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19/10/2025

La política de separación de Israel perpetúa a Hamas, por Amira Hass

Amira Hass, Haaretz, 17/10/2025
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Traducido por Tlaxcala

Al aislar Gaza de Cisjordania y a los palestinos de su tierra, Israel ayudó a afianzar el Hamas y a borrar las alternativas políticas. Aunque el sueño de villas de lujo en Gaza se haya desvanecido, la lógica subyacente persiste: control del territorio, expulsión indirecta y el continuo asfixiamiento del pueblo palestino bajo el pretexto de la seguridad.


Un colono agita una honda hacia palestinos que recolectaban aceitunas en el pueblo de Beita, cerca de Nablus, el viernes pasado. El alto el fuego no puede verse como una derrota para los colonos. Foto Jaafar Ashtiyeh / AFP

Las promesas de un auge inmobiliario en Gaza — desde la visión del ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, el compromiso del ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben Gvir de vecindarios de alto nivel para policías, y los planes de la lideresa de colonos Daniella Weiss (con asistencia divina) para reinstaurar colonias — han resultado ser nada más que bocanadas de aire caliente.
Es tentador decir que el acuerdo de alto el fuego que ahora entra en vigor en la Franja de Gaza ha infligido un golpe severo al movimiento de colonos y a sus partidarios en USA. Igual de tentadora es la imagen de sus castillos de arena colapsando bajo el peso de la resistencia inimaginable y la firmeza de los habitantes de Gaza, y bajo la negativa egipcia, dura pero políticamente calculada, de permitir un éxodo masivo de palestinos hacia su territorio.
Los responsables de la política exterior de Egipto — independientemente de quién gobierne el país — han sospechado desde hace mucho tiempo la intención de Israel de “arrojar” Gaza y sus problemas hacia ellos. Desde el inicio de la guerra, tomaron en serio los planes israelíes de expulsión de la población de Gaza y de reubicación de judíos allí, expresados abiertamente por funcionarios israelíes que parecían olvidar que intentos similares de sus predecesores Mapai-Labor para expulsar de nuevo a los refugiados de 1948 de Gaza habían fracasado.


El ministro de Finanzas Bezalel Smotrich en una conferencia de  en Hebrón el mes pasado. Sus promesas de anexión resultaron no ser más que palabras vacías. Foto Itai Ron

Pero el alto el fuego no puede verse simplemente como una gratificante derrota para el campo colonizador. La lógica política detrás de esas bocanadas de aire caliente y castillos de arena ha dado forma, y continúa dando forma, a la política israelí desde la firma de los Acuerdos de Oslo. Esa lógica ha logrado impedir la creación de un Estado que hiciera realidad el derecho palestino a la autodeterminación, aunque solo en el 22 % restante de la tierra entre el río y el mar.
El sabotaje israelí de la soberanía palestina es el reflejo de su impulso por apropiarse de la mayor cantidad de tierra posible con el menor número de palestinos posible. En la práctica, esto significa expulsión: ya sea hacia la Zona A o al exilio; mediante bombardeos aéreos, o con garrotes y barras de hierro de los “jóvenes de las colinas”; ya sea por demolición de viviendas y desalojos forzados llevados a cabo bajo amenaza de armas por la Administración Civil o las FDI, o mediante encarcelamiento y procesamientos de quienes intentan proteger su comunidad y a sí mismos: el resultado es el mismo.
Cuando esta política es la guía, los esfuerzos internacionales para “reformar” los libros escolares palestinos están condenados al fracaso. La realidad diaria del asfixiamiento sistemático que impone Israel, y su autoritarismo, respaldado por su superioridad armamentística, son los padres de la incitación contra el sionismo.
Una de las herramientas más efectivas para sabotear la estatalidad palestina ha sido y sigue siendo la “separación”. Planteada en términos de seguridad que al público israelí le gusta adoptar — incluso cuando los motivos político-inmobiliarios son evidentes — esta herramienta adopta muchas formas: desconectar Gaza de Cisjordania (desde 1991); separar Cisjordania de Jerusalén Este; dividir las ciudades palestinas entre sí; aislar pueblos de las rutas circundantes y de los centros regionales; desenlazar a los palestinos de su tierra, y unos de otros.
Documentos oficiales del gobierno militar de las décadas de 1950 y 1960 — publicados décadas después — confirmaron lo que los palestinos (y los izquierdistas no sionistas) ya entendían desde hace mucho: la supuesta lógica “de seguridad” para duras restricciones de movimiento estaba impulsada en gran medida por intereses inmobiliarios judíos. La visión de una población y territorio palestinos fragmentados a ambos lados de la línea Verde siempre ha reflejado el plan de una “Gran Tierra de Israel” para los judíos. Ambas visiones operan todavía hoy, en paralelo a las cláusulas vagas del plan Trump para un alto el fuego y un “nuevo Medio Oriente”.
La derecha colonizadora compensa su pérdida parcial en Gaza — “parcial” porque las FDI lograron el objetivo compartido de infligir destrucción máxima y muerte en el enclave — intensificando los ataques y el acaparamiento de tierras en Cisjordania. Esto toma principalmente la forma de la separación diaria de los agricultores de sus tierras, una táctica con consecuencias inmediatas y dolorosas. Con la Administración Civil, el ejército y la policía, los colonos aceleran este proceso mediante la violencia física, la obstrucción burocrática y una arrogancia insaciable. Ahora que estamos en temporada de recogida de aceitunas, los batallones del Señor han vuelto su atención hacia la cosecha y los cosechadores mismos.


Enfrentamientos entre soldados y palestinos, acompañados por activistas, en el pueblo de Beita en Cisjordania el viernes. Foto Jaafar Ashtiyeh / AFP


El sábado 11, cuando se escribió este artículo, hacia el mediodía había informes de hostigamiento y ataques directos por parte de colonos y soldados — por separado o juntos — contra recolectores de aceitunas de los pueblos de Jawarish, Aqraba, Beita y Madama al sur de Nablus; de Burqa al este de Ramala; y de Deir Istiya en la región de Salfit. El día anterior, llegaban informes similares desde Yarza, al este de Tubas; desde Immatin, Kafr Thulth y Far’ata en el área de Qalqilya; desde Jawarish, Qablan, Aqraba, Hawara, Yanun y Beita en la zona de Nablus; y de al-Mughayyir y Mazra’a al-Sharqiya al este de Ramala. Estos informes provienen de un solo grupo de WhatsApp que monitorea el norte de Cisjordania.
El hostigamiento va desde intrusiones, provocaciones, bloqueos de carreteras y amenazas armadas hasta agresiones físicas, robo de aceitunas e incendio de vehículos pertenecientes a recolectores y periodistas. Y lo que los colonos hacen esporádicamente, la política oficial lo aplica sistemáticamente: la negación del derecho de los palestinos a la libertad de movimiento entre Gaza y Cisjordania, y dentro de Cisjordania misma. La negación del derecho a elegir el lugar de residencia o de trabajo ha sido durante mucho tiempo devastadora para la sociedad palestina, la economía y las estructuras políticas, y especialmente para el futuro de su juventud.
No menos que las maletas de efectivo qataríes que Benjamin Netanyahu inició transfiriendo a Gaza, la separación de la población de la Franja respecto a la de Cisjordania, y el aislamiento de Gaza del resto del mundo — todo ello ha servido para fortalecer al Hamas — primero como organización política y militar, y luego como poder de gobierno.
En los años noventa, Hamas sostenía que Israel no tenía intención real de hacer la paz y que los acuerdos de Oslo no conducirían a la independencia. Las restricciones israelíes de movimiento en Gaza y su continua expansión de colonias tanto en Gaza como en Cisjordania hacían ese argumento convincente para muchos palestinos, especialmente en Gaza. Los atentados suicidas del Hamas fueron vistos tanto como una reacción como una prueba: ¿la respuesta de Israel premiaría a los opositores de Oslo y a los críticos de la Autoridad Palestina?
Y Israel los premió — al no cumplir sus compromisos. Las restricciones al movimiento y el robo burocrático de tierras debilitaron al Fatah y a la Autoridad Palestina, que había apoyado el proceso diplomático pero que a principios de los años 2000 había optado por la resistencia armada.


Grafiti que dice «Muerte al enemigo, libertad a la patria» en la colonia de Atara, cerca de Ramala, en agosto. Lo que los colonos hacen esporádicamente, la política oficial lo aplica sistemáticamente. Foto Nasser Nasser / AP


Eludiendo con astucia el hecho de que la fragmentación palestina siempre había sido el objetivo de Israel, Hamas presentó el desmantelamiento y el retiro israelí de 2005 como prueba de su propio éxito: que la lucha armada había funcionado. Cada nueva promoción de estudiantes de secundaria — que nunca había salido de la Franja sellada, nunca había conocido otra forma de vida y no encontraba empleo — se volvió más vulnerable a la cosmovisión opresiva del Hamas, a su propaganda y les daba razones de unirse a su ala armada (cobrando sueldos que sostenían familias empobrecidas). Hamas aprendió a canalizar la energía embotellada y la creatividad de Gaza en su maquinaria militar y política.
La Autoridad Palestina, el Fatah y su aparato de seguridad han permanecido impotentes frente a la ola creciente de desposesión de tierras en Cisjordania y a la devastación económica directa e indirecta incrustada en esa expropiación y separación — situación agravada por órdenes sucesivas de ministros israelíes de Finanzas para retener los ingresos arancelarios palestinos.
Ante el público palestino en Cisjordania, esta impotencia es inseparable de la corrupción de las élites civiles y militares de la Autoridad, que son percibidas como egoístas e indiferentes siempre que sus propios bolsillos estén llenos. No es sorprendente, entonces, que la resistencia armada — asociada principalmente con Hamas — conserve su prestigio entre la juventud de Cisjordania. Para ellos, la resistencia armada al menos causa sufrimiento y humillación al agresor israelí.
Todas las señales indican que Israel continuará bloqueando la libertad de movimiento de los palestinos entre Cisjordania, Israel y Gaza, y restringiendo la entrada de palestinos del extranjero y activistas internacionales en la Franja. Como resultado, quienes más necesitan oírlo no podrán saber lo que los residentes de Gaza realmente piensan de la resistencia armada. En otras palabras, cuántos de ellos realmente desprecian al Hamas. [y tú, Amira, ¿quizás lo sabes?, NdT]


Soldados custodian la construcción de una nueva carretera de colonos en Cisjordania, al oeste de Ramala. La supuesta lógica de seguridad de las restricciones de movimiento estaba arraigada en intereses inmobiliarios. Foto Zain Jaafar / AFP

Frente a las políticas israelíes de asfixia, muerte, destrucción y despojo en Cisjordania, la mayoría de los palestinos que no son residentes de la Franja, junto con muchos de sus simpatizantes internacionales, continuarán viendo al Hamas como el representante político auténtico de la aspiración a la libertad y resistencia ante la opresión.
La experiencia muestra que una vez que comience el trabajo de despejar las municiones sin explotar y reconstruir Gaza, quedará claro que el proceso es mucho más complejo y costoso de lo que se esperaba. Más allá de la reconstrucción física, cada uno de los millones de residentes de Gaza necesitará sanación física y psicológica y rehabilitación material, en una escala y duración sin precedentes que desafía la imaginación.
El enfoque correcto, justo y lógico es permitir que los palestinos de Cisjordania y de Israel participen plenamente en ese proceso, en colaboración con los profesionales de la Franja que sobrevivieron: ingenieros estructurales, arquitectos, obreros de la construcción, cirujanos, oftalmólogos, agricultores, expertos en TI, docentes, psicólogos, trabajadores sociales y especialistas en energías renovables.
También sería lógico desarrollar programas en Cisjordania para cuidar a las decenas de miles de niños de Gaza que han quedado huérfanos o lesionados hasta el punto de discapacidad permanente.
En resumen, antes de que el mundo lance licitaciones internacionales para la reconstrucción de Gaza, redacte especificaciones técnicas o emita declaraciones huecas sobre el reconocimiento de un Estado y la desaparición del Hamas, primero debe usar las herramientas políticas a su alcance para asegurar que Israel ponga fin a su política destructiva de separación entre Gaza, Cisjordania y el resto del territorio.
Si eso no ocurre — incluso si el Hamas deponía las armas dentro de Gaza — continuará, o alguna versión futura de él continuará, sirviendo como dirección política del pueblo palestino.