Luis E. Sabini Fernández 25-5-2025
El novel secretario de presidencia, Alejandro Sánchez, ha declarado, recientemente, “que el gobierno del presidente Orsi y el consorcio que gestionaría Arazatí se proponen renegociar el contrato”. Y que eso constituye una “buena noticia”.
Sánchez señaló objeciones al proyecto original sobre su
localización, sobre su precio.
Alejandro Sánchez jibariza así, como articulador de la
táctica frenteamplista, la crítica al operativo montado con Neptuno/Arazatí.
De este modo, enfocando en la ubicación, en el precio,
deja al margen el proceso mismo de una megacorporación, la u.t.e. bautizada
“Aguas de Montevideo”. Es decir, no se cuestiona ni se menciona el origen, el
enfoque, del proyecto.
¿Qué confianza puede inspirar una u.t.e. que se atrevió a
plantear potabilizar agua del Río de la Plata, disponiendo nuestro país de
cuencas, como la del Santa Lucía, pero no exclusivamente, con agua
decididamente no salina?
Las aguas platenses, amén de constituir el sumidero de
todos los agrotóxicos empleados en la agricultura industrial de Argentina,
Paraguay, Brasil y Uruguay, el sumidero asimismo de las aguas cloacales de unas
cuantas ciudades emplazadas en su cuenca, y particularmente las de la
megalópolis porteña (unos 15 millones de habitantes), que cuenta con un tubo
“alejador” de las aguas cloacales de la costa argentina, con escaso tratamiento
depurativo, que suele ser la norma con esos efluentes vertidos al Paraná y al
Uruguay.
Pero sobre todo, que un emprendimiento de este tipo
deberá contar a la corta o a la larga con un proceso de desalinización. Porque
el agua del Plata recibe a menudo el empuje “aguas arriba”· del océano Atlántico.
A tal punto es así que el Río de la Plata se caracteriza por vida marina que
es, en relación con la salinidad, biológicamente “híbrida”
Y para eso, aunque hay instalaciones desalinizadoras[1]
en diversos países, como Arabia Saudí, España o Israel, adivine el lector cuál
será la empresa que recibirá los mejores contratos y títulos para la
desalinización en Uruguay. Adivinó, sí, Mekorot, de Israel.[2]
Si cuestionamos todo el trámite habido con este proyecto, un proyecto que estructura una megaobra que le saldrá al estado uruguayo unos 900 millones de dólares (y un período de construcción y pago de 15-20 años), caemos en la rescisión de un contrato… firmado entre gallos y medianoches durante el “limbo gubernamental” de los largos meses en que ya se había votado un nuevo gobierno, lo cual constituye al gobierno en funciones en un gobierno que perdió plenitud democrática; un gobierno que, con cierta probidad y no con picardía de fullero, debe limitarse a mantener su firma sobre actos ya iniciados o aspectos que finiquiten un acto de gobierno, jamás autorizarse con un nuevo emprendimiento.
Pero el nuevo gobierno frenteamplista con un exceso de
formulismo ante el presidente en retirada que se ha permitido entramparlo con
semejante contrato, habla de respetar la palabra empeñada (por la presidencia;
como si cada presidencia fuera inapelable).
¿Qué significa rescindir un contrato tan peculiarmente
firmado? Es tarea de juristas el análisis de tal acto. Pero me limito a señalar
que se trata de una rescisión ab ovo,
sobre un contrato con nulo avance en sus realizaciones (si hubo algunas, serían
por cuenta y riesgo de sus responsables, puesto que no corresponde establecer
derechos adquiridos sobre actos privados no amparados por contrato alguno).
De todos modos, una rescisión aun en etapa tan preliminar
tendrá su precio; habrá que sopesar esa indemnización con ahorros y erogaciones
tomando un partido más seguro desde el punto de vista de la calidad del agua.
Lo que la rescisión pondrá sobre el tapete es la
inconducta política del gobierno anterior, que tiró la piedra y escondió la mano.
Para nuestro país, tal rescisión sería expresión de una
toma de conciencia, tener un juicio crítico, propio, no estar rendido de
antemano ante el mundo empresario sin fronteras.
Pero ¿dónde irá a parar la calidad de nuestro grado
inversor, que era lo que nos permitía recibir préstamos a mejores tasas?
Varias líneas se
abren sobre el particular. Vivir pendiente de un juicio externo, superior,
inapelable, no expresa nuestro protagonismo, ni nuestra libertad (en todo caso,
la del que presta…).
¿Es saludable vivir con préstamos permanentes (y
particularmente de un único centro emisor)? Eso es lo que afirma el universo de
los Black Rock, de los “banqueros del mundo”; Rothschild, Soros, Gates.
Pero tal vez, diversificando nuestras corrientes
financieras, con dineros de diversas procedencias, podríamos tener más autonomía,
o al menos menor dependencia a un único centro financiero mundial, que pasa por
el Atlántico Norte y el Mediterráneo oriental…
Debemos tener en cuenta una observación que expresara nítidamente
Hoenir Sarthou: “Una parte importante de la población empieza a percibir la
gravedad de los contratos que entregan nuestra agua, nuestra tierra, nuestros
puertos, nuestra salud, nuestro dinero […] una parte importante de la población,
sin importar el partido a que vote, empieza a percibirlo.”
Ése tiene que ser nuestro aporte; contribuir a un
despertar crítico en nuestra población, y no crítico por crítico sino porque
sentimos cada vez más el despojo. Romper el cerco de esos diferentes actores,
sobre todo transnacionales, que han estado tendiendo sus nexos, achicándonos
lenta pero sostenidamente, apropiándose de las tierras del país, ya que el país
(es decir sus gobiernos y dirigentes) no supo poner límite a su venta a
extranjeros y a corporaciones, y análogamente, enfrentar el negocio empresario
a costa del país, como el de las zonas francas.
Nuestra resistencia responde a criterios de evaluación
menos crematísticos que los de las transnacionales, responde en todo caso a una
sensación creciente que nuestra soberanía está programadamente ultrajada. Y que
eso no es para nuestro beneficio; ciertamente.
Porque tales negocios se hacen con deterioro de nuestro
ambiente, de la calidad del agua, del envenenamiento de los suelos, de la salud
de los pobladores, mediante una contaminación progresiva y creciente.
Y esos pasivos ambientales se expresan tierra adentro o
en plena ciudad, con cada vez más gente sin techo y en la calle, con una
calidad de agua inaceptablemente deficiente, con una pobreza infantil muy por
encima del promedio nacional.
Esto último debería avergonzarnos. Basta observar que
tratamiento reciben los infantes en tantos sitios, sobre todo del mundo
periférico, de “los arrabales” del planeta,
para darnos cuenta qué significa que en nuestra población infantil haya
tantos niños y niñas “por debajo de un promedio de atención y respeto”.
¡Todo lo que tenemos por hacer para proteger, cuidar,
nutrir la futura generación!
Notas
[1] Estimadas de altísimo costo.
[2] La
empresa nacional de aguas israelí que organiza la provisión de agua a israelíes
y a palestinos, de una manera brutalmente diferenciada, cobrándosela más cara a
quienes menos tienen y regulando de forma escandalosa los suministros,
generosos a judíos, mezquinos a palestinos; los verdaderos semitas del lugar,
porque los askenazíes, que constituyen el 90% de la población judeoisraelí, no
tienen gota de sangre semita.