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15/11/2022

REINALDO SPITALETTA
Grève et mort de Mlle Betsabé


Reinaldo Spitaletta, Chapeau de magicien, El Espectador, 15/11/2022

Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Quatre cents demoiselles, tisseuses, ourdisseuses, rebelles, certaines adolescentes, d'autres encore enfants, certaines déjà « grandes », sont passées dans l'histoire de la Colombie comme les protagonistes de la première grève dans le pays, à l’aube des fameuses « années folles et heureuses ». Elles mettaient en application la loi récente, n° 78 de novembre 1919, qui consacrait le droit de grève, à une époque où artisans (tailleurs, cordonniers), ouvriers, mineurs, cheminots avaient déjà fait entendre leur voix de protestation et mené des grèves contre deivers abus en matière de travail.

Mais ce sont les travailleuses de la Fabrique de Tissus de Bello (qui eut d'autres raisons sociales) qui, avec leur grève de vingt et un jours (commencée le 12 février 1920), furent inscrites dans l'histoire de la dignité et des combats prolétariens. Betsabé Espinal, leur principale dirigeante, était une « petite négresse futée », jolie, fille « naturelle » de Celsa Julia Espinal, et avec un caractère et une personnalité redoutables pour remettre à leur place les patrons de l'usine et trois contremaîtres, qui faisaient chanter et persécutaient les ouvrières.

Les filles de la boîte (première usine du secteur fondée dans la Vallée d'Aburrá) se soulevèrent contre la tyrannie du gérant Emilio Restrepo Callejas, alias Paila, dont, des années avant le formidable déclenchement de la grève, Carlos E. Restrepo (un autre actionnaire de l'entreprise) s'était plaint de l’autoritarisme et de l’arrogance, et contre les manœuvres grossières de trois contremaîtres qu'elles avaient baptisés « caciques ».

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REINALDO SPITALETTA
Huelga y muerte de la señorita Betsabé

 Reinaldo Spitaletta, Sombrero de mago, El Espectador, 15-11-2022

Cuatrocientas señoritas, tejedoras, urdidoras, rebeldes ellas, unas adolescentes, otras en la niñez, algunas ya “mayorcitas”, pasaron a la historia de Colombia como las protagonistas de la primera huelga en el país, al despuntar los llamados “años locos y felices”. Estrenaron la reciente ley, la 78 de noviembre de 1919, que consignaba el derecho a la huelga, en tiempos en que artesanos (sastres, zapateros), braceros, mineros, ferroviarios ya habían alzado su voz de protesta y realizado paros contra diversos atropellos laborales.
 
 Bestabé Espinal

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11/11/2022

MEMO ÁNJEL
Reinaldo Spitaletta: Con magia en la escritura

Memo Ánjel, El Taller Glocal, 11 de noviembre de 2022

Memo (José Guillermo), Ánjel Rendón nació en 1954 en Medellín de padres sefardíes emigrados de Argelia. Doctor en filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, fue director de su Facultad de Comunicación Social. Es profesor universitario, escritor y columnista del periódico El Colombiano. Autor de numerosos libros (entre ellos, algunos escritos junto con Reinaldo Spitaletta) e incontables artículos. Lea su retrato por Sara Vélez Guerra, El hombre renacentista .
https://www.facebook.com/memoanjel5/ 

Si queremos saber cómo es un barrio colorido, una calle en la que juegan fútbol, una ventana con una muchacha asomada, una puerta que cuenta historias y, en cada lugar, un personaje que haga posible lo Caribe, hay que leer la literatura de Reinaldo Spitaletta, escritor, periodista, fotógrafo, historiador y director de un programa de radio sobre cómo son y fueron los muchos elementos urbanos de nuestra ciudad. Nació en 1954, en Bello, una población conurbada con Medellín.

En la literatura de Spitaletta cabe todo, incluyendo brujas y estudiantes, gritos de la hinchada en el estadio y perros que se mueren después de ser casi humanos. Y cabe con colores y sonidos, formas y sombras, porque en estas tierras calientes (en las que los aguaceros son poderosos) la vida no se detiene. La gente camina y se enamora, se emborracha oyendo tangos y música tropical, y no se altera porque otros fumen marihuana o hayan perdido sus sueños políticos.

Pero hay más en esta literatura: la madre mágica, el padre que da clases de inglés, la tía que ejecuta magias, los amigos que tejen historias inverosímiles, los hermanos que comparten cada cosa, los parques en los que los niños se divierten montando en caballos de madera, las obreras contestatarias de las fábricas de textiles y las mujeres que se revuelven el pelo escuchando un bolero, que es baile que se hace amacizado (cuerpos juntos, piernas que se tocan, besos furtivos, sudores unidos). Y a todo esto, discos que suenan, músicos que esperan una contratación, universitarios que protestan, gobiernos malos y múltiples objetos pequeños que definen muy bien a sus dueños etc.

Reinaldo Spitaletta es un hombre del Caribe (luce camisetas de colores, zapatos deportivos, un bolso grande con libros y cuadernos). Y no del Caribe que está frente al mar, sino el situado en las montañas. Y es que, desde estas montañas, en menos de media hora se llega calores infernales y ríos que atraviesan el país. Es un Caribe calle arriba con gente de todos los colores.

El último puerto de la tía Verania

Esta es la primera novela de Reinaldo Spitaletta. La seguirán después El sol negro de Papá y La balada de un viejo adolescente. Y como primera novela, en El último puerto de la tía Verania se perfila ya el mundo del escritor (abastecido por sus libros de cuentos y crónicas): Bello (con estancias en Medellín), es su territorio literario. De allí nacen las historias y personajes; allí se vive en casas grandes, se sabe de ancianatos, se reza sin creer mucho y las muchachas van en bicicleta. Y de allí sale Verania, vieja bruja, pero atenta a lo que pasa en 1971, año de las grandes rebeliones estudiantiles y de la aparición de gente rara.

Verania es bruja caribeña que sabe de ensalmos y pociones, de convivir con los diablos y de jugar con Dios como si fuera con un balón. Ella lee el café, que está cargado hasta asquerosidad, lee los ojos y los aires, y hace parte de una familia en la que hay hombres gordos y otros chicos y flacos, gente con ojos de color diverso y sobrinos revolucionarios. Y quizá sea una historia familiar fabulada la de Spitaletta, pero de esa Verania le viene al escritor la magia con la que escribe. Verania barco de velas rotas, Verania brújula sin capitán, Verania puerto a lo lejos y sin poder llegar.

La primera edición de esta novela se hizo con la ayuda de un hombre que sabía de ajedrez y de billares, de plantas ornamentales y poemas que resultaron siendo trovas.  Y que vivía en la misma cuadra en que sigue estando un teatro de películas para adultos. ¿Cómo dio Reinaldo con este editor? No lo sé. Sé el resultado: una novela pequeña en la que abundaba el color azul en la portada, muy fácil de cargar y leer, y bastante mágica, pues así se me perdiera, siempre aparecía. Una novela que le gusta estar entre buenos libros, anoté en la portada interior.

Reinaldo Spitaletta en siete frases

Un escritor que lo ve todo y no teme narrarlo; un viajero que se apodera de la esencia del viaje; un buen conversador e hincha de un equipo de fútbol que siempre pierde; un periodista contestatario de análisis profundos; un amigo al que se lo puede dejar de ver sin perderlo; un autor de cuentos y novelas con magia; un especialista en tango, música clásica y del Caribe. En síntesis, un escritor completo en medio de los calores y colores de estos climas.

Escrito en Medellín, donde los escritores (que son muchos) con magia son pocos, quizá uno o dos.

   

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25/10/2022

REINALDO SPITALETTA
Molière et le rire absolutiste
400 ans et pas une ride  

Reinaldo Spitaletta, Chapeau de magicien, El Espectador 24/10/2022

Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Contre le roi, contre le pouvoir, contre les hypocrites et les flagorneurs qui prient tout en posant leur hache sur le cou de quelqu'un qui deviendra bientôt un décollé, il ne reste plus que la folie de l'art. Il ne nous reste plus, à nous qui subissons les oppressions du seigneur féodal, du prince, du président, d’un quelconque dictateuricule, que le rire comme réconfort et comme sarbacane pour lancer des fléchettes qui, nous le savons, bien qu'empoisonnées, ne mettront pas à bas l’establishment, mais lui causeront des démangeaisons et d'autres désagréments.

Représentation du « Malade imaginaire » à Versailles, devant Louis XIV et sa cour, avec Molière en scène, à l'été 1674 (Gravure de Jean Lepautre, 1618-1682) ; Photo Josse / Bridgeman Images

Cette année a été celle de Molière, celle de ses œuvres, de ses passions, de ses personnages, de ses relations avec le pouvoir, en l'occurrence le pouvoir absolu et divin du Roi Soleil, et de tout ce qu'il a laissé derrière lui avec ses comédies, avec son rire. Les anniversaires, qu'ils soient de naissance ou de mort, dans le cas d'artistes, de scientifiques, de philosophes (pas tant ceux de politiciens) et d'autres penseurs, qu'on a aussi appelés tire-au-cul, galvaudeux,  pique-assiettes et tout autre nom d’oiseau désignant quiconque, du point de vue utilitariste, ne donne pas de plus-values, sont une occasion de passage en revue, d'apprentissage, de mémoire et d'avoir de nouvelles références.


Ce Molière, moins connu sous son nom de Jean-Baptiste Poquelin, est de nouveau sur le devant de la scène (qu’il n’a d'ailleurs jamais quittée), à l'occasion des quatre cents ans de sa naissance. Le fils du tapissier du roi revient sur les planches (dont il ne s'est jamais éloigné non plus), aux causeries et conférences, à sortir dans les journaux et à circuler de bouche à oreille, bien que ce ne soit qu'une façon de parler. On aimerait que notre vie quotidienne soit plus ouverte aux conversations sur un artiste du XVIIe siècle (rien à cirer, diront certains), dont les archétypes et les personnages continuent à donner du grain à moudre.

Ces commémorations ne manqueront pas de rappeler que Molière, avec toutes ses rigolades, était un mélancolique, en plus d’être (comme l'a signalé Harold Bloom dans sa mosaïque de cent esprits créatifs et exemplaires) un cocu éminent, qui dépendait « entièrement de la protection de Louis XIV, le Roi Soleil, dont le critère littéraire était heureusement excellent ». Et sa peur d'être toujours en train de montrer les cornes, il l'a donnée à voir dans plusieurs de ses comédies et farces, dont L'école des femmes, l'une de ses œuvres les plus célèbres.

Ces éphémérides, surtout  de quelqu'un qui connaissait les pouvoirs du rire, nous rapprochent de l'homme et de l'artiste. Ce monsieur baroque, qui a étudié avec les jésuites, est devenu avocat et a été accusé en son temps d'inceste, a dû avoir du génie pour créer près de trois cent cinquante personnages. Tant de gens, tant d'experts et de chercheurs se sont occupés de sa vie, de sa passion et de son œuvre, comme, par exemple, Julio Gómez de la Serna, traducteur et auteur d'une merveilleuse étude introductive aux Œuvres complètes de Molière, en espagnol éditées par Aguilar.

Molière, qui provoqua tant d’« aboiements dans la meute des envieux » de son époque (rappelons cette peste des envieux a été abondante à toutes les époques), est un créateur d'archétypes terribles, universels, qui sont valables là-bas comme ici. Nous sommes pleins de tartuffes, d'hypocrites et de faux dévôts, à la « double» morale(tte). Interdit après sa première, bien que sa représentation eût été jusqu'à faire mdr l'absolutiste Roi Soleil, Tartuffe a donné des boutons aux curés et autres maîtres ès-pruderie. Ah, et il va sans dire que, malgré toutes les oppositions moraloïdes, le roi a accordé de nouvelles distinctions et réajustements de pension à l'artiste qui, rappelons-le, était non seulement auteur, mais acteur et metteur en scène. Les pensions en question ne semblaient pas si faciles à payer et le scandale de Tartuffe a atteint la santé du grand comédien.

Des gens comme Voltaire, Boileau, J.J. Rousseau se sont occupés de la vie et l’œuvre de Molière, et certains autres avec des intentions malveillantes, comme ce fut le cas au début du XXe siècle avec le poète Pierre Louÿs (il déclara avec une volonté perverse de discréditer son compatriote, que Molière n'était pas l'auteur de ses œuvres, mais que c’était le grand tragédien Corneille, etc.). Molière a bu le lait de la poésie populaire médiévale, a appris l'histoire du rire dans les carnavals et autres fêtes, et dans une partie de sa vie il a été un bululú [acteur ambulant espagnol de « one man show », jouant tous les rôles, NdT] ou un ménestrel.

Avec le musicien d'origine italienne Jean-Baptiste Lully (créateur de l'opéra français et courtisan de Louis XIV), et le chorégraphe Pierre Beauchamp, Molière est l'auteur de ballets comiques, tels que Le Bourgeois gentilhomme et L'Amour médecin, entre autres. Il participe à une révolution dans la danse et le théâtre. Tout comme il a fait la satire d'autres milieux sociaux, les médecins ont eu droit à une bonne volée de bois vert. Tuberculeux, en plus d'hypocondriaque, Molière a représenté dans le dernier spectacle de sa vie le Malade imaginaire (comédie en trois actes, 1673). « Presque tous les hommes meurent de leurs remèdes et non pas de leurs maladies », dit Argan, le protagoniste de cette comédie. La légende dit que Molière est mort sur scène.

REINALDO SPITALETTA
Molière y la risa absolutista
400 años y ni una arruga

Reinaldo Spitaletta, Sombrero de mago, El Espectador, 24-10-2022

Solo queda la locura del arte contra el rey, contra el poder, contra los hipócritas y camanduleros que rezan al tiempo que depositan su hacha en el cuello de alguien que pronto se convertirá en descabezado. Solo nos queda, a los que padecemos las opresiones del señor feudal, del príncipe, del presidente, de cualquier dictadorzuelo, la risa como consuelo y como cerbatana para lanzar dardos que, ya sabemos, aunque estén envenenados no darán al traste con el establecimiento, pero sí le provocarán picazón y otras molestias.


Representación de “El Enfermo imaginario” en Versalles, ante Luis XIV y su corte, con Molière en escena, en el verano de 1674 (Grabado de Jean Lepautre, 1618-1682); Foto Josse / Bridgeman Images

Este año ha sido el de Molière, el de sus obras, sus apasionamientos, sus personajes, sus relaciones con el poder, en este caso, el poder absoluto y divino del Rey Sol, y de todo lo que fue dejando a su paso con sus comedias, con su risa. Los aniversarios, tanto de nacimientos o de muertes, en el caso de artistas, científicos, filósofos (no tanto el de políticos) y otros pensadores, a los que también se les ha llamado vagos, “malentretenidos”, parásitos y todo lo que desde la perspectiva del utilitarismo no da plusvalías, es ocasión para el repaso, para el aprendizaje, para la memoria y para tener nuevas referencias.


 El tal Molière, menos conocido como Jean-Baptiste Poquelin, está otra vez en la palestra (de la que, además, nunca se ha ido), por cumplirse los cuatrocientos años de su natalicio. El hijo del tapicero del rey vuelve a los tablados (de los que tampoco jamás se alejado), a las charlas y conferencias, a salir en periódicos y a estar de boca en boca, aunque esto último es solo un decir. Ojalá la vida cotidiana fuera más abierta a las conversas sobre un artista del siglo XVII (qué nos importa eso, dirán algunos), cuyos arquetipos y personajes siguen dando de qué hablar.

No faltarán en estas conmemoraciones los que recuerden que Molière, con toda su risotada, era un melancólico, además (como lo advirtió Harold Bloom en su mosaico de cien mentes creativas y ejemplares) de un cornudo eminente, que dependía “completamente de la protección de Luis XIV, el Rey Sol, cuyo criterio literario afortunadamente era sobresaliente”. Y su temor de estar siempre mostrando los “cachos” lo hizo notar en varias de sus comedias y farsas, entre ellas La escuela de las mujeres, una de sus más célebres obras.

Estas efemérides, más que todo de alguien que supo de los poderes de la risa, nos acercan al hombre y al artista. Debió tener genio este señor barroco que estudió con jesuitas, se hizo abogado y fue acusado en su tiempo de incestuoso, para crear cerca de trescientos cincuenta personajes. De su vida, pasión y obra se han ocupado tantas gentes, tantos expertos e investigadores, como, por ejemplo, Julio Gómez de la Serna, traductor y autor de un estupendo estudio preliminar a las Obras completas de Molière, editadas por Aguilar.

Molière, que provocó tantos “ladridos en la jauría de envidiosos” de su época (recordemos que de envidiosos todos los tiempos han sido abundantes en estas pestes), es un creador de arquetipos tremendos, universales, que son válidos por allá como por aquí. Estamos llenos de tartufos, de hipócritas y falsos devotos, de la “dublé” y otras moralinas. Prohibido tras su estreno, aunque de su representación gozó hasta doblarse de la risa el absolutista Rey Sol, Tartufo les sacó chispas a clérigos y otros mojigatos. Ah, y no sobra decir que, pese a todas las oposiciones moraloides, el rey le otorgó nuevas distinciones y reajustes de pensión al artista que, recordemos, era no solo autor, sino actor y director. Lo de las pensiones parece que no era tan fácil que se las pagaran y el escándalo con Tartufo disminuyó la salud del gran comediante.

Molière, de cuya vida y obra se han encargado gentes como Voltaire, Boileau, J.J. Rousseau, y hasta algunos con intenciones malignas, como sucedió a principios del siglo XX con el poeta Pierre Louÿs (declaró con protervas ganas de desprestigiar a su paisano, que Molière no era el autor de sus obras, sino el gran trágico Corneille, etc.), digo que Molière bebió de la poesía popular medieval, supo de la historia de la risa en los carnavales y otras fiestas, y en una parte de su vida se erigió como un bululú o un juglar.

Junto con el músico de origen italiano Jean-Baptiste Lully (creador de la ópera francesa y cortesano de Luis XIV), y el coreógrafo Pierre Beauchamp, Molière es autor de ballets cómicos, como El burgués gentilhombre y El amor médico, entre otros. Es partícipe de una revolución en la danza y el teatro. Así como satirizó a otros estamentos sociales, a los médicos también les dedicó su buena tanda. Tuberculoso, además de hipocondríaco, Molière representó en la última función de su vida a El Enfermo imaginario (comedia en tres actos, de 1673). “Casi todos los hombres mueren por las medicinas recibidas y no por las enfermedades”, dice Argán, protagonista de esta comedia. La leyenda afirma que Molière murió en el escenario.

20/10/2022

REINALDO SPITALETTA
Soy un perdido, soy un marihuano…


 Reinaldo Spitaletta, El Espectador, 18/10/2022

Hubo un tiempo, más bien lejano, en que el consumidor de marihuana era una especie de descastado, por sí mismo peligroso, con el cual no se debía tener ninguna relación. Había que aislarlo y estigmatizarlo. Era, en esa atmósfera de pulcritudes aparentes, de moralismos y discursos de buena conducta, un enemigo de la estabilidad social, al menos de la del barrio o la cuadra. El adicto a la “yerba maldita” (término muy común en los periódicos de los 50 y 60) debía consumir su pucho en la clandestinidad.

Bueno, ni tanto, porque por ejemplo en la penumbra de las salas de cine el “marihuano” aprovechaba para darse unos toques. El penetrante olor se esparcía al tiempo que en la pantalla había disparos o besos o persecuciones, o incluso cuando ya se había proyectado, instantes después de apagarse las luces, el prohibitivo aviso de “no fume”.

Un marihuanero, digamos en los sesenta, era alguien que podía ser capturado y llevado a la cárcel. En Medellín, por ejemplo, era común aplicarle un “treintazo”, término acuñado por varios inspectores de policía para señalar que el detenido (casi siempre “por sospecha”) permanecería treinta días encerrado en una celda o calabozo. También en Medellín, donde abundaron los camajanes de barrio, muchachos proletarios que se vestían con arrebato, excéntricos, buenos bailarines de música antillana, escuchadores de tango en bares y cantinas, y aspiradores de “marimba”, se bautizó al cantante puertorriqueño Daniel Santos, legendario marihuanero, como El Jefe.


En el turbulento bar El perro negro, sector de Guayaquil, el Inquieto Anacobero* (como también se le conoció a Santos) recibió su renombrada jefatura. Y la marihuana que consumía en la “ciudad industrial” la conseguía en un barrio de Envigado, Bandera Roja, de gaitanistas, guapos, putas y matones, proporcionada por el loco Alfredo. Era, según dicen, la mejor marihuana del continente porque el secreto del loco, que la sembraba en las vegas del río, era regarla con aguapanela y alcohol. El “jibarito” Santos quedó fascinado con ella (y muy bien “trabado”).

En los sesentas, la marihuana, muy consumida por ejemplo por los soldados estadounidenses que habían invadido a Vietnam, se erigió en determinados sectores juveniles como una irreverencia frente a las normas, una protesta más contra la opresión y los desafueros oficiales. Aquí y allá. La “mona”, otra designación de época, les daba cierto cartel a poetas, como el legendario Barba Jacob, cuya Balada de la loca alegría la recitaban algunos marihuaneros muchos años después de compuesta por el santarrosano: “soy un perdido, soy un marihuano”.

El nadaísta Darío Lemos llamaba “legumbre” a la “maracachafa”, matica que desde mucho tiempo atrás en Colombia era perseguida y proscrita. Por ejemplo, en 1946 la llamada Ley Consuegra endureció las penas por consumo y venta de marihuana, por considerar que atentaba contra la salud pública, y tres años después, el gobierno de Mariano Ospina Pérez prohibió el consumo y comercio de la marihuana en el territorio nacional. Sin embargo, la medida restrictiva provocó más ganas de fumarla.

Así por lo menos lo señala el investigador Eduardo Sáenz en “La ‘prehistoria’ de la marihuana en Colombia: consumo y cultivos entre los años 30 y 60″, al advertir que además del consumo de vieja data en la parte doméstica, el país “empezó a ser fuente de exportación desde los años 50″, y pone en Santa Marta el lugar de irradiación de la yerba hacia Estados Unidos. “En 1957, se reportó que marineros colombianos habían llevado marihuana a Nueva Orleáns a bordo del buque “Ciudad de Bogotá” de la Flota Mercante Grancolombiana. Incluso había sospechas de que se estaba exportando marihuana colombiana a otros países, además de Estados Unidos”, dice Sáenz en su texto.


 Así como a principios de los sesenta se señaló a los Cuerpos de Paz, del gobierno de John Kennedy, como auspiciadores del consumo y cultivo de marihuana en Colombia, para la década del setenta se daría la “bonanza marimbera”, auspiciada por tenebrosas bandas de narcotraficantes. Se volvió célebre la “Santa Marta Gold”, que “trabó” a millares de consumidores de bareta en los Estados Unidos. En el gobierno de López Michelsen se estableció la “ventanilla siniestra”, que permitió el libre cambio de dólares en el Banco de la República, sin que se averiguara su procedencia. A su vez, Washington impulsó una guerra contra las drogas, con la anuencia del gobierno de Turbay Ayala, y promovió la fumigación con glifosato en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Después, se escucharon múltiples voces a favor de la legalización y consumo de marihuana. Y en esas estamos todavía. Carolo, tal vez el jipi más famoso que hubo en Medellín, promotor del célebre Festival de Ancón en 1971, pudo ser uno de los marihuaneros más expertos del país, tanto que estuvo en Holanda como catador de “la mona”. Y Roberto, que pudo ser el marihuanero más viejo del mundo, vivió muchos años en Bello, donde se distinguió por ser buen zapatero y por su extravagante “tumbao” al caminar.

 Roberto, el zapatero de Bello

NdE

*Anacobero en lengua ñáñiga —hablada por los afrodescendientes de la sociedad secreta cubana Abakuá— significa diablillo y por extensión bohemio.  (Fuente) La Asociación de Academias de la Lengua Española, en su diccionario de americanismos, da esta "definición": "Persona de raza negra cuya forma de hablar resulta incomprensible." Sin comentarios


Balada de la loca alegría

Mi vaso lleno –el vino del Anáhuac–
mi esfuerzo vano –estéril mi pasión–
soy un perdido –soy un marihuano–
a beber y a danzar al son de mi canción...
 
Ciñe el tirso oloroso, tañe el jocundo címbalo.
Una bacante loca y un sátiro afrentoso
conjuntan en mi sangre su frenesí amoroso.
Atenas brilla, piensa y esculpe Praxiteles,
y la gracia encadena con rosas la pasión.
¡Ah de la vida parva, que no nos da sus mieles
sino con cierto ritmo y en cierta proporción!
 
¡Reíd, danzad al soplo de Dionisos que embriaga el corazón...!
 
La Muerte viene. Todo será polvo
bajo su imperio: ¡polvo de Pericles,
polvo de Codro, polvo de Cimón!
 
Mi vaso lleno –el vino del Anáhuac.
Mi esfuerzo vano –estéril mi pasión.
Soy un perdido –soy un marihuano.
A beber– a danzar al son de mi canción...
 
De Hispania fructuosa, de Galia deleitable,
de Numidia ardorosa y de toda la rosa
de los vientos que beben las águilas romanas,
venid, puras doncellas y ávidas cortesanas.
 
Danzad en voluptuosos, lúbricos episodios,
con los esclavos nubios, con los marinos rodios.
Flaminio, de cabellos de amaranto,
busca para Heliogábalo en las termas
varones de placer... Alzad el canto,
reíd, danzad en báquica alegría,
y haced brotar la sangre que embriaga el corazón.
 
Danzad en voluptuosos, lúbricos episodios,
con los esclavos nubios, con los marinos rodios.
Flaminio, de cabellos de amaranto,
busca para Heliogábalo en las termas
varones de placer... Alzad el canto,
reíd, danzad en báquica alegría,
y haced brotar la sangre que embriaga el corazón.
 
La muerte viene. Todo será polvo:
¡Polvo de Augusto, polvo de Lucrecio,
polvo de Ovidio, polvo de Nerón!
 
Mi vaso lleno –el vino del Anáhuac.
Mi esfuerzo vano –estéril mi pasión.
Soy un perdido –soy un marihuano.
A beber –a danzar al son de mi canción...
 
Aldeanas del Cauca con olor de azucena,
montañesas de Antioquia con dulzor de colmena,
infantinas de Lima –unciosas y augurales–
y princesas de México, que es como la alacena
familiar que resguarda los más dulces panales;
y mozuelos de Cuba, lánguidos, sensuales,
ardorosos, baldíos,
cual fantasmas que cruzan por unos sueños míos;
mozuelos de la grata Cuscatlán –¡Oh ambrosía!–
y mozuelos de Honduras,
donde hay alondras ciegas por las selvas oscuras,
entrad en la danza, en el feliz torbellino,
reíd, jugad al son de mi canción.
 
¡La piña y la guanábana aroman el camino,
y un vino de palmeras aduerme el corazón!
 
La muerte viene. Todo será polvo:
¡polvo de Hidalgo, polvo de Bolívar,
polvo en la urna, y rota ya la urna,
polvo en la ceguedad del aquilón!
 
Mi vaso lleno –el vino del Anáhuac.
Mi esfuerzo vano –estéril mi pasión.
Soy un perdido –soy un marihuano.
A beber –a danzar al son de mi canción...
 
La noche es bella en su embriaguez de mieles,
la tierra es grata en su cendal de brumas;
vivir es dulce, con dulzor de trinos,
canta el amor, espigan los donceles,
se puebla el mundo, se urden los destinos...
¡Que el jugo de las viñas me alivie el corazón!
¡A beber! ¡A danzar en raudos torbellinos,
vano el esfuerzo, inútil la ilusión...!

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22/06/2022

REINALDO SPITALETTA
Colombie : Gustavo Petro, capitalisme et liberté

Reinaldo Spitaletta, El Espectador, 21/6/2022
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala

Du discours de victoire, dans lequel Gustavo Petro a prévenu qu'il ne trahirait pas l'électorat, il faut retenir les slogans de ne pas gouverner avec haine ou sectarisme. Ces sentiments, dans une longue histoire de désastres, ont fait couler du sang et des larmes, surtout pour les gens ordinaires, toujours chair à canon et éternelles victimes du pouvoir.

Après la victoire. Photo : DANIEL MUNOZ

Le princier et féodal « quoi que dise Uribe », maître d'une sorte de pays-hacienda pendant plus de 20 ans, semble s'être effondré peut-être pour toujours. Plus de 6 402* raisons ont été répandues pour mettre en échec une domination féroce dans laquelle les droits des travailleurs étaient violés, le pays a été bousillé, des accords de libre-échange léonins ont été signés, le secteur agricole s’est étiolé et le pouvoir latifundiste a eu le champ libre.

Le naufrage de ce navire de pirates, passés maîtres dans la dépossession de milliers de personnes et le maintien de privilèges pour une poignée de caïds oligarchiques, donne la sensation que le jouet du « messie » [Uribe] désormais has been a été réduit en miettes après 40 ans d’outrages.

Avec le triomphe du Pacte historique, un empire de « sortilèges autoritaires », de corruption, de politicaillerie et autres pourritures officielles s'est effondré, du moins en apparence.

On peut dire qu'une période est terminée, même si son influence méphitique n'est pas entièrement morte et que ses tentacules n'ont pas été coupés. Mais le début d'un temps différent est évident, qui, selon les vainqueurs de ces élections débridées, est l'écriture d’« une nouvelle histoire ». Le triomphe électoral de Gustavo Petro et du Pacte historique, avec un vote écrasant, a été le coup de grâce (du moins, c'est ce qu'il semble) à l'uribisme agonisant, dont les râles d’agonie se sont manifestés au cours de cette période infâme de quatre ans.

Pour le seigneur féodal, ça a dû être un direct à la mâchoire. D'échec en échec avec ses « filleuls », d'abord Óscar Iván Zuluaga, qu'il a renvoyé sans ménagement pour le remplacer par Fico [Federico Gutiérrez], un mannequin de ventriloque (semblable à celui qui est encore président de la Colombie, Iván Duque) qui, ayant été battu sans appel, s'est métamorphosé en péquenaud jouant au playboy, admirateur d'un génocidaire et à qui, à ce qu’on a vu, la Vierge (et pas vraiment une Vierge de minuit [titre d’un célèbre boléro]) a fait payer pour ses divagations blasphématoires**.

Que l'on soit d'accord ou non avec le vainqueur de l'élection, dimanche dernier a marqué un chapitre différent de l'histoire électorale colombienne. Un mouvement différent et un candidat différent ont gagné (bien qu'ils aient été rejoints par des personnages aux références moins recommandables), mettant fin à une longue succession de présidents de système, marionnettes d'intérêts étrangers et dont le bilan se résume à ne pas avoir promu de réformes agraires et à avoir maintenu le statu quo au détriment des plus pauvres et des plus oubliés.

Du discours de victoire, dans lequel Gustavo Petro a prévenu qu'il ne trahirait pas l'électorat, il convient de retenir les slogans de ne pas gouverner avec haine ou sectarisme. Ces sentiments, dans une longue histoire de catastrophes, ont fait couler du sang et des larmes, surtout pour les gens ordinaires, toujours chair à canon et éternelles victimes du pouvoir.

Et quand on s'attend le moins à ce qu'un homme politique, et plus encore sous nos latitudes, brandisse des bannières de prédicateurs et de santons, le président élu a parlé d'amour. La nécessité d'une compréhension, d'un dialogue, d'une entente entre les uns et les autres. Et puis, comme un prêtre de village, il a souhaité la bienvenue à l’espérance, une vertu théologique.

Sa position sur le développement du capitalisme en Colombie est en tout cas intéressante, alors qu'en fait, surtout dans les campagnes, il n'y a eu que des expressions d'arriération et d'arriération féodale. « Nous allons développer le capitalisme non pas parce que nous le vénérons, mais parce que nous devons d'abord surmonter la pré-modernité en Colombie, le féodalisme en Colombie, les nouveaux servages et le nouvel esclavage ».

Pour mettre en œuvre le capitalisme et avoir les possibilités d'un marché intérieur, il faut promouvoir la paix. « Plus jamais de guerre ! » ont crié les milliers de personnes présentes à la cérémonie de victoire, tandis que le candidat vainqueur a évoqué la nécessité d'un grand accord national pour construire « un consensus maximal pour une vie meilleure » et pour des réformes, notamment en faveur des jeunes, des femmes et des personnes âgées. « La paix doit être construite comme une garantie des droits des personnes », a-t-il déclaré.

L'ambiance était à l'optimisme collectif, à la liesse populaire, à l'idée qu'une nouvelle ère était en train de naître. Il y a eu des pétards et des sifflets dans de nombreux endroits, ainsi que des blagues sur ceux qui annonçaient qu'ils quitteraient le pays si Petro gagnait. Mais, pas question. Tout le monde restera sûrement, car, comme on le disait en chœur, ici tout le monde gagne du « flouss » et les banquiers, par exemple, ont déjà salué cette élection et « un grand accord national ».

Rien n'a été dit sur la défense de la souveraineté nationale, ni sur le fait que ce pays continuera à être une néo-colonie, ce qui n'est pas une mince affaire. Mais il a été indiqué que ce sera « le gouvernement de la vie, de la paix, de la justice sociale et environnementale ». Le nouveau gouvernement a un énorme défi à relever : combattre l'énorme pauvreté, le chômage, l'informalité, le trafic de drogue et d'autres maux qui frappent le pays. Et un engagement, comme il l'a dit, en faveur de la liberté afin que « plus jamais un gouvernement n'assassine ses jeunes ».

NdT

*6 402 : c’est le nombre, établi par la Juridiction spéciale pour la paix, des « faux positifs » commis par l’armée colombienne entre 2002 et 2008, autrement dit des exécutions extrajudiciaires de personnes présentées comme des guérilléros.

** En avril dernier, « Fico » était allé à Boyacá demander la bénédiction de la Vierge « miraculeuse » de la Basilique de Notre Dame du Rosaire de Chiquinquirá, censée être la sainte patronne du pays.

 

 

12/04/2022

REINALDO SPITALETTA
“Betsabé y Betsabé”, le roman de la petite vierge rebelle colombienne

Reinaldo Spitaletta, El Espectador, 12/4/2022
Traduit par
Fausto Giudice, Tlaxcala

La première fois que j'ai entendu parler de Betsabé Espinal, la légendaire meneuse ouvrière de la première « grève des demoiselles » en Colombie, c'était peu avant la grève civique nationale du 14 septembre 1977 contre le gouvernement d'Alfonso López Michelsen. Il est apparu dans un dossier avec des couvertures en carton rustique et une pile de feuilles ronéotées. Sur  la couverture était écrit « Grupo de Estudio Betsabé Espinal ».


Deux ou trois ans plus tard, alors que j'étais encore étudiant en journalisme à l'université d'Antioquia, le collectif José Antonio Galán de Bogotá m'a demandé de réaliser une « enquête sur le mouvement ouvrier en Antioquia ». J'ai mené des entretiens dans les syndicats, avec des dirigeants astucieux de différentes centrales et fédérations syndicales, de toutes les obédiences, des démocrates-chrétiens, conservateurs et libéraux, à des camilistes [partisans du prêtre guérilléro et sociologue Camilo Torres, NdT] et des communistes.

Lors d'une de ces rencontres, je ne sais pas si c'était avec le syndicat de l’usine textile Fabricato, un des travailleurs m'a dit qu'à Bello, dans un secteur appelé La Callecita [la petite rue], vivait encore uen des grévistes de 1920 de l'Usine de tissage de Bello (qui avait auparavant d’autres raisons sociales). J'ai rencontré la dame, dont j'ai oublié le nom par la suite, qui m'a raconté des détails sur Betsabé Espinal, en particulier sur sa mort.

Ce que j'ai enregistré et systématisé, je l'ai envoyé, avec d'autres interviews et rapports, au centre d'études susmentionné de Bogota, dirigé par un certain Omar Ñáñez ou Yáñez, je ne sais plus. Je n'ai plus jamais entendu parler de ces matériaux, ni s'ils ont publié des recherches sur le sujet. Des années plus tard, alors que nous avions déjà participé à la création du Centre d'histoire de Bello en 1996, j'ai écrit un article en 2002 sur cette « grève des demoiselles » et sa dirigeante emblématique...

Ce qui était curieux dans ce compte rendu, c'est que j'ai écrit que Mlle Espinal était morte pendue par ses longs cheveux dans la douche de sa maison. Ça a déclenché des foudres. C’est faux, m'a confié un membre prestigieux de l'Académie d'histoire de Huila, ne cachant pas son agacement face au « manque de rigueur ». « Quelle belle mort c'était », m'a dit une dame sensible de Medellín. En réalité, elle est morte [à 36 ans, NdT] alors qu'elle manipulait des fils électriques devant sa maison dans le quartier historique de Guanteros à Medellín, le 16 novembre 1932.

En 2011, l'Universidad Pontificia Bolivariana a parrainé une recherche d'archives sur la grève de 1920, qui a fait l'objet d'une couverture médiatique extraordinaire de la part de journaux tels que El Correo Liberal, El Luchador, La Familia Cristiana, El Social, La Defensa et El Espectador, dont le reporter portait le pseudonyme quichottesque  El curioso impertinente. L'un des résultats de cette recherche sera publié en ce mois d’ avril : il s'agit du roman « Betsabé y Betsabé », à l'occasion du quatre-vingt-dixième anniversaire de la mort de celle qu'un chroniqueur de l'époque appela la Jeanne d'Arc colombienne.

Cette « grève des demoiselles », dont l'histoire est restée dans les limbes pendant de nombreuses années, a rompu avec un modèle d'entreprise qui comportait divers dispositifs de surveillance et de contrôle des travailleur·ses. Il existait une alliance, parfois tacite, parfois explicite, entre l'Église, l'État et les industriels. Et il était presque impossible, au milieu des modèles féminins mariaux, et avec tous les mécanismes de domestication et de contrôle ecclésiastique (patronages, catéchèse, conseils de censure, diètes littéraires pour les catholiques...), qu'un conglomérat de travailleuses puisse briser ces chaînes.

Les chroniqueurs de l'époque, qui avaient une vision romantique de ces héroïnes indomptables, les appelaient de toutes sortes de noms, allant de "femmes viriles", "petites fleurs humaines", "esclaves rebelles" à "nouvelles Polycarpe" {évêque martyr de Smyrne, NdT]. L'événement inhabituel, une grève de filles, d’adolescentes et de jeunes adultes, ce qu’étaient les travailleuses, marquée, entre autres, par des revendications telles que celles des "trois huit", pour lesquelles tant de travailleur·ses sont mort·es en Europe et aux USA, a reçu une couverture médiatique exceptionnelle.

Les demoiselles, qui avaient inauguré l’exercice du droit de grève en Colombie, approuvé quelques mois plus tôt, en novembre 1919, par la loi 78, étaient les porte-drapeaux de la justice et de la dignité. Emmenées par une "brune futée" (comme l'a décrite un journaliste), grande tisserande, qui exigeait qu'on ne les fasse pas travailler de six heures à six heures et qu'on leur accorde une heure pour déjeuner, les plus de quatre cents ouvrières ont écrit une histoire sans pareille.

Ah, dans ce dossier, qu'un jour un frère a rapporté à la maison avec un certain secret, le nom de famille de Betsabé a également été changé, et a été parfois donné comme Espinosa. L'autre Bethsabée du roman est une femme qui est née au moment de la mort de la première et qui était capable, entre autres capacités ésotériques, de communiquer avec les esprits d'outre-tombe. Rien d'inhabituel dans une ville comme Medellín, qui, depuis 1870, pratiquait le spiritisme à grande échelle, du moins jusqu'aux années 1920.

Il y eut une génération, celle des années 1970, qui, en coalition avec les travailleurs, rêvait de nouveaux mondes et maintenait l'utopie en vie. Betsabé y Betsabé, un roman qui est sur le point de voir le jour, fait également référence à cette génération. [À paraître aux éditions UPB]

05/04/2022

REINALDO SPITALETTA
“El Verdugo” o la banalización del mal


Reinaldo Spitaletta, 5/4/2022

Pär Lagerkvist, escritor sueco, ganó el Nobel de Literatura en 1951 y en los 60 y 70 era uno de los autores más leídos en Colombia, en particular por ediciones que nos llegaron desde la Argentina. Por aquellos tiempos de la Guerra Fría, el rock, los jipis y las protestas contra la invasión estadounidense a Vietnam, nos fuimos hundiendo en reflexiones, sensaciones desconocidas y una especie de irónico horror con obras como Barrabás , El Enano, La eterna sonrisa y, en especial, con esa suerte de parábola sobre la destrucción y el mal que es El Verdugo. Para un joven de aquellas décadas era una aventura sin igual leer, por ejemplo, El ascensor que bajó al infierno.


 Por estos días, en un taller literario que realizamos en la patrimonial Casa Barrientos, en la avenida La Playa, de Medellín, analizamos El Verdugo. Y una de las múltiples variables que hallamos en la lectura, es la de la banalización del mal, como, en otro tiempo y en un ámbito distinto, lo advirtió la alemana Hannah Arendt. La literatura tiene el poder sin igual de conectarnos con “todos los ayeres”, pero, a la vez, con el presente y aún con lo que vendrá. El Verdugo, cuya temporalidad (o atemporalidad) es una de sus más atractivas características, tiene momentos en la Edad Media y otros en los días previos a la instauración de aquel horror llamado el nazismo.


Edvard Munch, “El Grito”, Óleo, temple y pastel sobre cartón , 91 cm × 74cm
Galería Nacional de Noruega, Oslo

Lagerkvist es un escritor expresionista. Y al leerlo podemos estar frente a un cuadro como “El grito”, de Edvard Munch, o viendo otra vez el Nosferatu, de Murnau. Ese es el poder de la literatura y, en general, de todas las artes. El Verdugo, una novela corta, es un alegato contra la violencia y, a su vez, un fresco estremecedor sobre la destrucción del hombre, el racismo y la catastrófica presencia de ideologías como el nazismo.


“¡La guerra es salud!”, proclama una voz. Y otra: “La paz es una cosa para los niños y los enfermos: son los que necesitan de la paz”. “Los niños deben ser educados para la guerra”, dice otro personaje. Y, entre tanto, se va vivando y ovacionando a unos asesinos que entran a la taberna sin tiempo donde está el eterno verdugo, pero también los que están de acuerdo con el exterminio de “razas inferiores”.

El Verdugo, publicada en 1933, cuando apenas el nazismo comenzaba su ascenso, es una advertencia, una profecía, un cuestionamiento, una posición de alerta sobre lo que ha sido el triunfo de la maldad, todo como una suerte de triunfo del mal, que arrasa sin piedad al opositor, al cual hay que borrar (por ejemplo, con fusilamientos). Es, por qué no, una especie de distopía, pero, ante todo, una metáfora de cómo se destruye la civilización y se alienta la barbarie.

Así como, por ejemplo, William Faulkner escribe varias novelas y cuentos sobre y contra el racismo en Estados Unidos, El Verdugo, en medio de música de jazz y tango, alertará de un modo doloroso sobre las razzias, la segregación, las ideas disparatadas sobre una presunta “raza superior”. Tiene escenas delirantes en las que una montonera de blancos la emprende contra los músicos negros de una orquesta de jazz que anima una fiesta, en la que la sangre se derrama a punta de bala e insultos.

Las ficciones, con todas sus maravillas, imaginaciones y deslumbramientos, nos conectan con la realidad. Y El Verdugo nos enlaza, digamos en estos tiempos, con los verdugos nuestros, con el racismo nuestro, con los que han promovido desde tiempos inmemoriales matanzas y desafueros a granel. Aquí tenemos, en esta realidad de congojas y terrores, que a veces nos parece parte de una ficción sangrienta, verdugos, racismo, “falsos positivos”, cacería de líderes populares, persecuciones a los que luchan por la justicia y la equidad…

Cuando durante el juicio al criminal de guerra nazi, Adolf Eichmann, en Israel, la filósofa Arendt deslizó su concepto sobre la banalidad del mal, que se sintetiza en que personas capaces de cometer grandes males pueden ser en apariencia “normales”, estaba abriendo los ojos al mundo sobre millares de asesinos (entre ellos, gobernantes, congresistas, “gentes de bien”, ministros…). Algo así se aprecia en la breve novela del sueco.

Una banda de jazz, disminuida por la infame agresión de los blancos a los músicos negros en una taberna (hemos dicho que el tiempo en El Verdugo es una especie de delirio) que parecía, en determinado momento de locura colectiva y crimen, una “hirviente olla de brujas”, es una patética muestra de la irracionalidad de los que se consideran miembros de una “raza superior”.

En El Verdugo hay una naturalización del mal, del crimen y la perversión, como, por ejemplo, nos ha sucedido por estos contornos colombianos, cuando sobre la víctima recaen sospechas de que “algo debía” o de que se trata de “un buen muerto”. Cuando naturalizamos o normalizamos la violencia, somos cómplices de los asesinos.

Per Lagerkvist, Tjörn 1966 ©Lennart Nilsson/TT Nyhetsbyrån

Lagerkvist en Tjörn 1966. Foto Lennart Nilsson/TT Nyhetsbyrån

17/02/2022

REINALDO SPITALETTA
Cinq prostituées et un anarchiste
Il y a un siècle, dans la Patagonie rebelle

 

Avec le massacre des travailleurs en Patagonie à la fin de l'année 1921, où 1 500 travailleurs agricoles ont été fusillés par l'armée, il s'est produit ce qui s'est produit plus tard avec le massacre des travailleurs de la banane à Ciénaga, dans le Magdalena colombien, en 1928, qui, selon les positions idéologiques plutôt que selon les documents et autres témoignages, ne fit que neuf victimes et non  mille ou plus, comme la légation usaméricaine à Bogota l'a reconnu à l'époque.

Lorsqu'il s'agit de travailleurs, il semble que cela ne fasse aucune différence que ce soient quelques-uns ou des centaines d'entre eux qui aient été massacrés. Ils étaient sûrement des communistes, dira-t-on. Ou des anarchistes. Et ils l'ont même mérité, diront les bourreaux. C'est ainsi que l'histoire, les contextes et les manifestations contre l'injustice sont niés. Et ceux qui sont au pouvoir font tout leur possible pour effacer de la mémoire des événements aussi horribles, des crimes contre l'humanité, comme on les a appelés plus récemment.

Dans le sud de l'Argentine, à Santa Cruz, les ouvriers ruraux de Patagonie, à la fin de l'année 1920, se sont mis en grève pour exiger des éleveurs un jour de repos par semaine, un endroit propre pour dormir et un paquet de bougies. Ce n'était pas grand-chose, mais les éleveurs se sont opposés et, de plus, ont renié les accords. Quelques années plus tard, les travailleurs se sont soulevés, puis l'armée est apparue, commandée par le colonel Héctor Benigno Varela. Et c'est ainsi qu'a commencé une histoire d'horreur, mais aussi de démonstration de dignité de la part de cinq prostituées de Puerto San Julián.


Varela a lancé les pelotons d'exécution en masse, sans procès. L'objectif était de punir les travailleurs (presque tous des tondeurs et des cardeurs de laine), de les passer par les armes, de les qualifier de hors-la-loi, d'insurgés et de bandits. Et ainsi, en divers endroits, les exécutions étaient un pain quotidien dur et amer. Au début de l'année 1922, après avoir perpétré le massacre, que le gouvernement appelle "pacification", Varela veut récompenser ses soldats par un prix en nature, comme une libération de leur libido refoulée.

Les soldats font la queue devant un bordel. On ne leur ouvre pas la porte. Soudain, la propriétaire, Paulina Rovira, sort et annonce que les demoiselles refusent de les servir. "C'est de la trahison", lui dit le sous-officier, et la foule tente de forcer l'entrée, quand, à ce moment-là, les cinq "élèves" surgissent, armées de balais et de bâtons, et les réprimandent : "assassins", "ordures", "on ne couche pas avec les assassins !".

Cette réaction inattendue a coupé le souffle aux soldats (et leur a ôté toute envie de s'envoyer en l'air), paralysés par les hijueputazos ["fils de putes"], les crachats, les balais et les "insultes obscènes typiques des bonnes femmes", selon un rapport de police. Cette démonstration de courage et de dignité des prostituées sera racontée, entre autres, par le romancier David Viñas et l'historien et écrivain Osvaldo Bayer, ce dernier dans son impressionnant livre La Patagonie rebelle.

Il y a un siècle, le 17 février 1922, cinq femmes courageuses, prostituées de profession, du bordel La Catalana, ont posé un acte audacieux de rejet du massacre des travailleurs. Face au silence et à la peur générale de la population, elles ont affronté les auteurs de l'un des massacres les plus atroces d'Argentine et de l'histoire du mouvement ouvrier. Les autres viendront des années plus tard, avec la dictature militaire de Videla et compagnie.

Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache et Maud Foster sont les cinq héroïnes de San Julián, sauvées de l'oubli par les recherches et les enquêtes d'Osvaldo Bayer. L'autre héros de cette histoire singulière est Kurt Wilckens, un anarchiste allemand de tendance tolstoïenne qui, le 27 janvier 1923, prend sa revanche en tuant le lieutenant-colonel Varela avec une bombe à percussion et un revolver Colt dans une rue du quartier Palermo à Buenos Aires.

Varela, comme le raconte Bayer dans son livre, "obligeait les travailleurs à creuser leurs tombes, puis les forçait à se déshabiller et les abattait. Il a fait battre les chefs des travailleurs et les a mis au tapis avant de donner l'ordre de les abattre de quatre balles". En Patagonie, consacrée par les latifundistes aux moutons (l'un d'entre eux, Mauricio Braun, est parvenu à posséder la superficie astronomique de 1 376 160 hectares de terres, avec des moutons), les ouvriers étaient soumis à des journées d'exploitation sans pitié.


 Wilckens, un anar pacifiste, abstinent et végétarien, décide de se faire justice lui-même face à la "violence d'en haut". Il n'avait aucun parent parmi les personnes abattues. Il ne connaissait pas la Patagonie (le Grand Sud argentin) et croyait seulement qu'il allait accomplir "un acte de justice individuel". Lorsqu'il atteint son but, dans une attaque cinématographique au cours de laquelle il est gravement blessé, il déclare : "J'ai vengé mes frères".


Cinq prostituées (quatre argentines et une espagnole) et un anarchiste allemand sont entrés dans l'histoire (enfin, disons que des gens comme Bayer et d'autres les ont sauvé·es de l'oubli officiel) des luttes contre l'injustice et l'exploitation.