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13/03/2022

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Disputas geopolíticas, alianza ruso germánica, OTAN e invasión à Ucrania

 Luis E. Sabini Fernàndez, 11-3-2022

La invasión de Rusia a Ucrania en este mes de marzo 2022 ha desatado una serie de mecanismos mentales, ideológicos, entre los que no somos protagonistas de semejante situación.

Enumerando: deshistorización sistemática, movida del tablero geopolítico, pensamiento doble (dejemos a un lado el maniqueísmo, por intelectualmente penoso), campañas contra el intervencionismo y un largo etcétera.

 

Personas con antorchas y banderas nacionalistas del partido político ultranacionalista de extrema derecha Svoboda durante un mitin de varios partidos nacionalistas para conmemorar el 112 cumpleaños de Stepan Bandera, en Kiev, Ucrania, en enero de 2021 FOTO: SERGEY DOLZHENKO EFE

DESHISTORIZACIÓN SISTEMÁTICA

El 99 % de los análisis, abordajes, se remonta a lo sumo hasta 2014… al cambio de mano de la península de Crimea, la proclamación de las repúblicas rusoparlantes de Lugansk y Donetsk en la zona del Donbass. Ignorar todo el período soviético (1919-1991) es de una superficialidad o imposible de adoptar.

En tiempos zaristas, con un imperio ensanchándose (en Europa hacia el oeste y en Asia hacia el este), se hablaba de la Madre Rus, o Gran Rus, la Pequeña Rus  o Ucrania y la Rusia Blanca (Bielorrusia). La primera capital imperial fue entonces Kiev.

Hay entonces un denominador común, lo ruso, que es mucho más intenso que el habitual entre naciones distintas o diferenciadas.

A principios del Siglo XX, diversas expresiones políticas ucranianas resistieron el avance bolchevique. Un país muy campesino. Difícil compatibilizar esa realidad campesina y el proyecto proletarista.  Por eso, cuando el nazismo inicia su invasión a la Unión Soviética, en muchas partes de Ucrania no fueron resistidos sino al contrario bienvenidos (allí podría estar el origen histórico de cierta afinidad con la extrema derecha racista en sectores de la población ucraniana).

¿Por qué los nazis podían contar con aliados entre eslavos, siendo su racismo purificador tan hostil ante “razas humanas inferiores” (como suponían la de eslavos)?

El estalinismo produjo estragos en la población, campesina ucraniana. Holodomor. Se estima que millones de ucranianos morían literalmente de hambre mientras los comisarios soviéticos requisaban hasta la última taza de harina, para mayor gloria del proletariado, es decir de ellos mismos y su claque bolchevique.

Saqueados, hambreados, asesinados (si presentaban resistencia a perder su única vaca o la reserva de alimentos para el invierno), los ucranianos sobrevivientes recibieron a los nazis como “salvadores”.

Los nazis, en plena expansión –todavía no habían llegado a Stalingrado y comenzado el principio del fin− pudieron incluso denunciar las fosas colectivas que descubrieron a su paso, que no eran las que ellos todavía no habían empezado a hacer sino las que habían dejado los bolcheviques a su paso con la implantación de la  “colectivización forzosa” de 1929 y las hambrunas de la década del ’30 que constituyeron su herencia, ésa también forzosa.

De esa época viene, sin duda, cierta afinidad de población ucraniana con Lado Derecho, Maidan, Destacamento Azov, con el nazismo o cierto racismo étnico.

Porque en Ucrania se repite lo que ha pasado en tantas y tan diversas sociedades: ante las injusticias más flagrantes, hirientes, surge una rebeldía. Incluso una rebelión. Si ese movimiento, psíquico, de una población, que generalmente encarna en una ideología o política justiciera, igualitarista, de rechazo frontal a los privilegios; lo que se califica generalmente de izquierda, falla, porque se revela lo opuesto a lo que predica, entonces, una próxima oleada de insatisfacción profunda, un nuevo movimiento de rechazo social, no vendrá por el lado del igualitarismo, del democratismo, desde la izquierda, sino desde sus opuestos; movimientos autoritarios, radicales, sí,  pero verticalistas, racistas.

La prédica socialista derivó en la URSS, pero también en Ucrania, a la velocidad del rayo, en “almacenes para bolcheviques” que convertían a estos últimos en los únicos que podían comer regularmente, dada la brutal crisis alimentaria que produjo la propia implantación del “nuevo orden” sumada a la escasez ya tradicional de alimentos que castigaba antes a las capas más desguarnecidas. Y esto significó inmediatamente que los más rápidos, los más oportunistas, también se hicieran bolcheviques trastornando el sentido originario, las aspiraciones iniciales.

Esa historia “interna” de la URSS hay que integrarla, secuencialmente, con la segunda posguerra. De allí, sale EE.UU. como poder omnímodo. Sin embargo, en un primer momento se habla de otro triunfador, también: la URSS. El sistema cuatripartito que se estableció entonces, y se corporizó en la ocupación de Alemania por 4 sectores: EE.UU., Rusia, el Reino Unido y Francia. El R.U., un poco a su pesar (pero no demasiado; reconocía una estirpe) concedía el puesto de mando a su vástago y sucesor; EE. UU.

Francia, en cambio, defendió un europeísmo que resultò inconducente porque Europa había entrado en una dependencia, hasta hoy irreversible, de EE.UU.

La URSS figura entonces como una de las dos superpotencias (durante la mayor parte) del s XX. Convertida en potencia nuclear, la URSS asignará a dos de sus repúblicas constituyentes el armamento nuclear: Rusia y Ucrania.

Con el colapso soviético y el consiguiente ascenso a superpotencia única de EE.UU., todo el andamiaje “internacional” que EE.UU. creara a su servicio, la ONU, como en su momento la Sociedad de las Naciones quiso ser la caja de resonancia de la pax britannica (1919-1946), tuvo a su vez un socio principal inesperado; la URSS.

La ONU (California, 1945, sin fecha de vencimiento por ahora) tuvo así un Consejo de Seguridad o Ejecutivo con aquellos ganadores del teatro europeo; EE.UU., Rusia, Reino Unido y Francia) más China, que era la gran presencia del Este en la flamante red internacional.

China era entonces algo muy distinto a la actual, porque gobernaba un régimen occidentalista, anticomunista. Pero en 1949, ese gobierno pierde el control del 99 % del territorio y queda reducido a la isla de Taiwan e islotes adyacentes, y los “Cuatro Grandes” no tienen más remedio que zurcir el tablero mundial, dejando a Taiwan como China nacionalista fuera del Consejo de Seguridad, incorporando a la cúspide a  la República Popular China, convertido ese Consejo así en quinteto (décadas más tarde, Taiwan, la República de China) será expulsada de la ONU, sumándose así a las naciones parias no reconocidas en la ONU (y siendo entre ellas –la nación saharaui, el Tibet, los abjasios− la de mayor tamaño poblacional, con sus más de 20 millones de habitantes).

Ahora bien, el tablero mundial, zurcido, se vuelve a rasgar con el colapso soviético. Y entonces, aparece una Ucrania independiente (formalmente libre de todo poder extranjero). “Granero de Europa”. Una tierra fertilísima, de las mejores de Europa, 40 millones de habitantes, potencia regional. El ideólogo del eje anglonorteamericano, Samuel Huntington, en sus planes para mantener esa supremacía, señalará a Ucrania (y otras naciones de porte mediano-grande, como Turquía) como naciones “partibles”, fracturables. En el caso ucraniano, el período soviético hizo de esa tierra un oeste favorable a Europa y un este más ligado a Rusia. Pero esta fractura viene de antes de la misma URSS por cuanto a grandes rasgos esas mismas configuraciones caracterizaron los asentamientos católicos al oeste y los ortodoxos, al este.

Sin tener en cuenta esa historia, “nuestro” presente es incomprensible.

TIM FLANNERY
Dans des eaux chaudes
Recension de deux livres sur les récifs coralliens, leur histoire et leur déclin

Tim Flannery, The New York Review of Books, 12/3/2022
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala

Tim Flannery (Melbourne, 1956) est un mammalogiste (zoologiste spécialisé dans les mammifères) australien, paléontologue et militant écologiste, particulièrement connu pour son combat contre le réchauffement climatique. Son livre le plus récent est Europe: A Natural History (mars 2022).  Bibliographie

 « Le déclin des récifs coralliens s'accélère si rapidement que nous pourrions en voir la fin de notre vivant »

 


 

Recension de :

Coral Reefs: A Natural History (Les récifs coralliens, une histoire naturelle)
by Charles Sheppard

Princeton University Press, 240 pp., $35.00

Life on the Rocks: Building a Future for Coral Reefs (La vie on the rocks : Construire un avenir pour les récifs coralliens)
by Juli Berwald
Riverhead, 336 pp., $28.00

Faire de la plongée en apnée ou en scaphandre autonome au-dessus d'un récif corallien, avec ses couleurs exceptionnellement vives et sa prolifération de vie sous des formes totalement inconnues, est ce qui ressemble le plus à la visite d'un monde étranger. La tentation est grande d'essayer d'appréhender le récif dans son ensemble, mais la véritable merveille réside dans l'observation de près. Plus on s'approche, plus les couches de complexité et de brillance vivante se révèlent : suivez un minuscule poisson, dont la moitié avant est bleu électrique et l'arrière orange brillant, et vous vous retrouverez dans la gueule violette d'une palourde géante si étendue qu'elle ressemble à première vue à une chaîne de montagnes. La variété la plus exquise de tubes, de vrilles, d'étoiles et d'épines forme un objet si grand qu'on peut le voir de l'espace.

Une étoile de mer bleue s'accroche à une tête de corail où poussent des algues coralliennes, des tuniciers et des coraux-cuir mous, île de Batanta, Indonésie, 2012. Photo Ethan Daniels/Alamy.


La genèse des récifs coralliens du monde s'est produite il y a 54 millions d'années, dans une mer disparue depuis longtemps, surnommée Téthys, dans ce qui est aujourd'hui l'Europe du Sud. À l'époque, le monde se remettait d'un réchauffement climatique dévastateur causé par le dioxyde de carbone et le méthane qui s'échappaient de la croûte terrestre, et qui ont à la fois réchauffé et acidifié les océans, précipitant une extinction et réorganisant la circulation des courants océaniques. Lorsque les gaz à effet de serre ont été progressivement absorbés par les roches au cours de centaines de milliers d'années, les océans se sont refroidis et ont retrouvé leur alcalinité, créant ainsi des conditions favorables à la formation de récifs coralliens. La biodiversité caractéristique du récif corallien moderne est apparue si rapidement qu'elle semble avoir été presque entièrement formée, comme Dionysos jaillissant de la cuisse de Zeus. Et à travers toutes les périodes glaciaires et les dérives des continents qui ont suivi, la composition essentielle des récifs coralliens est restée inchangée.

L'ouvrage de Charles Sheppard, Coral Reefs : A Natural History, ne se contente pas d'expliquer ce que sont les coraux et comment ils vivent, mais révèle, à travers des photographies exquises, les splendeurs des récifs à toutes les échelles. En feuilletant ses pages, j'ai été à la fois émerveillé et attristé, car peu de récifs aujourd'hui possèdent une beauté aussi intacte. Beaucoup de ceux sur lesquels j'ai plongé récemment ont commencé à se dégrader et à mourir. C'est une tendance mondiale qui s'accélère si rapidement que nous pourrions voir la fin des récifs coralliens de notre vivant. Une étude scientifique publiée cette année indique que lorsque le réchauffement de la planète atteindra 1,5 degré Celsius, presque aucun corail n'évitera un blanchiment sévère, qui le rend vulnérable aux maladies et à la mort par inanition[1].

Si la tendance actuelle se poursuit, nous atteindrons cette température au début des années 2030. Seuls 0,2 % des récifs échapperont au blanchiment, un résultat qui, selon les chercheurs, sera catastrophique.

La cause de cette catastrophe, et ce que l'on peut faire pour y remédier, est au centre du splendide nouveau livre de Juli Berwald, Life on the Rocks. La grande force de Berwald est de révéler une catastrophe mondiale complexe et en évolution rapide au moyen d'études de cas faciles à comprendre, et peu d'entre elles sont aussi troublantes que celle de la Grande Barrière de Corail d'Australie. Le plus grand système récifal du monde s'étend sur 2 250 km du nord au sud et couvre une superficie équivalente à celle de l'Italie. À la fin des années 1920, la Royal Geographical Society of Australasia a organisé une expédition pour l'étudier en profondeur pour la première fois, en envoyant un jeune chercheur en huîtres, Maurice Yonge, et sa femme médecin, Mattie, dans les Low Isles, dans la partie nord du récif. Dans le monde interconnecté d'aujourd'hui, où l'environnement est endommagé, il est difficile de comprendre l'aventure que le jeune couple a dû vivre pendant des mois avec vingt autres chercheurs sur une île tropicale, dans un jardin d'Eden maritime.

Ne disposant pas d'équipement de plongée, l'équipe travaillait à marée basse, documentant l'état et la diversité du corail. En février 1929, Maurice fut étonné de constater que l'eau de mer dans les bassins laissés par la marée descendante était « littéralement chaude au toucher » et, lors de la marée basse suivante, il remarqua que de grandes parties du corail pierreux et ramifié qui dominait le récif sain étaient devenues blanches - c'était le premier cas enregistré de blanchiment du corail dû à l'élévation de la température de la mer. Mais lors de la marée basse extrême suivante, en avril, les coraux avaient retrouvé leur couleur habituelle. Nous savons maintenant que ce blanchiment et ce rétablissement sont une réponse normale des coraux au stress. Le blanchiment ne devient mortel que lorsque les températures élevées persistent.