Phrase du jour Quote of the day

Quand le vent souffle fort, il emporte aussi les girouettes

Jean-Luc Mélenchon, à propos de François Ruffin, le Picard debout

07/03/2024

SUSAN ABULHAWA
La historia recordará que Israel cometió un holocausto


  Susan Abulhawa, Electronic Intifada, 6/3/2024
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala

Son las 8 de la tarde en Gaza, Palestina, al final de mi cuarto día en Rafah, y es la primera vez que he podido sentarme en un lugar tranquilo y pensar.

 

He intentado tomar notas, fotos, imágenes mentales, pero este momento es demasiado grande para un bloc de notas o para mi fallida memoria. Nada me había preparado para lo que estaba a punto de presenciar.

Antes de cruzar la frontera entre Rafah y Egipto, leí todas las noticias de y sobre Gaza. No aparté la vista de ningún vídeo o imagen publicados desde el terreno, por horribles, impactantes o traumáticos que fueran.

Me mantuve en contacto con amigos que me contaban su situación en el norte, el centro y el sur de la Franja de Gaza, cada región sufriendo de forma diferente. Me mantuve al corriente de las últimas estadísticas, de las últimas maniobras políticas, militares y económicas de Israel, USA y el resto del mundo.

Creía entender la situación en el terreno. Pero no era así.

Nada puede prepararte realmente para esta distopía. Lo que llega al resto del mundo es sólo una fracción de lo que he visto hasta ahora, que es sólo una fracción del horror total.

Gaza es el infierno. Es un infierno repleto de gente inocente boqueando por aire.

Pero incluso el aire está quemado. Cada bocanada de aire araña y se clava en la garganta y los pulmones.

Lo que antes era vibrante, colorido, lleno de belleza, potencial y esperanza, contra todo pronóstico, ahora está cubierto de miseria gris y suciedad.

 

 Apenas quedan árboles

Los periodistas y los políticos hablan de guerra. La gente informada y honesta habla de genocidio.

Lo que yo veo es un holocausto, la incomprensible culminación de 75 años de impunidad israelí por persistentes crímenes de guerra.

Rafah es la zona más meridional de Gaza, donde Israel ha hacinado a 1,4 millones de personas en un espacio del tamaño del aeropuerto londinense de Heathrow.

Escasean el agua, los alimentos, la electricidad, el combustible y los suministros. Los niños no van a la escuela, ya que sus aulas se han convertido en refugios improvisados para decenas de miles de familias.

Casi cada centímetro cuadrado de espacio vacío está ahora ocupado por una precaria tienda de campaña que alberga a una familia.

Apenas quedan árboles, ya que la gente se ha visto obligada a talarlos para obtener leña.

No me di cuenta de la falta de vegetación hasta que me topé con una buganvilla roja. Sus flores estaban polvorientas y solitarias en un mundo desflorado, pero aún vivas.

La incongruencia me impactó y paré el coche para fotografiarla.

 

 Ahora busco verdor y flores allá donde voy, hasta ahora en las zonas sur y centro (aunque la zona centro es cada vez de más difícil acceso). Pero sólo hay pequeñas parcelas de hierba aquí y allá y algún que otro árbol esperando a ser quemado para hacer pan para una familia que subsiste con las raciones de la ONU de alubias en lata, carne en lata y queso en lata.

Un pueblo orgulloso, con ricas tradiciones culinarias y hábitos de comer alimentos frescos, se ha visto reducido y acostumbrado a un puñado de pastas y papillas que llevan tanto tiempo en las estanterías que lo único que se puede saborear es el rancio metálico de las latas.

La situación es peor en el norte.

Mi amigo Ahmad (nombre ficticio) es una de las pocas personas con acceso a Internet. Es esporádico y débil, pero aún podemos enviarnos mensajes.

Me ha enviado una foto suya que parece la sombra del joven que conocí. Ha perdido más de 25 kg.

Al principio, la gente empezó a comer comida de caballo y burro, pero eso ya no existe. Ahora comen burros y caballos.

Algunos comen perros y gatos callejeros, que a su vez se mueren de hambre y a veces se alimentan de los restos humanos que ensucian las calles donde los francotiradores israelíes han disparado a personas que se atrevían a aventurarse en el campo de visión de sus visores. Los ancianos y los débiles ya han muerto de hambre y sed.

La harina es rara y más preciosa que el oro.

He oído la historia de un hombre del norte que consiguió hacerse recientemente con un saco de harina (que normalmente cuesta 8 dólares) y a cambio le ofrecieron joyas, aparatos electrónicos y dinero en efectivo por valor de 2.500 dólares. Se negó.

Sentirse pequeña

Los habitantes de Rafah se sienten privilegiados por recibir harina y arroz. Te lo contarán y te sentirás humillada, porque te ofrecerán compartir lo poco que tienen.

Y tú te sentirás avergonzada, porque sabes que puedes irte de Gaza y comer lo que quieras. Te sentirás pequeña, porque no estás en condiciones de contribuir realmente a paliar las necesidades y las pérdidas catastróficas, y porque comprenderás que ellos son mejores que tú, porque han seguido siendo generosos y hospitalarios en un mundo que ha sido muy poco generoso e inhóspito con ellos durante tanto tiempo.

Traje todo lo que pude, pagando equipaje y peso extra por seis piezas de equipaje y llenando otras 12 en Egipto. Lo que traje para mí cabía en la mochila que llevaba.

Tuve la previsión de traer cinco bolsas grandes de café, que resultaron ser el regalo más popular para mis amigos aquí. Preparar y servir café al personal que me alojó es lo que más me gusta hacer, por la alegría que me produce cada sorbo.

Pero pronto no habrá más.

Cuesta respirar

Contraté a un conductor para que llevara siete pesadas maletas de suministros a Nuseirat, que bajó por unas escaleras. Me dijo que llevar las maletas le había dado una sensación de humanidad, ya que era la primera vez en cuatro meses que subía y bajaba escaleras.

Le recordaba que vivía en una casa y no en la tienda de campaña donde reside actualmente.

Es difícil respirar aquí, literal y metafóricamente. Una bruma inalterable de polvo, decadencia y desesperación llena el aire.

La destrucción es tan masiva y persistente que las finas partículas de vida pulverizada no tienen tiempo de asentarse. La escasez de gasolina ha llevado a la gente a llenar sus coches con estearato, un aceite de cocina usado que arde mal.

Desprende un hedor característico y una película que se pega al aire, el pelo, la ropa, la garganta y los pulmones. Tardé en encontrar el origen de este olor penetrante, pero es fácil distinguir otros.

La escasez de agua corriente o limpia degrada lo mejor de nosotros. Cada uno hace lo que puede consigo mismo y con sus hijos, pero llega un momento en que deja de importarle.

En algún momento, la indignidad de la suciedad es ineludible. En algún momento, se espera la muerte, aunque también se espere el alto el fuego.

Pero la gente no sabe lo que hará después de un alto el fuego.

Han visto imágenes de sus barrios. Cuando se emiten nuevas imágenes de la región norte, la gente se reúne para intentar averiguar de qué barrio se trata, o de quién era la casa sobre la que está el montón de escombros. A menudo, estos vídeos proceden de soldados israelíes que ocupan o vuelan sus casas.

Borrado

He hablado con muchos supervivientes que fueron sacados de entre los escombros de sus casas. Cuentan lo que les ocurrió con aire impasible, como si no les hubiera pasado a ellos, como si fuera la familia de otro la que hubiera sido enterrada viva, como si sus propios cuerpos destrozados pertenecieran a otros.

Los psicólogos dicen que es un mecanismo de defensa, una especie de adormecimiento de la mente para sobrevivir. El ajuste de cuentas vendrá después, si sobreviven.

Pero, ¿cómo afrontar la pérdida de toda una familia, la visión y el olor de sus cuerpos desintegrándose a tu alrededor entre los escombros, a la espera de ayuda o de la muerte? ¿Cómo sobrellevar el borrado total de tu existencia en el mundo: tu casa, tu familia, tus amigos, tu salud, tu barrio y tu país?

No quedan fotografías de tu familia, de tu boda, de tus hijos, de tus padres; incluso las tumbas de tus parientes y antepasados han sido arrasadas. Todo ello mientras las fuerzas y voces más poderosas te vilipendian y te acusan de ser responsable de tu miserable destino.

El genocidio no es sólo un asesinato en masa. Es un borrado intencionado.

De la historia. De los recuerdos, los libros y la cultura.

El borrado del potencial de una tierra. El borrado de la esperanza en y para un lugar.

El borrado es la fuerza que impulsa la destrucción de hogares, escuelas, lugares de culto, hospitales, bibliotecas, centros culturales, centros de ocio y universidades.

El genocidio es el desmantelamiento intencionado de la humanidad de otros. Es la reducción de una sociedad antigua, orgullosa, culta y próspera a casos de caridad sin dinero, obligada a comer lo indecible para sobrevivir, a vivir en la inmundicia y la enfermedad sin nada que esperar salvo el fin de las bombas y las balas que llueven sobre y a través de sus cuerpos, sus vidas, sus historias y sus futuros.

Nadie puede pensar ni esperar lo que pueda ocurrir tras el alto el fuego. El techo de su esperanza, en este momento, es que cesen los bombardeos.

Se trata de una exigencia mínima. Un reconocimiento mínimo de la humanidad palestina.

Aunque Israel ha cortado la electricidad e Internet, los palestinos han conseguido transmitir una imagen en directo de su propio genocidio a un mundo que permite que continúe.

Pero la historia no mentirá. Dirá que Israel perpetró un holocausto en el siglo XXI.

 

Retrato de Susan por @artist_amiral, 14 años, Gaza

Susan Abulhawa, nacida en 1970 en un campo de refugiados palestinos en Kuwait de padres originarios de Al Quds, es una periodista, escritora y activista de derechos humanos palestino-usamericana. Entre sus libros destacan Amaneceres en Jenin, traducido a 30 idiomas, El azul entre el cielo y el agua y Contra un mundo sin amor . Emigró a USA a los 13 años, estudió ciencias biomédicas en la Universidad de Carolina del Sur y trabajó en este sector. En 2001 fundó una organización no gubernamental, Playgrounds for Palestine, para construir parques infantiles en campos de refugiados. @susanabulhawa

 

SUSAN ABULHAWA
L’histoire retiendra qu’Israël a commis un holocauste

 Susan Abulhawa, Electronic Intifada, 6/3/2024

 Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Il est 20 heures à Gaza, en Palestine, à la fin de mon quatrième jour à Rafah, et c’est le premier moment où j’ai pu m’asseoir dans un endroit calme pour réfléchir.

J’ai essayé de prendre des notes, des photos, des images mentales, mais ce moment est trop grand pour un bloc-notes ou pour ma mémoire défaillante. Rien ne m’avait préparé à ce dont j’allais être témoin.

Avant de franchir la frontière entre Rafah et l’Égypte, j’ai lu toutes les nouvelles en provenance de Gaza ou à propos de Gaza. Je n’ai détourné mon regard d’aucune vidéo ou image postée depuis le terrain, aussi horrible, choquante ou traumatisante soit-elle.

Je suis restée en contact avec des amis qui m’ont fait part de leur situation dans le nord, le centre et le sud de la bande de Gaza, chaque région souffrant différemment. Je me tenais au courant des dernières statistiques, des dernières manœuvres politiques, militaires et économiques d’Israël, des USA et du reste du monde.

Je pensais comprendre la situation sur le terrain. Mais ce n’était pas le cas.

Rien ne peut vraiment vous préparer à cette dystopie. Ce qui parvient au reste du monde n’est qu’une fraction de ce que j’ai vu jusqu’à présent, qui n’est qu’une fraction de la totalité de cette horreur.

Gaza est un enfer. C’est un enfer qui grouille d’innocents à la recherche d’air.

Mais même l’air est brûlé. Chaque respiration gratte et colle à la gorge et aux poumons.

Ce qui était autrefois vibrant, coloré, plein de beauté, de potentiel et d’espoir, contre toute attente, est aujourd’hui drapé de misère et de saleté grises.


 Il n’y a presque plus d’arbres

Les journalistes et les politiciens parlent de guerre. Les personnes informées et honnêtes parlent de génocide.

Ce que je vois, c’est un holocauste, l’aboutissement incompréhensible de 75 ans d’impunité israélienne pour des crimes de guerre persistants.

Rafah est la partie la plus méridionale de Gaza, où Israël a entassé 1,4 million de personnes dans un espace de la taille de l’aéroport Heathrow de Londres.

L’eau, la nourriture, l’électricité, le carburant et les fournitures sont rares. Les enfants ne vont pas à l’école, leurs salles de classe ayant été transformées en abris de fortune pour des dizaines de milliers de familles.

Presque chaque centimètre carré d’espace vide est désormais occupé par une tente précaire abritant une famille.

Il ne reste presque plus d’arbres, car les gens ont été contraints de les couper pour obtenir du bois de chauffage.

Je n’ai pas remarqué l’absence de verdure jusqu’à ce que je tombe sur un bougainvillier rouge. Ses fleurs étaient poussiéreuses et seules dans un monde défloré, mais toujours vivantes.

L’incongruité m’a frappé et j’ai arrêté la voiture pour le photographier.


 Désormais, je cherche de la verdure et des fleurs partout où je vais - jusqu’à présent dans les zones sud et centrale (bien que la zone centrale devienne de plus en plus difficile d’accès). Mais il n’y a que de petites parcelles d’herbe ici et là et un arbre occasionnel qui attend d’être brûlé pour faire du pain pour une famille qui subsiste avec des rations de l’ONU de haricots en conserve, de viande en conserve et de fromage en conserve.

Un peuple fier aux riches traditions culinaires et aux habitudes de consommation d’aliments frais a été réduit et habitué à une poignée de pâtes et de bouillies qui sont restées si longtemps sur les étagères que tout ce que l’on peut sentir, c’est le goût de ranci métallique des boîtes.

La situation est pire dans le nord.

Mon ami Ahmad (nom fictif) est l’une des rares personnes à disposer d’Internet. C’est sporadique et faible, mais nous pouvons encore nous envoyer des messages.

Il m’a envoyé une photo de lui qui me semble être l’ombre du jeune homme que j’ai connu. Il a perdu plus de 25 kg.

Les gens ont d’abord commencé à manger la nourriture des chevaux et des ânes, mais cela n’existe plus. Maintenant, ils mangent les ânes et les chevaux.

Certains mangent des chats et des chiens errants, qui sont eux-mêmes affamés et se nourrissent parfois des restes humains qui jonchent les rues où les tireurs d’élite israéliens ont abattu les personnes qui osaient s’aventurer dans le champ de vision de leurs lunettes. Les vieux et les faibles sont déjà morts de faim et de soif.

La farine est rare et plus précieuse que l’or.

J’ai entendu l’histoire d’un homme dans le nord qui a réussi à mettre la main sur un sac de farine récemment (qui coûte normalement 8 dollars) et qui s’est vu offrir des bijoux, des appareils électroniques et de l’argent liquide d’une valeur de 2 500 dollars en échange. Il a refusé.

Se sentir petit

Les habitants de Rafah se sentent privilégiés de recevoir de la farine et du riz. Ils vous le diront et vous vous sentirez humilié, car ils vous proposeront de partager le peu qu’ils ont.

Et vous aurez honte, parce que vous savez que vous pouvez quitter Gaza et manger tout ce que vous voulez. Vous vous sentirez petit ici, parce que vous n’êtes pas en mesure d’apporter une contribution réelle pour soulager les besoins et les pertes catastrophiques, et parce que vous comprendrez qu’ils sont meilleurs que vous, car ils sont restés généreux et hospitaliers dans un monde qui a été très peu généreux et inhospitalier pour eux pendant si longtemps.

J’ai apporté tout ce que j’ai pu, en payant un supplément de bagages et de poids pour six pièces de bagages et en en remplissant 12 autres en Égypte. Ce que j’ai apporté pour moi tenait dans le sac à dos que je portais.

J’ai eu la prévoyance d’apporter cinq grands sacs de café, qui se sont avérés être le cadeau le plus populaire pour mes amis ici. Préparer et servir du café au personnel qui m’héberge est ce que je préfère faire, pour la pure joie que chaque gorgée semble apporter.

Mais il n’y en aura bientôt plus.

Difficile de respirer

J’ai engagé un chauffeur pour livrer sept lourdes valises de fournitures à Nuseirat, qu’il a descendues sur quelques étages. Il m’a dit que le fait de porter ces valises lui avait redonné un sentiment d’humanité, car c’était la première fois en quatre mois qu’il montait et descendait des escaliers.

Cela lui a rappelé qu’il vivait dans une maison plutôt que dans la tente où il réside actuellement.

Il est difficile de respirer ici, littéralement et métaphoriquement. Une brume inaltérable de poussière, de pourriture et de désespoir emplit l’air.

La destruction est si massive et persistante que les fines particules de vie pulvérisée n’ont pas le temps de se déposer. La pénurie d’essence a poussé les gens à remplir leur voiture de stéarate, une huile de cuisine usagée qui brûle mal.

Elle dégage une odeur nauséabonde particulière et un film qui colle à l’air, aux cheveux, aux vêtements, à la gorge et aux poumons. Il m’a fallu un certain temps pour trouver la source de cette odeur omniprésente, mais il est facile d’en discerner d’autres.

La rareté de l’eau courante ou propre dégrade les meilleurs d’entre nous. Chacun fait de son mieux avec lui-même et ses enfants, mais à un moment donné, on cesse de s’en soucier.

À un moment donné, l’indignité de la saleté est inéluctable. À un moment donné, on attend la mort, même si on attend aussi un cessez-le-feu.

Mais les gens ne savent pas ce qu’ils feront après un cessez-le-feu.

Ils ont vu des images de leurs quartiers. Lorsque de nouvelles images sont diffusées en provenance de la région nord, les gens se rassemblent pour essayer de déterminer de quel quartier il s’agit, ou à qui appartenait la maison sur laquelle se trouve ce monticule de décombres. Souvent, ces vidéos proviennent de soldats israéliens qui occupent ou font exploser leurs maisons.

L’effacement

J’ai parlé à de nombreux survivants extraits des décombres de leur maison. Ils racontent ce qui leur est arrivé avec un air impassible, comme si cela ne leur était pas arrivé, comme si c’était la famille de quelqu’un d’autre qui avait été enterrée vivante, comme si leurs propres corps déchiquetés appartenaient à d’autres.

Les psychologues disent qu’il s’agit d’un mécanisme de défense, d’une sorte d’engourdissement de l’esprit pour survivre. Les comptes seront faits plus tard - s’ils survivent.

Mais comment faire face à la perte de toute sa famille, à l’observation et à l’odeur de leurs corps qui se désintègrent autour de soi dans les décombres, dans l’attente des secours ou de la mort ? Comment faire face à l’effacement total de votre existence dans le monde - votre maison, votre famille, vos amis, votre santé, votre quartier et votre pays ?

Il ne reste plus aucune photo de votre famille, de votre mariage, de vos enfants, de vos parents ; même les tombes de vos proches et de vos ancêtres ont été détruites au bulldozer. Tout cela alors que les forces et les voix les plus puissantes vous vilipendent et vous accusent d’être responsables de votre sort misérable.

Le génocide n’est pas seulement un meurtre de masse. C’est un effacement intentionnel.

De l’histoire. Des souvenirs, des livres et de la culture.

L’effacement du potentiel d’une terre. L’effacement de l’espoir en et pour un lieu.

L’effacement est le moteur de la destruction de maisons, d’écoles, de lieux de culte, d’hôpitaux, de bibliothèques, de centres culturels, de centres de loisirs et d’universités.

Le génocide est le démantèlement intentionnel de l’humanité d’autrui. C’est la réduction d’une société ancienne, fière, éduquée et performante en objets de charité sans le sou, contraints de manger l’innommable pour survivre, de vivre dans la saleté et la maladie sans rien espérer d’autre que la fin des bombes et des balles qui pleuvent sur et à travers leurs corps, leurs vies, leurs histoires et leurs avenirs.

Personne ne peut penser ou espérer ce qui pourrait arriver après un cessez-le-feu. Le plafond de leur espoir, à cette heure, est l’arrêt des bombardements.

C’est une demande minimale. Une reconnaissance minimale de l’humanité palestinienne.

Bien qu’Israël ait coupé l’électricité et l’internet, les Palestiniens ont réussi à diffuser en direct une image de leur propre génocide à un monde qui l’autorise à se poursuivre.

Mais l’histoire ne mentira pas. Elle dira qu’Israël a perpétré un holocauste au XXIe siècle.

 

Portrait de Susan par
@artist_amiral, 14 ans, Gaza

Susan Abulhawa, née en 1970 dans un camp de réfugiés palestiniens au Koweit de parents originaires d’Al Quds, est une journaliste, femme de lettres et une militante des droits humains palestino-usaméricaine. Elle est notamment l’auteure de Mornings in Jenin (Les Matins de Jénine), traduit en 30 langues, de Le Bleu entre le ciel et la mer. Et de Against the Loveless World. Ayant émigré aux USA à l’âge de 13 ans, elle effectue des études de sciences biomédicales à l’Université de Caroline du Sud et travaille dans ce secteur. En 2001, elle fonde une organisation non-gouvernementale, Playgrounds for Palestine (Aire de jeux pour la Palestine) pour la construction d’aires de jeux dans les camps de réfugiés. @susanabulhawa

MICHAEL LESHER
Le côté obscur du Rabbi de Loubavitch

NdT
Originaire du village de Lioubavitchi, dans l’oblast de Smolensk, en Russie (aujourd’hui en Belarus), la secte des Loubavitch (appelée Habad, acronyme hébraïque désignant les trois facultés intellectuelles traditionnelles : ‘hokhmah – la sagesse, binah – la compréhension et daat – la connaissance) est une dynastie hassidique établie au XVIIIème siècle. Elle a commencé à acquérir une dimension mondiale à partir de l’installation du, sixième rebbe du mouvement, Yossef Yitzchok Schneersohn, à Brooklyn dans les années 1940. Son beau-fils Menachem Mendel Schneerson (1902-1994), considéré par ses adeptes comme « le Roi Messie », en a fait une multinationale florissante présente sur toute la planète, avec des milliers de centres, écoles, entreprises, boutiques, camps de vacances, centres aérés et sites ouèbe. Résolument modernistes et pragmatiques, les Loubavitch ne s’embarrassent pas des interdits promulgués par les autres sectes hassidiques et utilisent tous les moyens technologiques pour diffuser leur message et recruter des adeptes. Et surtout, à la différence d’autres sectes hassidiques comme les Neturei Karta, ils considèrent que l’État sioniste est parfaitement cacher. Très présents et actifs en Israël, ils y possèdent trois villes : Kfar ‘Habad (fondée en 1948), Na’halat Har ‘Habad (1969) et Kiryat ‘Habad (1979) et, comme ils le disent, « la relation spéciale entre ‘Habad et les Forces de Défense d’Israël est légendaire ». On assiste depuis plusieurs années à une mutation du sionisme : mouvement politique créé par des Juifs bourgeois de langue allemande entièrement laïques ou même athées, mis en pratique par des Juifs ashkénazes non-religieux de langue russe, polonaise et/ou yiddish, et généralement socialistes ou communistes (les fondateurs de l’État d’Israël), le sionisme est aujourd’hui majoritairement religieux. Incapable de se légitimer par des arguments rationnels, il s’est rabattu sur l’invocation d’une mission divine et messianique, en tripatouillant les textes fondateurs du judaïsme. Les Loubavitch ont joué un rôle décisif dans cette involution. D’où l’intérêt du texte ci-dessous, toujours actuel -FG

Le côté obscur du Rabbi de Loubavitch

Michael Lesher, Gilad Atzmon’s webpage, 15/4/2017
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

 L’article ci-dessous a été publié sur le blog du site du Time Of Israel le 14 avril 2017.  Il a rapidement été supprimé par ce média sioniste.  C’est la première fois que je publie un article de Michael Lesher qui est un juif orthodoxe ainsi qu’un courageux lanceur d’alerte. Dans cet article, Lesher examine le militarisme, le racisme et la sionisation qui sont devenus dominants au sein de l’orthodoxie juive contemporaine. À lire et à diffuser largement.-GA

Le 18 avril marque le 115e anniversaire de la naissance de Menachem Mendel Schneerson, le défunt Lubavitcher Rebbe. Schneerson, qui a pris la tête d’une secte hassidique en difficulté à Brooklyn en 1951, était à sa mort en 1994 sans doute « le Juif le plus influent depuis Maïmonide », et c’est sur cette influence que je souhaite écrire - en particulier parce que, au cours des quelque 20 années qui ont suivi sa mort, les souvenirs du charisme personnel du Rebbe ont largement éclipsé le compte rendu de son enseignement réel.

Ce dollar béni par le Rebbe est en vente pour 1800$ sur ebay. On gagne sa vie comme on peut !

Je note d’emblée que je n’ai ni les compétences ni le désir d’essayer d’analyser l’ensemble de la doctrine religieuse du Rebbe. De son rôle en tant que prêtre et chef de communauté, je n’ai pas grand-chose à dire, n’ayant jamais vécu dans une enclave à prédominance loubavitch. De plus, n’ayant pas eu de contact avec lui, je ne suis pas en mesure d’écrire sur ses qualités personnelles ; je suis prêt à admettre qu’elles étaient impressionnantes.

Je m’intéresse davantage au côté sombre de l’enseignement du Rabbi.

Car ce côté sombre – un fatras de messianisme apocalyptique et de racisme manifeste au cœur de l’enseignement du Rebbe - est probablement sa contribution durable au monde juif, dans lequel son prestige (en grande partie grâce aux hagiographies populaires de Joseph Telushkin et d’Adin Steinsaltz) continue d’augmenter alors même que les discussions sérieuses sur son héritage ont pratiquement disparu.

Pire encore, l’enseignement du Rebbe a de graves conséquences pratiques. Certains de ses sermons les plus véhéments ont été consacrés à la promotion du militarisme au Moyen-Orient. Alors que la violence d’Israël contre ses Untermenschen palestiniens s’intensifiait et que ses attaques contre les pays voisins atteignaient de nouveaux sommets de sauvagerie, le Rebbe rationalisait l’occupation et encourageait l’assaut militaire d’Israël contre le Liban en 1982, tout comme il allait encourager le carnage mené par les USAméricains en Irak neuf ans plus tard. Il est certain qu’un religieux musulman qui prêcherait des choses similaires serait frappé d’anathème dans tout le monde occidental. Pourquoi, dans ce cas, le Rebbe bénéficie-t-il d’un passe-droit pour son bellicisme en faveur de l’oppression de la Palestine - certainement la plus vilaine tache sur la tradition juive à l’époque moderne ?

La question ne peut être éludée. Le Rebbe n’a pas seulement toléré l’oppression israélienne. Il l’a encouragée.

Dans Eyes Upon the Land, un livre explicitement « basé sur les déclarations publiques et les écrits du Lubavitcher  Rebbe», le lecteur apprend que « chaque pouce de territoire en Israël », y compris « les terres prises lors de la Guerre des Six Jours », doit être tenu par l’utilisation de la force militaire juive, sans tenir compte du droit international ou des conséquences pour la population non-juive. Pourquoi ? Parce que « l’Arabe ordinaire de la rue » ne cherche rien de moins que « la domination arabe sur toute la terre de Palestine » et considère tous les Israéliens avec « une haine profonde ». Le Rebbe n’a jamais apporté la preuve qu’une armée palestinienne inexistante submergerait d’une manière ou d’une autre les forces militaires massives d’Israël - il n’y en a pas - mais la question plus sombre est de savoir pourquoi l’insistance du Rebbe sur la domination juive sur la même terre, et la haine profonde des Palestiniens et des autres Arabes qu’il encourageait (pendant le massacre par Israël de plus de 17 000 personnes au Liban en 1982, le Rebbe a critiqué à plusieurs reprises les Israéliens pour leur trop grande timidité) ne justifiait pas l’utilisation de la force par les Arabes contre leurs agresseurs juifs. La seule réponse possible est la réponse évidente : Les Juifs sont différents des non-Juifs par définition. Les objectifs juifs importaient au Rebbe. Les vies arabes ne comptaient pas.

Et l’occupation militaire de la Cisjordanie et de Gaza par Israël ? Au cours de la première Intifada, le Rebbe a prêché avec insistance contre le moindre assouplissement des conditions d’oppression qui avaient déclenché la révolte populaire désespérée (et non violente dans son écrasante majorité). « Les concessions convainquent les Arabes de la faiblesse d’Israël », affirmait-il. « Même le simple fait d’évoquer d’éventuelles concessions est préjudiciable car ça encourage l’activité terroriste ». Meir Kahane lui-même n’aurait pas pu le dire plus brutalement.


FALAFEL POUR LES SOLDATS

“Habad de Hébron a lancé un programme “Adoptez un soldat”. Les shluchim [missionnaires] Rabbi Danny Cohen et Rabbi Mordechai Hellinger achètent le repas auprès d'entreprises locales en difficulté, car le tourisme dans la ville sainte, où se trouve le Tombeau des Patriarches, a pratiquement disparu en raison de la pandémie, et le remettent aux troupes de Tsahal stationnées dans la région en guise de remerciement pour leur service.” 


Le lecteur ordinaire entend rarement parler de tout cela : une grande partie de ce qui passe pour des commentaires sur l’œuvre du Rebbe n’est que de la propagande. Dans Toward a Meaningful Life, un livre qui se veut une distillation des enseignements du Rebbe, Simon Jacobson affirme que « le Rabbi a enseigné - et incarné - un message nettement universel, appelant toute l’humanité à mener une vie productive et vertueuse, et appelant à l’unité entre tous les peuples ». En fait, Schneerson a fondé son enseignement sur le texte traditionnel hassidique connu sous le nom de Tanya, un ouvrage profondément raciste selon lequel seuls les Juifs sont dotés d’une âme pleinement humaine. Certes, Schneerson était loin d’être le seul prédicateur raciste au monde, mais il est difficile d’imaginer que des panégyriques comme ceux de Jacobson puissent circuler à propos, par exemple, de David Duke [suprémaciste blanc US, ancien Grand Sorcier du Ku Klux Klan, devenu trumpiste, NdT].

06/03/2024

MICHAEL LESHER
La larme du rabbin

Michael Lesher, off-Guardian, 29/2/2024
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

 Jusqu’à très récemment, je pensais ne plus pouvoir être choqué par les nouvelles concernant la sauvagerie d’Israël à l’encontre de la population piégée de Gaza - ou par le soutien sans faille de ma communauté juive orthodoxe à chacune de ces atrocités.

J’avais vu les corps déchiquetés d’enfants palestiniens.

J’avais vu les restes bombardés des derniers hôpitaux de Gaza en état de marche et les patients qui avaient été tués à l’intérieur.

J’avais vu des Gazaouis sans défense assassinés de sang-froid par des tireurs d’élite israéliens alors qu’ils tentaient de récupérer un peu d’eau potable.

J’avais lu des articles sur des médecins contraints d’amputer des membres sans anesthésie, sur des mères incapables de sauver leurs petits des bombes ou de la maladie, et sur des juifs israéliens « religieux » qui bloquaient délibérément les camions tentant d’acheminer un filet de fournitures vitales à Gaza et qui dansaient littéralement dans la rue lorsqu’ils réussissaient à le faire.

Mais ensuite, j’ai vu quelque chose qui m’a ébranlé encore plus profondément que tout cela.


 J’ai vu un rabbin essuyer une larme.

Ce rabbin appartenait à un groupe religieux résolument antisioniste, Neturei Karta, et il parlait à un intervieweur des crimes israéliens et de la manière dont tout juif authentiquement religieux devait les rejeter. Rien de surprenant à cela. Mais pendant qu’il parlait, l’interviewer a partagé avec lui une vidéo d’un récent carnage dans lequel des enfants palestiniens blessés appelaient en vain leurs parents assassinés. Et - oui - tout en regardant cette scène horrible, le rabbin a tamponné une larme avec les jointures d’une main.

C’était un geste parfaitement naturel. Et pourtant, il m’a choqué - et au début, je n’arrivais pas à comprendre pourquoi.

Puis j’ai compris ce qui m’avait tant troublé dans cette larme : malgré toutes les horreurs de la campagne génocidaire d’Israël à Gaza, qui dure maintenant depuis près de cinq mois, c’était la première fois que je voyais un rabbin orthodoxe - ou, d’ailleurs, l’un de mes coreligionnaires juifs orthodoxes - montrer le moindre signe d’émotion face aux souffrances infligées aux Palestiniens par ce qu’on appelle l’État juif.

Oh, ils peuvent se passionner pour des choses qui n’ont probablement jamais eu lieu : bébés israéliens décapités, femmes israéliennes victimes de viols collectifs. Mais face aux preuves indéniables de crimes réels commis contre des femmes et des bébés, tous les rabbins orthodoxes qui se sont exprimés publiquement sur le sujet se sont instantanément mis en mode apologie.

C’est la faute du Hamas qui a riposté. Les victimes des vidéos exagéraient probablement leurs blessures. La guerre, c’est la guerre. Et de toute façon, ce ne sont que des Palestiniens, où est le problème ? Malgré toute l’émotion qu’ils ont manifestée face aux tragédies humaines de Gaza, les rabbins n’étaient peut-être que des machines à calculer.

Et ce, quand ils ne célébraient pas activement le massacre.

Noach Isaac Oelbaum, un éminent rabbin new-yorkais, s’est récemment exclamé devant un large public de juifs orthodoxes : « Les mots de la Torah sont nos armes [contre Gaza]. Chaque [page du Talmud que nous étudions] est un missile ; chaque [commentaire de] Tosfos [commentaires médiévaux du Talmud, NdT] est une roquette ; et chaque [chapitre de Psaumes que nous récitons] est une bombe ».

Aucun antisémite n’a jamais calomnié la Torah de manière aussi succincte, mais le rabbin Oelbaum n’était pas le seul à associer le judaïsme à des crimes contre l’humanité : le grand rabbin du Royaume-Uni, Ephraim Mirvis, a tenu à appeler à l’extermination en déclarant que « le Hamas [lire : Gaza] ne peut pas être autorisé à continuer à continuer d’exister », tandis qu’en Israël, la déclaration publique du rabbin Meir Mazuz selon laquelle les habitants de Gaza sont des « animaux » qui méritent de mourir de faim était si typique de l’attitude des juifs orthodoxes qu’elle a été à peine remarquée par la presse.

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Israel se va “superando” a sí mismo… en abyección

Aaron Bushnell in memoriam

Luis E. Sabini Fernández, 4-3-2024

En este último eslabón de decadencia con depredación, moral y material, vértigo de hybris en caída libre,[1] como ingresando a los cada vez más atroces círculos del infierno de Dante, tenemos que las fuerzas policiaciomilitares israelíes y la sociedad israelí en general (con excepciones, de enorme valor ético y físico), van degradando su comportamiento: no pudieron afrontar que los despreciados palestinos le arrebataran la vida a centenares de miembros de sus fuerzas militares en un copamiento, muy anunciado y a la vez desatendido por la seguridad israelí.


Como no pueden castigarse a sí mismos por semejante divorcio con la realidad, las fuerzas israelíes empezaron ese mismo fatídico 7 de octubre a disparar mortífera artillería a todos los que se movían, incluyendo así hasta israelíes cautivos a causa del copamiento. En ese primer momento validaron esta matanza, Doctrina Aníbal mediante.

Pero la bajada a los abismos ha continuado. Como suele acontecer cuando uno domina la bajada al abismo,  se la concede al otro.

Con bombardeos a edificios de viviendas colectivas, a lo largo de calles enteras, con preaviso (generalmente corto, escaso) o sin preaviso, cumpliendo más descaradamente el fin perseguido; la destrucción y el borramiento de ciudades palestinas y sus habitantes de la (codiciada) Franja de Gaza: con el lenguaje que hemos establecido al fin de la IIGM, genocidio.

La destrucción de edificios mediante bombardeos implica enterrar vivos a sus moradores si no tuvieron tiempo, no pudieron o no quisieron salir (se estima que, a hoy, con 5 meses bajo artillería casi continua, buena parte de los hasta ahora 7000 desaparecidos son palestinos enterrados vivos. Que tienen que haber sufrido inenarrables agonías.

Acaban de ”desenterrar”, primero de marzo, un niño palestino, ojos grandes, cero sonrisa, tras 9 días enterrado vivo bajo los escombros de uno de los tantos bombardeos; sin comer ni beber durante esa atroz espera, agónica. Quienes hacen esa extraordinaria tarea de rescatar –vivos o muertos− de entre los escombros, se valieron de un carro tirado por un burro para llevarlo a un hospital.

¿Se acuerdan de la profecía que con insolencia militares israelíes proclamaban, de llevar a los palestinos a “la edad de piedra”? Ahmed es uno de los que fue llevado a la edad de piedra. Y volvió de allí. Tan inolvidable será con su voluntad de vida como Aaron Bushnell, el valiente y solidario soldado estadounidense que con todo su cuerpo se negó a hacer este genocidio.

Las cifras oficiales hablan de unos 30 mil muertos, varones, mujeres, infantes, bebes,  en 5 meses. Grosso modo, unos doscientos palestinos asesinados cada día. Pero si contamos a los desaparecidos, la cuota del genocidio se ubica alrededor de los 250 diarios. Como los señores aviadores y otros artilleros descansan, no “trabajan” permanentemente, si estimamos que han “hecho su tarea”, la mitad de estos días, tenemos entonces una cosecha roja de 500 seres humanos por intervención: un genocidio in progress de alto rendimiento, señores diseñadores del alto mando israelí.

Blas Pascal, profundamente cristiano, nos enseñó hace ya siglos que el humano es medio ángel y medio bestia, pero agregaba un corolario ético, psíquico: que cada vez que el humano procura convertirse en ángel deviene bestia. Una dialéctica que va mucho más allá de cierta linealidad del comportamiento: desde la Grecia clásica nos ayudaron a ver aspectos de esta cuestión con la noción de hybris.

El ejército más moral del mundo ha cumplido el apotegma de Pascal: es el ejército más (cerebral e) inmoral de mundo.

 “La insoportable levedad del ser” israelí queda a su vez patentada con esa foto de las diez militares israelíes sacándose selfies, sonrientes, en medio de la devastación que han producido en la Franja de Gaza.

No es nada nueva, empero. Ya la habíamos conocido cuando vecinos israelíes de la FdG instalaban butacas cerca de la frontera, preferentemente en algún promontorio, para presenciar –como mirando una película− los bombardeos que con impunidad (y cobardía, porque las poblaciones palestinas no tienen armamento antiaéreo)  descargaba la aviación y la artillería israelíes sobre ciudades palestinas, o cuando buscaban “frenéticamente” a Gilad Shalit (todo un pretexto para seguir matando palestinos), o cuando bautizaron macabramente una operación de devastación en la FdG de “Plomo Fundido”, o cuando idearon balas de tungsteno generadoras de miríadas de focos cancerígenos en el cuerpo en que se alojaban al penetrar la carne, romper los huesos… y en tantas otras ocasiones.