Nirit Anderman, Haaretz, 6-11-2025
Traducido por Tlaxcala
Durante años, muchos emigrantes iraquíes judíos creyeron que Israel había estado detrás del ataque que destrozó a su comunidad para acelerar su Aliyá. Un nuevo documental reabre el caso.
El 4 de enero de 1951, una fuerte explosión devastó la
sinagoga Masouda Shem-Tov, en el corazón de Bagdad. «La sinagoga fue
bombardeada desde una casa cercana (…) Logré escapar con el resto de la
multitud —unas 600 o 700 personas— que huyó presa del pánico», contó Ezra Naim,
un judío que había emigrado de Irak, a un periodista de Davar un par de
semanas después. El rumor que circulaba entonces entre los judíos de Bagdad era
que emisarios de Israel habían lanzado la granada dentro de la sinagoga.
«Lo había oído también de policías y funcionarios», dijo
Naim. «Muchos judíos de Bagdad y de otras ciudades están encerrados en sus
casas, rezando mucho y esperando la inmigración.»
El informe del 19 de enero en Davar pasó casi
desapercibido, enterrado entre muchas otras noticias. Pero la posibilidad de
que agentes israelíes hubieran arrojado la granada —que mató a cuatro personas
e hirió a decenas— ha indignado y atormentado durante años a muchos inmigrantes
iraquíes.
Aunque las autoridades iraquíes arrestaron a tres
activistas sionistas tras el ataque —ejecutando a dos de ellos— Israel ha
negado siempre cualquier implicación en este incidente y en otros cuatro
ataques contra la comunidad judía de Bagdad entre 1950 y 1951.
Sin embargo, los judíos bagdadíes siguieron desconfiando. Incluso tras llegar a Israel, muchos mantuvieron durante décadas que los responsables de la explosión —considerada un catalizador de la gran ola migratoria durante la Operación Ezra y Nehemías en los años cincuenta— no eran enemigos de la comunidad, sino emisarios del propio Estado israelí. Israel podría haber despejado fácilmente la duda publicando las conclusiones de sus investigaciones oficiales. En cambio, se ha negado a revelarlas.
Extrañando Bagdad
Más de siete décadas después de la explosión, la
controversia resurge en un nuevo documental: Baghdad Files, dirigido por
Avida Livni, proyectado en el Festival de Cine de Haifa y posteriormente en Kan
11. «Alguien lanzó esa granada, y el hecho de que hoy no sepamos quién lo hizo
se debe a fuerzas que impiden que lleguemos a la verdad», dice Livni. «Cuando
te bloquean el acceso a la verdad, empiezas a buscarla, y solo te quedan
historias y conjeturas. Para un director que busca un documental interesante,
lleno de giros, es un punto de partida fascinante.»
El motor dramático de la película es una caja de
documentos que permaneció durante décadas en los archivos de la Universidad de
Yale sin que nadie la advirtiera. Eran los papeles del periodista israelí
Baruch Nadel, antiguo miembro de la milicia clandestina sionista Lehi, que
escribió para Yedioth Ahronoth y Ha’olam Hazeh, entre otras
publicaciones. En los años cincuenta, Nadel visitó las ma’abarot —campos
de tránsito para los inmigrantes iraquíes recién llegados— y quedó impactado
por sus condiciones inhumanas.
«Me encontré con personas en un proceso de desintegración
mental, física y social», escribió entonces. «Algunos, que habían logrado
preservar su humanidad, me dijeron que habían emigrado porque bombas les habían
sido lanzadas por judíos iraquíes bajo órdenes de Israel.»
A lo largo de los años, Nadel volvió repetidamente a
entrevistarlos y recopiló aún más testimonios. Cada vez más judíos bagdadíes le
aseguraban que emisarios israelíes estaban detrás de los ataques. Nadel
transcribió fielmente sus relatos, pero cuando quiso publicarlos, se enfrentó a
negativas oficiales.
Una década después, cuando un editor israelí le encargó
un libro sobre la Operación Ezra y Nehemías, Nadel dejó claro que escribiría
que Israel había estado detrás de los atentados. Alarmado, el editor canceló el proyecto.
Finalmente, Nadel expresó sus acusaciones en una
entrevista publicada en 1977 en la revista Bamaaracha, centrada en la
discriminación contra los judíos mizrajíes. El resultado fue una demanda por
difamación presentada por Mordejai Ben-Porat, uno de los organizadores de la
inmigración judía iraquí.
Nadel comenzó a preparar su defensa, pero su vida se
derrumbó. Su hija, entrevistada en la película, cuenta que, tras la muerte de
su hijo, él decidió abandonar todo. Firmó un acuerdo con Ben-Porat, dejó Israel
por USA, depositó sus archivos personales en Yale —con una nota dirigida al
«futuro investigador de este material»— y murió en Nueva York en 2014.
Tres años después, los profesores Yehouda
Shenhav-Shahrabani y Hannan Hever descubrieron los documentos y publicaron un
artículo titulado Violence in Baghdad (1950–1951), Violence of the Archives.
Según Livni, fue el periodista Itay Ziv [crítico de televisión de Haaretz] quien le habló por primera vez del
hallazgo y propuso hacer un documental.
El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las
sospechas. Nadie investigó esto tan a fondo como Baruch Nadel, y él tenía
nombres específicos, recurrentes. Lamento sobre todo no haber hecho esta
película hace diez años, cuando aún había muchos más testigos.
Avida Livni
Debido a la pandemia, Livni no pudo consultar los
documentos físicamente y pasó horas delante del ordenador leyendo el material
digitalizado. «Era como leer una novela de suspense», dice. «Me quedaba
despierto toda la noche leyendo los testimonios. Había de todo: historias
personales, documentos, conclusiones. En un momento pensé: ya tenemos película,
incluso si no hay una respuesta definitiva a quién lanzó la granada.»
En lugar de realizar un relato histórico lineal, Livni eligió centrar la película en la caja de documentos. Según él, contiene unos 117 testimonios recopilados por Nadel. El espectador sigue su investigación a través de los años cincuenta, sesenta y setenta. Se entrelazan testimonios nuevos de sobrevivientes actuales —como Geula El’ani, que recuerda a su madre decir que la clandestinidad judía lanzó la granada— junto a descendientes de segunda y tercera generación que siguen cargando heridas sin cerrar.
Nadel en 1972. Dejó sus hallazgos «al futuro investigador de este material». Foto The Dan Hadani Collection, Biblioteca Nacional de Israel
Una comunidad judía próspera antes del éxodo
Baghdad Files relata la historia de
la comunidad judía de Irak, bien establecida y próspera, una gran parte de la
cual —pese al trauma del pogromo del Farhud en 1941— continuó viviendo
cómodamente junto a sus vecinos musulmanes. Por eso, tras la creación de
Israel, muchos no tenían prisa por hacer aliyá. A diferencia de las clases
populares, las élites —médicos, comerciantes, intelectuales— evitaron
inscribirse para emigrar.
En el documental, Shenhav-Shahrabani señala que en abril
de 1949 se propuso en el Mossad Le’Aliyah Bet (ramo de la Haganh encargado de la inmigración) arrojar «granadas de susto» en
cafés frecuentados principalmente por judíos, junto con panfletos instándolos a
abandonar Irak, para acelerar su salida. Tras el ataque de la sinagoga en 1951,
más de 80 000 judíos solicitaron renunciar a su ciudadanía iraquí para emigrar
a Israel: en pocos meses, la comunidad prácticamente desapareció.
La película muestra una Bagdad vibrante y floreciente antes de los ataques. «Esa granada simboliza la pérdida —la ruptura violenta de todo eso», dice Livni. «Después de trabajar en esta película, yo también echo de menos Bagdad.» Fotografías raras de la sinagoga Masouda Shem-Tov y relatos de niños asesinados y familias separadas ofrecen una imagen de pérdida colectiva. El testimonio de El’ani sobre el niño huérfano asesinado ante sus ojos —abandonado allí por sus padres adoptivos para que lo llevaran a Israel— es especialmente desgarrador.
El profesor Yehouda Shenhav-Shahrabani. Habló de «granadas de susto» lanzadas en cafés. Foto Avner Shahaf
«Y luego llegan aquí, y de repente ven que quizá no es
mejor aquí», dice Livni. «Algunos hablaban de un “sionismo cruel”, que era
mejor hacer un sacrificio allá para traer a todos aquí y construir un país.
Digamos que, en términos fríos y matemáticos, quizá es cierto. Pero ese niño
huérfano abandonado —¿qué matemática justifica eso?»
Para Livni, el caso de la granada no es solo un hecho
histórico, sino una parábola permanente sobre decisiones políticas e
institucionales tomadas a costa de individuos. «Esto pasa en todas partes: la
gran matemática destruye la vida de quienes solo quieren vivir», señala. «La
guerra, los desalojos, las promesas rotas… El establishment siempre miente
porque debe protegerse. Si dijera la verdad, casi no habría películas ni libros
ni investigaciones.»
«El establishment siempre miente»
Según Livni, el establishment mintió cuando envió
ciudadanos a asentarse en el Sinaí ocupado sin decirles que pronto serían
desalojados; mintió cuando envió soldados a luchar en los últimos años
prometiendo que si Gaza era ocupada, todo estaría bien; y ha mentido durante
años a los residentes de la frontera de Gaza.
«Estoy haciendo ahora una película sobre los “Zorros de
Kfar Aza”, el equipo de fútbol del kibutz. Algunos miembros fueron asesinados
el 7 de octubre, y el equipo jugó un partido tres días después, en el kibutz
Shefayim —descalzos— porque sus zapatos se habían quemado. Mantienen el equipo
unido con todo lo que tienen. Son personas que no creen en el establishment,
porque los traicionó. Los traicionó mucho antes del 7 de octubre, pero solo
entonces lo comprendieron. Hablas con ellos y enseguida entiendes: tu rol aquí
es ser un peón. Hoy estás aquí, mañana allí.»
El establishment israelí creó comisiones de investigación sobre el atentado en la sinagoga Masouda Shem-Tov, pero sus conclusiones siguen clasificadas. En Baghdad Files, Livni intenta acceder a estos materiales y descubre que están guardados en archivos estatales inaccesibles al público. Nadie puede leerlos.
«El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las
sospechas», dice Livni. «Nadel recopiló testimonios por todo el país. Tenía
nombres específicos, repetidos. Fuimos cuidadosos al no mencionarlos
explícitamente, también por consideraciones legales. Lo que más lamento es no
haber hecho esta película diez años antes, cuando todavía había muchos más
testigos vivos.»
Para él, el silencio —el intento del establishment de
enterrar la verdad— es el verdadero peligro. «Es como cuando de niño hiciste
algo malo y esperas el castigo —estás listo para afrontarlo— pero nada ocurre.
Se convierte en un secreto que guardas quizá con unas pocas personas —y ese
secreto arde durante años, no se apaga. Porque todo lo silenciado acaba
vengándose.»
La película muestra que la nueva generación de
inmigrantes iraquíes también busca respuestas. «Es, sobre todo, el deseo de
justicia. El Estado ya está establecido, todos están aquí, pero nuestra
historia quedó atrás. Quieres saber la verdad: por qué mataron a tu abuelo, por
qué murió ese niño», dice Livni. «Quieres saber, y alguien te detiene: “No vas
a saber.” ¿Por qué? Son sus familias. Que revelen la verdad. Que muestren lo
que tienen. Y hay un millón de casos así: los niños yemenitas [denuncias de que miles de niños inmigrantes yemeníes fueron secuestrados y dados en adopción en los primeros años del Estado de Israel], Pfizer [acuerdo entre Israel y Pfizer para suministrar vacunas contra la COVID-19 a cambio de datos médicos]… pero el
establishment no dirá la verdad porque necesita proteger su poder.»
Sin embargo, Livni insiste en que la verdadera prueba de
la película no es su importancia histórica, sino su calidad cinematográfica.
«No quiero que digan que hice algo importante; quiero que digan que hice una
buena película.» Y en efecto, Baghdad Files ofrece algo más que una
crónica histórica: nostalgia por la Bagdad anterior a la explosión, la
investigación de Nadel, las intrigas y el ocultamiento. Livni y la montadora
Tal Shefi logran combinar nostalgia, documental detectivesco, trauma
intergeneracional y una injusticia histórica sufrida por los judíos de países
árabes a manos del establishment asquenazí fundador del Estado.
Al final, la pregunta «¿quién lanzó la granada?» se
desvanece, dejando espacio a otras: ¿qué significa un secreto nacional nunca
revelado? ¿Qué ocurre cuando toda una comunidad lleva una memoria que
contradice la narrativa oficial? ¿Cuál es el precio del silencio? ¿Y quién lo
paga? Baghdad Files cumple el deseo de Nadel para un «futuro
investigador» y demuestra que la historia de Israel no se escribe solo en
documentos oficiales, sino también en memorias y testimonios —mucho más
difíciles de silenciar.







