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09/10/2025

La lenta erosión de nuestro derecho a protestar contra la guerra y la atrocidad en Gran Bretaña debería preocuparnos a tod@s


Iain Overton, AOAV, 6 -10 -2025
Traducido por Tlaxcala


El 5 de octubre de 2025, la ministra del Interior laborista Shabana Mahmood anunció que la policía pronto podrá imponer restricciones a las protestas “repetidas”.

Los agentes recibirán nuevos poderes para evaluar el “impacto acumulativo” de las manifestaciones celebradas en el mismo lugar y, si lo consideran necesario, podrán ordenar a los organizadores moverse, acortar la duración del evento o reducir el número de participantes.
Es una reacción impulsiva.
La medida sigue a casi 500 arrestos en una protesta en Londres el día anterior, la mayoría por mostrar apoyo al grupo ahora prohibido Palestine Action.

Ella Baron, The Guardian

Mahmood insiste en que “no es una prohibición, sino restricciones y condiciones”.
Pero en realidad, es otro giro de tuerca en una erosión que lleva décadas debilitando el derecho británico a protestar contra la guerra y la atrocidad.

El razonamiento es conocido.
Los ministros afirman que las protestas repetidas pueden hacer que las comunidades judías se sientan “inseguras”, tras el asesinato de dos hombres frente a una sinagoga en Manchester (uno por el atacante, otro por disparos policiales).
Nadie cuestiona la gravedad del crimen ni la necesidad de luchar contra el antisemitismo.
Pero esta política se suma a un patrón legislativo que, durante veinticinco años, ha hecho cada vez más difícil disentir públicamente de las guerras.

El derecho a protestar no ha sido revocado, ha sido erosionado lentamente – de forma limpia, burocrática, casi imperceptible.

Todo comenzó con la Ley de Terrorismo de 2000, aprobada por el gobierno laborista de Tony Blair antes del 11 de septiembre, pero ampliada después.
Otorgaba a la policía poder para detener y registrar sin sospecha previa en zonas designadas.
Concebida para el antiterrorismo, pronto se utilizó contra manifestantes pacifistas.
En 2005, Walter Wolfgang, delegado laborista de 82 años, fue expulsado de la conferencia del partido por interrumpir al ministro de Exteriores sobre Irak y detenido bajo esa ley.
Su “delito”: disentir.

Ese mismo año, otra incisión: la Ley de Delincuencia Organizada y Policía de 2005, que prohibía protestas no autorizadas en un radio de un kilómetro del Parlamento.
Apuntaba directamente a Brian Haw, el manifestante anti-guerra cuyo campamento en Parliament Square incomodaba al gobierno.
Desde entonces, incluso leer los nombres de soldados caídos sin permiso se convirtió en delito.

En 2010, el gobierno de coalición prometió revertir esos excesos.
La Ley de Reforma Policial y Responsabilidad Social de 2011 derogó la zona de exclusión,
pero simultáneamente prohibió tiendas de campaña, sacos de dormir y megáfonos en Parliament Square.
Las vigilias prolongadas quedaron imposibilitadas.
Lo que la ley daba con una mano, lo quitaba con la otra.

En años posteriores surgieron amenazas más sutiles.
En 2015, las propuestas de Órdenes de Disrupción del Extremismo habrían permitido prohibir a individuos acusados de promover “extremismo no violento”.
Mientras tanto, se expandía la vigilancia policial: bases de datos de “extremistas domésticos” incluían ecologistas y pacifistas; agentes infiltraban grupos anti-guerra.

En la década de 2020, la erosión volvió a ser legislativa.
La Ley de Policía, Crimen, Sentencias y Tribunales de 2022 redefinió la protesta como una posible molestia, ampliando la discrecionalidad policial para restringir cualquier reunión, incluso una protesta solitaria, si causaba “malestar serio” o “más que una interrupción menor”.
El ruido pasó a ser motivo de arresto.

En 2023, la Ley de Orden Público añadió nuevos delitos:
“encadenarse” a edificios, cavar túneles para bloquear obras, o incluso portar herramientas que lo permitieran.
También creó las Órdenes de Prevención de Disrupción Grave, que pueden prohibir a ciertas personas asistir a protestas o promoverlas en redes sociales.

En julio de 2025, la exministra Yvette Cooper utilizó poderes antiterroristas para proscribir Palestine Action, un grupo no violento que apuntaba a fábricas de armas británicas que suministran a Israel.
Una medida sin precedentes: un movimiento pacifista listado junto a organizaciones yihadistas y neonazis.
Desde entonces, más de mil arrestos por simples expresiones de apoyo.
Amnistía Internacional lo calificó de “ataque sin precedentes al derecho a protestar”.
Las Naciones Unidas emitieron una inusual reprimenda.

Y el gobierno continúa.

La nueva doctrina del “impacto acumulativo” amenaza con criminalizar la frecuencia misma.
Una vigilia semanal podría considerarse excesiva.
La ministra promete revisar las leyes “para garantizar que los poderes sean suficientes”.
Una frase ominosa.

Los liberales demócratas advierten: no reducirá el antisemitismo, pero debilitará gravemente la libertad de reunión.
Los poderes creados para una crisis rara vez se abandonan en la siguiente.

El patrón es claro:
cada gobierno hereda las herramientas del anterior y las perfecciona.
Desde Blair hasta Starmer, de las zonas de exclusión a las órdenes de prevención, el resultado es una restricción acumulativa.
El país que una vez acogió una marcha de un millón de personas contra la guerra de Irak se ha convertido en un lugar donde uno puede ser arrestado por leer nombres en voz alta o sostener un cartel.

Los políticos insisten en que se trata de “equilibrio, no represión”.
Pero la democracia no está hecha para ser cómoda.
Requiere fricción, ruido y desacuerdo visible.

Cuando el Estado decide que una protesta es “demasiado frecuente” o “demasiado ruidosa”, ya no modera la disidencia: la administra.
Limita el derecho mismo a ser democrático.

No es una eliminación repentina del derecho, sino una muerte por mil cortes – desangrada por “restricciones y condiciones”, por eufemismos burocráticos que suenan razonables en el momento y lamentables en retrospectiva.

El anuncio de este fin de semana puede parecer una ajuste menor, pero es acumulativo.
Así, aunque protestar siga siendo legal, el espacio para hacerlo se ha reducido con cada nueva ley.

El desbridamiento prolongado de la disidencia política en Gran Bretaña ha sido limpio y silencioso.
Y precisamente por eso debería alarmarnos.

« Inacceptable : pulvériser de la peinture sur des avions militaires -Acceptable : tirer sur des Palestiniens faisant la queue pour de la nourriture » : Jon Farley, un enseignant retraité de 67, a été détenu pendant 6 heures et interrogé par la police antiterroriste de Leeds pour cette pancarte, reproduisant une affiche du magazine satirique Private Eye.

La lente érosion de notre droit à manifester contre la guerre et l’atrocité en Grande-Bretagne devrait tou·tes nous inquiéter


Iain Overton, AOAV, 6 /10 /2025
Traduit par Tlaxcala

 


Le 5 octobre 2025, la ministre de l’Intérieur travailliste, Shabana Mahmood, a annoncé que la police pourrait bientôt imposer des restrictions aux manifestations dites « répétées ».

Les agents disposeront de nouveaux pouvoirs pour évaluer « l’impact cumulatif » des rassemblements tenus au même endroit et, s’ils le jugent nécessaire, pourront ordonner aux organisateurs de se déplacer, de raccourcir la durée de l’événement ou d’en réduire le nombre de participants.
Cette mesure fait suite à près de 500 arrestations lors d’une manifestation à Londres la veille, la plupart pour avoir exprimé un soutien au groupe désormais interdit Palestine Action.

Ella Baron, The Guardian

Mahmood affirme qu’il ne s’agit « pas d’une interdiction, mais de restrictions et de conditions ».

Mais en réalité, c’est un nouveau tour de vis dans une lente érosion, depuis plusieurs décennies, du droit britannique de protester contre la guerre et l’atrocité.
Les ministres affirment que les manifestations répétées risquent de rendre les communautés juives « inquiètes pour leur sécurité », à la suite du meurtre de deux hommes devant une synagogue de Manchester (l’un par l’assaillant, l’autre tué par les tirs de la police).
Personne ne conteste la gravité de ce crime ni la nécessité de lutter contre l’antisémitisme.
Mais cette politique s’inscrit dans une tendance au tour de vis législatif qui, depuis vingt-cinq ans, rend le droit de contester la guerre de plus en plus difficile à exercer.
Cette loi accordait à la police le pouvoir d’arrêter et de fouiller sans motif dans des zones désignées.
Conçue pour la lutte antiterroriste, elle a rapidement été utilisée contre des militants pacifistes et anti-guerre.
En 2005, un délégué travailliste de 82 ans, Walter Wolfgang, fut expulsé du congrès du parti pour avoir interrompu le discours du ministre des Affaires étrangères sur l’Irak – et détenu en vertu de cette loi. Son crime : la dissidence.
Cette loi visait directement Brian Haw, le manifestant anti-guerre dont le campement de fortune à Parliament Square irritait les ministres et embarrassait le gouvernement.
Désormais, même lire à voix haute les noms des soldats britanniques morts en Irak sans autorisation policière devenait un acte criminel.
Manifester près de Westminster, symbole de la reddition de comptes, devenait un événement réglementé.
Le Police Reform and Social Responsibility Act 2011 abrogea la zone d’exclusion…
Mais il interdit simultanément les tentes, le matériel de couchage et les mégaphones à Parliament Square.
Les veillées prolongées, emblématiques de l’activisme pacifiste, devenaient impossibles.
Ce que la loi donnait d’une main, elle le retirait de l’autre.
En 2015, les Extremism Disruption Orders proposés auraient permis d’interdire des individus accusés de promouvoir un « extrémisme non violent ».
L’ambiguïté du terme alarma les défenseurs des libertés civiles.
Pendant ce temps, la surveillance des manifestants s’intensifiait : bases de données policières recensant les « extrémistes domestiques », infiltration d’agents dans les groupes pacifistes…
Le Police, Crime, Sentencing and Courts Act 2022 redéfinissait la manifestation comme une nuisance potentielle, élargissant le pouvoir policier pour restreindre tout rassemblement – même une protestation solitaire – s’il causait une « gêne sérieuse » ou « plus qu’une perturbation mineure ». Le bruit devint un motif d’arrestation, tout comme « s’attacher » à des bâtiments, creuser des tunnels pour bloquer des travaux, ou même porter du matériel permettant de telles actions.
Il introduisit aussi les Serious Disruption Prevention Orders, permettant d’interdire à des personnes nommées de participer à des manifestations ou d’en faire la promotion sur les réseaux sociaux.
C’était une première : un groupe pacifiste inscrit aux côtés des organisations djihadistes ou néonazies.
Depuis, plus de 1000 arrestations ont eu lieu pour simple soutien verbal ou visuel à Palestine Action.


Amnesty International dénonça une « attaque sans précédent contre le droit de manifester » ; les Nations unies exprimèrent une rare réprobation.
La ministre annonce une révision de la législation sur les manifestations « pour s’assurer que les pouvoirs sont suffisants ».
Une phrase inquiétante.
Les pouvoirs créés pour une crise sont rarement abandonnés à la suivante.
chaque gouvernement hérite des outils du précédent et les perfectionne.
De Blair à Starmer, de zones d’exclusion en ordres de prévention, le résultat est une contrainte cumulative.
Le pays qui accueillait autrefois un million de manifestants contre la guerre en Irak est devenu un lieu où l’on risque l’arrestation pour avoir simplement lu des noms ou brandi une pancarte.
Mais la démocratie n’est pas faite pour être confortable.
Elle exige de la friction, du bruit, et la visibilité du dissensus.
Il limite le droit d’être démocratique.
Mais elle s’inscrit dans une logique cumulative. Ainsi, même si la protestation reste légale en théorie, l’espace pour l’exercer s’est vu grignoté à chaque nouvelle loi prétendant seulement la « mettre en ordre ».

C’est une réaction précipitée.

Le raisonnement est familier.

Le droit de manifester n’a pas été révoqué ; il a été progressivement débridé – proprement, bureaucratiquement, presque imperceptiblement.

Le processus a commencé avec le Terrorism Act 2000, adopté par le gouvernement travailliste de Tony Blair avant les attentats du 11 septembre mais élargi après ceux-ci.

La même année, une autre entaille : le Serious Organised Crime and Police Act 2005, qui interdisait les manifestations non autorisées dans un rayon d’un kilomètre autour du Parlement.

Lorsque la coalition arriva au pouvoir en 2010, elle promit de revenir sur les excès travaillistes.

Les années suivantes virent surgir des menaces plus subtiles :

Dans les années 2020, l’érosion redevint législative :

Puis, en 2023, le Public Order Act créa de nouvelles infractions :

En juillet 2025, l’ancienne ministre Yvette Cooper utilisa les pouvoirs antiterroristes pour interdire Palestine Action – un réseau militant non-violent ciblant les usines d’armement britanniques fournissant Israël.

Et le gouvernement continue sur cette lancée.

Aujourd’hui, la nouvelle doctrine de l’impact cumulatif risque de criminaliser la fréquence même : une veillée hebdomadaire devant une ambassade pourrait être jugée excessive.

Les libéraux-démocrates préviennent : cela ne réduira pas la haine antisémite, mais affaiblira gravement la liberté d’assemblée.

Le schéma est clair :

Les dirigeants politiques affirment qu’il s’agit d’équilibre, pas de répression.

Quand l’État juge qu’une manifestation est « trop fréquente » ou « trop bruyante », il ne modère plus la dissidence – il la gère.

Ce n’est pas la disparition brutale d’un droit, mais la mort par mille coupures, tranchées petit à petit par des « restrictions et conditions », par des euphémismes bureaucratiques qui paraissent raisonnables sur le moment, mais regrettables avec le recul.

L’annonce de ce week-end peut sembler une simple retouche procédurale.

L’excision progressive, l’ amputation lente de la dissidence politique en Grande-Bretagne a été propre et silencieuse. 

« Inacceptable : pulvériser de la peinture sur des avions militaires -Acceptable : tirer sur des Palestiniens faisant la queue pour de la nourriture » : Jon Farley, un enseignant retraité de 67, a été détenu pendant 6 heures et interrogé par la police antiterroriste de Leeds pour cette pancarte, reproduisant une affiche du magazine satirique Private Eye.

El fabricante israelí de armas Elbit Systems cierra una planta en el Reino Unido tras las acciones de Palestine Action

La sede de Elbit Systems UK en Bristol fue objeto de protestas pocos días antes de que el grupo de acción directa fuera prohibido
Haroon Siddique Jamie GriersonThe Guardian, 6-9-2025

Una planta del fabricante israelí de armas Elbit Systems UK en Bristol, que había sido atacada en repetidas ocasiones por el grupo Palestine Action, parece haber cerrado inesperadamente.

El sitio de Elbit Systems UK, ubicado en el parque empresarial Aztec West, fue objeto de decenas de protestas por parte de Palestine Action, incluida una el 1 de julio, pocos días antes de que el grupo de acción directa fuera prohibido en virtud de la Ley Antiterrorista del Reino Unido.

Elbit tenía el contrato de arrendamiento desde 2019, con vencimiento previsto para 2029.
Las protestas incluyeron bloqueos con cadenas, la ocupación del tejado, rotura de ventanas y rociado del edificio con pintura roja, simbolizando la sangre derramada.

Elbit Systems UK es una filial de Elbit Systems, el mayor fabricante de armas de Israel.
La empresa matriz, que el año pasado tuvo ingresos de 6.800 millones de dólares (5.000 millones de libras), se describe a sí misma como la “columna vertebral” de la flota de drones de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), ampliamente utilizada en la ofensiva contra Gaza.
Su cartera también incluye sistemas para aviones y helicópteros militares, embarcaciones armadas controladas a distancia, vehículos terrestres y soluciones de mando y control.

Elbit Systems UK no respondió a la solicitud de comentarios de The Guardian sobre el estado del sitio.
Sin embargo, la propiedad, situada en una zona comercial e industrial a las afueras de Bristol, en la intersección de las autopistas M5 y M4, estaba desierta cuando el Guardian la visitó esta semana.
No había personal presente, salvo un guardia de seguridad apostado en un vehículo frente al edificio.

El sitio pertenecía anteriormente al Consejo de Somerset, que también fue objeto de protestas de Palestine Action antes de vender la propiedad el año pasado. The Guardian intentó contactar con los propietarios actuales.
Se habían colocado vallas y barreras alrededor del lugar después de las últimas acciones de los manifestantes.

La planta de Aztec West es distinta de la de Filton, también en Bristol, que fue igualmente atacada por Palestine Action.
En ese caso, 24 personas esperan juicio por daños criminales, desórdenes violentos y robo agravado, y una persona ha sido acusada de lesiones corporales graves con intención.


Antes de su prohibición, Palestine Action llevaba a cabo una campaña contra las sedes británicas de Elbit y las empresas asociadas, una campaña que se intensificó tras el ataque israelí contra Gaza en respuesta a los atentados del 7 de octubre de 2023 perpetrados por Hamas.

Los últimos balances de Elbit Systems UK muestran una pérdida operativa de 4,7 millones de libras el año pasado, frente a un beneficio de 3,8 millones en 2023.

Andrew Feinstein, experto y autor sobre el comercio mundial de armas y exdiputado del Parlamento sudafricano, calificó el cierre de “extremadamente significativo”, y añadió:

“Debemos recordar que Elbit Systems es, junto con IAI, una de las dos empresas de armamento israelíes más importantes; constituye, evidentemente, un elemento clave del complejo militar-industrial de Israel.”

El año pasado, Elbit Systems UK vendió su filial con sede en los Midlands Occidentales, Elite KL (ahora Calatherm).
Tras una caída del 75 % en su beneficio operativo en 2022, la empresa explicó el descenso por el aumento de los costes de seguridad, ya que su planta de Tamworth también había sido atacada por Palestine Action.
Los nuevos propietarios afirmaron que no tendrían ninguna relación con Elbit y que cancelarían sus contratos de defensa.

En 2022, Elbit vendió Ferranti P&C, otra filial con sede en Oldham, tras 18 meses de protestas encabezadas por Palestine Action y el grupo pacifista Oldham Peace.

El mes pasado, la revista Private Eye reveló que Elbit Systems UK formaba parte de un consorcio a punto de ganar un contrato de 2.000 millones de libras, que lo convertiría en un “socio estratégico” del Ministerio de Defensa británico.
El Financial Times informó que Peter Hain, exministro laborista, escribió al secretario de Defensa Jon Healey, instándolo a no adjudicar el contrato a Elbit, dada “la devastación que se desarrolla en Gaza”.

Palestine Action ha obtenido permiso para una revisión judicial en noviembre sobre la decisión de prohibir el grupo.
Sin embargo, en una vista de apelación el 25 de septiembre, el Ministerio del Interior intentará revocar dicho permiso.

Guevara ha muerto Guevara est mort Guevara died جيفارا مات

 


 1967


1959

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El Che Guevara en Gaza: Palestina se convierte en causa mundial 
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