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19/08/2023

Mohammad Mossadegh, Primer Ministro de Irán, 1951 – 1953: una biografía


The Mossadegh Project, 3-10-2013
Traducido por Luis Casado (Politika/Tlaxcala)


Ay, yo bien conozco a tu enemigo, el mismo que tenemos por acá... escribió Nicolás Guillén. Cómo olvidar esos versos... Juran los que te matan, que eres feliz... ¿Será verdad?

En otros sitios, bajo otros cielos, los imperios cometían los mismos crímenes. Como en Irán. Cuando la prensa tarifada expone hoy lo que no le gusta de ese país, olvida mencionar la génesis: un golpe de Estado, uno más, contra Mohammed Mossadegh, derrocado por la CIA y el MI6 británico el 19 de agosto de 1953, veinte años antes del 11 de septiembre. He aquí esa historia.-LC


Mohammed Mossadegh nació el 16 de junio de 1882 en Teherán. Su padre, Mirza Hedayat Ashtiani, fue ministro de Finanzas de Irán y su madre, Najm al-Saltaneh, estaba estrechamente vinculada a la dinastía reinante de los Kadjar (1789-1925). Cuando tenía 10 años, su padre murió, dejándoles a él y a su única hermana menor al cuidado de su madre.

En reconocimiento a los servicios prestados por su difunto padre a la corona, el monarca Nasir al-Din Shah le concedió el título de "Mossadegh al-Saltaneh". Años más tarde, cuando se introdujo en Irán un sistema de documentos nacionales de identidad, eligió el apellido Mossadegh, que significa "verdadero y auténtico".

La carrera de Mossadegh comenzó a la excepcionalmente temprana edad de 15 años, cuando fue nombrado, también en honor a su padre, Mostofi (jefe de finanzas) de la provincia de Jorasán. Además de interesarse por la ciencia moderna, practicó varios deportes y aprendió a tocar el tar, un instrumento de cuerda tradicional persa.

A los 19 años se casó con Zia al-Saltaneh, una princesa kadjar, a la que consideraba "la persona a la que más quería después de mi madre". La pareja tuvo tres hijas -Zia Ashraf, Mansoureh y Khadijeh- y dos hijos, Ahmad y Gholam-Hossein.

Mossadegh tenía sólo 21 años cuando el pueblo de Ispahán lo eligió miembro del Majlis (Parlamento iraní) para representarlo. Sin embargo, al no ser mayor de edad, retiró su nombre de la lista de candidatos. Durante el movimiento constitucionalista de 1905-1911, Mossadegh participó activamente en los acontecimientos que condujeron al establecimiento de una monarquía constitucional en lugar del arbitrario régimen monárquico.

Mossadegh estudió ciencias políticas en Teherán y, en 1909, continuó sus estudios en París. Durante su estancia en la capital gala empezó a experimentar debilidad y fatiga extremas, y se vio obligado a abandonar sus estudios y regresar a Irán. Durante toda su vida padeció este problema persistente, más conocido hoy como "síndrome de fatiga crónica". Más tarde regresó a Europa y estudió Derecho en la Universidad de Neuchâtel (Suiza). En junio de 1913, se convirtió en el primer iraní en obtener un doctorado en Derecho y regresó a Irán justo un día antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.

29/09/2022

JOHN PILGER
En Ucrania, USA nos está arrastrando hacia una guerra con RusiaUn artículo de 2014 más actual que nunca

John Pilger, The Guardian, 13/5/2014
Traducido por
Miguel Álvarez Sánchez, editado por Fausto Giudice, Tlaxcala

 

¿Por qué toleramos la amenaza de otra guerra mundial en nuestro nombre? ¿Por qué permitimos mentiras que justifican este riesgo? La magnitud de nuestro adoctrinamiento, escribió Harold Pinter, es un «acto de hipnosis de gran éxito, brillante e incluso ingenioso», como si la verdad «no se produjera ni siquiera mientras se produce».

Un activista prorruso con un casquillo y un paquete de comida de fabricación usamericana que cayó de un vehículo blindado del ejército ucraniano durante un ataque a un control de carretera el 3 de mayo de 2014 en Andreievka,  óblast de Zaporiyia, Ucrania.Foto: Scott Olson/Getty

 

Cada año, el historiador usamericano William Blum publica su «resumen actualizado del historial de la política exterior de USA», que muestra que, desde 1945, USA ha intentado derrocar a más de cincuenta gobiernos, muchos de ellos elegidos democráticamente; ha interferido indecentemente en las elecciones de treinta países; ha bombardeado a la población civil de 30 países; ha utilizado armas químicas y biológicas; y ha intentado asesinar a líderes extranjeros.

En muchos casos Gran Bretaña ha sido un colaborador. El grado de sufrimiento humano, por no hablar de la criminalidad, es apenas reconocido en Occidente, a pesar de contar con las comunicaciones más avanzadas del mundo y el periodismo supuestamente más libre. Que las víctimas más numerosas del terrorismo - «nuestro» terrorismo- sean musulmanes, es algo indecible. Se suprime que el yihadismo extremo, que condujo al 11-S, fue alimentado como arma de la política angloamericana (Operación Ciclón en Afganistán). En abril, el Departamento de Estado de USA señaló que, tras la campaña de la OTAN en 2011, «Libia se ha convertido en un refugio terrorista seguro».

El nombre de «nuestro» enemigo ha cambiado a lo largo de los años, desde el comunismo hasta el islamismo, pero en general se trata de cualquier sociedad independiente del poder occidental y que ocupa un territorio estratégicamente útil o rico en recursos, o que simplemente ofrece una alternativa a la dominación usamericana. Los líderes de estas naciones obstruccionistas se suelen apartar violentamente, como los demócratas Muhammad Mossedeq en Irán, Arbenz en Guatemala y Salvador Allende en Chile, o son asesinados como Patrice Lumumba en el Congo. Todos son objeto de una campaña de vilipendio por parte de los medios de comunicación occidentales: pensemos en Fidel Castro, Hugo Chávez y ahora Vladimir Putin.

El papel de Washington en Ucrania sólo es diferente en sus implicaciones para el resto de nosotros. Por primera vez desde los años de Reagan, USA amenaza con llevar al mundo a la guerra. Con el este de Europa y los Balcanes convertidos en puestos militares de la OTAN, el último «Estado tapón» fronterizo con Rusia –Ucrania– está siendo desgarrado por las fuerzas fascistas desatadas por USA y la UE. Nosotros, en Occidente, apoyamos ahora a los neonazis en un país donde los nazis ucranianos apoyaron a Hitler.

Después de haber ideado el golpe de Estado en febrero contra el gobierno democráticamente elegido en Kiev, la toma de la histórica y legítima base naval rusa libre de hielo en Crimea planeada por Washington fracasó. Los rusos se defendieron, como lo han hecho contra todas las amenazas e invasiones de Occidente durante casi un siglo.

Pero el cerco militar de la OTAN se ha acelerado, junto con los ataques orquestados por USA contra los rusos étnicos en Ucrania. Si se puede provocar a Putin para que acuda en su ayuda, su preconcebido papel de «paria» justificará una guerra de guerrillas dirigida por la OTAN que probablemente se extienda a la propia Rusia.

En cambio, Putin ha confundido al partido de la guerra buscando un acuerdo con Washington y la UE, retirando las tropas rusas de la frontera ucraniana e instando a los rusos étnicos del este de Ucrania a abandonar el provocador referéndum del fin de semana. Estos pueblos rusófonos y bilingües -un tercio de la población de Ucrania- llevan mucho tiempo buscando una federación democrática que refleje la diversidad étnica del país y sea a la vez autónoma de Kiev e independiente de Moscú. La mayoría no son ni «separatistas» ni «rebeldes», como los llaman los medios de comunicación occidentales, sino ciudadanos que quieren vivir con seguridad en su patria.

Al igual que las ruinas de Irak y Afganistán, Ucrania se ha convertido en un parque temático de la CIA, dirigido personalmente por el director de la CIA, John Brennan, en Kiev, con docenas de «unidades especiales» de la CIA y el FBI que establecen una «estructura de seguridad» que supervisa los salvajes ataques contra quienes se opusieron al golpe de Estado de febrero. Vea los vídeos y lea los informes de los testigos de la masacre de Odessa de este mes. Los matones fascistas traídos en autobuses quemaron la sede del sindicato, matando a 41 personas atrapadas en su interior. Mire a los policías en espera.

Un médico describió cómo intentaba rescatar a la gente, «pero me detuvieron los radicales nazis pro-ucranianos. Uno de ellos me empujó bruscamente, prometiendo que pronto yo y otros judíos de Odessa correríamos la misma suerte. Lo que ocurrió ayer ni siquiera tuvo lugar durante la ocupación fascista en mi ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Me pregunto por qué el mundo entero guarda silencio».

Los ucranianos de habla rusa luchan por sobrevivir. Cuando Putin anunció la retirada de las tropas rusas de la frontera, el secretario de defensa de la junta de Kiev, Andriy Parubiy -miembro fundador del partido fascista Svoboda- se jactó de que los ataques contra los «insurgentes» continuarían. Al estilo orwelliano, la propaganda en Occidente ha invertido esto en que Moscú «intenta orquestar el conflicto y la provocación», según William Hague, el secretario británico de Asuntos exteriores. Su cinismo se corresponde con la grotesca felicitación de Obama a la junta golpista por su «notable moderación» tras la masacre de Odessa. La junta, dice Obama, está «debidamente elegida». Como dijo una vez Henry Kissinger: «Lo que cuenta no es lo que es verdad, sino lo que se percibe como verdad».

En los medios de comunicación usamericanos la atrocidad de Odessa se minimizó, calificándola de «turbia» y de «tragedia» en la que «nacionalistas» (neonazis) atacaron a «separatistas» (personas que recogían firmas para un referéndum sobre una Ucrania federal). El Wall Street Journal de Rupert Murdoch condenó a las víctimas - «Un incendio mortal ucraniano seguramente provocado por los rebeldes, según el Gobierno». La propaganda en Alemania ha sido pura guerra fría, con el Frankfurter Allgemeine Zeitung advirtiendo a sus lectores de la «guerra no declarada» de Rusia. Para los alemanes es una ironía conmovedora que Putin sea el único líder que condena el ascenso del fascismo en la Europa del siglo XXI.

Un tópico popular es que «el mundo cambió» tras el 11-S. Pero ¿qué ha cambiado? Según el gran lanzador de alertas Daniel Ellsberg, se ha producido un golpe de Estado silencioso en Washington y ahora gobierna el militarismo desenfrenado. El Pentágono dirige actualmente «operaciones especiales» -guerras secretas- en 124 países. En USA, el aumento de la pobreza y la pérdida de libertad son el corolario histórico de un estado de guerra perpetuo. Si añadimos el riesgo de una guerra nuclear, la pregunta es: ¿por qué toleramos esto?

 

 

15/12/2021

STEVE COLL/ADAM ENTOUS
La historia secreta del fracaso diplomático de Estados Unidos en Afganistán

 Steve Coll y Adam Entous, The New Yorker Magazine, 10/12/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

Un conjunto de documentos inéditos revela un desalentador historial de errores de juicio, arrogancia y engaño que condujo a la caída del gobierno afgano respaldado por Occidente.

(Foto: Lorenzo Tugnoli/The Washington Post/contrasto/Redux)

 
El 14 de abril el presidente Joe Biden puso fin a la guerra más larga de la historia de Estados Unidos, anunciando que las últimas tropas estadounidenses que quedaban en Afganistán se marcharían el 11 de septiembre. En las semanas siguientes, los talibanes conquistaron decenas de distritos rurales y se acercaron a las principales ciudades. A mediados de junio, la República Islámica de Afganistán -el frágil Estado democrático construido por los modernizadores afganos, los soldados de la OTAN y los contribuyentes estadounidenses tras los atentados del 11 de septiembre- parecía estar inmerso en una espiral de muerte. Sin embargo, su presidente, Ashraf Ghani, insistió ante su gabinete en que la República iba a perdurar. En cada reunión, “nos daba seguridades y nos animaba”, dijo Rangina Hamidi, ministra de Educación en funciones. Ghani les recordó que “Estados Unidos no hizo una promesa de que estaría aquí para siempre”.

 

El 23 de junio Ghani y sus asesores subieron a un avión fletado por Kam Air que los llevaría de Kabul a Washington D.C. para reunirse con Biden. Mientras el avión sobrevolaba el Atlántico, se sentaron en el suelo de la cabina para repasar los temas de conversación de la reunión. Los funcionarios afganos sabían que Biden consideraba que su gobierno era desesperadamente díscolo e ineficaz. Aun así, Ghani les recomendó que presentaran “un mensaje a los estadounidenses” de unidad resistente, que podría persuadir a Estados Unidos para que les diera más apoyo en su guerra actual contra los talibanes. Amrullah Saleh, el vicepresidente primero, que dijo sentirse “apuñalado por la espalda” por la decisión de Biden de retirarse, aceptó a regañadientes “mantener una narrativa optimista”.

 

Biden recibió a Ghani y a sus principales asesores en el Despacho Oval la tarde del 25 de junio. “No nos vamos a ir”, dijo Biden a Ghani. Sacó del bolsillo de su camisa una tarjeta de agenda en la que había escrito el número de vidas estadounidenses perdidas en Afganistán e Iraq desde el 11-S, y se la mostró a Ghani. “Aprecio los sacrificios estadounidenses”, dijo Ghani. Luego explicó: “Nuestro objetivo para los próximos seis meses es estabilizar la situación, y describió las circunstancias en Afganistán como un “momento Lincoln”.

 

“La petición más importante que tengo para Afganistán es que tengamos un amigo en la Casa Blanca”, dijo Ghani.

 

“Tenéis un amigo”, respondió Biden.

 

Ghani pidió ayuda militar específica. ¿Podría Estados Unidos proporcionar más helicópteros? ¿Continuarían los contratistas estadounidenses ofreciendo apoyo logístico al ejército afgano? Las respuestas de Biden fueron vagas, según los funcionarios afganos presentes en la sala.

 

Biden y Ghani también hablaron de la posibilidad de un acuerdo de paz entre la República Islámica y los talibanes. Los diplomáticos estadounidenses llevaban años dialogando con los talibanes para negociar la retirada de Estados Unidos y fomentar conversaciones de paz por separado entre los insurgentes y Kabul. Pero las conversaciones habían fracasado, y los talibanes parecían decididos a tomar Afganistán por la fuerza. La probabilidad de que los talibanes “hagan algo racional no es muy alta”, dijo Biden, según los funcionarios afganos presentes.

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12/09/2021

JON SCHWARZ
Lo más aterrador del 11-S fue la respuesta de USA

 Jon Schwarz, The Intercept, 10/9/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala  

El miedo que experimenté aquel terrible día en Nueva York no puede compararse con el temor que he desarrollado al observar el camino que hemos recorrido desde entonces.

El 11 de septiembre de 2001 me desperté alrededor de las 8:30 de la mañana, me di una ducha y me hice una taza de café instantáneo Nescafé. Para cuando abrí mi ordenador portátil y entré en Common Dreams -el sitio web favorito de todos los progresistas de la época- eran las 9 de la mañana.

El diseño de entonces de Common Dreams ofrecía las historias importantes en el centro de la página y breves fragmentos sobre temas menos significativos en una columna a la izquierda. En la columna de la izquierda aparecía una frase en rojo: “Avión choca en el World Trade Center”.

Esto me proporcionó tres minutos de deliciosa ignorancia durante los cuales era posible creer que un avión había chocado con la torre norte del World Trade Center por accidente, tres minutos para vivir, sin darme cuenta, en la era posterior al 11-S. Entonces, a las 9:03 de la mañana, como todos los que habían encendido un televisor, vi cómo el vuelo 175 de United se estrellaba contra la torre sur.

Salí enseguida de mi apartamento y me dirigí a la Séptima Avenida, donde había una vista sin obstáculos de la calle Fulton, a tres kilómetros al sur. Lo que había contemplado en la televisión también estaba allí, en la realidad: miles de personas muertas o a punto de morir de las formas más atroces imaginables.

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