Traducido del inglés por S. Seguí, Tlaxcala
El cobalto, un metal clave utilizado en las baterías de litio y otras tecnologías “verdes” se obtiene mediante trabajo esclavo en la República Democrática del Congo (RDC). Mientras Occidente señala con el dedo a China, el mando militar usamericano AFRICOM (Alto Mando para África de los Estados Unidos) ejerce una vigilancia policial indirecta de unas operaciones mineras que benefician a las multinacionales usamericanas.
Desde que el rey belga Leopoldo II (1835-1909) fundó el Estado Libre del Congo en 1885, las potencias internacionales han seguido explotando los vastos recursos de la región. Al frente de un régimen que llegó a matar a cerca de ocho millones de personas para saquear su oro, marfil y caucho, Leopoldo describió el Congo como “un magnífico pastel africano.”
Más recientemente, la Administración de Comercio Internacional del presidente usamericano Biden declaró: “Con una riqueza mineral total estimada en decenas de billones de dólares”, lo que ahora se llama República Democrática del Congo (RDC) “ofrece oportunidades para las empresas usamericanas con una alta tolerancia al riesgo.” El papel de AFRICOM es reducir ese riesgo. El Departamento de Defensa de Estados Unidos afirma que África “tiene una plétora de materiales estratégicos, como cobalto, cromo, tantalio y otros. Los recursos africanos son fundamentales para el progreso del siglo XXI” (léase: el dominio de las corporaciones usamericanas).
Desde finales de la década de 1990 hasta la actualidad, las transnacionales mineras, procesadoras y financieras euroamericanas han contado con la mano de obra esclava de los mineros y el músculo de las bandas armadas para exportar a Occidente metales de tierras raras, como el coltán y el tantalio, a fin de obtener componentes básicos en ordenadores, teléfonos, misiles, etc. La carrera por las energías renovables abre una nueva era de competencia por otro metal raro, el cobalto.
Estados Unidos pone sus ojos en un Congo rico en minerales
La RDC tiene una población estimada de 93 millones de personas. El producto interior bruto del país ronda los 50.000 millones de dólares, lo que lo convierte en uno de los países más pobres del mundo. Mientras empresas multimillonarias como Apple, Microsoft y Tesla dependen de los materiales de la RDC, siete de cada diez congoleños sobreviven con menos de 1,90 dólares al día. La esperanza de vida es de 60 años, frente a los 78 de Estados Unidos, y la mortalidad infantil es de 66 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, frente a las 5,6 en ese país.
El interés preferente del Pentágono en el Congo comenzó durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45). La mina de Shinkolobwe, propiedad de la empresa belga Union Minière, situada en el sur de la provincia de Katanga, contenía el mineral de uranio más puro conocido, que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército usamericano utilizó en el Proyecto Manhattan, iniciado en 1942 para construir la primera arma nuclear del mundo. El mineral de esta mina se utilizó en la posterior fabricación de armas nucleares.
En la década de 1950, el Departamento de Estado de Estados Unidos planeaba invertir 660 millones de dólares (unos 7.000 millones de dólares actuales) para “desarrollar” la infraestructura del Congo para su explotación por parte de las corporaciones. En 1960, el primer ministro Patrice Lumumba declaró la independencia de Bélgica, bautizando al país como República del Congo (RdC), y haciendo acercamientos relativamente discretos hacia la URSS. El político Moïse Tshombé declaró la independencia de Katanga de la RdC.
El MI6 asesinó a Lumumba y la CIA lo sustituyó por uno de sus hombres, el general Mobutu Sese Seko, que posteriormente rebautizó el país como Zaire y gobernó hasta su derrocamiento en 1997.
A lo largo de la década de 1960, la CIA creó y gestionó esencialmente las Fuerzas Armadas Zaireñas (Forces Armées Zaïroises, ZAC), entrenando unidades aéreas especiales y contratando mercenarios para reforzar las fuerzas de Mobutu. La secesión de Tshombé fue aplastada, mientras se producían conflictos intermitentes, como la rebelión simba de 1963 a 1965, uno de cuyos líderes fue el futuro presidente Laurent-Désiré Kabila. Estados Unidos toleró a regañadientes la presencia de pequeños contingentes militares cubanos y chinos en Zaire porque no afectaban a las operaciones mineras. En la década de 1980, personal belga, francés, alemán e israelí también entrenaba a la ZAC.
Washington juega a ser un espectador inocente mientras alimenta las intrigas
Las consideraciones geográficas, la participación de los estados vecinos, la interferencia internacional, el papel de grupos étnicos específicos en conflictos concretos y las cambiantes alianzas paramilitares hicieron de las guerras del Congo unos conflictos extremadamente complicados. Lo que sigue a continuación es un esbozo básico centrado en el papel de Estados Unidos, en gran medida pasado por alto.
Desde al menos 1990, Estados Unidos ha utilizado a Uganda como conducto para armar a Zaire/RDC. Hasta que se descubrió el papel de Uganda en las guerras, la Iniciativa de Respuesta a la Crisis Africana de la administración de Bill Clinton vio una ronda inicial de entrenamiento militar usamericano para la Fuerza de Defensa Popular de Uganda. No obstante, los programas de Educación y Entrenamiento Militar Internacional de Clinton continuaron. Ambos programas empeoraron las crisis del Congo, como veremos.
La pieza central de la Primera Guerra del Congo que comenzó en 1996 fue el derrocamiento del general Mobutu, dirigido por la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo (Alliance des Forces Démocratiques pour la Libération du Congo-Zaïre, AFDL) de Kabila. La AFDL contaba con el apoyo del Frente Patriótico Ruandés (FPR), cuyo general de división Paul Kagame, actual presidente de Ruanda, había sido entrenado por Estados Unidos en Fort Leavenworth. El personal del FPR era entrenado por los boinas verdes usamericanos.
Descrito como un “visionario” por el general usamericano George Joulwan, Kagame había perfeccionado su oficio asesinando hutus durante el genocidio de Ruanda en 1994. Cientos de miles de hutus huyeron a la RDC, asentándose en las regiones orientales donde se encontraban los recursos minerales. El FPR y sus paramilitares aliados ocuparon la RDC, inicialmente para ayudar a construir las Fuerzas Armadas de Kabila, pero también para vengar las masacres de tutsis y asegurar las minas.
Podemos suponer razonablemente, basándonos en las crónicas de los acontecimientos, que el papel de Washington fue el de hacerse pasar por espectador inocente mientras se beneficiaba de las operaciones mineras y de la cadena de suministro del FPR, los militares ugandeses y las bandas relacionadas con éstos.
La demanda internacional de tierras raras provoca un número de muertos sin precedentes
Incluso antes de que Kabila tomara el poder, los gigantes internacionales de la minería y las infraestructuras estaban negociando contratos con su partido AFDL.
American Mineral Fields consiguió un contrato de 1.000 millones de dólares para explotar los recursos mineros de la RDC. Bechtel contrató a la NASA para que le proporcionara imágenes por satélite de las regiones ricas en minerales y, supuestamente, adquiriera información sobre los movimientos rebeldes para el ejército de Kabila. Mientras Anglo-American, Barrick Gold, DeBeers y otras empresas firmaban contratos mineros, Kabila creó el Banque de Commerce, du Developpement et de l'Industrie para financiar las operaciones mineras. El banco tenía su sede en Ruanda, desde donde se exportaba coltán no rastreable procedente de las zonas de conflicto de la RDC con destino a empresas occidentales, como Afrimex, Banro-Resources y Union Transport.
La Segunda Guerra del Congo, desde 1998 a 2003, aunque en realidad se prolonga hasta la actualidad, ha provocado la muerte de unos 5,4 millones de personas: la mayoría de ellas civiles que perecieron por el hambre y las enfermedades producto de la guerra. Ésta fue, en gran parte, un esfuerzo de diferentes potencias y facciones por respaldar o deponer a la dinastía de la familia Kabila, hacerse con el control de zonas ricas en recursos y resolver antiguas rivalidades. A diferencia de la primera guerra, ésta fue impulsada explícitamente por la demanda de materiales raros en Asia, Europa y Norteamérica.
El Wall Street Journal informó en su momento de que las nacionalizaciones de Kabila “enviaban una señal preocupante ... a las empresas extranjeras deseosas de hacer negocios en este país rico en minerales.” Kabila no tardó en enemistarse con sus apoyos ugandeses y ruandeses, que en 1998 contribuyeron a formar un nuevo partido: la Agrupación Congoleña por la Democracia (Rassemblement Congolais pour la Démocratie, RCD). El RCD anti-Kabila se dividió en grupos rebeldes militantes y avanzó por todo el país. Tropas de Angola, Chad, Libia y Zimbabue entraron en la RDC para respaldar a Kabila, que fue asesinado en 2001, dejando a su hijo Joseph (nacido en 1971) al gobierno del país, desde 2003 hasta 2019.
Para los inversores internacionales, las múltiples facciones rebeldes eran cruciales para mantener las líneas de suministro de materiales raros. Por lo general, se introducían de contrabando en aviones de carga con destino a Europa vía Ruanda.
Kony 2012: una operación de guerra psicológica de Estados Unidos destinada a proteger a un apoderado clave
El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, era uno de los principales apoderados de Estados Unidos en la RDC, y un informe de la ONU describe a Uganda como uno de los principales patrocinadores del conflicto. En su esfuerzo por acabar con Museveni, el llamado Ejército de Resistencia del Señor (LRA), dirigido por Joseph Kony, atacó Uganda desde la RDC. En 2006, la ONU respaldó la invasión de la RDC por parte de Uganda para dar caza a Kony. El recién formado Comando de África de Estados Unidos (AFRICOM) proporcionó ayuda encubierta a Uganda, incluyendo entrenamiento y teléfonos satelitales, en una fallida guerra de contrainsurgencia que hizo que el LRA exacerbara sus matanzas en la RDC.
De 2011 a 2017 Estados Unidos condujo la operación contra Kony, Observant Compass. Como parte de la misión, el Mando de Operaciones Especiales de EE.UU. en África estableció un grupo de trabajo “para comandar y controlar la operación que se extendía desde Uganda, a través del este [de la RDC] hasta la República Centroafricana, y a través de Sudán del Sur.” Personal del legendario Equipo A “sirvió como asesor de la Fuerza de Tarea Regional de la Unión Africana.”
El documental Kony 2012, estrenado en ese mismo año, llamó la atención internacional sobre las atrocidades del LRA. Pero los documentos del Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos sugieren que la productora de la película, la ONG Invisible Children, formaba parte, sin saberlo, de una operación de guerra psicológica usamericano. Las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejército nombran a los militares congoleños y ugandeses, así como a varias ONG, entre ellas Invisible Children, como “asociados” en sus operaciones.
A diferencia del primer intento, Observant Compass redujo el número y la notoriedad del LRA.
Con el temor a China, el AFRICOM entra en escena y se producen atrocidades
Washington y varias “antiguas” potencias coloniales europeas cambiaron su política, pasando de apoyar indirectamente a sus apoderados, como los rebeldes apoyados por Uganda y Ruanda, a “profesionalizar” las Fuerzas Armadas centrales (Forces Armées de la République Démocratique du Congo, FARDC). La administración de George W. Bush estableció un programa de “reforma del sector de la seguridad” de la RDC, que incluía la contratación del “contratista” privado Camber Corporation.
El afán de la administración Bush por “profesionalizar” y “legitimar” a las FARDC coincidió con el incremento de actividades de China en el país. Un documento del Mando de Entrenamiento y Doctrina de Fort Benning se lamentaba de que en 2007 “China firmó un acuerdo con [la RDC] en el que China aporta 5.000 millones de dólares para mejorar las infraestructuras a cambio de derechos sobre los recursos naturales de la RDC.”
Ahora que China estaba en la RDC, los derechos humanos y las líneas de suministro rastreables se convirtieron de repente en una preocupación para Washington. El entrenamiento avanzado de las FARDC por parte de Estados Unidos coincidió con la aprobación de la ley Dodd-Frank de 2010, que exigía a la Comisión de Valores y Bolsa (SEC) que obligara a las empresas a verificar las cadenas de suministro.
Ese mismo año, el AFRICOM facilitó la asociación militar entre Estados Unidos y la RDC. El objetivo era “transformar las [FARDC]”, entre otras cosas para la realización de “operaciones de seguridad interna.” El embajador usamericano William Garvelink inauguró un nuevo batallón de infantería ligera en el campamento base de Kisangani, en el centro-norte de la RDC. El entrenamiento fue impartido por el Mando de Operaciones Especiales de AFRICOM, dirigido por el general de brigada Christopher Haas, y por “contratistas” no identificados del Departamento de Estado.
En septiembre, 750 soldados se habían graduado en lo que AFRICOM describe como “un modelo para futuras reformas dentro de las fuerzas armadas congoleñas” y revela la creación de un nuevo 391º Batallón de Comandos. El comandante de la formación en la base del campamento, el mayor John Peter Molengo, dijo: “En 2006 nuestro presidente [Bush] prometió una transformación de las fuerzas armadas [de la RDC]. Veo esto como un paso importante.”
En pocos años, el “paso importante” se reveló como lo que era. La ONU hizo público que miembros del Batallón habían saqueado aldeas, asesinado a civiles y violado a docenas de mujeres y niñas, algunas de tan solo seis años. La publicación del ejército usamericano Stars and Stripes informó: “El AFRICOM declinó hacer comentarios ... remitiendo las preguntas al Departamento de Estado de Estados Unidos.”
Los militares ugandeses propagan el caos
Si el objetivo es aumentar el caos, la estrategia del AFRICOM está funcionando. Hasta la fecha, hay 4,5 millones de congoleños desplazados internamente, de los cuales más de un millón perdieron sus hogares durante los combates sólo en 2016-2017.
Al igual que el LRA, otro grupo rebelde -esta vez, islámico- llamado Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), escindido del ejército ugandés se instaló en la RDC, donde ahora intenta establecer un califato. La Misión de Estabilización de la ONU en la RDC está ayudando a las FARDC. Las operaciones que comenzaron en Kivu del Norte en noviembre de 2019 acabaron desplazando a 400.000 personas. En una repetición de los esfuerzos fallidos de Estados Unidos para vencer al LRA, las tácticas de las FARDC hicieron que las ADF entraran en un territorio anteriormente en paz.
Fundada en la década de 1970, la Cooperativa de Desarrollo del Congo (Coopérative de développement économique du Congo, CODECO) es una organización tapadera de un grupo de milicias con sede en la provincia de Ituri, en el noreste del país. CODECO está formada principalmente por miembros de la etnia lendu, que mantienen un prolongado conflicto con el pueblo hema. A pesar del acuerdo de paz de julio de 2020, las operaciones de las FARDC han exacerbado la violencia.
Fundado en 1969, el Bundu Dia Kongo (BDK), de mayoría etnofederalista, es una secta cristiana que fomenta la violencia contra los pueblos no kongo, llegando incluso a establecer cortes de carretera para dividir a las comunidades. El BDK se enfrenta a la represión de la policía y las FARDC, que en abril de 2020 lanzaron operaciones contra el BDK en Kongo Central y en la capital, Kinshasa.
Carrera “ecológica” por lograr unos beneficios billonarios en energías renovables
Mientras la violencia continúa en gran parte del país, también lo hacen las exportaciones a la mayor parte del mundo. El aprovechamiento de la emergencia climática mundial por parte de las grandes corporaciones ha desencadenado una carrera por el cobalto. La falta de fiabilidad de las cadenas de suministro de la RDC también ha desencadenado un movimiento para diseñar energías renovables sin cobalto.
Concentrada en 3.000 empresas, la llamada “economía verde” mundial suma un valor de 4,5 billones de dólares, más que el sector internacional del petróleo y el gas. Sólo el mercado de las energías renovables alcanza un valor de más de 600.000 millones de dólares. Los vehículos eléctricos están valorados en unos 170.000 millones de dólares y se espera que crezcan hasta los 700.000 millones en los próximos cinco años.
Los cátodos son una parte esencial de las baterías de iones de litio (LiB) que, hasta hace poco, eran omnipresentes pero diminutas, por lo que requerían pequeñas cantidades de cobalto. El emergente mercado de los vehículos eléctricos hace que las grandes baterías LiB de 100 kilovatios/hora contengan 20 kg de cobalto en sus componentes catódicos. El Departamento de Energía de Estados Unidos explica que, además de ser extraído, el cobalto (Co) se obtiene como subproducto de otros materiales y procede casi en su totalidad del extranjero, lo que hace que las empresas usamericanas dependan de los mercados de metales y de los países exportadores. Por ello, las corporaciones usamericanas “buscan asegurar fuentes de cobalto, reducir drásticamente el contenido de éste en las baterías LiB, o ambas cosas.”
En la actualidad, 255.000 congoleños extraen cobalto, principalmente en la zona sur, libre de conflictos, con salarios inferiores a dos dólares al día sin ningún tipo de seguridad, en condiciones que son a la vez peligrosas inmediatamente (por ejemplo, túneles que se derrumban, herramientas peligrosas, etc.) y que conllevan riesgos a largo plazo (por ejemplo, problemas respiratorios u ortopédicos). Unos 40.000 mineros del cobalto son niños.
Apoyadas en su obligación legal de informar a la Comisión de Bolsa y Valores, numerosas empresas usamericanas han intentado “maquillar de verde” sus cadenas de suministro afirmando que se abastecen de forma ética. El gigante minero anglosuizo Glencore tiene una capitalización bursátil que equivale aproximadamente a todo el PIB de la RDC. En los últimos años, ha firmado compromisos de asociación con clientes de energías renovables para abastecerse de cobalto de forma ética.
Otras iniciativas incluyen el informe de Apple Supplier Responsibility Progress. BMW, Samsung y otros, por su parte, han lanzado el Cobalt for Development Project. Tesla dice que eliminará el cobalto de sus baterías de litio y, entretanto, se ha unido a la Fair Cobalt Alliance. Pero una reciente demanda colectiva en nombre de varios mineros congoleños perjudicados asegura que Alphabet (Google), Apple, Dell, Microsoft y Tesla están “ayudando e instigando el uso cruel y brutal de niños ... para extraer cobalto.”
El juego de culpar a China
A pesar del “maquillaje verde”, las industrias de extracción, refinado, fundición y exportación de cobalto siguen siendo peligrosas, explotadoras, contaminantes y terribles para las relaciones públicas. Por otra parte, estas condiciones contribuyen a mantener bajos los costes de producción y altos los beneficios. La solución informal de muchas empresas y gobiernos occidentales es utilizar los medios de comunicación, las ONG y la intelectualidad para señalar con el dedo moral a China, cuyas empresas operan ampliamente en el sur de la RDC, rica en cobalto.
Por ejemplo, un reciente artículo de The Guardian expone las crueles condiciones de trabajo en la ciudad de Fungurume impuestas a los mineros pequeños y “artesanales” contratados por grandes empresas supuestamente legítimas, como la china Molybdenum. Describiendo una relación de “amo y esclavo”, uno de los miles de mineros reveló cómo trabaja por 3,50 dólares al día, comiendo dos panecillos minúsculos, y cómo le descontaban el salario por faltar al trabajo.
El informe fue financiado por Humanity United, una ONG fundada por la esposa del multimillonario de eBay y propietario de Intercept, Pierre Omidyar. Humanity United ha recibido subvenciones de numerosas fuentes, incluida la Fundación William J. Clinton. “Esta subvención financió la contribución continua de Humanity United y su pertenencia a la Iniciativa Global Clinton de 2011.”
Pero lo que tales informes omiten es que la china Molybdenum es propiedad de inversores institucionales usamericanos: JPMorgan Funds, Vanguard Total International, Vanguard Emerging Markets, BlackRock y otros. Amnistía Internacional rastrea la cadena de suministro “descendente” del cobalto adquirido por China a empresas asiáticas, europeas y usamericanos.
El cobalto suele ser fundido y refinado por la empresa china Huayou y su filial CDM, incorporado a las baterías por Amperex, BYD, LG, Samsung, Sony y otras, y vendido como componentes en Apple, BMW, Dell, Fiat-Chrysler, GM, Microsoft, Tesla y otros productos occidentales.
Militarizar el espacio para ganar la competencia entre grandes potencias
La RDC está directamente relacionada con los esfuerzos a largo plazo de Washington para gobernar el mundo por la fuerza. Al igual que el rey Leopoldo II describió el Congo como un “magnífico pastel africano”, el ex oficial de inteligencia naval usamericano, Dr. Mir Sadat, director de políticas del Consejo de Seguridad Nacional, afirma:
“La competencia entre grandes potencias en el espacio es, en cierto modo, análoga al Gran Juego del siglo XIX y principios del XX entre Gran Bretaña y Rusia, que competían por el acceso a los recursos y el posicionamiento geoestratégico en Asia central y meridional. En la actualidad, se está gestando un gran juego similar entre China y otras naciones con vocación espacial, lideradas por Estados Unidos, por el acceso a los recursos potenciales cislunares [entre la Tierra y la Luna] y el dominio general del espacio.”
Pero no fue China la primera en declarar su intención de dominar el espacio y, por tanto, el mundo. En 1997, el Comando Espacial de Estados Unidos publicó su doctrina de “dominación global” (full spectrum dominance): militarizar el espacio para el año 2020 “para proteger los intereses y las inversiones de Estados Unidos” (léase: los beneficios corporativos). Poniendo en peligro a todos, esta “dominación global” incluye misiles hipersónicos no tripulados y naves de gran altitud que pueden atacar a Rusia o China con armas nucleares de “baja radiación.”
Al igual que otros productos que surgieron de la financiación de los contribuyentes al amparo de la investigación y el desarrollo militar (satélites, ordenadores, internet, etc.), la exploración espacial se comercializa ahora a través de empresas como Blue Origin, de Jeff Bezos, mientras sirve al Pentágono, por ejemplo, lanzando satélites militares, como ha hecho SpaceX de Elon Musk. El Pentágono y otras agencias federales describen este acuerdo como la Base Industrial Espacial.
Sadat ayudó a establecer la Fuerza Espacial, que en gran medida tomó el relevo del Comando Espacial. Citando concretamente el cobalto y otros materiales raros como los “mayores” riesgos de suministro, un informe alarmista sobre la supuesta falta de influencia de Estados Unidos, del que es autor entre otros Sadat y está patrocinado por la Fuerza Espacial, dice: “Estados Unidos debe competir por la cuota de mercado global y el liderazgo –actualmente dominado por China y Rusia en cuanto a los recursos básicos de origen terrestre– en la economía espacial.”
Puede resultar que los millones de congoleños indigentes sentados sobre el tantalio y el coltán, y los cientos de miles de mineros esclavos y niños que trabajan en condiciones peligrosas para extraer estos productos no sean las únicas víctimas. Si el Gran Juego por el dominio global continúa sin que se ejerza presión popular para ponerle fin, la creciente competencia geopolítica entre las potencias nucleares podría aniquilar también el resto del mundo.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire