Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
Giorgio Cafiero es el director general de Gulf State Analytics, una consultora de riesgos geopolíticos en Washington. @GiorgioCafiero
Alexander Langlois es un analista usamericano de política exterior que centra sus trabajos en cuestiones de Oriente Medio y Norte de África. @langloisajl
La unidad del bloque respecto a la ilegitimidad del régimen de Assad se ha debilitado en los últimos años, impulsada en parte por los Estados miembros de derecha que ven la guerra de Siria a través del prisma de la migración.
El conflicto de Siria, que dura ya casi once años, sigue siendo un tema que divide a Europa y contribuye a las preocupaciones más amplias sobre seguridad y migración en todo el continente.
Aunque durante años los Estados miembros de la Unión Europea (UE) se han mantenido en gran medida alineados en su posición respecto a la ilegitimidad del régimen sirio, la unidad del bloque tras esta postura se ha ido debilitando en los últimos años.
La situación en Afganistán, junto con muchos otros factores, podría acelerar la erosión de tal consenso, antaño sólido, contra el régimen de Damasco.
Los últimos acontecimientos han reavivado los temores de una nueva oleada de migrantes. Son los mismos temores que siguieron a la “crisis migratoria” de 2015-2016, que catalizó la renovación de la extrema derecha en toda Europa y el discurso político antiinmigración.
Esta “crisis”, en la que 1,3 millones de refugiados emigraron a Europa en busca de asilo, fue explotada por los partidos de derecha y construyó efectivamente una base de apoyo para que los líderes volvieran a comprometerse con Damasco, especialmente en el este y el sur de Europa.
Puede decirse que el húngaro Viktor Orban es el líder del bloque europeo antiinmigrante y de extrema derecha. Desde que en 2019 salieron a la luz los primeros rumores sobre los planes del primer ministro populista para normalizar las relaciones con Assad, Budapest ha implementado activamente acciones concretas esbozadas en el documento, como el envío de un chargé d’affairs a Damasco en 2020.
Serbia, Chipre y Grecia han vuelto a normalizar recientemente sus relaciones formales con el gobierno de Siria, mientras que Bulgaria y la República Checa nunca rompieron relaciones diplomáticas con Damasco.
Además, el gobierno nacionalista de Polonia podría volver a formalizar sus relaciones diplomáticas con Damasco, teniendo en cuenta sobre todo su tradicional postura de línea dura sobre la migración y los recientes problemas fronterizos con Bielorrusia. Tal vez Austria, cuyo exministro de Asuntos Exteriores dijo hace seis años que “en esta lucha [contra el Estado Islámico] estamos del mismo lado [que Assad]”, pueda moverse también en esta dirección.
Esto se debe a que los intereses individuales de los Estados se sobreponen a la unidad europea en general. “Si nos fijamos en algunos de los Estados miembros de la UE que han restablecido o mantienen actualmente algún tipo de presencia diplomática en Damasco, no es de extrañar”, dijo Samy Akil, profesor visitante en el Colegio de Artes y Ciencias de la Universidad Nacional de Australia y profesor no residente en el Centro de Operaciones y Políticas (OPC, por sus siglas en inglés), en una entrevista con The New Arab.
“Muchos de estos Estados no tienen mucha influencia política en relación con el conflicto sirio, y sus políticas de normalización están en gran medida impulsadas por ellos mismos y no se ajustan a la postura oficial de la UE hacia Siria. Sin embargo, sus acciones tienen un valor significativo para el régimen”.
Por lo tanto, es justo decir que el régimen sirio no está siendo absolutamente rechazado dentro de la UE, aunque países de Europa occidental como Francia, Italia y Alemania están, al menos por ahora, totalmente comprometidos con la oposición al régimen de Assad.
Tal y como creen Berlín, París, Roma y otros países europeos, cualquier vuelta a la normalidad en las relaciones con Damasco requeriría un nuevo jefe de Estado allí e importantes reformas gubernamentales, que no se limiten a la Constitución siria. Akil sostiene que esta dinámica representa una división en toda Europa.
“Mientras que algunos Estados de la UE se alejan lenta pero inexorablemente de sus políticas con la esperanza de que parezca un avance para salvar la cara, dudo mucho que Estados como Alemania y Francia sigan su ejemplo a corto plazo”.
Teniendo en cuenta esto, gran parte de la UE sigue rechazando el gobierno de Assad en Siria en reconocimiento de la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y una transición política en Siria. Las potencias europeas han impuesto numerosas sanciones al régimen de Siria y a quienes le sirven en sus atrocidades en apoyo de esta postura.
Gran parte de la UE sigue rechazando el gobierno de Assad en Siria en virtud de la Res. 2254 del CSNNUU a favor de una transición política (Foto: Getty)
Además, Europa sigue siendo uno de los principales financiadores y anfitriones de las organizaciones sirias de derechos humanos y de los esfuerzos humanitarios en las zonas controladas por la oposición.
Sin embargo, incluso con los Estados más poderosos de Europa y la UE como organismo multilateral presionando para mantener la uniformidad contra Damasco, las percepciones sobre Assad están cambiando a medida que los miembros de la UE reevalúan sus posiciones y alternativas ante un statu quo estancado en Siria.
Estas consideraciones están motivadas por dos intereses europeos fundamentales que se perciben como relacionados con el conflicto sirio: la migración y el extremismo violento.
Migración y Siria
En primer lugar, Europa se centra en evitar una nueva oleada de inmigrantes hacia Europa desde el sureste. El mejor ejemplo de ello es su respuesta al reciente colapso del gobierno afgano, que ha sido en gran medida desestructurada.
Mientras que algunas potencias europeas -en concreto Alemania y Francia- han solicitado mecanismos para reasentar a los refugiados afganos, otras han rechazado abiertamente cualquier flujo renovado de afganos hacia sus países.
Esto incluye a Eslovenia y Austria, que han emitido declaraciones en las que se niegan a aceptar más refugiados. El primer ministro esloveno, Janez Jansa, llegó a tuitear que “la UE no abrirá ningún corredor ‘humanitario’ o migratorio para Afganistán”, lo que refleja el sentir de la mayoría de los Estados de Europa central y oriental con líderes altamente xenófobos, islamófobos y ultranacionalistas que se oponen a la migración.
El Dr. Andreas Krieg, profesor asociado del King's College de Londres, dijo a The New Arab que estos Estados europeos tienen muchas razones para sentirse menos conectados con sus homólogos occidentales en estas cuestiones, en parte debido a un enfoque de política exterior antiliberal que no se ocupa de los crímenes de Assad.
“Creo que esos países [del este y del sur de Europa] adoptan esta posición [favorable a la normalización] porque necesariamente asumen una visión antiliberal de la política exterior y de seguridad. No problematizan los abusos de los derechos humanos, los crímenes de guerra y todo lo demás que ha cometido el régimen de Assad. En ese sentido, ven todo el escenario [sirio] de forma totalmente diferente a los países europeos occidentales”.
Estos sentimientos están estrechamente relacionados con la cuestión más amplia de la migración y demuestran que muchas partes de Europa no mantienen actualmente una postura basada en valores sobre la cuestión de los desplazados, lo que tiene profundas implicaciones para Siria.
En la actualidad, Turquía acoge a unos 3,6millones de refugiados sirios, así como a 320.000 afganos, iraquíes e iraníes registrados. Lo que preocupa a los líderes europeos es la capacidad y el interés de Turquía por retener a un número tan masivo de personas, un esfuerzo que ha puesto en serios aprietos a la economía turca, ha creado graves divisiones sociales y odio contra los refugiados, y ha perjudicado los índices de aprobación del presidente Recep Tayyip Erdogan.
El húngaro Viktor Orban es posiblemente el líder del bloque de extrema derecha antimigración de la UE (Foto: Getty)
Teniendo esto en cuenta, y desde el punto de vista de Europa, el riesgo de que Turquía rechace su papel de guardián del continente solo aumenta con más refugiados, ya sean de Siria, Afganistán o cualquier otro lugar. Esto hace que el retorno de los refugiados a Siria sea una prioridad para aquellos que están dispuestos a mirar más allá de las atrocidades de Assad y que lo ven como el vencedor en su guerra contra el pueblo sirio.
Esta postura no es nada filantrópica, pero sí muy acertada para líderes como Orban y el presidente polaco Andrzej Duda, que han llevado a cabo campañas electorales que apelan a los temores de ciertos electores sobre el aumento de la inmigración musulmana y el terrorismo. Tales hombres de Estado han explotado los actos de terrorismo en Barcelona, Niza, Madrid, Londres, París y otros lugares llevados a cabo en las últimas dos décadas.
Los gobiernos de Europa que han formalizado relaciones con Damasco aceptan esta narrativa de que su elección es entre Assad o los grupos extremistas islámicos, muy del agrado de Assad y de sus esfuerzos de propaganda.
Como dijo el entonces ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, en 2015, “prefiero a Assad al ISIS”. Para algunos líderes europeos, esta es exactamente la retórica que construye el poder político dentro de sus respectivos países.
Por ejemplo, Orban destaca a menudo su papel de “protector” de Europa y de los cristianos. Dado que algunos grupos extremistas violentos que operan en diversas partes de Siria, como el Estado Islámico (EI), atacan a los cristianos, Orban y otros estadistas europeos justifican sus posiciones a favor del reconocimiento de la legitimidad de Assad por motivos religiosos, citando su fe.
Según estas cifras, Assad puede proteger a los cristianos y a otras minorías al tiempo que preserva un país supuestamente estable y secular en una región inestable, evitando en última instancia el desbordamiento del terrorismo hacia Europa.
Este último punto es crucial dados los temores de Europa en relación con el cambio de gobierno en Afganistán y los flujos de refugiados. El recuerdo de los mortíferos atentados del EI y de Al Qaida sigue ejerciendo influencia política en las sociedades europeas, donde el aumento de la retórica de extrema derecha y nacionalista ha pintado la inestabilidad en Afganistán y Siria como una amenaza directa a la seguridad.
Líderes como Orban o Marie Le Pen, de Francia, confunden falsamente a los refugiados con el terrorismo y, en última instancia, Afganistán ha reavivado este relato, que podría tener implicaciones para Siria y su conflicto.
Más de lo mismo para Europa
Es poco probable que se produzca un cambio repentino o radical por parte de los Estados europeos en forma de vuelta a la normalidad en esta coyuntura. Aunque los líderes europeos pueden expresar su interés por el fin de la guerra en Siria y sus problemas migratorios a puerta cerrada, en público siguen rechazando abiertamente el gobierno de Assad en Damasco.
Esto probablemente hará que Europa y Occidente difieran cada vez más con los miembros de la Liga Árabe, la mayoría de los cuales apoya la rehabilitación del régimen de Siria.
Aun así, parece seguro que más Estados miembros de la UE avanzarán gradualmente hacia la vuelta a la normalidad con Damasco. Dadas las sensibilidades en Europa sobre el conflicto de Siria, la reconciliación entre los países europeos occidentales y el gobierno de Assad podría tener lugar con mini pasos de bajo perfil, en lugar de grandes anuncios de acercamiento total, si es que se produjera.
Esto depende en gran medida tanto de los resultados electorales dentro de estos Estados europeos occidentales como de las decisiones políticas de Estados Unidos sobre Siria, especialmente teniendo en cuenta el impacto de este último en las acciones europeas a través de sus amplios programas de sanciones como la Ley César.
En palabras de Krieg, “la tendencia general es ir hacia una cierta normalización. Eso no significa una normalización total en un futuro próximo. Pero, obviamente, si esa tendencia continúa, y hay un posible cambio en la Casa Blanca en 2024, esto podría marcar un nuevo tono en lo que respecta al régimen de sanciones contra Assad, haciendo posibles muchas cosas”.
Y añade: “Creo que Washington desempeña un papel crucial. Cada una de las partes que ahora está interesada en la normalización o se relaciona con Siria lo hace consciente de las sanciones César y quiere asegurarse de que no las incumplen. Así que, en muchos sentidos, Washington marca la pauta”.
Este último punto es significativo dado el estado del conflicto y en relación con los intereses europeos. Si Damasco no cae en manos de la oposición, lo que es casi seguro desde hace años, los países europeos tendrán que preguntarse cómo pueden hacer valer su influencia en el país sin comprometerse.
Como no hay una respuesta real a esta pregunta, es probable que más miembros de la UE sigan los pasos de Hungría, Grecia y algunos otros que decidieron restablecer los lazos con el gobierno de Assad a pesar de sus graves crímenes de guerra del pasado y del presente.
“Los franceses podrían adoptar, eventualmente, un punto de vista diferente sobre Assad”, dijo el Dr. Krieg a The New Arab. “Es un juego de ver quién llega primero. Si crees que esa normalización es una tendencia que finalmente dejará que la comunidad internacional acepte y permita que el régimen de Assad vuelva a entrar en el círculo de confianza, entonces quieres asegurarte de ser el primero en llegar. Eso es lo que están haciendo los emiratíes”.
Akil está de acuerdo. “La falta de voluntad política, unida a una serie de políticas fallidas y a las limitadas capacidades para resolver realmente el conflicto, se han compensado y han hecho que se encojan de hombros, negándose simplemente a normalizar las relaciones con Assad, aunque sin cuestionar nunca el statu quo”, afirma.
“Al igual que ocurrió en el mundo árabe en 2020 con respecto a Israel, algunos Estados de la UE han decidido desviarse de la línea oficial con la esperanza de que esto sirviera a sus propios intereses nacionales tras darse cuenta de que Assad estaba ahí para quedarse. En ambos casos, los actores que normalizaron las relaciones no eran actores históricamente significativos en ninguno de los dos conflictos y, por tanto, pudieron salirse con la suya sin tener que enfrentarse a repercusiones reales”.
Ahora que el conflicto tiene casi once años y que la supervivencia del régimen no se ha visto gravemente amenazada desde 2015-2016, la insensibilización sobre la brutal guerra de Siria ha surtido efecto en todos los países occidentales
Este efecto ha ayudado gradualmente al régimen de Assad a avanzar en sus intereses para rehabilitarse internacionalmente. En consecuencia, a los gobiernos de la UE les resulta cada vez más fácil normalizarse con Assad, sobre todo si se tienen en cuenta los problemas de migración y seguridad.
Estos factores podrían contribuir a un cambio muy lento pero gradual en la mentalidad de Europa, aunque esté limitado por consideraciones externas como las sanciones impuestas por Estados Unidos.
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