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01/09/2025

G. THOMAS COUSER
Cómo me convertí en antisemita

Toda mi vida sentí una fuerte afinidad con las personas judías, pero ahora que mi empleador, la Universidad de Columbia, ha adoptado la definición de antisemitismo de la IHRA*, de repente me encuentro calificado de “antisemita” porque me opongo a la opresión de los palestinos.

G. Thomas Couser, Mondoweiss, 31-8-2025
Traducido por
Tlaxcala

G. Thomas Couser tiene un doctorado en estudios americanos de la Universidad Brown. Enseñó en el Connecticut College de 1976 a 1982, y luego en la Universidad Hofstra, donde fundó el programa de estudios sobre la discapacidad, hasta su jubilación en 2011. Se incorporó a la facultad del programa de medicina narrativa de Columbia en 2021 e introdujo un curso sobre estudios de la discapacidad en el plan de estudios en 2022. Entre sus obras académicas se encuentran Recovering Bodies: Illness, Disability, and Life Writing (Wisconsin, 1997), Vulnerable Subjects: Ethics and Life Writing (Cornell, 2004), Signifying Bodies: Disability in Contemporary Life Writing (Michigan, 2009) y Memoir: An Introduction (Oxford, 2012). También publicó ensayos personales y Letter to My Father: A Memoir (Hamilton, 2017).

En El Sol también sale de Ernest Hemingway, se le pregunta a Mike Campbell cómo se arruinó. Él responde: “De dos maneras. Gradualmente y luego de repente”. Podría decir lo mismo sobre mi antisemitismo. La manera gradual implicó la evolución de mi pensamiento sobre Israel. La manera repentina implicó la adopción de una definición controvertida del antisemitismo por parte de la Universidad de Columbia, donde soy profesor adjunto.

Toda mi vida me consideré filosemita, en la medida en que era algo. Crecí en Melrose, un suburbio blanco de clase media de Boston, y no tuve amigos o conocidos judíos en mi juventud. (Melrose no era una ciudad exclusivamente WASP –blanca, anglosajona y protestante–: había muchos italousamericanos e irlandousmericanos, pero en mi clase de secundaria de 400 estudiantes solo había uno o dos judíos). Eso cambió en el verano de 1963, después de mi primer año de secundaria, cuando participé en una sesión de verano en la Academia Mount Hermon. Mi compañero de cuarto era judío, al igual que varios de mis compañeros de clase. Nos llevábamos bien, y supongo que encontraba sus intereses y valores más intelectuales y maduros que los de mis compañeros en casa.

En Dartmouth, esa tendencia continuó. Mi compañero de cuarto era judío; mi fraternidad incluía a varios judíos (entre ellos Robert Reich). Apreciaba su humor irreverente, sus ocasionales expresiones en ídish y su escepticismo laico. Cuando mis amigos judíos me decían que podía pasar por judío, lo tomaba como un cumplido.

Pese a mis amigos judíos, Israel era un desconocido para mí. Conocía, por supuesto, su historia. Mi generación creció leyendo el Diario de Ana Frank o viendo la obra teatral basada en él, un clásico del teatro escolar (incluso, o especialmente, en suburbios sin judíos como el mío). El Holocausto era una historia sagrada. Pero no tenía un interés particular en el Estado de Israel, ni ninguna idea sobre él. No lo necesitaba.

Con la conscripción militar acechándonos, muchos de mi generación estaban contra la guerra; mis amigos y yo ciertamente lo estábamos. Por eso me sorprendió que, durante la Guerra de los Seis Días de 1967, algunos de mis amigos judíos se entusiasmaran con la guerra, jactándose incluso de que servirían con gusto en el ejército israelí. Evidentemente, tenían un interés en el destino de Israel que yo no compartía, lo cual era un poco misterioso para mí. Pero suponía que su juicio estaba bien fundado; la guerra era justificada, a diferencia de lo que hoy considero un acaparamiento de tierras. En todo caso, esa guerra terminó rápidamente.

Poco después de graduarme, un amigo cercano de Dartmouth (judío) y su esposa judía, a quien conocía desde Mount Hermon, me presentaron a una de sus compañeras de clase en Brandeis. Salimos juntos, nos enamoramos y nos casamos. Claro que no fue tan sencillo. En ese entonces, no era fácil encontrar un rabino que aceptara celebrar el matrimonio de un protestante y una judía laica. Después de varias entrevistas infructuosas, contratamos a un rabino que era capellán en Columbia. Nos divorciamos unos cinco años después, pero el fracaso de nuestro matrimonio no tuvo nada que ver con diferencias religiosas, y seguimos siendo amigos.

En las décadas siguientes obtuve un doctorado en estudios americanos y enseñé literatura americana en el Connecticut College y luego en Hofstra. Como profesor, tuve muchos estudiantes y colegas judíos (especialmente en Hofstra) y me llevé bien con ellos.

Pero Israel siempre estaba en segundo plano. Deliberadamente evitaba reflexionar críticamente sobre él. Recuerdo haberle dicho a un amigo judío (cuya hija vivía en Jerusalén) que no me “interesaba” Israel. Sentía que era demasiado “complicado”. No solo eso, sino que también era fuente de divisiones y polémicas, y no quería tomar partido. Otras cuestiones políticas me parecían más importantes.

Por supuesto, estaba al tanto del movimiento de boicot a Israel, que había atraído a muchos académicos, incluidos algunos a quienes quería y admiraba. Aunque apoyaba el desinversión en Sudáfrica, desconfiaba del boicot a Israel. Si me hubieras preguntado alrededor del 2000, habría respondido: “¿Por qué centrarse en Israel?”. Eso implicaba que, aunque el país podía ser problemático, había otros regímenes opresivos en el mundo.



Pues bien, basta decir que mi pregunta encontró su respuesta en la reacción desproporcionada de Israel al ataque de Hamás del 7 de octubre. No necesito repasar los acontecimientos de los últimos dos años. Las imágenes incesantes de la ofensiva genocida contra los gazatíes transformaron gradualmente mi actitud hacia Israel: de la indiferencia benevolente de mi juventud y la cautela prudente de la madurez a una hostilidad y una ira crecientes. Esta hostilidad se aplica, por supuesto, no solo al régimen israelí, sino también al apoyo usamericano que recibe. Siento que nuestra complicidad en este horror inflige una herida moral constante a quienes se oponen, sobre todo porque nos sentimos impotentes para detenerlo.

Me persiguen las palabras de Aaron Bushnell, que se inmoló en protesta: “A muchos de nosotros nos gusta preguntarnos: ‘¿Qué habría hecho yo si hubiera vivido en la época de la esclavitud? ¿O del Jim Crow en el Sur? ¿O del apartheid? ¿Qué haría si mi país cometiera un genocidio?’ La respuesta es: lo estás haciendo. Ahora mismo”. Tras permanecer mucho tiempo inactivo, me uní a Jewish Voice for Peace y contribuyo al BDS, gestos menores que alivian un poco mi conciencia.

Mi actitud hacia Israel ha evolucionado a lo largo de las décadas, y esa evolución se ha acelerado en los últimos años. Creo que represento a innumerables personas más. Fuera de Europa Occidental, Israel es cada vez más visto como una nación paria. Y en USA, su aliado y financiador más fiel, las encuestas muestran un declive en el apoyo a Israel.

Al mismo tiempo, la definición de antisemitismo según la Alianza internacional para el recuerdo del Holocausto se ha ampliado de tal forma que ahora se aplica no solo al odio hacia las personas judías, sino también a críticas al Estado israelí que me parecen obvias, justas, legítimas y moralmente necesarias. Después de todo, varias instituciones internacionales y académicas con autoridad para emitir tales juicios han concluido que Israel es un Estado de apartheid que comete genocidio.

Como profesor adjunto de medicina narrativa en Columbia, me consternó la reciente aceptación por parte de la universidad de esta definición ampliada de antisemitismo, en respuesta a la presión ejercida por la administración Trump, que busca castigar a la institución por su supuesta tolerancia hacia las protestas.

A los administradores universitarios les gusta declarar que “El antisemitismo no tiene cabida” en sus instituciones. Pero saben que un gran número de profesores y estudiantes son antisemitas según la definición que han adoptado. ¿Qué significa para mí, y para otros profesores como yo, críticos de Israel, enseñar en una institución que implícitamente nos califica de antisemitas? Quizá no se nos despida, pero sin duda se nos desanima de hablar.

Esa definición parece lamentable en varios sentidos. Ante todo, me parece lógicamente errónea, porque confunde las actitudes hacia un Estado étnico con las actitudes hacia la etnia privilegiada por ese Estado. Esa distinción puede ser difícil de hacer en la práctica, pero es bastante clara conceptualmente. Como le gusta señalar a Caitlin Johnstone, si los palestinos odian a los judíos, no es por su religión o etnicidad, sino porque el Estado judío es su opresor.

Confundir la crítica a Israel con el odio a los judíos puede ser un medio manifiestamente práctico de descartar las críticas difamando a los opositores, y ello alimenta el discurso sobre el aumento del antisemitismo. Pero eso ignora el papel del genocidio cometido por Israel en esta aparente tendencia. Además de los actos verdaderamente antisemitas, ciertas actividades antiisraelíes o antisionistas han sido consideradas antisemitas. Si el antisemitismo ha aumentado, no es en un vacío histórico.

En cualquier caso, esta definición ampliada podría resultar contraproducente. Borrar la distinción entre el Estado de Israel y las personas judías corre el riesgo de extender el odio hacia Israel a toda la comunidad judía. Además, la definición de la IHRA corre el riesgo de debilitar o incluso suprimir el estigma del antisemitismo. Si oponerse a la empresa genocida de Israel me convierte a mí (y a tantas personas que admiro) en antisemita, ¿dónde está el problema? Cuando era más joven, me habría horrorizado ser acusado de antisemitismo. Hoy, puedo encogerme de hombros.

Finalmente, como miembro de larga data de la ACLU, me preocupa mucho lo que esta definición implica para la libertad de expresión y la libertad académica. En circunstancias normales, el tema de Israel no estaría en mis pensamientos ni en la agenda de mis clases en Columbia. Pero ahora será, de alguna manera, el elefante en la habitación, ¿verdad? Seré hiperconsciente de la posibilidad de que cualquier alusión a Gaza pueda señalarse como una amenaza para los estudiantes judíos. Lamentablemente, si yo mismo y otros críticos de Israel (muchos de ellos judíos) somos ahora antisemitas, es porque Israel y la IHRA nos han hecho así.

NdT

*Véase Definición del Antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto


 

16/11/2023

SANTIAGO ALBA RICO
Israel y el derecho a la existencia

 Israel oculta que su derecho a existir se basa en negárselo al pueblo palestino, se presenta falsamente como amenazada y presenta como incuestionable su régimen político fundacional, esencialista, supremacista y colonial. Israel existe, pero el mundo no puede permitir la negación de Palestina. 

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12/10/2023

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Tardocolonialismo sionista

Luis E. Sabini Fernández, 12-10-2023

2023: tras el 7 de octubre, la ideología sionista vive uno de sus momentos de gloria.


Diluvio de Al Aqsa, por Ahmad Qaddura, Suecia

Lo que han hecho Hamas y Yihad Islámica desde el 7 de octubre de 2023 (a 50 años exactos del desencadenamiento de la guerra de Yom Kippur, de Egipto contra Israel), en las inmediaciones de la Franja de Gaza, en kibutzim cercanos y ciudades aledañas como Bersheva o Ashkelon, ha sido violento, con asesinatos cometidos con crueldad; arrasando un festival, baleando gente, secuestrando población civil (y militares, que en una sociedad tan militarizada como la israelí es a veces difícil distinguir). Una suerte de “invasión” con muy escasos medios materiales; equipados los “asaltantes” con motocicletas, con alas delta, todos componentes más propios de una guerrilla que de un verdadero ejército; mucha resolución, “poniendo el cuerpo”.

La “respuesta” que lleva a cabo el estado sionista habrá de ser, ya va siendo, mucho más conmocionante, decuplicando, centuplicando las víctimas entre los palestinos alcanzados por la “furia” israelí (mediante una mezcla de superioridad militar y material, forjada por el sionismo en las últimas décadas con una impronta supremacista que forjó el sionismo desde mucho antes de las persecuciones nazis de los ’40).[1]

La primera incursión aérea israelí de respuesta a la “invasión” del 7 de octubre, al estilo de las que se llevaran a cabo bajo la modalidad de castigos mortales y colectivos, en varias oportunidades (2006, 2008, 2012, 2014, sin que a la llamada “comunidad  internacional” jamás se le haya movido un pelo), despliega una oleada de torturas simultáneas sobre cientos de hombres, mujeres, niños, con cráneos destrozados, muslos seccionados, hemorragias mortales, brazos arrancados, rostros desfigurados; todo incluido en ataques inmisericordes con bombas sobre edificios –no sobre cuarteles– de viviendas de civiles con dormitorios, comedores, baños, habitados por bebitos, ancianos, niños, sus padres, jóvenes que juegan a la pelota, que escuchan música.

Genocidio en etapas, con silencio esperable de la ONU, pero también de muchísimas redes independientes, autónomas (nadie quiere quedar como antisemita).

La versión del holocausto cuidadosamente construida por  el IHRA,[2] que les garantizaría a judíos situarse al margen de toda sospecha, por su condición básica de víctimas, es sencillamente una coartada. Más allá de lo efectivamente sufrido por judíos bajo el nazismo. Porque, como bien ha definido el historiador, judío, con víctimas del nazismo en su familia, Norman Finkelstein: “<El Holocausto> es una representación ideológica del holocausto nazi. Al igual que la mayoría de las representaciones similares, ésta tiene una conexión, si bien tenue, con la realidad."[3]

En resumen, Israel y quienes detentan su poder hacen su jugarreta: presentarse como víctimas cuando son los que “producen” la mayor cantidad de víctimas. Es Israel el gran generador de locura, miseria y muerte entre palestinos. Porque el colonialismo, el racismo, siempre han generado lo anterior y también resistencia. A veces resulta difícil de aceptar esta última por su carga de odio. Porque el negado, excluido, expropiado no acierta siempre en la respuesta. Bueno fuera. [4]

 
Diluvio de Al Aqsa, por Morad Kotkot, Jordania

Abya Yala en el Mediterráneo oriental

Procuremos ensanchar el ángulo de mira: el sionismo hace con los palestinos lo que los conquistadores europeos hicieron en Abya Yala, conocida por cómo fue rebautizada por los recién llegados: América.

He aquí una semblanza de Miko Peled, un judío israelí, pero a diferencia de la inmensa mayoría de sus conciudadanos, con conciencia crítica (o si usted  prefiere, autoconciencia):

El racismo y la violencia contra las personas de color en EE.UU. no es nada nuevo. De hecho EE.UU., con sus afirmaciones de [ser] «la tierra de los libres» siempre ha sido un estado racista, genocida y violento. Fue fundado sobre el genocidio de los nativos y sobre las espaldas de los esclavos africanos. EE.UU. cometió los crímenes de guerra más atroces en la historia de la humanidad, incluido el genocidio, el uso de armas nucleares, la destrucción de las democracias y el apoyo a dictadores asesinos en todo el mundo. Y la lista continúa desde los primeros días de la Unión hasta hoy.” [5]

Lo que resulta significativo es cómo los sionistas judíos se identifican con EE.UU. y cómo procuran seguir la senda –colonialista– de los siglos XVII, XVIII, XIX, de EE.UU., en pleno siglo XX (y en el XXI…) en Palestina. Un poco a destiempo, como ignorando “el nuevo tiempo” devenido a partir de 1945, justamente desde EE.UU.

Es un modelo peculiar, empero. Porque a la vez que “se inspiran” en el tratamiento de razas “inferiores” o “inmaduras”  en EE.UU. para llevar a cabo su política de implantación en Palestina, Israel ha procurado ejercer la mayor infiltración imaginable de la sociedad estadounidense, con lo cual el ligamento entre EE.UU. e Israel es doble: el país norteamericano está visualizado como figura “paterna” o modélica, y a la vez como entidad que recibiría los “beneficios” de todos los aportes judíos. Cito otra vez a Peled: “Hay innumerables áreas en la vida de los EE.UU. en las que Israel y diversas organizaciones sionistas influyen e interfieren. La Federación Judía, la Liga Antidifamación y AIPAC son las más comúnmente reconocidas, pero son solo tres de las innumerables organizaciones que operan en los cincuenta estados y persiguen sin descanso los intereses israelíes en todas las facetas de la vida estadounidense. Estas organizaciones interfieren en las elecciones estadounidenses al invertir dinero en las campañas de los candidatos proisraelíes.” (ibíd.) Hablamos de un aporte financiero sustantivo y decisivo en las tomas de decisión.

Tras las voladuras de tres torres neoyorquinas –las gemelas y una más, todo por el precio de dos aviones y miles de víctimas mortales– y el peculiar boquete en el Pentágono del 11 de setiembre de 2000 (con su treintena de muertos), y pese a la inmediata redada de cientos de israelíes bajo sospecha por parte de los organismos de seguridad de EE.UU. (fueron más los detenidos judíos que los árabes en las horas posteriores a las voladuras), Israel logra que “desde el 11 de setiembre muchas fuerzas policiales estadounidenses [sean] entrenadas por expertos en seguridad israelíes.” (ibíd.)

Analizando la penetración judeoisraelí en EE.UU., James Petras señalaba que entre los muchos “proyectos sionistas con considerable financiamiento, hechos para capturar a jóvenes judíos y convertirlos en instrumentos de la política exterior israelí [está] “Taglit-Birthright” que ha gastado más de 250 millones de dólares durante la última década enviando a más de un cuarto de millón de judíos a Israel durante 10 días de intenso lavado de cerebro.[…] Se somete a los estudiantes a una fuerte dosis de militarismo al estilo israelí […] como parte de su adoctrinamiento; en ningún momento visitan Cisjordania, Gaza o Jerusalén Este (Boston Globe, 26 ago 2010). Se les insta a convertirse en ciudadanos de doble nacionalidad e incluso se les alienta a servir en las fuerzas armadas israelíes.[6]

Raza y sexo

Si nos damos cuenta del parentesco entre la “conquista de América” y el proyecto colonialista anglosionista en Palestina, algo que postulan y promueven conocidos dirigentes israelíes, podremos percibir más claramente el destino atribuido a conquistadores y a colonizados.

“El único indio que vale es el indio muerto”. Esa atroz expresión de los coleccionistas de cabelleras de indios asesinados traducía en pleno siglo XIX un giro crematístico muy modernoso, porque las autoridades (públicas o privadas) pagaban por cabellera. Una forma práctica de asegurarse “el despeje territorial”: la tarea que llevaron a cabo los Rosas y Roca en las pampas argentinas; los Rivera en el territorio del Uruguay. Ese “comercio” cumple con una de las leyes sagradas del privilegio: la inversión de la verdad. Porque los “relatos de aventura” para niños han enseñado siempre que los indios eran cazadores de cabelleras (y no por la paga, sino por su crueldad innata).

Análogamente a “la limpieza étnica” que hemos conocido por siglos en las Américas, tenemos, por ejemplo, el testimonio de soldados israelíes, que han declarado –no sabemos si por honestidad intelectual o por chutzpah– que no tienen dificultad alguna, procesal, judicial, si matan a un palestino. Si suman una cabellera a su foja de servicio.

Españoles e ingleses tuvieron distintos comportamientos con los oriundos. Los ingleses rechazaron esa mezcla de sangre (que viene tras la mezcla de jugos sexuales). Los españoles también, tratándose de indios varones con hembras hispanas, pero en absoluto rechazaron el contacto de españoles con “indias”. Al contrario, recién llegados los conmocionó la presencia de mujeres bañadas y limpias.[7] Así comienza el llamado “mestizaje” en América, mal llamada Latina. La desaparición, simbólica o material, de los nativoamericanos es lo que permite que la historia oficial sostenga con impunidad el manejo genealógico afirmando que “descendemos de los barcos”.

Los sionistas en Palestina optaron por “el modelo” inglés; por eso las parejas mestizas son más bien excepcionales. Una política sexual que preserva el linaje. La aceptación de parejas cruzadas tiende a desgastar un racismo étnico. Su rechazo, en cambio, ahonda la posibilidad racista.

Entonces, para entender los últimos acontecimientos del “conflicto palestino-israelí”; Hamas descargando una andanada de cohetes Kassam más o menos mejorados; secuestrando civiles y militares israelíes; población enardecida victimando a israelíes tomados como rehenes, hay que visualizar esas barbaridades junto con las descargadas impunemente por colonos o  militares israelíes sobre campesinos sin armas, sobre jóvenes  o niños que tiran piedras, sobre jovencitas que blandiendo una tijera quieren herir a algún ocupante y es matada sin más. Año tras año, mes tras mes, día tras día.

Recordemos que cuando en 2019 se inician Marchas por la Tierra, sin armas, sin piedras, solo reclamando eso; tierra (crecientemente cercenada y apropiada por sionistas), el aparato de seguridad israelí “contesta” con francotiradores que desde distancia y cómodamente alojan balas en las ingles de manifestantes pacíficos.

Dado que los alcanzados empezaron a morir con inesperada frecuencia, desangrados, el mando israelí cambió la orden a los cómodos (y bien entrenados) francotiradores: no a las ingles sino a los tobillos. Dejaban rengos de por vida, pero no producían el trastorno psíquico y el repudio consiguiente de tantos asesinatos por manifestación.

Ése es el valor de la vida palestina en Israel, como lo recordamos por testimonios sinceros de soldados. Así hay que entender que muchos palestinos, también terminen despreciando la vida de los israelíes.

Aquella hospitalidad histórica, proverbial, de los palestinos (en  el siglo XIX), conviviendo con el Antiguo Yishuv –con los judíos inmemoriales de Palestina, con quienes no se les conoce conflicto– no fue destruida por los palestinos –musulmanes, cristianos o agnósticos– sino por los sionistas. Con el Nuevo o moderno Yishuv. El 7 de octubre fue otro intento, otro “asalto al cielo”. 

Notas

[1]   De todos modos, con datos provisorios, las víctimas israelíes reportadas hasta hoy –se señalan centenares–  no tienen comparación con bajas israelíes en conflictos anteriores, como las intifadas 1987 y 2000 o las invasiones a la Franja de Gaza, donde las muertes palestinas resultaron centenares o miles y las israelíes ni decenas.

[2]  International Holocaust Remembrance Alliance. Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto.

[3]  The Holocaust Industry, Verso Books, N. Y., 2010.

[4]  Un deslinde se impone: Hamas constituye una red religiosa, una suerte de “soldados de Allah”. Tengo enorme desconfianza por todos los saberes divinos. Hamas se aferra a una actividad intolerante que explica el comportamiento afiebrado de sus adherentes. De todos modos, no hay que olvidar que incluso sus atrocidades responden a abusos del muy democrático Israel, con su política genocida, por más gradual que se la presente.

[5]  “«Intercambio mortal», la vigilancia racista de Estados Unidos tiene raíces en Israel”, www.rebelion.org, 5 jun. 2020.

[6]   “Las bases locales y estatales del poder sionista en EE.UU.”, 2010, https://rebelion.org/las-bases-locales-y-estatales-del-poder-sionista-en-ee-uu/ .

[7]  Y la ausencia de mujeres hispanas. Porque la inmigración anglo fue de parejas o familias y la española de segundones “fijosdalgos”, desheredados por el derecho de primogenitura, que venían hambrientos de poder y de sexo porque inicialmente solo cruzaron el Atlántico varones.

24/11/2022

HAIDAR EID
Réflexions depuis Gaza après les élections israéliennes

 

Haidar Eid, Palestine Chronicle, 21/11/2022
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Lorsque mes étudiants réfugiés me demandent ce que signifie “l’orientalisme”, je leur dis de regarder Israël. Les préjugés, les fantasmes et les clichés racistes véhiculés par le sionisme à propos des Palestiniens et des Arabes, ainsi que l’abus colonial de pouvoir et la domination d’une culture autoproclamée supérieure sur une autre.

Petit déjeuner à Gaza, par Antonio Rodríguez, Mexique

Comme le système inhumain de l’apartheid sud-africain avant lui, l’Israël de l’apartheid est incapable de comprendre la souffrance des Palestiniens et la nature de son oppression des habitants de Gaza. Cela fait partie de ce que le regretté Edward Said appelle “blâmer la victime”.

Rien ne justifie le vol des terres et des souvenirs intimes d’autres personnes. C’est un crime contre lhumanité : c’est immoral et contraire à l’éthique. C’est pourquoi le colonialisme de peuplement en Palestine doit être condamné. Il est temps que la communauté internationale déclare illégales toutes les organisations qui soutiennent les colonies et le colonialisme de peuplement en Palestine.

Dans son ouvrage révolutionnaire Politics of Dispossession, reprenant l’argument de Ghassan Kanafani dans Returning to Haifa, Edward Said écrit de manière très convaincante :

« La question à poser est de savoir combien de temps l’histoire de l’antisémitisme et de l’Holocauste en particulier peut être utilisée comme une barrière pour exempter Israël des arguments et des sanctions à son encontre pour son comportement envers les Palestiniens, arguments et sanctions qui ont été utilisés contre d’autres gouvernements répressifs, comme celui de l’Afrique du Sud. Combien de temps encore allons-nous nier que les cris de la population de Gaza sont directement liés aux politiques du gouvernement israélien et non aux cris des victimes du nazisme ? »

                                            Politics of Dispossession, p. 172

Il est révélateur de la mentalité israélienne officielle que le siège génocidaire de la bande de Gaza n’ait jamais semblé s’inscrire dans la stratégie globale de l’État juif. Et maintenant, nous avons Benjamin Netanyahou qui fait un retour triomphal avec ses alliés fascistes, Ben Gvir et Bezalel Smotrich. En ce qui concerne les Israéliens ou les fonctionnaires israéliens, Israël a retiré ses troupes et ses colons de Gaza en 2005, laissant Gaza libre.

Toutefois, il a conservé les clés des points de passage qui le séparent de Gaza et a laissé le dernier point de passage aux mains de ses alliés égyptiens. Pour les politiciens israéliens traditionnels, les Palestiniens de Gaza sont très ingrats parce qu’ils n’acceptent pas le blocus, qu’ils y résistent et qu’ils réclament leurs droits sanctionnés par la communauté internationale !

03/02/2022

HAIDAR EID
El futuro de Palestina está en una democracia laica

 Haidar Eid, Mondoweiss, 28/1/2022
Traducido por Maria Piedad Ossaba, Tlaxcala

Haidar Eid nació en un campamento de refugiados en Gaza (sus padres procedían del pueblo de Zarnouqa, en el distrito de Ramla, limpiado étnicamente por las bandas sionistas en 1948). Obtuvo su doctorado en la Universidad de Johannesburgo, Sudáfrica, donde permaneció de 1997 a 2003, aprendiendo mucho del movimiento antiapartheid. Es profesor asociado de literatura poscolonial y posmoderna en la Universidad Al Aqsa de Gaza. Ha escrito mucho sobre la cuestión palestina, especialmente artículos publicados en Znet, Electronic Intifada, Palestine Chronicle y Open Democracy. Ha publicado artículos sobre estudios culturales y literatura en varias revistas, como Nebula, Journal of American Studies in Turkey, Cultural Logic y Journal of Comparative Literature. Es miembro fundador de la One State Campaign (OSC, “Campaña por un Estado”) y miembro de la Campaign for the Academic and Cultural Boycott of Israel (PACBI, “Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural a Israel”. Y finalmente pero no menos importante, ¡canta! @haidareid
Es un hecho establecido que Israel es un Estado de apartheid. Las preguntas que se plantean entonces son las siguiente: ¿cómo desmantelarlo y cuál será el siguiente paso?

La solución de dos Estados sigue perdiendo apoyo en Palestina. Cada vez más palestinos se dan cuenta de que el llamado proceso de paz sólo ha dado lugar a la producción de nuevos hechos consumados israelíes y a nuevas prácticas represivas que hacen imposible un Estado palestino que funcione. Por lo tanto, no es de extrañar que una reciente encuesta realizada por el Jerusalem Media and Communication  Center  (Centro de Medios y Comunicación de Jerusalén) indique un apoyo creciente a la solución de un solo Estado entre los palestinos, en detrimento de la solución de dos Estados.

¡La ironía, sin embargo, es que los hechos consumados no parecen haber convencido a los dirigentes palestinos, de derecha o de izquierda! En lugar de luchar para aplastar al sionismo y su política de apartheid en Palestina, los dirigentes de la OLP intentan coexistir con él.

Su argumento, compartido por algunos académicos y activistas internacionales a lo largo de los años, es que la solución de los dos Estados está respaldada por un “ consenso internacional”, a pesar de que no es más que una solución injusta dictada por Israel y USA y que dicha solución ignora nuestros derechos fundamentales como seres humanos. En este artículo, sostengo que la única esperanza para nosotros, los palestinos, reside en una forma de resistencia al apartheid que movilice a los componentes del pueblo palestino y de la sociedad civil internacional y que, en última instancia, conduzca al establecimiento de un único Estado en Palestina.

El apartheid israelí

Es un hecho establecido que Israel es un Estado de apartheid.  Los últimos informes de Human Rights Watch  e incluso de la organización de defensa de los derechos humanos más respetada de Israel, B’Tselem, por no hablar de los informes de tantas organizaciones palestinas de defensa de los derechos humanos, han concluido  que el régimen establecido entre el río Jordán y el mar Mediterráneo es un régimen de apartheid. [Véase también el último informe de Amnesty International, publicado después de la publicación de ese articulo: El apartheid israelí contra la población palestina: Cruel sistema de dominación y crimen de lesa humanidad, NdlT]

De hecho, el apartheid israelí ha logrado el objetivo que tanto anhelaba, a saber, la soberanía israelí sobre toda la Palestina histórica, con enclaves no viables que proporcionan una autonomía de gueto en la que lo que queda del pueblo palestino puede reducirse lentamente. Sin embargo, Israel se encuentra con una carga altamente indeseable: un territorio que contiene más de 4,5 millones de palestinos politizados, sin un Estado independiente propio, fragmentando a Israel de forma tan efectiva como el mismo Israel ha fragmentado la comunidad nacional palestina. El problema sigue siendo tan antiguo como el conflicto mismo: ¿qué hacer con esta gente, cuando lo único que quiere Israel es su tierra?

La solución de dos Estados, como siempre he afirmado, es una solución racista por excelencia a este dilema, ya que se basa en la separación de las comunidades en función de su identidad étnico-religiosa, derivada de la ideología étnico-nacionalista de finales del siglo XIX que dio lugar a la aparición de dogmas racistas como el nazismo, el apartheid y el sionismo.

Esto contradice los principios democráticos de los siglos XX y XXI y, como han argumentado muchos intelectuales, las condiciones para un Estado palestino independiente y soberano han quedado de todos modos destruidas por el avance irreversible de las colonias en Cisjordania. En suma, la solución racista de dos Estados que no garantiza a los palestinos sus derechos fundamentales, en particular la libertad, la igualdad y el retorno de los refugiados a las ciudades y aldeas de los que fueron limpiados étnicamente en 1948.

La cuestión es, cómo desmantelar el apartheid.

Una visión política

Uno de los problemas para encontrar una respuesta a esta cuestión es la falta de un programa político claro propuesto por los palestinos oprimidos. 

30/01/2022

HAIDAR EID
Il futuro della Palestina è in una democrazia laica

 Haidar Eid, Mondoweiss, 28/1/2022
Tradotto da
Fausto Giudice, Tlaxcala

Haidar Eid è nato in un campo profughi a Gaza (i suoi genitori venivano dal villaggio di Zarnouqa nel distretto di Ramla, etnicamente ripulito dalle bande sioniste nel 1948). Ha ottenuto il suo dottorato all'Università di Johannesburg, in Sudafrica, dove è rimasto dal 1997 al 2003, imparando molto dal movimento antiapartheid. È professore associato di letteratura postcoloniale e postmoderna all'Università al-Aqsa di Gaza. Ha scritto molto sulla questione palestinese, compresi articoli pubblicati su Znet, Electronic Intifada, Palestine Chronicle e Open Democracy. Ha pubblicato articoli su studi culturali e letteratura in diverse riviste, tra cui Nebula, Journal of American Studies in Turkey, Cultural Logic e Journal of Comparative Literature. È un membro fondatore della One State Campaign (OSC) e un membro della Palestinian Campaign for the Academic and Cultural Boycott of Israel (PACBI). E infine, canta! @haidareid

È un fatto accertato che Israele è uno stato di apartheid. Le domande allora sono: come smantellarlo e quale sarà il prossimo passo?

La soluzione dei due stati continua a perdere sostegno in Palestina. Sempre più palestinesi si rendono conto che il cosiddetto processo di pace ha portato solo alla produzione di nuovi fatti compiuti israeliani e pratiche repressive che rendono impossibile uno stato palestinese funzionante. Non sorprende quindi che un recente sondaggio condotto dal Jerusalem Media and Communication Center indichi un crescente sostegno tra i palestinesi per la soluzione a uno stato, a spese della soluzione a due stati.

L'ironia, tuttavia, è che i fatti compiuti non sembrano aver convinto la leadership palestinese, di destra o di sinistra! Invece di lottare per schiacciare il sionismo e la sua politica di apartheid in Palestina, la leadership dell'OLP cerca di coesistere con esso. Il loro argomento, che è stato condiviso da alcuni accademici e attivisti internazionali nel corso degli anni, è che la soluzione dei due stati è sostenuta da un “consenso internazionale”, nonostante il fatto che non è altro che una soluzione ingiusta dettata da Israele e dagli USA e ignora i nostri diritti fondamentali come esseri umani. In questo articolo, sostengo che l'unica speranza per noi palestinesi risiede in una forma di resistenza all'apartheid che mobiliti le componenti del popolo palestinese e della società civile internazionale e che porti infine alla creazione di un unico stato in Palestina.

Apartheid israeliana

È un fatto accertato che Israele è uno stato di apartheid.  Gli ultimi rapporti di Human Rights Watch e persino della più rispettata organizzazione israeliana per i diritti umani, B'Tselem, per non parlare dei rapporti di tante organizzazioni palestinesi per i diritti umani, hanno concluso che il regime stabilito tra il fiume Giordano e il Mar Mediterraneo è un regime di apartheid.

Di fatto, l'apartheid israeliano ha raggiunto il suo obiettivo a lungo desiderato di sovranità israeliana su tutta la Palestina storica, con enclavi non vivibili che forniscono un'autonomia da ghetto in cui ciò che rimane del popolo palestinese può lentamente restringersi. Tuttavia, Israele si ritrova con un fardello altamente indesiderabile: un territorio contenente più di 4,5 milioni di palestinesi politicizzati, senza un proprio stato indipendente, che frammenta Israele con la stessa efficacia con cui Israele stesso ha frammentato la comunità nazionale palestinese. Il problema rimane vecchio come il conflitto stesso: cosa fare con questa gente, quando tutto ciò che Israele vuole è la loro terra?

28/12/2021

DESMOND TUTU
Una súplica al pueblo de Israel: Libérense liberando a Palestina

Haaretz, 26/12/2021

Traducido por Tlaxcala

El arzobispo Desmond Tutu falleció el domingo 26 de diciembre a los 90 años en Ciudad del Cabo, de la cual fue el primer arzobispo negro. El veterano luchador antiapartheid recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984 y presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación diez años después. En 2014 escribió un artículo exclusivo para el diario Haaretz en el que pedía un boicot mundial a Israel e instaba a israelíes y palestinos a mirar más allá de sus líderes para encontrar una solución duradera a la crisis en Tierra Santa.- Tlaxcala

 

Las últimas semanas han sido testigo de una acción sin precedentes por parte de miembros de la sociedad civil de todo el mundo contra la injusticia de la respuesta desproporcionadamente brutal de Israel al lanzamiento de misiles desde Palestina.

 

Si se suman todas las personas que se reunieron durante el pasado fin de semana para exigir justicia en Israel y Palestina -en Ciudad del Cabo, Washington, D.C., Nueva York, Nueva Delhi, Londres, Dublín y Sídney, y en muchas más ciudades-, podría decirse que se trata de la mayor protesta activa ciudadana en torno a una sola causa jamás vista en la historia del mundo.

 

Hace un cuarto de siglo participé en algunas manifestaciones muy concurridas contra el apartheid. Nunca imaginé que volveríamos a ver manifestaciones de esa envergadura, pero la participación del pasado sábado en Ciudad del Cabo fue igual de grande, si no más. Entre los participantes había jóvenes y mayores, musulmanes, cristianos, judíos, hindúes, budistas, agnósticos, ateos, negros, blancos, rojos y verdes... como cabía esperar de una nación vibrante, tolerante y multicultural.

 

Pedí a la multitud que coreara conmigo: “Nos oponemos a la injusticia de la ocupación ilegal de Palestina. Nos oponemos a la matanza indiscriminada en Gaza. Nos oponemos a la indignidad que sufren los palestinos en los puestos de control y en los controles de carretera. Nos oponemos a la violencia perpetrada por todas las partes. Pero no estamos en contra de los judíos”.

 

A principios de semana pedí que se suspendiera a Israel en la Unión Internacional de Arquitectos que se reunía en Sudáfrica.

 

Hice un llamamiento a las hermanas y hermanos israelíes presentes en la conferencia para que se desvincularan activamente, tanto ell@s como su profesión, del diseño y la construcción de infraestructuras relacionadas con la perpetuación de la injusticia, como el muro de separación, las terminales de seguridad y los puestos de control y los asentamientos construidos en la tierra palestina ocupada.

 

“Les imploro que lleven este mensaje a casa: Por favor, cambien el curso de la violencia y el odio uniéndose al movimiento no violento por la justicia para todos los pueblos de la región”, dije.

 

En las últimas semanas, más de 1,6 millones de personas de todo el mundo se han sumado a este movimiento uniéndose a una campaña de Avaaz que pide a las empresas que se benefician de la ocupación israelí, y/o están implicadas en los abusos y la represión de los palestinos, que se retiren. La campaña se dirige específicamente al fondo de pensiones holandés ABP, al banco Barclays, al proveedor de sistemas de seguridad G4S, a la empresa de transportes francesa Veolia, a la empresa informática Hewlett-Packard y al proveedor de excavadoras Caterpillar.

 

El mes pasado, 17 gobiernos de la UE instaron a sus ciudadanos a evitar hacer negocios o invertir en los ilegales asentamientos israelíes.

 

También hemos sido testigos recientemente de la retirada por parte del fondo de pensiones holandés PGGM de decenas de millones de euros de los bancos israelíes; de la desinversión en G4S por parte de la Fundación Bill y Melinda Gates; y de que la Iglesia Presbiteriana de EE.UU. desinvierte unos 21 millones de dólares en HP, Motorola Solutions y Caterpillar.

 

Se trata de un movimiento que está cobrando fuerza.

 

La violencia engendra violencia y odio, que solo sirven para engendrar más violencia y odio.

 

        

Los sudafricanos conocemos la violencia y el odio. Entendemos el dolor de ser la mofeta del mundo; cuando parece que nadie entiende ni está dispuesto a escuchar nuestra perspectiva. Es de dónde venimos.