FG, 4-2-2025
Las redes sociales están llenas de lamentos de treintañeros del Sur Global, que ven cómo se les escapa su sustento en dólares.
Solo puedo aplaudir esta decisión de los MAGAlomaníacos. He aquí el porqué: en mi lejana juventud, en los felices años 60, vivía en el centro de Túnez. De camino a casa desde la escuela, alrededor del mediodía, me detenía en la ahora desaparecida boulangerie, una panadería industrial sin tienda, donde se compraba pan recién salido del horno, para comprar «bâtards», «pan italiano» o, más raramente, «baguettes».
Alrededor de 1963-1964, el pan dejó de ser comestible. Al abrirlo, aparecía una miga verde. Harina podrida. Le pregunté al panadero: «¿Qué está pasando?». Con gesto de disgusto, señaló un montón de sacos de harina apilados en un rincón. El texto impreso en los sacos decía: «Donado gentilmente por el pueblo de los Estados Unidos de América - USAID» y, debajo, las dos manos entrelazadas, con la bandera de barras y estrellas de fondo.
En pocas palabras, USAID nos ofrecía generosamente harina de trigo podrida. Una razón más para vomitar a los yanquis, que habían empezado a bombardear Vietnam del Norte y a desembarcar tropas en Vietnam del Sur.
Hoy en día, USAID ya no nos
envenena con harina podrida, sino con programas de empowerment:
empoderamiento de los jóvenes, empoderamiento de las mujeres, empoderamiento de
l@s LGBTQ+, en definitiva, empoderamiento con todas las salsas, incluida la de kétchup.
Han comprado a la generación de la Primavera Árabe, en dura competencia con
fundaciones alemanas, suecas, canadienses, francesas y japonesas, sin olvidar a
nuestros hermanos emiratíes. Benditos sean entonces Donald, Marco y Adolf, que nos
liberen de esta escoria de la tierra y su moneda de monopoly.