30/01/2022

M.K. Bhadrakumar
Occidente coopta a los talibanes
Reflexiones sobre los acontecimientos en Afganistán (40)

M.K. Bhadrakumar, Indian Punchline, 27/01/2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala 

M.K. Bhadrakumar es un exdiplomático indio que estuvo destinado, entre otros países, en la antigua URSS, Pakistán, Irán y Afganistán. Fue embajador en Uzbekistán (1995-98) y en Turquía (1998-2001). Amante del mundo de la literatura, la escritura y la política, centra sus trabajos en los eventos de Oriente Medio, Asia Central, Sur de Asia y Asia-Pacífico. @BhadraPunchline

El cónclave de tres días celebrado en Oslo del 23 al 25 de enero para la interacción de un grupo de diplomáticos occidentales con funcionarios talibanes marca una nueva fase en la situación política de Afganistán. Occidente estuvo representado por Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, así como por la Unión Euopea.

Delegación talibán encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Amir Khan Muttaqi, se reúne con diplomáticos occidentales, Oslo, Noruega, 24 de enero de 2022

 Noruega está en una posición única para reconciliar a las partes alienadas. Además de su sólido sistema de inteligencia en Afganistán, Noruega se ha hecho un hueco en la diplomacia internacional en diversos escenarios como Mozambique, Venezuela, Colombia, Filipinas, Israel y los Territorios Palestinos, Siria, Myanmar, Somalia, Sri Lanka y Sudán del Sur.

 A falta de una estación de inteligencia activa en Afganistán, la CIA y el MI6 dependen de las aportaciones del Consejo Noruego para los Refugiados (CNR), que cuenta con una amplia red de miles de trabajadores sobre el terreno. El CNR ha mantenido una envidiable relación de trabajo con los talibanes a lo largo de los años.

 El secretario general del CNR, Jan Egeland, estuvo presente durante el cónclave celebrado a puerta cerrada en el Hotel Soria Moria, en la cima de una colina nevada a las afueras de Oslo, rodeada de bosques, que solía ser un sanatorio para rejuvenecer las mentes heridas y los cuerpos cansados.

 Las declaraciones de Egeland a los medios de comunicación son quizá las que mejor explican lo que ocurrió en el Hotel Soria Moria, rodeado de nieve, donde la delegación talibán y los diplomáticos occidentales pasaron tres días juntos en total reclusión. Egeland argumentó con contundencia:

 “Las sanciones nos frenan. No podemos salvar vidas sin levantar las sanciones. Están perjudicando a los mismos en los que la OTAN gastó miles de millones de dólares en defender hasta agosto”.

“Debemos hablar con quienes tienen el control en los países donde la gente necesita ayuda. Hablamos con los que hacen posible que salvemos vidas, lo hacemos en todas partes. Son las autoridades reales del país. Y ven cómo la economía está ahora a punto de colapsar y la enorme necesidad de traer ayuda de los países occidentales”.

 Egeland dijo que las conversaciones eran “un paso en la dirección correcta”. El leitmotiv del cónclave fue la terrible situación humanitaria en Afganistán y la respuesta colectiva de Occidente a la misma. Sin embargo, una hospitalidad tan fastuosa -se envió un jet privado a Kabul para recoger a los funcionarios talibanes- y la participación de los talibanes en una capital occidental iba a suscitar seguramente indignación y protestas.

 Por lo tanto, la situación de los derechos humanos también figuró en las conversaciones. Durante algún tiempo se ha hablado de que, coincidiendo con el festival Nauruz [año nuevo persa] del 20 de marzo, los talibanes harían algunos anuncios para complacer a los activistas de los derechos humanos en lo que respecta a los derechos de las mujeres y las niñas en Afganistán.    

 Igualmente, está la controvertida cuestión de un “gobierno inclusivo” en Afganistán, que los talibanes habían prometido. De nuevo, los anfitriones noruegos organizaron una sesión separada para “los representantes de la sociedad civil afgana”.

 Los siete elegidos fueron Sayed Ishaq Gailani, Hilaluddin Hilal, Abdul Karim Khuram, Jafar Mahdawi, Amin Ahmad, Ismail Ghazanfar y Khan Aqa Ziarmal. En resumen, los políticos afganos experimentados y las figuras del gobierno de Ashraf Ghani fueron obviados en favor de rostros con inclinaciones prooccidentales.

 Curiosamente, las dos éminences grises de Kabul -el expresidente Hamid Karzai y el ex director general Abdullah Abdullah- marcaron su distancia con el evento de Oslo.

 La interacción entre los talibanes y los “siete elegidos” terminó con una declaración conjunta en la que se expresan las esperanzas e intenciones de “trabajar juntos para lograr mejores resultados políticos, económicos y de seguridad en el país”.

 Sin duda, la prioridad de los talibanes es conseguir el doble objetivo de la eliminación de las sanciones occidentales contra sus líderes y el reconocimiento internacional del gobierno. La delegación talibán, encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Amir Khan Muttaqi, y los diplomáticos occidentales (entre los que se encontraba el representante especial de EE.UU., Thomas West) intercambiaron detalladamente sus opiniones al respecto. Muttaqi se mostró satisfecho: “Que Noruega nos brinde esta oportunidad es un logro en sí mismo porque compartimos el escenario con el mundo”.

 Todo lo que dijo la ministra de Asuntos Exteriores noruega Huitfeldt fue: “Las reuniones aquí en Oslo han sido una buena oportunidad para que los países occidentales... dejen claro lo que esperan de los talibanes. Si queremos ayudar a la población y evitar una crisis humanitaria aún peor, debemos dialogar con las autoridades de facto del país”.

 Declaró asimismo que “los valores y las políticas de los talibanes son muy diferentes de los nuestros. Pero tenemos que trabajar con el mundo tal y como es. Creemos que es importante mantener este tipo de conversaciones con los talibanes”.

 Pero Huitfeldt insistió: “Permítanme subrayar que el hecho de facilitar conversaciones como éstas no representa en modo alguno una legitimación de las autoridades de facto en Afganistán... Sabemos que los talibanes defenderán activamente sus propios intereses, y están buscando legitimidad... Hemos formulado demandas claras, y ahora debemos esperar y ver si cumplen lo que han dicho”.

 En palabras de Huitfeldt, “cara a cara, en un lugar seguro, se les dio un mensaje claro: la legitimidad debe venir de los propios afganos, y requiere la reconciliación y una forma de gobierno más inclusiva... La reconciliación entre afganos -y la creación de un marco para un mayor compromiso occidental con los talibanes- llevará tiempo, y dependerá de mucha más gente de la que estaba en la sala de reuniones aquí en Oslo. Pero las conversaciones tendrán un efecto dominó... porque establecen puntos de contacto”.

 Al parecer, los diplomáticos occidentales plantearon “exigencias tangibles” a los talibanes y “harán un seguimiento para ver si se han cumplido”.

 ¿Cuál es el panorama aquí? En su nivel más obvio, Washington siente una renovada sensación de urgencia sobre Afganistán con el telón de fondo de su rivalidad con Rusia y China. Las preocupaciones de Rusia y China sobre Ucrania y los Juegos Olímpicos de Invierno, respectivamente, han resultado de utilidad para programar el evento en Oslo.

 De hecho, el reciente deterioro de las relaciones entre Pakistán y Afganistán ofrece a Occidente la oportunidad de dialogar con los talibanes en un entorno libre de injerencias pakistaníes. Por fin se ha creado un formato de diálogo que prescinde completamente de los Estados regionales.

 Aunque, de ese modo, los Estados regionales son los únicos que deberán asumir la culpa. Han tenido vía libre para influir en el gobierno talibán, pero han seguido yéndose por las ramas y les ha faltado un propósito unificado. Sencillamente, las potencias occidentales han ocupado un vacío sin necesidad de desplazar a los Estados regionales.

Esto tendrá consecuencias. Está claro que Estados Unidos no quiere que los talibanes pivoten hacia Moscú o Pekín. Para ello, establecerá una presencia efectiva en Afganistán a través de las ONG occidentales, los grupos de ayuda humanitaria y las agencias internacionales.

Al reducir paulatinamente su presión sobre los talibanes en el período que se avecina, Washington espera hacer valer sus políticas. Y tiene ahora vía libre para utilizar los instrumentos políticos, económicos e internacionales a fin de mantener a duras penas el gobierno talibán. A Estados Unidos no le interesa que ninguno de los Estados regionales domine Afganistán.

Dicho de otro modo, la ayuda financiera y humanitaria a Afganistán se utilizará como instrumento para que el gobierno talibán pueda mantenerse en el poder sin tener que inclinarse hacia sus vecinos. Por supuesto, los talibanes siempre han deseado normalizar las relaciones con Estados Unidos y serán razonables.

De hecho, esta estrategia dificultará aún más la decisión de los Estados vecinos. El camino más razonable para los países vecinos habría sido llegar a un enfoque coordinado para reconocer a los talibanes. Pakistán se esforzó por convencer a Rusia e Irán. Pero, como demuestra el cónclave de Oslo, esa es hoy una cuestión discutible.

 

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