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16/08/2021

La Haute Cour de justice d'Israël annule la décision de l’ex-ministre de l’Éducation de refuser un prix prestigieux au professeur de gauche Oded Goldreich

Or Kashti  רוא יתשק, Haaretz, 12/8/2021
Traduit par Fausto Giudice


Or Kashti est analyste des questions d'éducation pour le quotidien israélien Haaretz.

 

La ministre de l’Éducation, Yifat Shasha-Biton, aura prochainement l'occasion de décider si elle confirme la décision de l'ancien ministre de l'Éducation, Yoav Gallant, de ne pas décerner le prix au professeur Oded Goldreich.

 

  Le ministre israélien de l'Éducation, Yoav Gallant, lors de la cérémonie de remise du Prix Israël, en février. Photo : Ohad Zwigenberg

 Jeudi, la Haute Cour de justice d'Israël a annulé à l'unanimité la décision de l'ancien ministre de l’Éducation Yoav Gallant de ne pas attribuer le Prix Israël en mathématiques et en informatique au professeur Oded Goldreich.

La ministre de l’Éducation, Yifat Shasha-Biton, aura la possibilité de décider si elle confirme ou non la décision de Gallant, conformément à l'opinion majoritaire émise par les juges Noam Sohlberg et Yael Willner.

Le juge Yitzhak Amit a émis une opinion dissidente.

Le mois dernier, le procureur général Avichai Mendelblit a décidé de ne pas défendre la position de Gallant dans le cadre d'une requête de la Haute Cour de justice contre la décision déposée par les membres du comité du prix Israël. Estimant que la décision de Gallant "s'écartait de la limite du raisonnable et n'était pas légale", Mendelblit a soutenu que le comité devait être autorisé à décerner le prix au professeur Goldreich.

En juin, le ministre de l’Éducation Yoav Gallant avait informé vendredi le procureur général Avichai Mendelblit qu'il avait finalisé sa décision de ne pas décerner le prix d'Israël au professeur Oded Goldreich, dans l'un de ses derniers gestes en fonction, juste avant la prestation de serment du nouveau gouvernement israélien.

ANDREW QUILTY
Sin salida: Mientras los talibanes se apoderan de las ciudades, los desesperados afganos se ven atrapados en otro fiasco made in USA

 

Andrew Quilty, The Intercept, 12/8/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

 Andrew Quilty (Sydney, 1981) es un fotoperiodista independiente  australiano. Ha ganado los premios Polk y World Press Photo por sus trabajos. Vive en Kabul desde 2013.

Tjeerd Royaards

1.

Amigos y colegas afganos comenzaron a pedir ayuda para salir del país en junio. Las peticiones no eran nada nuevo, pero en el pasado lo habían hecho casi siempre en broma. Ahora eran serias y urgentes. Las personas que las hacían no solo buscaban una vida mejor, sino un refugio.

El hombre que administra la casa donde vivo en Kabul fue uno de los primeros en pedirlo. Había trabajado en tres ocasiones en la casa durante más de una década, haciendo el mantenimiento y cuidando de la propiedad y de los huéspedes cuando mi compañero de casa y yo estábamos de viaje. Había empezado a trabajar mucho antes de que yo llegara y se había convertido en un elemento familiar en una de las pocas casas de Kabul donde los periodistas, cineastas e investigadores visitantes podían alquilar una habitación. Nos habíamos visto obligados a mudarnos dos veces: cuando nuestra primera casa fue destruida por un incendio en 2018, y un año después, cuando se descubrió que ocupaba el segundo lugar en una supuesta lista de objetivos del Estado Islámico. En ambas ocasiones, el administrador de la casa, al que llamaré Wali para proteger su identidad, se mudó con nosotros, junto con una limpiadora, un jardinero ocasional, media docena de patos y los dos perros que Wali había recogido de la calle cuando eran cachorros.

Pagar las facturas de la electricidad, reparar las goteras de los tejados y comprar leña para un grupo de periodistas independientes difícilmente podría considerarse el trabajo de un “títere estadounidense”, pero los combatientes talibanes de la aldea natal de Wali, en una zona rural al norte de la ciudad, estaban enfadados porque trabajaba con extranjeros. “Mi hermano me dijo que no debía volver más a la aldea”, me confió Wali en junio. Si los talibanes tomaran el control de Kabul, dijo, él tampoco estaría seguro allí.

Nuestra proximidad a la guerra determina lo profundamente que nos afecta. He vivido y trabajado como fotógrafo y escritor en Kabul durante casi una década, pero mis conexiones con la ciudad son a través de amigos y recuerdos más que de la familia o el patrimonio. Mientras haya compañías aéreas, puedo subirme a un avión en cualquier momento y marcharme. Como todos los visitantes, he tenido el privilegio de vivir con un sentido de distanciamiento que siempre me ha permitido ver los acontecimientos de Afganistán como historias, no como vida.

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