Tigrillo L. Anudo, 12-1-2025
Autor amazonense sin fronteras, bolivarista, martista, mariateguista, gaitanista y un poquito zapatista.
Digan lo que digan, son 25 años resistiendo las ambiciones colonialistas de USA, Europa e Israel. Desde que triunfó la Revolución Bolivariana con la elección del presidente Hugo Chávez Frías en 1999, han querido estrangularla con bloqueos, métodos infames, inhumanos y violentos, con el fin de apoderarse de sus grandes reservas de petróleo, gas, carbón, coltán, oro, uranio, hierro, bauxita, manganeso, aluminio, diamantes, torio, caolín, tierras raras, aguas, níquel, plomo, zinc, asbesto, cobre, titanio, feldespato.
A Chávez lo eligió un pueblo que no aguantó un modelo económico neoliberal, excluyente y corrupto. Igual a lo que sucedió con la elección del presidente Gustavo Petro en Colombia. El saqueo de las rentas petroleras, la desatención y la miseria extendida, provocadas por los partidos Acción Democrática –AD- y Comité de Organización Política Electoral Independiente –Copei- (liberal y conservador), ya habían generado un estallido social conocido como El Caracazo. Es la misma historia de Colombia.
Desde el primer día que Chávez se posesionó dijeron que era un dictador. La oligarquía, la clase política parasitaria y los colonialistas ordenaron escribir en los diarios y en la televisión que Chávez era un dictador y que iba a convertir a Venezuela en otra Venezuela. También dijeron que era populista radical, corrupto, mesiánico, intolerante, que causaría más pobreza, que era aliado de las Farc, que albergaba y protegía terroristas. Es exactamente lo mismo que hoy le dicen al presidente Gustavo Petro.
Nunca dijeron en sus medios de propaganda que el presidente Chávez en escasos 6 años logró reducir la pobreza de un 60% a un 22% lo que constituye un récord mundial. Revirtió el crecimiento económico de un – 7% a un sorprendente 18% en apenas 5 años, la mejor tasa de América Latina en el 2004 (Cepal). Redujo la inflación del 53% a menos del 20%; también la devaluación que estaba en el 759% promedio anual en 1999 al 40.9% en el 2003. El salario mínimo que estaba en 75.000 bolívares / mes en 1998, lo subió a 190.080 / mes en septiembre de 2002. Elevó las reservas internacionales de 14.000 millones de dólares a 20.000 millones en tres años (1999 a 2001). También incrementó sustancialmente el gasto social per cápita, la construcción de viviendas, la atención en salud, el acceso a la educación, disminuyó ostensiblemente la mortalidad infantil.
En Venezuela, como en Colombia, el Estado era paquidérmico, clasista, burocrático, y no permitía avanzar las reformas sociales. Chávez se vio obligado a crear un Estado paralelo al Estado oligárquico; fundó las Misiones Sociales que atendieron a millones de pobres excluidos del desarrollo humano integral. El proceso de democratización del desarrollo allá fue diferente al que arrancó con el gobierno progresista del cambio en Colombia. Chávez, gracias al poderoso apoyo popular, contó con mayor maniobrabilidad y audacia para atender las necesidades de las comunidades. No permitió que el aparato judicial le frenara las reformas, menos incluir “caballos de Troya” en los mandos medios y altos de los cargos públicos.
La Revolución Bolivariana fue arrasadora en conquistas sociales y económicas. Chávez arrollaba en las elecciones presidenciales, de diputados, regionales, para estados y alcaldías; también barrió en el referéndum del año 2004, convocado por la oposición para revocar su mandato, en el que el pueblo decidió por inmensa mayoría su permanencia en el poder. Fue una demostración singular de democracia, sin embargo, la prensa corporativa mundial siguió tildándolo de dictador. Igual sucede en Colombia con el presidente Petro a pesar del respeto que ha mostrado a la división de poderes y a la Constitución Política.
La oposición nunca aceptó el triunfo legitimo del presidente Chávez, no sólo lo linchaba moralmente sino que intentó darle golpe de Estado, asesinarlo, defenestrarlo con invasión de tropas extranjeras. Pero se encontraron con la bravura, tenacidad y dignidad de los revolucionarios chavistas, émulos de Simón Bolívar y José Antonio Páez. Hasta que el destino apagó prematuramente la vida del gran líder latinoamericano en el año 2013. Chávez gobernó durante 14 años soportando las “guarimbas”, el terrorismo, los saboteos de una oposición que no sintonizaba con el cambio de modelo en Venezuela. El odio, la violencia, la intolerancia, la incapacidad de adaptarse a un nuevo modelo de desarrollo que no era siquiera socialista, -sino promotor de las libertades y capacidades de las personas-, estancó los avances que se había fijado la Revolución.
Llegó a la Presidencia el excanciller Nicolás Maduro Moros. La oposición se envalentonó porque consideró que la estatura política de Maduro no tenía comparación con la del comandante Chávez. Entonces arreciaron con mayor ímpetu los ataques desestabilizadores apoyados desde afuera por las sanciones comerciales y económicas que el gobierno de los USA impuso no al gobierno bolivariano sino al pueblo venezolano. El propósito de la oposición consistió en no dejar gobernar, ridiculizar y linchar mediáticamente a Maduro para sacarlo de la Presidencia. Tanta virulencia e infamia llevó a los chavistas a radicalizar sus posturas para evitar la destrucción de la Revolución Bolivariana, el sueño de un conglomerado, el derecho de los eternamente ninguneados.
El asedio, el saboteo, la conspiración y la sedición desde afuera y desde adentro acabaron por generar acciones defensivas rigurosas y extremas de quienes se sentían perseguidos. El gobierno de Maduro se vio obligado a afianzar alianzas con gobiernos que tienen diferencias ideológicas y económicas con la potencia del Norte. Rusia, China, Irán.
Dos hechos marcaron un tenso clima:
1. el reconocimiento a Juan Guaidó como autoproclamado presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Fue reconocido por el gobierno de USA, de España, inclusive del expresidente colombiano Iván Duque.
2. La solicitud de María Corina Machado, la jefa de la oposición, a los gobiernos de Israel y USA para ejecutar una invasión a Venezuela con el objetivo de derrocar al presidente Maduro.
El reconocimiento a Guaidó tuvo como fines debilitar el gobierno de Maduro y robar los recursos de Venezuela en el exterior, representados en oro guardado en Inglaterra, cuentas bancarias, bienes de transporte (barcos –aviones), otros bienes. Volvió a la escena la filibustería y piratería internacional, propia de los siglos XVII y XVIII cuando Inglaterra y Francia asaltaban los botines de oro y plata que la madre España transportaba desde américa en galeones y carabelas. No menos dañina fue la burda y traidora solicitud de la Machado que llevó al gobierno a decretar una alerta nacional, realizar ejercicios militares, detener cualquier sospechoso de sedición, vigilar milímetro a milímetro el espacio aéreo. Venezuela ha vivido bajo un clima de guerra en los últimos años; los servicios de seguridad y el ejército han neutralizado atentados, intentos de magnicidio, y capturado elementos terroristas entrenados en países latinoamericanos y en USA.
Han sido entonces 25 años de estigmatización, desestabilización, conspiraciones, actos criminales, contra un proyecto político popular, un proceso democratizador amparado por la soberanía y la libre autodeterminación de los pueblos. El gobierno venezolano y el chavismo se han parado firmes en la defensa de dicho proyecto, no ha habido momento de tregua o respiro. Si el presidente Maduro y su equipo de gobierno han cometido errores ha sido por efecto de las presiones, del acorralamiento, el intervencionismo, la instigación permanente del conjunto del fascismo internacional. Desde el 2 de febrero de 1999, día de la posesión del presidente Chávez, Venezuela ha sido atacada desde todos los flancos, con toda la parafernalia y bulla mediática, con grupos de mercenarios colombianos, sanciones imperiales de bloqueo criminal que hicieron escasear medicamentos, alimentos, insumos, maquinarias, divisas.
El éxodo masivo de venezolanos fue consecuencia directa de las sanciones económicas. El desabastecimiento, la parálisis industrial, la crisis económica, la devaluación, la inflación galopante fueron planificadas fría y calculadamente en el país de las hamburguesas para asfixiar el gobierno bolivariano y provocar su caída. Finalmente, lo que lograron fue golpear a la población más vulnerable, expulsarla de su propio territorio. Constituye otro crimen que se suma a las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, los bombardeos con napalm y agente naranja en Vietnam, los derrocamientos de gobiernos democráticos (Chile, República Dominicana, Honduras, Paraguay, Bolivia, Brasil, Perú), entre otros.
El libreto seguido desde hace 25 años, el cual es muy predecible y pueril, vuelve y desconoce una victoria legitima del presidente Nicolás Maduro en las elecciones del pasado 28 de julio de 2024. Vuelven a cantar fraude en un sistema electoral electrónico con tres filtros de pruebas, uno de los más seguros y confiables del mundo. Los gobiernos de USA, Italia, Israel, Perú, reconocen como presidente legítimo a Edmundo González. Y como novedad en la artillería golpista, Biden (presidente de USA) le pone precio en dólares a la captura de Maduro. Repiten en todos los medios de comunicación que Maduro es un dictador, y ponen a repetir lo mismo a muchos demócratas y progresistas del mundo. Para el fascismo, todos los presidentes con criterio son dictadores. Según los nuevos moralistas (los que aman la dictadura del capital), Petro es dictador, Pedro Castillo (Perú) es dictador, Luis Arce (Bolivia) es dictador. Para el fascismo, el presidente Nicolás Maduro no tiene derecho a defenderse. Debe dejarse amedrentar, humillar, amenazar, quedarse quieto. Si se atreve a anunciarles que les aplicará la Ley entonces es dictador. Sólo los fascistas pueden mandar paramilitares, crear guarimbas, terrorismo callejero, autoproclamarse presidentes legítimos, amenazar con invasión. El gobierno bolivariano no puede detener a alguien que esté involucrado en acciones de traición a su país, que amenazan la seguridad y la convivencia pacífica, porque entonces es dictadura y viola los derechos humanos. Pretenden que las instituciones se queden maniatadas para que así prospere la conspiración.
Cuba y Venezuela son los procesos revolucionarios de emancipación que se han sostenido en América Latina porque se radicalizaron. Aquellos procesos democráticos progresistas que no se radicalizaron terminaron reventados, casos de Republica Dominicana (1963 - Juan Bosch), Chile (1972 - Salvador Allende), Honduras (2009 – Manuel Zelaya), Paraguay (2012 – Fernando Lugo), Brasil (2016 – Dilma Rousseff), Bolivia (2019 – Evo Morales), Perú (2022 – Pedro Castillo).