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25/02/2022

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Mi respeto hacia Jorge Zabalza

Luis E. Sabini Fernández,, 24-2-2022

El tupamaro Jorge Pedro Zabalza Waksman, más conocido como “Tambero”, falleció el 23 de febrero a los 79 años en Montevideo. Entre 1973 y 1985 hizo parte de los “nuevos rehenes” de la dictadura. Luis Sabini le rinde un homenaje merecido.

Sabía que su salud estaba muy golpeada; cáncer, epoc y antes, y en buena medida, causantes de esos quebrantos del cuerpo, golpes, privaciones, torturas, dolores.

No lo conocí tupamaro y mucho menos como joven, hijo de un Uruguay no montevideano, perteneciendo a una ruralidad, que no es de las más frecuentadas mediáticamente: las del latifundio y los rancheríos.

Lo conocí como líbero, enfrentado a las “verdades oficiales” de la organización a la que apostó su compromiso político.

En Jorge Zabalza lo que rescato no es como él se vivió siempre, guevarista, tupamaro, sendiquista, sino su celo por la verdad histórica, su valentía para defenderla, aunque lo exponga a la intemperie. Política, social.

Eso lo hermana con, por ejemplo,  Guillermo Chifflet, con quien seguramente no tuvieron mucha línea política en común.

Ese comportamiento de Jorge lo hace a mis ojos, un filósofo. Pero de la mejor estirpe. Porque puso el cuerpo buscando la verdad.

Con la trayectoria de Jorge, podemos retomar una vieja máxima latina, la del navigare necesse, vivere non necesse (favorita de Carlos Quijano) mediante un veritas necesse, vivere non necesse.


Y ese comportamiento de Jorge lo hace a mi ver, profundamente respetable; recoge un acervo hoy en día tambaleante en nuestro país con tanto bombardeo mediático cotidiano (desde cualquiera de las dos coaliciones hoy se supone que tan vigentes). Con tanto autoculto a la presunta “mejor democracia del mundo” (o por ahí cerca), con tanta autoglorificación sobre conciencia ambiental cuando esta sociedad todavía apuesta que algún ente “superior” lo libere de basura y no su propio comportamiento…

Con tanto autoculto que transforma la entrega de nuestra (escasa) tierra a consorcios transnacionales en avances ‘que nos mejoran y nos integran al mundo actual’; autoculto que le permite al mundo mediático perorar sobre aumento de PBI, grado inversor, confianza ganada por el país en el “mercado internacional”, etcétera, mientras tenemos cada vez más gente desarraigada, más trastornos mentales entre los “sin techo”, más violencia carcelaria, más suicidios; autoculto que le permite a los “voceros de siempre” calificar al actual ejército del país  “en un ejército para la paz”, refiriéndose nada menos al refundado con la dictadura de 1973, dotado de privilegios de casta que ninguna democracia más real toleraría y en todo caso, que ningún país no muy enriquecido, podría permitirse.

Jorge no tenía pelos en la lengua. Y no tener pelos en la lengua con sus convicciones, tan ajenas al conformismo y al seguidismo mental, linda con lo heroico también. Porque tomó sobre sí verdades de las más incómodas.

Su vida ha resultado lo opuesto del apparatchik (tan común en la URSS y hasta en la Cuba de sus amores).

Nunca compartí sus apuestas políticas. Pero reconozco su entereza ética y su coraje intelectual. Su enorme honestidad vital.

Su probidad. Fue una suerte, un honor, haberlo tratado, siquiera en su madurez (y quedará la incógnita si pudiéramos habernos tratado antes…). La última vez que nos vimos fue en Santa Catalina con mi hija que quería entrevistarlo. Una prueba de su vigencia intergeneracional.

Ya no puedo despedir a Jorge Zabalza. Apenas con estas líneas, recordarlo.