Oto Higuita, 9-1-2025
El presidente de Colombia Gustavo Petro utiliza excusas, ante la falta de argumentos contundentes, para no asistir a la posesión de Nicolás Maduro, elegido presidente de Venezuela el 28 de julio pasado por una mayoría de forma democrática y transparente, en medio de un bloqueo económico y la amenaza de invasión criminal.
Así las cosas, el jefe de Estado colombiano vuelve y queda mal parado frente a la comunidad internacional, las organizaciones populares, los pueblos y gobiernos del mundo, que han expresado su solidaridad y apoyan a Venezuela bolivariana y su derecho a defender como un pueblo unido su soberanía, su independencia y la autonomía de sus propias decisiones en asuntos internos.
Con esta nueva salida en falso, Petro deja ver la otra cara de la moneda de líder político vacilante, ambiguo y dispuesto a abandonar a sus compañeros de lucha antimperialista en los momentos más apremiantes de la batalla, precisamente quienes enfrentan a muerte a las oligarquías apátridas, las mismas que en Colombia lo amenazan con golpe de Estado a él para abortar el gobierno del cambio.
De manera extraña olvida que son otros los asuntos fundamentales, que movilizan a los pueblos latinoamericanos, tomando la bandera de quienes buscan la destrucción de uno de los proyectos políticos más esperanzadores del continente. La libertad, soberanía y justicia social fundada en el legado de Hugo Chávez. Asuntos que vendría bien recordar aquí.
¿Acaso no ha sido la lucha por ejercer la soberanía nacional plena, hacer realidad los derechos humanos fundamentales y garantizar la justicia social y la paz total, un objetivo político estratégico de la izquierda y el movimiento popular colombiano, en un país sometido a los intereses estadounidenses, con siete bases militares extranjeras?
Este ha sido de tiempo atrás el ABC de la izquierda consecuente, como también lo ha sido de Gustavo Petro, quien fue elegido por millones de ciudadanos que se movilizaron masivamente, como nunca antes, durante los últimos años, creando las condiciones para el gobierno del cambio. Sin el apoyo masivo de ese pueblo consciente, ningún cambio o reforma profunda y radical, por más pequeño que parezca, será posible.
Si Colombia como pueblo y nación unidos busca ser parte del nuevo orden internacional, a partir del derrumbe y cambio de paradigma del modelo neoliberal, sustentado en el neocolonialismo extractivista, modelo con el que han saqueado a las naciones más débiles económica y militarmente; no le queda otro camino que recuperar la senda de la soberanía nacional y la independencia plena, ya que éstas son fundamentales para avanzar en el proceso de reconfiguración del nuevo orden mundial en ciernes.
Si el gobierno de Petro busca ser un proyecto nacional democrático y popular, que dé solución real a millones de desamparados y violentados por el Estado de la oligarquía, en los últimos 70 años de lucha de clases y conflicto armado, no puede vacilar ni ser ambiguo y menos conciliar con el enemigo; su deber es ir al fondo de los problemas y enfrentarlos con el apoyo decidido del movimiento popular y las ciudadanías que tienen hoy mayor disposición para la lucha y apoyan dicho cambio. De lo contrario, será mayor el riesgo de ser derrocado por la oposición de extrema derecha, que aprovechando su debilidad buscará sacarlo del poder para volver a gobernar como ya se sabe, tal como amenaza la oposición golpista venezolana al gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
¿Cuál ha sido la postura del gobierno de Petro respecto a la soberanía nacional y la independencia?
Sobre esto es que se debe discutir hoy. De la política de sometimiento del imperialismo estadounidense en Latinoamérica en particular, en un contexto de tensiones y disputas geoestratégicas entre potencias y nuevas alianzas económicas y militares.
Las cosas hoy, tras las guerras de Independencia del siglo XIX, cuando los criollos revolucionarios junto a masas de mestizos y esclavos dirigidos por Simón Bolívar le dieron la Independencia, soberanía y libertad a la América española; y a dos siglos del neocolonialismo que impuso a nuestras repúblicas de principiantes el hegemón del norte; son esperanzadoras para los pueblos, a pesar de las nuevas formas de sometimiento y saqueo de nuestras riquezas naturales.
Sin duda, una tarea impostergable de todo ciudadano consciente de Nuestra América, de todo demócrata y revolucionario, es encontrar de nuevo el camino a la Independencia y soberanía nacional definitiva, los cuales devienen en objetivos estratégicos para lograr el verdadero cambio. Y esta magna tarea política no se alcanza con un gobierno mudo ante el sometimiento y menos vacilante ante el verdadero enemigo histórico, el imperio decadente del norte, el enemigo no es el hermano pueblo Bolivariano.
Hoy alcanza mayor vigencia y altura el americano universal y padre de la Libertad, José Martí, cuando afirmaba en Nuestra América, “es la hora del recuento”.
“Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”
Nuestra América no aguanta más traiciones, ni eufemismos a nombre de los Derechos Humanos, ni vacilaciones a la hora de defender como un solo bloque los intereses colectivos y comunes de la Patria Grande, contra el abuso, atropello y sometimiento histórico que ha ejercido el imperialismo norteamericano.
Los gobiernos progresistas de izquierda, bolivarianos, socialistas y fieles a la tradición de lucha por la independencia y la soberanía como Venezuela y Cuba no soportan más traiciones, como lo acaba de hacer Brasil con Venezuela al vetar su ingreso a los BRICS.
Las excusas que adujo Petro para no asistir manifiestan evidentes contradicciones y le hacen el juego a la extrema derecha, la oposición golpista y criminal venezolana, que busca juramentar al derrotado títere Edmundo Gonzáles fuera de Venezuela y crear un “gobierno provisional”.
Se contradice flagrantemente en sus términos el presidente Gustavo Petro cuando afirma que no puede haber elecciones libres en una nación sometida al bloqueo, como en el caso de Venezuela, y al mismo tiempo decir que no puede reconocer las elecciones que no fueron libres. Igualmente, sostiene que Colombia solicitó a Venezuela la “máxima” transparencia en las elecciones pasadas, concluyendo que éstas no fueron libres. Es igualmente contradictorio como jefe de Estado, pedir que liberen dos ciudadanos venezolanos defensores de Derechos Humanos que fueron capturados por las autoridades legítimas venezolanas, sin tener la información acerca de los motivos y no considerarlo una intromisión en los asuntos internos de la nación hermana.
Petro no puede permitirse jugar como Lula, quien traicionó al hermano pueblo venezolano, ni como Gabriel Boric, el presidente de Chile que pisoteó el legado digno e histórico del presidente y revolucionario Salvador Allende, asesinado por aquellos fascistas que hoy abraza en La Moneda.
Nota: he sido un defensor del proyecto de cambio en Colombia, voté por Petro, seguiré defendiendo las decisiones políticas coherentes con los principios y la lucha antimperialista de los pueblos latinoamericanos, su independencia y soberanía. Lo que vaya en contra de estos principios y debilite esta lucha lo criticaré y me opondré siempre.