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09/03/2022

JORGE MAJFUD
La guerra que llevamos dentro


 Jorge Majfud, 8/3/2022

El año pasado publicamos que, luego de la costosa derrota de Washington en Afganistán, había que prepararse para una nueva guerra; que mucho antes que China vendría un conflicto con Rusia. Cuando la nueva guerra finalmente llegó, intentamos entenderla. Aparte de las donaciones que son como aspirinas cada vez que un país es invadido, la importancia de nuestros esfuerzos dialécticos, por importante que sea el medio donde se publican, es igualmente irrelevante.


Hay una realidad que no ocupa ni a tirios ni troyanos en los medios internacionales: la guerra que todos llevamos dentro y que, en gran medida, explica una parte de esta guerra y de todas las guerras políticas. Me dirán que eso pertenece a la psicología, que no debo meterme en esos temas. Bueno, en los más de 530 artículos que llevo publicados desde la catástrofe neoliberal en América latina a fines de los años 90, en todos los casos hice ejercicio ilegal de la profesión de ensayista. 

Para resumir, vamos a tomar un par de casos entre miles. Como dijo alguien hace mucho tiempo, voy a empezar hablando de mí mismo que es quien tengo más cerca.  

A principios de 2017, unos amigos de un medio español para el cual colaboré por muchos años, me pidieron que me pronunciara sobre el caso del conflicto en Cataluña. Les insistí que, aparte de aficionado a la cultura y la trágica historia de España, no era ni soy un experto en Cataluña y que, desde mi perspectiva exterior, había que dejar a los catalanes realizar su referéndum sobre la debatida independencia, como lo había hecho Escocia en 2014. Un referéndum no vinculante, como el que quiso hacer Manuel Zelaya en Honduras. Como resultado, al igual que me ocurrió con el caso de Honduras, perdí varios amigos. Llamémoslo así, “amigos”, aunque todos saben que los amigos de verdad no se pierden por diferencias políticas. Así, en unas pocas horas, pasé de ser, por años, “el intelectual más importante de América Latina” a la categoría de “idiota”. En ambos casos exageraban, aunque de lo último nadie nunca puede estar tan seguro.

Estrictamente lo mismo ha ocurrido con el conflicto de Ucrania. Mi posición, como en el caso de Cataluña, nada tiene de radical. Otra vez, asumo y reconozco que no soy un experto en temas de Ucrania. Sólo intento aportar una perspectiva exterior, basada en mis limitados conocimientos históricos y globales (¿qué no es este conflicto sino un choque histórico-geopolítico?). 

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04/03/2022

OSKAR LAFONTAINE
La guerra no es un medio de la política

 Oskar Lafontaine , NachDenkSeiten, 24-2-2022
Traducido por
Miguel Álvarez Sánchez, Tlaxcala

Todo el que quiera la paz debe actuar de acuerdo con esta máxima. Por lo mismo, el ataque de Rusia a Ucrania se debe condenar con la misma firmeza que las otras guerras de agresión que se han librado en los últimos años. No debemos olvidar nunca: Las víctimas de esta guerra no son Putin o Biden, sino los ucranianos y rusos que se ven todos los días en la televisión, muriéndose de hambre o de frío y sin saber a dónde huir. Rusia debe cesar inmediatamente las hostilidades y volver a la mesa de negociaciones. Escribe Oskar Lafontaine

Un manifestante con un cartel diciendo “No a la guerra” [Niet Voinie] es detenido por la policía durante una protesta contra el ataque de Rusia a Ucrania en Moscú, Rusia, el 24 de febrero de 2022 [Denis Kaminev/AP Photo]

A los estados beligerantes no se deben enviar armas. Por lo tanto, es de agradecer que el gobierno federal alemán, a pesar del creciente belicismo, se mantenga a ello. Los que suministran armas a las facciones beligerantes aumentan el sufrimiento del pueblo y prolongan la guerra.

El derecho internacional se aplica a todos. La brutal violación del derecho internacional por parte de Vladimir Putin no puede justificarse aludiendo a las guerras de Estados Unidos y sus aliados que violan el derecho internacional.

Las sanciones no afectan a Putin y sus oligarcas, sino que empeoran la vida de los rusos y ucranianos y de muchas personas de otros países afectadas por la guerra económica, incluida la gente de Alemania con menores ingresos que ya apenas puede pagar sus facturas de combustible y calefacción. Los belicistas de la política y el periodismo pueden hacer frente a la subida de los precios de la energía. Pero mucha gente en Alemania no lo puede. E incluso las decisiones correctas tomadas ayer por el gobierno federal no son suficientes para evitar que muchas personas tengan grandes dificultades para financiar su vida diaria.

Las sanciones revelan la doble moral y la hipocresía de los “valores” occidentales, es decir, de la comunidad de la mentira. Uno estaría tentado de exigir: ahora tenemos que castigar a Putin de la misma manera que castigamos a Clinton, Bush y Obama por sus guerras que violaron el derecho internacional. Ahora debemos castigar a los oligarcas rusos igual que hemos castigado a los oligarcas usamericanos en el pasado por sus guerras por petróleo y gas. Y así sucesivamente. Los que más se indignan ahora son los que han justificado todas las guerras de agresión con millones de muertos del pasado que violaron el derecho internacional.

La primera víctima de la guerra es siempre la verdad. Putin comenzó esta guerra con mentiras al igual que los presidentes usamericanos comenzaron sus guerras con la mentira de Tonkin, la mentira de la incubadora o la mentira sobre las supuestas armas de destrucción masiva.

El fuego de la guerra hay que extinguirlo lo antes posible. Es precisamente ahora cuando se puede demostrar la valía de la verdadera política de paz. Sólo si seguimos la norma ética: “No hagas lo que no quieras lo que te hagan a ti”, tendremos una oportunidad para restablecer la paz.

Al observar la “cobertura de la guerra” en los medios de comunicación, me gustaría escribir en los álbumes de familia de muchos periodistas lo que Stefan Zweig señaló en vísperas de la Primera Guerra Mundial y lo que Gabor Steingart nos recordó recientemente:

“Habían hecho redoblar el tambor del odio con fuerza, hasta penetrar en el oído de los más imparciales y estremecerles el corazón. Casi todos servían obedientemente a la “propaganda de guerra” en Alemania, Francia, Italia, Rusia y Bélgica y, por lo tanto, al delirio y el odio colectivos de la guerra, en vez de combatirla”.

Quienes ahora siembran el odio preparan ya la próxima guerra.