المقالات بلغتها الأصلية Originaux Originals Originales

Affichage des articles dont le libellé est Nos están matando. Afficher tous les articles
Affichage des articles dont le libellé est Nos están matando. Afficher tous les articles

14/01/2025

TIGRILLO L. ANUDO
La guerra de los murales
Un cuento locombiano

 


Tigrillo L. Anudo, 14-1-2025


Autor amazonense sin fronteras, bolivarista, martista, mariateguista, gaitanista y un poquito zapatista.

 

En una ciudad muy pulcra se desató una guerra singular. No fue con piedras ni tanquetas, fue entre pinceles y rodillos, el arte contra la infecundidad.


La ciudad -muy visitada por extranjeros y nacionales- permanecía ataviada con los ajuares más blancos, bandejas de brillante plata, impecables servicios de seguridad.

La orden del alcalde fue muy clara desde su posesión: “¡Nada de suciedad! Es menester que todo esté limpio, desinfectado como el Metro, desprovisto de sugerencias, ningún símbolo ni metáfora, tampoco banderas extrañas, ni alegorías ni opinión”.

Los rodillos iniciaron la guerra. Lanzaron sus primeras andanadas de acrílico gris tapando frases y grafitis de infausta recordación.

Siguieron con pintas en muros y bancas, con los signos parceros en parques y barrios, luego con los murales de un estallido social.

Los pinceles contestaron la afrenta contra la libertad pintando en el lugar donde estuvo la frase “Nos están matando” otra frase con letras de gran tamaño: “El arte no se calla”.

Pero los rodillos regresaron pronto y agrisaron otra vez el mural.
Volvieron a la carga los pinceles. Esta vez pintaron un cráter inmenso lleno de cráneos y huesos. Arte con filosofía, poderoso arte. “La fosa común a cielo abierto más grande de América. Atentamente, las cuchas”, lo titularon.

No pasaron 24 horas para que llegaran los rodillos y en un santiamén taparon aquél mural que tardó 12 horas de realización.

La pared no demoró en ser intervenida nuevamente por los pinceles que entre porros y cumbias dibujaron una represa cercada con alambre de púas. Arte memoria, puro arte. Le pusieron como nombre: “Hidrofango, la fosa acuática más grande de América”.
En esta ocasión, los rodillos esperaron agazapados detrás de los árboles; apenas se retiraron los pinceles, entraron a cubrir con pintura más densa y oscura el mural aún fresco.

Quién dijo “nos rendimos”. ¡Nadie! Al contrario, se unieron más pinceles y empezaron a pintar murales a lo largo y ancho de la ciudad. El muro donde se concentró la discordia amaneció con la frase en pintura de neón que decía: “Ciudad innovadora en narcobernabilidad”.

Ordenaron en penumbroso pasillo que ni siquiera durante una noche brillara ese fosforescente mural. Como los anteriores se esfumaron sus vistosos colores que hasta a las aves atrajeron.

Pero no alcanzaban las cuadrillas de rodillos para tapar tanto mural que cubrió la pulcra ciudad. En el muro de un largo puente apareció la frase: “El prostíbulo infantil más populoso del mundo”. En un deprimido se pudo leer: “Débora Arango ha vuelto para pintar las 300.000 personas que se acuestan sin comer cada noche”. En un paredón abandonado: “Gonzalo Arango presenta silla eléctrica para moralistas”.  En las paredes de varios hoteles: “Turismo sexual: sólo Euros”, o “Bienvenidos a Silicona Valley”.  En la pared de varios colegios: “Vigilados y castigados. Nos persigue un fascista”. Una locura esa ciudad. Frases y murales bellamente pintados por todas las esquinas, los paramentos y separadores de las calles, las jardineras, los zócalos deteriorados. El espacio público volvía a ser público, la ciudad estaba viva, vibraba con sus verdades expresadas artísticamente.

Los rodillos entraron en pánico. Estaban perdiendo la guerra. No sabían qué hacer ante tanto mural. Cuando vieron pintada en caracteres gruesos las frases “Ciudad moldeada con harina blanca” y “Por más que laven no dejará de ser un lavadero” estallaron de rabia que no pudieron contener. Antes de empezar a limpiar y lavar lo que llamaban suciedad, cuadrillas de radioteléfonos vigilantes del espacio público, cerraron con vallas metálicas el ingreso a las plazoletas que tenían las dos últimas frases. No permitieron entrar a los vendedores ambulantes, ni a los artistas callejeros, ni a los lustrabotas. A los visitantes extranjeros les recomendaron volver más tarde pues estaban atendiendo una emergencia.

Los rodillos se multiplicaron por miles, el alcalde y sus corifeos contrataron mano de obra que esperaba sentada frente a los murales porque en esa ciudad saben dónde va a resultar súbitamente el trabajito. ¿Qué hay pa hacer? Así, lograron en una semana rescatar la buena imagen, sí, borraron todos los mensajes a la vista del público.  

De no creer. Enterados de la pérdida de todos los murales, los pinceles se dieron una tregua. Esta vez, respiraron profundo, planearon una sola frase para pintar en toda la ciudad. Arribaron tranquilos a los puntos de intervención, danzaron, comieron helados, hicieron relatos de memoria histórica para realizar mejor la tarea. Preparadas las pinturas de intenso colorido escribieron con letras mayúsculas la frase “La mugre está en el alma, ningún detergente la limpia”.

Los rodillos llegaron cansados a los nuevos murales, sus rostros lucían descompuestos, los ánimos destemplados. Tuvieron que ser empujados por capataces. Descendieron de camiones y carro tanques con baldes, escobas, trapeadoras, barriles de pintura gris, trapos y mangueras. Seguidamente, restregaron con cepillos, echaron agua, secaron con compresores, rodaron los rodillos con espesa capa, repitieron la faena, pero el letrero seguía legible y completo. Ni una sola letra de aquella frase pudieron borrar.

Clique para agrandar