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09/02/2022

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Animales heridos, la lógica también

 Luis E. Sabini Fernández, 9/2/2022

En la última semana hemos tenido, una vez más, una vieja modalidad de abordaje de un problema que bien se podría resumir como “tomar el rábano por las hojas” o “cortar el hilo por lo más delgado”: unos productores de ovejas trajeron y expusieron ante la Torre presidencial unas ovejas destrozadas por perros salvajizados o cimarrones.


Un espectáculo atroz. Que en rigor revela y refleja una realidad atroz.

Saltó inmediatamente el resorte ético o moral, y, como tan a menudo, acompañado o amparado por el recurso policial. Plataforma Animalista rechazó acciones que “desprecian la vida animal” y expresó su preocupación por “animales sufriendo durante horas sin asistencia”, aunque respecto de esta última preocupación no pudimos atinar si los animalistas o plataformistas se referían al tiempo sin asistencia en la plaza o al tiempo sin asistencia en los campos y potreros, durante, a veces, la noche entera. Y la comisión directiva de la Sociedad Uruguaya de Veterinarios Especialistas en Pequeños animales resaltó “el sufrimiento de un ser vivo”, olvidando que dicho desprecio es inaplicable a los perros que producen tales agresiones y no debería aplicar a quienes comparten tan penosa información para sensibilizar a otros humanos.

Como no alcanza la condena moral, sobreviene de inmediato el garrote: le piden al INBA (Instituto Nacional de Bienestar Animal) y el MGAP (Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca) que “ubiquen a los responsables de este hecho inconcebible”. Los animalistas y los veterinarios organizados consideran inconcebible la denuncia de una atrocidad, pero no el hecho de que se produzcan tales atrocidades.

Curioso sistema de preservación ética.

Los veterinarios, que aclaran ser médicos veterinarios (y es una suerte que no aclararen ser médicos y médicas veterinarios y veterinarias) se avergüenzan ante “estas manifestaciones que atentan contra el bienestar animal” y si leemos correctamente no parecen referirse a las tropelías perrunas sino a la socialización de tan penosa situación.

Hablan, sin embargo, de “mitigar esta problemática” con lo cual inferimos que son conscientes de los daños producidos al bienestar animal por la población de perros sueltos, pero entonces sostienen, no se puede aceptar “cualquier medio para la manifestación de las disconformidades”.

Con lo cual, estos colectivos humanos no quieren ver la realidad tal cual es, sino a lo sumo mediada por normas, filtros, prescindencias, y versiones indirectas, en todo caso homeopáticas, simbólicas, manteniéndonos en un sopor existencial, mullido, bajo control, que asegure nuestra estabilidad intelectual… e institucional.

Los animalistas desde su Plataforma reclaman sanciones a los implicados (obsérvese el lenguaje policíaco). Y creen aclarar su punto de vista aclarando: “No queremos que haya perros atacando a ovejas, pero tampoco que lo hagan humanos.” Igualando así, el comportamiento de perros salvajizados, sueltos o con dueños que los han convertido en máquinas de matar, con ganaderos, ovejeros, gente de la tierra que procura enfrentar tan atroces ataques, mostrando al resto de la sociedad el resultado que hemos sabido (o no sabido) construir.