Ana Stella, Anaqtella, 12-10-2025
El 12 de octubre une dos fechas que comparten destino. En España se recuerda la Hispanidad, símbolo de una comunidad forjada en la lengua y la historia compartida. En el Sáhara Occidental se celebra el Día de la Unidad Nacional Saharaui, jornada en que un pueblo decidió mantenerse unido ante el abandono y la invasión. Ambas fechas nacen del mismo principio: la afirmación de identidad frente a la disolución y la mentira.
Hispanidad: lealtad a la verdad, no a los intereses de Occidente
La Hispanidad no es un
decorado para desfiles. Es una herencia de unidad y destino común entre pueblos
que compartieron la lengua y el espíritu de resistencia frente a potencias
ajenas. España, sin embargo, permitió que Occidente desfigurara ese sentido.
La monarquía y los gobiernos posteriores aceptaron una política extranjera dictada por Washington y París, entregando el Sáhara en 1975 a cambio de estabilidad y silencio. España no perdió el Sáhara: lo abandonó deliberadamente.
Hoy la Hispanidad solo tiene valor si se convierte en fidelidad a la palabra dada. Y esa palabra fue traicionada en el desierto.
12 de octubre de 1975: el nacimiento de la unidad saharaui
Mientras España negociaba
los Acuerdos de Madrid, el 12 de octubre de 1975, en Ain Bentili, las tribus
saharauis se reunieron para fundar su unidad bajo el Frente Polisario. Juraron
defender su tierra como pueblo libre, sin amo extranjero ni tutela.
Pocos días después Marruecos lanzó la llamada Marcha Verde, espectáculo político organizado con apoyo de EE. UU., diseñado para dar apariencia popular a una invasión militar ya en marcha. Los supuestos civiles con coranes y banderas fueron solo un decorado; las tropas regulares avanzaron por el norte y el este con fuego real.
Entre noviembre de 1975 y enero de 1976, la aviación marroquí bombardeó Um Draiga, Tifariti, Guelta Zemmur, Amgala y Bir Lehlu con napalm y fósforo blanco. Miles de saharauis murieron durante la huida hacia Argelia. En ese éxodo nació la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), proclamada el 27 de febrero de 1976.
España y Marruecos: silencio y crimen
El entonces príncipe Juan
Carlos prometió en El Aaiún “proteger a los saharauis”. Días después firmó su
entrega. Esa fue la primera acción política del nuevo Estado: la mentira. Desde
entonces, todos los gobiernos han repetido la misma cobardía.
España sufrió directamente el terrorismo marroquí en su antiguo territorio del Sáhara. Durante los años siguientes, pesqueros españoles fueron atacados en aguas saharianas. La mayoría de esos ataques no vinieron del Frente Polisario, como se difundió, sino de fuerzas marroquíes que buscaban imponer control y crear división entre ambos pueblos.
Marruecos, tras ocupar el territorio, construyó el muro militar de más de 2 700 km, rodeado de minas y alambradas. En las ciudades ocupadas se levantaron barreras, controles y presencia armada que impiden la libre circulación. El pueblo saharaui vive bajo vigilancia permanente, con barrios aislados y calles bloqueadas. No es un Estado, es una prisión.
Y a pesar de casi cincuenta
años de ocupación, Marruecos jamás ha podido probar que el Sáhara Occidental le
haya pertenecido alguna vez en la historia.
El dictamen del Tribunal Internacional de Justicia del 16 de octubre de 1975 fue concluyente: no existe ningún vínculo de soberanía entre el Reino de Marruecos y el territorio del Sáhara Occidental.
Por tanto, según la legalidad internacional y todas las resoluciones de la ONU, Marruecos no tiene soberanía sobre el Sáhara Occidental, que sigue siendo un territorio no autónomo pendiente de descolonización, con España aún reconocida por las Naciones Unidas como potencia administradora de iure.