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30/01/2022

M.K. Bhadrakumar
Occidente coopta a los talibanes
Reflexiones sobre los acontecimientos en Afganistán (40)

M.K. Bhadrakumar, Indian Punchline, 27/01/2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala 

M.K. Bhadrakumar es un exdiplomático indio que estuvo destinado, entre otros países, en la antigua URSS, Pakistán, Irán y Afganistán. Fue embajador en Uzbekistán (1995-98) y en Turquía (1998-2001). Amante del mundo de la literatura, la escritura y la política, centra sus trabajos en los eventos de Oriente Medio, Asia Central, Sur de Asia y Asia-Pacífico. @BhadraPunchline

El cónclave de tres días celebrado en Oslo del 23 al 25 de enero para la interacción de un grupo de diplomáticos occidentales con funcionarios talibanes marca una nueva fase en la situación política de Afganistán. Occidente estuvo representado por Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, así como por la Unión Euopea.

Delegación talibán encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Amir Khan Muttaqi, se reúne con diplomáticos occidentales, Oslo, Noruega, 24 de enero de 2022

 Noruega está en una posición única para reconciliar a las partes alienadas. Además de su sólido sistema de inteligencia en Afganistán, Noruega se ha hecho un hueco en la diplomacia internacional en diversos escenarios como Mozambique, Venezuela, Colombia, Filipinas, Israel y los Territorios Palestinos, Siria, Myanmar, Somalia, Sri Lanka y Sudán del Sur.

 A falta de una estación de inteligencia activa en Afganistán, la CIA y el MI6 dependen de las aportaciones del Consejo Noruego para los Refugiados (CNR), que cuenta con una amplia red de miles de trabajadores sobre el terreno. El CNR ha mantenido una envidiable relación de trabajo con los talibanes a lo largo de los años.

 El secretario general del CNR, Jan Egeland, estuvo presente durante el cónclave celebrado a puerta cerrada en el Hotel Soria Moria, en la cima de una colina nevada a las afueras de Oslo, rodeada de bosques, que solía ser un sanatorio para rejuvenecer las mentes heridas y los cuerpos cansados.

 Las declaraciones de Egeland a los medios de comunicación son quizá las que mejor explican lo que ocurrió en el Hotel Soria Moria, rodeado de nieve, donde la delegación talibán y los diplomáticos occidentales pasaron tres días juntos en total reclusión. Egeland argumentó con contundencia:

 “Las sanciones nos frenan. No podemos salvar vidas sin levantar las sanciones. Están perjudicando a los mismos en los que la OTAN gastó miles de millones de dólares en defender hasta agosto”.

31/12/2021

TOM ENGELHARDT
Mi año 2021 y mi bienvenida al 2022

Tom Engelhardt, TomDispatch.com, 23/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 A medida que va terminando el año 2021, con independencia de que la pandemia que ha arrasado el mundo haya empezado por un murciélago o no, creo que es seguro decir que todos somos mucho más murciélagos ahora de lo que éramos cuando empezó.


Al menos en mi vecindario, a medida que este año llega a su fin, esa vieja frase del Llanero Solitario, “¿Quién era ese hombre enmascarado?”, vuelve a aplicarse a casi todo el mundo. De hecho, a medida que aumentan los casos de delta en la ciudad de Nueva York, y ómicron entra en escena de forma sorprendente, se ha restablecido el uso de mascarillas en el interior de mi propio edificio de apartamentos -desde los pasillos hasta los ascensores y la lavandería- (aunque no he dejado de llevarlas) y también se está restableciendo el mandato de las mascarillas si te mueves por la ciudad.

Así ha sido el año, pero lamentablemente, como sabemos, no en todas partes en este país nuestro, demasiado desenmascarado, no vacunado, conflictivo, conspirador, enervado y perturbado. Un año de enfermedad, muerte, luto y caos político cada vez mayor a una escala sorprendente, aunque no sin precedentes, amenaza el sistema estadounidense tal y como lo hemos conocido. Mientras tanto, un nuevo tipo de clima amenaza al mundo tal y como lo hemos conocido.

¿Feliz año nuevo? No estoy nada seguro de ello.

Es cierto que mi mujer y yo estamos vacunados y reforzados. Y, sin embargo, como mayores de 65 años, seguimos siendo objetivos de primera clase de la covid, que viven el final del segundo año de una pandemia que ha sido desastrosa para los estadounidenses de nuestra edad en un país que ha experimentado su propio tipo de devastación, no solo médica sino también política.

17/12/2021

JEREMY SCAHILL
El misterioso caso de Joe Biden y el futuro de las guerras con drones

 Jeremy Scahill, The Intercept, 15/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Jeremy Scahill es corresponsal y editor general (uno de los tres editores fundadores) de The Intercept. Es reportero de investigación, corresponsal de guerra y autor de los best-sellers internacionales: “Dirty Wars: The World Is a Battlefield” y “Blackwater: The Rise of the World's Most Powerful Mercenary Army”. Ha informado desde Afganistán, Iraq, Somalia, Yemen, Nigeria, la antigua Yugoslavia y otros lugares del mundo. Scahill ha sido corresponsal de seguridad nacional para The Nation y Democracy Now! El trabajo de Scahill ha desencadenado varias investigaciones en el Congreso y ha ganado algunos de los más altos honores del periodismo. Recibió dos veces el prestigioso premio George Polk, en 1998, por sus reportajes sobre el extranjero y, en 2008, por “Blackwater”. Scahill es productor y guionista de la premiada película “Dirty Wars”, estrenada en el Festival de Cine de Sundance de 2013 y nominada al Oscar.

La gestión del ataque en Kabul es una señal ominosa de que, aunque Biden se ha comprometido a revisar el programa de drones, sigue estando arraigado un prolongado mecanismo de autoexoneración.

Durante el último año, el número de ataques con aviones no tripulados de los que se ha informado ha caído en picado. El presidente Joe Biden no autorizó ni un solo ataque conocido durante los primeros seis meses de su presidencia antes de romper la racha con una serie de ataques con drones contra Al Shabab en Somalia en julio. A pesar de la notable reducción, al menos dos de los ataques llevados a cabo bajo el mandato de Biden han acabado con la vida de civiles, incluido el ya famoso ataque del 29 de agosto en Kabul, Afganistán, que asesinó a 10 civiles, siete de ellos niños. Aunque el conjunto de datos sobre los ataques con drones de Biden es minúsculo, el resultado de sus ataques conocidos presenta una tasa de mortalidad civil espantosa. En el caso del golpe en Afganistán, el 100% de las víctimas fueron civiles.

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15/12/2021

STEVE COLL/ADAM ENTOUS
La historia secreta del fracaso diplomático de Estados Unidos en Afganistán

 Steve Coll y Adam Entous, The New Yorker Magazine, 10/12/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

Un conjunto de documentos inéditos revela un desalentador historial de errores de juicio, arrogancia y engaño que condujo a la caída del gobierno afgano respaldado por Occidente.

(Foto: Lorenzo Tugnoli/The Washington Post/contrasto/Redux)

 
El 14 de abril el presidente Joe Biden puso fin a la guerra más larga de la historia de Estados Unidos, anunciando que las últimas tropas estadounidenses que quedaban en Afganistán se marcharían el 11 de septiembre. En las semanas siguientes, los talibanes conquistaron decenas de distritos rurales y se acercaron a las principales ciudades. A mediados de junio, la República Islámica de Afganistán -el frágil Estado democrático construido por los modernizadores afganos, los soldados de la OTAN y los contribuyentes estadounidenses tras los atentados del 11 de septiembre- parecía estar inmerso en una espiral de muerte. Sin embargo, su presidente, Ashraf Ghani, insistió ante su gabinete en que la República iba a perdurar. En cada reunión, “nos daba seguridades y nos animaba”, dijo Rangina Hamidi, ministra de Educación en funciones. Ghani les recordó que “Estados Unidos no hizo una promesa de que estaría aquí para siempre”.

 

El 23 de junio Ghani y sus asesores subieron a un avión fletado por Kam Air que los llevaría de Kabul a Washington D.C. para reunirse con Biden. Mientras el avión sobrevolaba el Atlántico, se sentaron en el suelo de la cabina para repasar los temas de conversación de la reunión. Los funcionarios afganos sabían que Biden consideraba que su gobierno era desesperadamente díscolo e ineficaz. Aun así, Ghani les recomendó que presentaran “un mensaje a los estadounidenses” de unidad resistente, que podría persuadir a Estados Unidos para que les diera más apoyo en su guerra actual contra los talibanes. Amrullah Saleh, el vicepresidente primero, que dijo sentirse “apuñalado por la espalda” por la decisión de Biden de retirarse, aceptó a regañadientes “mantener una narrativa optimista”.

 

Biden recibió a Ghani y a sus principales asesores en el Despacho Oval la tarde del 25 de junio. “No nos vamos a ir”, dijo Biden a Ghani. Sacó del bolsillo de su camisa una tarjeta de agenda en la que había escrito el número de vidas estadounidenses perdidas en Afganistán e Iraq desde el 11-S, y se la mostró a Ghani. “Aprecio los sacrificios estadounidenses”, dijo Ghani. Luego explicó: “Nuestro objetivo para los próximos seis meses es estabilizar la situación, y describió las circunstancias en Afganistán como un “momento Lincoln”.

 

“La petición más importante que tengo para Afganistán es que tengamos un amigo en la Casa Blanca”, dijo Ghani.

 

“Tenéis un amigo”, respondió Biden.

 

Ghani pidió ayuda militar específica. ¿Podría Estados Unidos proporcionar más helicópteros? ¿Continuarían los contratistas estadounidenses ofreciendo apoyo logístico al ejército afgano? Las respuestas de Biden fueron vagas, según los funcionarios afganos presentes en la sala.

 

Biden y Ghani también hablaron de la posibilidad de un acuerdo de paz entre la República Islámica y los talibanes. Los diplomáticos estadounidenses llevaban años dialogando con los talibanes para negociar la retirada de Estados Unidos y fomentar conversaciones de paz por separado entre los insurgentes y Kabul. Pero las conversaciones habían fracasado, y los talibanes parecían decididos a tomar Afganistán por la fuerza. La probabilidad de que los talibanes “hagan algo racional no es muy alta”, dijo Biden, según los funcionarios afganos presentes.

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15/11/2021

Salman Rafi Sheikh
Los afganos, peones hambrientos en los grandes juegos de poder

Salman Rafi Sheikh, Asia Times, 15/11/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala
 

Salman Rafi Sheikh es un periodista independiente pakistaní. Nació en Kasur, pequeña ciudad de la región del Punyab, graduándose en ciencias políticas en la universidad Quaid-i-Azam de Islamabad. Cursó el doctorado en el departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad SOAS de Londres. Centra sus investigaciones en las cuestiones de política de identidad y etnonacionalismo en los Estados poscoloniales, sobre todo en Pakistán. Autor de
The Genesis of Baloch Nationalism: Politics and Ethnicity in Pakistan, 1947-1977.

Se retiene la ayuda como forma de ejercer presión geopolítica sobre los talibanes, pero el grupo militante declara que el hambre es el precio de expulsar a los invasores occidentales.

 

Afganistán se tambalea hacia la hambruna bajo el régimen talibán (Foto: Facebook)

Mientras la hambruna se cierne sobre Afganistán, las potencias externas parecen estar sopesando opciones para promover sus propios intereses, tanto frente a los talibanes como frente a sus rivales regionales y extrarregionales.


Desde su llegada al poder en agosto, los talibanes no han logrado contentar a las potencias externas -incluidos USA, China y Rusia- respecto a la ruptura de todos sus vínculos con Al Qaida, el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM, por sus siglas en inglés) y otros grupos militantes y terroristas.


La retirada de USA también cerró la entrada de ayuda extranjera, dejando la situación económica del país con problemas de liquidez y pendiendo de un hilo. La ONU predice que el país se verá afectado por una de las peores crisis humanitarias de su historia en el próximo invierno.


Mientras que unos 23 millones de afganos, en un país de 38 millones de habitantes, se enfrentan al hambre aguda, 8,7 millones se encuentran en estado de emergencia, la segunda categoría más alta en la jerarquía de calamidad del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU. Esta última cifra es superior a los 3 millones del año pasado.


Con los precios del combustible y los alimentos ya por las nubes, la ONU dice que Afganistán necesita casi 7.000 millones de dólares para evitar una hambruna total.


Las múltiples sequías se han combinado con el colapso económico a la hora de provocar la crisis. Pero su resolución efectiva y oportuna está estrechamente ligada a las consideraciones e intereses geopolíticos específicos y mutuamente conflictivos de los actores relevantes.

04/11/2021

ANN JONES
“Es hora ya de que nos sintamos enfadadas”
Recordando al Afganistán olvidado

Ann Jones, TomDispatch.com, 31/10/2021 

Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

 Lo sé, lo sé. Es lo último de lo que quieren oír hablar. Veinte años de carnicería estadounidense en Afganistán fueron suficientes para ustedes, estoy segura, y hay muchas otras cosas de las que preocuparse en un Estados Unidos al borde de... bueno, ¿quién sabe de qué? Pero para mí es diferente. Fui a Afganistán en 2002, ya indignada por la malograda guerra de este país sobre esa pobre tierra, para ofrecer toda la ayuda que pudiera a las mujeres afganas. Y por poco que haya podido hacer en esos años, Afganistán me ha dejado una impresión profunda y duradera.

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22/10/2021

MATTHEW COLE/ANDREW QUILTY
Los cipayos afganos de la CIA, acusados de crímenes de guerra, podrán comenzar una nueva vida en USA

Andrew Quilty (fotos) y Matthew Cole, The Intercept, 5/10/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
 

Antes de que los talibanes se hicieran con el control de Kabul en agosto pasado, los comandos afganos respaldados por Estados Unidos, conocidos como Unidades Cero, eran los fantasmas del campo de batalla afgano. Junto con sus asesores de la CIA, eran muy temidos y, en los últimos años, prácticamente invisibles.



Los afganos que esperan entrar en el aeropuerto internacional Hamid Karzai son contenidos por combatientes de la infame unidad paramilitar respaldada por la CIA conocida como la 01, en Kabul el 24 de agosto de 2021

Pero en las frenéticas y violentas semanas que transcurrieron entre la victoria de los talibanes y la retirada del ejército estadounidense, los combatientes pertenecientes a una Unidad Cero conocida como la 01 -y otras milicias vinculadas conocidas colectivamente como Unidades Nacionales de Ataque, o UNS- ayudaron a los estadounidenses en la seguridad del aeropuerto internacional Hamid Karzai. Al hacer disparos de advertencia día y noche, los combatientes de la 01 trataban de acorralar y registrar a las multitudes de afganos y extranjeros que trataban de entrar en el aeropuerto para embarcar en los vuelos de evacuación, mientras que los combatientes talibanes luchaban aquellos días por mantener el control en otras entradas del aeropuerto.

Una noche de finales de agosto, un comandante afgano de la 01 cuyos combatientes custodiaban la puerta noroeste del aeropuerto pidió a un periodista de The Intercept que tomaba fotografías que se identificara ante el controlador estadounidense del combatiente. El controlador, que llevaba una gorra de béisbol y una pistola atada a la cintura, sugirió que si el periodista quería salir en un vuelo de evacuación, debía hacerlo de inmediato. Tengo que evacuar enseguida, dijo el hombre, a “mis chicos”, refiriéndose a los combatientes de la 01. Después, la puerta se iba a cerrar definitivamente. El estadounidense se dirigió entonces al comandante de la 01 y le explicó el valor que los ciudadanos del país, al que él y sus combatientes iban a volar pronto, daban a la prensa libre.

La CIA dio prioridad a la evacuación de los miembros de la Unidad Cero de Afganistán, sacando en avión hasta 7.000 de los antiguos comandos y sus familiares, mientras se dejaban atrás miles de exempleados vulnerables del gobierno y del ejército de Estados Unidos, activistas de los derechos humanos y trabajadores humanitarios. Los comandos de la UNS se negaron a permitir que una exintérprete del gobierno estadounidense atravesara las puertas del aeropuerto a menos que les diera 5.000 dólares por ella, su marido y sus tres hijos, informó Al Jazeera. La mujer, que dijo que ella y sus familiares fueron golpeados por miembros de la UNS en el aeropuerto, no podía permitirse pagar ese soborno. Dos exmiembros de otra unidad militar entrenada por Estados Unidos, la KKA o Unidad Especial Afgana del Ejército Nacional Afgano, dijeron a The Intercept desde un piso franco en Kabul que no se hizo ningún esfuerzo formal para evacuarlos, y que los miembros de la unidad que pudieron embarcar en los vuelos lo habían conseguido a través de conexiones personales. Los dos exmiembros habían sido rechazados por los milicianos de la 01 después de acercarse a la puerta noroeste del aeropuerto. Desde entonces, dijeron, al menos cuatro miembros del KKA habían sido localizados por combatientes talibanes y asesinados.

La capacidad de la CIA para evacuar a sus aliados parece haber superado con creces la de otras entidades gubernamentales estadounidenses e indica su papel fundamental en la guerra. La agencia evacuó hasta 20.000 “socios” afganos y sus familiares, informó el Washington Post, casi un tercio de los 60.000 afganos que Estados Unidos ha acogido en total. La CIA no ha respondido a una solicitud de comentarios.

La mayor parte de la cobertura sobre los esfuerzos de la CIA ha sido elogiosa. Pero las Unidades Zero eran conocidas por sus mortíferas incursiones nocturnas que mataron a un número incalculable de civiles en todo Afganistán. The Intercept ha documentado diez incursiones llevadas a cabo por la 01 en la provincia de Wardak, al suroeste de Kabul, en las que murieron al menos 51 civiles, incluidos varios niños, muchos de ellos con disparos efectuados a corta distancia, en asaltos tipo ejecución. La mayoría de las misiones de la 01 estaban dirigidas por un pequeño número de “asesores” de la CIA, como eran conocidos por sus combatientes afganos, o por fuerzas especiales estadounidenses cedidas por el Mando Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono.

“Estados Unidos no debería ofrecer refugio a quienes cometieron crímenes de guerra o graves abusos contra los derechos humanos”, dijo Patricia Gossman, directora asociada de la división de Asia de Human Rights Watch, que escribió un informe sobre los abusos de las unidades. “En Afganistán, estas fuerzas nunca han rendido cuentas por sus acciones, que incluyeron ejecuciones sumarias y otros abusos. Estados Unidos y cualquier otro país que reasiente a miembros de estas unidades debe examinar a los que llegan e investigar su posible participación en violaciones de los derechos humanos”.

La mayoría de los miembros de la Unidad Cero fueron trasladados en avión a Qatar, donde los oficiales paramilitares de la CIA trabajaron para conseguir que sus antiguos colegas afganos fueran enviados a Estados Unidos, según un ex alto funcionario de inteligencia estadounidense con conocimiento directo de la operación. Los excomandos afganos están alojados en bases militares estadounidenses, incluidas dos en Virginia y Nueva Jersey, y en la base aérea de Ramstein, Alemania, mientras esperan su reasentamiento, según han informado el ex alto funcionario estadounidense, dos ex altos funcionarios de inteligencia afganos y un excomando de otra unidad afgana que fue evacuado a la misma base estadounidense que algunos miembros de la Unidad Cero. Otro pequeño grupo de miembros de la Unidad Cero se encuentra en los Emiratos Árabes Unidos, pero se espera que lleguen a Estados Unidos dentro de unas semanas, dijo uno de los exfuncionarios afganos a The Intercept. Ambos exfuncionarios afganos dijeron que han hablado con familiares que antes pertenecían a las Unidades Cero y que ahora están en Estados Unidos.

Conocidas en el gobierno estadounidense como los mohawks, las Unidades Zero comenzaron como una fuerza de comandos irregulares controlada por la CIA. La agencia de inteligencia entrenó a los equipos para que actuaran como guerrilleros desde pequeños puestos de avanzada estadounidenses, principalmente en el norte y el este del país, cerca de la frontera con Pakistán. Gran parte del objetivo original del programa era posibilitar que la CIA realizara incursiones transfronterizas en Pakistán, una actividad políticamente peligrosa y raramente aprobada para el personal estadounidense.

Las Unidades Cero permitían a Estados Unidos realizar operaciones discutibles y evitar la rendición de cuentas, y eran similares en algunos aspectos al programa Phoenix de la CIA durante la guerra de Vietnam. Para ese programa, la agencia creó Unidades Provinciales de Reconocimiento (UPR) compuestas en su mayoría por guerrilleros survietnamitas dirigidos por comandantes estadounidenses. Al igual que las Unidades Cero afganas, las UPR recogían información y asesinaban a los sospechosos de pertenecer a Viet Cong.

En 2010 el gobierno afgano firmó un acuerdo con la CIA para convertir las UNS en un órgano conjunto con el antiguo servicio de inteligencia de Afganistán, la Dirección Nacional de Seguridad, o DNS, según los dos ex altos funcionarios afganos que participaron en el acuerdo. Aunque las misiones serían dirigidas conjuntamente, las unidades siguieron siendo financiadas exclusivamente por el gobierno estadounidense, dijeron los dos exfuncionarios afganos a The Intercept. El cambio permitió a la CIA alegar una negación plausible frente a las acusaciones de abusos de derechos humanos o crímenes de guerra.

Pero en 2019, el más alto funcionario de defensa de Afganistán, el entonces asesor de seguridad nacional afgano Hamdullah Mohib, dijo a The Intercept que la 01 estaba controlada por la CIA. “Francamente, no soy plenamente consciente (...) de cómo trabajan”, dijo entonces. “Hemos pedido que se nos aclare cómo se producen esas operaciones, quiénes están involucrados, cuáles son sus estructuras, cuándo se crearon, por qué no están bajo control afgano…”

Justo después de que el presidente Joe Biden tomara posesión de su cargo en enero, la CIA concedió a la DNS el presupuesto de un año y dijo que la agencia ya no iba a apoyar a las Unidades Cero ni seguiría financiándolas, según declaró a The Intercept un antiguo funcionario de la inteligencia afgana.

Referencia a la Unidad Cero pintada con espray el 6 de septiembre de 2021 dentro de la base Eagle, a pocos kilómetros al noroeste del centro de Kabul, donde la CIA y la O1 tenían su base antes de la retirada estadounidense de Kabul

 La base Eagle, el extenso complejo de la CIA y la 01 en la ladera de una colina al noreste de Kabul, solía estar vedada a todos, excepto a los aliados más cercanos de Estados Unidos.

Desde la carretera, los transeúntes podían ver un campo de tiro excavado en la ladera de la colina y una estrecha carretera que serpenteaba hasta un grupo de estructuras de color beige. Menos visible era el complejo de hangares para helicópteros, depósitos de munición y cuarteles, así como el antiguo lugar negro de la CIA conocido como el Hoyo de la Sal, donde se realizaban interrogatorios y torturas en los primeros años de la guerra.

La seguridad del perímetro era extrema, incluso para los estándares de Afganistán. Una zanja rodeaba un muro de tierra de dos metros de altura. A continuación, había una alambrada de concertinas, bolardos rojos descoloridos unidos por cables de acero y un muro de barro y hormigón de 3 metros rematado con más alambre con concertinas, con puestos de guardia levantados cada 300 pies. Los focos iluminaban toda la circunferencia por la noche.

Antes de 2019, los combatientes de la 01 salían de la base Eagle en convoyes de vehículos para las misiones nocturnas. Eso cambió cuando los convoyes en dos misiones de Wardak sufrieron embocadas, según un antiguo oficial antiterrorista de la DNS que solía acompañar a la 01 en sus incursiones en la provincia. A partir de entonces, casi todas las misiones de la 01 se llevaron a cabo en Wardak a bordo de helicópteros Chinook estadounidenses. Los residentes que viven cerca de la base Eagle dijeron a The Intercept en 2019 que oían el ruido distintivo de los helicópteros de doble rotor varias veces a la semana, que partían a primera hora de la tarde y regresaban antes del amanecer. Por lo demás, rara vez se veía a los combatientes de la 01.

Pero los talibanes sabían quiénes ocupaban la base Eagle. El 25 de julio de 2019, un coche bomba con un suicida tuvo como objetivo a los oficiales de la CIA que viajaban en Toyota Land Cruisers sin distintivos y estaban llegando a la puerta, dijo el portavoz talibán Zabihullah Mujahid en una entrevista ese año. Los residentes locales confirmaron que ese día se produjo un atentado contra Land Cruisers blancos en la puerta del complejo. El incidente atrajo poca atención de los medios de comunicación. Un portavoz de Resolute Support, la ya desaparecida misión militar de Estados Unidos en Afganistán, dijo a The Intercept que no tenía constancia de ninguna baja militar extranjera en Kabul ese día. La CIA declinó hacer comentarios.

 Decenas de vehículos civiles y militares calcinados en el interior de la base Eagle de la CIA el 6 de septiembre de 2021. Un depósito de municiones, una armería y varias otras estructuras también fueron destruidas por explosivos e incendios antes de la salida de Estados Unidos.

Los combatientes talibanes han ocupado las amplias instalaciones desde que parte de ellas fueron destruidas por el fuego y los explosivos en los últimos días de la retirada militar estadounidense de Afganistán a finales de agosto. A principios de septiembre, una semana después de que el último avión militar estadounidense partiera de Kabul, combatientes talibanes, vestidos con una versión más oscura de los trajes de faena con el mismo patrón de rayas de tigre que lleva la 01, escoltaron a los periodistas por las ruinas de la base Eagle, guiándolos por zonas que, según dijeron, habían sido limpiadas de minas terrestres y trampas explosivas que habían dejado allí los estadounidenses y sus socios afganos.

Los combatientes pertenecían a la Brigada “Badr” 313 de los talibanes, una unidad de comandos de élite que recibe su nombre de la batalla de Badr de hace 1.400 años, cuando se dice que el profeta Mahoma venció a las fuerzas enemigas con sólo 313 hombres. Los dirigía un miembro talibán de unos 40 años que hablaba inglés y llevaba ropa tradicional, gafas de sol y una mascarilla quirúrgica.

Casi dos semanas antes, en el anochecer del 26 de agosto, un ataque suicida en el aeropuerto y los disparos posteriores acabaron con la vida de alrededor de 170 personas, entre ellos 13 miembros del ejército estadounidense. Los habitantes de Kabul estaban en vilo. Cuando otra enorme explosión pudo escucharse en toda la ciudad antes de la medianoche, muchos temieron que se hubiera producido un segundo ataque mortal. Pero esa explosión era una detonación controlada de las varias que destruyeron depósitos de municiones, armerías y vehículos, así como varias instalaciones dentro de la base Eagle que la CIA no quería dejar a los talibanes una vez que la Agencia la abandonó finalmente. Brian Castner, asesor principal de Amnistía Internacional para casos de crisis en materia de armas y operaciones militares y antiguo oficial de desactivación de explosivos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, dijo que las fotos de The Intercept del lugar sugerían “una retirada muy precipitada y desordenada”.

Toda una constelación de balas, morteros y granadas ensuciaban los cimientos carbonizados de los depósitos de municiones destruidos por el fuego. En el armazón quemado de lo que parecía ser una armería, cañones de Kalashnikovs, ametralladoras PKM y DShK alimentadas por cinta, lanzagranadas propulsados por cohetes y tubos de mortero yacían amontonados como palos de golf.

En el interior de un edificio de dormitorios, los característicos uniformes con rayas de tigre de las Unidades Zero colgaban de ganchos o estaban tirados por el suelo. En una taquilla de acero, entre los embalajes desechados de aparatos tácticos y las fotos de pasaporte de una joven familia, un parche militar en forma de pentágono rezaba “El Escudo & las Espadas de Afganistán, UNS (01)”.

 

18/10/2021

MODASER ISLAMI
A pan y agua: La dieta del hambre de los niños afganos

 

Modaser Islami, Asia Times, 14/10/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

Modaser Islami es un periodista independiente afgano que vive actualmente en Kabul. Centra sus trabajos en Afganistán y el Sur de Asia. @mmodaser

Sin ayuda humanitaria y los precios por las nubes, millones de familias se enfrentan a la pobreza y al hambre bajo los talibanes.

  Un niño en grave estado de desnutrición recibe tratamiento en un hospital de Kandahar
(Foto: Murteza Khaliqi/Agencia Anadolu)

El jornalero Mohammad Zia y su familia son los rostros de la hambruna que asola Afganistán desde que los talibanes tomaron el poder y la economía empezó a implosionar.

Zia dice que lleva semanas sin encontrar trabajo y sin poder comprar comida.

“Hace unos dos meses que no llevo carne o comida adecuada a casa”, dijo. “Mis hijos y yo solo nos llenamos el estómago con pan y agua”.

La historia es similar para Nayiba, una viuda de 41 años cuya familia tuvo que desplazarse a causa del conflicto en el norte del país.

Nayiba declaró a Asia Times que tenían un litro de aceite para cocinar, pero que llevan 17 días sin poder utilizarlo por temor a que les lleguen invitados. “Sólo hemos tenido agua hervida y pan todo este tiempo”.

Las familias desplazadas en Kabul contaron que no podían comprar leche ni medicinas para sus bebés y niños enfermos.

Mohammad Yasir, residente en Kabul y antiguo empleado del gobierno, dijo que su familia solo puede permitirse algunos alimentos.

23/09/2021

La crisis de los refugiados afganos está a punto de estallar

F.M. Shakil, Asia Times, 17/9/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

F.M. Shakil es un periodista independiente afincado en Peshawar y Secretario General de la Cámara de Comercio e Industria de Khyber Pakhtunkhwa, Pakistán. @faq1955

Los países vecinos no quieren más refugiados, especialmente los permanentes; las condiciones de los campos son lamentables.


Peshawar.- Ninguno de los países vecinos de Afganistán está dispuesto a acoger a los refugiados y desplazados internos afganos, a pesar de que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advierte que el 97% de la población afgana corre el riesgo de caer en la pobreza y el hambre.

La agencia de la ONU advierte que Afganistán se acerca a un colapso total debido a “la congelación de las reservas de divisas, el desplome de las finanzas públicas, la creciente presión sobre el sistema bancario y el aumento de la pobreza acentuado por la persistente sequía, la pandemia de la covid-19 y la agitación causada por la actual transición política”.

El mes pasado, un gran número de afganos, que temían la represión talibán, se agolpó en la frontera de Spin Boldak con la agitada provincia pakistaní de Baluchistán. Sin embargo, las autoridades pakistaníes y talibanes no estaban dispuestas a permitirles el paso seguro a pesar de que se avecinaba una crisis humanitaria. En su lugar, el gobierno pakistaní sugirió que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) mantuviera campamentos en el lado afgano de la frontera para esos nuevos refugiados.


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