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07/12/2024

Casablanca, Marruecos : el levantamiento del 7 y 8 de diciembre de 1952, un hito histórico

He aquí dos artículos, traducidos por Tlaxcala, que recuerdan los motines del 7 y 8 de diciembre de 1952 en Casablanca, Marruecos, que fueron brutalmente reprimidos por las autoridades coloniales francesas del llamado Protectorado. Al día de hoy, no se conoce todavía el número exacto de víctimas.

7 y 8 de diciembre de 1952: motines en las Canteras Centrales de Casablanca tras el asesinato del líder sindical Farhat Hached en Túnez.

Sabrina El Faiz, lebrief.ma, 5/12/2024

Canteras Centrales. El nombre resuena
en la memoria de los habitantes de Casablanca y Marruecos. Los días 7 y 8 de diciembre de 1952, Casablanca fue escenario de violentos disturbios. Estos acontecimientos, que tuvieron lugar en el barrio de Carrières Centrales, fueron desencadenados por el asesinato de Farhat Hached, dirigente sindical tunecino y ferviente defensor de la independencia de los países del Magreb. La revuelta de los trabajadores y vecinos de este barrio precario se convirtió rápidamente en un símbolo de la lucha anticolonial en Marruecos. Inmersión...


Farhat Hached
(2 de febrero de 1914 - 5 de diciembre de 1952)


Para el noticiero de British Pathé, todo eso eran “disturbios comunistas”.

A principios de la década de 1950, Marruecos vivía bajo el protectorado francés, establecido en 1912. Aunque este régimen colonial se basaba en una administración modernizadora, había engendrado numerosas desigualdades sociales, marginado a las poblaciones rurales y suprimido toda forma de reivindicación política.
Casablanca, como centro económico del país, simbolizaba todas estas disparidades.
Las Canteras Centrales, para quien no las conozca, es un barrio obrero de la periferia de la ciudad. En aquella época, albergaba a una población predominantemente marroquí que vivía en condiciones precarias. El barrio era un refugio para los trabajadores empleados en las industrias y obras de construcción de Casablanca, a menudo explotados y privados de los derechos más elementales. En este contexto creció considerablemente la influencia de los sindicatos y los movimientos nacionalistas, como el partido Istiqlal.
Farhat Hached, Secretario General de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) y figura emblemática de la lucha independentista en Túnez, era considerado un aliado natural por los militantes marroquíes. Su asesinato el 5 de diciembre de 1952 por miembros de la Liga Anticomunista, grupo paramilitar próximo a los colonos, conmocionó a todo el norte de África.

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La prensa preponderante se desencadena

El estallido de los disturbios

El 7 de diciembre se celebraron manifestaciones en todo Marruecos para denunciar el asesinato de Farhat Hached. En Casablanca, las protestas fueron especialmente intensas en las Canteras Centrales. La ira de los habitantes se expresó inicialmente mediante concentraciones pacíficas. Trabajadores, activistas nacionalistas y sindicalistas convocaron una huelga general para expresar su solidaridad con los tunecinos y su rechazo a la violencia colonial.
 Pero las tensiones no tardaron en aumentar. El aumento de la presencia de la policía francesa, que había acudido para sofocar cualquier protesta, avivó la ira de los manifestantes. Estallaron enfrentamientos entre los residentes y la policía, convirtiendo las calles del distrito en un campo de batalla. Las protestas, en principio pacíficas, se convirtieron en violentos disturbios.
Las fuerzas coloniales, sorprendidas por la amplitud de la movilización, reaccionaron con extrema brutalidad. La policía y el ejército se desplegaron en masa para dispersar a los manifestantes. Se disparó munición real, causando numerosas víctimas. Según fuentes históricas, varias decenas de personas murieron y centenares resultaron heridas.

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/97/19521210_-_Le_Petit_Marocain_-_Page_1.jpg

Las autoridades francesas también llevaron a cabo una oleada de detenciones. Activistas nacionalistas, sindicalistas y residentes ordinarios fueron arrestados en masa. Testimonios posteriores relataron escenas de violencia sin precedentes, marcadas por exacciones y actos de humillación contra los marroquíes.
A pesar de esta feroz represión, las revueltas de las Canteras Centrales tuvieron una amplia repercusión nacional e internacional. Demostraron el alcance del rechazo al régimen colonial.
Estos acontecimientos no se limitaron a Casablanca. Manifestaciones similares estallaron en varias ciudades marroquíes, mostrando la solidaridad de los marroquíes frente a la represión colonial. Los disturbios de diciembre de 1952 se convirtieron en un símbolo de la resistencia popular contra la opresión y dieron un nuevo impulso al movimiento nacionalista.

11 décembre

En la escena internacional, estos acontecimientos llamaron la atención sobre la situación de los países del Magreb bajo dominio colonial. Las reivindicaciones de los movimientos independentistas marroquíes ganaron en legitimidad, sobre todo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 Aún hoy, los disturbios de diciembre de 1952 permanecen grabados en la memoria colectiva de Marruecos, y especialmente de Casablanca. Son un recordatorio de los sacrificios realizados por la libertad y de la importancia de la solidaridad entre los pueblos del Magreb en su búsqueda de la emancipación.

Casablanca 1952: la arquitectura al servicio de la lucha anticolonial o de la contrarrevolución


Léopold Lambert, The Funambulist, 9/8/2018
Traducido por
Tlaxcala

Recientemente viajé a Argelia para hacer algunas investigaciones para mi próximo libro sobre el espacio del estado de emergencia francés; espero escribir pronto algunos de esos artículos no rigurosos al respecto pero, mientras tanto, me gustaría escribir un breve artículo sobre una lucha de liberación nacional contra el imperio colonial francés que generalmente mencionamos con menos frecuencia que la Revolución argelina: la lucha de liberación marroquí. Un momento de esa lucha reviste especial importancia a la hora de hablar de la relación entre colonialismo y arquitectura, sobre todo si se compara con las estrategias adoptadas por los sucesivos gobiernos franceses en Argelia en los años posteriores a ese momento concreto.
El acontecimiento en cuestión consiste en dos días de huelgas y manifestaciones organizadas por la Union. Générale des Syndicats Confédérés du. Maroc (UGSCM) y el principal partido nacionalista marroquí (Istiqlal) en diciembre de 1952, descritos con precisión por Jim House en un ensayo titulado 
L’impossible contrôle d’une ville coloniale ? [¿El control imposible de una ciudad colonial?] (Genèses vol. 86, 2012). Aunque este artículo está motivado en parte por el intento de traducir ciertos elementos de la descripción de House de la huelga de 1952 (a la que se dedica la primera parte de este artículo), también encuentra su motivación en la falta de consideración de su artículo por la transformación urbana masiva que las autoridades coloniales estaban llevando a cabo en ese momento. Este punto, y lo que nos dice sobre las responsabilidades de los arquitectos en la contrarrevolución colonial, será por tanto el tema de la segunda parte de este artículo.
 


 Farhat Hached (de traje oscuro) a la cabeza de una manifestación de la UGTT, la confederación sindical tunecina

Manifestación anticolonial en las Canteras Centrales de Casablanca 

El 5 de diciembre de 1952, el nacionalista y sindicalista tunecino Farhat Hached es asesinado en un complot en el que parecen estar implicadas las autoridades coloniales francesas en Túnez. Como respuesta transnacional, la UGSCM marroquí y el Istiqlal organizaron una huelga general en Marruecos el 7 de diciembre. La huelga se originó en el barrio de chabolas de Carrières Centrales (ahora Hay Mohammadi) en Casablanca, donde vivían más de 130.000 personas colonizadas. Algunos de ellos se habían trasladado allí desde las zonas rurales del país; otros habían sido desplazados del centro de la ciudad en 1938, después de que una epidemia de fiebre tifoidea sirviera de pretexto a las autoridades para destruir los pequeños barrios de chabolas adyacentes a los "barrios europeos" y expulsar a sus habitantes fuera de lo que entonces eran los límites de la ciudad. 
El chabolismo masivo que existía a principios de la década de 1950 fue visto por las autoridades francesas como una amenaza política para el orden colonial -veremos en la segunda parte en qué consistió la estrategia contrarrevolucionaria que siguió-. En consecuencia, se puso en marcha un plan específico de represión para responder a cualquier movimiento anticolonial en las Carrières Centrales: además de los agentes de policía franceses y marroquíes (estos últimos a las órdenes del Majzén), las autoridades coloniales idearon varios niveles de refuerzos militares como tiradores marroquíes o senegaleses, goums (unidades militares bereberes) y otras ramas del ejército colonial.

 La huelga organizada originalmente por el Istiqlal se conocía como la “huelga del ratón”. Consistía en negarse a salir de casa para ir a trabajar. Sin embargo, la noche del 7 de diciembre, los pregoneros circularon por el barrio de chabolas para declarar que la huelga estaba prohibida y que todo el mundo debía abrir sus comercios como en un día normal. Momentos después, la policía abrió fuego contra los vecinos que les habían lanzado piedras en respuesta a la prohibición. Los manifestantes se concentraron frente a la comisaría local; algunos murieron por disparos. La policía comenzó entonces a registrar el poblado de chabolas, entrando sistemáticamente en las casas y deteniendo a activistas nacionalistas. Al día siguiente, los colonos que vivían cerca fueron evacuados y la policía volvió a disparar en el barrio, matando a un muchacho de 15 años que había estado cavando una zanja dentro de su casa para proteger a su familia. 
El 8 de diciembre por la tarde se organizó una marcha multitudinaria, que salió de los barrios marroquíes pobres y se dirigió al centro de la ciudad, hacia la Casa de los Sindicatos, donde estaba prevista una reunión. Al describir los acontecimientos, la prensa francesa se refirió a un "intento de invasión de la ciudad europea". La policía disparó y mató al menos a 14 personas de la procesión. Muchas otras personas fueron detenidas. Un pequeño número fue liberado en medio de una multitud de colonos que les atacaron. Mientras tanto, se solicitaron grandes refuerzos militares para acordonar los barrios pobres marroquíes. Aviones de reconocimiento sobrevolaron a baja altura estos barrios en un esfuerzo que era tanto de vigilancia como de intimidación. Asimismo, tanques ligeros y ametralladoras desfilaron por las Carreras Centrales. En el propio distrito, la policía marroquí obligó a los residentes a abrir sus tiendas y destruyó las que permanecían cerradas, en lo que prefiguró la respuesta francesa a la huelga general organizada por el FLN en Argelia cinco años después.
En los días siguientes, miles de policías y soldados se desplegaron en los barrios marroquíes y 1.206 personas fueron declaradas culpables de alteración del orden público por los tribunales coloniales. Algunos de los manifestantes detenidos fueron torturados con electricidad en las comisarías, un presagio de los años siguientes de la revolución argelina (1954-1962). 51 sindicalistas franceses próximos al movimiento nacionalista marroquí también fueron deportados a Francia. 
Como suele ocurrir en las masacres coloniales (el Estado tiene interés en impedir que existan archivos), el número de manifestantes muertos durante estos días de represión sigue sin estar claro, pero se cree que osciló entre 100 y 300 (Jim House, "L'impossible contrôle d'une ville coloniale?", 2012).


El Plan Écochard y el chabolismo. Hemeroteca del Ministerio de Vivienda marroquí


Arquitectos y contrarrevolución 
 

Como se ha mencionado anteriormente, la información proporcionada por Jim House en su ensayo es extremadamente valiosa, pero tampoco menciona cómo las Carrières Centrales fueron al mismo tiempo el lugar de una drástica transformación urbana que sigue siendo bien conocida en la historia de la arquitectura actual. Por lo tanto, la narrativa política e histórica no implica a la arquitectura y, como era de esperar, la mayoría de las narrativas arquitectónicas no implican la violencia del colonialismo o lo hacen con demasiado poco énfasis. 
Siendo director del Departamento de Planificación Urbana de Marruecos (1946 a 1952), el arquitecto y urbanista francés Michel Écochard diseñó un plan director para las Carrières Centrales con su colectivo, cuyo nombre, GAMMA por Grupo de Arquitectos Modernas Marroquíes, induce a error en cuanto al tipo de arquitectos implicados (“marroquíes” significa aquí franceses y occidentales en Marruecos, como Shadrach Woods o Georges Candilis).
Como ya se ha dicho, este plan director y su reconocible cuadrícula de 8×8 metros, así como sus intentos (más o menos orientalistas) de adaptarlo a la población marroquí, pertenecen a la historia canónica de la arquitectura. En las raras ocasiones en que se menciona el contexto político de este proyecto (no “simplemente” el orden colonial francés en Marruecos, sino también la supresión del movimiento nacionalista marroquí), este contexto se entiende como el trasfondo del proyecto, más que como su propia esencia. 
Esta es, en mi opinión, una dimensión fundamental para entender no sólo el papel de la arquitectura aquí, no sólo la relación que la arquitectura tiene con el colonialismo, sino, más ampliamente, la propia función de la arquitectura en la cristalización y la imposición de órdenes políticos (y, quizás en las más raras ocasiones, del desorden).
En otras palabras, no debería sorprendernos simplemente el hecho de que la masacre de 1952 se produjera mientras estaba en marcha la transformación urbana del poblado chabolista, sino que deberíamos ver esta transformación como el esfuerzo colonial por silenciar el movimiento anticolonial, como ocurriría más tarde en Argelia a finales de la década de 1950 con la construcción de complejos residenciales masivos por parte de las autoridades francesas como la segunda oleada contrarrevolucionaria (después y al mismo tiempo que la oleada judicial y militar) contra la revolución anticolonial. Por supuesto, el proyecto en sí no fue una respuesta a la huelga de 1952, sino más bien una respuesta preventiva a dicha lucha política. 
Afirmar esto no es sugerir que la historia deba releerse a través del prisma de una conspiración colonial en la que participaron arquitectos y urbanistas en todos los niveles de la toma de decisiones militares y administrativas. Personalmente, no he leído ningún relato que implique a Écochard y a los militares sobre los rasgos contrarrevolucionarios de su proyecto urbano, y no sé si existe alguno, al igual que no lo hice con Fernand Pouillon en Argel unos años más tarde. 
Sin embargo, el grado de intencionalidad mostrado por los arquitectos a la hora de participar en el orden colonial es secundario cuando los clientes son precisamente los guardianes de ese orden, y los arquitectos miembros de la sociedad colonial. Además, con su extremo énfasis en la racionalidad, la arquitectura moderna, quizás más que ninguna otra, encarna el paradigma espacial ideal cuando se trata de controlar a la población (véase este artículo de 2014 sobre Brasilia, por ejemplo) y enmarcar la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana de sus residentes. 
Por tanto, los diversos complejos modernistas construidos por las autoridades coloniales francesas en Marruecos y Argelia deben verse, tanto política como operativamente, como lo que son: armas arquitectónicas contrarrevolucionarias.


El edificio “Nid d'Abeilles” [Nido de abejas] diseñado por Georges Candilis y Sadrach Woods en 1952 y 2016. Fotos de Léopold Lambert

Arquitectura y revolución anticolonial

 Como he dicho muchas veces en The Funambulist, estoy convencido de que la arquitectura tiene propensión a encarnar el orden colonial. Su violencia intrínseca materializa fácilmente los muros que el Estado colonial necesita para mantenerse, y nada es más fácil que extruir una línea trazada en un mapa donde las fronteras son construcciones coloniales. Una parte de mí sigue creyendo que se puede lograr un diseño anticolonial si se está dispuesto de algún modo a abrazar esa violencia intrínseca en favor de una agenda anticolonial. Sin embargo, la relación entre arquitectura y revolución anticolonial nunca es mayor que cuando el orden encarnado por la primera se subvierte (voluntaria o involuntariamente) en favor de la segunda. Aunque la liberación de Marruecos tuvo lugar en 1956, y es dudoso que tal proceso ya se hubiera logrado para entonces en el entramado Écochard de las Carrières Centrales, una visita a la arquitectura moderna del actual Hay Mohammadi sugiere sin duda tal subversión en la dificultad que incluso podríamos experimentar al intentar reconocerla.
Por supuesto, la subversión aquí se basaba principalmente en la apropiación de un espacio doméstico para las necesidades cotidianas, no en un esfuerzo político anticolonial; sin embargo, al igual que los arquitectos coloniales no necesitan contribuir voluntariamente al orden colonial para hacerlo, los residentes colonizados y poscoloniales (Hay Mohammadi sigue siendo hoy un barrio proletario) no necesitan subvertir voluntariamente ese orden para hacerlo.
Si se nos permite concluir con una última comparación con Argel, la Casba no necesitó ser transformada políticamente para constituir una condición espacial ideal para la revolución argelina; su existencia continuada en desacuerdo con la lógica colonial, así como su encarnación de una multitud de procesos racionales (en oposición a un proceso uniforme, siempre manifestado en un plan maestro), hicieron que lo fuera. Por ello, las fotografías siguientes, en comparación con la anterior del plan Écochard, representan menos la eficacia de una lucha anticolonial pasada que el símbolo de su potencial presente o futuro en la subversión del orden colonial que encarnan.

Abajo fotografías de Hay Mohammadi, Casablanca, de Léopold Lambert (2016).



Agradecimientos: este artículo solo ha podido escribirse hoy gracias a una invitación a Hay Mohammadi de las amigas Karima El Kharraze y Hélène Harder en 2016, y a la generosa introducción de Karim Rouissi a la historia proletaria de la ciudad. También me gustaría aprovechar este párrafo adicional para decir que, por supuesto, he leído varios de los textos de Marion Von Osten sobre el tema, y por lo tanto estoy obligado a ser influenciado de una manera u otra por su trabajo en este artículo; sin embargo, sigo siendo incapaz de articular una respuesta a ella porque su discurso parece estar formulado más para los fines de la historia de la arquitectura que para la historia del colonialismo y los movimientos anticoloniales abordados a través de la perspectiva de la arquitectura, como me interesa hacer.

LÉOPOLD LAMBERT
Casablanca 1952 : l’architecture au service de la lutte anticoloniale ou de la contre-révolution


Léopold Lambert, The Funambulist, 9/8/2018
Traduit par
Tafsut Aït Baamrane, Tlaxcala

Je me suis récemment rendu en Algérie pour faire quelques recherches en vue de mon prochain livre consacré à l’espace de l’état d’urgence français ; j’espère écrire bientôt quelques-uns de ces articles non rigoureux à ce sujet mais, en attendant, j’aimerais écrire un court article sur une lutte de libération nationale contre l’empire colonial français que nous évoquons généralement moins souvent que la Révolution algérienne : la lutte de libération marocaine. Un moment de cette lutte revêt une importance particulière lorsqu’il s’agit d’évoquer la relation entre le colonialisme et l’architecture, notamment en la comparant aux stratégies adoptées par les gouvernements français successifs en Algérie dans les années qui suivront ce moment spécifique. 

L’événement dont il est question ici consiste en deux journées de grève et de manifestations organisées par l’Union. Générale des Syndicats Confédérés du. Maroc (UGSCM) et le principal parti nationaliste marocain (Istiqlal) en décembre 1952, décrites avec précision par Jim House dans un essai intitulé « L’impossible contrôle d’une ville coloniale ? ».(Genèses vol. 86, 2012). Bien que cet article soit partiellement motivé par la tentative de traduire certains éléments de la description de la grève de 1952 par House (ce à quoi la première partie de cet article est consacrée), il trouve également sa motivation dans l’absence, dans son article, de considération pour la transformation urbaine massive que les autorités coloniales entreprenaient à l’époque. Ce point, ainsi que ce qu’il nous apprend sur les responsabilités des architectes dans la contre-révolution coloniale, fera donc l’objet de la deuxième partie de cet article.


Farhat Hached (en costume sombre) en tête d'une manifestation de l'UGTT, la confédération syndicale tunisienne


Une manifestation anticoloniale dans les Carrières Centrales de Casablanca

Le 5 décembre 1952, le nationaliste et syndicaliste tunisien Ferhat Hached est assassiné dans un complot qui semble impliquer les autorités coloniales françaises en Tunisie. En guise de réponse transnationale, l’UGSCM marocaine et l’Istiqlal organisent une grève générale au Maroc le 7 décembre. Cette grève trouve son origine dans le bidonville des Carrières Centrales (aujourd’hui Hay Mohammadi) à Casablanca, où vivent plus de 130 000 colonisés. Certains d’entre eux ont quitté les zones rurales du pays pour venir s’installer ici ; d’autres ont été déplacés en 1938 du centre-ville après qu’une épidémie de typhoïde a servi de prétexte aux autorités pour détruire les petits bidonvilles adjacents aux « quartiers européens » et expulser leurs habitants en dehors de ce qui était alors les limites de la ville. 

Le bidonville massif qui existe donc au début des années 1950 est considéré par les autorités françaises comme une menace politique pour l’ordre colonial - nous verrons dans la deuxième partie en quoi a consisté la stratégie contre-révolutionnaire qui s’en est suivie. En conséquence, un plan de répression spécifique est mis en place pour répondre à tout mouvement anticolonial dans les Carrières Centrales : en plus des policiers français et marocains (ces derniers étant sous les ordres du makhzen), les autorités coloniales imaginent plusieurs niveaux de renforts militaires tels que des tirailleurs marocains ou sénégalais, des goums (unités militaires berbères), et d’autres branches de l’armée coloniale.

La grève organisée à l’origine par l’Istiqlal est appelée « grève des souris ». Elle consiste à refuser de sortir de chez soi pour aller travailler. Dans la soirée du 7 décembre cependant, des crieurs publics circulent dans le bidonville pour déclarer que la grève est interdite et que tout le monde devra ouvrir son magasin comme un jour normal. Quelques instants plus tard, la police ouvre le feu sur les habitants qui leur jetaient des pierres en réponse à l’interdiction. Les manifestants se rassemblent devant le poste de police local ; certains sont tués par balle. Les policiers entreprennent alors de fouiller le bidonville et pénètrent systématiquement dans les maisons, tandis que des militants nationalistes sont arrêtés. Le lendemain, les colons qui vivent à proximité sont évacués et de nouveaux tirs sont effectués par la police dans le quartier, tuant notamment un garçon de 15 ans qui creusait une tranchée à l’intérieur de sa maison pour protéger sa famille.

Dans l’après-midi du 8 décembre, une marche massive est organisée, quittant les quartiers pauvres marocains et se dirigeant vers le centre-ville, vers la Maison des Syndicats, où une réunion est prévue. En décrivant les événements, la presse française évoque une « tentative d’invasion de la ville européenne ». La police tire et tue au moins 14 personnes dans le cortège. De nombreuses autres personnes sont arrêtées. Certaines sont relâchées en petit nombre au milieu d’une foule de colons qui les agressent. Pendant ce temps, d’importants renforts militaires sont appelés pour circonscrire les quartiers pauvres marocains. Des avions de reconnaissance volent à basse altitude au-dessus de ces quartiers dans un effort qui relève autant de la surveillance que de l’intimidation. De même, des chars légers et des mitrailleuses paradent autour des Carrières Centrales. Dans le quartier lui-même, la police marocaine oblige les habitants à ouvrir leurs magasins et détruit ceux qui restent fermés, dans ce qui préfigure la réponse française à la grève générale organisée par le FLN en Algérie cinq ans plus tard.

Dans les jours qui suivent, des milliers de policiers et de soldats sont déployés dans les quartiers marocains et 1206 personnes sont jugées coupables d’atteinte à lordre public par les tribunaux coloniaux. Certains des manifestants arrêtés sont torturés à l’électricité dans les commissariats - préfigurant là encore les années suivantes de la révolution algérienne (1954-1962). 51 syndicalistes français, proches du mouvement nationaliste marocain, sont également expulsés vers la France.

Comme c’est souvent le cas dans les massacres coloniaux (l’État ayant tout intérêt à empêcher les archives d’exister), le nombre de manifestants tués au cours de ces journées de répression reste flou, mais se situerait entre 100 et 300. (Jim House, « L’impossible contrôle d’une ville coloniale ? », 2012).

 
Le Plan Écochard et le bidonville. Photothèque du ministère de l’habitat marocain


Les architectes et la contre-révolution

Comme mentionné plus haut, les informations fournies par Jim House dans son essai sont extrêmement précieuses, mais omettent également de mentionner comment les Carrières Centrales ont été en même temps le lieu d’une transformation urbaine drastique qui reste aujourd’hui bien connue dans l’histoire de l’architecture. Le récit politique et historique n’implique donc pas l’architecture et, sans surprise, la plupart des récits architecturaux n’impliquent pas la violence du colonialisme ou le font avec trop peu d’insistance. 

Alors qu’il était directeur de la Direction de l’urbanisme du Maroc (1946 à 1952), l’architecte et urbaniste français Michel Écochard a conçu un plan directeur pour les Carrières Centrales, avec son collectif, dont le nom, GAMMA pour Groupe d’Architectes Modernes Marocains, trompe sur le type d’architectes impliqués (« marocains » signifie ici français et occidentaux au Maroc, comme Shadrach Woods ou Georges Candilis).

Comme mentionné ci-dessus, ce plan directeur et sa grille reconnaissable de 8×8 mètres, ainsi que ses tentatives (plus ou moins orientalistes) de l’adapter à la population marocaine, appartiennent à l’histoire canonique de l’architecture. Dans les rares occasions où le contexte politique de ce projet est mentionné (pas « simplement » l’ordre colonial français au Maroc, mais aussi la suppression du mouvement nationaliste marocain), ce contexte est compris comme l’arrière-plan du projet, plutôt que comme son essence même.

Il s’agit, à mon avis, d’une dimension fondamentale pour comprendre, non seulement le rôle de l’architecture ici, non seulement la relation que l’architecture entretient avec le colonialisme, mais plus largement, la fonction même de l’architecture dans la cristallisation et l’application des ordres politiques (et, dans de très rares occasions peut-être, des désordres).


En d’autres termes, nous ne devrions pas simplement être frappés par le fait que le massacre de 1952 s’est produit alors que la transformation urbaine du bidonville était en cours - nous devrions considérer cette transformation comme l’effort colonial pour faire taire le mouvement anticolonial, comme ce sera plus tard le cas en Algérie à la fin des années 1950 avec la construction de complexes résidentiels massifs par les autorités françaises comme la deuxième vague contre-révolutionnaire (après et en même temps que la vague judiciaire et militaire) contre la révolution anticoloniale. Bien sûr, le projet lui-même n’est pas une réponse à la grève de 1952, mais il constitue plutôt une réponse préventive à une telle lutte politique.

Affirmer cela n’est pas une proposition pour relire l’histoire à travers le prisme d’une conspiration coloniale impliquant des architectes et des urbanistes à tous les niveaux des décisions militaires et administratives. Je n’ai personnellement pas lu de compte-rendu impliquant Ecochard et les militaires sur les caractéristiques contre-révolutionnaires de son projet urbain et je ne sais pas s’il en existe - pas plus que pour Fernand Pouillon à Alger quelques années plus tard.

Cependant, le degré d’intentionnalité manifesté par les architectes lorsqu’il s’agit de participer à l’ordre colonial est secondaire lorsque les clients sont précisément les gardiens de cet ordre, et que les architectes sont des membres de la société de colonisation. De plus, par sa valorisation extrême de la rationalité, l’architecture moderne, peut-être plus que toute autre, incarne le paradigme spatial idéal lorsqu’il s’agit de contrôler la population (voir cet article de 2014 sur Brasilia par exemple) et d’encadrer la plupart des aspects de la vie quotidienne de ses résidents.

Les différents ensembles modernistes construits par les autorités coloniales françaises au Maroc et en Algérie doivent donc être considérés, tant au niveau politique qu’opérationnel, pour ce qu’ils sont : des armes architecturales contre-révolutionnaires.


L’immeuble dit « Nid d’Abeilles » conçu par Georges Candilis et Sadrach Woods en 1952 et en 2016. Photos Léopold Lambert.

 L’architecture et la révolution anticoloniale

Comme je l’ai exprimé à maintes reprises sur The Funambulist, je suis convaincu que l’architecture a une propension à incarner l’ordre colonial. Sa violence intrinsèque matérialise facilement les murs dont l’État colonial a besoin pour se maintenir, et rien n’est plus facile que d’extruder une ligne tracée sur une carte où les frontières sont des constructions coloniales. Une partie de moi croit encore qu’un design anticolonial peut être réalisé si, d’une manière ou d’une autre, on accepte d’embrasser une telle violence intrinsèque en faveur d’un programme anticolonial. Néanmoins, la relation entre l’architecture et la révolution anticoloniale n’est jamais plus grande que lorsque l’ordre incarné par la première est subverti (volontairement ou non) en faveur de la seconde. Bien que la libération du Maroc ait eu lieu en 1956 et qu’il soit douteux qu’un tel processus ait déjà été réalisé à ce moment-là dans la grille Écochard des Carrières Centrales, la visite de l’architecture moderne de l’actuel Hay Mohammadi suggère certainement une telle subversion dans la difficulté que nous pourrions même éprouver en essayant de la reconnaître. 

Bien sûr, la subversion ici était principalement basée sur l’appropriation d’un espace domestique pour les besoins quotidiens, et non sur l’effort politique anticolonial ; cependant, tout comme les architectes colons n’ont pas besoin de contribuer volontairement à l’ordre colonial pour le faire, les résidents colonisés et post-coloniaux (Hay Mohammadi reste aujourd’hui un quartier prolétaire ) n’ont pas besoin de subvertir volontairement cet ordre pour le faire. 

Si nous pouvons conclure par une ultime comparaison avec Alger, la Casbah n’a pas eu besoin d’être transformée politiquement pour constituer une condition spatiale idéale pour la révolution algérienne, son existence continue en décalage avec la logique coloniale, ainsi que son incarnation d’une multitude de processus rationnels (par opposition à un processus uniforme, toujours manifesté dans un plan directeur), l’ont rendue ainsi. Que les photographies suivantes, en comparaison avec la précédente du plan Ecochard, représentent donc moins l’efficacité d’une lutte anticoloniale passée, que le symbole de sa potentialité au présent ou au futur dans la subversion de l’ordre colonial qu’elles incarnent.

Ci-dessous des photographies de Hay Mohammadi, Casablanca
par Léopold Lambert (2016)



Remerciements : cet article n’a pu être écrit aujourd’hui que grâce à l’invitation à Hay Mohammadi des amies Karima El Kharraze et Hélène Harder en 2016, et à la généreuse introduction à l’histoire prolétarienne de la ville par Karim Rouissi. Je profite également de ce paragraphe supplémentaire pour dire que j’ai bien sûr lu plusieurs textes de Marion Von Osten sur la question, et que je suis donc forcément influencé d’une manière ou d’une autre par son travail dans cet article ; pourtant, je reste incapable d’articuler une réponse à celui-ci car son discours semble être formulé davantage pour les besoins de l’histoire de l’architecture que pour l’histoire du colonialisme et des mouvements anticoloniaux abordée à travers la perspective de l’architecture, comme cela m’intéresse de le faire.