Luis E. Sabini Fernández, 18/10/2021
El tratamiento del conflicto palestino-israelí por parte de las entidades y potencias occidentales es repulsivo, sobre todo cuando se luce con su pretendida ecuanimidad.
La cadena alemana Deutsche Welle (“A quien pertenece Jerusalén”?: ver aquí en alemán y aquí en inglés), por ejemplo, describe a Jerusalén tomando como figuras protagónicas a una pareja judía, compuesta por un suizo askenazí, Schmuel Kahn, que se instaló en Palestina/Israel para, supuestamente, conocer sus raíces.
Tarea ardua, sin duda, puesto que los askenazíes no provienen, no han provenido históricamente, de esa región (a diferencia de los judíos mizrahíes que sí habitaron lo que los romanos bautizaran como Palestina).
Pero luego de ese curioso sesgo inicial, DW describe el sueño judío para Jerusalén. Es como si se tratara de la parte principal del conflicto o la originaria o la “natural”.
Tras esa descripción de apariencia fundacional, sobreviene un pero. Porque los palestinos pretenden lo mismo; Jerusalén como capital.
Allí, en ese orden de precedencia y presentación está asentado el sesgo projudío y prosionista de la mirada europea, en este, caso, nada menos que alemana.
Ergo, los palestinos son lo que alteran el sueño judío. Es una significativa inversión de la verdad, puesto que, históricamente, han sido los sionistas quienes, embanderados con un judaísmo bíblico, han alterado la vida de los palestinos.