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09/10/2025

Por fin visité Palestina… Esta es mi experiencia en la cárcel israelí tras mi detención junto a mis compañer@s de la Global Sumud Flotilla

Lyna Al TabalRai Al Youm, 8-10-2025
Traducido por Tlaxcala

“Por fin visitaste Palestina”: así terminaba el mensaje que me envió mi amiga y hermana Um al-Qasam, esposa del luchador encarcelado Marwan Barghouti.

Sí, finalmente visité Palestina, una visita dolorosa y hermosa, un paso entre dos heridas.

Vi el desierto del Naqab [“Neguev”] extenderse ante mí en una inmovilidad infinita.

Lo contemplé durante dos horas por una rendija estrecha en un camión metálico cerrado, que ni siquiera serviría para transportar mercancías deterioradas.

Pero la ocupación quiso probar nuestra capacidad de soportar el silencio bajo presión, bajo el calor sofocante, el frío de sus aires acondicionados y el ruido ensordecedor…

Sin embargo, ver la tierra de Palestina hizo que el tiempo se detuviera; las torturas favoritas de la ocupación dejaron de importar.

Cuando el camión se detuvo frente al aeropuerto, antes de deportarnos, nos amenazaron con volver a arrestarnos si levantábamos señales de victoria…

Un ejército fuertemente armado, el cuarto del mundo, un Estado nuclear, que tiembla ante unos dedos levantados…

¿Qué clase de fuerza es esta que se aterra ante un símbolo?

Salimos con calma, la cabeza en alto, cantando una canción suave sobre Palestina, lanzando consignas y señales de victoria.

Luego vi las montañas ante mí… la cadena del Ras al-Rumman [“Monte Ramon”] extendiéndose hasta el horizonte.

Aquel momento fue de silencio absoluto, calma y una sensación espiritual que nunca había experimentado.

Y les aseguro: Ver Palestina… lo vale todo.

 



En las celdas israelíes

Busquen las montañas del Rumman en Google… luego cierren los ojos e imagínenlas frente a ustedes.

Éramos un grupo que quería navegar y romper el bloqueo de Gaza en una misión humanitaria y no violenta.

Llevábamos harina, medicinas, y lo que queda de conciencia y humanidad.

Ya conocen el resto: nos secuestraron en aguas internacionales, bajo el sol y en medio del mar.

Pero nos acercamos a Gaza…

La vimos al amanecer: sí, la vimos, aunque éramos prisioneros, bajo el cielo de Palestina.

La operación de interceptación fue “profesional”, como le gusta al ejército israelí describir sus crímenes:

ilegal, inhumana, pero justificada, como siempre.

Nos llevaron al puerto de Ashdod, donde comenzó el circo israelí habitual: insultos, amenazas…

El mismo odio, el mismo lenguaje, la misma arrogancia, el mismo racismo de siempre.

Nos arrojaron en camiones indignos de transportar personas o incluso basura.

Una policía me empujó dentro de una celda metálica de metro y medio, apenas suficiente para cuatro respiraciones humanas.

Golpeé mi cabeza contra la pared de metal; por un instante creí que me había disparado.

A mi lado se sentó Rima Hassan, eurodiputada, que me dijo:

“También me golpearon… probablemente nos lleven a aislamiento, pero al menos estamos juntas.”

Reímos, porque cuando el miedo se agota, se convierte en una fría ironía.

Poco después, la policía arrojó dentro de la celda a una mujer argelina de setenta años llamada Zubeida, exdiputada, acompañada de Sirin, una joven activista.

Cuatro mujeres de tres continentes encerradas en una jaula que ni siquiera contiene sus respiraciones.

El ambiente era asfixiante, el aire, mezcla de violencia y amenaza.

Nuestros cuerpos empapados en sudor; y cuando el calor nos abrasó, decidieron encender el aire frío — no por misericordia, sino como parte de una ingeniería del tormento: frío… calor… frío… calor.

Nos llevaron al centro de detención, a las secciones 5 y 6; las mujeres fueron repartidas en 14 celdas.

A mí me asignaron la celda número 7. Un número bonito… pero me trajo mala suerte la primera noche: a las 4 de la madrugada, irrumpió en la celda el ministro Itamar Ben Gvir, símbolo de la desgracia.

Dijo con arrogancia:

“Soy el ministro de Seguridad Nacional.”

Entró con su tropa y sus perros policiales a amenazar a mujeres dormidas.

Me preguntó mi nacionalidad.

Guardé silencio.

¿Qué pasaría si dijera libanesa?

No… preferí dormir antes que abrir una batalla.

Le habría dicho:

“Ben Gvir, antes de hablar o moverte, consulta a la inteligencia artificial; al menos ella tiene algo de inteligencia.

Tu estupidez, si fuera energía renovable, iluminaría todo el desierto del Naqab, y quizás también la oscuridad de tu mente.”

Por la mañana, nos despertaban para el conteo: 14 mujeres, cada mañana y cada noche.

El número nunca cambiaba, pero insistían en repetirlo, especialmente de noche.

Nosotras reíamos y volvíamos a dormir.

Casi no había comida, no había agua, las amenazas de muerte o de gas eran constantes.

Sin derechos, sin abogado, sin médico, sin medicinas — ni siquiera paracetamol.

Cada día nos llevaban a una jaula parecida a las de Guantánamo, de unos 15 metros cuadrados, donde amontonaban a 60 mujeres bajo el sol del Naqab durante 5 o 7 horas, con la excusa de llevarnos ante un juez… que a veces ni aparecía.

Una vez, un policía me apuntó con su arma a la cabeza porque no tenía las manos detrás de la espalda:

“Te voy a matar”, dijo con seriedad patética.

Le sonreí.

Nuestro juego favorito era desafiarles:

“¡Vamos, mátame!”

“¡Mátennos!”

Palabras con las que apagábamos el miedo, como quien apaga una vela y luego la vuelve a encender.

La policía israelí no entendía de qué planeta veníamos. Los agotamos.

Cantábamos, gritábamos “¡Viva Palestina!”, los mirábamos directo a los ojos, con firmeza y una sonrisa que quizá los avergonzaba.

Uno de ellos me dijo:

“Lo que están haciendo… está bien.”

No niego mi miedo: tuve miedo, estaba tensa, cansada.

El peor escenario siempre rondaba.

Pero quien tiene la razón no teme reclamar justicia, ¿verdad?

Seguíamos gritando; ellos venían con armas, gas, perros; se iban; volvíamos a empezar.

Lo más hermoso que leí en mi vida estaba grabado en las paredes de las celdas:

nombres, tallados con uñas o con la bala de un bolígrafo hallado tras la ventana:

Abu Iyad, Abu Ma’mun, Abu Omar, Abu Mohammed, de Beit Lahia, Jabalia, Hay al-Amal, Shuja’iyya, norte de Gaza.

Escribieron sus fechas de detención; la última: 28 de septiembre.

Habían escribido: “Nos trasladaron hoy…”

Quizás vaciaron las celdas para nosotras.

En la celda 7 estaban también:

 ·       Judith, la más joven, alemana, 18 años;

·        Lucía, diputada española;

·        Marita, activista sueca;

·        Jona, política y cantante usamericana;

·        Zubeida, exdiputada argelina;

·        Hayat, periodista de Al Jazeera;

·        Patty, diputada griega;

·        Dara, directora griega…

De culturas distintas, pero una sola voz tras los barrotes: “¡Viva Palestina!”

Decidí tratar a los carceleros como lo haría una jurista: documentar primero, luego clasificar.

Había:

  • ·        el “bueno”, que me pasaba noticias en secreto: fecha de liberación, visita de los cónsules;
  • ·        el “malo”, que lanzaba balas de odio con la mirada cada mañana;
  • ·        el “indiferente”, que ni odiaba ni amaba, solo ejecutaba… un robot administrativo sin conciencia.

Luego llegó el “entretenimiento cultural”:

Nos obligaron a ver una película propagandística sobre el 7 de octubre.

Nos negamos, gritamos: “¡Detengan el genocidio en Gaza!”

Se enfurecieron. Nos negamos otra vez.

Fue nuestra última pequeña batalla, y también la ganamos.

Olvidé decirles: estábamos en la cárcel del Naqab llamada en hebreo Ketziot, que durante la primera Intifada se conocía como Ansar 2.

La ventana de mi celda daba a un terreno, donde había un cartel gigante de Gaza destruida, con la frase “La Nueva Gaza” en árabe y un enorme y arrogante banderín israelí.



Así fue mi visita a Palestina: una fiesta de tortura, amenazas, y prisión temporal en una tierra ocupada.

Pero vi las montañas, vi Gaza desde lejos, y vi el miedo israelí de cerca.

Sí, finalmente, visité Palestina.

Y la historia continúa…

Espérennos en diciembre, porque los barcos se detienen un poco, pero van a seguir navegando.

Enfin, j’ai visité la Palestine… Voici mon expérience dans la prison israélienne après mon arrestation et celle de mes compagnes et compagnons de la Global Sumud Flotilla

Lyna Al TabalRai Al Youm, 8/10/2025
Traduit par Tlaxcala

« Enfin, tu as visité la Palestine » : c’est ainsi que s’achevait le message que m’a adressé mon amie et sœur Oum Al-Qassam, l’épouse du résistant emprisonné Marwan Barghouti.
Oui, enfin, j’ai visité la Palestine — une visite douloureuse et belle à la fois, un passage entre deux blessures…

J’ai vu le désert du Naqab [“Néguev”] s’étendre devant moi, figé dans une immobilité infinie. Je l’ai observé pendant deux heures à travers une fente étroite d’un camion métallique fermé, impropre même au transport de marchandises avariées.
Mais l’occupation avait décidé de tester notre capacité à supporter le silence sous la pression, la chaleur extrême, le froid glacial de leurs climatiseurs et le vacarme qu’ils produisent…
Pourtant, voir la terre de Palestine a suspendu le temps : les rituels préférés de torture de l’occupant n’avaient plus d’emprise.

Quand le camion s’est arrêté, devant l’aéroport, pour nous expulser, ils nous ont menacés de nous arrêter à nouveau si nous faisions le signe de la victoire…

Une armée lourdement armée — la quatrième au monde — et un État nucléaire qui tremble devant des doigts levés !
Quelle est donc cette puissance qui s’effraie d’un simple symbole ?

Nous sommes sortis dans le calme, la tête haute, chantant une douce chanson pour la Palestine, lançant des slogans et des signes de victoire.
Puis j’ai vu les montagnes devant moi… la chaîne du Ras al-Rumman [“Mont Ramon”] s’étendant jusqu’à l’horizon.
Ce moment fut silence, paix, et émotion spirituelle inédite…
Et je vous l’assure : voir la Palestine… vaut tout.



Dans les cellules israéliennes

Cherchez les montagnes du Rumman sur Google, puis fermez les yeux… imaginez-les devant vous.

Nous étions un groupe ayant voulu naviguer pour briser le blocus de Gaza dans une mission humanitaire et non violente.
Nous transportions de la farine, des médicaments et ce qui reste de conscience et d’humanité…
Vous connaissez la suite : nous avons été kidnappés dans les eaux internationales, sous le soleil et en mer.
Mais nous nous étions approchés de Gaza… nous l’avons vue à l’aube : oui, nous avons vu Gaza, alors même que nous étions prisonniers, sous le ciel de la Palestine.

L’opération d’interception fut, selon les termes de l’armée israélienne, « professionnelle » — autrement dit : illégale, inhumaine, mais comme toujours présentée comme justifiée.

Ils nous ont conduits au port d’Ashdod, où le cirque israélien habituel a commencé : insultes, menaces… la même haine inchangée depuis des décennies.
La même langue, la même arrogance, le même racisme.

Ils nous ont jetées dans des camions — des véhicules impropres au transport, ni d’êtres humains, ni même de marchandises.
Une policière m’a poussée dans une cellule métallique d’à peine un mètre et demi, suffisant à peine pour quatre souffles humains.
Ma tête a heurté le mur de métal. L’espace d’un instant, j’ai cru qu’elle m’avait tiré dessus.
À côté de moi, s’est assise Rima Hassan, députée européenne. Elle s’est tournée vers moi :

“Ils m’ont frappée aussi. Ils vont probablement nous mettre à l’isolement, mais au moins, on est ensemble.”
Nous avons ri. Car quand la peur s’épuise, elle devient ironie froide.

Peu après, la policière a jeté dans la cellule une femme algérienne septuagénaire nommée Zubaida, ancienne députée, accompagnée de Sirine, une jeune militante.

Quatre femmes de trois continents, dans une cage où même leurs souffles n’avaient pas de place.
L’air était irrespirable, saturé de violence et de menace.
Nos corps trempés de sueur ; puis, quand la chaleur est devenue insupportable, ils ont allumé la clim glaciale — non par pitié, mais comme partie d’une ingénierie du supplice : chaud… froid… chaud… froid.

                                   

Ils nous ont ensuite transférées vers le centre de détention, dans les sections 5 et 6, répartissant les femmes dans 14 cellules.
Moi, j’ai été placée dans la cellule numéro 7. Un joli chiffre, ai-je pensé, jusqu’à la première nuit, à quatre heures du matin :
le ministre Itamar Ben Gvir, symbole du malheur, a fait irruption dans notre cellule, accompagné de sa troupe et de ses chiens policiers.
Il s’est présenté : “Je suis le ministre de la sécurité nationale”, et s’est mis à menacer des femmes endormies.

Il m’a demandé ma nationalité. J’ai gardé le silence.
Et si je disais “libanaise” ?  Non. Mieux vaut dormir que déclencher une bataille.

Je lui dis en mon for intérieur : “Ben Gvir, avant d’agir ou de parler, consulte l’intelligence artificielle, elle au moins possède un peu d’intelligence.
Ton idiotie, si elle était une énergie renouvelable, éclairerait tout le Néguev, et peut-être aussi l’obscurité de ton esprit.”

Le matin, ils nous réveillaient pour le comptage : 14 femmes, matin et soir, encore et encore…
Le nombre ne changeait jamais, mais ils insistaient, surtout la nuit.
Nous riions à chaque comptage et nous rendormions.

Pas de nourriture, presque pas d’eau, menaces constantes d’exécution ou de gaz.
Aucun droit : pas d’avocat, pas de médecin, pas de médicaments, pas même du paracétamol.

Chaque jour, ils nous emmenaient vers une cage semblable à celles de Guantánamo, de 15 mètres carrés, où ils entassaient 60 femmes sous le soleil du Néguev pendant 5 à 7 heures, sous prétexte de voir un juge… qui parfois n’apparaissait même pas.
Un policier a pointé son arme sur ma tête parce que je n’avais pas mis mes mains derrière mon dos :

“Je vais te tuer,” a-t-il dit sérieusement.
Je lui ai souri.

Notre jeu préféré : leur répondre d’une seule voix —

“Vas-y, tue-moi !”
“Tuez-nous !”
Des mots pour éteindre la peur, comme on souffle sur une bougie avant de la rallumer.

Les policiers israéliens ne comprenaient pas d’où nous venions… Nous les avons épuisés.
Nous chantions, nous criions “Vive la Palestine”, fixant leurs yeux avec fermeté et sourire ; peut-être les avons-nous honteusement désarmés.
L’un d’eux m’a dit : “Ce que vous faites, c’est… bien.”

Je ne nierai pas ma peur : j’ai eu peur, j’étais tendue, épuisée.
Mais la justice, on n’a pas peur de la réclamer, encore et encore, n’est-ce pas, mon ami ?

Nous criions, ils arrivaient avec armes, gaz et chiens ; ils repartaient ; nous recommencions.

Le plus beau texte que j’aie jamais lu était gravé sur les murs de ces cellules :
des noms, gravés à l’ongle ou avec la pointe d’un stylo trouvé près d’une fenêtre :
Abou Iyad, Abou Ma’moun, Abou Omar, Abou Mohammed de Beit Lahia, Jabaliya, Hay Al-Amal, Al-Shuja’iyya, Nord de Gaza.
Ils avaient écrit leurs dates d’arrestation, la dernière était le 28 septembre.
Ils avaient écrit : “On nous a transférés aujourd’hui…”
Peut-être avaient-ils vidé la cellule pour nous.

Dans la cellule n°7, il y avait aussi :

  • Judith, la plus jeune, 18 ans, allemande ;
  • Lucía, députée espagnole ;
  • Marita, militante suédoise ;
  • Jona, chanteuse et politicienne usaméricaine ;
  • Zubaida, députée algérienne ;
  • Hayat, correspondante d’Al-Jazeera ;
  • Patty, députée grecque ;
  • Dara, réalisatrice grecque…

Nous étions de cultures différentes, mais derrière les barreaux, une seule voix : “تحيا فلسطين – Vive la Palestine !”

J’ai décidé de traiter les geôliers comme le ferait une juriste : documenter d’abord, puis classer.
Il y avait :

  • le “gentil”, celui qui me transmettait en secret des infos : date de libération, visite des consuls ;
  • le “méchant”, dont le regard chaque matin tirait des balles de haine ;
  • l’“indifférent”, ni haineux ni bienveillant — un robot administratif sans conscience.

Puis est venu le “divertissement culturel” :
ils nous ont forcées à regarder un film de propagande sur le 7 octobre.
Nous avons refusé, avons crié : “Arrêtez le génocide à Gaza !”
Ils sont devenus fous. Nous avons refusé encore.
Ce fut notre petite bataille finale, et nous l’avons gagnée.

J’ai oublié de vous dire : nous étions dans la prison du Néguev — en hébreu : Ketziot — appelée Ansar 2 pendant la première Intifada.
La fenêtre de ma cellule donnait sur un terrain vague, où se dressait un immense panneau montrant Gaza détruite, surmontée de l’inscription “La Nouvelle Gaza” en arabe, et en dessous, un grand drapeau israélien, arrogant.

Ainsi fut ma visite de la Palestine :
une fête de torture, de menaces, et de détention temporaire sur une terre occupée.
Mais j’ai vu les montagnes, j’ai vu Gaza de loin, et j’ai vu de près la peur israélienne.

Oui… enfin, j’ai visité la Palestine.

Et l’histoire n’est pas finie…
Attendez-nous en décembre, car les navires font une pause, mais continueront de naviguer.

20/09/2025

LYNA AL TABAL
Informe sobre el genocidio en Gaza: léanlo conmigo si quieren, ¡no cambiará nada!

Lyna Al Tabal, RaiAlYoum, 17-9-2025
Traducido por Tlaxcala



Cada mañana estalla el sol sobre el Machrek, misiles, fuego, promesas internacionales, cada mañana comienza la cuenta regresiva para nuevas víctimas.
Este artículo no soporta el silencio prolongado, ¡maldito sea silencio! Callarse significa que eres parte del crimen.

Luego, de repente, te das cuenta de que el rojo en el cielo no es un atardecer romántico, es sangre mezclada con el fuego de los bombardeos. El color que era símbolo del amor se ha vuelto color de muerte, es el color de la sangre mezclada con el fuego del bombardeo, esto es exactamente lo que ven en el cielo de Gaza. Gaza arde, sus niños envueltos en mantas empapadas de sangre, las madres vacilan entre el grito y la oración, los padres se golpean el rostro y tratan de despertar a sus hijos muertos. Esto no es el día del Juicio Final, es un día más ordinario en Gaza.


Por primera vez en setenta años de masacres la ONU ha descubierto de repente que Israel está cometiendo en Gaza lo que el diccionario humano llama “genocidio”. En su informe la comisión internacional de investigación declaró que el ejército israelí ha cometido cuatro de los cinco elementos del genocidio tal como lo dispone la Convención de 1948:
• Matar a miembros del grupo,
• Infligir daño físico o mental grave,
• Imponer condiciones de vida destinadas a destruir al grupo total o parcialmente,
• Crear condiciones que apunten a impedir los nacimientos dentro del grupo.

Solo el quinto apartado, el relacionado con el secuestro de niños, aún no ha recibido el “honor” de la firma israelí, quizá por falta de tiempo, o porque simplemente prefieren matar a los niños en brazos de sus madres.

El informe señala con frialdad que estos crímenes fueron cometidos con premeditación, sellados con las declaraciones de Netanyahu, Gallant y Herzog.

Léanlo conmigo si quieren. No cambiará nada.

Punto primero: matar al grupo meta
El informe indica sesenta mil mártires hasta ahora, y el número va en aumento, la mitad son mujeres y niños. El resto son civiles. Su único pecado: estar vivos, eso es todo.
La revista The Lancet, que normalmente escribe sobre enfermedades como el cáncer o del hígado, se encuentra de lleno en el genocidio documentando el colapso de la esperanza de vida en Gaza: de 75,5 a 40,5 años. Israel no se contenta con matar gente, hurta la vida de quienes aún no han nacido.
Los hospitales, “infraestructuras protegidas” en el derecho internacional, se han convertido en objetivos militares, sé que lo sabes!
El informe registra 498 ataques documentados; las maneras de matar son muchas: casas, refugios, zonas seguras, y un asedio que impide agua, pan y medicinas. El hambre misma es diseñada por Israel con tanto cuidado como cualquier bomba inteligente.

Punto segundo: infligir daño grave
La muerte no fue suficiente, había que humillar, desplazar bajo los bombardeos, huir de las casas hacia nada, y de ahí hacia las tumbas. Se debe añadir la tortura en las prisiones para completar el cuadro. La comisión internacional documentó todo con frialdad académica, parada en medio de un matadero que se desborda con todos los colores de la sangre y todas sus formas. Luego añade la frase que repite en cada informe suyo: “Esto podría usarse ante la Corte Penal Internacional.”

Punto tercero: imponer condiciones de vida propicias para el genocidio
La ONU tardó dos años en decir que Israel usaba el hambre como arma. Dos años de hambre, de sed, de bombardeos, antes de que escribieran esa frase en el informe. El pan, el agua, las escuelas, los hospitales, todo se convirtió en escombros y se evaporó, y la comisión lo llama “crímenes contra la humanidad”. ¡Gracias por este descubrimiento!

Punto cuarto: impedir los nacimientos

El futuro mismo fue puesto en la lista de objetivos en Gaza, incluso la idea primera de la vida fue exterminada… El informe de la comisión documenta el bombardeo de la más grande clínica de fertilidad del territorio, la quema de cuatro mil fetos, mil muestras de esperma y óvulos… Israel decidió aniquilar la idea misma antes de que se convirtiera en vida. No niños, no esperanza, no generaciones nuevas… todo quemado. ¡Imaginen! Es más fácil para Israel que esperarlos para que nazcan.

Navi Pillay, presidenta de la comisión, ha pedido la prohibición de armar a Israel, el enjuiciamiento de los criminales y el fin de este genocidio. Gritó: el silencio es cómplice del crimen… En marzo pasado, la comisión dijo: “las acciones de Israel podrían calificar como genocidio”. Hoy, la palabra “podrían” ha caído, simplemente. No ha cambiado nada salvo el número de cuerpos de los mártires.

En cuanto al comunicado del ministerio israelí de Relaciones Exteriores, es una copia del comunicado del año pasado, del año anterior, y del anterior también: “alegaciones falsas, informe fraudulento, mentiras…” las mismas alegaciones desde hace medio siglo, repetidas por los portavoces oficiales en Tel Aviv… Israel es inocente, rodeado por civiles, cercado por niños con los zapatos rotos, un ejército que enfrenta, en su relato, una amenaza existencial de madres buscando los restos de sus hijos bajo los escombros.

Medio siglo del mismo discurso, un ejército armado hasta los dientes que mata niños y afirma ser la víctima. Al final nada de justicia. Nada de vergüenza. La sangre llena el lugar… solo sangre, mucha sangre que ahoga la tierra, y encima flotan palabras insulsas de solidaridad.

El informe (en español)



LYNA AL TABAL
Rapport sur le génocide à Gaza : lisez-le avec moi si vous voulez, ça ne changera rien !

Lyna Al Tabal, RaiAlYoum, 17/9/2025
Traduit par Tlaxcala



Chaque matin, le soleil explose au-dessus du Machrek, des missiles, du feu, des promesses internationales, chaque matin, le compte à rebours commence pour de nouvelles victimes.

Cet article ne tolère pas le silence prolongé, maudit soit le silence ! Se taire, c’est être complice du crime.

Puis, soudain, on réalise que le rouge dans le ciel n’est pas un coucher de soleil romantique : c’est du sang mêlé aux flammes des bombardements. La couleur qui était symbole de l’amour est devenue couleur de la mort, c’est exactement ce que vous voyez dans le ciel de Gaza… Gaza brûle, ses enfants sont enveloppés de couvertures trempées de sang, les mères vacillent entre les cris et les prières, les pères se frappent le visage et essayent de réveiller leurs enfants morts. Ce n’est pas le jour du Jugement dernier, c’est juste un autre jour ordinaire à Gaza.

Pour la première fois depuis soixante-dix ans de massacres, l’ONU a soudainement découvert qu’Israël commet à Gaza ce que le dictionnaire des humains appelle un « génocide ». Dans son rapport, la commission d’enquête internationale a déclaré que l’armée israélienne a commis quatre des cinq éléments constitutifs du génocide tels que définis dans la Convention de 1948 :

• Tuer des membres du groupe,
• Infliger des atteintes graves à l’intégrité physique ou mentale,
• Imposer des conditions de vie destinées à détruire, en tout ou en partie, le groupe,
• Créer des conditions visant à empêcher les naissances au sein du groupe.

Seul le cinquième élément, relatif à l’enlèvement d’enfants, n’a pas encore reçu l’« honneur » de la signature israélienne, peut-être par manque de temps, ou parce qu’ils préfèrent tout simplement tuer les enfants dans les bras de leurs mères.

Le rapport mentionne froidement que ces crimes ont été commis avec préméditation, estampillés par les déclarations de Netanyahou, Gallant et Herzog.

Lisez-le avec moi si vous voulez. ça ne changera rien.

Point un : élimination du groupe ciblé

Le rapport recense soixante mille martyrs à ce jour, et le nombre augmente, dont la moitié sont des femmes et des enfants. Le reste sont des civils. Leur seule faute : être vivants, c’est tout.

La revue The Lancet, qui parle habituellement de maladies du cancer ou du foie, se retrouve au cœur du génocide en documentant l’effondrement de l’espérance de vie à Gaza : de 75,5 à 40,5 ans. Israël ne se contente pas de tuer des gens, il vole la vie de ceux qui ne sont pas encore nés.

Les hôpitaux, des « infrastructures protégées » selon le droit international, sont devenus des cibles militaires… je sais que vous savez !
Le rapport enregistre 498 attaques documentées. Les façons de tuer sont nombreuses : maisons, abris, zones supposément sûres, et un siège qui empêche l’eau, le pain et les médicaments. La faim même est conçue par Israël aussi soigneusement que n’importe quelle bombe intelligente.

Point deux : infliger des atteintes graves

La mort ne suffisait pas, il fallait l’humiliation, la déportation sous les bombardements, la fuite des maisons vers rien, de là vers les tombes. Il faut ajouter la torture dans les prisons pour que le tableau soit complet. La commission internationale a tout documenté avec une froideur académique, debout au milieu d’un abattoir débordant de toutes les couleurs du sang et de toutes ses formes. Puis elle ajoute la phrase qu’elle répète dans chacun de ses rapports : « Cela pourrait être utilisé devant la Cour pénale internationale ».

Point trois : imposer des conditions de vie propices au génocide

L’ONU a mis deux ans pour dire qu’Israël utilise la famine comme arme. Deux années de faim, de soif, de bombardements, avant qu’ils écrivent cette phrase dans le rapport. Le pain, l’eau, les écoles, les hôpitaux, tout est devenu ruine et s’est évaporé, et la commission appelle ça des « crimes contre l’humanité ». Merci pour cette découverte !

Point quatre : empêcher les naissances

L’avenir lui-même a été mis sur la liste des cibles à Gaza, même la première idée de la vie a été exterminée. Le rapport de la commission documente le bombardement de la plus grande clinique de fertilité du secteur, la combustion de quatre mille fœtus, mille échantillons de sperme et ovules… Israël a décidé d’anéantir l’idée elle-même avant qu’elle ne devienne vie. Pas d’enfants, pas d’espoir, pas de nouvelles générations… tous brûlés. Imaginez ! C’est plus facile pour Israël que d’attendre pour qu’ils naissent.

Navi Pillay, présidente de la commission, a demandé l’interdiction de la fourniture d’armes à Israël, le procès des criminels et l’arrêt de ce génocide. Elle a crié : le silence est complice du crime. En mars dernier, la commission avait écrit : « les actes d’Israël pourraient relever du crime de génocide ». Aujourd’hui, « pourraient » a disparu, tout simplement. Rien n’a changé sauf le nombre des corps des martyrs.

Quant au communiqué du ministère des Affaires étrangères israélien, c’est une copie du communiqué de l’année dernière, de l’année précédente, et de l’année d’avant : « allégations mensongères, rapport falsifié, mensonges… » les mêmes allégations depuis un demi-siècle, reprises par les porte-parole officiels de Tel Aviv. Israël est innocent, encerclé par des civils, cerné par des enfants aux chaussures déchirées, une armée qui fait face, dans son récit, à une menace existentielle venant de mères cherchant les restes de leurs enfants sous les décombres.

Un demi-siècle du même discours, une armée bardée d’armes jusqu’aux dents qui tue des enfants et prétend être la victime. Au final pas de justice. Pas de honte. Le sang remplit les lieux, rien que du sang, beaucoup de sang qui noie la terre, et au-dessus duquel flottent des mots de solidarité ternes.

Le rapport (en français)



05/09/2025

LYNA AL TABAL
Le dernier des rois : Netanyahou, prisonnier de l’illusion d’immortalité et creuseur de sa propre tombe

Lyna Al Tabal, Rai Al Youm, 2/9/2025
Original: نتنياهو آخر الملوك: أسير وهم الخلود.. وصانع مقبرته بيديه

Traduit par Tlaxcala

Depuis les légendes des rois engloutis par l’arrogance — Gilgamesh, qui chercha l’immortalité, et Néron, qui joua avec le feu —, chaque époque voit naître un roi qui se croit au-dessus des hommes.  

En Israël, son nom est Benjamin Netanyahou alias “Bibi, roi d’Israël”, qui croit vraiment être un roi biblique arrivé par erreur au XXIᵉ siècle. Un roi qui possède toutes les formes de guerre.

Emad Hajjaj


Et lorsque les soldats s’effondrent aux frontières de Gaza, ou que les civils tombent à Beyrouth, le roi sourit et dit à ses sujets que ce sang est le prix de la sécurité. Il leur rappelle qu’il est indispensable et que lui seul détient la clé du salut.

C’est le dernier roi d’Israël, un roi de papier, qui gouverne un royaume qui se désagrège de l’intérieur et a bâti sa gloire sur les ruines de la paix.

Sa politique ressemble à une malédiction ancienne : chaque fois qu’il s’approche d’une trêve, il déclenche une nouvelle guerre. Pour lui, la paix, c’est la perpétuation de la guerre perpétuelle.

Un roi sans sagesse : voilà comment Ibn Khaldoun l’aurait décrit sur lui ; car lorsqu’un roi est dépourvu de raison et de discernement, il devient un malheur pour lui-même et pour son peuple.

C’est une copie de Trump, dans son obsession de tout ce qui est “tendance”. Tous deux sont prisonniers de l’illusion d’immortalité à travers les gros titres et les trophées creux. Ils vivent dans une ère numérique où ils croient que l’histoire est une application que l’on peut programmer, ou un algorithme que l’on peut tromper

Mais l’histoire enregistre tout. Elle ne répond pas aux désirs des rois ni aux rêves des narcissiques. C’est un juge silencieux. Elle écrira certainement sur eux et consignera leur chute retentissante.

Dans la nuit de Gaza, Netanyahou tisse les fils de sa nouvelle invasion. Les précédentes ne lui ont pas suffi. Il veut anéantir les édifices, arracher les êtres humains, pour qu’ils deviennent des spectres errants dans l’exil. Il appelle ça “un départ volontaire”, mais le droit international l’appelle par son vrai nom : déplacement forcé, crime de guerre, crime contre l’humanité (selon les Conventions de Genève de 1949 et le Statut de Rome de 1998).

Mais n’a-t-il rien appris des généraux du vide et de la bêtise ? 
Qu’il invoque donc l’esprit de Golda Meir : elle lui dira que le vide n’engloutit pas Gaza. Elle lui rira au visage et dira : “Bravo, Bibi ! Tu nous as ramené la même vieille stupidité. Ne sais-tu pas que ce vide engendrera des générations plus fortes ? Ne sais-tu pas que chaque mur que tu détruis à Gaza deviendra une pierre tombale pour toi et ton royaume de papier ?”

Rêves-tu encore au “Grand Israël”, Bibi ? C’est un royaume de cendres, qui grandit par le sang et s’effrite par le sang.

Regarde la rue israélienne bouillir… Les manifestations remplissent les places, les pancartes crient : “Assez, fini de jouer, Bibi !” La guerre dont tu avais promis la victoire à ton peuple est devenue un cauchemar qui engloutit tes soldats et laisse les familles dans un deuil perpétuel.

Pas d’occupation de Gaza, pas d’illusions de royaume biblique. Comprends donc que “ le jeu est fini”. N’as-tu pas réalisé que Gaza n’est pas un petit camp que tes chars peuvent occuper ? N’as-tu pas compris que Gaza est une bête qui respire sous les décombres ? Ta seule issue maintenant est de reconnaître la réalité et de te hâter d’ouvrir la porte. Accepte l’accord maintenant, un accord qui te permette de libérer les prisonniers et un retrait qui sauve ce qui reste de l’image de ton armée ensablée.

Cette guerre doit se terminer immédiatement. Aucun trône ne peut se maintenir sur le sang, aucune armée n’échappe à la malédiction des enfants affamés ou enterrés sous les ruines. Ta seule issue est un échange de prisonniers et un retrait.

Netanyahou, roi biblique obsédé par l’immortalité et non par ses soldats, préfère laisser les prisonniers de son pays fondre dans l’obscurité des tunnels de Gaza plutôt que d’affronter l’instant de vérité. Il les jette dans le brasier de la politique pour gagner un jour de plus sur son trône.

Ici, au Liban, personne ne parle non plus des prisonniers. Regardez le Liban : ici, il n’y a pas un seul roi, mais une horde de petits rois. Des amateurs de pouvoir qui ne maîtrisent même pas les rituels du règne, mais excellent dans le silence comme pratique quotidienne… 19 prisonniers libanais croupissent dans les prisons israéliennes et personne ne mentionne leurs noms. Silence radio. Le président est occupé à couper les rubans des festivals, le Premier ministre à se faire photographier avec Amr Diab, et les ministres rivalisent à la télévision. Silence encore.

Voulez-vous savoir à quel point Netanyahou est chanceux ? La “yérida”, l’’émigration hors d’Israël des intellectuels de gauche et des libéraux est le “gros lot” qu’il a décroché… Ces gens ne sont pas partis par amour pour Gaza ni pour la défendre ; ils sont partis parce qu’ils ne pouvaient plus supporter la politique du roi… Les “gêneurs”, comme il les appelait, sont enfin partis…

Maintenant, le pays ne reste plus que pour lui et sa clique rabbinique : le blond Smotrich et le bouffon Ben Gvir. Un duo de comédie noire qui accompagnera son roi dans son ultime voyage vers La Haye.

Ceci n’est pas un article sur Netanyahou tel qu’il se présente, roi de l’histoire, mais un article sur le cauchemar du roi : le jour où l’accord sera conclu.  Quand les visages reviendront des cellules de l’ombre : Marwan Barghouti, le bras levé en signe de victoire ; Ahmad Saadat, avec son keffieh rouge, et Abdallah Barghouti, au regard ferme.

Ces images à elles seules démantèleront tout un récit, feront revenir l’histoire pour croiser passé et présent, et témoigneront de l’effondrement du pouvoir royal. Cela, Netanyahou le sait… parfaitement. 
Il sait qu’une seule photo d’un prisonnier libéré est plus puissante que tous ses chars et son arsenal, et que le sourire de Marwan Barghouti pourrait renverser son trône qui a coûté des décennies de sang.

En fin de compte, Netanyahou ne négocie pas pour ses prisonniers ni pour l’avenir de Gaza. Il négocie seulement pour la durée de son règne et pour sa puissance.  Cette puissance qu’il vénère le broiera à la fin.

La fin de Netanyahou ne viendra pas de ses ennemis. Il tombera par la main d’un appareil de pouvoir stupide qu’il a lui-même dessiné. Du chaos qu’il a bâti comme instrument de domination et qui est devenu une machine de chute.

Le destin de Netanyahou a déjà commencé depuis longtemps, il marche vers lui comme un roi aveugle. 
C’est un roi sans sagesse, ignorant que l’immortalité qu’il poursuit est son nom gravé sur le mur de l’effondrement final.