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08/08/2025

AMOS HAREL
El plan de Netanyahu para la toma de control de la Ciudad de Gaza pone a Israel en la senda de una guerra perpetua

La ampliación de los combates en Gaza solo ha empeorado la situación de Israel, y la única solución del primer ministro es adentrarse aún más en el atolladero. Mientras tanto, sus ministros ya están tratando de normalizar las inevitables bajas militares y la muerte inminente de los rehenes.

Amos Harel, Haaretz, 8-8-2025

Traducido por Tlaxcala

 

Una bandera israelí dañada en Gaza, vista desde el lado israelí de la frontera entre Israel y Gaza, el 7 de agosto de 2025. Foto Amir Cohen / REUTERS

La crisis entre el primer ministro Benyamin Netanyahu y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, Eyal Zamir, sobre la siguiente fase de la guerra en la Franja de Gaza es aún peor de lo que han informado los medios de comunicación esta semana.

Es más difícil que nunca saber qué pretende realmente Netanyahu: en esta etapa, no solo porque mantiene abiertas todas sus opciones, sino porque no se detendrá ante nada. Sin embargo, la tensión entre ambos es real.

Netanyahu puede tener otros objetivos (apaciguar al ala mesiánica de derecha de su coalición gobernante; disuadir a Hamás), pero actualmente parece centrado en persuadir al ejército para que se prepare para una ocupación total o casi total de Gaza.

En la madrugada del viernes, tras una reunión maratoniana, el gabinete aprobó el plan de Netanyahu para preparar la toma de control de la ciudad de Gaza. Zamir cree que esto sería desastroso. No es inconcebible que se vea obligado a dimitir, o que sea destituido, debido a la disputa, lo que provocaría numerosos terremotos secundarios en las FDI.

El conflicto entre ambos hombres se deriva directamente del estancamiento de la guerra. A lo largo de esta guerra, la más larga de la historia de Israel, los partidarios de Netanyahu han afirmado que está aplicando una estrategia ordenada que ha obtenido importantes logros (Irán, Líbano, Siria, los golpes asestados a Hamás) a pesar de los contratiempos sufridos. Pero, en la práctica, ha sumido a Israel en graves dificultades.

Entre mayo y julio, hubo una oportunidad de alcanzar al menos un acuerdo parcial con Hamás para la liberación de los rehenes, algo que Netanyahu afirmaba querer. Pero su decisión de ampliar la guerra lanzando en mayo una amplia operación terrestre, conocida como Operación Carros de Gedeón, después de haber violado unilateralmente un alto el fuego, no dio los resultados que él y el ejército habían esperado.

Fue entonces cuando comenzó el fiasco de la ayuda. La Fundación Humanitaria de Gaza, con sede en USA, no cumplió los ambiciosos objetivos que se había fijado en cuanto a la distribución de la ayuda a los habitantes de Gaza —algo previsible desde el principio— y el fin del control de Hamás sobre la ayuda no doblegó a la organización. Al contrario, se produjo una nueva catástrofe humanitaria en Gaza, aún peor que las anteriores. Los propagandistas propalestinos la amplificaron aún más mediante un aluvión de engaños y guerra psicológica.[sic]

La imagen de Israel en el extranjero se desplomó aún más, el gobierno usamericano ejerció presión y, hace dos semanas, Netanyahu se vio obligado a abrir las puertas de Gaza e inundar el enclave con ayuda, en contra de todas sus declaraciones anteriores. Sin embargo, el daño causado a la población de Gaza fue tan grande que llevará mucho tiempo repararlo. Y ni siquiera hablemos de la actitud de la comunidad internacional hacia Israel. Lo que vivieron los turistas israelíes en Grecia fue solo el comienzo. El número de advertencias sobre posibles ataques contra israelíes y judíos en el extranjero se está disparando.

Esta semana nos hemos enterado de que el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, que hace dos meses intentó denegar la asignación de 700 millones de shekels (175 millones de euros) para garantizar los centros de distribución de ayuda de la GHF, ahora está asignando sin pestañear otros 3000 millones de shekels al proyecto. «No me interesan los palestinos, pero sí destruir Hamás», explicó. Y mientras tanto, los habitantes de Gaza que intentan desesperadamente conseguir comida para sus familias en los escasos centros de distribución siguen muriendo, por disparos o pisoteados.


Un niño palestino come tahini crudo cerca de un punto de distribución del GHF el sábado. Foto Eyad Baba/AFP

A mediados de julio, antes de que estallara la crisis alimentaria, parecía que se estaba llegando a un acuerdo parcial sobre los rehenes. Israel hizo mucho ruido sobre la ocupación de dos corredores en la región de Morag, en el sur de Gaza, con el fin de poder cederlos en el acuerdo. Los altos cargos de Defensa se mostraban cautelosamente optimistas, como si el alto el fuego inicial de 60 días que se estaba negociando fuera a dar lugar esta vez a un plan más amplio para poner fin a la guerra. Pero Hamás no tardó en comprender las nuevas circunstancias y, desde entonces, no ha mostrado ningún signo de flexibilidad en las negociaciones. Incluso añadió dos exigencias: la liberación de los miembros capturados de su fuerza de élite Nukhba, responsable de la masacre del 7 de octubre, y el aplazamiento de la liberación del último rehén hasta que haya comenzado la reconstrucción de Gaza. Empezó a insistir en la necesidad de reconstruir Gaza, en parte para señalar su intención de seguir formando parte del Gobierno del territorio.

Estas exigencias enfurecieron tanto a Netanyahu como al presidente Trump, y llevaron las negociaciones a un punto muerto. En la práctica, toda la guerra está estancada. Las negociaciones se han suspendido, los negociadores israelíes han sido retirados de Qatar y los combates en Gaza están más estancados que nunca debido a la crisis humanitaria y a la falta de una decisión sobre el futuro del ejército. Por utilizar una analogía deportiva, Netanyahu prefiere ir por la banda que por el centro. No busca una victoria rápida. Quiere dejar abiertas tantas alternativas como sea posible y ganar tiempo, evitando al mismo tiempo cualquier amenaza a su coalición gubernamental.


Netanyahu abraza a Eyal Zamir, en el cuartel general de defensa de Kirya, en Tel Aviv, a finales de junio. Foto Maayan Toaf/GPO

La falta de avances abre la puerta a una crisis con los altos mandos del ejército israelí que implique debilitar al ejército y abusar del jefe del Estado Mayor. Al igual que la «ciudad humanitaria» de Rafah, que nunca se materializó, o el plan de emigración de Gaza, que hasta ahora no ha llegado a ninguna parte, una crisis de este tipo da a los medios de comunicación un nuevo tema del que hablar. La tensa espera de reuniones decisivas y las filtraciones distraen un poco la atención de los fracasos del gobierno: la prolongación de una guerra sin objetivos, los gritos de las familias de los rehenes, el escandaloso proyecto de ley para legalizar la exención del servicio militar de los ultraortodoxos y la mala actuación de los ministros. Mientras tanto, el tiempo pasa y el gobierno sobrevive.

Una guerra perpetua también podría ayudar a Netanyahu a alcanzar su segundo objetivo: asegurar su victoria en las próximas elecciones, aunque todas las encuestas pronostican su derrota. Esto se lograría socavando sistemáticamente el proceso democrático bajo el pretexto de la guerra y sus necesidades.

Zamir tampoco tiene buenas soluciones para la crisis que se ha creado. La ofensiva terrestre de mayo no logró su objetivo y, en opinión de Zamir, eso se debe a que el gobierno no aprovechó sus logros para la diplomacia. Ahora, al carecer de capacidad para obligar a Hamás a firmar un acuerdo, Israel está improvisando soluciones alternativas. Zamir ha aprovechado el respiro en los combates para reducir las tropas en Gaza. El ejército también ha tomado medidas para reducir la carga de los reservistas este año y ha puesto fin a su política de prolongar automáticamente el servicio de los soldados reclutas mediante órdenes de movilización de emergencia.

Normalización del abandono

El enfrentamiento con Netanyahu se intensificó tras un reportaje del veterano periodista Nahum Barnea publicado el viernes pasado en el periódico de gran tirada Yedioth Ahronoth. Barnea escribió que Zamir estaba considerando la posibilidad de dimitir si los responsables políticos le obligaban a conquistar toda la Franja de Gaza. La oficina del primer ministro, siguiendo su costumbre, intentó presionar al jefe del Estado Mayor para que se desvinculase del informe, pero Zamir se negó, aunque el titular inequívoco del artículo aparentemente le sorprendió en cierta medida.

Las razones de la frustración de Zamir son comprensibles: el gabinete de seguridad casi nunca se reúne (en su lugar, hay reuniones de los jefes de las facciones del Knesset, un foro desprovisto de autoridad legal); las reuniones personales entre Zamir y el primer ministro son escasas y esporádicas; y la guerra se está librando al estilo salami, sin que se haya establecido una política clara.


Una simpatizante de los rehenes secuestrados el 7 de octubre de 2023, sostiene carteles mientras participa en una protesta para exigir la liberación inmediata de los rehenes y el fin de la guerra en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 2025. Foto Ammar Awad/ REUTERS

Mientras tanto, la familia Netanyahu ha lanzado una ofensiva contra Zamir. Mientras el padre alza la voz en los pasillos, el hijo y la madre actúan según sus métodos: a través de las redes sociales y filtraciones a los medios de comunicación. Yair Netanyahu tuiteó acusaciones infundadas contra el jefe de Estado mayor, en el sentido de que estaba planeando un golpe militar, y se desvinculó de la responsabilidad de su padre por el nombramiento de Zamir (de hecho, el primer ministro declaró con orgullo en la ceremonia de nombramiento en marzo que era la tercera vez que quería a Zamir para el cargo).

Sara Netanyahu fue citada diciendo que había advertido a su marido que no nombrara a Zamir, porque no sería capaz de soportar la presión de los medios de comunicación. Como en una república bananera, la prensa informó de que Netanyahu padre quería a Zamir, pero que la madre y el hijo presionaron para que se nombrara al general David Zini, que entretanto ha sido nombrado jefe del servicio de seguridad Shin Bet, una decisión peligrosa.

Esta semana, corresponsales diplomáticos y militares recibieron filtraciones detalladas —de una forma que plantea dudas sobre la seriedad de la discusión— sobre los planes que exige Netanyahu: la conquista de la ciudad de Gaza y los campos de refugiados en el centro de la Franja. Se trata de dos de los tres enclaves en los que las FDI han obligado a la población palestina a refugiarse y donde se encuentran los rehenes israelíes (el tercero es la zona de Mauasi, en la costa sur de la Franja).

Altos mandos del ejército israelí advirtieron de que esto requeriría una operación terrestre de varios meses y acciones para peinar la zona y purgarla de terroristas, lo que podría llevar hasta dos años. La operación requeriría entre cuatro y seis divisiones, lo que supondría un número astronómico de días adicionales de servicio de reserva. Y la intención es seguir empujando a la población por la fuerza hacia la sección sur de la Franja, mientras se intenta obligarla a emigrar.

Zamir, por el contrario, propuso rodear los enclaves actuales, ejercer presión militar sobre ellos desde el exterior e intentar desgastar a Hamás, sin poner en peligro la vida de los rehenes. Tampoco parece una solución ganadora.

Trump, al parecer, ha dado luz verde a Netanyahu para ampliar la operación en Gaza, siempre que las fuerzas actúen con rapidez, sin permanecer allí innecesariamente.

Al mismo tiempo, obligó al primer ministro a permitir la entrada de la ayuda. Por el momento, Netanyahu, con el respaldo de Trump, está luchando por una operación a gran escala, a pesar de los riesgos. También está comprando ideas irresponsables que se expresan en su entorno: que después de ocupar la ciudad de Gaza, sería posible gestionar la distribución de alimentos allí a través de los clanes locales.

Aún así, hay una salida: si el primer ministro evita presentar un calendario rígido, siempre es posible falsear el ritmo de ejecución y esperar que, mientras tanto, surja otra solución con la ayuda de la amenaza militar.

Los servidores del primer ministro, los ministros y los diputados, están ocupados normalizando la guerra y preparando el terreno para que la opinión pública acepte abandonar a los rehenes a la muerte. Se empieza afirmando que los civiles secuestrados en sus casas y en el festival de música Nova son en realidad «prisioneros de guerra», soldados capturados que deben esperar a que termine la guerra, en una fecha desconocida en el futuro, para ser devueltos, y se termina silenciando a las familias de los rehenes en el Knesset.

Zamir tiene una clara ventaja: el ejército sigue respaldándolo. La mayoría absoluta de los oficiales cree en él y en sus consideraciones. Netanyahu, cuyos partidarios barajan hipótesis de destitución y sustitución, deberá tenerlo en cuenta. La combinación del peligro para la vida de los soldados y los rehenes, junto con la confrontación pública entre el primer ministro y el jefe del Estado Mayor, podría inclinar la opinión pública en contra de Netanyahu.


Reservistas en Gaza, en marzo. Foto Portavoz de las FDI

Si Zamir hace lo que hizo Eli Geva en la guerra del Líbano de 1982 —como comandante de la 211ª Brigada Blindada, dimitió del ejército en protesta por la guerra—, entraremos en territorio desconocido. Es probable que esto provoque un mayor rechazo al servicio, especialmente entre las unidades de reserva, y que finalmente surja un nuevo movimiento de las Cuatro Madres, eficaz y más vociferante, como el que surgió en 1997 contra la guerra del Líbano.

El verdadero estado del ejército, que lleva 22 meses luchando en Gaza, se puede deducir de una publicación de un mayor de la reserva, comandante de una unidad que maneja maquinaria pesada. «En las últimas tres semanas he experimentado de cerca la profundidad del problema», escribió. «La falta de organización, la incertidumbre y la ausencia de un objetivo operativo claro son sentimientos que se repiten en todos los ámbitos... El resultado sobre el terreno: las fuerzas se mueven sin contexto, sin continuidad y sin un objetivo claro. Las tropas de combate también lo sienten, no solo por la carga, sino por una sensación de total desprecio operativo».

Cuando las cosas se dicen con claridad, y no a través de fuentes anónimas, los medios de comunicación se ven obligados a informarlas de manera directa. Pero la mayoría de las veces se dedican a difuminar los acontecimientos de Gaza bajo una espesa capa de patriotismo, camaradería guerrera y edulcoramiento.

6 de agosto de 2025: una niña palestina frente al Centro de Salud Sheikh Radwan, en el norte de la ciudad de Gaza, tras su destrucción en un ataque nocturno. Foto: Omar Al-Qattaa/AFP.

AMOS HAREL
Le plan de Netanyahou pour prendre le contrôle de la Ville de Gaza engage fermement Israël sur la voie d’une guerre perpétuelle

L’intensification des combats à Gaza n’a fait qu’aggraver la situation d’Israël, et la seule solution du Premier ministre est de s’enfoncer encore davantage dans le bourbier Pendant ce temps, ses ministres tentent déjà de normaliser les inévitables pertes militaires et la mort imminente des otages

Amos Harel, Haaretz, 8/8/2025
Traduit par Tlaxcala


Un drapeau israélien endommagé flotte sur Gaza, vu depuis le côté israélien de la frontière entre Israël et Gaza, le 7 août 2025. Photo : Amir Cohen / REUTERS

La crise entre le Premier ministre Benjamin Netanyahou et le chef d’état-major des Forces de défense israéliennes, Eyal Zamir, au sujet de la prochaine phase de la guerre dans la bande de Gaza est encore plus grave que ce que les médias ont rapporté cette semaine.

Il est plus difficile que jamais de savoir ce que Netanyahou a vraiment l’intention de faire : à ce stade, non seulement parce qu’il garde toutes ses options ouvertes, mais aussi parce qu’il est prêt à tout. Néanmoins, la tension entre les deux hommes est réelle.

Netanyahou a peut-être d’autres objectifs (apaiser l’aile messianique de droite de sa coalition gouvernementale, dissuader le Hamas), mais il semble actuellement se concentrer sur la persuasion de l’armée de se préparer à une occupation totale ou quasi totale de Gaza.

Tôt vendredi matin, après une réunion marathon, le cabinet a approuvé le plan de Netanyahou visant à préparer la prise de contrôle de la ville de Gaza. Zamir pense que cela serait désastreux. Il n’est pas inconcevable qu’il soit poussé à démissionner, ou licencié, en raison de ce différend, ce qui provoquerait de nombreux séismes secondaires au sein de l’armée israélienne.

Le conflit entre les deux hommes découle directement de l’impasse dans laquelle se trouve la guerre. Tout au long de cette guerre, la plus longue de l’histoire d’Israël, les partisans de Netanyahou ont affirmé qu’il mettait en œuvre une stratégie ordonnée qui avait permis d’obtenir des résultats importants (Iran, Liban, Syrie, coups portés au Hamas) malgré quelques accrocs en cours de route. Mais dans la pratique, il a plongé Israël dans de graves difficultés.

De mai à juillet, il y avait une possibilité de parvenir à un accord au moins partiel avec le Hamas sur la libération des otages, ce que Netanyahou prétendait vouloir. Mais sa décision d’étendre la guerre en lançant une vaste opération terrestre en mai, connue sous le nom d’opération « Les chars de Gédéon », après avoir violé unilatéralement un cessez-le-feu, n’a pas donné les résultats escomptés par lui-même et l’armée.

C’est également à ce moment-là que le fiasco de l’aide humanitaire a commencé. La Gaza Humanitarian Foundation, basée aux USA, n’a pas atteint les objectifs ambitieux qui lui avaient été fixés en matière de distribution de l’aide aux Gazaouis – ce qui était prévisible dès le départ – et la fin du contrôle du Hamas sur l’aide n’a pas mis l’organisation à genoux. Au contraire, une nouvelle catastrophe humanitaire s’est développée à Gaza, pire encore que celles qui l’ont précédée. Les propagandistes propalestiniens l’ont ensuite amplifiée par un flot de mensonges et de guerre psychologique.[sic]

La position d’Israël à l’étranger s’est encore détériorée, le gouvernement usaméricain a exercé des pressions et, il y a deux semaines, Netanyahou a été contraint d’ouvrir les portes de Gaza et d’inonder l’enclave d’aide, contrairement à toutes ses déclarations précédentes. Pourtant, les dommages causés à la population de Gaza sont si importants qu’il faudra beaucoup de temps pour les réparer. Et ne parlons même pas de l’attitude de la communauté internationale envers Israël. Ce que les touristes israéliens ont vécu en Grèce n’était qu’un début. Le nombre d’alertes concernant des attaques potentielles contre des Israéliens et des Juifs à l’étranger est en forte augmentation.

Cette semaine, nous avons appris que le ministre des Finances Bezalel Smotrich, qui avait tenté il y a deux mois de refuser l’allocation de 700 millions de shekels (175 millions d’euros) pour sécuriser les centres de distribution de l’aide de la GHF, alloue désormais sans sourciller 3 milliards de shekels supplémentaires à ce projet. « Les Palestiniens ne m’intéressent pas, mais détruire le Hamas, oui », a-t-il expliqué. Pendant ce temps, les Gazaouis qui tentent désespérément d’obtenir de la nourriture pour leurs familles dans les rares centres de distribution continuent de mourir, sous les balles ou piétinés à mort.


Un garçon palestinien mange du tahini cru près d’un centre de distribution de la GHF samedi. Photo Eyad Baba/AFP

À la mi-juillet, avant que la crise alimentaire n’éclate, un accord partiel sur les otages semblait proche. Israël a fait grand cas de l’occupation de deux couloirs dans la région de Morag, au sud de Gaza, afin de pouvoir les céder dans le cadre de l’accord. Les hauts responsables de la défense se montraient prudemment optimistes, comme si le cessez-le-feu initial de 60 jours en discussion allait cette fois déboucher sur un plan plus large pour mettre fin à la guerre. Mais le Hamas a rapidement saisi la nouvelle donne et, depuis lors, il n’a montré aucun signe de flexibilité dans les négociations. Il a même ajouté deux exigences : la libération des membres capturés de sa force d’élite Nukhba, qui a perpétré le massacre du 7 octobre, et le report de la libération du dernier otage jusqu’au début de la reconstruction de Gaza. Il a commencé à mettre en avant la nécessité de reconstruire Gaza, en partie pour signaler son intention de rester au sein du gouvernement du territoire.

Ces exigences ont provoqué la colère de Netanyahou et du président Trump et ont conduit les négociations dans une impasse. En réalité, toute la guerre est au point mort. Les négociations ont été suspendues, les négociateurs israéliens ont été rappelés du Qatar et les combats à Gaza sont plus statiques que jamais en raison de la crise humanitaire et de l’absence de décision sur la suite des opérations militaires. Pour utiliser une analogie sportive, Netanyahou préfère jouer large plutôt que direct. Il ne cherche pas une victoire rapide. Il veut laisser ouvertes autant d’options que possible et gagner du temps tout en évitant toute menace pour sa coalition gouvernementale.


Netanyahou donne l'accolade à Eyal Zamir, au QG de la défense à Tel-Aviv, fin juin. Photo Maayan Toaf/GPO

L’absence de progrès ouvre la voie à une crise avec les hauts responsables de l’armée israélienne, qui pourrait se traduire par un affaiblissement de l’armée et des attaques contre le chef d’état-major. À l’instar de la « ville humanitaire » de Rafah qui n’a jamais vu le jour ou du plan d’émigration des Gazaouis qui n’aboutit à rien, une telle crise donnerait aux médias un nouveau sujet de discussion. L’attente tendue des réunions décisives et des fuites permet de détourner quelque peu l’attention des échecs du gouvernement : la prolongation d’une guerre sans objectif, les cris des familles des otages, le projet de loi scandaleux visant à légaliser l’exemption du service militaire pour les ultra-orthodoxes et les mauvaises performances des ministres. Pendant ce temps, le temps passe et le gouvernement survit.

Une guerre perpétuelle pourrait également aider Netanyahou à atteindre son deuxième objectif : assurer sa victoire aux prochaines élections, même si tous les sondages prédisent sa défaite. Pour ce faire, il suffirait de saper systématiquement le processus démocratique sous le couvert de la guerre et de ses nécessités.

Zamir n’a pas non plus de solution satisfaisante à la crise qui s’est créée. L’offensive terrestre de mai n’a pas atteint son objectif et, selon Zamir, c’est parce que le gouvernement n’a pas tiré parti de ses succès pour mener une diplomatie efficace. Aujourd’hui, incapable de contraindre le Hamas à signer un accord, Israël improvise des solutions alternatives. Zamir a profité de l’accalmie des combats pour réduire les effectifs militaires à Gaza. L’armée a également pris des mesures pour réduire la charge pesant sur les réservistes cette année et a mis fin à sa politique de prolongation automatique du service des soldats appelés sous les drapeaux par des ordres d’appel d’urgence.

Normalisation de l’abandon

Le conflit avec Netanyahou s’est intensifié à la suite d’un article publié vendredi dernier par le journaliste chevronné Nahum Barnea dans le quotidien à grand tirage Yedioth Ahronoth. Barnea a écrit que Zamir envisageait la possibilité de démissionner si les décideurs politiques l’obligeaient à conquérir toute la bande de Gaza. Le cabinet du Premier ministre, suivant son habitude, a tenté de faire pression sur le chef d’état-major pour qu’il se dissocie de l’article, mais Zamir a refusé, même si la formulation sans équivoque du titre l’a apparemment quelque peu surpris.

Les raisons de la frustration de Zamir sont compréhensibles : le cabinet de sécurité ne se réunit pratiquement jamais (à la place, il y a des réunions des chefs des factions de la Knesset, un forum dépourvu de toute autorité légale) ; les rencontres personnelles entre Zamir et le Premier ministre sont rares ; et la guerre est menée à la sauvette, sans qu’aucune politique claire ne soit définie.


Une sympathisante des otages capturés le 7 octobre 2023 brandit des pancartes lors d’une manifestation exigeant la libération immédiate des otages et la fin de la guerre, à Tel-Aviv le 7 août 2025. Photo Ammar Awad/ REUTERS

Pendant ce temps, la famille Netanyahou a lancé une offensive contre Zamir. Alors que le père fait entendre sa voix dans les coulisses, le fils et la mère agissent selon leurs méthodes : via les réseaux sociaux et des fuites dans les médias. Yair Netanyahou a tweeté des accusations infondées contre le chef d’état-major, affirmant qu’il préparait un coup d’État militaire, et s’est dissocié de la responsabilité de son père dans la nomination de Zamir (en réalité, le Premier ministre avait fièrement déclaré lors de la cérémonie de nomination en mars que c’était la troisième fois qu’il voulait Zamir à ce poste).

Sara Netanyahou aurait déclaré avoir averti son mari de ne pas nommer Zamir, car il ne serait pas capable de résister à la pression des médias. Comme dans une république bananière, la presse a rapporté que Netanyahou père voulait en fait Zamir, mais que la mère et le fils avaient fait pression pour la nomination du général David Zini, qui a entre-temps été nommé à la tête du service de sécurité Shin Bet – une décision dangereuse.

Cette semaine, des correspondants diplomatiques et militaires ont reçu des fuites détaillées – d’une manière qui soulève des doutes quant au sérieux de la discussion – sur les plans exigés par Netanyahou : la conquête de la ville de Gaza et des camps de réfugiés au centre de la bande de Gaza. Il s’agit de deux des trois enclaves dans lesquelles l’armée israélienne a contraint la population palestinienne à se réfugier et où sont détenus les otages israéliens (la troisième est la région de Mawasi, sur la côte sud de la bande de Gaza).

De hauts responsables de l’armée israélienne ont averti que cela nécessiterait une opération terrestre de plusieurs mois et des actions visant à passer la zone au peigne fin et à la purger de tout terroriste, ce qui pourrait prendre jusqu’à deux ans. L’opération nécessiterait quatre à six divisions, ce qui représente un nombre astronomique de jours de réserve supplémentaires. Et l’intention est de continuer à pousser la population par la force vers le sud de la bande de Gaza tout en essayant de la contraindre à émigrer. Zamir, en revanche, a proposé d’encercler les enclaves actuelles, d’exercer une pression militaire sur elles depuis l’extérieur et d’essayer d’épuiser le Hamas, sans mettre en danger la vie des otages. Cela ne semble pas non plus être une solution gagnante.

Trump semble avoir donné le feu vert à Netanyahou pour étendre l’opération à Gaza, à condition que les forces agissent rapidement, sans s’attarder inutilement sur place. Dans le même temps, il a contraint le Premier ministre à autoriser l’acheminement de l’aide. Pour l’instant, Netanyahou, avec le soutien de Trump, s’efforce de mener une opération de grande envergure, malgré les risques. Il adhère également à des idées irresponsables qui circulent dans son entourage, selon lesquelles, après avoir occupé la ville de Gaza, il sera possible de gérer la distribution de la nourriture sur place par le biais des clans locaux.

Il existe toutefois une issue : si le Premier ministre évite de présenter un calendrier rigide, il sera toujours possible de brouiller les pistes quant au rythme de mise en œuvre et d’espérer qu’entre-temps, une autre solution émergera grâce à la menace militaire.

Les serviteurs du Premier ministre, les ministres et les députés, s’affairent à normaliser la guerre et à préparer le terrain pour que l’opinion publique accepte d’abandonner les otages à la mort. Cela commence par l’affirmation que les civils qui ont été enlevés chez eux et lors du festival de musique Nova sont en réalité des « prisonniers de guerre », c’est-à-dire des soldats capturés qui doivent attendre la fin de la guerre, à une date inconnue, pour être libérés, et cela se termine par le silence imposé aux familles des otages à la Knesset.

Zamir a un avantage certain : l’armée est toujours derrière lui. La majorité absolue des officiers le croit et partage ses considérations. Netanyahou, dont les partisans envisagent des scénarios de destitution et de remplacement, devra en tenir compte. La combinaison du danger pour la vie des soldats et des otages et d’une confrontation publique entre le Premier ministre et le chef d’état-major pourrait faire basculer l’opinion publique contre Netanyahou.


Réservistes à Gaza, en mars. Photo porte-parole de l’armée israélienne

Si Zamir fait ce qu’Eli Geva a fait pendant la guerre du Liban en 1982 – en tant que commandant de la 211e brigade blindée, il avait démissionné de l’armée pour protester contre la guerre –, nous entrerons en territoire inconnu. Cela risque d’entraîner un refus plus important de servir, en particulier parmi les unités de réserve, et de voir enfin naître un nouveau mouvement des Quatre Mères, efficace et plus virulent, à l’image de celui qui avait vu le jour en 1997 contre la guerre au Liban.

L’état réel de l’armée, qui combat à Gaza depuis 22 mois, peut être déduit d’un message publié par un major de réserve, commandant d’une unité qui utilise du matériel de génie lourd. « Au cours des trois dernières semaines, j’ai pu constater de près la gravité du problème », écrit-il. « Le manque d’organisation, l’incertitude et l’absence d’objectif opérationnel clair – des sentiments qui reviennent dans tous les cadres... Le résultat sur le terrain : les forces se déplacent sans contexte, sans continuité et sans objectif clair. Les troupes de combat le ressentent également, non seulement dans la charge, mais aussi dans un sentiment de mépris total pour les opérations. »

Lorsque les choses sont clairement énoncées, et non par des sources anonymes, les médias sont obligés de les rapporter de manière directe. Mais la plupart du temps, ils s’efforcent de brouiller les événements à Gaza sous une épaisse couche de patriotisme, de camaraderie guerrière et d’édulcoration.

6 août 2025 : une fillette palestinienne devant le centre de santé Sheikh Radwan, dans le nord de la ville de Gaza, après sa destruction lors d'une frappe nocturne. Photo Omar Al-Qattaa/AFP

06/05/2025

AMOS HAREL
Israël se dirige vers un nouveau désastre à Gaza, alimenté par les plans délirants de Netanyahou

L’offensive élargie à Gaza approuvée par le cabinet est susceptible d’échouer, conduisant à un enchevêtrement prolongé et à de lourdes pertes de soldats, de captifs et de Palestiniens - sans vaincre le Hamas. Netanyahou suit l’extrême droite, tandis que les dirigeants de Tsahal espèrent l’intervention de Trump

Amos Harel, Haaretz, 5/5/2025
Traduit par Fausto GiudiceTlaxcala


Soldats de l’IDF à côté de chars près de la frontière de Gaza, lundi. Photo MENAHEM KAHANA/AFP

Permettez-moi d’être franc : nous nous dirigeons vers un nouveau désastre dans la bande de Gaza. Si le président Trump choisit de ne pas se mêler de l’affaire lors de sa visite dans le Golfe la semaine prochaine, Israël commencera à intensifier ses opérations militaires à Gaza une fois qu’il sera rentré à Washington. 

Étant donné la manière dont la manœuvre est planifiée, on peut s’attendre à une invasion de larges pans de Gaza, à un contrôle territorial prolongé, à des pertes en vies humaines parmi les captifs israéliens et les soldats, et à une nouvelle détérioration de la situation humanitaire dont souffrent déjà les Palestiniens. Il est toutefois douteux qu’elle parvienne à vaincre le Hamas de manière décisive.

Le cabinet de sécurité a tenu une longue réunion dimanche, au cours de laquelle les ministres ont approuvé le plan de l’armée pour une expansion majeure de son opération actuelle. Fait inhabituel, les politiciens se sont empressés de donner du crédit au chef d’état-major de Tsahal, Eyal Zamir. Des sources politiques (lire : le Premier ministre Benjamin Netanyahou) et des responsables de la défense (autrement dit, le ministre de la défense Israel Katz) ont expliqué que la nouvelle opération entraînerait enfin la défaite du Hamas et exercerait une pression irrésistible sur lui pour qu’il libère tous les captifs.


Eyal Zamir

Le ministre des finances Bezalel Smotrich, l’homme qui a dirigé la politique du gouvernement malgré tous les sondages montrant que son parti ne dépasserait pas le seuil d’entrée à la Knesset lors des prochaines élections, a déclaré dimanche : « Dès que nous commencerons l’opération, il n’y aura pas de retrait des territoires que nous avons conquis, pas même en échange d’otages ». 

S’adressant à une conférence parrainée par le journal sioniste religieux B’Sheva, il a poursuivi : « Nous occupons Gaza pour y rester. Il n’y aura plus d’entrées et de sorties ». Il a expliqué que tous les habitants de Gaza seraient évacués au sud du corridor de Morag. En d’autres termes, l’armée prévoit d’entasser plus de deux millions de personnes dans une zone représentant moins d’un quart de la bande de Gaza.

Lorsque Netanyahou et Katz ont interviewé Zamir avant sa nomination au poste de chef d’état-major, il leur a dit que l’armée aurait besoin de trois mois pour reconquérir Gaza et de neuf mois supplémentaires pour pacifier efficacement la région. Netanyahou préfère le citer sur la première partie du plan. 

Depuis qu’il a repris l’uniforme, Zamir a appris certaines choses et s’est peut-être un peu assagi. Les fuites de la réunion du cabinet de dimanche concernent les disputes que Zamir a eues avec le ministre de la sécurité nationale, Itamar Ben-Gvir, et la ministre des missions nationales, Orit Strock. 

Zamir n’était apparemment pas satisfait de leur demande de réprimer davantage l’aide humanitaire, qu’Israël bloque depuis près de deux mois. « Vous nous mettez tous en danger », a déclaré Zamir, avertissant que l’élargissement de l’opération mettait en péril la vie des captifs.

Mais ce qui est également intéressant, c’est l’équilibre des forces en coulisses. Il ne fait aucun doute que les deux partis d’extrême droite souhaitent étendre l’occupation de Gaza, imposer un gouvernement militaire, renouveler les colonies et expulser les habitants. 

Netanyahou les suit pour préserver la coalition. Il n’a dérogé à cette position que deux fois depuis le 7 octobre 2023, lors d’accords de libération de captifs conclus en novembre 2023 et en janvier 2025. Seule une forte pression de la part de Trump a permis de conclure le second accord. 

Poursuivre la lutte sur plusieurs fronts permet de maintenir la coalition en vie. C’est plus important, de son point de vue, que la vie des otages. Aujourd’hui, Netanyahou doit tenir compte d’un autre élément : à la fin du mois, la phase de contre-interrogatoire de son procès doit commencer, ce qui le met très mal à l’aise. 

Trump ne permet pas encore à Netanyahou de lancer une attaque contre les installations nucléaires iraniennes. Les échanges de coups avec les Houthis au Yémen ne peuvent pas durer trop longtemps. Reste Gaza et, dans une moindre mesure, les frictions avec le nouveau régime syrien, sous prétexte de protéger la communauté druze.

L’avis du ministre de la défense n’a que peu d’importance. Quant au chef d’état-major et aux généraux, ils donnent l’impression, au sein du cabinet, de prier pour un miracle, même si ce n’est pas celui que Smotrich et Strock anticipent. Le miracle de l’establishment de la défense est censé venir de Trump, qui imposerait aux parties un accord partiel ou total sur les captifs et mettrait fin à une guerre totale et préjudiciable à Gaza qui n’a pas de date de fin prévisible. 

Ce n’est pas la ligne que Zamir avait adoptée, que ce soit en public ou lors de discussions à huis clos. Le nouveau chef d’état-major est un homme qui respecte la hiérarchie et la discipline. Selon lui, le cabinet dit à l’armée ce qu’il attend d’elle, et le rôle de l’armée est de présenter les plans opérationnels et les répercussions possibles. 

A l’exception des fanatiques du sionisme religieux et du kahaniste Otzma Yehudit, il est fort douteux que quiconque dans la salle dimanche se soit vraiment fait des illusions sur les résultats de la nouvelle opération, qu’ils ont solennellement baptisée “Chariots de Gédéon”. Si on les avait soumis à un détecteur de mensonges, on aurait probablement découvert que la plupart des officiers, et même la plupart des ministres du Likoud, ne croient pas que le plan conduira à la défaite du Hamas.

L’idée de déplacer les habitants de Gaza, que Smotrich colporte avec enthousiasme, est de préparer un transfert “volontaire” (et en pratique une expulsion violente). C’est le plan que Trump a évoqué il y a trois mois, lors de sa première rencontre avec Netanyahou. Depuis, le président n’en a pratiquement pas parlé. Il semble qu’il ait d’autres maux de tête, qu’il s’agisse de la guerre des tarifs douaniers avec la Chine ou de l’annonce qu’il a faite ce week-end d’imposer des droits de douane de 100 % sur les films réalisés à l’étranger afin de sauver Hollywood d’une “mort très rapide”, comme il l’a dit.

Jusqu’à présent, les appels aux réservistes ont été limités. Il n’y avait aucune raison de prétendre dimanche à une mobilisation totale. Seules quelques unités ont été appelées et, dans la plupart des cas, uniquement leurs officiers. Les brigades mobilisées sont destinées à remplacer les troupes régulières actuellement stationnées à la frontière libanaise, dans le Golan syrien et en Cisjordanie, qui seront ensuite redéployées à Gaza. 

Il reste moins de deux semaines avant que Trump n’achève sa tournée dans les États du Golfe. Si un accord n’est pas conclu et que le plan approuvé par le cabinet est mis en œuvre, plusieurs divisions de réserve devront être mobilisées à grande échelle.

En fait, le gouvernement Netanyahou est engagé dans des fantasmes qui seront très difficiles à réaliser. En cours de route, l’opération militaire pourrait entraîner la mort d’autres captifs et la perte de nombreux soldats. Ce n’est pas une coïncidence si la plupart des familles de captifs affichent un niveau d’anxiété aussi élevé. 

Étant donné que l’armée tentera de minimiser les pertes, les analystes s’attendent à ce qu’elle utilise une force particulièrement agressive qui causera des dommages considérables aux infrastructures civiles restantes de Gaza. Le déplacement de la population vers les zones des camps humanitaires, combiné à la pénurie actuelle de nourriture et de médicaments, pourrait entraîner d’autres décès massifs de civils.

Même si Israël a l’intention de reprendre les livraisons d’aide humanitaire, son plan est plein de lacunes. On peut se demander si Israël sait comment assurer seul un flux régulier de nourriture à une population aussi importante, d’autant plus que les organisations internationales ont déjà déclaré qu’elles ne coopéreraient pas avec lui dans la distribution de l’aide (d’un autre côté, Zamir refuse à juste titre de risquer la vie des soldats pour acheminer l’aide). En outre, l’armée semble avoir des difficultés à fournir des données sur la situation humanitaire réelle à Gaza.

À terme, Israël sera contraint d’autoriser l’entrée de l’aide humanitaire dans l’enclave. Mais cela prendra du temps, et les combats s’intensifieront d’ici là. Malgré la nouvelle administration Trump, hostile aux tribunaux internationaux, davantage de dirigeants et d’officiers israéliens pourraient faire l’objet de poursuites judiciaires personnelles à leur encontre. Le gouvernement tente d’obtenir un avantage politique temporaire, dont le prix pourrait se payer en monnaie stratégique.