos, con lo cual no cabe ninguna disculpa por falta de medios, de espacio o similar.

Sin embargo, salvo la observación inicial de que tales teorías “antisemitas y conspiranoicas*” rechazan “la ampliamente aceptada versión de los hechos”, lo que tenemos es una larga enumeración de personajes calificados así (antisemitas y conspiranoicos) con sus respectivas puntualizaciones en denuncias a los hechos del 11 de setiembre de 2001, el derrumbe en Manhattan y así sumando.

Cabe en primer lugar, un deslinde: ‘la versión ampliamente citada de los hechos’ no es garantía de verdad ni de solvencia; al contrario, diríamos que ante cuestiones complejas e intrincadas, la versión más ampliamente citada no tiene porqué ser la más veraz; en concreto, semejante apelación no garantiza nada, al contrario.

La ADL refuta poco y nada lo que va exponiendo de los respectivos referentes “antisemitas y conspiranoicos”. Como si una afirmación de ADL fuera evidente por sí misma.

Por ejemplo, califica así a Gilad Atzmon, que  ni siquiera abona las meneadas tesis “por carecer de  conocimiento en construcciones y aviación”, según sus declaraciones; igualmente este autor declara adherir a la explicación del atentado tan criticada por ADL; ver lo acontecido como una conspiración, por, aclara Atzmon: “1) la asiduidad con que el Mossad israelí  se dedica a operaciones de falsa bandera; 2) por el principio de cui bono, que nos muestra claramente que Israel ha sido el principal beneficiario de lo acontecido y 3) que el imperio anglonorteamericano  ha estado a cargo de conflictos armadas generados por el sionismo al menos en las últimas dos décadas.”

ADL  ni siquiera intenta comentar tan jugosas como veraces consideraciones. Más aún, no visualizamos el planteo de Atzmon ni como antisemita ni como conspiranoico, sí muy atenido a la realidad.

Tomemos otro ejemplo, no ya de alguien acusado de “antisemita y conspiranoico” (que los son todos) sino de un elemento, presuntamente probatorio de la fuerte implicancia israelí con lo acontecido en Nueva York.

‘Los 5 israelíes danzantes o festejantes’. ADL tipifica como conspiranoico y antisemita cada vez que alguno de sus impugnados menciona el episodio de cinco jóvenes que se estaban fotografiando y festejando en un garaje abierto, que tenía como telón de fondo el derrumbe de una de las torres. Visualizados, con desconcierto e indignación, desde una casa vecina, fueron denunciados a la policía quien prestamente los ubicó y los detuvo.

Resultaron ser cinco jóvenes, y quien parecía tener la voz cantante, atendió el procedimiento policial y les dijo a quienes los detenían y esposaban: "Somos israelíes. No somos su problema. Sus problemas son nuestros problemas. Los palestinos son el problema". Era el conductor de la camioneta, Sivan Kurzberg. Los otros pasajeros eran su hermano Paul Kurzberg, Yaron Shmuel, Oded Ellner y Omer Marmari. La camioneta pertenecía a la empresa Urban Moving Systems.

Aunque hubo una orden de liberación presta, tanto la CIA como el FBI postergaron el dejarlos en libertad por un total de 71 días en que hubo ceñidos interrogatorios. Al cabo de esos días fueron todos despachados de retorno a Israel, sin cargos. En esos dos largos meses, fueron sometidos a detectores de mentiras muchas veces, aunque Sivan Kurzberg, precisamente, se negó siempre a pasar por el detector.

Opinión generalizada de quienes tuvieron contacto con el episodio fue que al menos Sivan era un agente secreto israelí.

Las oficinas de Urban M. S. fueron allanadas. Y se interrogó a su propietario, Dominik Suter. También israelí. Solo que, pocos días después no resultó posible un segundo interrogatorio pues el propietario de Urban…, 48 horas después del primer interrogatorio, abandonó el país… de regreso a Israel.

ADL no da explicación alguna por el peculiar episodio. Como tampoco la dio Urban Moving Systems.

ADL se limita a  calificar el episodio como perteneciente a la fábula conspiranoica. Como si no hubiera existido.

Vemos la misma modalidad con buena parte de los calificados por ADL. Por cierto que algunos son verdaderamente racistas, antisemitas, supremacistas blancos, porque obviamente ese país, imperial, se fue constituyendo con pobladores colonialistas, genocidas, racistas, mentalidades que les permitieron primero arrebatarle la tierra a los nativoamericanos y luego expandir su poderío alterando fronteras siempre a su favor. Y muchos de esos pobladores privilegiados –núcleo duro del Partido Republicano– no vieron con buenos ojos a recién llegados que les arrebataran el control del imperio “democrático”. 

Las dirigencias sionistas “diplomáticas”, melifluas, tipo Ben Gurión, evitaban mostrar el dominio creciente de las redes judeosionistas dentro de EE.UU., pero con la llegada de dirigentes sionistas de origen fascista (línea histórica Jabotinski), como Ariel Sharon o Beniamin Netanyahu, el descaro de actuar imponiendo condiciones a la administración de EE.UU. ha aumentado. Y eso ha resentido a aquella vieja dirigencia blanca estadounidense, racista, que tiene que tragar ahora la medicina del poder que ellos solían administrar.

Pero que la ADL nos muestre que David Icke, sostenga que ‘la familia Rotschild tiene en sus venas sangre de reptiles humanoides que le permiten controlar el mundo’ nos muestra únicamente un grado de primitivismo conceptual de algunos críticos de Israel. Pero eso no demuestra que todas las críticas a Israel, al sionismo, a los judíos, pertenezcan a ese género de ciencia-ficción, ni siquiera en el mismo Icke.

ADL reproduce, por ejemplo, otras argumentaciones de Icke, hasta cierto punto más descriptivas y menos ideológicas: “Las organizaciones sionistas y archisionistas constituyen una red a lo ancho de todo EE.UU. y el mundo entero dispuesta para manipular e imponer la voluntad del archisionismo y el culto a la muerte [de sectas judías que menciona; fundadas en el s. XVIII, por Sabbatian Zevi].” Llama la atención lo del “culto a la muerte” que menciona Icke, siempre truculento. Y nos choca. Pero por como  la sociedad israelí  mata a cuentagotas (y a veces  “a chorros”) población palestina que está sufriendo el despojo de sus tierras desde hace más de un siglo, me hace pensar que se necesita un subterfugio mental que “legitime” esa amplia tolerancia a la muerte de seres humanos que han tenido la mala fortuna de estar radicados (desde hace siglos o milenios) en un suelo del que una religión ha decidido adueñarse.

La atroz indiferencia con que Israel ejecuta a tiros o a fuego lento a esa población, año a año, día a día, expresa sin duda un tipo de culto a la muerte (ajena, claro).

Mucho más importante que aquellos escarceos sobre sangre de reptiles ancestrales es, volviendo a la ADL, la falta total de escarceos sobre citas al Plan Yinon, que ADL se permite. Veamos cómo citan a Cynthhia McKinney, legisladora afroambientalista norteamericana: “Sostuvo que Israel estaba detrás de los ataques, tomando como referencias documentos israelíes de línea política como «Clean Break» y el «Plan Yinon».”

No conozco “Clean Break”, pero sí por cierto el Plan Yinon, de principios de la década de los ’80, y el mismo trasunta nítidamente una política imperial israelí sobre las naciones árabes circumvecinas, y algo más: una actitud supremacista para el manejo de los conflictos que precisamente el mismo expansionismo sionista genera, y ha generado desde la primerísima hora de su asentamiento en Palestina (fines del s. XIX). La crítica de ADL a McKinney elude los argumentos que presenta la criticada. Y solo se limita a etiquetarla, de antisemita y conspiranoica.

En consecuencia, ADL parece no tener reparos al Plan Yinon. Lo cual prueba su funcionalidad con el poder sionista, no sólo establecido en Israel sino en EE.UU y en el Reino Unido (allí, el lobby sionista fue decisivo para desmoronar el liderazgo de Jeremy Corbyn, que quería desmarcarse del colonialista y racista papel cumplido por el Reino Unido a lo largo de toda la actividad sionista (y de mucho antes, ciertamente).

Veamos todavía otro (penoso) ejemplo del estilo ADL; La emprende contra GDL, Goyim Defense League (Liga de Defensa de no judíos) que sostiene  que “judíos tienen un poder ilegítimo a través del control de instituciones mayores,  como los grandes medios de comunicación masivos, la economía o el gobierno […].” La cita desbarra porque continúa acusando a judíos individualmente, pero el pasaje transcrito merece una consideración: ¿no es acaso cierto que los judíos están sobrerrepresentados en los medios masivos de comunicación, en la economía, en el gobierno? Eso resulta clarísimo en EE.UU., y no sólo en EE.UU. Y resulta una explicación sobre porqué los israelíes tienen las manos tan libres para abusar de los palestinos. Una explicación que de ningún modo es una justificación. El mundo, mediáticamente hablando, ignora el abuso cotidiano sobre Palestina y los palestinos; el calvario que es ir al trabajo, a estudiar, volver a su vivienda, siempre asediada. Y contar con que la policía, toda legal, tan “occidental”, defiende a los agresores…

Veamos como ADL la emprende contra Kevin Barrett: “El teórico antisemita de la conspiración es un colaborador asiduo  del noticiero iraní de propaganda Press TV que alberga toda una carrada de antisemitas y negadores del Holocausto […] y escribe para Veterans Today y Unz Review, Barrett invoca a menudo teorías de conspiración antisemitas acerca de una supuesta manipulación de los acontecimientos mundiales, afirmando que Occidente no comprende la duplicidad israelí a causa del extendido poder sionista clandestino.”

Está la cita, pero nos quedamos sin saber cómo ADL refuta tales afirmaciones. ¿No hay acaso un extendido poder sionista clandestino?, ¿no hay manipulación de los acontecimientos mundiales? Nos quedamos sin saber la presunta sinrazón de Barrett. ¿Creerá ADL que alcanza una bula de ellos para neutralizar y refutar lo señalado por el acusado (en este caso, Barrett)?

ADL la emprende contra el estadounidense, es subsecretario del Tesoro republicano, Paul Craig Roberts. Lo cita: “Los neoconservadores que dominaban el gobierno de Cheney y Bush identificaron el Cercano Oriente árabe como ‘el enemigo’ e invocaron ‘un nuevo Pearl Harbor’ como necesario para proveer guerras que permitan derribar 7 gobiernos en 5 años… Para obtener ese ‘nuevo Pearl Harbor’ Cheney, los neoconservadores e Israel orquestaron los ataques al WTC y al Pentágono… el 11 de setiembre fue una operación del Estado profundo. Setiembre 2020.”

ADL apenas lo transcribe. Como si la mera presentación de tales consideraciones cayeran por su propio peso. Cuando bien podría ser exactamente lo opuesto.

Leámoslo. El documento a que se refiere Roberts, “Rebuilding America’s Defenses” (setiembre 2000), un manifiesto netamente imperialista y supremacista, firmado por la craneoteca neoconservadora del gobierno de entonces, compuesta primordialmente por judíos (y algunos que no), convoca a “crear” un nuevo Pearl Harbor. Un imperialismo desfachatado.

Dicho documento revela el afán por preservar “la preponderancia” (término acuñado por George Kennan en la década de los ’50); “promover el liderazgo global de EE.UU. [american]. En consonancia promueven “las nuevas fronteras” [en la formación de EE.UU. en el territorio continental norteamericano, “la cuestión de la frontera”, siempre desplazándose, fue muy importante; imprimir en el inconsciente colectivo estadounidense una nueva frontera ahora a lo largo de todo el planeta expresa el alcance imperialista mundial ahora en juego].

Y en ese concierto de control planetario los autores de “Rebuilding…” ven carencias; los servicios de aprovisionamiento no han aumentado el mismo ritmo que los aviones de combate, por ejemplo, el adiestramiento de los marines está atrasado… “En una palabra, una Armada capaz de preservar la preeminencia marítima de EE.UU., va a requerir mucho mayores aumentos de los presupuestos de la Armada […] para preservar la preeminencia militar de EE.UU. en las décadas que vienen el Ministerio de Defensa debe moverse más agresivamente.”

Y nuestra atribulada craneoteca neoconservadora mira con preocupación que “el proceso de transformación, aunque conlleve cambios revolucionarios, probablemente lleve mucho tiempo, faltando un  evento catastrófico y catalizador, como un nuevo Pearl Harbor. La política interna y la industrial tomarán el ritmo y el contenido transformador tanto como lo requieran las misiones militares.

ADL está encandilada con sus propias luces y ha olvidado la capacidad de razonamiento y de abordaje de la realidad, o está persuadida del efecto que tiene la política de ubicar en el Index a determinadas manifestaciones intelectuales críticas o a determinadas personas (fue un sistema que empleó asiduamente la Iglesia Católica hace siglos, pero la “modernidad líquida” ha revelado su total ineficiencia).

Nos preguntamos si el poder sionista pretende gobernar “nuestras almas” con semejantes “verdades” que no necesitan demostración.

En cualquier caso, la denuncia de ADL expresa una total impotencia y pobreza intelectual. O descaro. Demasiada chutzpah***.

NdE

*La voz conspiranoico, ca es un acrónimo humorístico formado a partir de conspira(tivo) y (para)noico.

**A Clean Break : A New Strategy for Securing the Realm ([Una ruptura limpia: Una nueva estrategia para asegurar el reino] comúnmente conocido como el informe "Clean Break") es un documento político que fue preparado en 1996 por un grupo de estudio dirigido por Richard Perle para Benjamin Netanyahu, el entonces Primer Ministro de Israel. El informe explicaba un nuevo enfoque para resolver los problemas de seguridad de Israel en Oriente Medio haciendo hincapié en los "valores occidentales". Desde entonces ha sido criticado por defender una nueva política agresiva que incluía la eliminación del poder de Saddam Hussein en Irak y la contención de Siria mediante una guerra por delegación y destacando su posesión de “armas de destrucción masiva”. Algunas partes de las políticas expuestas en el documento fueron rechazadas por Netanyahu [Wikipedia].

*** Chutzpah: palabra hebrea pasada al yiddish, y de éste al inglés y al alemán, significando descaro, insolencia, chulería o desfachatez. En el hebreo israelí de hoy, ha adquirido un sentido positivo, equivalente de audacia, como componente mayor de una supuesta israelidad.