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10/02/2025

SANTIAGO GONZÁLEZ VALLEJO
La UE y España asociadas a los crímenes de guerra

Santiago González Vallejo, 10-2-2025

El autor es un economista español que trabaja en la Unión Sindical Obrera y es un vocal y cofundador del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe

 

A la Unión Europea la hemos acusado desde hace muchos años de ser cómplice de la ocupación y colonización de los Territorios Ocupados por Israel (la Palestina anterior a 1967, los Altos del Golán sirios y las Granjas de Sebaa, en El Líbano) y el bloqueo de la palestina Gaza. Pero, su inacción global y su apoyo de facto a Israel, en comercio de armas, acuerdos securitarios, mantenimiento de comercio –incluyendo desde y hacia los asentamientos en los Territorios Ocupados-, asociación en programas de todo tipo y participe de ayudas, nos obliga a considerar que la UE no sólo es cómplice, sino que es parte en los crímenes de guerra y de lesa humanidad que Israel ejecuta.



La Unión Europea (y la OTAN) con sus Acuerdos ha considerado a Israel como socio, aliado, etc., a pesar de ser un estado ocupante, con leyes supremacistas, discriminatorias de los palestinos y que desprecia el derecho internacional, incluido el derecho del retorno de los palestinos. Origen y causas de la injusticia al pueblo palestino que, al ponerse la Unión Europea y otros países Occidentales al lado de Israel, les hace parte en la ejecución de los crímenes de represión y violencia continua que ejerce Israel para mantener el dominio territorial, la discriminación y el desprecio al cumplimiento del derecho internacional.

 

Unas excusas a ese abandono de los supuestos valores que informan a la Unión Europea, respeto del derecho internacional, democracia, prosperidad compartida se están haciendo desde el planteamiento ideológico en el que viven secuestrados muchos europeos de aceptación de una narrativa que establece que los israelíes son los judíos a los que masacraron y discriminaron en el siglo pasado. Pero esos europeos que discriminaron y masacraron a ciudadanos de sus países, judíos, ¡no somos nosotros, los europeos actuales!, fueron genéricamente nuestros ancestros. Esto nos lleva a las preguntas ¿los europeos actuales tienen que aceptar pagar por crímenes que no han cometido? Y ¿los israelíes actuales son las víctimas de esas atrocidades?

03/02/2025

CHRIS HEDGES
Genocidio al modo occidental

El genocidio de Gaza presagia la aparición de un mundo distópico en el que la violencia industrializada del Norte Global se utiliza para sostener su acaparamiento de recursos y riquezas cada vez menores.

Chris Hedges,  The Chris Hedges Report, 1/2/2025
Traducido por Atahualpa Guevara

Mr. Fish

Gaza es un erial de 50 millones de toneladas de escombros y desechos. Ratas y perros hurgan entre las ruinas y los fétidos charcos de aguas residuales sin tratar. El hedor pútrido y la contaminación de los cadáveres en descomposición se elevan desde debajo de las montañas de hormigón destrozado. No hay agua limpia. Poca comida. Una grave escasez de servicios médicos y apenas refugios habitables. Los palestinos corren el riesgo de morir a causa de artefactos explosivos sin detonar, dejados atrás tras más de 15 meses de ataques aéreos, descargas de artillería, impactos de misiles y explosiones de proyectiles de tanques, así como de diversas sustancias tóxicas, como charcos de aguas residuales sin tratar y amianto.

La hepatitis A, causada por beber agua contaminada, está muy extendida, al igual que las afecciones respiratorias, la sarna, la desnutrición, el hambre y las náuseas y vómitos generalizados causados por la ingestión de alimentos rancios. Las personas vulnerables, incluidos los bebés y los ancianos, junto con los enfermos, se enfrentan a una sentencia de muerte. Alrededor de 1,9 millones de personas han sido desplazadas, lo que supone el 90% de la población. Viven en tiendas improvisadas, acampadas entre losas de hormigón o al aire libre. Muchos se han visto obligados a mudarse más de una docena de veces. Nueve de cada 10 viviendas han quedado destruidas o dañadas. Bloques de apartamentos, escuelas, hospitales, panaderías, mezquitas, universidades - Israel voló la Universidad de Israa en la ciudad de Gaza en una demolición controlada - cementerios, tiendas y oficinas han sido arrasados. La tasa de desempleo es del 80% y el producto interior bruto se ha reducido en casi un 85%, según un informe de octubre de 2024 publicado por la Organización Internacional del Trabajo.

La prohibición por parte de Israel del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente -que calcula que limpiar Gaza de los escombros dejados tras de sí llevará 15 años- garantiza que los palestinos de Gaza nunca tendrán acceso a suministros humanitarios básicos, alimentos adecuados y servicios.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo calcula que reconstruir Gaza costará entre 40.000 y 50.000 millones de dólares y llevará, si se dispone de los fondos, hasta 2040. Sería el mayor esfuerzo de reconstrucción posbélica desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

15/01/2025

JONATHAN POLLAK
“Vi que el suelo estaba lleno de sangre. Sentí el miedo como una electricidad en mi cuerpo. Sabía exactamente lo que iba a ocurrir”
Testimonios sobre el gulag sionista

Violación. Hambre. Palizas mortales. Malos tratos. Algo fundamental ha cambiado en las cárceles israelíes. Ninguno de mis amigos palestinos que han sido liberados recientemente son las mismas personas que eran antes.

Jonathan Pollak, Haaretz , 9/1/2025 

Traducido por Shofty Shmaha, Tlaxcala

Jonathan Pollak (1982) es uno de los fundadores del grupo israelí Anarquistas contra el Muro en 2003. Herido y encarcelado en varias ocasiones, colabora con el diario Haaretz. En particular, se negó a comparecer ante un tribunal civil, exigiendo ser juzgado por un tribunal militar, como un palestino cualquiera, lo que obviamente le fue denegado. 

Jonathan Pollak se enfrenta a un soldado israelí durante una manifestación contra el cierre de la carretera principal en la aldea palestina de Beit Dayan, cerca de Nablus, Cisjordania ocupada, viernes 9 de marzo de 2012. (Anne Paq/Activestills)

Jonathan Pollak en el Tribunal de Magistrados de Jerusalén, detenido en el marco de una campaña legal sin precedentes de la organización sionista Ad Kan, 15 de enero de 2020. (Yonatan Sindel/Flash90)


Activistas sostienen carteles en apoyo de Jonathan Pollak durante la manifestación semanal en la ciudad palestina de Beita, en la Cisjordania ocupada, el 3 de febrero de 2023. (Wahaj Banimoufleh) 


Jonathan Pollak con su abogada Riham Nasra en el tribunal de Petah Tikva durante su juicio por haber lanzado piedras durante una manifestación contra el puesto de avanzada de colonos judíos de Eviatar en Beita, en la Cisjordania ocupada, el 28 de septiembre de 2023. (Oren Ziv)

Cuando regresé a los territorios [ocupados desde 1967] tras una larga detención a raíz de una manifestación en la aldea de Beita, Cisjordania era muy diferente de lo que yo conocía. También aquí Israel ha perdido la calma. Asesinatos de civiles, ataques de colonos que actúan con el ejército, detenciones masivas. Miedo y terror en cada esquina. Y este silencio, un silencio abrumador. Incluso antes de mi liberación, estaba claro que algo fundamental había cambiado. Pocos días después del 7 de octubre, Ibrahim Alwadi, un amigo del pueblo de Qusra, fue asesinado junto con su hijo Ahmad. Les dispararon cuando acompañaban a cuatro palestinos que habían sido abaleados el día anterior: tres por colonos que habían invadido la aldea y el cuarto por los soldados que los acompañaban. 

Tras mi liberación, me di cuenta de que algo muy malo estaba ocurriendo en las cárceles. El año pasado, cuando recuperé la libertad, miles de palestinos -entre ellos muchos amigos y conocidos- fueron detenidos en masa por Israel. Cuando empezaron a ser liberados, sus testimonios pintaron un cuadro sistemático de tortura. Los golpes mortales son un motivo recurrente en todos los relatos. Se producen en los recuentos de los prisioneros, durante los registros de las celdas, cada vez que se les traslada de un lugar a otro. La situación es tan grave que algunos presos piden a sus abogados que las audiencias se celebren sin su presencia, porque el camino de la celda a la sala donde está instalada la cámara es un camino de dolores y humillaciones.

Dudé durante mucho tiempo sobre cómo compartir los testimonios que escuché de mis amigos que habían regresado de la detención. Al fin y al cabo, no voy a revelar aquí ningún detalle nuevo. Todo, hasta el más mínimo detalle, ya llena volumen tras volumen los informes de las organizaciones de derechos humanos. Pero para mí no son historias de gente lejana. Son personas que conocí y que sobrevivieron al infierno. Ninguno de ellos es la misma persona que era antes. Intento contar lo que he oído a mis amigos, una experiencia compartida por innumerables personas, aunque cambie sus nombres y oculte detalles identificables. Al fin y al cabo, el miedo a las represalias se repite en todas las conversaciones.

Golpes y sangre

Visité a Malak unos días después de su liberación. Una puerta amarilla y una torre de vigilancia bloqueaban el camino que antes conducía al pueblo desde la carretera principal. La mayoría de las demás carreteras que atraviesan los pueblos vecinos están bloqueadas. Sólo una carretera sinuosa, la que está cerca de la iglesia bizantina que Israel v hizo explotar en 2002, permanece abierta. Durante años, este pueblo había sido como un segundo hogar para mí, y es la primera vez que vuelvo desde mi liberación. 

Malak estuvo detenido durante 18 días. Le interrogaron tres veces, y en todos los interrogatorios le hicieron preguntas triviales. Por ello, estaba convencido de que lo trasladarían a detención administrativa, es decir, sin juicio y sin pruebas, sin acusarlo de nada, bajo un manto de sospecha secreta y sin límite de tiempo. Este es, de hecho, el destino de la mayoría de los detenidos palestinos en la actualidad. 

Tras el primer interrogatorio, lo llevaron al jardín de los suplicios. Durante el día, los guardias retiraban los colchones y las mantas de las celdas, y los devolvían por la noche, cuando apenas estaban secos, y a veces todavía mojados. Malak describe el frío de las noches de invierno en Jerusalén como flechas que penetraban en su carne hasta los huesos. Relata cómo le pegaban y a los demás reclusos en cuanto tenían ocasión. Cada vez que contaban, cada vez que registraban, cada vez que se trasladaban de un lugar a otro, todo era una oportunidad para golpear y humillar.

«Una vez, durante el recuento de la mañana», me contó, »estábamos todos de rodillas, con la cara vuelta hacia las camas. Uno de los guardias me agarró por detrás, me esposó las manos y los pies y me dijo en hebreo: 'Vamos, muévete'.

Me levantó por las esposas de la espalda y me llevó agachada a través del patio que hay junto a las celdas. Para salir, hay una especie de cuartito por el que hay que pasar, entre dos puertas con una ventanita». Sé exactamente de qué cuartito habla, lo he atravesado decenas de veces. Es un pasadizo de seguridad en el que, en un momento dado, sólo se puede abrir una de las puertas. «Así que llegamos allí -continúa Malek- y me pusieron contra la puerta, con la cara contra la ventana. Miré dentro y vi que el suelo estaba cubierto de sangre coagulada. Sentí que el miedo me recorría el cuerpo como la electricidad. Sabía exactamente lo que iba a ocurrir. Abrieron la puerta, uno entró y se colocó junto a la ventana del fondo, la bloqueó, y el otro me tiró dentro  al suelo. Me dieron patadas. Intenté protegerme la cabeza, pero tenía las manos esposadas y no podía hacerlo. Fueron golpes mortales. Realmente pensé que podrían matarme. No sé cuánto duró. En un momento dado, recordé que la noche anterior alguien me había dicho: «Cuando te peguen, grita con todas tus fuerzas. ¿Qué más te da? No puede ser peor, y a lo mejor alguien te oye y viene». Así que empecé a gritar muy fuerte y, efectivamente, alguien vino. No entiendo hebreo, pero hubo algunos gritos entre él y ellos. Luego se fueron y él me sacó de allí. Me salía sangre de la boca y de la nariz».

Jaled, uno de mis mejores amigos, también sufrió la violencia de los guardias. Cuando salió de la cárcel tras ocho meses de detención administrativa, su hijo no lo reconoció de lejos. Corrió la distancia entre la prisión de Ofer y su casa de Beitunia. Más tarde, dijo que no le habían dicho que la detención administrativa había terminado, y temía que hubiera habido un error y que pronto volvieran a detenerlo. Esto ya le había ocurrido a alguien que estaba con él en la celda. En la foto que me envió su hijo unos minutos después de su encuentro, parece una sombra humana. En todo su cuerpo -hombros, brazos, espalda, cara, piernas- había signos de violencia. Cuando fui a visitarle, se levantó para abrazarme, pero cuando le cogí en brazos, gimió de dolor. Unos días después, las pruebas mostraron un edema alrededor de su columna vertebral y una costilla que se había curado. 


Prisión de Megiddo

Cada acción es una oportunidad para golpear y humillar

Otro testimonio que escuché de Nizar, que ya estaba en detención administrativa antes del 7 de octubre, y desde entonces ha sido trasladado a varias prisiones, incluida Megiddo. Una noche, los guardias entraron en la celda vecina y él pudo oír los golpes y gritos de dolor desde su celda. Al cabo de un rato, los guardias cogieron a un preso y lo metieron solo en la celda de aislamiento. Durante la noche y el día siguiente, gimió de dolor y no paró de gritar «mi barriga» y de pedir ayuda. Nadie acudió. Esto continuó la noche siguiente. Hacia la mañana, los gritos cesaron. Al día siguiente, cuando una enfermera vino a echar un vistazo a la sala, se dieron cuenta, por la conmoción y los gritos de los guardias, de que el preso estaba muerto. Hasta el día de hoy, Nizar no tiene ni idea de quién era. Estaba prohibido hablar entre celdas y no sabe qué fecha era.
 
Tras su liberación, se dio cuenta de que durante el tiempo que estuvo detenido, este preso no había sido el único en morir en Megido. Taufik, que fue liberado en invierno de la prisión de Gilboa, me contó que durante un control de la zona realizado por funcionarios de prisiones, uno de los detenidos se quejó de que no le dejaban salir al patio. En respuesta, uno de los funcionarios le dijo: «¿Quieres el patio? Da las gracias por no estar en los túneles de Hamás en Gaza». Luego durante dos semanas,   todos los días durante el recuento del mediodía, los sacaron al patio y les ordenaron acostarse en el frío suelo durante dos horas. Incluso bajo la lluvia. Mientras estaban acostados, los guardias se paseaban por el patio con perros. A veces los perros pasaban entre los prisioneros, y otras pasaban por encima de ellos; y a veces los pisaban.

Según Taufik, cada vez que un detenido se reunía con un abogado, tenía un precio. «Cada vez sabía que el camino de vuelta, entre la sala de visitas y la celda, sumaría al menos tres golpes más. Pero nunca me negué a ir. Estuviste en una prisión de cinco estrellas. No entiendes lo que es estar 12 personas en una celda donde incluso seis personas están apretadas. Es como vivir en un círculo cerrado. No me molestó en absoluto lo que me iban a hacer. El mero hecho de ver a otra persona hablándote como a un ser humano, de ver quizá algo en el corredor en el  camino, eso lo significaba todo para mí». 

Mondher Amira -el único que aparece aquí con su nombre real- fue liberado por sorpresa antes de que finalizara su periodo de detención administrativa. Aún hoy, nadie sabe por qué. A diferencia de muchos otros que han sido advertidos y temen represalias, Amira contó a las cámaras la catástrofe en las cárceles, describiéndolas como cementerios para los vivos. Me contó que una noche, una unidad Kt'ar irrumpió en su celda de la prisión de Ofer, acompañada de dos perros. Ordenaron a los presos que se desnudaran hasta quedar en ropa interior y se acostaran en el suelo, después ordenaron a los perros que olfatearan sus cuerpos y sus caras. Después ordenaron a los presos que se vistieran, los llevaron a las duchas y los enjuagaron con agua fría mientras aún estaban vestidos. En otra ocasión, intentó pedir ayuda a una enfermera después de que un preso intentara suicidarse. El castigo por pedir ayuda fue otra redada de la unidad Kt'ar. Esta vez ordenaron a los reclusos que se acostaran unos encima de otros y los golpearon con porras. En un momento dado, uno de los guardias les abrió las piernas y les golpeó en los testículos con una porra. 

 Hambre y enfermedad 

Mondher perdió 33 kilos durante su detención. No sé cuántos kilos perdió Jaled, ya que siempre fue un hombre delgado, pero en la foto que me enviaron vi un esqueleto humano. En el salón de su casa, la luz de la lámpara revelaba entonces dos profundas depresiones donde solían estar sus mejillas. Sus ojos estaban rodeados por un contorno rojo, el de alguien que no ha dormido durante semanas. De sus delgados brazos colgaba una piel suelta que parecía haber sido adherida artificialmente, como una envoltura de plástico. Los análisis de sangre de ambos mostraban graves carencias. Todas las personas con las que hablé, independientemente de la prisión por la que pasaran, repetían casi exactamente el mismo menú, que a veces actualizado, o más bien reducido. La última versión que escuché, de la prisión de Ofer, fue: para desayunar, una caja y media de queso para una celda de 12 personas, tres rebanadas de pan por persona, 2 o 3 verduras, normalmente un pepino o un tomate, para toda la celda. Una vez cada cuatro días, 250 gramos de mermelada para toda la célula. Para el almuerzo, un vaso de plástico desechable con arroz por persona, dos cucharadas de lentejas, algunas verduras y tres rebanadas de pan. En la cena, dos cucharadas (de café, no de sopa) de hummus bi tahina   por persona, unas pocas verduras, tres rebanadas de pan por persona. A veces otra taza de arroz, a veces una bola de falafel (¡sólo una!) o un huevo, que suele estar un poco podrido, a veces con manchas rojas, a veces azules. Y eso es todo. Nazar me dijo: «No es sólo la cantidad. Incluso lo que ya han traído no es comestible. El arroz apenas está cocido, casi todo está estropeado. Incluso hay niños de verdad, que nunca han estado en la cárcel. Hemos intentado cuidar de ellos, darles nuestra comida podrida. Pero si les das un poco de tu comida, es como suicidarse. En la cárcel hay ahora una hambruna (maya'a مَجَاعَة), y no es una catástrofe natural, es la política del servicio penitenciario.» 

Recientemente, el hambre incluso ha aumentado. Debido a las condiciones de hacinamiento, el servicio penitenciario está encontrando maneras de hacer las celdas aún más estrechas. Las zonas públicas, los comedores... todos los lugares se han convertido en una celda suplementaria. El número de presos en las celdas, que ya estaban superpobladas, ha aumentado aún más. Hay secciones en las que se han añadido 50 presos más, pero la cantidad de comida sigue siendo la misma. Así que no es de extrañar que los presos estén perdiendo un tercio o más de su peso corporal en tan sólo unos meses.  

La comida no es lo único que escasea en la cárcel, y de hecho a los presos no se les permite poseer más que un único conjunto de ropa. Una camisa, un par de calzoncillos, un par de calcetines, un pantalón, un jerséis. Y eso es todo. Mientras dure su detención. Recuerdo una vez, cuando el abogado de Mondher, Riham Nasra, lo visitó, entró descalzo en la sala de visitas. Era invierno y hacía un frío que pelaba en Ofer. Cuando ella le preguntó por qué, él se limitó a decir: «No hay». Una cuarta parte de todos los presos palestinos padecen sarna, según una declaración hecha al tribunal por el propio servicio penitenciario. Nizar fue puesto en libertad cuando su piel estaba cicatrizando. Las lesiones de su piel ya no sangran, pero las costras siguen cubriendo grandes partes de su cuerpo. «El olor en la celda era algo que ni siquiera podemos describir. Como a descomposición, estábamos allí y nos estábamos descomponiendo, nuestra piel, nuestra carne. Allí no éramos seres humanos, éramos carne en descomposición», dice. «Ahora bien, ¿cómo no serlo? La mayor parte del tiempo no hay agua en absoluto, a menudo sólo una hora al día, y a veces no teníamos agua caliente durante días. Hubo semanas enteras en las que no me duché. Tardé más de un mes en recibir jabón. Y allí estábamos, con la misma ropa, porque nadie tenía una muda, y estaba llena de sangre y pus y había un hedor, no de suciedad, sino de muerte. Nuestras ropas estaban empapadas de nuestros cuerpos en descomposición».

Taufik dijo que «sólo había agua corriente una hora al día. No sólo para las duchas, sino en general, incluso para los retretes. Así que, durante esa hora, 12 personas en la celda tenían que hacer todo lo que requería agua, incluidas sus necesidades naturales. Obviamente, era insoportable. Y además, como la mayor parte de la comida estaba en mal estado, todos teníamos problemas digestivos casi todo el tiempo. No te puedes imaginar lo mal cómo apestaba nuestra celda». 
En estas condiciones, la salud de los prisioneros se deterioraba de forma evidente. Una pérdida de peso tan rápida, por ejemplo, hace que el cuerpo consuma su propio tejido muscular. Cuando Mondher fue puesto en libertad, le contó a su mujer Sana, que es enfermera, que estaba tan sucio que el sudor le había teñido la ropa de naranja. Ella lo miró y le preguntó: «¿Y la orina?». Él respondió: «Sí, también he meado sangre». «Idiota», le gritó ella, “eso no era suciedad, era tu cuerpo rechazando los músculos que se había comido”.

Los análisis de sangre de casi todas las personas que conocía mostraban que sufrían desnutrición y graves carencias de hierro, minerales esenciales y vitaminas. Pero incluso la atención médica es un lujo. No sabemos lo que ocurre en las enfermerías de las cárceles, pero para los presos ellas no existen. El tratamiento regular simplemente ha cesado. De vez en cuando, una enfermera visita las celdas, pero no se administra ningún tratamiento, y el «examen» se resume a una conversación a través de la puerta de la celda. La respuesta médica, en el mejor de los casos, es paracetamol y, más a menudo, algo parecido a «bebe un poco de agua». 

Ni siquiera hace falta decir que no hay suficiente agua en las celdas, ya que la mayor parte del tiempo no hay agua corriente. A veces pasa una semana o más sin que ni siquiera el enfermero visite el bloque.
Y si se habla poco de violaciones, no hace falta mencionar las humillaciones sexuales: se han difundido en las redes sociales vídeos de presos a los que el servicio penitenciario conduce completamente desnudos. Estos actos no podrían haber sido documentados sino por los propios guardias, que pretendían jactarse de sus acciones. El uso del cacheo como oportunidad para la agresión sexual, a menudo mediante golpes en la ingle con la mano o con el detector de metales, es una experiencia casi constante, descrita regularmente por presos que han estado en diferentes cárceles.

No he oído hablar de agresiones a mujeres de forma directa, obviamente. Lo que sí he oído, y no una sola vez, es sobre la falta de material sanitario durante la menstruación y su uso para humillar. Tras las primeras palizas el día de su detención, Munira fue conducida a la prisión de Sharon. Al entrar en la prisión, todo el mundo es sometido a un registro corporal, pero el cacheo al desnudo no es la norma y requiere motivos razonables para sospechar que el preso oculta un objeto prohibido. El cacheo al desnudo también requiere la aprobación del funcionario encargado. Durante el cacheo, no había ningún funcionario a cargo de Munira y, desde luego, no había ningún procedimiento organizado para verificar una sospecha razonable. Munira fue empujada por dos guardias femeninas a una pequeña sala de registro, donde la obligaron a quitarse toda la ropa, incluida la ropa interior y el sujetador, y a ponerse de rodillas. Tras dejarla sola unos minutos, una de las guardias volvió, la golpeó y se marchó. Al final, le devolvieron la ropa y le permitieron vestirse. 

Al día siguiente le vino la regla. Le dieron una compresa y tuvo que conformarse con ella durante todo el periodo de la regla. Y lo mismo les ocurrió a todas. Cuando le dieron el alta, sufría una infección y una grave inflamación de las vías urinarias.

Epílogo

Sde Teiman era el lugar más terrible para estar recluido, y supuestamente por eso lo cerraron. De hecho, es difícil pensar en las descripciones de horror y de atrocidad que salieron de este campo de tortura sin pensar en el lugar como uno de los círculos del infierno. Pero no en vano el Estado accedió a trasladar a los allí recluidos a otros lugares, principalmente Nitzan y Ofer. Sde Teiman o no, Israel retiene a miles de personas en campos de tortura, y al menos 68 de ellas han perdido la vida. Sólo desde principios de diciembre se ha informado de la muerte de otros cuatro detenidos. Uno de ellos, Mahmad Walid Ali, de 45 años, del campo de Nour Shams, cerca de Tulkarem, murió apenas una semana después de su detención. La tortura en todas sus formas -hambre, humillación, agresión sexual, promiscuidad, palizas y muerte- no se produce por casualidad. Juntas, constituyen la política israelí. Ésa es la realidad.


 



01/01/2025

TESTIMONIO
Diario de una mujer gazatí: « Hemos muerto todo tipo de muertes »

Nour Z Jarada ha vivido en Gaza toda su
vida. Para el diario francés «Libération», esta psicóloga de Médicos del Mundo Francia escribe de su vida cotidiana en el enclave palestino devastado por la guerra. Episodio seis: la angustia del invierno y un atisbo de esperanza.

por Nour Z. Jarada, psicóloga gazatí de Médicos del Mundo Francia, Libération, 31-12-2024
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala
 


Diciembre está llegando a su fin y nos enfrentamos a un segundo invierno de guerra. Nunca habría imaginado pasar por otro invierno como éste. El invierno era mi estación favorita. Cuando me preguntaban cuál era mi estación favorita, siempre respondía que el invierno. Siempre. Me encantaba la lluvia, el frescor, la comodidad. Ojalá fuera siempre invierno. Pero ahora las cosas han cambiado. Ya no puedo permitirme el lujo de amar el invierno. Ya no tengo una casa cálida, ni ropa de invierno, ni mantas, ni siquiera calefacción. Ya no tengo nuestras calles, nuestras reuniones ni nuestras tazas de té caliente compartidas con los seres queridos. Ahora, ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de amar el invierno.


Las tiendas de los desplazados tras las fuertes lluvias en Deir al-Balah, en la Franja de Gaza, el 30 de diciembre. (Madji Fathi/NurPhoto. AFP)

Recuerdo que lloré a lágrima viva cuando llovió por primera vez este año. La tristeza de otro invierno mientras seguíamos en guerra era insoportable. Se me rompió el corazón por nosotros, por las familias de las tiendas. Esa noche vi en las noticias tiendas inundadas y di gracias a Dios por el frágil techo que me cobija. Sin embargo, mi corazón se rompió por nuestros niños y familias que pasaron la noche en el agua helada, esperando a que amaneciera o simplemente a que dejara de llover. Mientras esas horas oscuras se prolongaban, los gritos de un niño resonaban en una tienda cercana. Perforaban el silencio, llenos de pena y dolor. No sabía si el niño tenía frío o hambre, pero no podía dormir. Todas las noches son aterradoras en la guerra: son despiadadas, crueles e interminables. Como todos sabemos, tememos las largas horas que transcurren hasta la mañana y rezamos para que los horrores de la noche lleguen a su fin.

Resiliencia

Hoy, después de más de un año y dos meses de guerra en Gaza, soy una persona diferente. Por desgracia, no estoy segura de si este cambio es bueno o malo. Por un lado, el dolor pesa mucho en mi corazón, una herida tan profunda que ni siquiera el tiempo puede borrar. Esta injusticia abre la puerta a un sinfín de preguntas que se agolpan en mi mente: ¿Por qué? ¿Cómo es posible que la zona geográfica en la que hemos nacido, a la que pertenecemos, por qué nuestra raza, nuestro color, nuestra religión pueden ser factores que determinen nuestro destino? ¿Nuestro sufrimiento, nuestro trauma? ¿Cómo pueden estos elementos que no hemos elegido controlar el curso de nuestras vidas? ¿Cómo podemos curarnos de traumas tan despiadados? ¿Cómo puedo seguir viviendo sin las personas que quiero? Estas preguntas me atormentan, sobre todo cuando imagino el final de la guerra.
Sin embargo, también he descubierto una resiliencia que nunca imaginé poseer. He soportado el miedo, el desplazamiento, la pérdida, el dolor, las lágrimas y una pena inimaginable. Lo he afrontado todo con paciencia, incluso cuando no tenía otra opción. A través de todo ello, fue mi fe inquebrantable la que me llevó adelante, la convicción de que hay una razón para todo, aunque sólo Dios la conozca. Creemos en Dios. Cada prueba que atravesamos lleva consigo una sabiduría que no podemos captar con nuestras mentes. Entregamos nuestro corazón a Dios, incluso cuando la prueba parece humanamente superior a nuestra capacidad. Esta fe me ha impulsado a perseverar, a seguir trabajando, a luchar y a apoyar a los que me rodean.

La seguridad no existe
En esta guerra, la adversidad no conoce límites: la hambruna en el norte de Gaza durante el año era impensable. La gente se veía obligada a comer hojas de árbol, buscando desesperadamente el más mínimo resto de harina. La «masacre de la harina» llegó incluso a los titulares internacionales, con gente comiendo pan manchado de sangre. Los países enviaron ayuda por mar, y nuestra gente se ahogó intentando alcanzarla. ¿Es realmente posible que Gaza, antaño célebre por su hospitalidad y su generosa cocina, sea ahora una tierra donde la gente se muere de hambre? Sin embargo, esa es la realidad a la que nos enfrentamos. Hemos muerto todo tipo de muertes. Y hoy, el hambre nos ha alcanzado en el sur y el centro de Gaza, regiones supuestamente «seguras» para los civiles desplazados. Pero la seguridad no está en ninguna parte.
Los alimentos son cada vez más escasos, y los precios suben tanto que la mayoría de nosotros no podemos permitírnoslos. La harina, antaño un alimento básico, es ahora difícil de conseguir. Los que consiguen pequeñas cantidades a menudo la encuentran infestada de gusanos o insectos, pero la tamizamos antes de cocinarla y comerla porque no tenemos alternativas.
Incluso he bromeado amargamente con colegas diciendo que preferiría morir en un ataque aéreo que morir de hambre: sería más rápido y menos doloroso. ¿Qué mayor injusticia puede haber que vivir en un mundo en el que pensamos en cómo morir, en la forma menos insoportable de dejar esta vida?


Quizá no vuelva a escribir
Desde principios de diciembre, ha habido algunos destellos de esperanza; rumores de un posible alto el fuego. Pero ya nadie se atreve a ser optimista. Ese es otro cambio. Hace sólo unos meses, yo era una de esas personas esperanzadas. Cada vez que oía rumores de alto el fuego, me apresuraba a hacer la maleta, lista para volver a casa. Pero cada vez, mi corazón se rompía. Hoy he aprendido a no tener esperanzas. En psicología, esto se llama indefensión aprendida: cuando los fracasos o las dificultades repetidas dejan a una persona en un estado de indefensión, incapaz de creer que las cosas cambiarán.
Sin embargo, sigo soñando con el fin de la guerra. Sueño con volver a mi casa en el norte de Gaza, con volver a ver a mi abuela. Tiene más de 70 años y es una mujer resistente, amable y muy religiosa. No la veo desde el 7 de octubre. Mi corazón anhela tenerla cerca de mí. No puedo imaginar cómo ha soportado el terror, el hambre y el dolor. A veces hablamos por teléfono, pero es demasiado doloroso. Las dos lloramos y las llamadas terminan con más miedo y añoranza.
En este momento, me imagino escribiéndole la próxima vez desde el norte de Gaza. Tal vez aún quede en mí un poco de la esperanzada Nour. O tal vez nunca vuelva a escribir. Nadie sabe lo que nos depara el futuro. Pero lo que sí sé es que la opresión siempre llega a su fin algún día. Como escribió el poeta Abu el Kacem Chebbi: «Si a la gente le ocurre, un día, querer vivir, el destino tendrá que responder». Y como promete Dios en el Corán: «Junto a la dificultad está, sin duda, la facilidad». A pesar de todo lo que soportamos, nos aferramos a nuestra fuerza y resistencia. Cada día, dejamos a un lado nuestro dolor para asumir nuestros roles y tender la mano a quienes nos rodean. Ayudar a los que el mundo ha olvidado da sentido y propósito a nuestras vidas.

Un deseo tan simple
El mes pasado, un momento quedó grabado en mi memoria. Un joven que visita nuestra clínica perdió a toda su familia y su pierna derecha en la guerra. Único superviviente, ahora vive solo en una endeble tienda de campaña. A pesar de estas pérdidas inimaginables, representa una fuente de esperanza para los demás. Durante las sesiones psicosociales, aprendió ejercicios de respiración y técnicas de afrontamiento. Nos hemos dado cuenta de que ahora enseña estos ejercicios a otros pacientes en la sala de espera de la clínica, y comparte cómo está afrontando su duelo. Su fortaleza me inspira.
A veces, mis colegas y yo nos permitimos soñar con volver a nuestra devastada ciudad. Hablamos de las primeras cosas que haríamos cuando llegue ese día. En primer lugar, queremos honrar la memoria de nuestro querido colega, el Dr. Maisara, desenterrando su cuerpo de entre los escombros de su casa después de más de un año y dándole un entierro digno. Después buscaremos refugio, quizá en tiendas de campaña, y trabajaremos juntos para reconstruir nuestras vidas y la clínica, para seguir sirviendo a nuestra gente. En cuanto a mí, volveré a ver a mi abuela. Es un deseo tan simple pero tan profundo que me da fuerzas para seguir soportando las penurias.
Sinceramente, después de todo esto, si pudiera elegir, elegiría ser gazatí, ser palestina, de esta tierra que amo una y otra vez, hoy y siempre.

25/12/2024

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Israel ataca pero declara defender

Luis E. Sabini Fernández, 23-12-2024

El régimen instaurado por el sionismo en la Palestina histórica ha revelado una capacidad de daño, de impunidad, de duplicidad, de violencia,  que no registramos todo a la vez en tantas otras circunstancias atroces de atropello a la vida, a los derechos humanos que coexisten en todo el planeta.

"Es un libelo de sangre pinchar en «play» a nuestros tiktoks genocidas"
Viñeta de Eli Valley

Es fácil advertir estas manifestaciones a partir del 7 de octubre de 2023, con el inusitado ataque armado de Hamás y otras agrupaciones palestinas que al parecer aprovecharon “la oportunidad” para salir de debajo de la bota que desde hacía ya décadas el sionismo había puesto sobre toda la franja gazatí.
Pero las atrocidades sionistas no comenzaron el 7-8 de octubre de 2023, por cierto.
Tampoco en 1967, cuando  EE.UU. comienza a respetar el papel israelí como “jugador de primera”, es decir con poder militar propio. Ni siquiera en 1948, cuando violando hasta las demarcaciones onusianas, las tropas sionistas se adueñan del 78% de territorio palestino, sobrepasando el 55% que le había acordado graciosamente la ONU.
En 1936-1939, el sionismo perfectamente ensamblado con el colonialismo británico −que todavía tenía pretensiones universales− logran ahogar en sangre la huelga general palestina; una mezcla de levantamiento sin poder militar (apenas con algunos fusiles de caza) y boicot palestino contra la implantación progresiva, artera, implacable, racionalmente dirigida, del sionismo en el territorio palestino, cada vez más sajado, desmenuzado, expropiado, por el judaísmo sionista y sus finanzas en permanente expansión[1].  
Poco antes, en la primera mitad de la década del ’30, cuando empezaban a regir las leyes de Nurenberg de la Alemania nazi, de separación entre germanos y judíos, los sionistas; a la sazón la única fuerza política legal en la Alemania nazi (amén de la nazi) habían acordado con el gobierno un plan de transferencia de capitales, mediante la cual los nazis se adueñaban de los capitales judíos en Alemania, a cambio de productos alemanes de exportación que los sionistas se comprometieron ubicar en el Cercano Oriente. Ha’avara. Dicha negociación no contaba con el apoyo de la corona británica, celosa. Pero entusiasmaba al gobierno nazi  expandiendo su producción, y a los judíos sionistas emigrados de Alemania que recuperaban así sus capitales en Palestina.
La huelga general palestina y la represión subsiguiente implicó la matanza de miles de palestinos, sobre todo varones (jamás se pudo precisar, pero miles, muchos miles en una población de alrededor de un millón de habitantes…).
La administración británica de Palestina favorecida por los resultados de la IGM ligó los intereses sionistas cada vez más con los  británicos, como acabamos de ver ante la huelga/boicot de 1936-1939.

En la primera mitad del Siglo XX se perfilaron dentro del sionismo dos geopolíticas opuestas entre sí: ligarse a los intereses británicos, continuando los vínculos del mismo Herzl con el British Empire (Declaración Balfour, 1917) o acercarse a los nacionalismos enfrentados al británco; el nazismo y el fascismo. Buena parte de los premiers que ha tenido Israel, pasada la primavera “socialdemócrata” de la posguera, fueron, son, de esta última procedencia (Menájem Begin, Yitzhak Shamir, Ariel Sharon, Ehud Olmert, Naftalí Bennett, Beniamin Netanyahu, actual y el que ha ejercido por más tiempo esa primera magistratura). Su mera enumeración nos muestra el peso del supremacismo fascista enntre los “primeros ministros” del engendro sionista.
Y algo más. Israel es el único estado del mundo entero en que fascistas declarados y “a mucha honra” han gobernado y representado a ese estado reiteradamente desde la derrota de los nazifascismos en 1945.
El resultado de la IIGM en 1945, con el consiguiente escrache periodístico y hollywoodense de Hitler y lo alemán (ya no sólo lo nazi) ha exonerado, ¡oh paradoja! al sionismo filofascista de rendir cuentas, pese a su identificación ideológica con el fascismo. [2]
Más aún: que saliera incólume, política y penalmente hablando.  En 1948, al mejor estilo mafioso, los grupos de tareas sionistas liquidan, al primer mediador designado por la recién fundada ONU; el conde Folke Bernadotte.
Su único pecado es haber declarado en las “conversaciones” sobre el diferendo palestino-israelí que los sionistas exigían todo y que así nada le quedaba a los palestinos… el sicario es premiado con su designación como guardaespaldadas del Ben Gurión el líder del flamante Estado de Esrael (luego de un pasaje “teatral” de apenas unas semanas por una cárcel).[3] 

Pero si vemos cómo ya en 1948, la impunidad judeosionista perfila comportamientos abusivos, violatorios de los derechos humanos más elementales –abonada por la prescindencia de países democráticos y la aceptación del papel de chirolitas de muchas otras representaciones nacionales en la ONU−, desde el 7 octubre de 2023, esa impunidad adquiere botas de 7 leguas, y alcanza niveles que cuesta rastrear en la historia humana.
Como “armados” de una “santa indignación”, como si se tratara de víctimas, los sionistas israelíes han desatado su furia y abuso bombardeando barrios con población humana en general, arrasando con mayor facilidad todavía, campamentos más o menos improvisados de los sobrevivientes de los barrios anteriormente pulverizados en Gaza, Rafah , Jan Yunis…
Por las calles, hoy, jóvenes pesadamente armados, casi imberbes, se burlan y atropellan a población civil desarmada, bajo ocupación. Y lo hacen con desprecio, desdén y si son muy teledirigidos, con furia. “Cargados” con un adoctrinamiento que a lo largo de décadas ha insuflado en sus mentes −cuanto más jóvenes, más honda la marca− las ideas, muy talmúdicas, que los goyim son “excremento”, “basura”, “animales”, “inferiores” y sobre todo, “mala gente”.
El sionismo ha hecho abandonar en sus seguidores toda noción de prójimo que vaya más allá de su estrechísimo entorno. La altanería que jóvenes israelíes, recién “cocidos” en los cuarteles, exhiben, no sólo en Palestina sino en todas partes, en todo momento, trasluce esa regimentación mental, indoctrinada. [4]


HACIÉNDOSE LA VÍCTIMA-Helguera, La Jornada, México

Una de las especialidades del sionismo aspirante a controlar la vida (en eso se ejercitaron durante casi dos décadas en la Franja de Gaza) son las “labores de inteligencia”. Que han ido hilvanando con los servicios secretos de EE.UU. y del Reino Unido. Por eso, algunos atentados pueden tener autores  “colectivos” o resulta difícil ubicarles autoría.

Así han matado a Qasem Soleimani. Así han matado a Ismail Haniyeh. Así han matado a Hasan Nasrallah (con la odiosa modalidad, deliberada, de matar al “blanco” con todos los prójimos imaginables: hijos, nietos, esposas, amigos, colegas).
Así han acabado con la vida de decenas o centenares de libaneses mediante telecomunicadores portátiles que portaban explosivos en su interior y que, ahora se sabe, estuvieron “cargados” durante años, hasta que quienes idearon la máquina de matar juzgaron oportuno ponerla en marcha. Tales dispositivos habían sido adquiridos en el Líbano de supuestas firmas productoras y exportadoras de ese know how, y se fueron extendiendo en diversos usos (probablemente la carga explosiva fue colocada inicialmente para atentar y matar a miembros de Hezbollah, pero ni les importó quienes fueron los destinatarios).
Así también se han llevado a cabo muchísimos atentados de falsa bandera.
Keith Woods ha escrito un artículo formidable: “Israel´s Love Affair with Syrian Jihadis” (“El romance de Israel con los yihadistas sirios”),  en el que se apoya en documentos de la DIA, algunos puestos a la luz pública gracias al extraordinario aporte de Julian Assange (wikileaks). Por ejemplo, la info del agente secreto Jake Sullivan a Hillary Clinton de que: “Al Qaeda está de nuestro lado (Siria, 2012).”
El aporte del genocida Naftali Bennett es todavía más prístino: en la conferencia anual de Herzliya, durante su estadía como premier (2021-2022), Israel ha “perfeccionado” el arte de la mentira hasta niveles que no resultan habituales. Entiende este asesino múltiple de palestinos que la aparición de ISIS le facilita a Israel legitimar la anexión de los Altos de Golán; que el caos generado en Siria convierte los reclamos de Israel en “más aceptables” para “la comunidad internacional”: Bennet ilustra así lo que rinde un pragmatismo absoluto.
Al Qaeda, que todo habitante no dedicado al rastreo de verdad, tomará como musulmán (y fanático), es un producto acabado “made in Israel”. La DIA nos dice: “Al Qaeda condujo una cantidad de operaciones en varias ciudades sirias bajo el nombre de Frente al Nusra para llevar adelante la guerra contra el régimen sirio, considerando que Siria tiene un régimen infiel.”[ibid.] 
Esta última calificación es ciertamente, sugestiva. Efectivamente, en varios países árabes el Islam perdió pie. Como ha pasado con el catolicismo en varios países del sur europeo.
Argelia en su momento, Irak, Siria, Palestina, han ido constituyendo gobiernos, regímenes laicos, que el Occidente con religiosidad en baja, iba a tener dificultades para criticar.
Un mundo árabe fanáticamente musulmán era presa (ideológica) más fácil de un Occidente cada vez más laico.
La peripecia palestina nos da algunos elementos de ese cuadro de situación. La resistencia palestina ante la penetración sionista, sobre todo después de 1948, se fue identificando cada vez más con el anticolonialismo, el antiimperialismo y el socialismo, que hará haciendo culturalmente inviable las modalidades tradicionales. Pero ese cambio ideológico, progresista, no da fruto; como que “el enemigo es más fuerte”.
Por un lado, EE.UU. se presenta como lo moderno ante el viejo mundo del capital burgués, y por otro, el colapso soviético deja sin carta de presentación, o con cartas muy ajadas, a una alternativa “de izquierda”.
La resistencia laica no triunfa fácilmente en el mundo colonial. Porque lo que la resistencia enfrenta en la colonia no es a la colonia sino a la metrópolis.
En Palestina, por ejemplo, surgirá entonces, una resistencia basada en valores tradicionales bien diferenciados de los del colonialismo (occidental). Y mientras el movimiento palestino de mayor enjundia en el siglo pasado −Al Fatah y la OLP− terminarán “recuperados” a través de los “Acuerdos de Oslo” y otras maniobras de RR.PP., será Hamás el que encarne el mayor obstáculo al asentamiento sionista.
Patética paradoja: la gente de Arafat aceptando convertirse en policía de los territorios palestinos –al servicio inevitablemente de Israel− e islámicos más bien ortodoxos, defendiendo la sociedad que el sionismo procura pulverizar.
Simplificadamente, diríamos, en este caso, que el Corán sirve más a la causa de pueblos colonizados que El capital de Marx… La cuestión, entonces, dista de simplificarse. Porque los libros sagrados, sean cuales fueren, no ayudan a ver y a vernos, sino más bien nos llevan los ojos a ver a dios, a Dios. Y con los ojos de él. De Él. Y no se trata de eso ni de entonar cantos de sí mismo o a sí mismo. Se trata apenas de que aprendamos a ver el mundo tal cual es.

Notas

1 - Vemos entonces algunas acciones de brutalidad inusitada. El sionismo había preparado mistarviim, sionistas que vestían y hablaban como palestinos, que introducían o preparaban trampas mortales en el tejido social palestino, como por ejemplo, dejar para reparación un vehículo en un taller mecánico, todo en confianza, y que al cabo de veinte minutos volara por los aires el vehículo, el taller, todos sus ocupantes y buena parte de las edificaciones circundantes. Con estos explosivos devastadores, hicieron añicos varios mercados en los momentos de mayor afluencia de gente. Esa atroz coyuntura de la historia palestina se generalizará pesadillescamente en la Franja de Gaza en 2006 y desplegará un nuevo círculo del infierno en 2023/2024.
2 - Eso, porque la realpolitik se mueve con otros intereses; como ilustra el caso de Francisco Franco.
3 - Y la ONU ni siquiera rinde honores a su mediador oficial, proveniente de un país con acrisolada democracia; Suecia. La tutela judeosionista en la ONU ya se sentía.
4-     Como la actitud con que los guardiacárceles recién estrenados en regímenes de dictadura llegan al patio de las cárceles para lidiar con huelguistas y manifestantes. Lidiar, con animales.



07/12/2024

«La destrucción de Gaza definirá a partir de ahora nuestras vidas y las de nuestros hijos": el testimonio de un soldado israelí

 Anónimo, Haaretz , 28/11/2024
Traducido por Luis Casado

El autor es un soldado de combate de reserva, que ha participado en las operaciones terrestres israelíes en el Líbano y en la Franja de Gaza durante el último año.
Lo importante es reflejar lo que está ocurriendo para el público israelí. Sacar las cosas a la superficie. Para que la gente no diga después que no lo sabía.

El norte de la Franja de Gaza, este mes. ¿Cómo encuentra una persona la fuerza para levantarse ante el horror? Foto: Omar Al-Qattaa / AFP


Lo verdaderamente sorprendente es la rapidez con la que todo parece normal y razonable. Al cabo de unas horas, uno se esfuerza por impresionarse ante la magnitud de la destrucción, murmurando para sus adentros frases como «Esto es una locura», pero lo cierto es que uno se acostumbra bastante rápido.

Se convierte en algo banal, kitsch. Otro montón de piedras.
Aquí había probablemente un edificio de una institución oficial, aquellas eran viviendas y esta zona era un barrio. En cualquier dirección que mires, ves montones de barras de refuerzo, arena, hormigón y bloques de hormigón. Botellas de agua de plástico vacías y polvo. Hasta el horizonte. Hasta el mar. La mirada se desplaza hasta un edificio que sigue en pie.

«¿Por qué no han derribado este edificio?», pregunta mi hermana por WhatsApp después de que le enviara una foto. «Y también», añade, “¿por qué demonios has ido allí?”.

Por qué estoy aquí tiene menos interés. Yo no soy la historia aquí. Y esto tampoco es una acusación contra las Fuerzas de Defensa de Israel. Eso tiene cabida en otra parte, en editoriales, en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, en universidades de USA, en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Lo importante es reflejar lo que está ocurriendo para el público israelí. Sacar las cosas a la superficie. Para que la gente no diga después que no lo sabía. Yo quería saber lo que estaba pasando aquí.

Eso es lo que les dije a todos mis amigos, demasiados para contarlos, que me preguntaron:

«¿Por qué fuiste a Gaza?».

- ¿Qué hacía yo mientras mi país mataba civiles en Gaza?
- Las FDI se preparan para permanecer en Gaza hasta fines de 2025, como mínimo. Esto es lo que parece... - Seis meses después de la primera batalla, las fuerzas israelíes regresan a Shujaiyeh

No hay mucho que decir sobre la destrucción. Está por todas partes. Salta a la vista cuando te acercas a lo que solía ser un barrio residencial desde el punto de vista de un dron: un jardín cultivado rodeado por un muro roto y una casa pulverizada. Una choza improvisada con techo de hojalata al fondo de un callejón.

Manchas oscuras en la arena, una junto a otra: Aparentemente había algún tipo de arboleda allí. Tal vez un olivar. Ahora es la temporada de recogida de la aceituna. Y hay algo de movimiento: una persona subida a un montón de escombros, recogiendo leña en una acera, aplastando algo con una piedra. Todo ello visto desde la trayectoria de vuelo de un dron.

Cuanto más te acercas a las rutas logísticas - Netzarim, Kissufim, Philadelphi - menos estructuras quedan en pie. La destrucción es enorme, y está aquí para quedarse. Y esto es lo que la gente necesita saber: esto no se borrará en los próximos 100 años.

Por mucho que Israel intente hacerlo desaparecer, difuminarlo, la destrucción en Gaza definirá nuestras vidas y las de nuestros hijos a partir de ahora. Es el testimonio de un desenfreno. Un amigo escribió en la pared de la sala de operaciones: «A la calma responderá la calma, a Nova responderá la Nakba». Los mandos del ejército han adoptado este grafiti.

Para un ojo militar, la destrucción es inevitable. Luchar contra un enemigo bien equipado en una zona urbana densamente poblada significa la destrucción de edificios a gran escala, o la muerte segura de los soldados. Si un comandante de brigada tuviera que elegir entre la vida de los soldados bajo su mando o arrasar el territorio, un F-15 cargado de bombas ya estaría dirigiéndose a la pista de aterrizaje de la base aérea de Nevatim y una batería de artillería estaría alineando las miras.

Nadie va a correr riesgos. Esto es la guerra.
Israel puede luchar así gracias al flujo de armamento que recibe de USA, y la necesidad de controlar el territorio con un mínimo de mano de obra está al límite. Esto es cierto tanto en Gaza como en Líbano.

La principal diferencia entre Líbano y el infierno amarillo que nos rodea son los civiles. A diferencia de las aldeas del sur del Líbano, los civiles siguen aquí. Arrastrándose de un nudo de lucha a otro, arrastrando mochilas sobrecargadas, jerricanes. Madres con niños caminan penosamente por la carretera. Si tenemos agua, se la damos.

Las capacidades tecnológicas de las IDF se han desarrollado de manera impresionante en esta guerra. La potencia de fuego, la precisión, la recogida de información por drones: Son un contrapeso a los submundos que Hamás y Hezbolá construyeron durante muchos años.

Uno se encuentra contemplando durante horas desde la distancia a un civil que arrastra una maleta durante unos kilómetros por la carretera de Salah al-Din. El sol abrasador cae sobre él. Y tratas de comprender: ¿Es un artefacto explosivo? ¿Es lo que le queda de vida?

Observas a la gente que se arremolina cerca del recinto de tiendas de campaña en medio del campo, busca artefactos explosivos y mira fijamente los dibujos en la pared en tonos grises de carboncillo. Aquí, por ejemplo, hay un dibujo de una mariposa.

Esta semana he vigilado con drones un campo de refugiados. Observé a dos mujeres que caminaban de la mano. Un joven que entró en una casa medio destruida y desapareció. ¿Quizá es un operativo de Hamás y vino a entregar un mensaje a través de una entrada oculta a un túnel donde hay rehenes?

Desde una altura de 250 metros, seguí a alguien que iba en bicicleta por lo que antes había sido una carretera en los límites del barrio: una excursión vespertina en medio de una catástrofe. En uno de los cruces, el ciclista se detuvo cerca de una casa de la que salían unos cuantos niños, y luego continuó adentrándose en las profundidades del propio campo de refugiados.

Todos los tejados tienen agujeros provocados por los bombardeos. En todos ellos hay barriles azules para recoger el agua de lluvia. Si ves un barril en la carretera, tienes que avisar al centro de control, y marcarlo como posible artefacto explosivo. Aquí hay un hombre horneando pitas. A su lado hay un hombre durmiendo en un colchón.

¿Por la fuerza de qué inercia sigue la vida? ¿Cómo puede una persona despertarse en medio de un horror como éste y encontrar fuerzas para levantarse, buscar comida, intentar sobrevivir? ¿Qué futuro le ofrece el mundo? Calor, moscas, hedor, agua sucia. Pasa otro día.

Espero al escritor que vendrá a escribir sobre esto, a un fotógrafo que lo documentará, pero sólo estoy yo. Los demás luchadores, si tienen algún pensamiento herético, se lo guardan para ellos.

No estamos hablando de políticos porque nos lo han preguntado, pero la verdad es que sencillamente no interesa a nadie que haya hecho 200 días de servicio en la reserva este año. Las reservas se están colapsando.

Cualquiera que se presente es ya indiferente, molesto por problemas personales o por otros asuntos. Hijos, despidos, estudios, cónyuges. Despidieron al ministro de Defensa. Einav Zangauker, cuyo hijo Matan es rehén en algún lugar de aquí.

Han llegado los bocadillos de schnitzel [escalope vienés, NdT].
Los únicos que se emocionan por algo son los animales. Los perros, los perros. Mueven la cola, corren en grandes manadas, juegan entre ellos. Persiguen los restos de comida que ha dejado el ejército. Aquí y allá se atreven a acercarse a los vehículos en la oscuridad, intentan arrastrar una caja con salchichas cabanossi [versión israelí de las salchichas de cerdo de origen polaco, kosherizadas con carne de pollo o pavo, NdT]. y son ahuyentados por una cacofonía de gritos. También hay muchos cachorros.

Durante las dos últimas semanas, la izquierda israelí se ha preocupado de que el ejército se atrinchere en las rutas este-oeste de la Franja de Gaza. La ruta de Netzarim, por ejemplo. ¿Qué no se ha dicho al respecto? Que está siendo pavimentada, que hay bases de cinco estrellas en ella. Que las FDI están allí para quedarse, que sobre la base de esta infraestructura el proyecto de asentamientos en la Franja volverá a crecer.

No descarto estas preocupaciones. Hay suficientes locos que sólo esperan la oportunidad. Pero las rutas de Netzarim y Kissufim son zonas de combate, áreas entre enormes concentraciones de palestinos. Una masa crítica de desesperación, hambre y angustia. Esto no es Cisjordania. El atrincheramiento a lo largo de la ruta es táctico.

Más que para garantizar el control civil del territorio, está diseñado para proporcionar seguridad a unos soldados agotados. Las bases y los puestos avanzados consisten en estructuras portátiles que pueden desmontarse y retirarse en un convoy de camiones en pocos días. Por supuesto que esto podría cambiar.

Para todos nosotros, desde los que están en la sala de control hasta el último de los combatientes, está claro que el gobierno no sabe absolutamente nada sobre cómo proceder a partir de aquí. No hay objetivos hacia los que avanzar, ni capacidad política para retroceder. Excepto en Jabalya, apenas hay combates. Sólo en los bordes de los campamentos. E incluso esto es parcial, por miedo a que haya rehenes. El problema es diplomático, no militar ni táctico.

Y por lo tanto está claro para todos que seremos llamados para otra ronda, para exactamente las mismas misiones. Seguirán viniendo reservistas, pero menos.

¿Dónde está la línea entre entender la «complejidad» y la obediencia ciega?

¿Cuándo te has ganado el derecho a negarte a participar en un crimen de guerra?

Eso interesa menos. Lo que interesa más es cuándo despertará la corriente dominante israelí, cuándo surgirá un líder que explique a los ciudadanos en qué terrible lío estamos metidos y quién será el primer portador de kipá que me llame traidor.

Porque antes de La Haya, antes de las universidades usamericanas, antes de la condena en el Consejo de Seguridad, esto es ante todo un asunto interno para nosotros.

Y para 2 millones de palestinos.



28/11/2024

GIDEON LEVY
Exponer los trapos sucios de Israel en el extranjero es la mejor hasbara que podemos esperar

Gideon Levy, Haaretz, 27/6/2024
Traducido por Luis Casado, Politika/Tlaxcala

¿Por qué fui a hablar al extranjero? ¿Por qué lavar allá los trapos sucios? En primer lugar, porque en el extranjero hay mucho más interés y ganas de escuchar que aquí en Israel. El debate público en el que participé la semana pasada en Toronto con Mehdi Hasan, Douglas Murray y Natasha Hausdorff versaba sobre si el antisionismo es antisemitismo. Las 3 mil entradas (que no eran baratas) se vendieron con mucha antelación, y la sala de conciertos de la ciudad estaba completamente llena... y tormentosa. Dudo que se hubieran vendido 30 entradas para un debate similar en el Auditorio Bronfman de Tel Aviv.


Una manifestante disfrazada de Estatua de la Libertad en una concentración de simpatizantes y familiares de rehenes que pedían su liberación el lunes en Tel Aviv. La pancarta hace referencia a la frase «Todos los ojos puestos en Rafah» que circula por la red. Foto: Marko Djurica/Reuters

Pero el interés por debatir cuestiones de principio, que existe en el extranjero mas no en Israel, no es la única razón para ir allí. El extranjero es el escenario que, en gran medida, determinará el futuro de Israel. No debemos dejarlo en manos de la derecha. Nadie se queja cuando los propagandistas de la derecha causan estragos en todo el mundo a través de la clase dirigente sionista, los poderosos, las organizaciones judías y las embajadas israelíes, un vasto grupo de presión con mucho dinero.
Siembran el pánico afirmando que cualquier crítica a Israel, a la ocupación o el apartheid israelí es antisemitismo, y así silencian a medio mundo por miedo a ser sospechosos de antisemitismo.


Extracto del discurso de Gideon Levy en el Debate Munk de Toronto

Esta práctica manipuladora produce resultados a corto plazo. A largo plazo, será contraproducente para Israel y los judíos, por cuya culpa se ha suprimido la libertad de expresión. Una investigación de The Guardian ha revelado una vez más los métodos utilizados por el Ministerio de la Diáspora y promovidos por el Ministerio de Asuntos Estratégicos para hacerle frente a lo que está sucediendo en Estados Unidos y en los campus universitarios estadounidenses. Tales métodos bastan para dar una mala imagen de Israel. Todo vale para la derecha colonialista y el establishment sionista y judío; alzar una voz diferente a la de Israel es traición.

El daño más perjudicial para la reputación de Israel lo causan sus políticas. La entrevista o el discurso de un detractor de Israel que le hará tanto daño a Israel como las imágenes de los horrores cometidos en Gaza están aún por venir. Un niño convulsionando y moribundo en el suelo manchado de sangre del hospital Al Rantisi es más destructivo que mil artículos de opinión.

Ninguna campaña de propaganda gubernamental - conocida como «Concierto» o «Kela Shlomo» según The Guardian - puede erradicar la repugnancia (justificada) que Israel despierta con su comportamiento en la Franja de Gaza y Cisjordania.

Ningún artículo ha causado tanto daño como la foto del palestino herido atado al techo del capó en llamas de un Jeep del ejército israelí en Yenín. E incluso quienes sólo se preocupan por la imagen de Israel en el extranjero, y no por su esencia moral y su encarnación, deben estar esperando un cambio de política.

La explicación de que ya no hay distinción entre lo que se dice aquí y lo que se dice allá, porque la tecnología lo transmite todo, es risible. Lo que cuenta es el sentimiento antidemocrático de quienes intentan silenciar una opinión, expresada aquí o allá, y la obligación de recabar apoyos «por el bien» del Estado.

Independientemente de la utilidad o de los daños causados a Israel, cada individuo tiene el derecho a expresar sus opiniones en cualquier lugar y en cualquier momento. Basta ya de esta mierda anarquista, primitiva y antidemocrática de “no se lo digas a los Goys”. ¿Y quién determinará lo que es bueno para Israel? ¿La derecha? ¿El gobierno? ¿Los colonos? ¿Y qué Israel debe ser servido?

Cuando destacados israelíes publicaron el miércoles un llamamiento en el New York Times para que no se invitara a Netanyahu al Congreso, no sólo era su derecho, sino también su deber. Todos los que, como ellos, creen que el Primer Ministro Benjamin Netanyahu está haciéndole un daño irreversible al Estado deben poder decirlo, en todas partes.

Haaretz, que se lee en el extranjero en su edición inglesa tanto como en Israel, no es sólo una fuente de información, sino también una fuente de esperanza de que Israel no se resume en los colonos, en el ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir, en el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich y en Netanyahu.
Esta es la mejor defensa pública que Israel puede esperar en estos momentos.

NdT: el gobierno de Netanyahu intenta ahora silenciar Haaretz cortándole todas las fuentes de financiamiento.