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04/11/2022

SERGIO FERRARI
La tumba mediterránea
Miles de migrantes indocumentados mueren cada año

Sergio Ferrari4/11/2022

En solo siete años, desde 2014 hasta fines de 2021, se calcula que 29.000 inmigrantes “ilegales” o indocumentados murieron en su intento de entrar en el acorazado europeo mediante el cruce del Mar Mediterráneo. Cifras que podrían ser mucho más altas, ya que centenares (incluso miles) de todas las edades perecen en embarcaciones improvisadas sin que nadie los contabilice. Y muchos otros tampoco aparecen en los cálculos oficiales debido a que sus muertes se relacionan con deportaciones obligadas, en general forzadas y, muy a menudo violentas.

 La Organización Internacional para las Migraciones, OIM, logró documentar desde principios de 2021 hasta octubre de ese mismo año unas 5.684 muertes en las rutas migratorias hacia Europa y dentro del continente.

Documentar la barbarie con dignidad

Julia Black, una de las autoras de un informe elaborado por el Proyecto Migrantes Desaparecidos de dicha organización, publicado la última semana de octubre, señala que «esta continuidad de muertes constituye otro sombrío recordatorio de que se necesitan, desesperadamente, más vías legales y seguras para la migración».

Según dicho informe, en ese mismo período se registraron 2.836 muertes y desapariciones en la ruta del Mediterráneo Central, un aumento significativo en comparación con los 2.262 casos entre 2019 y 2020. Son particularmente alarmantes las 1.532 muertes en la ruta desde África Occidental hacia las Islas Canarias (España): el número más alto desde 2014, cuando la OIM inició el registro.

Los investigadores que elaboraron el informe señalan que, muy probablemente, los datos sobre estas rutas mediterráneas son incompletos debido a las complicaciones para verificar los denominados «naufragios invisibles», es decir, de embarcaciones que se pierden en el mar sin que nadie se entere y, en consecuencia, sin ninguna búsqueda ni rescate.

El Proyecto Migrantes Desaparecidos documenta casos de personas —incluso refugiados y solicitantes de asilo—, que han fallecido en zonas de frontera o en su trayecto hacia un destino fuera de sus respectivos países de origen. Este proyecto se puso en marcha para dar respuesta a conteos discrepantes sobre el número de fallecidos (o desaparecidos) en las más variadas rutas migratorias de todo el mundo, y particularmente, después del naufragio ocurrido en octubre de 2013, cuando 368 personas perecieron cerca de la isla italiana de Lampedusa.

El Proyecto es, actualmente, autoridad indiscutida en su género ya que cuenta con la única base de datos de libre acceso sobre personas fallecidas a nivel internacional en trayectos migratorios. Además publica reportes, resúmenes e infografías que analizan en cada región geográfica los riesgos en las rutas de migración irregular, cuestiones vinculadas a la identificación de migrantes desaparecidos, información sobre los mecanismos de asistencia para las familias de los migrantes desaparecidos y la metodología para la recopilación de datos. Se propone convertirse en un punto de referencia y consulta en aquellos casos en que se busca a migrantes de los que no se tiene ninguna información actualizada.

Desde 2014, más de 50.000 personas han muerto durante viajes migratorios inseguros. Como señala su sitio web, “los datos recopilados por el Proyecto son testimonio de uno de los fracasos políticos más estrepitosos de los tiempos actuales. La OIM reclama que inmediatamente se provean rutas para la migración seguras, humanas y legales”. Los responsables del Proyecto sostienen que, de contarse con mejores datos, sería posible formular políticas que pongan fin a esta tragedia.


Más allá del Mediterráneo

10/01/2022

REFUGIADOS EN LIBIA
Nuestro Manifiesto Político

 Traducido por Tlaxcala

Somos refugiados y vivimos en Libia.

Venimos de Sudán del Sur, Sierra Leona, Chad, Uganda, Congo, Ruanda, Burundi, Somalia, Eritrea, Etiopía y Sudán. Huimos de las guerras civiles, las persecuciones, los cambios climáticos y la pobreza en nuestros países de origen. Todos fuimos empujados por circunstancias más allá de la resistencia humana.

Queríamos llegar a Europa en busca de una segunda oportunidad para nuestras vidas y, por lo tanto, llegamos a Libia. Aquí nos convertimos en la mano de obra oculta de la economía libia: colocamos ladrillos y construimos casas libias, reparamos y lavamos automóviles libios, cultivamos y plantamos frutas y verduras para agricultores libios y mesas de comedor libias, montamos satélites en techos altos para las pantallas libias, etc.

Al parecer, esto no es suficiente para las autoridades libias. Nuestra fuerza de trabajo no es suficiente. Quieren el control total de nuestros cuerpos y dignidad. Lo que encontramos a nuestra llegada fue una pesadilla hecha de torturas, violaciones, extorsiones, detenciones arbitrarias … sufrimos todas las violaciones de derechos humanos posibles e inimaginables.

No sólo una vez.

Hemos sido interceptados por la fuerza en el mar por la llamada guardia costera libia, financiada por las autoridades italianas y europeas, y luego devueltos a prisiones y campos de concentración inhumanos. Algunos de nosotros tuvimos que repetir este ciclo de humillación, dos, tres, cinco, hasta diez veces.

Tratamos de alzar la voz y difundir nuestras historias. Enseñamos esto a instituciones, políticos, periodistas, pero aparte de muy pocos interesados, nuestras historias no se escucharon. Fuimos silenciados deliberadamente.

Pero ya no.

Desde el 1 de octubre de 2021, el día en que la policía y las fuerzas militares libias llegaron a nuestros hogares en el barrio de Gargaresh y nos sometieron a duras, despiadadas y despiadadas represiones y redadas masivas. Miles de personas fueron arrestadas arbitrariamente y detenidas en campos de concentración inhumanos.

Al día siguiente, llegamos como individuos y nos reunimos en la sede del ACNUR. Aquí entendimos que no teníamos otra opción que empezar a organizarnos.

Alzamos nuestras voces y las de los refugiados sin voz que han sido silenciados constantemente. No podemos seguir en silencio mientras nadie nos defiende y defiende nuestros derechos.

Ahora estamos aquí para reclamar nuestros derechos y buscar protección en países seguros.

Por lo tanto, exigimos ahora con nuestras voces:

1. Evacuaciones a tierras seguras donde nuestros derechos serán protegidos y respetados.

2. Justicia e igualdad entre refugiados y solicitantes de asilo registrados en el ACNUR en Libia.

3. La abolición de la financiación de los guardacostas libios, que han interceptado constantemente y por la fuerza a refugiados que huían del infierno libio y los han llevado a Libia, donde les suceden todas las atrocidades.

4. El cierre de todos los centros de detención de Libia, que están financiados en su totalidad por las autoridades italianas y de la Unión Europea.

5. Las autoridades deben llevar ante la justicia a los perpetradores que han disparado y matado a nuestros hermanos y hermanas tanto dentro como fuera de los centros de detención.

6. A las autoridades libias a que dejen de detener arbitrariamente a las personas de que se ocupa la oficina del ACNUR.

7. Pedir a Libia que firme y ratifique el texto de la Convención de Ginebra sobre los Refugiados de 1951.

👉Si usted y / o su organización están de acuerdo, por favor firme nuestro Manifiesto aquí


 

 

03/12/2021

¿Por qué el consenso de la UE sobre Siria podría estar deshaciéndose lentamente?

Giorgio Cafiero & Alexander Langlois, The New Arab, 30/11/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Giorgio Cafiero es el director general de Gulf State Analytics, una consultora de riesgos geopolíticos en Washington. @GiorgioCafiero

 

Alexander Langlois es un analista usamericano de política exterior que centra sus trabajos en cuestiones de Oriente Medio y Norte de África. @langloisajl

La unidad del bloque respecto a la ilegitimidad del régimen de Assad se ha debilitado en los últimos años, impulsada en parte por los Estados miembros de derecha que ven la guerra de Siria a través del prisma de la migración.

El conflicto de Siria, que dura ya casi once años, sigue siendo un tema que divide a Europa y contribuye a las preocupaciones más amplias sobre seguridad y migración en todo el continente.

 Aunque durante años los Estados miembros de la Unión Europea (UE) se han mantenido en gran medida alineados en su posición respecto a la ilegitimidad del régimen sirio, la unidad del bloque tras esta postura se ha ido debilitando en los últimos años.

 La situación en Afganistán, junto con muchos otros factores, podría acelerar la erosión de tal consenso, antaño sólido, contra el régimen de Damasco.

 Los últimos acontecimientos han reavivado los temores de una nueva oleada de migrantes. Son los mismos temores que siguieron a la “crisis migratoria” de 2015-2016, que catalizó la renovación de la extrema derecha en toda Europa y el discurso político antiinmigración.

 Esta “crisis”, en la que 1,3 millones de refugiados emigraron a Europa en busca de asilo, fue explotada por los partidos de derecha y construyó efectivamente una base de apoyo para que los líderes volvieran a comprometerse con Damasco, especialmente en el este y el sur de Europa.

 Puede decirse que el húngaro Viktor Orban es el líder del bloque europeo antiinmigrante y de extrema derecha. Desde que en 2019 salieron a la luz los primeros rumores sobre los planes del primer ministro populista  para normalizar las relaciones con Assad, Budapest ha implementado activamente acciones concretas esbozadas en el documento, como el envío de un chargé d’affairs a Damasco en 2020.

 Serbia, Chipre y Grecia han vuelto a normalizar recientemente sus relaciones formales con el gobierno de Siria, mientras que Bulgaria y la República Checa nunca rompieron relaciones diplomáticas con Damasco.

 Además, el gobierno nacionalista de Polonia podría volver a formalizar sus relaciones diplomáticas con Damasco, teniendo en cuenta sobre todo su tradicional postura de línea dura sobre la migración y los recientes problemas fronterizos con Bielorrusia. Tal vez Austria, cuyo exministro de Asuntos Exteriores dijo hace seis años que “en esta lucha [contra el Estado Islámico] estamos del mismo lado [que Assad]”, pueda moverse también en esta dirección.

01/12/2021

IAN URBINA
Las cárceles secretas libias que mantienen a los migrantes fuera de Europa

 Ian Urbina, The Outlaw Ocean Project y The New Yorker Magazine, 28/11/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

La UE, cansada de los inmigrantes que llegan de África, ha creado un sistema de inmigración en la sombra que los captura antes de que lleguen a sus costas y los envía a brutales centros de detención libios dirigidos por milicias.

Una colección de almacenes improvisados a lo largo de la carretera en Ghout al-Shaal se ubica en un barrio deteriorado de talleres de reparación de automóviles y depósitos de chatarra en Trípoli, la capital de Libia. El lugar, que antes era un depósito de cemento, se reabrió en enero de 2021, con sus muros exteriores reforzados y cubiertos de alambre de espino. Hombres con uniformes de camuflaje azul y negro, armados con rifles Kalashnikov, montan guardia alrededor de un contenedor azul que pasa por ser una oficina. En la puerta, un letrero dice “Dirección de Lucha contra la Migración Ilegal”. La instalación es una prisión secreta para inmigrantes. Su nombre, en árabe, es Al Mabani (Los Edificios).

A las 3 de la madrugada del 5 de febrero de 2021, Aliou Candé, un emigrante tímido y fornido de veintiocho años procedente de Guinea-Bissau, llegó a la prisión. Había abandonado su hogar año y medio antes, porque la granja de su familia era un desastre y se había propuesto reunirse con dos hermanos en Europa. Pero, cuando intentó cruzar el mar Mediterráneo en un bote de goma, con más de un centenar de migrantes, los guardacostas libios los interceptaron y los llevaron a Al Mabani. Allí los arrojaron en el interior de la celda número 4, donde estaban retenidos unos doscientos presos más. Apenas había lugar para sentarse en medio de la aglomeración de cuerpos, y los que estaban en el suelo se deslizaban por él para evitar que les pisotearan. Por encima había luces fluorescentes que permanecían encendidas toda la noche. Una pequeña rejilla en la puerta, de unos treinta centímetros de ancho, era la única fuente de luz natural. Los pájaros anidaban en las vigas, y sus plumas y excrementos caían desde arriba. En las paredes, los emigrantes habían garabateado notas de determinación: “Un soldado nunca retrocede” y “Con los ojos cerrados, avanzamos”. Candé se hacinó en un rincón lejano y empezó a sentir pánico. “¿Qué tenemos que hacer?”, preguntó a un compañero de celda.

Nadie en el mundo más allá de los muros de Al Mabani sabía que Candé había sido capturado. No se le acusó de ningún delito ni se le permitió hablar con un abogado, y no se le dio indicación alguna de cuánto tiempo estaría detenido. En sus primeros días allí, se mantuvo casi aislado, sometiéndose a las sombrías rutinas del lugar. La prisión está controlada por una milicia que se autodenomina eufemísticamente Agencia de Seguridad Pública, y sus hombres armados patrullan los pasillos. Unos mil quinientos inmigrantes están allí recluidos, en ocho celdas, segregadas por sexos. Solo había un retrete para cada cien personas, y Candé a menudo tenía que orinar en una botella de agua o defecar en la ducha. Los migrantes dormían sobre delgadas colchonetas en el suelo; no había suficientes para todos, así que se turnaban: uno se acostaba durante el día, el otro por la noche. Los detenidos se peleaban por ver quién dormía en la ducha, que tenía mejor ventilación. Dos veces al día, los hacían salir en fila india al patio, donde se les prohibía mirar al cielo o hablar. Los guardias, como si fueran guardianes de un zoológico, ponían tazones comunes de comida en el suelo, y los migrantes se reunían en círculos para comer.

Los guardias golpeaban a los prisioneros que desobedecían las órdenes con cualquier cosa que tuvieran a mano: una pala, una manguera, un cable, una rama de árbol. “Golpeaban a cualquiera sin motivo alguno”, me dijo Tokam Martin Luther, un camerunés de más edad que dormía en una colchoneta junto a la de Candé. Los detenidos especulaban que, cuando alguien moría, el cuerpo era arrojado detrás de uno de los muros exteriores del recinto, cerca de una pila de escombros de ladrillo y yeso. Los guardias ofrecían a los inmigrantes su libertad a cambio de una cuota de 2.500 dinares libios, unos 500 dólares. Durante las comidas, los guardias se paseaban con teléfonos móviles para que los detenidos que pudieran llamaran a los familiares. Pero la familia de Candé no podía permitirse ese rescate. Luther me dijo: “Si no tienes a nadie a quien llamar, quédate sentado”.

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Video The Invisible Wall, la historia de Aliou Candé