Errico Malatesta (1853-1932): escritor, propagandista y revolucionario anarquista italiano. Estudiante en medicina en Nápoles, y ya republicano, adhiere al anarquismo después de la Comuna de París (1871). Participó en revueltas en medio mundo, desde Egipto hasta Argentina, alternando entre cárceles y exilios. Este texto fue publicado en el periódico que dirigía, Umanità Nova, el 25 de noviembre de 1922. 103 años después, sigue desgraciadamente siendo de candente actualidad y alcance universal.-Tlaxcala
Original italiano English
En la culminación de una larga serie de crímenes, el fascismo se ha establecido finalmente en el gobierno.
Y Mussolini, el Duce, sólo por distinguirse, ha comenzado por tratar a los miembros del parlamento como un patrón insolente trataría a siervos estúpidos y holgazanes.
El parlamento, que había de ser “el paladín de la libertad”, ha dado su medida.
Esto nos deja perfectamente indiferentes. Entre un matón que amenaza e insulta, porque así se siente seguro, y una banda de cobardes que parece deleitarse en su degradación, no tenemos que escoger. Constatamos solamente — y no sin vergüenza — qué tipo de personas es la que domina y del yugo de quién no podemos escapar.

Viñeta de la revista satírica L’Asino [El Burro]
“Me ne frego”: “No me importa un carajo” [en referencia a la muerte], lema de los Arditi, los soldados de las unidades de asalto durante la Primera Guerra Mundial, adoptado por los fascistas.
«Latin sangue gentile»: «Noble sangre latina»: expresión retomada del Canzoniere (1340-1374) de Petrarca, por Giosué Carducci en un poema de 1859.
¿Pero cuál es el significado, cuál el
alcance, cuál el resultado probable de este nuevo modo de arribar al poder en
nombre y al servicio del rey, violando la constitución que el rey había jurado
respetar y defender?
Aparte de las poses de querer parecer napoleónico y que no son más que poses de opereta, cuando no son actuaciones de jefe bandolero, creemos que en el fondo nada habrá cambiado, excepto, por un tiempo, mayor presión de la policía contra los subversivos y contra los trabajadores. Una nueva edición de Crispi y Pelloux. ¡Siempre es la misma historia del bandido que se convierte en policía!
La burguesía, amenazada por la marea proletaria, incapaz de resolver los problemas urgentes de la guerra, impotente de defenderse con el método tradicional de la represión legal, se veía perdida y habría recibido con alegría a cualquier militar que fuese declarado dictador y que hubiese ahogado en sangre cualquier intento de reconquista.
Pero en aquellos momentos, inmediatamente después de la guerra, era demasiado peligroso y podía precipitar la revolución en lugar de derribarla. En cualquier caso, el general salvador no apareció, o solo apareció una parodia. En cambio, aparecieron aventureros que, al no encontrar en los partidos subversivos un campo suficiente para sus ambiciones y sus apetitos, pensaron en especular con el miedo de la burguesía ofreciéndole, a cambio de una compensación adecuada, la ayuda de fuerzas irregulares que, seguras de su impunidad, podían entregarse a todos los excesos contra los trabajadores sin comprometer directamente la responsabilidad de los presuntos beneficiarios de las violencias cometidas. Y la burguesía aceptó, solicitó y pagó su colaboración: el gobierno oficial, o al menos una parte de los agentes del gobierno, pensó en proporcionarles armas, en ayudarlos cuando en un ataque estaban a punto de salir perdiendo, en garantizarles la impunidad y en desarmar preventivamente a aquellos que debían ser atacados.
Los trabajadores no supieron oponer la violencia a la violencia porque habían sido educados para creer en la legalidad y porque, incluso cuando toda ilusión se había vuelto imposible y los incendios y asesinatos se multiplicaban bajo la mirada benévola de las autoridades, los hombres en los que confiaban les predicaban la paciencia, la calma, la belleza y la sabiduría de dejarse golpear “heroicamente” sin resistirse, y por eso fueron vencidos y ofendidos en sus bienes, en sus personas, en su dignidad, en sus afectos más sagrados.
Tal vez, cuando todas las instituciones obreras sean destruidas, las organizaciones disueltas, los hombres más odiados y considerados más peligrosos asesinados o encarcelados o reducidos a la impotencia, la burguesía y el gobierno pretenda poner fin a la nueva guardia pretoriana que ahora aspira a convertirse en amos de quienes antes habían servido. Pero ya es demasiado tarde. Los fascistas ahora son los más fuertes y quieren que se les pague por sus servicios.Y la burguesía pagará, por supuesto, buscará pagar apoyada sobre los hombros del proletariado.
En conclusión, miseria aumentada, opresión aumentada.
En cuanto a nosotros, sólo tenemos que continuar nuestra batalla, siempre llenos de entusiasmo. Sabemos que nuestro camino está sembrado de tribulaciones, pero lo escogimos consciente y voluntariamente, y no tenemos ninguna razón para abandonarlo.
Así que todos quienes tienen un sentido de dignidad y compasión humana y quieren dedicarse a la lucha por el bien de todos sepan que deben estar preparados para todas las desilusiones, todo el dolor, todos los sacrificios.
Ya que nunca faltan los que se dejan deslumbrar por las apariencias de la fuerza y siempre tienen algún tipo de admiración secreta por el vencedor, también hay subversivos que dicen que “los fascistas nos han enseñado cómo hacer una revolución.”
No, los fascistas no nos enseñaron nada.
Hicieron la revolución, si revolución le quieren llamar, con permiso de sus superiores y al servicio de sus superiores.
Traicionar a los amigos, renegar todos los días de las ideas profesadas ayer, si así conviene a la propia ventaja ponerse al servicio del patrón, asegurar el consentimiento de las autoridades políticas y judiciales, desarmar con la policía a los oponentes para luego atacarlos en diez contra uno, prepararse militarmente sin necesidad de ocultarse, incluso recibiendo armas del gobierno, además de vehículos y equipos de cuartel, y luego ser llamado por el rey y ponerse bajo la protección de dios… son todas cosas que no podríamos y no querríamos hacer.
Y son todas cosas que habíamos dicho que ocurrirían el día en que la burguesía se sintiera seriamente amenazada.
En vez, el ascenso del fascismo debe ser
una lección para los socialistas legalistas, quienes creían, y ¡ay! aún creen
que podemos derrocar a la burguesía por los votos de la mitad más uno de los
votantes, y no quisieron creernos cuando les dijimos que si alguna vez
alcanzaran una mayoría en el parlamento y quisieran — sólo por hacer
suposiciones absurdas — implementar el socialismo mediante el parlamento, ¡les
patearían el culo!