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14/10/2025

Cuando los generales se convierten en banqueros
¿ ¿La puerta giratoria entre defensa y finanzas en el complejo militar-industrial británico ha terminado su giro?

Iain Overton, AOAV, 6/10/2025
Traducido por Tlaxcala

El anuncio de que el general Sir Patrick Sanders, exjefe del Ejército británico, dirigirá la división de préstamos de defensa del banco Santander UK, puede parecer, a primera vista, un paso lógico para un hombre profundamente familiarizado con los asuntos de seguridad nacional.

Al fin y al cabo, ¿quién mejor para asesorar a un banco sobre los riesgos y oportunidades de la inversión en defensa que alguien que ha comandado tropas, presidido comités estratégicos y trabajado estrechamente con socios industriales al más alto nivel?

"Uneasy Rider": El general Sir Patrick Sanders, de 59 años, sirvió 38 años en el ejército británico, comandando operaciones en países como Irlanda del Norte, Kosovo, Bosnia, Irak y Afganistán


¿Cuándo la trayectoria profesional de los exgenerales británicos hacia los consejos de administración deja de ser una transferencia de experiencia y se convierte en un conflicto de intereses institucionalizado?
Esto sucede en medio de lo que el banco denomina una “nueva era de inversión en defensa”, mientras los Estados miembros de la OTAN aumentan su gasto militar y las restricciones ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) sobre la financiación del armamento se relajan silenciosamente.
Es un momento de auge para el complejo militar-industrial, hasta el punto de que los generales se convierten en banqueros.
Solo falta el primer general inversor en criptomonedas.
Durante su mandato, Sanders supervisó estrategias de adquisición y asociaciones industriales por valor de miles de millones.
Las fronteras entre su servicio público anterior y sus nuevos intereses privados son, como mínimo, borrosas.
¿Su conocimiento interno de las prioridades del Ministerio de Defensa otorgará ahora a Santander una posición privilegiada en el creciente mercado de crédito de defensa?
Nuestras investigaciones muestran que el 86 % de los altos cargos de defensa británicos pasan al sector privado dentro de los dos años siguientes el fin de su cargo.
Algunos se incorporan a fabricantes, otros a consultorías y, cada vez más, a instituciones financieras ansiosas por financiar la industria de la guerra.
Cuando quienes diseñaban la política de defensa ahora se benefician de su expansión, la confianza pública se erosiona inevitablemente.
El caso de Sanders sugiere una puerta giratoria tan amplia que se ha convertido en un pasillo, a través del cual la influencia fluye en ambos sentidos: los bancos obtienen prestigio y acceso; los generales, sueldos y posición; y la línea que separa la seguridad nacional del beneficio empresarial se difumina.


El general Sir Nick Carter, predecesor de Sanders como jefe del Estado Mayor, ahora asesora a empresas armamentísticas israelíes a través de Exigent Capital, una firma financiera con sede en Jerusalén.


Ben Wallace, exsecretario de Defensa de los gobiernos conservadores de Boris Johnson, Liz Truss y Rishi Shunak, es ahora consultor en el sector de seguridad saudí [se incorporó a la empresa de relaciones públicas CTRD. Antes de dedicarse a la política, fue capitán del regimiento de élite de la Guardia Escocesa, NdT].

Tales transiciones se han vuelto rutinarias, casi inadvertidas.
Pero también puede ocurrir lo contrario: cuando las instituciones financieras se apoyan en exlíderes militares para guiar sus carteras de defensa, corren el riesgo de importar un sesgo; una visión del mundo que considera que la expansión militar es inevitable y beneficiosa.
Eso puede ser rentable para los accionistas, pero es poco saludable para la supervisión democrática.
Pero el historial de ACOBA no inspira confianza: no tiene poderes coercitivos, sus directrices son a menudo ignoradas y sus deliberaciones son opacas.


En la práctica, el sistema británico confía en el honor personal y la apatía pública para controlar los conflictos de interés en los niveles más altos del poder.
Ninguno de los dos ha demostrado ser fiable.
el establecimiento de defensa, la industria armamentística y ahora las instituciones financieras están cada vez más entrelazados en una red de conveniencia mutua.
Como declaró un banquero: Pero, ¿seguridad para quién?
Para muchos civiles en Gaza, Yemen o Ucrania, la industria armamentística financiada por Gran Bretaña ha significado destrucción, no protección.
Pero revela cómo las fronteras entre servicio público y beneficio privado se están diluyendo a plena vista.
Cuando el liderazgo militar se convierte en un trampolín hacia la influencia empresarial, la autoridad moral de las fuerzas armadas, ya en entredicho, corre el riesgo de verse aún más erosionada.
Ampliar los poderes de ACOBA y exigir una transparencia total de quienes obtienen beneficios de sus antiguos cargos públicos.
¿debemos presentarlos como exgenerales… o como lobbistas financieros?

Sin embargo, detrás de este nombramiento se esconde una pregunta que muchos en la clase política británica se resisten a abordar:

Sanders, que fue jefe del Estado Mayor del Ejército entre 2022 y 2024, ayudará ahora a Santander a ampliar sus préstamos a los fabricantes de armas.

El movimiento de Santander forma parte de una tendencia más amplia: instituciones financieras que antes evitaban el sector de la defensa ahora lo están reetiquetando como un “activo esencial de seguridad”.

Pero que un exjefe del Ejército británico desempeñe un papel en este cambio financiero plantea serias preguntas éticas.

Este nombramiento también encaja en un patrón que AOAV ha documentado durante años: la erosión constante de la distancia entre el establecimiento de defensa del Reino Unido y la industria armamentística.

El problema no es solo de percepción. No es un fenómeno nuevo. Y no debería serlo.

Cuando los arquitectos de la política de defensa británica pasan a asesorar o beneficiarse de aquellos que suministran armas a países acusados de violaciones de derechos humanos, la cuestión no es si es legal, sino si es moralmente aceptable.

Los defensores de estos nombramientos sostienen que estas figuras aportan una visión experta sobre la evaluación de riesgos y adquisiciones.


El caso de Sanders será probablemente revisado por el Comité Asesor sobre Nombramientos en los Negocios (ACOBA), el organismo encargado de examinar estas transiciones.

El traslado de Sanders a Santander pone de relieve un fracaso de gobernanza más profundo: “Apoyar este sector es fundamental para la seguridad de la región.”

La puerta giratoria entre generales y banqueros no es, por sí sola, prueba de mala conducta.

Si el Reino Unido desea preservar la integridad de su política de defensa, debe imponer restricciones más estrictas a los cargos posteriores al servicio,

Hasta que eso ocurra, cada nombramiento de este tipo planteará la misma incómoda pregunta: ¿debemos presentarlos como exgenerales… o como lobbistas financieros?

Viñetas de Robert Murray, Private Eye

Quand des généraux deviennent banquiers
La porte tournante entre défense et finance dans le complexe militaro-industriel britannique a-t-elle fini son tour ?

Iain Overton, AOAV, 6/10/2025

Traduit par Tlaxcala

L’annonce selon laquelle le général Sir Patrick Sanders, ancien chef de l’armée britannique, va diriger la division de prêts à la défense de la banque Santander, pourrait, à première vue, sembler une évolution logique pour un homme rompu aux questions de sécurité nationale.
Après tout, qui mieux qu’un ancien chef d’état-major pour conseiller une banque sur les risques et opportunités des investissements dans la défense ?
Il a commandé des troupes, présidé des comités stratégiques et travaillé avec les partenaires industriels les plus influents.


"Uneasy Rider": Le général Sir Patrick Sanders,  59 ans, a servi 38 ans dans l'armée britannique, où il a commandé des opérations dans des pays comme l'Irlande du Nord, le Kosovo, la Bosnie, l'Irak et l'Afghanistan.

Pourtant, derrière cette nomination se cache une question que la classe politique britannique évite soigneusement :
à partir de quel moment la reconversion des anciens généraux dans les conseils d’administration cesse-t-elle d’être une mise à profit d’expertise et devient-elle un conflit d’intérêts institutionnalisé ?

Sanders, chef d’état-major de l’armée britannique de 2022 à 2024, va désormais aider Santander à accroître ses prêts aux fabricants d’armes.
Le tout dans un contexte de boom de l’investissement militaire, alors que les États membres de l’OTAN augmentent leurs budgets et que les restrictions ESG (environnementales, sociales et de gouvernance) sur le financement de l’armement sont discrètement assouplies.

Cette initiative s’inscrit dans une tendance plus large : les institutions financières qui évitaient autrefois le secteur de la défense le requalifient désormais en « actif essentiel de sécurité ».
Le complexe militaro-industriel britannique connaît une telle effervescence que les généraux deviennent banquiers. On attend maintenant le premier général investisseur en cryptomonnaie.

Mais voir un ancien chef de l’armée jouer un rôle dans ce virage financier soulève de sérieuses questions éthiques.
Pendant son mandat, Sanders supervisait des stratégies d’approvisionnement et des partenariats industriels valant des milliards de livres.
Les frontières entre son service public passé et ses intérêts privés présents sont, pour le moins, floues.
Son accès privilégié à la compréhension des priorités du ministère de la Défense ne donnera-t-il pas à Santander un avantage démesuré dans ce marché en expansion rapide ?

Cette nomination illustre un phénomène qu’ AOAV dénonce depuis des années :
la disparition progressive de la distance entre l’establishment militaire, l’industrie de l’armement et le monde financier.
Selon nos recherches, 86 % des hauts responsables de la défense britannique rejoignent le secteur privé dans les deux ans suivant leur départ.
Certains travaillent pour des fabricants, d’autres pour des cabinets de conseil, et de plus en plus pour des institutions financières qui cherchent à financer la guerre.

Le problème n’est pas qu’une question d’image.
Quand ceux qui définissaient hier la politique de défense profitent aujourd’hui de son expansion, la confiance du public s’effrite.
La nomination de Sanders évoque une porte tournante devenue couloir, où l’influence circule librement dans les deux sens :
les banques gagnent du prestige et de l’accès, les généraux gagnent salaire et position, et la frontière entre sécurité nationale et intérêts privés devient invisible.

Ce phénomène n’est pas nouveau.


Le général Sir Nick Carter, prédécesseur de Sanders comme chef d’état-major, conseille désormais des entreprises d’armement israéliennes via la société Exigent Capital à Jérusalem.


Ben Wallace, ancien secrétaire d’État à la Défense dans les gouvernements conservateurs de Boris Johnson, Liz Truss et Rishi Shunak, occupe des fonctions de conseil dans le secteur sécuritaire saoudien [il est entré dans la société de “relations publiques” CTRD. Avant d’entrer en politique, il avait été capitaine dans le régiment d’élite des Gardes écossais, NdT].
Ces transitions sont devenues routinières, presque banales. Alors qu’elles ne devraient pas l’être.

Quand les architectes de la politique de défense britannique deviennent conseillers ou bénéficiaires de ceux qui fournissent des armes à des régimes accusés de violations des droits humains, la question n’est plus de savoir si c’est légal, mais si c’est moralement défendable.


Les défenseurs de ces nominations affirment que ces profils apportent une expertise précieuse. Mais l’inverse peut aussi être vrai : en s’appuyant sur d’anciens militaires pour définir leur stratégie de prêts, les institutions financières risquent d’importer un biais structurel, une vision du monde où l’expansion militaire est inévitable et bénéfique.
C’est peut-être rentable pour les actionnaires, mais certainement néfaste pour la transparence démocratique.

Le cas de Sanders sera probablement examiné par le Comité consultatif sur les nominations professionnelles (ACOBA), l’organe chargé de contrôler ces reconversions. Mais la réputation d’ACOBA est peu rassurante : aucun pouvoir contraignant, des recommandations souvent ignorées, un manque total de transparence.
En pratique, le Royaume-Uni compte sur l’honneur personnel et l’indifférence publique pour réguler les conflits d’intérêts au sommet.
Deux leviers pour le moins peu fiables.


La nomination de Sanders révèle ainsi une défaillance de gouvernance : les sphères militaire, industrielle et désormais financière s’entrelacent dans une toile d’intérêts communs.

Comme l’a déclaré un banquier londonien : « Soutenir ce secteur est essentiel pour la sécurité de la région. » Mais de quelle sécurité parle-t-on ? Pour de nombreux civils à Gaza, au Yémen ou en Ukraine, l’industrie de l’armement financée par la Grande-Bretagne signifie destruction, pas protection.

Cette porte tournante entre généraux et banquiers ne prouve pas nécessairement des malversations,
mais elle illustre la dissolution progressive des frontières entre service public et profit privé.
Quand le leadership militaire devient un tremplin vers l’influence financière,
l’autorité morale des forces armées, déjà fragile, en sort encore affaiblie.

Si le Royaume-Uni veut préserver l’intégrité de sa politique de défense, il doit instaurer des restrictions plus strictes aux postes post-service, renforcer les pouvoirs d’ACOBA et exiger une transparence totale sur les bénéfices tirés des fonctions publiques antérieures.

Tant que cela n’est pas fait, chaque nomination de ce type soulèvera la même question :
faut-il les présenter comme des anciens généraux… ou comme des lobbyistes financiers ?

 Dessins de Robert Murray, Private Eye