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12/12/2021

JOHN FEFFER
Auf dem Weg zu einer Nationalistischen Internationale

  John Feffer, Foreign Policy in Focus, 8.12.2021

Die extreme Rechte ist auf dem Vormarsch, Deutschlands Geschenk an diese wäre die Desiderius-Erasmus-Stiftung der AfD, um Außenposten des Hasses in der ganzen Welt zu errichten.

 
Galgen beim Sturm auf das Capitol am 6. Januar 2021
Bild: Tyler Merbler/CC BY-2.0

Was der Alt-Right-Guru Steve Bannon nicht geschafft hat, haben die deutschen Steuerzahler gerade wiederbelebt: eine nationalistische Internationale. Dank der deutschen Regierung ist die extreme Rechte dabei, ihren eigenen gut betuchten globalen Think Tank zu bekommen, komplett mit der Art von politischer Akademie, die in Bannons Plan für die Weltherrschaft so wichtig war.

Deutschlands Geschenk an die extreme Rechte ist die Desiderius-Erasmus-Stiftung, der politische Arm der bekanntesten extremistischen Partei des Landes, der Alternative für Deutschland (AfD). Erasmus, ein niederländischer Humanist der Renaissance, der vor allem für seinen ironischen Essay „Zum Lobe der Torheit“ bekannt ist, wäre über eine solch groteske Zweckentfremdung seines Namens entsetzt gewesen. Schließlich hat die AfD ihre politische Basis auf einer Reihe von Verrücktheiten aufgebaut, die dem Humanismus diametral entgegengesetzt sind, angefangen von ihren ursprünglichen Anti-Einwanderungsparolen bis hin zu ihren aktuellen Annäherungsversuchen an die Impfgegner.

Die AfD schnitt seltsamerweise bei den jüngsten Wahlen in Deutschland unterdurchschnittlich ab und verlor 11 Sitze im Bundestag. Dennoch gelang der Partei mit etwas mehr als 10 % der Stimmen zum zweiten Mal in Folge der Einzug ins Parlament. Damit hat sie Anspruch auf das, was auch alle anderen großen Parteien erhalten: staatliche Unterstützung ihrer Stiftung. Wenn es nicht gelingt, diese Freigiebigkeit juristisch zu unterbinden, wird die Erasmus-Stiftung bald den Gegenwert von einigen zehn Millionen Dollar pro Jahr vom Steuerzahler erhalten.

Betrachten Sie das als einen außerordentlichen Schub für die globale extreme Rechte, da die AfD finanziert werden wird, um Außenposten des Hasses in der ganzen Welt zu errichten. Die Stiftung der Partei Die Linke, die die passendere Bezeichnung Rosa Luxemburg Stiftung besitzt, hat bereits Büros in mehr als 20 Ländern. Die Stiftung der Grünen, benannt nach dem deutschen Schriftsteller und Nobelpreisträger Heinrich Böll, ist in mehr als 30 Ländern vertreten. Seit der Blütezeit des Faschismus in den 1930er Jahren hat die extreme Rechte keine derartigen Möglichkeiten zur globalen Expansion mehr gehabt.

Die Vorstellung, dass die AfD auch nur annähernd so etwas wie „politische Bildung“ betreiben könnte, sollte lächerlich sein. Aber genau dafür will die Stiftung den kommenden Geldsegen nutzen: um eine neue Generation von rechtsextremen Denkern und Aktivisten zu rekrutieren und auszubilden. Die Erasmus Stiftung will mehr als 900 Personen für ihre politische Akademie und verwandte Bildungseinrichtungen einstellen. Das ist sogar noch ehrgeiziger als die Akademie der intellektuellen „Gladiatoren“, von der Bannon einst in einem ehemaligen Kloster auf dem italienischen Land träumte.

Die Website der Erasmus Stiftung sagt nichts über ihre globalen Ambitionen aus. Ausgehend vom jüngsten Manifest der AfD ist jedoch davon auszugehen, dass die Stiftung Euroskeptiker versammeln wird, um die Aushöhlung der Europäischen Union zu planen; dass sie die einwanderungsfeindliche Plattform der AfD mit Gleichgesinnten in ganz Europa wie der Lega in Italien, dem Vlaams Belang in Belgien, Marine Le Pens Rassemblement National in Frankreich und mehreren extremistischen Gruppen auf dem Balkan vorantreiben wird; und dass sie Geld in den Aufbau eines „respektablen“ Auftretens für den weißen Nationalismus stecken wird, indem sie sich mit identitären Gruppen in Nordamerika, der ehemaligen Sowjetunion und Australasien vernetzt.

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06/12/2021

JOHN FEFFER
El fin de la década de las cloacas en América Latina

 John Feffer, Foreign Policy in Focus, 1/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 

La victoria de Xiomara Castro en Honduras es señal de que la región está preparada para salir de su década perdida.


Tras la marea rosa de la política progresista llegó una marea marrón de reacción.

 

Los últimos años de gobierno en América Latina han apestado a corrupción, represión y degradación ambiental. Pasarán a la historia como la Década de las Cloacas, gracias a Jair Bolsonaro de Brasil, Iván Duque de Colombia, Daniel Ortega de Nicaragua, Nayib Bukele de El Salvador, Jeanine Áñez de Bolivia y Juan Orlando Hernández de Honduras.

 

Varios de estos líderes siguen en el cargo. Y los chilenos también pueden sumergirse en las aguas residuales si eligen al populista de derechas José Antonio Kast, que fue el más votado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del mes pasado.

 

Pero, a pesar de Chile, puede que por fin veamos algo de luz al final de este particular túnel de aguas residuales.

 

Esta semana, Xiomara Castro obtuvo una victoria decisiva en las elecciones presidenciales de Honduras, poniendo fin al desastroso reinado de doce años de un régimen antidemocrático y narcotraficante aliado de Estados Unidos. Como antídoto a esta década perdida, Castro ofrece un programa descaradamente socialista, feminista y anticorrupción. También ha prometido crear un gobierno de unidad nacional.

 

Construir la unidad nacional no va a ser fácil en uno de los países más pobres de América Latina, donde una élite rica sigue controlando todos los resortes del poder. El golpe de Estado que derrocó al presidente de izquierdas Manuel Zelaya hace una docena de años dividió a la sociedad hondureña en otro eje. Xiomara Castro es la esposa de Zelaya, así que está bastante claro de qué lado de ese cisma se encuentra.

 

Sin embargo, antes de que pueda hacer algo más, Castro tiene que acabar con el poder de los narcotraficantes que han convertido a Honduras en un narcoestado muy eficiente.

 

La droga somos nosotros

 

El pasado mes de marzo, Juan Antonio Hernández fue condenado en un tribunal estadounidense a cadena perpetua más 30 años por introducir 185 toneladas de cocaína en Estados Unidos. También se le impuso una multa de 158 millones de dólares.

 

12/11/2021

JOHN FEFFER
Las inversiones chinas en combustibles fósiles en África: corrupción y ecocidio

John Feffer, Foreign Policy in Focus, 8/11/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala
 

Los países africanos necesitan inversiones, China necesita materias primas y l@s activistas african@s están hart@s de la corrupción y los daños medioambientales resultantes.

La relación de China con África presenta muchas facetas. La República Popular China (RPC) comparte vínculos ideológicos con muchos países africanos debido a los primeros vínculos con las luchas anticoloniales y a través del Movimiento de los No Alineados. Todos los países africanos reconocen a la RPC, a excepción de Esuatini (Suazilandia), que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán. Muchos países africanos mantuvieron relaciones comerciales con Pekín tras la represión de la plaza de Tiananmen en 1989, y esos lazos comerciales no han hecho más que reforzarse. China es el primer socio comercial de África desde que aventajó a Estados Unidos en 2009.

 

Muchos gobiernos africanos buscan la ayuda de China a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en ingles) para superar el déficit de infraestructuras del continente, mientras que China, a su vez, busca el acceso a una serie de recursos estratégicos clave, como los combustibles fósiles y los minerales, así como entrar en mercados en gran medida sin explotar. Además de ser ricos en recursos naturales, algunos países africanos atraen el interés de China debido a la mano de obra relativamente barata, la mala gobernanza y las normas ambientales laxas. En 2017 McKinsey informó de que es probable que haya más de 10.000 empresas chinas operando en toda África.

 


 

El Banco Africano de Desarrollo, creado en 1964 y con 83 países miembros (China se incorporó en 1985), celebró su primera reunión anual fuera de África en Shanghái en mayo de 2007

 

La cantidad de dinero implicada es asombrosa. Según un informe de 2021 de la Universidad de Economía y Negocios Internacionales de Shanghai, desde el año 2000 China ha invertido un total de 47.000 millones de dólares en toda África (en 52 de 54 países), y las nuevas inversiones ascenderán a 2.960 millones de dólares en 2020 (un aumento de más de 200 millones de dólares respecto al año anterior). La gran mayoría de las inversiones chinas -el 87%- se han concentrado en cuatro sectores: energía, transporte, metales e inmobiliario. El Banco de Exportación e Importación de China proporciona gran parte de la financiación de los proyectos de infraestructura en África, pero hay varios bancos comerciales que también han establecido sucursales en todo el continente.

 

Sin embargo, a pesar de estas cifras, África atrajo solo el 2% de la inversión extranjera china en 2019.

 

El impacto de las interacciones económicas chinas con África también puede medirse a nivel individual. “No hay individuos en Nigeria que no tengan productos chinos”, informa Tijani Abdulkarim, director ejecutivo del Centro de Investigación y Desarrollo Socioeconómico de Abuja. “Es la comida que comen, los relojes de pulsera que poseen, la ropa que llevan”.

 

Sin embargo, la huella de China en África ha provocado un considerable enfado, resentimiento y rechazo por parte de las comunidades de los proyectos que China ha financiado, construido o promovido, sobre todo los relacionados con las industrias extractivas. Las críticas se han centrado en los impactos ambientales adversos, en las violaciones de las leyes laborales y de los derechos humanos, así como en las prácticas corruptas.

 

En un seminario en Internet titulado Voices from Africa: Activist Perspectives on Chinese Investments, patrocinado por el Africa Climate Justice Group, seis representantes de organizaciones de la sociedad civil de toda África ofrecieron su perspectiva sobre el terreno de las actividades chinas de minería y extracción en su comunidad, seguida de los comentarios de un experto en inversiones chinas en África. El siguiente informe es una síntesis de sus presentaciones.

11/11/2021

JOHN FEFFER
Corruption et pollution, les deux mamelles de la vache à lait africaine
La Chine investit dans les combustibles fossiles en Afrique

John Feffer, FPIF, 8/11/2021
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala

Les pays africains ont besoin d'investissements, la Chine a besoin de matières premières et les militant·es africain·es en ont assez de la corruption et des dommages environnementaux qui en résultent.


La relation de la Chine avec l'Afrique présente de multiples facettes. La République populaire de Chine (RPC) partage des liens idéologiques avec de nombreux pays africains en raison de ses liens anciens avec les luttes anticoloniales et par le biais du Mouvement des non-alignés. Tous les pays africains reconnaissent la RPC, à l'exception de l’Eswatini (Swaziland), qui entretient des relations diplomatiques avec Taïwan). De nombreux pays africains ont conservé des relations commerciales avec Pékin après la répression de la place Tiananmen en 1989, et ces liens commerciaux n'ont fait que se renforcer. La Chine est le premier partenaire commercial de l'Afrique depuis qu'elle a dépassé les USA en 2009.

De nombreux gouvernements africains sollicitent l'aide de la Chine dans le cadre de l'initiative "la Ceinture et la Route" (Belt and Road Initiative, BRI) afin de combler les lacunes du continent en matière d'infrastructures, tandis que la Chine cherche à son tour à accéder à un certain nombre de ressources stratégiques clés, notamment des combustibles fossiles et des minéraux, ainsi qu'à des marchés largement inexploités. En plus d'être riches en ressources naturelles, certains pays africains suscitent l'intérêt des Chinois en raison d'une main-d'œuvre relativement bon marché, d'une mauvaise gouvernance et de normes environnementales laxistes. En 2017, McKinsey a indiqué que plus de 10 000 entreprises chinoises opèrent probablement dans toute l'Afrique. 

Les sommes d'argent en jeu sont stupéfiantes. Selon un rapport publié en 2021 par l'Université de commerce international et d'économie de Shanghai, la Chine a investi depuis 2000 un total de 47 milliards de dollars dans toute l'Afrique (dans 52 des 54 pays), les nouveaux investissements s'élevant à 2,96 milliards de dollars en 2020 (soit une augmentation de plus de 200 millions de dollars par rapport à l'année précédente). La grande majorité des investissements chinois - 87 % - ont été concentrés dans quatre secteurs : l'énergie, les transports, les métaux et l'immobilier.


La Banque africaine de développement, créée en 1964 et comptant 83 pays membres (la Chine y a adhéré en 1985) a tenu sa première réunion annuelle en dehors d’Afrique à Shanghai en mai 2007

L'Export-Import Bank de Chine fournit une grande partie du financement des projets d'infrastructure en Afrique, mais un certain nombre de banques commerciales ont également établi des succursales sur le continent.Pourtant, malgré ces chiffres, l'Afrique n'a attiré que 2 % des investissements étrangers chinois en 2019.  

29/10/2021

JOHN FEFFER
La signification réelle de Squid Game
Une allégorie de la mondialisation sanguinaire

John Feffer, Foreign Policy In Focus, 27/10/2021
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala

 

John Feffer est un écrivain, éditeur et militant de gauche usaméricain, directeur de Foreign Policy In Focus à l’ Institute for Policy Studies, où il développe un nouveau projet pour une Transition globale juste. Son livre le plus recent est Right Across the World: The Global Networking of the Far-Right and the Left Response. Auteur de la trilogie dystopique Splinterlands, Frostlands et Songlands, il a aussi écrit The Pandemic Pivot. Il est membre des Democratic Socialists of America. @johnfeffer

La Corée du Sud a été un grand gagnant dans le jeu de la mondialisation. Mais cela a eu un prix.

Vous avez soit vu la série Netflix Squid Game, soit envisagé de regarder la série sud-coréenne avant de la laisser passer en raison de sa violence, soit lu quelque chose à son sujet et vous vous êtes demandé pourquoi on en faisait tout un plat. Vous savez donc que ce succès mondial met en scène des centaines de Coréens endettés qui s'affrontent pour remporter un énorme jackpot. Les compétitions sont des jeux d'enfants comme le tir à la corde et les billes. La peine encourue en cas de défaite est la mort.


Ce n'est pas une émission de télé-réalité. Mais ce drame fictif reflète fidèlement la réalité de la vie dans la société sud-coréenne d'aujourd'hui.

Les commentaires sur Squid Game ont mis l'accent sur la précarité économique dans laquelle vivent tant de Coréens. En Corée du Sud, la dette des ménages représente plus de 100 % du PIB du pays. Les logements sont chers et les emplois sûrs sont rares. Il y a quelques années, les jeunes ont commencé à parler de leur pays comme du royaume infernal Chosun, un endroit où ils ne pouvaient tout simplement pas avancer. La concurrence est impitoyable pour les places dans les meilleures universités et les postes de choix dans les principaux conglomérats connus sous le nom de chaebols. L'inégalité qui en résulte est devenue un thème majeur de la culture coréenne, qui a attiré l'attention du public mondial en 2019 avec le film populaire Parasite.

Tout cela est vrai. Mais voici une interprétation plus radicale.

Squid Game reflète une anxiété plus profonde quant à la place de la Corée du Sud dans le monde et à ce qu'il a fallu pour passer d'un pays pauvre du tiers-monde à l'une des principales économies mondiales. D'une manière étrange, l'émission traite de la mondialisation mais a habilement dissimulé son message critique pour atteindre un public mondial.

 

Profitant du succès de l’acteur indien Anupam Tripathi, qui incarne l’immigré pakistanais Abdul Ali dans Squid Game (le nombre de ses followers sur Instagram est passé de 3 000 à plus de 3 millions), le fabricant indien de toasts à beurrer Amul, fait sa pub, avec un jeu de mots (itsquide nice = it’s quite nice, c’est vraiment super)

17/10/2021

JOHN FEFFER
La transición al cambio climático en la era de los multimillonarios: ¿Un mundo de lucro o de economía climática solidaria?

John Feffer, TomDispatch.com, 5/10/2021

Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

 

John Feffer es un escritor, editor y activista usamericano. Colaborador habitual entre otros de TomDispatch,  es autor de la novela distópica Splinterlands y de Frostlands, el segundo volumen de la misma. Completa la trilogía, de reciente aparición, Songlands.  Ha escrito también The Pandemic Pivot. Es director de Foreign Policy in Focus en el Institute for Policy Studies, donde está desarrollando un nuevo proyecto para una Transición Global Justa. @johnfeffer

Se suponía que era la transición más importante de los tiempos modernos.
Prácticamente de la noche a la mañana, un sistema sucio, ineficaz e injusto que abarcaba once husos horarios iba a sufrir una transformación extrema. Para acelerar el proceso se dispuso de miles de millones de dólares. Un nuevo equipo de expertos en transición elaboró el proyecto y el público lo aceptó de forma abrumadora. Lo mejor de todo es que este gran salto adelante serviría de modelo para todos los países desesperados por salir de un statu quo fracasado.
 
Pero no fue así.

Cuando la Unión Soviética se derrumbó en 1991 y Rusia emergió de sus escombros como el mayor Estado sucesor, los funcionarios de la recién elegida administración de Boris Yeltsin se asociaron con un grupo de expertos extranjeros para trazar el camino hacia un sistema postsoviético de democracia y libre mercado. Occidente ofreció miles de millones de dólares en préstamos, mientras los rusos generaban más fondos mediante la privatización de activos estatales. Con todos esos recursos, Rusia podría haberse convertido en una enorme Suecia del Este.

 En cambio, gran parte de esa riqueza desapareció en los bolsillos de oligarcas que se acabaron de forrar. Durante la década de 1990, Rusia sufrió una catástrofe económica, con una salida del país de entre 20.000 y 25.000 millones de dólares al año y una caída del producto interior bruto (PIB) de casi el 40% entre 1991 y 1998. La Unión Soviética fue una vez la segunda economía mundial. En la actualidad, gracias únicamente a la dependencia de las industrias de exportación de combustibles fósiles y armas de la era soviética, Rusia se encuentra justo fuera de los diez primeros puestos en producción económica total, situándose por debajo de Italia y la India, pero solo consigue el 78º puesto -es decir, por debajo de Rumanía- en PIB per cápita.

 Los fracasos de la transición rusa pueden atribuirse al colapso del imperio, a décadas de decadencia económica, al triunfalismo vengativo de Occidente, a la venalidad desenfrenada de los oportunistas locales, o a todo lo anterior unido. Sin embargo, sería un error desestimar este relato de advertencia como una mera peculiaridad histórica.

Si no tenemos cuidado, el pasado ruso podría convertirse en el futuro de la humanidad: una transición fallida, una oportunidad de oro desperdiciada.

Al fin y al cabo, el mundo se dispone ahora a gastar billones de dólares para una transición aún más masiva, esta vez de una economía igualmente sucia, ineficiente e injusta basada en los combustibles fósiles a... ¿qué? Si la comunidad internacional aprende de algún modo las lecciones de las transiciones anteriores, algún día todos viviremos en un mundo mucho más equitativo y neutro en carbono, alimentado por energías renovables.

Pero no apuesten por ello. El mundo está sustituyendo poco a poco la energía sucia por las renovables, pero sin abordar ninguno de los problemas de carácter industrial del sistema actual. Deberíamos recordar el modo en que los rusos sustituyeron la planificación estatal por el libre mercado, solo para acabar con los defectos del capitalismo, conservando muchos de los males del orden anterior. Y ese no es ni siquiera el peor escenario. La transición podría no producirse en absoluto o el proceso de descarbonización podría alargarse tan interminablemente durante décadas de forma que resultara totalmente ineficaz.

Los defensores de los Nuevos Acuerdos Verdes prometen resultados beneficiosos para todos: los paneles solares y las turbinas eólicas producirán energía abundante y barata, la crisis climática se reducirá, los trabajadores dejarán los trabajos sucios por otros más limpios y el Norte Global ayudará al Sur Global a dar el salto hacia un futuro gloriosamente verde. En realidad, sin embargo, las transiciones de tal escala y urgencia nunca han sido beneficiosas para todos. En el caso de la transición rusa desde el comunismo, casi todo el mundo salió perdiendo y el país sigue sufriendo las consecuencias. Otras transformaciones a gran escala del pasado -como las revoluciones agraria e industrial- fueron igualmente catastróficas a su manera.

A fin de cuentas, quizá una parte fundamental del problema no radique solo en el defectuoso statu quo, sino en el propio mecanismo de la transición.