El profesor enfrenta la deserción escolar con un plan: celebrar en un viaje con sus alumnos que completaron primaria
Lucía Escobar, América
Futura, El País, 2-9-2025
Periodista guatemalteca nacida en 1975 que tuvo que exiliarse en dos ocasiones, en 2011 y 2023.
Cada año, en una remota aldea de la sierra de Quiché, un
grupo de estudiantes rompe la rutina escolar realizando una excursión única, y
que sucede gracias a pequeños gestos y apoyos de personas desconocidas para
ellos.
Dejan atrás los cerros, el lodo y la neblina para conocer
un país que solo han visto en libros. Al frente va Juan Josué Chel, un maestro
ixil de pocas palabras y muchas acciones, quién convierte rifas y colectas en
viajes. Este año, sucedió mientras una huelga docente paralizó las clases en Guatemala durante 79 días, dejando a más de 300.000 niños sin
clases, ni refacción escolar.
Santa Clara Chajul, ubicada al norte de Alta Verapaz, es
una de las aldeas mas olvidadas de Guatemala. Fundada por ex integrantes de las
Comunidades de Población en Resistencia, CPRs, sobrevivientes del conflicto
armado interno, hoy enfrentan otros retos como la desnutrición infantil que
afecta al 58% de sus habitantes y el analfabetismo del 45%, según datos del
INE.
Cada lunes, Juan Josué se monta en su motocicleta y
atraviesa las montañas de Quiché hacia la escuela donde enseña a niños de
primaria de una comunidad que carece de electricidad, de agua potable, de caminos pavimentados. En época de lluvia, el lodo
convierte las veredas en trampas de seis horas a pie. Pero eso no lo detiene.
Lleva veinte años haciendo ese recorrido, dos veces por semana. En el 2005,
cuando comenzó daba clases a tres grados distintos. Para llegar, se tardaba dos
horas en carro y seis a pie. Su salario era de menos de 200 dólares al mes, y
aunque ha subido un 4% anual, es insuficiente tomando en cuenta las condiciones
extremas en las que trabaja.
Cada semana transita una carretera que ha sido inaugurada
al menos cuatro veces por distintos presidentes y ministros de comunicación,
pero que la corrupción no mantiene en pie. Alquila un cuarto en la aldea y
regresa a su casa solo los viernes, cargando consigo la rutina del abandono
estatal.
Pero Chel es de los que “dan la milla extra”. Por eso
organiza este viaje anual como “un premio para mis estudiantes por haber
llegado al último grado de la primaria. Para mi es parte de una convivencia,
hemos compartido durante mucho con ellos” comenta.
En julio de 2025, mientras Guatemala estaba paralizada
por una huelga promovida por el Sindicato de Trabajadores de la Educación de
Guatemala (STEG), Chel organizaba su octava excursión escolar con más de 25
infantes.
El paro, liderado por un controversial Joviel Acevedo,
fue visto por la ciudadanía como una maniobra política, más interesada en
negociaciones de poder que en mejorar la educación pública. Afectó
principalmente a estudiantes de primaria en áreas rurales. En regiones como
Chajul, donde el 88% de la población vive en pobreza, las escuelas no son solo
centros educativos, sino también comedores para niños que dependen de los
desayunos escolares para alimentarse.
De cada 100 niños que inician la primaria, al menos 15 abandonan la escuela cada año. Y según
Unicef, uno de cada tres no llegará a sexto grado. Frente a esas cifras, Chel
no se rinde. “Muchos de estos niños no conocen un semáforo, nunca han salido ni
si quiera a la cabacera departamental”. Por eso cada excursión es una hazaña.
Solo en transporte para salir de la aldea se gasta mucho más de lo que Juan
Josué gana en un mes de trabajo.
Una red solidaria que crece
La primera excursión, hace más de diez año fue financiada
vendiendo gelatinas y haciendo rifas. Pero también con apoyo de personas de la
capital que se enteraron por una publicación en la prensa.
En La Antigua Guatemala, hay alguien que espera al grupo
de niños y niñas de Chajul. Una de ellas es Suzane Brichaux. Conoció a Juan
Josué, antes de la pandemia, cuando lo recibió en el Cerro de la Cruz con un
bocadillos para sus alumnos y mucha curiosidad. Desde entonces, siempre apoya
la excursión. “Siempre salgo más cargada de esperanza y gratitud”, reconoce.
Suzane ha co- organizado visitas a monumentos, tardes de
piscina y partidos de fútbol. Le impresiona ver cómo los chicos y chicas
descubren por primera vez el mar, la ciudad o un valle. “Eso les marca la vida,
y también nos marca a quienes estamos alrededor del proyecto. Las respuestas
para transformar Guatemala están aquí, sobre todo en lo rural”. Para ella,
acompañar al profe Chel no es solo un acto de apoyo: es un recordatorio de que
en cada rincón del país hay líderes silenciosos capaces de modificar destinos.
“Me preguntaba si había llegado en avión. Para ellos esa
salida es una experiencia que les cambia la vida”. cuenta Sofía Cabrera, atetla
profesional y una de las madrinas de la excursión y que beca también a un niño.
Ella los acompañó al zoológico: “Estaban muy contentos, corrían de un lado a
otro, creo que se sentían como en otro país, lejos de casa. ¡Me contaron que se
habían tardado 18 horas en llegar! Eso lo sienten como un un viaje muy lejano y
creo que les ayuda muchísimo para soñar más grande”.
Cada excursión es distinta. En 2017 caminaron durante
horas entre deslaves; en 2018 vieron el mar por primera vez y visitaron el
aeropuerto La Aurora. Un año después, bailaron en el Centro Cultural de España
y conocieron el transmetro. En 2024, saludaron al presidente Bernardo Arévalo y navegaron en lancha por el Lago Atitlán.
Robert Gröllen, un austríaco que nunca conoció la aldea,
apoyó durante años enviando 20 euros mensuales. Al fallecer, su hijo Richard
pidió donaciones para continuar el legado solidario de su padre. Reunieron 800
euros, claves para hacer posible la excursión de este año.
En 2025, acompañados también por el profesor Gaspar
Chávez Pérez, visitaron la Feria del Libro y recibieron ejemplares gestionados
por la periodista Claudia Navas. También viajó con ellos la economista Vivian
Guzmán, quien destaca a Chel como un maestro que trasciende el aula y lucha
contra la exclusión de las comunidades indígenas, donde la pobreza y la
desnutrición son barreras cotidianas. “Apoyar aunque sea a un niño cambia
todo”, afirma Sofía Cabrera. Y en Santa Clara, cada excursión se convierte en
un acto de resistencia.
No existe un estudio que diga que llevar a los niños de
excursión disminuye la deserción escolar, pero Chel está convencido de que esas
experiencias abren puertas que ningún aula puede ofrecer.
Y el hecho de que Juan Josué no participe en la huelga no
quiere decir que crea que todo está bien, pero reconoce que durante este
gobierno se duplicaron los útiles escolares y se asignó más presupuesto a la
alimentación escolar. Aunque siempre parece insuficiente. “Necesitamos becas,
computadoras y un techo para la cancha”, dice Chel al Ministerio de Educación.
Anabella Giracca, ministra de Educación, calificó a Chel
como un maestro ejemplar. “En Santa Clara Chajul, donde la pobreza extrema
limita los sueños de la niñez, Juan Josué Chel demuestra que enseñar también es
llevar a sus alumnos a vivir, tocar y respirar el conocimiento, rebasando el
aula para transformar la educación en una experiencia de vida”, afirma.
El maestro Chel da clases en el área ixil, el lugar en
dónde se dio un genocidio y que registra la tasa de desnutrición infantil más
alta de América Latina (58%), y en donde la migración de jovenes o niños no
acompañados hacia Estados Unidos alcanza cifras alarmantes. Solo en el 2013,
unos 12.800 niños fueron detenidos en la frontera. Chel enfrenta la deserción
con lo que tiene a mano: persistencia, creatividad y una red solidaria que lo
acompaña. “El 3% de mis alumnos ya se fue a Estados Unidos”, lamenta.
Por eso resistir, y darles esta experiencia es
importante. Al volver a Santa Clara Chajul, Juan Josué proyectó en la escuela
que funciona con paneles solares, las fotos de la excursión para muchos padres
que no tienen celular ni computadora.
A veces, la comunidad agradece con lo que tiene: elotes,
manzanas, caña de azúcar, tejidos hechos a mano. Es su manera de devolver el
gesto, con la misma generosidad que reciben.
Juan Josué carga años de caminos rotos y una espalda adolorida, pero eso no lo detiene. Acaba de conseguir una donación de 21 computadoras para sus alumnos, ahora está buscando software y ratones para completar el equiplo.
Ahí sigue soñando con la próxima aventura para sus alumnos. Sabe que los logros que valen no se miden en estadísticas: son un niño con su primer libro, una madre llorando al ver a su hija frente al mar, una niña que sueña con ser ministra y un estudiante que quiere ser maestro, un buen maestro, como él.