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25/11/2025

Black Friday en el Máshrek:: masacres gratuitas, asesinatos y rebajas sin fin

Lyna Al Tabal, Rai Al Youm, 25-11-2025

Original :

 Black Friday في المنطقة: مجازر مجانية واغتيالات وعروض تصفية لا تنتهي

Traducido por Tlaxcala

En nuestra región, el “Black Friday” no tiene nada de comercial. Se manifiesta en una sucesión de masacres, asesinatos selectivos y violaciones continuas del derecho internacional. Y, una vez más, asistimos al mismo escenario repetido: la caída simbólica de la Resolución 1701, presentada durante años como “el único marco posible” para contener la escalada en el Líbano.


Un marco, sin embargo, vulnerado a diario: aviones israelíes sobrevolando Beirut, humo de cohetes en el sur y un enemigo que reorganiza en silencio su lista de objetivos. El asesinato del pasado domingo en los suburbios del sur de Beirut ilustra, nuevamente, el colapso de este frágil equilibrio.

Un expediente israelí cada vez más pesado en La Haya

Con cada nueva ofensiva, Israel añade una capa más a su expediente ante los tribunales internacionales. Mientras su diplomacia intenta esquivar las acusaciones de genocidio, las violaciones del alto el fuego se multiplican, acompañadas de ataques y masacres que se acumulan como pruebas contundentes. Estos crímenes no se desvanecen. Se sedimentan, se suman unos a otros y conforman una verdad insoslayable: el tiempo no borra la impunidad, la condena.

Cada asesinato, cada colonia, cada operación militar nutre un expediente jurídico ya voluminoso. Y los  procedimientos en curso en La Haya —tanto en la Corte Internacional de Justicia como en la Corte Penal Internacional— no prescriben; simplemente esperan. Algún día, la era de las protecciones políticas llegará a su fin. Y entonces, augura la arriba firmante, muchos dirigentes israelíes podrían acabar “en jaulas”.

Kamal Sharaf

Un declive internacional sin precedentes

La imagen de Israel en el mundo se deteriora aún más. Órdenes de arresto siguen vigentes contra Benjamín Netanyahu y varios ministros —Gallant, Smotrich, Ben Gvir, Katz—, obligándolos a evitar los países firmantes del Estatuto de Roma. Es una situación inédita: dirigentes convertidos en parias diplomáticos. Mientras tanto, las imágenes de soldados en Gaza, las escenas de caos político en la Knéset y las manifestaciones globales que denuncian a Israel como “un Estado genocida” moldean una reputación cada vez más difícil de revertir.

Los procedimientos judiciales avanzan como una mancha de aceite. Cada semana aparecen nuevos documentos, testimonios y cargos.

Una justicia interna desacreditada

El episodio más reciente lo resume todo: la exfiscal militar israelí que intentó investigar violaciones de presos palestinos por militares israelíes fue detenida. El mensaje es claro: Israel carece de un poder judicial independiente, de voluntad para investigar y de capacidad para juzgar a sus propios responsables. Para las instituciones internacionales, la demostración es contundente: un Estado que encarcela a quienes intentan abrir una investigación no puede presumir de un sistema judicial funcional.

Un cuadro coherente… y demoledor

Visto desde el exterior, el diagnóstico es inequívoco:

  • un Estado acusado de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia;
  • una clase política entera bajo órdenes de detención internacionales;
  • un aparato judicial que reprime a sus propios investigadores ;
  • un ejército que comete asesinatos y masacres durante una tregua considerada por la comunidad internacional como un paso hacia la paz.

Una coherencia delictiva tan clara que se convierte en una causa irresistible para los tribunales internacionales.

La deuda de los crímenes

Recordemos una convicción profundamente arraigada en la región: aquí no existen los finales. Los crímenes no desaparecen; dejan una deuda larga, una marca que persigue a los Estados durante décadas. Los pueblos no olvidan los nombres de sus masacres. Y, al multiplicar sus operaciones militares, Israel ofrece cada semana nuevas pruebas a los jueces internacionales.

Este “Black Friday” regional no es un episodio aislado: es un ciclo continuo de violencia, impunidad y evidencias que se acumulan. Masacres gratuitas, asesinatos selectivos, liquidaciones sin fin: así luce hoy la verdadera temporada de rebajas en el Máshrek.

Black Friday au Machrek : massacres gratuits, assassinats et soldes sans fin

Lyna Al Tabal, Rai Al Youm, 25/11/2025

Original :

 Black Friday في المنطقة: مجازر مجانية واغتيالات وعروض تصفية لا تنتهي

Traduit par Tlaxcala

Dans notre région, le « Black Friday » n’a rien de commercial. Il se manifeste par une succession de massacres, d’assassinats ciblés et de violations continues du droit international. Et, pour la énième fois, un même spectacle se répète : la chute symbolique de la résolution 1701, présentée depuis des années comme « le seul cadre possible » pour contenir l’escalade au Liban.

Un cadre pourtant contourné quotidiennement : avions israéliens au-dessus de Beyrouth, fumée de roquettes dans le Sud, et un ennemi qui réorganise tranquillement sa liste d’objectifs. L’assassinat de dimanche dernier dans la banlieue sud de Beyrouth illustre, une fois encore, l’effondrement de ce fragile équilibre.

Un dossier israélien qui s’alourdit à La Haye

À chaque nouvelle attaque, Israël ajoute une couche supplémentaire à son dossier devant les tribunaux internationaux.
Tandis que sa diplomatie tente d’éluder les accusations de génocide, les violations du cessez-le-feu se multiplient, accompagnées de frappes et de massacres qui s’accumulent comme autant de preuves.

Ces crimes ne se dissipent pas. Ils se sédimentent, s’ajoutent les uns aux autres, façonnant une vérité incontournable : le temps n’efface pas l’impunité, il la condamne.

Chaque assassinat, chaque colonie, chaque opération militaire nourrit un dossier juridique déjà massif. Et les procédures en cours à La Haye — qu’il s’agisse de la Cour internationale de justice ou de la Cour pénale internationale — ne disparaissent pas. Elles attendent.

Un jour, l’ère des protections politiques prendra fin. Et ce jour-là, prédit votre serviteure, nombre de dirigeants israéliens pourraient bien se retrouver « dans des cages ».

Kamal Sharaf

Une déchéance internationale sans précédent

L’image d’Israël dans le monde sombre davantage. Des mandats d’arrêt visent toujours Benjamin Netanyahou et plusieurs ministres de son gouvernement — Gallant, Smotrich, Ben Gvir, Katz. Tous évitent désormais les pays signataires du Statut de Rome. Une situation inédite : des dirigeants devenus des parias diplomatiques.

Parallèlement, les vidéos de soldats à Gaza, les scènes de chaos politique à la Knesset et les manifestations mondiales dénonçant « un État génocidaire » construisent une image de plus en plus difficile à redorer.

Les procédures judiciaires s’étendent comme une tache d’huile. Chaque semaine apporte de nouveaux documents, de nouveaux témoignages, de nouvelles charges.

Une justice interne disqualifiée

Dernier épisode significatif : l’ancienne procureure militaire israélienne, qui avait tenté d’enquêter sur des viols de prisonniers palestiniens par des militaires israéliens, a été arrêtée. Un signal sans ambiguïté : Israël ne dispose ni de l’indépendance judiciaire, ni de la volonté politique nécessaires pour juger ses propres responsables. Pour les institutions internationales, la démonstration est claire : un État qui emprisonne ceux qui tentent d’ouvrir une enquête ne peut pas se prévaloir d’un système judiciaire fonctionnel.

Un tableau cohérent… et accablant

Vu de l’extérieur, le diagnostic est désormais limpide :

  • un État poursuivi pour génocide devant la Cour internationale de justice ;
  • une classe politique visée par des mandats d’arrêt internationaux ;
  • un appareil judiciaire qui se retourne contre ses propres enquêteurs ;
  • une armée qui poursuit assassinats et frappes pendant une trêve censée préparer la paix.

Une cohérence parfaitement lisible pour les tribunaux internationaux : un faisceau d’éléments lourd, continu, impossible à ignorer.

La dette criminelles

Rappelons une conviction profondément ancrée dans notre région : il n’y a pas de fin ici. Les crimes ne s’effacent pas. Ils laissent une dette longue, une trace qui poursuit les États durant des décennies. Les peuples n’oublient pas les noms de leurs massacres. Et Israël, en multipliant les opérations  militaires, offre chaque semaine des preuves supplémentaires aux juges internationaux. Ce « Black Friday » régional n’a donc rien d’un événement ponctuel :
c’est un cycle continu de violence, d’impunité et de preuves qui s’empilent.

Massacres gratuits, assassinats ciblés, liquidations sans fin : telle est, aujourd’hui, la vraie saison des soldes au Machrek.

09/10/2025

Por fin visité Palestina… Esta es mi experiencia en la cárcel israelí tras mi detención junto a mis compañer@s de la Global Sumud Flotilla

Lyna Al TabalRai Al Youm, 8-10-2025
Traducido por Tlaxcala

“Por fin visitaste Palestina”: así terminaba el mensaje que me envió mi amiga y hermana Um al-Qasam, esposa del luchador encarcelado Marwan Barghouti.

Sí, finalmente visité Palestina, una visita dolorosa y hermosa, un paso entre dos heridas.

Vi el desierto del Naqab [“Neguev”] extenderse ante mí en una inmovilidad infinita.

Lo contemplé durante dos horas por una rendija estrecha en un camión metálico cerrado, que ni siquiera serviría para transportar mercancías deterioradas.

Pero la ocupación quiso probar nuestra capacidad de soportar el silencio bajo presión, bajo el calor sofocante, el frío de sus aires acondicionados y el ruido ensordecedor…

Sin embargo, ver la tierra de Palestina hizo que el tiempo se detuviera; las torturas favoritas de la ocupación dejaron de importar.

Cuando el camión se detuvo frente al aeropuerto, antes de deportarnos, nos amenazaron con volver a arrestarnos si levantábamos señales de victoria…

Un ejército fuertemente armado, el cuarto del mundo, un Estado nuclear, que tiembla ante unos dedos levantados…

¿Qué clase de fuerza es esta que se aterra ante un símbolo?

Salimos con calma, la cabeza en alto, cantando una canción suave sobre Palestina, lanzando consignas y señales de victoria.

Luego vi las montañas ante mí… la cadena del Ras al-Rumman [“Monte Ramon”] extendiéndose hasta el horizonte.

Aquel momento fue de silencio absoluto, calma y una sensación espiritual que nunca había experimentado.

Y les aseguro: Ver Palestina… lo vale todo.

 



En las celdas israelíes

Busquen las montañas del Rumman en Google… luego cierren los ojos e imagínenlas frente a ustedes.

Éramos un grupo que quería navegar y romper el bloqueo de Gaza en una misión humanitaria y no violenta.

Llevábamos harina, medicinas, y lo que queda de conciencia y humanidad.

Ya conocen el resto: nos secuestraron en aguas internacionales, bajo el sol y en medio del mar.

Pero nos acercamos a Gaza…

La vimos al amanecer: sí, la vimos, aunque éramos prisioneros, bajo el cielo de Palestina.

La operación de interceptación fue “profesional”, como le gusta al ejército israelí describir sus crímenes:

ilegal, inhumana, pero justificada, como siempre.

Nos llevaron al puerto de Ashdod, donde comenzó el circo israelí habitual: insultos, amenazas…

El mismo odio, el mismo lenguaje, la misma arrogancia, el mismo racismo de siempre.

Nos arrojaron en camiones indignos de transportar personas o incluso basura.

Una policía me empujó dentro de una celda metálica de metro y medio, apenas suficiente para cuatro respiraciones humanas.

Golpeé mi cabeza contra la pared de metal; por un instante creí que me había disparado.

A mi lado se sentó Rima Hassan, eurodiputada, que me dijo:

“También me golpearon… probablemente nos lleven a aislamiento, pero al menos estamos juntas.”

Reímos, porque cuando el miedo se agota, se convierte en una fría ironía.

Poco después, la policía arrojó dentro de la celda a una mujer argelina de setenta años llamada Zubeida, exdiputada, acompañada de Sirin, una joven activista.

Cuatro mujeres de tres continentes encerradas en una jaula que ni siquiera contiene sus respiraciones.

El ambiente era asfixiante, el aire, mezcla de violencia y amenaza.

Nuestros cuerpos empapados en sudor; y cuando el calor nos abrasó, decidieron encender el aire frío — no por misericordia, sino como parte de una ingeniería del tormento: frío… calor… frío… calor.

Nos llevaron al centro de detención, a las secciones 5 y 6; las mujeres fueron repartidas en 14 celdas.

A mí me asignaron la celda número 7. Un número bonito… pero me trajo mala suerte la primera noche: a las 4 de la madrugada, irrumpió en la celda el ministro Itamar Ben Gvir, símbolo de la desgracia.

Dijo con arrogancia:

“Soy el ministro de Seguridad Nacional.”

Entró con su tropa y sus perros policiales a amenazar a mujeres dormidas.

Me preguntó mi nacionalidad.

Guardé silencio.

¿Qué pasaría si dijera libanesa?

No… preferí dormir antes que abrir una batalla.

Le habría dicho:

“Ben Gvir, antes de hablar o moverte, consulta a la inteligencia artificial; al menos ella tiene algo de inteligencia.

Tu estupidez, si fuera energía renovable, iluminaría todo el desierto del Naqab, y quizás también la oscuridad de tu mente.”

Por la mañana, nos despertaban para el conteo: 14 mujeres, cada mañana y cada noche.

El número nunca cambiaba, pero insistían en repetirlo, especialmente de noche.

Nosotras reíamos y volvíamos a dormir.

Casi no había comida, no había agua, las amenazas de muerte o de gas eran constantes.

Sin derechos, sin abogado, sin médico, sin medicinas — ni siquiera paracetamol.

Cada día nos llevaban a una jaula parecida a las de Guantánamo, de unos 15 metros cuadrados, donde amontonaban a 60 mujeres bajo el sol del Naqab durante 5 o 7 horas, con la excusa de llevarnos ante un juez… que a veces ni aparecía.

Una vez, un policía me apuntó con su arma a la cabeza porque no tenía las manos detrás de la espalda:

“Te voy a matar”, dijo con seriedad patética.

Le sonreí.

Nuestro juego favorito era desafiarles:

“¡Vamos, mátame!”

“¡Mátennos!”

Palabras con las que apagábamos el miedo, como quien apaga una vela y luego la vuelve a encender.

La policía israelí no entendía de qué planeta veníamos. Los agotamos.

Cantábamos, gritábamos “¡Viva Palestina!”, los mirábamos directo a los ojos, con firmeza y una sonrisa que quizá los avergonzaba.

Uno de ellos me dijo:

“Lo que están haciendo… está bien.”

No niego mi miedo: tuve miedo, estaba tensa, cansada.

El peor escenario siempre rondaba.

Pero quien tiene la razón no teme reclamar justicia, ¿verdad?

Seguíamos gritando; ellos venían con armas, gas, perros; se iban; volvíamos a empezar.

Lo más hermoso que leí en mi vida estaba grabado en las paredes de las celdas:

nombres, tallados con uñas o con la bala de un bolígrafo hallado tras la ventana:

Abu Iyad, Abu Ma’mun, Abu Omar, Abu Mohammed, de Beit Lahia, Jabalia, Hay al-Amal, Shuja’iyya, norte de Gaza.

Escribieron sus fechas de detención; la última: 28 de septiembre.

Habían escribido: “Nos trasladaron hoy…”

Quizás vaciaron las celdas para nosotras.

En la celda 7 estaban también:

 ·       Judith, la más joven, alemana, 18 años;

·        Lucía, diputada española;

·        Marita, activista sueca;

·        Jona, política y cantante usamericana;

·        Zubeida, exdiputada argelina;

·        Hayat, periodista de Al Jazeera;

·        Patty, diputada griega;

·        Dara, directora griega…

De culturas distintas, pero una sola voz tras los barrotes: “¡Viva Palestina!”

Decidí tratar a los carceleros como lo haría una jurista: documentar primero, luego clasificar.

Había:

  • ·        el “bueno”, que me pasaba noticias en secreto: fecha de liberación, visita de los cónsules;
  • ·        el “malo”, que lanzaba balas de odio con la mirada cada mañana;
  • ·        el “indiferente”, que ni odiaba ni amaba, solo ejecutaba… un robot administrativo sin conciencia.

Luego llegó el “entretenimiento cultural”:

Nos obligaron a ver una película propagandística sobre el 7 de octubre.

Nos negamos, gritamos: “¡Detengan el genocidio en Gaza!”

Se enfurecieron. Nos negamos otra vez.

Fue nuestra última pequeña batalla, y también la ganamos.

Olvidé decirles: estábamos en la cárcel del Naqab llamada en hebreo Ketziot, que durante la primera Intifada se conocía como Ansar 2.

La ventana de mi celda daba a un terreno, donde había un cartel gigante de Gaza destruida, con la frase “La Nueva Gaza” en árabe y un enorme y arrogante banderín israelí.



Así fue mi visita a Palestina: una fiesta de tortura, amenazas, y prisión temporal en una tierra ocupada.

Pero vi las montañas, vi Gaza desde lejos, y vi el miedo israelí de cerca.

Sí, finalmente, visité Palestina.

Y la historia continúa…

Espérennos en diciembre, porque los barcos se detienen un poco, pero van a seguir navegando.

Enfin, j’ai visité la Palestine… Voici mon expérience dans la prison israélienne après mon arrestation et celle de mes compagnes et compagnons de la Global Sumud Flotilla

Lyna Al TabalRai Al Youm, 8/10/2025
Traduit par Tlaxcala

« Enfin, tu as visité la Palestine » : c’est ainsi que s’achevait le message que m’a adressé mon amie et sœur Oum Al-Qassam, l’épouse du résistant emprisonné Marwan Barghouti.
Oui, enfin, j’ai visité la Palestine — une visite douloureuse et belle à la fois, un passage entre deux blessures…

J’ai vu le désert du Naqab [“Néguev”] s’étendre devant moi, figé dans une immobilité infinie. Je l’ai observé pendant deux heures à travers une fente étroite d’un camion métallique fermé, impropre même au transport de marchandises avariées.
Mais l’occupation avait décidé de tester notre capacité à supporter le silence sous la pression, la chaleur extrême, le froid glacial de leurs climatiseurs et le vacarme qu’ils produisent…
Pourtant, voir la terre de Palestine a suspendu le temps : les rituels préférés de torture de l’occupant n’avaient plus d’emprise.

Quand le camion s’est arrêté, devant l’aéroport, pour nous expulser, ils nous ont menacés de nous arrêter à nouveau si nous faisions le signe de la victoire…

Une armée lourdement armée — la quatrième au monde — et un État nucléaire qui tremble devant des doigts levés !
Quelle est donc cette puissance qui s’effraie d’un simple symbole ?

Nous sommes sortis dans le calme, la tête haute, chantant une douce chanson pour la Palestine, lançant des slogans et des signes de victoire.
Puis j’ai vu les montagnes devant moi… la chaîne du Ras al-Rumman [“Mont Ramon”] s’étendant jusqu’à l’horizon.
Ce moment fut silence, paix, et émotion spirituelle inédite…
Et je vous l’assure : voir la Palestine… vaut tout.



Dans les cellules israéliennes

Cherchez les montagnes du Rumman sur Google, puis fermez les yeux… imaginez-les devant vous.

Nous étions un groupe ayant voulu naviguer pour briser le blocus de Gaza dans une mission humanitaire et non violente.
Nous transportions de la farine, des médicaments et ce qui reste de conscience et d’humanité…
Vous connaissez la suite : nous avons été kidnappés dans les eaux internationales, sous le soleil et en mer.
Mais nous nous étions approchés de Gaza… nous l’avons vue à l’aube : oui, nous avons vu Gaza, alors même que nous étions prisonniers, sous le ciel de la Palestine.

L’opération d’interception fut, selon les termes de l’armée israélienne, « professionnelle » — autrement dit : illégale, inhumaine, mais comme toujours présentée comme justifiée.

Ils nous ont conduits au port d’Ashdod, où le cirque israélien habituel a commencé : insultes, menaces… la même haine inchangée depuis des décennies.
La même langue, la même arrogance, le même racisme.

Ils nous ont jetées dans des camions — des véhicules impropres au transport, ni d’êtres humains, ni même de marchandises.
Une policière m’a poussée dans une cellule métallique d’à peine un mètre et demi, suffisant à peine pour quatre souffles humains.
Ma tête a heurté le mur de métal. L’espace d’un instant, j’ai cru qu’elle m’avait tiré dessus.
À côté de moi, s’est assise Rima Hassan, députée européenne. Elle s’est tournée vers moi :

“Ils m’ont frappée aussi. Ils vont probablement nous mettre à l’isolement, mais au moins, on est ensemble.”
Nous avons ri. Car quand la peur s’épuise, elle devient ironie froide.

Peu après, la policière a jeté dans la cellule une femme algérienne septuagénaire nommée Zubaida, ancienne députée, accompagnée de Sirine, une jeune militante.

Quatre femmes de trois continents, dans une cage où même leurs souffles n’avaient pas de place.
L’air était irrespirable, saturé de violence et de menace.
Nos corps trempés de sueur ; puis, quand la chaleur est devenue insupportable, ils ont allumé la clim glaciale — non par pitié, mais comme partie d’une ingénierie du supplice : chaud… froid… chaud… froid.

                                   

Ils nous ont ensuite transférées vers le centre de détention, dans les sections 5 et 6, répartissant les femmes dans 14 cellules.
Moi, j’ai été placée dans la cellule numéro 7. Un joli chiffre, ai-je pensé, jusqu’à la première nuit, à quatre heures du matin :
le ministre Itamar Ben Gvir, symbole du malheur, a fait irruption dans notre cellule, accompagné de sa troupe et de ses chiens policiers.
Il s’est présenté : “Je suis le ministre de la sécurité nationale”, et s’est mis à menacer des femmes endormies.

Il m’a demandé ma nationalité. J’ai gardé le silence.
Et si je disais “libanaise” ?  Non. Mieux vaut dormir que déclencher une bataille.

Je lui dis en mon for intérieur : “Ben Gvir, avant d’agir ou de parler, consulte l’intelligence artificielle, elle au moins possède un peu d’intelligence.
Ton idiotie, si elle était une énergie renouvelable, éclairerait tout le Néguev, et peut-être aussi l’obscurité de ton esprit.”

Le matin, ils nous réveillaient pour le comptage : 14 femmes, matin et soir, encore et encore…
Le nombre ne changeait jamais, mais ils insistaient, surtout la nuit.
Nous riions à chaque comptage et nous rendormions.

Pas de nourriture, presque pas d’eau, menaces constantes d’exécution ou de gaz.
Aucun droit : pas d’avocat, pas de médecin, pas de médicaments, pas même du paracétamol.

Chaque jour, ils nous emmenaient vers une cage semblable à celles de Guantánamo, de 15 mètres carrés, où ils entassaient 60 femmes sous le soleil du Néguev pendant 5 à 7 heures, sous prétexte de voir un juge… qui parfois n’apparaissait même pas.
Un policier a pointé son arme sur ma tête parce que je n’avais pas mis mes mains derrière mon dos :

“Je vais te tuer,” a-t-il dit sérieusement.
Je lui ai souri.

Notre jeu préféré : leur répondre d’une seule voix —

“Vas-y, tue-moi !”
“Tuez-nous !”
Des mots pour éteindre la peur, comme on souffle sur une bougie avant de la rallumer.

Les policiers israéliens ne comprenaient pas d’où nous venions… Nous les avons épuisés.
Nous chantions, nous criions “Vive la Palestine”, fixant leurs yeux avec fermeté et sourire ; peut-être les avons-nous honteusement désarmés.
L’un d’eux m’a dit : “Ce que vous faites, c’est… bien.”

Je ne nierai pas ma peur : j’ai eu peur, j’étais tendue, épuisée.
Mais la justice, on n’a pas peur de la réclamer, encore et encore, n’est-ce pas, mon ami ?

Nous criions, ils arrivaient avec armes, gaz et chiens ; ils repartaient ; nous recommencions.

Le plus beau texte que j’aie jamais lu était gravé sur les murs de ces cellules :
des noms, gravés à l’ongle ou avec la pointe d’un stylo trouvé près d’une fenêtre :
Abou Iyad, Abou Ma’moun, Abou Omar, Abou Mohammed de Beit Lahia, Jabaliya, Hay Al-Amal, Al-Shuja’iyya, Nord de Gaza.
Ils avaient écrit leurs dates d’arrestation, la dernière était le 28 septembre.
Ils avaient écrit : “On nous a transférés aujourd’hui…”
Peut-être avaient-ils vidé la cellule pour nous.

Dans la cellule n°7, il y avait aussi :

  • Judith, la plus jeune, 18 ans, allemande ;
  • Lucía, députée espagnole ;
  • Marita, militante suédoise ;
  • Jona, chanteuse et politicienne usaméricaine ;
  • Zubaida, députée algérienne ;
  • Hayat, correspondante d’Al-Jazeera ;
  • Patty, députée grecque ;
  • Dara, réalisatrice grecque…

Nous étions de cultures différentes, mais derrière les barreaux, une seule voix : “تحيا فلسطين – Vive la Palestine !”

J’ai décidé de traiter les geôliers comme le ferait une juriste : documenter d’abord, puis classer.
Il y avait :

  • le “gentil”, celui qui me transmettait en secret des infos : date de libération, visite des consuls ;
  • le “méchant”, dont le regard chaque matin tirait des balles de haine ;
  • l’“indifférent”, ni haineux ni bienveillant — un robot administratif sans conscience.

Puis est venu le “divertissement culturel” :
ils nous ont forcées à regarder un film de propagande sur le 7 octobre.
Nous avons refusé, avons crié : “Arrêtez le génocide à Gaza !”
Ils sont devenus fous. Nous avons refusé encore.
Ce fut notre petite bataille finale, et nous l’avons gagnée.

J’ai oublié de vous dire : nous étions dans la prison du Néguev — en hébreu : Ketziot — appelée Ansar 2 pendant la première Intifada.
La fenêtre de ma cellule donnait sur un terrain vague, où se dressait un immense panneau montrant Gaza détruite, surmontée de l’inscription “La Nouvelle Gaza” en arabe, et en dessous, un grand drapeau israélien, arrogant.

Ainsi fut ma visite de la Palestine :
une fête de torture, de menaces, et de détention temporaire sur une terre occupée.
Mais j’ai vu les montagnes, j’ai vu Gaza de loin, et j’ai vu de près la peur israélienne.

Oui… enfin, j’ai visité la Palestine.

Et l’histoire n’est pas finie…
Attendez-nous en décembre, car les navires font une pause, mais continueront de naviguer.

20/09/2025

LYNA AL TABAL
Informe sobre el genocidio en Gaza: léanlo conmigo si quieren, ¡no cambiará nada!

Lyna Al Tabal, RaiAlYoum, 17-9-2025
Traducido por Tlaxcala



Cada mañana estalla el sol sobre el Machrek, misiles, fuego, promesas internacionales, cada mañana comienza la cuenta regresiva para nuevas víctimas.
Este artículo no soporta el silencio prolongado, ¡maldito sea silencio! Callarse significa que eres parte del crimen.

Luego, de repente, te das cuenta de que el rojo en el cielo no es un atardecer romántico, es sangre mezclada con el fuego de los bombardeos. El color que era símbolo del amor se ha vuelto color de muerte, es el color de la sangre mezclada con el fuego del bombardeo, esto es exactamente lo que ven en el cielo de Gaza. Gaza arde, sus niños envueltos en mantas empapadas de sangre, las madres vacilan entre el grito y la oración, los padres se golpean el rostro y tratan de despertar a sus hijos muertos. Esto no es el día del Juicio Final, es un día más ordinario en Gaza.


Por primera vez en setenta años de masacres la ONU ha descubierto de repente que Israel está cometiendo en Gaza lo que el diccionario humano llama “genocidio”. En su informe la comisión internacional de investigación declaró que el ejército israelí ha cometido cuatro de los cinco elementos del genocidio tal como lo dispone la Convención de 1948:
• Matar a miembros del grupo,
• Infligir daño físico o mental grave,
• Imponer condiciones de vida destinadas a destruir al grupo total o parcialmente,
• Crear condiciones que apunten a impedir los nacimientos dentro del grupo.

Solo el quinto apartado, el relacionado con el secuestro de niños, aún no ha recibido el “honor” de la firma israelí, quizá por falta de tiempo, o porque simplemente prefieren matar a los niños en brazos de sus madres.

El informe señala con frialdad que estos crímenes fueron cometidos con premeditación, sellados con las declaraciones de Netanyahu, Gallant y Herzog.

Léanlo conmigo si quieren. No cambiará nada.

Punto primero: matar al grupo meta
El informe indica sesenta mil mártires hasta ahora, y el número va en aumento, la mitad son mujeres y niños. El resto son civiles. Su único pecado: estar vivos, eso es todo.
La revista The Lancet, que normalmente escribe sobre enfermedades como el cáncer o del hígado, se encuentra de lleno en el genocidio documentando el colapso de la esperanza de vida en Gaza: de 75,5 a 40,5 años. Israel no se contenta con matar gente, hurta la vida de quienes aún no han nacido.
Los hospitales, “infraestructuras protegidas” en el derecho internacional, se han convertido en objetivos militares, sé que lo sabes!
El informe registra 498 ataques documentados; las maneras de matar son muchas: casas, refugios, zonas seguras, y un asedio que impide agua, pan y medicinas. El hambre misma es diseñada por Israel con tanto cuidado como cualquier bomba inteligente.

Punto segundo: infligir daño grave
La muerte no fue suficiente, había que humillar, desplazar bajo los bombardeos, huir de las casas hacia nada, y de ahí hacia las tumbas. Se debe añadir la tortura en las prisiones para completar el cuadro. La comisión internacional documentó todo con frialdad académica, parada en medio de un matadero que se desborda con todos los colores de la sangre y todas sus formas. Luego añade la frase que repite en cada informe suyo: “Esto podría usarse ante la Corte Penal Internacional.”

Punto tercero: imponer condiciones de vida propicias para el genocidio
La ONU tardó dos años en decir que Israel usaba el hambre como arma. Dos años de hambre, de sed, de bombardeos, antes de que escribieran esa frase en el informe. El pan, el agua, las escuelas, los hospitales, todo se convirtió en escombros y se evaporó, y la comisión lo llama “crímenes contra la humanidad”. ¡Gracias por este descubrimiento!

Punto cuarto: impedir los nacimientos

El futuro mismo fue puesto en la lista de objetivos en Gaza, incluso la idea primera de la vida fue exterminada… El informe de la comisión documenta el bombardeo de la más grande clínica de fertilidad del territorio, la quema de cuatro mil fetos, mil muestras de esperma y óvulos… Israel decidió aniquilar la idea misma antes de que se convirtiera en vida. No niños, no esperanza, no generaciones nuevas… todo quemado. ¡Imaginen! Es más fácil para Israel que esperarlos para que nazcan.

Navi Pillay, presidenta de la comisión, ha pedido la prohibición de armar a Israel, el enjuiciamiento de los criminales y el fin de este genocidio. Gritó: el silencio es cómplice del crimen… En marzo pasado, la comisión dijo: “las acciones de Israel podrían calificar como genocidio”. Hoy, la palabra “podrían” ha caído, simplemente. No ha cambiado nada salvo el número de cuerpos de los mártires.

En cuanto al comunicado del ministerio israelí de Relaciones Exteriores, es una copia del comunicado del año pasado, del año anterior, y del anterior también: “alegaciones falsas, informe fraudulento, mentiras…” las mismas alegaciones desde hace medio siglo, repetidas por los portavoces oficiales en Tel Aviv… Israel es inocente, rodeado por civiles, cercado por niños con los zapatos rotos, un ejército que enfrenta, en su relato, una amenaza existencial de madres buscando los restos de sus hijos bajo los escombros.

Medio siglo del mismo discurso, un ejército armado hasta los dientes que mata niños y afirma ser la víctima. Al final nada de justicia. Nada de vergüenza. La sangre llena el lugar… solo sangre, mucha sangre que ahoga la tierra, y encima flotan palabras insulsas de solidaridad.

El informe (en español)