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30/05/2021

Las mujeres que preservaron la historia de la masacre racista de Tulsa (31 de mayo-1° de junio de 1921)

Victor Luckerson , The New Yorker, 28/5/2021
Traducido por Sinfo Fernández y Fausto Giudice
   

Victor Luckerson es un periodista y escritor nacido en Alabama que lleva investigando hechos ignorados de la historia de USA desde su primer año de universidad, cuando escribió sobre la turba blanca que atacó al primer estudiante negro de la Universidad de Alabama en 1956. Desde entonces ha viajado a Richmond (Virginia) para explicar la historia del monumento a Robert E. Lee y la Causa Perdida, ha visitado los institutos de Selma (Alabama) para relatar el papel que desempeñaron los adolescentes en el Movimiento por los Derechos Civiles y se ha sentado con los descendientes de la violencia racista en Rosewood (Florida), que figuran entre los únicos negros de la historia de USA que han recibido indemnizaciones. Ahora su trabajo le ha llevado a Tulsa para investigar, más allá de la mitología de "Black Wall Street", a la gente que prosperó y luchó en el barrio de Greenwood. En junio de 2019, se trasladó a Tulsa, para investigar más allá del mito del “Black Wall Street Negro”, sobre las personas que prosperaron y lucharon en el barrio de Greenwood. Su investigación se publica en un boletín, Run it back, y será objeto de un libro, Built from the Fire, que se publicará en 2022.

El trabajo de Victor se basa en sus años como periodista de tecnología y economía para la revista Time y The Ringer. En ese puesto criticó el papel que desempeñan las megacorporaciones en la remodelación de nuestros entornos urbanos y cómo la mercantilización de la cultura se está acelerando gracias a plataformas como Instagram y Airbnb. Estas tendencias afectan a las comunidades negras en el mundo real, que a menudo están en el lado perdedor de la gentrificación y el aumento de los precios de la vivienda. Su trabajo actual en esta área está explorando cómo las consecuencias económicas causadas por el coronavirus, y los compromisos con la justicia racista por parte de las corporaciones tras el asesinato de George Floyd, tendrán un impacto en las comunidades negras.

Victor fue durante dos años redactor jefe del diario de la Universidad de Alabama y cofundador de una revista en línea dedicada a tratar temas importantes del campus. Durante su etapa como periodista estudiantil, se encargó de la cobertura del racismo estructural en el sistema de las universidades blancas, la presencia de monumentos confederados en el campus y la corrupción en las elecciones del gobierno estudiantil. A medida que estos temas han llegado a dominar el diálogo nacional, ha recurrido a experiencias de hace una década para conformar mejor sus reportajes y perspectivas. @VLuck

Dos escritoras negras pioneras no han recibido el reconocimiento que merecen por la crónica de uno de los crímenes más graves vividos en el país.


En 1921, la masacre racista de Tulsa devastó la comunidad negra de Greenwood al causar la muerte de 300 personas. Foto Biblioteca del Congreso

Después de dar una clase nocturna de mecanografía, Mary E. Jones Parrish se sumía en la lectura de un buen libro cuando su hija Florence Mary notó algo extraño fuera. “Madre”, dijo Florence, “veo hombres con armas”. Era el 31 de mayo de 1921, en Tulsa. Un grupo grande de hombres negros armados se había congregado debajo del apartamento de Parrish, situado en el próspero distrito comercial negro de la ciudad conocido como Greenwood. Al salir, Parrish se enteró de que un adolescente negro llamado Dick Rowland había sido arrestado por una falsa acusación de intento de violación, y que sus vecinos planeaban marchar al juzgado para intentar protegerlo.

 

Poco después de que los hombres se fueran, Parrish oyó disparos. Luego, los incendios iluminaron el cielo nocturno cuando los edificios situados al oeste de su casa comenzaron a arder. El intento de proteger a Rowland había salido terriblemente mal y acabó en un caótico tiroteo en el juzgado. Ahora, una turba blanca fuertemente armada se dedicaba a atemorizar todo Greenwood, empeñada en una violenta venganza. Parrish, que vivía justo al norte de las vías del tren que dividían los dos mundos segregados de Tulsa, pudo ver desde la ventana de su apartamento cómo crecía la turba. Observó una escaramuza campal entre tiradores blancos y negros al otro lado de las vías del tren, y luego vio cómo varios hombres blancos subían una ametralladora a lo alto de un molino de grano y hacían llover balas sobre su barrio. En lugar de huir, Parrish se quedó en Greenwood y documentó lo que vio, oyó y sintió. “No tenía ningún deseo de huir”, recuerda. “Me olvidé de la seguridad personal y me embargó un deseo incontrolable de ver el resultado de la refriega”.

 

La joven de treinta años fue testigo presencial de la masacre racista de Tulsa, que mató a 300 personas y dejó más de mil hogares destruidos. Aunque Parrish ya había tenido éxito en Tulsa como educadora y empresaria, la masacre la obligó a convertirse en periodista y autora para escribir sus propias experiencias y recoger los relatos de muchos otros. Su libro “Events of the Tulsa Disaster [Acontecimientos del desastre de Tulsa], publicado en 1923, fue el primer relato detallado, y el más visceral, de cómo los residentes de Greenwood vivieron la masacre.

 

Cuando el atentado se desvaneció en la oscuridad en las décadas siguientes, también lo hicieron Parrish y su pequeño libro rojo. Pero, a partir de los años setenta, cuando el suceso fue ganando poco a poco la atención nacional, la obra de Parrish se convirtió en una fuente primaria vital para los escritos de otras personas. Sin embargo, su vida siguió siendo desconocida, incluso cuando los hechos que había reunido -como varios relatos de primera mano sobre el uso de aviones para vigilar o atacar Greenwood- se convirtieron en la base de la comprensión de la nación sobre la masacre. Sin embargo, ella fue, literalmente, relegada a las notas a pie de página de la historia.

Les femmes qui ont préservé l'histoire du massacre raciste de Tulsa (31 mai-1er juin 1921)

 

VictorLuckerson , The New Yorker, 28/5/2021

Traduit par Fausto Giudice

Victor Luckerson est un journaliste et un écrivain originaire de l’Alabama qui se penche sur les pages inédites de l'histoire des USA depuis sa première année d'université, lorsqu'il a écrit sur la foule blanche qui a attaqué le premier étudiant noir de l'université d'Alabama en 1956. Depuis lors, il s'est rendu à Richmond, en Virginie, pour expliquer l'histoire du monument à Robert E. Lee et de la Cause perdue, a visité les lycées de Selma, en Alabama, pour relater le rôle joué par les adolescents dans le mouvement des droits civiques, et s'est assis avec les descendants des victimes de la violence raciste à Rosewood, en Floride, qui sont parmi les seuls Noirs de l'histoire des USA à avoir reçu des réparations. En juin 2019, il s’est établi à Tulsa, pour faire des recherches au-delà du mythe du « Wall Street Noir », sur les personnes qui ont prospéré et lutté dans le quartier de Greenwood. Ses recherches sont publiées dans une lettre d’information, Run it back, et feront l’objet d’un livre, Built from the Fire, à paraître en 2022.

Le travail de Victor s'inspire de ses années en tant que journaliste spécialisé dans la technologie et les affaires pour le magazine Time et The Ringer. À ce titre, il a critiqué le rôle que jouent les méga-entreprises dans le remodelage de nos environnements urbains et la façon dont la marchandisation de la culture est accélérée par des plateformes comme Instagram et Airbnb. Ces tendances ont des effets concrets sur les communautés noires, qui sont souvent du côté des perdants de la gentrification et de la montée en flèche des prix du logement. Son travail actuel dans ce domaine consiste à explorer les retombées économiques causées par le coronavirus et l’impact sur les communautés noires des engagements en faveur de la justice raciale pris par les entreprises après le meurtre de George Floyd.

Victor a été pendant deux ans le rédacteur en chef du quotidien de l'université d'Alabama et le cofondateur d'un magazine en ligne consacré aux problèmes importants du campus. En tant que journaliste étudiant, il a dirigé la couverture du racisme structurel dans le système de fraternité des universités blanches, de la présence de monuments confédérés sur le campus et de la corruption dans les élections du gouvernement étudiant. Ces questions ayant pris une place prépondérante dans le débat national, il s'est inspiré d'expériences vécues il y a dix ans pour façonner ses reportages et son point de vue. @VLuck

Deux écrivaines noires pionnières n'ont pas reçu la reconnaissance qu'elles méritaient pour avoir relaté l'un des crimes les plus graves du pays.

En 1921, le massacre raciste de Tulsa a dévasté la communauté noire de Greenwood, faisant jusqu'à trois cents morts. Photographie Bibliothèque du Congrès

Après avoir donné un cours du soir de dactylographie, Mary E. Jones Parrish était plongée dans un bon livre lorsque sa fille Florence Mary a remarqué quelque chose d'étrange à l'extérieur. « Mère »,  dit Florence, « Je vois des hommes avec des armes à feu ».  C'était le 31 mai 1921, à Tulsa. Un groupe important d'hommes noirs armés s'était rassemblé sous l'appartement de Parrish, situé dans le quartier d'affaires noir prospère de la ville, connu sous le nom de Greenwood. En sortant, Parrish a appris qu'un adolescent noir nommé Dick Rowland avait été arrêté sur la base d'une fausse allégation de tentative de viol, et que ses voisins prévoyaient de se rendre au palais de justice pour tenter de le protéger.


Peu après le départ des hommes, Parrish a entendu des coups de feu. Puis des incendies ont illuminé le ciel nocturne lorsque les bâtiments situés à l'ouest de sa maison ont commencé à brûler. La tentative de protéger Rowland avait terriblement mal tourné, aboutissant à une fusillade chaotique devant le palais de justice. Maintenant, une foule blanche lourdement armée s'abattait sur tout Greenwood, prête à se venger violemment. Parrish, qui vivait juste au nord de la voie ferrée séparant les deux mondes ségrégués de Tulsa, observait de la fenêtre de son appartement la progression de la foule. Elle a observé une escarmouche entre des tireurs blancs et noirs de l'autre côté de la voie ferrée, puis a vu des hommes blancs hisser une mitrailleuse au sommet d'un moulin à grains et faire pleuvoir des balles sur son quartier. Au lieu de s'enfuir, Parrish est restée à Greenwood et a consigné ce qu'elle a vu, entendu et ressenti. « Je n'avais aucune envie de fuir », se souvenait-elle. « J'ai oublié ma sécurité personnelle et j'ai été saisie d'un désir incontrôlable de voir l'issue de la mêlée ».

 

Cette jeune femme de 31 ans a été un témoin oculaire du massacre raciste de Tulsa, qui a fait 300 morts et détruit plus de mille maisons. Bien que Mme Parrish ait déjà connu le succès à Tulsa en tant qu'éducatrice et chef d'entreprise, le massacre l'a poussée à devenir journaliste et auteure, à consigner ses propres expériences et à recueillir les récits de nombreuses autres personnes. Son livre Events of the Tulsa Disaster (Evénements de la catastrophe de Tulsa), publié en 1923, a été le premier et le plus viscéral récit détaillé sur la façon dont les habitants de Greenwood ont vécu le massacre.

Espagne 2050, l’ "invasion" de Ceuta et le délire du "Grand Remplacement" : pas d’avenir sans confrontation avec l’histoire

Pablo Elorduy, El Salto, 22/5/2021

Traduit par Fausto Giudice

Pablo Elorduy (Madrid, 1978) est l'un des fondateurs du média espagnol El Salto, il dirige et coordonne la section consacrée à la politique espagnole. Il a étudié l'histoire de l'art.

Le gouvernement de Pedro Sanchez présente son plan pour la future Espagne 2050 au cours d'une semaine où la mémoire du rôle e l’Espagne en Afrique est réapparue le long des clôtures de Ceuta et Melilla.

La pandémie a provoqué un désir de repli sur l'État-nation. L'opinion publique s'est repliée sur elle-même, en partie par deuil ou par incertitude face à l'avenir. L'extérieur génère des doutes, on est plus à l'abri en compagnie de démons familiers, de ce qui est connu. Mais, ce printemps, les sociétés frappées par le plus grand événement mondial de ce siècle - le coronavirus - se sont réveillées avec la réapparition consécutive de deux fantômes restés dans les placards du 20e  siècle : la situation dans les territoires occupés en Palestine et au Sahara occidental.

Il y a quelque chose de l'ancienne normalité dans les violents spasmes du système à Rabat et à Jérusalem. Mais ils sont aussi un avant-goût des prochains chapitres à venir. Dans le cas du conflit israélo-palestinien, les analystes écrivent qu'une nouvelle étape de mobilisation est en train de s'amorcer, marquée également par l'éloignement progressif d'une partie de l'establishment usaméricain de la doctrine selon laquelle « Israël a le droit de se défendre » par laquelle il justifie l'apartheid, les tirs de missiles et les attaques de drones ainsi que les expulsions de la population palestinienne.

La partie de l'histoire qui nous touche est celle relative au Maroc, au Sahara occidental - la 53e  province - à la décolonisation de l'Afrique et à la gestion des frontières extérieures de l'UE. La doctrine consistant à ne rien faire ne résout aucun problème ; le risque est que ces problèmes reviennent à un moment de volatilité et d'anxiété. C'est ce qui s'est passé cette semaine.

Las nuevas normas del emperador

Medea Benjamin y Nicolas J.S. Davies, CODEPINK, 25/5/2021

Traducido por S. Seguí


Medea Benjamin es cofundadora de
CODEPINK for Peace y autora de varios libros, entre ellos Inside Iran: The Real History and Politics of the Islamic Republic of Iran.

Nicolas J. S. Davies es periodista independiente, investigador de CODEPINK y autor de Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction of Iraq.

El mundo ha asistido horrorizado a la última matanza israelí perpetrada en Gaza de cientos de hombres, mujeres y niños. Gran parte del mundo está asimismo conmocionada por el papel de Estados Unidos en esta crisis, toda vez que es este país quien ha proporcionado a Israel las armas destinadas a matar a civiles palestinos, en violación del Derecho estadounidense e internacional, y quien ha bloqueado repetidamente la acción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, dirigida a imponer un alto el fuego o hacer que Israel rinda cuentas por sus crímenes de guerra.

En contraste con las acciones de Estados Unidos, en casi todos los discursos o entrevistas, el Secretario de Estado de ese país, Antony Blinken, sigue prometiendo mantener y defender el “orden basado en normas”. Pero nunca ha aclarado si se refiere a las normas universales de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, o a algún otro conjunto de normas aún no definido. ¿Qué normas podrían legitimar el tipo de destrucción que acabamos de presenciar en Gaza, y quién querría vivir en un mundo regido por ellas?


¡Israel tiene derecho a protegerse!
Los palestinos tienen derecho a...
¡Siguiente pregunta!
Cuestión palestina, por Pat Bagley, The Salt Lake Tribune, 20/5/2021

Hemos pasado ya muchos años protestando, por una parte, contra la violencia y el caos que Estados Unidos y sus aliados infligen a millones de personas en todo el mundo al violar la prohibición de la Carta de las Naciones Unidas contra las amenazas o el uso de la fuerza militar, y, por otra, siempre hemos insistido en que el gobierno de Estados Unidos debe cumplir con el orden basado en las normas del Derecho Internacional.

Pero incluso cuando las guerras ilegales de Estados Unidos y su apoyo a aliados como Israel y Arabia Saudí han reducido ciudades a escombros y han dejado a un país tras otro sumido en una violencia y un caos inextricables, los líderes estadounidenses se han negado a reconocer siquiera que las operaciones militares agresivas y destructivas de Estados Unidos y sus aliados violan el orden basado en normas de la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional.

Consideraciones a propósito del estatuto legal del presidente Iván Duque Márquez así como de las demás personas presuntamente responsables de las violaciones de derechos humanos en la República de Colombia y solicitud de orden internacional de arresto



   NOTA DE PRENSA

   29.05.2021

   pdf


Desde la Fundación Internacional de Derechos Humanos expresamos nuestra preocupación ante la gravedad, intensidad y extensión de las violaciones de derechos humanos registradas en la República de Colombia desde el 28 de abril de 2021, cuando se iniciaron los actos de protesta social en torno al “Paro Nacional”, convocado ante el intento de aprobar a una serie de reformas políticas (tributaria, salud, pensiones, etc.) muy lesivas para las familias trabajadoras de condición social más humilde,

Violaciones de Derechos Humanos que incluyen a mujeres, niños, personas con discapacidad y personas mayores, y que se concretan en: 3.405 casos de violencia policial (uso excesivo de la fuerza); de los 16 asesinatos cometidos por agentes de la autoridad (además de otros 27 casos que todavía se encuentran en proceso de verificación); de los 1.445 arrestos arbitrarios; de las 648 intervenciones tácticas violentas por parte de la Fuerza Pública; de las 47 personas que presentan lesión ocular grave; de los 175 casos de víctimas que presentan heridas por arma de fuego disparadas por agentes de la Policía; y de los 22 casos de violencia sexual (fuente: ONG Temblores, informe de fecha: 27 de mayo de 2021). Así como 179 casos de agresiones contra periodistas (fuente: Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, informe de fecha: 29 de mayo de 2021). Además de 346 desapariciones forzosas (fuente: Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, INDEPAZ, informe de fecha: 25 de mayo de 2021, con información elaborada a partir de datos de organizaciones sociales en las regiones, el listado de Defensoría del Pueblo, Temblores ONG, la misión de verificación en Cali y otras).

Además de las violaciones de derechos humanos que acabamos de señalar, cabe añadir los siguientes casos documentados por voluntarias de la misión de observación de la propia Fundación Internacional de Derechos Humanos, que, por tipología, comprenden: asesinatos extrajudiciales; uso excesivo de la fuerza; uso de armas de guerra contra manifestantes pacíficos; desapariciones forzadas; torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes; denegación de asistencia letrada a personas detenidas; violencia sexual; uso de personal civil armado (paramilitares); denegación de Habeas Corpus; violación del secreto de las comunicaciones sin control judicial; asalto a domicilios particulares sin mandato judicial; incriminación fraudulenta (montajes policiales); arrestos arbitrarios; censura informativa en grandes medios prensa nacional y redes sociales; atentados de bandera falsa; asesinato selectivo de líderes sociales; no colaboración con organismos internacionales de Derechos Humanos y hostigamiento a defensoras y defensores de Derechos Humanos; ataques a la libertad de Prensa; elaboración de bases de datos secretas con información ideológica sobre la ciudadanía; generación de noticias falsas, compra de bots y usuarios falsos para intoxicar la información en las redes sociales; amenazas de muerte; despidos laborales de activistas sociales, ataques contra personas especialmente vulnerables: infancia, personas de avanzada edad, personas con diversidad funcional; uso de medios militares contra el ejercicio pacífico de las libertades civiles de reunión, expresión, asociación, prensa, cátedra e ideología; utilización de vehículos de instituciones humanitarias para fines incompatibles con su propósito, como el traslado de tropas, secuestrados y municiones; infiltración ilegítima de organizaciones políticas pacíficas; actos de sabotaje; criminalización y deshumanización del adversario y del derecho de protesta pacífica.

Todos estos hechos se encuentran ampliamente documentados y difundidos, tanto en medios de comunicación y prensa internacional, como a través de dispositivos de captación de imágenes de decenas de miles de particulares independientes, sin concertación de voluntades ni conexión entre sí.