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27/12/2021

Paul McLoughlin
Los investigadores que trabajan para sacar a la luz los crímenes de guerra en Siria

Paul McLoughlin, The New Arab, 22/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Los crímenes de guerra en el conflicto sirio han sido documentados y archivados casi exclusivamente por investigadores independientes. Estos primeros aficionados ahora están allanando el camino para una nueva forma de rendir cuentas.

Cuando los primeros manifestantes fueron abatidos a tiros en las calles de Siria en marzo de 2011, el mundo fue testigo de sus muertes a través de videos granulosos subidos a Internet por los activistas.

 El régimen sirio, temiendo que el levantamiento masivo a favor de la democracia condujera a su derrocamiento, dirigió sus fuerzas de seguridad contra los manifestantes, deteniendo y matando a miles de activistas.

 Siria, cerrada en gran medida al mundo exterior, se convirtió en uno de los primeros conflictos en ser monitoreados, relatados y archivados casi exclusivamente por periodistas ciudadanos e investigadores aficionados.

A miles de kilómetros de distancia, los investigadores trabajaron para verificar las imágenes de los crecientes bombardeos del régimen, mientras que otros colaboraban con los sirios sobre el terreno para contar el número de muertos tras las numerosas masacres en Siria.

El trabajo de estos antiguos aficionados allanó el camino para una nueva forma de periodismo que identificaba las armas utilizadas contra la población civil, contaba a los muertos y registraba los nombres de los desaparecidos.

Se espera que algún día las víctimas puedan utilizar su trabajo para que los responsables de todos esos actos puedan rendir cuentas.

26/10/2021

Carta abierta de l@s profesor@s del noroeste de Siria a los líderes del mundo

The Syria Campaign, 25/10/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala 

 

Dos pequeñas lloran aterradas tras los ataques que mataron a diez personas, entre ellas cuatro estudiantes, en la ciudad de Ariha, Idlib, al noroeste de Siria (Foto vía Cascos Blancos)

🚩Si eres educador·a y quieres firmar esta carta en solidaridad con l@s profesor@s siri@s, envía un correo electrónico a info[at]thesyriacampaign.org  con tu nombre completo y tu afiliación.

A los líderes mundiales:

Somos los profesores de los alumnos del noroeste de Siria que son atacados deliberadamente en sus casas, en las aulas y mientras se dirigen a la escuela. Vamos a trabajar con miedo a que se produzca otro ataque, un día traumatizante más, que sabemos afectará a nuestros alumnos para el resto de sus vidas.

Nuestra carta no puede ser más urgente. En la madrugada del miércoles 20 de octubre, cuatro estudiantes y nuestro colega, el profesor de árabe Qamar Hafez, murieron trágicamente de camino a la escuela cuando las fuerzas gubernamentales sirias atacaron con proyectiles de artillería la ciudad de Ariha, en el sur de Idlib.

Al menos 55 niños han sido asesinados en los últimos cuatro meses por los gobiernos sirio y ruso, casi un niño cada dos días, y un millón de niños en Idlib están aterrorizados de poder ser los siguientes o de perder a su mejor amigo en cualquier momento. Al igual que los profesores de todo el mundo, estamos profundamente comprometidos con los niños a los que enseñamos, y hacemos todo lo que podemos para intentar protegerlos, pero no es suficiente. Necesitamos que los líderes mundiales detengan los ataques y garanticen que los niños estén a salvo y puedan continuar su educación.

Estamos entrenados para evacuar el aula cuando caen las bombas. Hacemos simulacros regularmente con los niños, ya que solo disponemos de unos minutos cuando hay un aviso de que se acerca un bombardero, así que tenemos que movernos rápido. El entrenamiento en sí puede ser confuso para los niños pequeños, que no entienden qué estamos practicando.

Cuando hay un avión de guerra cerca, pedimos a los niños que mantengan la calma y los llevamos a un refugio, normalmente una pequeña habitación bajo la escalera, donde nos escondemos durante horas hasta que es seguro salir. Esos son los momentos más difíciles. Respondemos a las llamadas y los mensajes de texto de los padres, y hacemos todo lo posible para ayudar cuando los niños entran en pánico y piden volver a casa.

Una de nuestras estudiantes, Yamila al Yasem, de diez años, fue asesinada en julio. Ya había Ya había huido de su casa muchas veces debido a los ataques, pero no quedaba ningún lugar seguro al que ir y, a las 5 de la mañana del 12 de julio, las fuerzas de Asad bombardearon su casa matando a Yamila. Ninguno de sus compañeros de tercer grado se sentó en la silla de Yamila durante todo un mes hasta que llegó un nuevo alumno. Nuestras escuelas ya han sido objeto de ocho ataques en 2021 y nos preocupa que cada vez sean menos los niños que regresan a la escuela cada año escolar. El intenso miedo ha hecho que muchos estudiantes se aíslen y se depriman. La mitad de los niños en edad escolar en el noroeste de Siria están ya fuera de la escuela debido a los bombardeos y los desplazamientos. Estos niños necesitan desesperadamente la rutina y los sistemas de apoyo que conlleva la escuela.

Se supone que las escuelas son un espacio seguro para que los niños aprendan y crezcan, no un objetivo de aviones de guerra y misiles. Como profesores, seguiremos yendo a trabajar aunque tengamos que arriesgar nuestras vidas bajo las bombas, pero necesitamos que la comunidad internacional actúe para poner fin a los ataques y hacer que Rusia y el gobierno sirio rindan cuentas de tan horribles crímenes para que nuestras aulas puedan volver a estar llenas de estudiantes.

Firmantes

 

 

13/06/2021

Un mundo ingente de pornografía bélica
Cómo amasé toda una enciclopedia de atrocidades de forma accidental

Nick Turse, Tom Dispatch, 10/6/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Nick Turse (1975) es un periodista de investigación, historiador y autor usamericano, jefe de edición de TomDispatch y miembro del Type Media Center. Es autor de “Tomorrow’s Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa” y “Kill Anything That Moves: The Real American War in Vietnam”; su obra más reciente es “Next Time They’ll Come to Count the Dead: War and Survival in South Sudan”.

Hace poco quería mostrarle una foto a mi esposa, así que abrí la aplicación de fotos en mi teléfono y me quedé aterrado cuando vi lo que allí había. No es lo que piensan. Mucha gente se preocupa por lo que pueda acecharles en sus teléfonos inteligentes. Fotos comprometedoras. Mensajes de texto ilícitos. Contactos vergonzosos. Pornografía. Lo que vi fue un video, en la secuencia de fotos entre una imagen de un documento que había enviado a un editor y una toma de mi perro, un clip de un hombre en Burkina Faso al que le cortaban el antebrazo.
Una imagen fija de ese acto ya es bastante dura. Pero el video es mucho peor. La víctima yace en el suelo, suplicando, gritando, mientras otro hombre, blandiendo un machete, lo obliga a colocar su brazo derecho sobre un banco de madera. El atacante está tratando de facilitar la amputación para que le permita hacer un corte más limpio. Pero “facilitar” es un término relativo. El agresor corta, una y otra y otra vez, tomándose tiempo para burlarse de su víctima. Y vas viendo cómo sucede. Lentamente. Ves la angustia en el rostro del hombre cuyo brazo está sangrando, aún casi intacto, que luego cuelga en un ángulo extraño, para finalmente aparecer apenas adherido.
El video dura un minuto y 18 segundos. Parece más largo. Mucho más largo. Escuchas los gritos del torturado. Miras el balanceo final, luego ves a la víctima pateando con las piernas hacia adelante y hacia atrás, retorciéndose agónicamente de dolor en el suelo.
Me estremezco al pensar en cuántos videos e imágenes similares acechan en mi teléfono: guardados entre las fotos, en los archivos, en cadenas de textos de fuentes, de colegas, de personas que reparan cosas, de contactos. Hay uno de un hombre tirado en una calle de la República Democrática del Congo cuando un agresor con un machete intenta cortarle la pierna por debajo de la rodilla. Todavía recuerdo el sonido exacto de sus gritos incluso años después de haberlo visto por primera vez. Está también el video de los combatientes kurdos capturados.
Recuerdo cómo la segunda mujer asesinada, justo antes de que le disparen en la cabeza, observa la ejecución de su camarada. No suplica, no llora, ni siquiera se inmuta. Ni una sola vez.


Fernando Botero, Abu Ghraib 43, 2005