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29/07/2021

El fotógrafo sirio Bassam Khabieh da testimonio en su libro “Witnesses to War” de los niños bombardeados de Siria

 

John Washington y Elise Swain, The Intercept, 25/7/2021

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Bebé rescatado de entre los escombros por los Cascos Blancos y miembros de la comunidad de Duma, Siria, el 7 de enero de 2014. “Conozco al niño”, dijo Bassam Khabieh a The Intercept. “Se quedó huérfano dos años después… Eso es la guerra. Es demasiado duro para todos. Este libro está dedicado a esos niños”.
(Foto: Bassam Khabieh/Reuters)
 

En su libro “Testigos de la guerra”, el fotógrafo Bassam Khabieh confronta al mundo con la vida y la muerte en la guerra siria, que dura ya más de diez años.

En 2020, un padre joven en Idlib, Siria, publicó un video de él mismo haciendo reír a su hija de cuatro años al escuchar unas bombas que cada vez sonaban más cerca. En el video, se puede escuchar un estruendo, después, la pequeña de mejillas rosadas, de pie en un sofá junto a su padre, estalla en carcajadas. Entre chillidos, dice: “¡Sí, es muy divertido!”

El video capta la paradoja de Siria: en medio del sufrimiento, la destrucción y la muerte generalizados, la vida continúa de alguna manera. Esta perseverancia dolorosa se refleja conmovedoramente en “Witnesses to War: The Children of Syria” [Testigos de la guerra: Los niños de Siria], un nuevo libro de fotografías de Bassam Khabieh.

En 2011, cuando se inició el conflicto, Khabieh se vio obligado a tomar fotografías no porque quisiera ser fotógrafo, sino porque estaba en posición única para documentar su propia comunidad y los horrores que estaba soportando. Como informante cuyas fotografías pronto se distribuyeron por todo el mundo, Khabieh se convirtió en un reportero gráfico que se negó a mirar hacia otro lado cuando el país empezó a arder a su alrededor. Tomó fotografías de sus amigos, parientes y comunidad mientras sucumbían a los bombardeos, los ataques químicos, el empobrecimiento causado por los bloqueos y por una despiadada guerra de desgaste.

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JON LEE ANDERSON
¿Está perdiendo por fin el Partido Comunista de Cuba su control sobre el país?

 

Jon Lee Anderson, The New Yorker, 22/7/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Jon Lee Anderson (Long Beach, California, 1951) es un reportero de guerra y cronista, colaborador de The New Yorker desde 1998. Es autor, entre otros libros, de la mejor biografía que se ha escrito sobre el Che Guevara, Che Guevara: Una Vida Revolucionaria (1997). Bio-bibliografia

Históricas protestas en toda la isla arrojan dudas sobre el poder de permanencia del régimen.


Las manifestaciones que han tenido lugar recientemente por toda Cuba son la mayor acción popular de masas desde 1994. (Foto: Alexandre Meneghini/Getty)

El domingo 11 de julio el mundo tomó nota de un hecho histórico en Cuba cuando miles de ciudadanos salieron a las calles para protestar contra el gobierno. Muchos de ellos gritaban “¡Patria y Vida!”, el título de una canción de rap prohibida pero extremadamente popular que se basa en el eslogan acuñado por el difunto Fidel Castro: “Patria o Muerte”. Muchos gritaban también “¡Libertad!” y frases similares que no solo son heréticas sino que, cuando se gritan en una protesta, son además ilegales en Cuba, donde el Partido Comunista es el único árbitro legal de la vida política.

El levantamiento comenzó en San Antonio de los Baños, una apacible ciudad próxima a La Habana, golpeada últimamente por toda una serie de prolongados cortes de energía. Pero los cubanos del conjunto de la isla se han sentido frustrados por la incapacidad de su gobierno a la hora de brindarles servicios tan básicos como alimentos y medicinas, en medio de un lento despliegue de vacunas y un aumento en las tasas de infección por la COVID. Las protestas se propagaron rápidamente, ya que las noticias y las imágenes de lo que estaba sucediendo se difundieron por Facebook, Twitter y otras plataformas de mensajes, como WhatsApp. En cuestión de horas, hubo protestas hasta en sesenta pueblos y ciudades, desde La Habana a Santiago, en el extremo sureste de la isla, a unos 800 kilómetros de distancia. Durante la última década, a pesar de las restricciones oficiales sobre los medios y la mayoría del resto de fuentes independientes de información desde hace mucho tiempo, el gobierno de Cuba ha permitido gradualmente a sus ciudadanos el acceso a teléfonos celulares e Internet, que son ahora de uso generalizado. Tal como temían los escépticos apparatchiks del Partido, esta tecnología está demostrando ser una amenaza para su orden. Como me dijo esta semana Abraham Jiménez Enoa, un joven amigo cubano que informaba sobre las protestas: “La única certeza en este momento es que la gente de este país quiere un cambio e Internet nos está ayudando a luchar por él”.