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06/08/2022

Luis E. Sabini Fernández
La buena conciencia liberal: bizca y tramposa
El caso ejemplar de Alberto Benegas Lynch (h)

Luis E. Sabini Fernández, 6/8/2022

Alberto Benegas Lynch (h) es considerado, como se dice ahora, un referente del pensamiento liberal.

Y ha escrito en su columna en el muy occidentalista diario El País (Montevideo, 30 jul. 2022) una columna titulada “Eduardo Galeano” con la que procura hacerle justicia al mencionado intelectual.

Nuestro autor (en adelante Benegas) se tranquiliza al saber que Eduardo Galeano ha rectificado sus planteos de Las venas abiertas de América Latina. No es muy explícito en los cambios que Galeano habría procesado. Por ejemplo, registra un comentario de ese autor (del año 2014) de que “no sería capaz de leer el libro de nuevo […] no volvería a leer Las venas abiertas de América Latina porque si lo hiciera caería desmayado.” Pero eso no es novedad en Galeano, puesto que él solía abandonar a su propia suerte, los escritos que publicaba. Se sentía, por el contrario, orgulloso de jamás mirar atrás. Y como, además, se sentía en proceso de perfeccionamiento, solía tener una mirada poco indulgente con su producción anterior.

Pese a que pasa por alto eso que es como una impronta en Galeano, Benegas  procura hacer justicia a “la admirable  honestidad intelectual de este notable escritor uruguayo”.

Y de inmediato surge la cuenta que le ha quedado pendiente: polemizar con Galeano. No pudo ser, explica, porque la muerte se llevó prematuramente al celebérrimo Galeano.

Benegas ha pensado largo y tendido, nos confiesa, cuán extraordinario espadachín habría sido un Galeano liberal “para persuadir a muchos de las ventajas del respeto recíproco y de los crímenes del Leviatán desbocado que aniquila el progreso muy especialmente de los más vulnerables.”

Benegas Lynch (h) recibió en 2017 el Premio Juan de Mariana, otorgado por el instituto español homónimo “a personalidades que se han destacado en la defensa y promoción de valores relacionados con el pensamiento liberal y la libertad individual”: “En un ambiente dominado por el keynesianismo, el socialismo y el cepalismo*, Benegas Lynch, gracias a la enorme influencia ejercida por su padre, quien le enseñó el camino de Mises, Hayek y Röpke, ha sido la voz que ha alumbrado las ideas de la libertad en Argentina. Y ahora, a sus 77 años, es homenajeado con este merecido reconocimiento.” Amén, Ite Missa Est.

Despacito y por las piedras. Nuestro autor condensa en esta cláusula una serie de afirmaciones de dudosos quilates y que en todo caso merecen un circunstanciado análisis.

“[…] las ventajas del respeto recíproco”. Tal vez leí mal. Pero me parece que ese pasaje alude al clima que otorga lo liberal. ¿En dónde? ¿Reciprocidad de respeto en el universo empresario? ¿En la empresa, en el establecimiento rural? ¿En la circulación de ideas? La frase nos resulta una pinturita estrafalaria, como marxista, pero de Groucho.

“[…] y de los crímenes del Leviatán desbocado.” Cuando un liberal luce su profesión de fe liberal –siempre con mucha autocomplacencia–, nos recuerda los horrores, verdaderos, de los Leviatanes, desbocados o refinados. Ejemplos abundan (estalinismo, nazismo, y no solamente con guante estatal, que también se han “lucido” el calvinismo, el Islam wahabita, el integrismo católico…), pero pasa por alto, como si fuera la cara oculta de la Luna, otro monstruo no menos temible que el Leviatán, habitado en el lucro y la libre empresa. ¿Existe acaso un universo más tiránico que el empresario? ¿Una modalidad menos democrática? (claro que las hay; cárceles, esclavitud… ¡pero a lo que hay que llegar para que empalidezca la heteronomía empresaria!).

¿Qué ha generado más muertes entre humanos que el mundo empresario? No estamos hablando solamente de casos como las trabajadoras que fueron encerradas un 8 de marzo, bajo llave y murieron asfixiadas y carbonizadas en un edificio fabril neoyorquino. Con ser 146 las mujeres asesinadas, casi todas extranjeras, inmigrantes, ese asesinato empresarial, atroz, modélico y machista, es casi insignificante ante los labrados por las compañías colonizadoras en África y Asia, por ejemplo.

23/05/2021

Cinco siglos y nuestras venas siguen abiertas

 

Aram Aharonian, Periferia, 22/5/2021

Aram Aharonian (Montevideo, 1946) es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


Estaba en pleno encierro covidense, escuchando el tema de León Gieco, “cinco siglos igual”, lo que, obviamente, me llevó a recordar que hace medio siglo apareció un libro que recorrió primero América Lapobre y luego el mundo entero. Un texto que quizá se adelantó a su tiempo pero que nos contagió con el virus de ponernos a saber mucho más de nosotros mismos, de nuestra historia.

Para muchos de nosotros, veinteañeros, era una de las pocas veces que veíamos a Latinoamérica como si fuera con nuestros propios ojos. Eduardo Hughes Galeano tenía 27 años cuando comenzó la ardua labor de recolección de datos, de historias, de vivencias. Lo terminó cuatro años después, tras entrevistar a la gente real, a escuchar sus historias y las historias de sus padres y abuelos, de viajar por territorios no aptos para intelectuales de escritorio, y también tras tres meses de encierro para poder escribirlo.

Para muchos, ya el comienzo fue una bofetada: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. Y nuestro Uruguay, que soñaba con la revolución, iba a empezar ese año una de sus horas más negras, la de las medidas prontas de seguridad, la injerencia de la CIA y sus manuales de tortura, la persecución y prisión de militantes, la represión. Como si el poder hubiera leído Las Venas: “El Imperio, incapaz de multiplicar los panes, hace lo posible por suprimir a los comensales”.

No era raro que la mayor publicidad del libro no llegara de los críticos literarios sino de nuestras dictaduras y dictadores, que lo prohibieron. Y si bien alguno creyó que era un libro de medicina, otros hasta dijeron que era un instrumento de corrupción de la juventud. Y Galeano se fue del país, dejando a los amigos que, dicho sea de paso, muchos de ellos se fueron yendo en los años siguientes.

Pero sería algo mezquino empezar el relato en 1970 o 1971. Vayamos hacia fines de la década de los 50 cuando un botija, un chiquilín carilindo visitaba la Casa del Pueblo y el semanario El Sol, bastiones de Partido Socialista. Cuando le preguntaron qué quería, dijo que afiliarse al partido y colaborar con el semanario.

Y despertó la curiosidad de los dirigentes como don Emilio Frugoni, Vivián Trías, Raúl Sendic, Guillermo “Yuyo” Chifflet, José Díaz, Reinaldo Gargano. Una crónica de aquellos años –El botija Gius, de Garabed Arakelián- narra que el Bebe Sendic (luego máximo dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros) lo convenció de que primero se afiliara a la Juventud Socialista, y también que don Emilio “lo atendió, habló mucho con él y a menudo lo invitó a ir al cine y tomar un café”.

Eduardo se incorporó a la redacción de El Sol, colaboró con sus dibujos que firmaba como Gius (es Hughes en uruguayo, me explicó una tardecita) y sus notas; asistió a los cursos de formación con Enrique Broquen así como a las charlas y las discusiones con Vivián Trías por quien sentía cariño y respeto.

Arakelián recuerda, asimismo, las largas “sesiones” en el café de Don Alfredo, en la esquina de Soriano y Yí, con los hermanos Dubra, los hermanos Brando, Gloria Dalesandro, Carlitos Machado, los Díaz Maynard y muchos otros, en las que buscaba respuestas a las tantas interrogantes que ya se planteaba este sentipensante (vocablo que inventó Galeano). Excelentes maestros –don Emilio, Trías, el Bebe Sendic, Chifflet- para comenzar a ver Latinoamérica con ojos propios.

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