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07/12/2024

Casablanca, Marruecos : el levantamiento del 7 y 8 de diciembre de 1952, un hito histórico

He aquí dos artículos, traducidos por Tlaxcala, que recuerdan los motines del 7 y 8 de diciembre de 1952 en Casablanca, Marruecos, que fueron brutalmente reprimidos por las autoridades coloniales francesas del llamado Protectorado. Al día de hoy, no se conoce todavía el número exacto de víctimas.

7 y 8 de diciembre de 1952: motines en las Canteras Centrales de Casablanca tras el asesinato del líder sindical Farhat Hached en Túnez.

Sabrina El Faiz, lebrief.ma, 5/12/2024

Canteras Centrales. El nombre resuena
en la memoria de los habitantes de Casablanca y Marruecos. Los días 7 y 8 de diciembre de 1952, Casablanca fue escenario de violentos disturbios. Estos acontecimientos, que tuvieron lugar en el barrio de Carrières Centrales, fueron desencadenados por el asesinato de Farhat Hached, dirigente sindical tunecino y ferviente defensor de la independencia de los países del Magreb. La revuelta de los trabajadores y vecinos de este barrio precario se convirtió rápidamente en un símbolo de la lucha anticolonial en Marruecos. Inmersión...


Farhat Hached
(2 de febrero de 1914 - 5 de diciembre de 1952)


Para el noticiero de British Pathé, todo eso eran “disturbios comunistas”.

A principios de la década de 1950, Marruecos vivía bajo el protectorado francés, establecido en 1912. Aunque este régimen colonial se basaba en una administración modernizadora, había engendrado numerosas desigualdades sociales, marginado a las poblaciones rurales y suprimido toda forma de reivindicación política.
Casablanca, como centro económico del país, simbolizaba todas estas disparidades.
Las Canteras Centrales, para quien no las conozca, es un barrio obrero de la periferia de la ciudad. En aquella época, albergaba a una población predominantemente marroquí que vivía en condiciones precarias. El barrio era un refugio para los trabajadores empleados en las industrias y obras de construcción de Casablanca, a menudo explotados y privados de los derechos más elementales. En este contexto creció considerablemente la influencia de los sindicatos y los movimientos nacionalistas, como el partido Istiqlal.
Farhat Hached, Secretario General de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) y figura emblemática de la lucha independentista en Túnez, era considerado un aliado natural por los militantes marroquíes. Su asesinato el 5 de diciembre de 1952 por miembros de la Liga Anticomunista, grupo paramilitar próximo a los colonos, conmocionó a todo el norte de África.

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La prensa preponderante se desencadena

El estallido de los disturbios

El 7 de diciembre se celebraron manifestaciones en todo Marruecos para denunciar el asesinato de Farhat Hached. En Casablanca, las protestas fueron especialmente intensas en las Canteras Centrales. La ira de los habitantes se expresó inicialmente mediante concentraciones pacíficas. Trabajadores, activistas nacionalistas y sindicalistas convocaron una huelga general para expresar su solidaridad con los tunecinos y su rechazo a la violencia colonial.
 Pero las tensiones no tardaron en aumentar. El aumento de la presencia de la policía francesa, que había acudido para sofocar cualquier protesta, avivó la ira de los manifestantes. Estallaron enfrentamientos entre los residentes y la policía, convirtiendo las calles del distrito en un campo de batalla. Las protestas, en principio pacíficas, se convirtieron en violentos disturbios.
Las fuerzas coloniales, sorprendidas por la amplitud de la movilización, reaccionaron con extrema brutalidad. La policía y el ejército se desplegaron en masa para dispersar a los manifestantes. Se disparó munición real, causando numerosas víctimas. Según fuentes históricas, varias decenas de personas murieron y centenares resultaron heridas.

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/97/19521210_-_Le_Petit_Marocain_-_Page_1.jpg

Las autoridades francesas también llevaron a cabo una oleada de detenciones. Activistas nacionalistas, sindicalistas y residentes ordinarios fueron arrestados en masa. Testimonios posteriores relataron escenas de violencia sin precedentes, marcadas por exacciones y actos de humillación contra los marroquíes.
A pesar de esta feroz represión, las revueltas de las Canteras Centrales tuvieron una amplia repercusión nacional e internacional. Demostraron el alcance del rechazo al régimen colonial.
Estos acontecimientos no se limitaron a Casablanca. Manifestaciones similares estallaron en varias ciudades marroquíes, mostrando la solidaridad de los marroquíes frente a la represión colonial. Los disturbios de diciembre de 1952 se convirtieron en un símbolo de la resistencia popular contra la opresión y dieron un nuevo impulso al movimiento nacionalista.

11 décembre

En la escena internacional, estos acontecimientos llamaron la atención sobre la situación de los países del Magreb bajo dominio colonial. Las reivindicaciones de los movimientos independentistas marroquíes ganaron en legitimidad, sobre todo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 Aún hoy, los disturbios de diciembre de 1952 permanecen grabados en la memoria colectiva de Marruecos, y especialmente de Casablanca. Son un recordatorio de los sacrificios realizados por la libertad y de la importancia de la solidaridad entre los pueblos del Magreb en su búsqueda de la emancipación.

Casablanca 1952: la arquitectura al servicio de la lucha anticolonial o de la contrarrevolución


Léopold Lambert, The Funambulist, 9/8/2018
Traducido por
Tlaxcala

Recientemente viajé a Argelia para hacer algunas investigaciones para mi próximo libro sobre el espacio del estado de emergencia francés; espero escribir pronto algunos de esos artículos no rigurosos al respecto pero, mientras tanto, me gustaría escribir un breve artículo sobre una lucha de liberación nacional contra el imperio colonial francés que generalmente mencionamos con menos frecuencia que la Revolución argelina: la lucha de liberación marroquí. Un momento de esa lucha reviste especial importancia a la hora de hablar de la relación entre colonialismo y arquitectura, sobre todo si se compara con las estrategias adoptadas por los sucesivos gobiernos franceses en Argelia en los años posteriores a ese momento concreto.
El acontecimiento en cuestión consiste en dos días de huelgas y manifestaciones organizadas por la Union. Générale des Syndicats Confédérés du. Maroc (UGSCM) y el principal partido nacionalista marroquí (Istiqlal) en diciembre de 1952, descritos con precisión por Jim House en un ensayo titulado 
L’impossible contrôle d’une ville coloniale ? [¿El control imposible de una ciudad colonial?] (Genèses vol. 86, 2012). Aunque este artículo está motivado en parte por el intento de traducir ciertos elementos de la descripción de House de la huelga de 1952 (a la que se dedica la primera parte de este artículo), también encuentra su motivación en la falta de consideración de su artículo por la transformación urbana masiva que las autoridades coloniales estaban llevando a cabo en ese momento. Este punto, y lo que nos dice sobre las responsabilidades de los arquitectos en la contrarrevolución colonial, será por tanto el tema de la segunda parte de este artículo.
 


 Farhat Hached (de traje oscuro) a la cabeza de una manifestación de la UGTT, la confederación sindical tunecina

Manifestación anticolonial en las Canteras Centrales de Casablanca 

El 5 de diciembre de 1952, el nacionalista y sindicalista tunecino Farhat Hached es asesinado en un complot en el que parecen estar implicadas las autoridades coloniales francesas en Túnez. Como respuesta transnacional, la UGSCM marroquí y el Istiqlal organizaron una huelga general en Marruecos el 7 de diciembre. La huelga se originó en el barrio de chabolas de Carrières Centrales (ahora Hay Mohammadi) en Casablanca, donde vivían más de 130.000 personas colonizadas. Algunos de ellos se habían trasladado allí desde las zonas rurales del país; otros habían sido desplazados del centro de la ciudad en 1938, después de que una epidemia de fiebre tifoidea sirviera de pretexto a las autoridades para destruir los pequeños barrios de chabolas adyacentes a los "barrios europeos" y expulsar a sus habitantes fuera de lo que entonces eran los límites de la ciudad. 
El chabolismo masivo que existía a principios de la década de 1950 fue visto por las autoridades francesas como una amenaza política para el orden colonial -veremos en la segunda parte en qué consistió la estrategia contrarrevolucionaria que siguió-. En consecuencia, se puso en marcha un plan específico de represión para responder a cualquier movimiento anticolonial en las Carrières Centrales: además de los agentes de policía franceses y marroquíes (estos últimos a las órdenes del Majzén), las autoridades coloniales idearon varios niveles de refuerzos militares como tiradores marroquíes o senegaleses, goums (unidades militares bereberes) y otras ramas del ejército colonial.

 La huelga organizada originalmente por el Istiqlal se conocía como la “huelga del ratón”. Consistía en negarse a salir de casa para ir a trabajar. Sin embargo, la noche del 7 de diciembre, los pregoneros circularon por el barrio de chabolas para declarar que la huelga estaba prohibida y que todo el mundo debía abrir sus comercios como en un día normal. Momentos después, la policía abrió fuego contra los vecinos que les habían lanzado piedras en respuesta a la prohibición. Los manifestantes se concentraron frente a la comisaría local; algunos murieron por disparos. La policía comenzó entonces a registrar el poblado de chabolas, entrando sistemáticamente en las casas y deteniendo a activistas nacionalistas. Al día siguiente, los colonos que vivían cerca fueron evacuados y la policía volvió a disparar en el barrio, matando a un muchacho de 15 años que había estado cavando una zanja dentro de su casa para proteger a su familia. 
El 8 de diciembre por la tarde se organizó una marcha multitudinaria, que salió de los barrios marroquíes pobres y se dirigió al centro de la ciudad, hacia la Casa de los Sindicatos, donde estaba prevista una reunión. Al describir los acontecimientos, la prensa francesa se refirió a un "intento de invasión de la ciudad europea". La policía disparó y mató al menos a 14 personas de la procesión. Muchas otras personas fueron detenidas. Un pequeño número fue liberado en medio de una multitud de colonos que les atacaron. Mientras tanto, se solicitaron grandes refuerzos militares para acordonar los barrios pobres marroquíes. Aviones de reconocimiento sobrevolaron a baja altura estos barrios en un esfuerzo que era tanto de vigilancia como de intimidación. Asimismo, tanques ligeros y ametralladoras desfilaron por las Carreras Centrales. En el propio distrito, la policía marroquí obligó a los residentes a abrir sus tiendas y destruyó las que permanecían cerradas, en lo que prefiguró la respuesta francesa a la huelga general organizada por el FLN en Argelia cinco años después.
En los días siguientes, miles de policías y soldados se desplegaron en los barrios marroquíes y 1.206 personas fueron declaradas culpables de alteración del orden público por los tribunales coloniales. Algunos de los manifestantes detenidos fueron torturados con electricidad en las comisarías, un presagio de los años siguientes de la revolución argelina (1954-1962). 51 sindicalistas franceses próximos al movimiento nacionalista marroquí también fueron deportados a Francia. 
Como suele ocurrir en las masacres coloniales (el Estado tiene interés en impedir que existan archivos), el número de manifestantes muertos durante estos días de represión sigue sin estar claro, pero se cree que osciló entre 100 y 300 (Jim House, "L'impossible contrôle d'une ville coloniale?", 2012).


El Plan Écochard y el chabolismo. Hemeroteca del Ministerio de Vivienda marroquí


Arquitectos y contrarrevolución 
 

Como se ha mencionado anteriormente, la información proporcionada por Jim House en su ensayo es extremadamente valiosa, pero tampoco menciona cómo las Carrières Centrales fueron al mismo tiempo el lugar de una drástica transformación urbana que sigue siendo bien conocida en la historia de la arquitectura actual. Por lo tanto, la narrativa política e histórica no implica a la arquitectura y, como era de esperar, la mayoría de las narrativas arquitectónicas no implican la violencia del colonialismo o lo hacen con demasiado poco énfasis. 
Siendo director del Departamento de Planificación Urbana de Marruecos (1946 a 1952), el arquitecto y urbanista francés Michel Écochard diseñó un plan director para las Carrières Centrales con su colectivo, cuyo nombre, GAMMA por Grupo de Arquitectos Modernas Marroquíes, induce a error en cuanto al tipo de arquitectos implicados (“marroquíes” significa aquí franceses y occidentales en Marruecos, como Shadrach Woods o Georges Candilis).
Como ya se ha dicho, este plan director y su reconocible cuadrícula de 8×8 metros, así como sus intentos (más o menos orientalistas) de adaptarlo a la población marroquí, pertenecen a la historia canónica de la arquitectura. En las raras ocasiones en que se menciona el contexto político de este proyecto (no “simplemente” el orden colonial francés en Marruecos, sino también la supresión del movimiento nacionalista marroquí), este contexto se entiende como el trasfondo del proyecto, más que como su propia esencia. 
Esta es, en mi opinión, una dimensión fundamental para entender no sólo el papel de la arquitectura aquí, no sólo la relación que la arquitectura tiene con el colonialismo, sino, más ampliamente, la propia función de la arquitectura en la cristalización y la imposición de órdenes políticos (y, quizás en las más raras ocasiones, del desorden).
En otras palabras, no debería sorprendernos simplemente el hecho de que la masacre de 1952 se produjera mientras estaba en marcha la transformación urbana del poblado chabolista, sino que deberíamos ver esta transformación como el esfuerzo colonial por silenciar el movimiento anticolonial, como ocurriría más tarde en Argelia a finales de la década de 1950 con la construcción de complejos residenciales masivos por parte de las autoridades francesas como la segunda oleada contrarrevolucionaria (después y al mismo tiempo que la oleada judicial y militar) contra la revolución anticolonial. Por supuesto, el proyecto en sí no fue una respuesta a la huelga de 1952, sino más bien una respuesta preventiva a dicha lucha política. 
Afirmar esto no es sugerir que la historia deba releerse a través del prisma de una conspiración colonial en la que participaron arquitectos y urbanistas en todos los niveles de la toma de decisiones militares y administrativas. Personalmente, no he leído ningún relato que implique a Écochard y a los militares sobre los rasgos contrarrevolucionarios de su proyecto urbano, y no sé si existe alguno, al igual que no lo hice con Fernand Pouillon en Argel unos años más tarde. 
Sin embargo, el grado de intencionalidad mostrado por los arquitectos a la hora de participar en el orden colonial es secundario cuando los clientes son precisamente los guardianes de ese orden, y los arquitectos miembros de la sociedad colonial. Además, con su extremo énfasis en la racionalidad, la arquitectura moderna, quizás más que ninguna otra, encarna el paradigma espacial ideal cuando se trata de controlar a la población (véase este artículo de 2014 sobre Brasilia, por ejemplo) y enmarcar la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana de sus residentes. 
Por tanto, los diversos complejos modernistas construidos por las autoridades coloniales francesas en Marruecos y Argelia deben verse, tanto política como operativamente, como lo que son: armas arquitectónicas contrarrevolucionarias.


El edificio “Nid d'Abeilles” [Nido de abejas] diseñado por Georges Candilis y Sadrach Woods en 1952 y 2016. Fotos de Léopold Lambert

Arquitectura y revolución anticolonial

 Como he dicho muchas veces en The Funambulist, estoy convencido de que la arquitectura tiene propensión a encarnar el orden colonial. Su violencia intrínseca materializa fácilmente los muros que el Estado colonial necesita para mantenerse, y nada es más fácil que extruir una línea trazada en un mapa donde las fronteras son construcciones coloniales. Una parte de mí sigue creyendo que se puede lograr un diseño anticolonial si se está dispuesto de algún modo a abrazar esa violencia intrínseca en favor de una agenda anticolonial. Sin embargo, la relación entre arquitectura y revolución anticolonial nunca es mayor que cuando el orden encarnado por la primera se subvierte (voluntaria o involuntariamente) en favor de la segunda. Aunque la liberación de Marruecos tuvo lugar en 1956, y es dudoso que tal proceso ya se hubiera logrado para entonces en el entramado Écochard de las Carrières Centrales, una visita a la arquitectura moderna del actual Hay Mohammadi sugiere sin duda tal subversión en la dificultad que incluso podríamos experimentar al intentar reconocerla.
Por supuesto, la subversión aquí se basaba principalmente en la apropiación de un espacio doméstico para las necesidades cotidianas, no en un esfuerzo político anticolonial; sin embargo, al igual que los arquitectos coloniales no necesitan contribuir voluntariamente al orden colonial para hacerlo, los residentes colonizados y poscoloniales (Hay Mohammadi sigue siendo hoy un barrio proletario) no necesitan subvertir voluntariamente ese orden para hacerlo.
Si se nos permite concluir con una última comparación con Argel, la Casba no necesitó ser transformada políticamente para constituir una condición espacial ideal para la revolución argelina; su existencia continuada en desacuerdo con la lógica colonial, así como su encarnación de una multitud de procesos racionales (en oposición a un proceso uniforme, siempre manifestado en un plan maestro), hicieron que lo fuera. Por ello, las fotografías siguientes, en comparación con la anterior del plan Écochard, representan menos la eficacia de una lucha anticolonial pasada que el símbolo de su potencial presente o futuro en la subversión del orden colonial que encarnan.

Abajo fotografías de Hay Mohammadi, Casablanca, de Léopold Lambert (2016).



Agradecimientos: este artículo solo ha podido escribirse hoy gracias a una invitación a Hay Mohammadi de las amigas Karima El Kharraze y Hélène Harder en 2016, y a la generosa introducción de Karim Rouissi a la historia proletaria de la ciudad. También me gustaría aprovechar este párrafo adicional para decir que, por supuesto, he leído varios de los textos de Marion Von Osten sobre el tema, y por lo tanto estoy obligado a ser influenciado de una manera u otra por su trabajo en este artículo; sin embargo, sigo siendo incapaz de articular una respuesta a ella porque su discurso parece estar formulado más para los fines de la historia de la arquitectura que para la historia del colonialismo y los movimientos anticoloniales abordados a través de la perspectiva de la arquitectura, como me interesa hacer.

15/07/2024

FADWA ISLAH
Después de Argelia, Marruecos: nuevas revelaciones sobre los vínculos de Jordan Bardella con el Magreb


Fadwa Islah, Jeune Afrique, 28/6/2024
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala

 Después de investigar los orígenes argelinos del presidente de la Agrupación Nacional, Jeune Afrique siguió los pasos de su abuelo paterno, hasta Casablanca. Revelaciones exclusivas.

    

 

Si el presidente de la Agrupación Nacional, Jordan Bardella, nunca ha dejado de resaltar sus orígenes italianos, sobre todo para ilustrar el modelo de asimilación que defiende políticamente, siempre ha ignorado los vínculos de su familia con el Magreb.

Permiso de residencia

En primer lugar, los de su bisabuelo Mohand Séghir Mada, un trabajador inmigrante argelino que llegó desde Cabilia, en Francia, en los años 1930. Pero también los de su abuelo paterno, Guerrino Bardella. Él se casó por primera vez con Réjane Mada, de la rama familiar argelina, y la pareja dio a luz, en 1968, a Olivier Bardella, el padre del putativo futuro Primer Ministro francés [este artículo fue publicado antes de la primera vuelta electoral, NdT]. Posteriormente, la pareja se divorció y Guerrino se instaló en Marruecos, donde se casó con su segunda esposa, una marroquí, llamada Hakima.

Aunque se desconoce la fecha exacta del matrimonio, lo menos que puede decirse es que se remonta a varios años atrás -el último permiso de residencia de Guerrino Italo Bardella en Marruecos obtenido por “reagrupación familiar”, según la información a la que ha tenido acceso Jeune Afrique, se expidió en 2016 por un periodo de diez años.

Esto significa que no era su primer permiso de residencia en Marruecos, sino una renovación.

Conversión al Islam

Con su nueva esposa, este pensionista, qui cumplió 80 años el 1° de abril de 2024, vive felizmente en Casablanca, en el barrio Bourgogne. Su matrimonio con Hakima implica que se ha convertido al islam, de acuerdo con la ley vigente en Marruecos, que estipula que un ciudadano no puede casarse con un extranjero de confesión no musulmana si antes no se ha convertido oficialmente ante un adul (autoridad jurídica religiosa) y varios testigos.

Guerrino Bardella es conocido como carpintero y ebanista, trabaja en círculos de expatriados y entre la burguesía marroquí, y está registrado en el Reino como ciudadano italiano. Como muchos de sus compatriotas que viven en la capital económica de Marruecos, es asiduo desde hace tiempo al restaurante del Círculo Italiano “Chez Massimo”, en el bulevar Bir Anzarane del barrio Maarif.

Un futuro mejor

Nacido en 1944 en Alvito, provincia de Frosinone, en la región italiana del Lacio, en el seno de una familia de cuatro hijos -tiene una hermana, Giovanna, y dos hermanos: Honoré Roger y Silvio Ascenzo, los tres fallecidos-, este hijo de albañil llegó a Montreuil (Francia) en 1960, en busca de un futuro mejor. En 1963 se casó con Réjane Mada, hija de Mohand Séghir Mada.

Poco se sabe de la relación de Jordan Bardella con su abuelo, que se había convertido al Islam y se había establecido en Marruecos. Menos aún se sabe de su relación con sus orígenes argelinos, que el Presidente de la RN nunca ha mencionado públicamente.

03/03/2023

NABIL MOULINE
La Fiesta del Trono en Marruecos: breve historia de una tradición inventada

Nabil Mouline, 2015
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala

 Original : MOULINE, Nabil. La Fête du trône : petite histoire d’une tradition inventée. In : Le Maroc au présent : D’une époque à l’autre, une société en mutation, p. 691-701  [en línea]. Casablanca: Centro Jacques-Berque, 2015. Disponible en línea: http://books.openedition.org/cjb/1104. ISBN : 9791092046304. DOI : https://doi.org/10.4000/books.cjb.1104

Nabil Mouline es un historiador y politólogo marroquí, becario de investigación en el CNRS (Centro Nacional francés de Investigación Científica), adscrito al Centre Jacques-Berque, Rabat. Bibliografía

Bajo un sol abrasador, varios centenares de dignatarios del majzén e invitados esperan desde hace varias horas en el patio delantero del palacio real -llamado el mishwar (lugar de deliberación y consulta)- para participar o asistir a la ceremonia principal del ‘id al-‘arsh (la Fiesta del Trono): hafl al-wala’ (la ceremonia de lealtad). Mientras cada uno intenta pasar el tiempo a su manera a la espera del fatídico momento, los guardias de seguridad y los sirvientes de palacio ocupan sus puestos con serenidad, al menos en apariencia. Sólo los encargados del protocolo real están ocupados. De repente, la tensión aumenta. Comienza a correr el rumor de que Sidna (Nuestro Señor, título informal del Rey) saldrá en breve. Comienza una carrera contrarreloj para poner a cada uno en su sitio. Los invitados por un lado y los participantes por otro. Todo se organiza en pocos minutos. La máquina está bien ensayada. Entonces las trompetas anuncian la solemne llegada del cortejo real. Las puertas del palacio se abren. Comienza el espectáculo ritual. El tiempo se suspende, por así decirlo, durante unos minutos.

Dos escuderos de palacio acompañados de varios sirvientes (mkhazniyya) llegan a la cabeza del cortejo. Les siguen varios jinetes y mozos de cuadra. Les siguen otros dos sirvientes llevando lanzas. Mientras que los sirvientes van todos vestidos con caftanes blancos y tocados con gorros rojos en forma de cono (shashiyyat al-wala’), los dos escuderos destacan por llevar turbante, espada y bastón. Un carruaje de gala cierra la marcha. En el centro de este dispositivo está, por supuesto, el soberano. Vestido de beige dorado y montado en un caballo con todos los arreos, se cobija bajo la cúpula de una enorme sombrilla. Criados, guardaespaldas, oficiales y algunos miembros de la familia real le rodean.

La procesión avanza lentamente al son de una música solemne. El Rey gira primero la cabeza hacia la derecha para saludar a la bandera de la dinastía que porta un oficial de la Guardia Real y luego la gira hacia la izquierda para saludar a los miembros del Gobierno alineados detrás de una línea blanca. La procesión llega finalmente ante una cohorte de altos funcionarios del Ministerio del Interior dispuestos en varios grupos: el ministro, los directores de la administración central, los ualíes [prefectos de región], los gobernadores y los agentes de la autoridad de cada provincia. La liturgia política propiamente dicha comienza cuando la comitiva avanza lentamente por los distintos grupos. Delante de cada uno de ellos, un sirviente declama incansablemente las siguientes réplicas:

Nuestro Señor os dice: que Dios os ayude.

Nuestro Señor os dice: que Dios os ponga en el buen camino.

Nuestro Señor te dice: que Dios esté complacido contigo.

Ualíes, prefectos y alcaides, nuestro Señor os dice: Que Dios os ponga en el buen camino y os apruebe.

Mientras los dignatarios de Interior deben postrarse tras el final de cada fórmula, un grupo de sirvientes repite una conocida antífona: “¡Que Dios conceda larga vida a nuestro señor!” En total, los altos funcionarios de Interior se postran cinco veces.

Naturalmente, esta ceremonia, que dura entre diez y veinte minutos, se retransmite en directo por la televisión nacional, al igual que las demás ceremonias conmemorativas de la Fiesta del Trono. El locutor utiliza todos los superlativos imaginables para alabar las buenas acciones del soberano y reivindicar su importancia política y religiosa. Hace especial hincapié en la bay’a: el juramento de fidelidad que vincula al soberano con sus súbditos de forma inquebrantable. Según el locutor, la bay’a representa la continuidad del Estado, la persistencia del Islam y el apego de la población a su soberano. Pero más allá de los vuelos líricos y las fórmulas prefabricadas, el discurso sigue siendo hueco y carece cruelmente de datos fácticos y ejemplos históricos. Ni siquiera los “expertos” invitados a los informativos de las distintas cadenas nacionales, en particular el Ministro de Asuntos Islámicos, son de ayuda, y con razón: estamos ante un caso típico de invención de la tradición.

La Fiesta del Trono, de reciente creación (1933), es la instauración de un conjunto de prácticas rituales para crear una continuidad ficticia con el pasado e inculcar normas de comportamiento a la población, en nombre de la tradición. Los promotores de las tradiciones inventadas eligen referencias y símbolos antiguos para responder a las preocupaciones de su tiempo: legitimar de algún modo el orden existente. En su forma actual, este ritual fue creado desde cero por Hassan II. Su hijo y sucesor Mohammed VI lo ha asumido casi tal cual, mientras cumpla su función: afirmar la centralidad y supremacía de la monarquía. Esta función dista mucho del objetivo que los nacionalistas se habían fijado para el Día del Trono: simbolizar y celebrar la nación marroquí.

Nacimiento de la primera fiesta nacional

 No fue hasta veinte años después del Tratado de Fez, en 1912, cuando surgió una juventud nacionalista en los principales centros urbanos del país, especialmente Rabat, Salé, Tetuán y Fez. Influidos por las ideas europeas sobre la nación y el nacionalismo, tal y como se presentaban en las publicaciones del Mashreq, estos jóvenes pensaban en Marruecos como una unidad geográfica, política y cultural: un Estado nación. Es la primera vez que se vislumbra tan claramente una identidad intermedia entre la pertenencia local (linaje, localidad, región, etc.) y la pertenencia global (islam). Pero queda todo por hacer. Hubo que crear o adoptar una serie de conceptos, símbolos e imágenes para reforzar este proyecto y movilizar a la población en torno a él, especialmente tras los acontecimientos que siguieron a la promulgación del llamado dahir bereber en 1930.

Por razones que no están claras, los jóvenes nacionalistas decidieron centrar el ideal y la construcción ideal de la nueva nación no en el folclore, la lengua, la etnia, los valores o la historia, sino en la persona del sultán. Probablemente querían desencadenar una movilización colectiva que no rompiera demasiado con las estructuras tradicionales para no despertar las suspicacias de la Residencia General, el majzén y parte de la población. También querían aprovechar el capital simbólico de la institución sultánica para hacer llegar sus mensajes más fácilmente. Pero nada es seguro, porque este periodo de balbuceos se caracteriza por una gran improvisación, debido al modesto nivel intelectual de la mayoría de los jóvenes nacionalistas y también a su inexperiencia. El hecho es que estos jóvenes optaron por movilizar a la población en torno a la figura del sultán y no en torno a una ideología más o menos elaborada y a un proyecto político claro.

Para catalizar rápidamente la imaginación del mayor número de personas, los jóvenes nacionalistas, en particular los equipos de la revista al-Maghrib y del periódico L’Action du peuple, decidieron celebrar la llegada al poder de Mohammed V (1927-1961), considerado como el símbolo de la soberanía y la unidad nacionales. En efecto, este acontecimiento podía ser una ocasión de oro para reunir a la población en torno a sentimientos y aspiraciones comunes y propagar las “ideas” nacionalistas sin preocupar a las autoridades. Así ocurrió en Egipto, fuente inagotable de inspiración para los nacionalistas marroquíes, donde el partido al-Wafd aprovechó las celebraciones anuales del ‘id al-yulus (Día del Trono), instaurado en 1923, para organizar manifestaciones públicas de exaltación del sentimiento nacional y de denuncia de la ocupación. Ni que decir tiene que esta fiesta es de origen europeo, y más concretamente británico. Se celebró por primera vez en el siglo XVI como Accession Day (Día de acceso al trono) y fue adoptada por la mayoría de las demás monarquías del mundo con diversos grados de adaptación a los contextos locales.

En julio de 1933, Muhammad Hassar (fallecido en 1936) publicó un artículo en la revista al-Maghrib, bajo el seudónimo de al-Maghribi, titulado “Nuestro gobierno y las fiestas musulmanas”, en el que pedía tímidamente a las autoridades francesas que el 18 de noviembre, día de la entronización del sultán, fuera festivo (‘id watani). Unos meses más tarde, el periódico L’Action du peuple, dirigido por Muhammad Hassan al-Uazzani (fallecido en 1978), tomó el relevo. Entre septiembre y noviembre de 1933, el periódico publicó varios artículos en los que pedía que este día fuera "una fiesta nacional, popular y oficial de la nación y del Estado marroquíes". Proponía la creación de comités organizadores en cada ciudad y la creación de un fondo de caridad al que contribuiría toda la nación. El periódico nacionalista también sugería a los organizadores embellecer y decorar las calles, cantar el himno del Sultán, organizar reuniones en las que se recitarían discursos y poemas, y enviar telegramas de felicitación al Sultán. Para tranquilizar a los más conservadores, L’Action du peuple publica una fatwa del ulema ‘Abd al-Hafiz al-Fasi (m. 1964) en la que se afirma que este ritual y todo lo que lo acompaña -música, banderas, etc.- no son innovaciones reprochables.

Número 12 del periódico "L'Action du Peuple", en el que Mohammed Hassan El Uazzani hace un llamamiento a sus compatriotas para que celebren la Fiesta del Trono (18 de noviembre de 1933).

Las autoridades francesas siguen muy de cerca esta dinámica. En efecto, temen las consecuencias políticas que podría tener esta empresa de movilización colectiva. Han intentado obstaculizar o incluso prohibir su organización. Pero ante el entusiasmo de los jóvenes y la aquiescencia de los notables, finalmente ceden. La primera celebración de la Fiesta del Trono, cuyo nombre aún no estaba claro (Día de la Adhesión, Día del Sultán, Fiesta Nacional) tuvo lugar en Rabat, Salé, Marrakech y Fez. Varias calles de las medinas se adornaron con banderas y la gente se reunió en cafés o casas notables para escuchar música, poemas y discursos mientras tomaban té y comían pasteles. La mayoría de las reuniones terminaron con invocaciones a Marruecos y vítores al Sultán, a excepción de Salé, que también organizó un espectáculo de fuegos artificiales. Por último, jóvenes y notables aprovecharon la ocasión para enviar telegramas de felicitación a Mohammed V.

01/01/2022

FREDERIC WEHREY
Marruecos: Las múltiples repercusiones de la rebelión del Rif (1921-1926)

Frederic Wehrey (bio), The New York Review of Books, 18/12/2021
Traducido del inglés por
S. Seguí, Tlaxcala

La revuelta bereber de la década de 1920, que fue un movimiento anticolonial que sirvió de modelo para los que le siguieron, sigue resonando a lo largo de un siglo de historia.

 

El grabado representa a al-Jattabi a caballo liderando a los rebeldes del Rif contra las fuerzas españolas, Marruecos, años 20; Apic/Getty Images

Una noche del pasado mes de octubre, tomé un autobús en Rabat, la capital marroquí, para un trayecto nocturno hasta la costa mediterránea. Tras unas horas, nos adentramos en las montañas del Rif, con el vehículo gimiendo y balanceándose en las curvas cerradas. El Rif, una cadena montañosa relativamente reciente, geológicamente más joven que las cumbres más conocidas del Atlas y menos grandiosa que éstas, se eleva abruptamente desde el mar en su parte norte, pero cae en suaves escarpaduras hacia el sur.

El paisaje resultaba premonitorio en la penumbra de la luna: elevados macizos alfombrados de monte bajo, bosquecillos de cedros y abetos, y profundos barrancos amurallados por peñascos de piedra caliza. No era difícil entender cómo, hace cien años, este terreno infundía temor en los corazones de los jóvenes reclutas de España, país que gobernaba el norte de Marruecos como protectorado, al enfrentarse a una feroz insurgencia de los indígenas amazig, también conocidos como bereberes.

“La peor guerra, en el peor momento, en el peor lugar del mundo”, escribió un periodista español sobre el conflicto de cinco años conocido como la Guerra del Rif.

Los combates comenzaron a principios de junio de 1921, cuando tribus rifeñas tendieron una emboscada a un pequeño contingente de fuerzas españolas en un afloramiento rocoso de la franja norte del Rif conocido como Monte Ubarrán. En retrospectiva, este enfrentamiento no fue más que la primera escaramuza de una batalla mucho más importante y, desde el punto de vista español, catastrófica, que tuvo lugar un mes más tarde en el cercano pueblo de Annual y sus alrededores. El “desastre de Annual”, como se conoce hoy en día en España, supuso la muerte de al menos 13.000 soldados españoles a manos de sólo 3.000 rifeños. A lo largo de dieciocho días, los combatientes asediaron a unos soldados españoles y tropas nativas mal entrenados, situados en puestos avanzados protegidos con sacos de arena, privándoles de provisiones y agua -algunos soldados llegaron a beber su orina- y reduciéndolos con disparos o armas blancas mientras las tropas españolas se retiraban a toda prisa hacia el enclave español de Melilla. El comandante de campo español, general Manuel Fernández Silvestre, conocido por su imprudencia, pereció en la refriega, posiblemente por suicidio. Sus restos nunca se encontraron.

 

El campamento español de Annual tras su captura por los rifeños, Marruecos, 21 de julio de 1921. Foto12/UIG vía Getty Images

Sin embargo, el rey de Marruecos, Mohamed VI, parece reacio a insistir en el asunto con el gobierno español por temor a que empeoren las tensiones diplomáticas entre ambos países, tensiones relacionadas con otros asuntos bilaterales, como la migración africana y marroquí a los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, en el norte de Marruecos, y el deseo del gobierno marroquí de asegurarse el apoyo de España a su posición en el conflicto del Sahara Occidental. Sin embargo, hay otra razón para la vacilación del monarca, y es una razón más cercana a “palacio”. El significado mismo de la Guerra del Rif y sus implicaciones para la identidad nacional y la construcción del Estado dentro del reino son asuntos controvertidos y profundamente sensibles en Marruecos.