Jack
Khoury, Haaretz, 4-12-2025
Traducido por Tlaxcala
Abu Shabab era exactamente el tipo de figura que a Israel le gusta presentar como socio, pero la compleja realidad de Gaza lo mostró tal como era, incluso dentro del área limitada en la que operaba. Desesperado por encontrar un «administrador» para la Franja, Israel volvió a ignorar la necesidad palestina de un liderazgo auténtico.
El anuncio del jueves sobre la muerte de Yaser Abu
Shabab no fue simplemente un incidente de seguridad local en la Franja de Gaza.
Reveló una vez más el enorme abismo entre la historia que Israel se cuenta y la
compleja realidad gazatí.
El estamento de defensa y los medios presentaron a Abu
Shabab como una «alternativa a Hamás», alguien que podría ayudar a gobernar
Gaza después de la guerra. Pero resultó ser una figura controvertida incluso en
la zona limitada donde actuaba. Debido a la multiplicidad de grupos armados,
tribus, alianzas y cuentas pendientes en la región, estaba rodeado de enemigos.
Su muerte no sorprendió a casi nadie en Gaza. Muchos
querían verlo desaparecer. Entre ellos, lo que queda de la dirigencia de Hamás,
que lo veía como una amenaza –o al menos como una molestia– para su gobierno;
rivales armados que compartían con él territorio e influencia; miembros de
clanes perjudicados por él y su familia; y personas de su propia tribu que
llevaban años avergonzándose de sus actos.
Las declaraciones que inundaron las redes sociales
inmediatamente después del anuncio de su muerte mostraron hasta qué punto era
un hombre buscado. Todos adoptaron rápidamente un relato, atribuyeron culpas o
intentaron limpiar su nombre. Pero la conclusión era clara: no existe fuerza
capaz de proteger a quienes colaboran con Israel.
Incluso su propia tribu, los Tarabín, se apresuró a
repudiarlo tras su muerte. En un comunicado lo calificó de «episodio oscuro»,
añadiendo que su muerte «cerró un capítulo vergonzoso». También prometió no
permitir que ningún otro miembro de la tribu participara en milicias «que
sirven a la ocupación».
No se trataba sólo de marcar distancia. Era una
declaración sociopolítica destinada a transmitir a todos los gazatíes un
mensaje claro: «Este hombre no era de los nuestros, así que no ajustéis cuentas
con nosotros».
La causa directa de su muerte, según diversos informes,
fue un enfrentamiento entre Abu Shabab y miembros de la familia Abu Snima,
conocida por su actividad criminal. Se produjo un tiroteo después de que Abu
Shabab se negara arrogantemente a liberar a un miembro de la familia que había
arrestado. Esto encendió un ajuste de cuentas más amplio en la zona. La imagen
que se desprende es que Abu Shabab no construyó un liderazgo, sino meras luchas
de poder.
Aquí es donde entra Israel. Durante años, el estamento
israelí –los medios, la defensa y el mundo político– ha intentado «crear
socios», es decir, palestinos locales que parecieran lo suficientemente
poderosos y dominantes, pero que también estuvieran dispuestos a decir lo que
los israelíes quieren oír. Así surgieron «estrellas» momentáneas, como Abu
Shabab en el sur de Gaza.
Abu Shabab era exactamente el tipo de persona que Israel
quiere como socio. Estaba armado pero dispuesto a cooperar; se oponía a Hamás
pero no estaba afiliado a la Autoridad Palestina; y parecía alguien capaz de
mantener «la calle» bajo control.
Pero en realidad era un criminal cuyo poder existía
únicamente en las zonas donde Israel mantenía control físico. Más allá de los
límites de la influencia israelí, no tenía poder, ni legitimidad, ni
compradores para su oferta.
Este tipo de figura no es nueva. Que se lo pregunten a
los miembros del Ejército del Sur del Líbano, que dependieron de Israel durante
dos décadas hasta que Israel les retiró el apoyo de la noche a la mañana con su
retirada unilateral del Líbano.
Quien recibe poder desde el exterior sin una base de
apoyo interno vive con tiempo prestado. Sin embargo, Israel volvió a construir
una ilusión alrededor de alguien por su propia necesidad de encontrar a una
persona que considerara apta para dirigir Gaza, en lugar de responder a la
necesidad palestina de un liderazgo genuino.
La muerte de Abu Shabab ofrece una lección importante: el
liderazgo no puede crecer a partir de dictados israelíes. Abu Shabab parecía un
hombre fuerte, pero en realidad era un eslabón débil, dependiente de las armas,
del caos y del doble juego de los actores locales y de Israel.
Pero Gaza no es un lugar donde se pueda imponer un líder
desde arriba y esperar que la base lo acepte. La historia del territorio es más
fuerte que cualquier intento de ingeniería.



