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12/11/2021

ELIZABETH KOLBERT
Se agota el tiempo en la Conferencia de la ONU sobre el Clima

Elizabeth Kolbert, The New Yorker, 7/11/021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala
 

Elizabeth Kolbert (Nueva York, 1961) forma parte del equipo de escritores de The New Yorker desde 1999. Con anterioridad trabajó para el Times. Ha escrito una serie, “The Climate of Man”, sobre el calentamiento climático dividida en tres partes, que ganó en 2006 el Premio National Magazine for Public Interest. En 2010 ganó el Premio National Magazine for Reviews and Criticism. Es la editora de “The Best Science and Nature Writing 2009”, y es autora deThe Profet of Love: And Other Tales of Power and Deceit”, “Field Notes from a CatastropheyThe Sixth Extinction”, por el que ganó en 2015 el Premio Pulitzer a una obra de no ficción. En 2017 recibió el Premio Blake-Dodd de la Academia de Artes y Letras de EE. UU. Su último libro esUnder a White Sky: The Nature of Future”. @ElizKolbert

Para apreciar realmente la ineficacia de Estados Unidos, hay que remontarse a la reunión que precedió a todas las malas COP, la llamada Cumbre de la Tierra, en 1992. 
       Cartoon about COP26

Tjeerd Royaards

Para quien quiera verlo, la semana pasada, cuando la última ronda de negociaciones internacionales sobre el clima -la COP26- se puso en marcha en Glasgow, hubo muchos malos presagios. Una tormenta que azotó Inglaterra con vientos de 130 kilómetros por hora interrumpió el servicio de trenes de Londres a Escocia, dejando a muchos delegados tratando de encontrar la manera de llegar a la reunión. Justo al comenzar el cónclave, los trabajadores de la basura de Glasgow se pusieron en huelga, y la basura se acumuló en las calles. El Primer Ministro Boris Johnson, en su discurso de apertura, comparó la situación del mundo con la de James Bond, que a menudo se encuentra “atado a un dispositivo del día del juicio final, intentando desesperadamente averiguar de qué cable de color tirar para desactivarlo, mientras un reloj digital rojo avanza implacable hacia una detonación que acabará con la vida humana tal y como la conocemos”. Como señaló un comentarista, en su última película -¡alerta de spoiler!- Bond acaba muerto.

 Ilustración de João Fazenda

También la actuación de Joe Biden en Glasgow resultó poco propicia. En su discurso formal ante la COP26, el presidente declaró que Estados Unidos estaba “de vuelta en la mesa” y “confío en que liderando con el poder de nuestro ejemplo”. Más tarde, ese mismo día, Biden se vio cuestionado por el senador Joe Manchin, demócrata por Virginia Occidental, que anunció que no estaba seguro de poder apoyar el paquete de gastos de 1,75 billones de dólares en el que se basaban las afirmaciones de Biden. El momento fue, como señaló Associated Press, “desafortunado”. En unas declaraciones separadas y sin guión en Glasgow, Biden volvió a la carga, reconociendo que Estados Unidos no predica con el ejemplo, o, en realidad, no predica en absoluto. “Supongo que no debería disculparme, pero sí me disculpo por el hecho de que Estados Unidos, en su último gobierno, se retirara de los acuerdos de París”, dijo, en referencia al conjunto de acuerdos climáticos negociados en la COP21 en 2015. Añadió, a modo de eufemismo, que esto “nos ha puesto algo así como detrás de la bola ocho de billar”.

20/01/2022

Suzanne O’Sullivan
El misterio de los niños “dormidos” en Suecia
Una neuróloga investiga el “síndrome de resignación” en hijos de solicitantes de asilo

Suzanne O’Sullivan, The Sunday Times, 28/3/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Cientos de niños han sucumbido a una misteriosa enfermedad que puede mantenerlos en estado de sueño durante años. La destacada neuróloga Suzanne O'Sullivan investiga los hechos.

Extraído de  The Sleeping Beauties: And Other Stories of Mystery Illness  de Suzanne O'Sullivan (Picador 2021)

Apenas había cruzado el umbral y ya sentía claustrofobia. Podía ver a Nola tumbada en una cama a mi derecha. Supuse que tendría unos diez años. Esa era su habitación. Había venido sabiendo lo que me esperaba, pero de alguna forma aún no estaba preparada para enfrentar la situación. Cinco personas y un perro acababan de entrar en la habitación, pero ella no hizo ni un parpadeo de reconocimiento hacia ninguno de nosotros. Se quedó perfectamente quieta, con los ojos cerrados, aparentemente en paz.

 “Lleva así más de un año y medio”, dijo la Dra. Olssen mientras se inclinaba para acariciar suavemente a Nola en la mejilla.

 

Djeneta, a la derecha, una refugiada romaní/rrom (gitana) que lleva dos años y medio postrada en una cama sin responder, y su hermana, Ibadeta, en la misma situación desde hace más de seis meses, en Horndal, Suecia, el 2 de marzo de 2017. (Foto Magnus Wennman)*

Estaba en Horndal (Suecia), un pequeño municipio a 160 kilómetros al norte de Estocolmo. La doctora Olssen había cuidado de Nola desde que enfermó por primera vez, así que conocía bien a la familia. Descorrió las cortinas para que entrara la luz y se dirigió a los padres de Nola para decirles: “Las niñas tienen que saber que es de día. Necesitan sentir el sol en la piel”.

“Saben que es de día”, respondió su madre a la defensiva. “Las sentamos fuera por la mañana. Están en la cama porque estás de visita”.

Esa no era solo la habitación de Nola. Su hermana, Helan, que era aproximadamente un año mayor, yacía tranquilamente en la parte inferior de un conjunto de literas a mi izquierda. Desde mi posición solo podía ver la planta de sus pies. La litera superior -la cama de su hermano- estaba vacía. Estaba sano; lo había visto asomarse mientras caminaba hacia la habitación de las niñas. Estaba allí porque era neuróloga, especialista en enfermedades cerebrales y alguien familiarizado con el poder de la mente sobre el cuerpo, quizá más que la mayoría de los médicos.

Me acerqué a la cama de Nola. Al hacerlo, miré a Helan por encima del hombro y me sorprendió ver que sus ojos se abrían un segundo para mirarme y luego se cerraban de nuevo.

“Está despierta”, le dije a la Dra. Olssen.

“Sí, Helan sólo está en la fase inicial”.

Nola no mostraba ningún signo de estar despierta, tumbada sobre las sábanas de su cama, preparada para mí. Llevaba un vestido rosa y medias de arlequín blancas y negras. Su pelo era espeso y brillante, pero su piel era pálida. Sus labios eran de un rosa insípido, casi incoloro. Tenía las manos cruzadas sobre el estómago. Parecía serena, como la princesa que había comido la manzana envenenada. El único signo seguro de enfermedad era una sonda nasogástrica que le atravesaba la nariz y estaba sujeta a la mejilla con cinta adhesiva. La única señal de vida era el suave sube y baja de su pecho.

Me agaché junto a su cama y me presenté. Sabía que, aunque pudiera oírme, probablemente no me entendería. Sabía muy poco inglés y yo no hablaba sueco ni su lengua materna, el kurdo, pero esperaba que el tono de mi voz la tranquilizara.

Nola y Helan son dos de los cientos de niños dormidos que han venido apareciendo esporádicamente en Suecia durante 20 años. Los rumores sugieren que el fenómeno existe desde los años 90, pero el número de niños afectados se disparó con el cambio de siglo. Entre 2003 y 2005 se registraron 424 casos. Desde entonces ha habido cientos más. Afecta tanto a niños como a niñas, pero con una ligera preponderancia de éstas. Normalmente, la enfermedad del sueño tiene un comienzo insidioso. Al principio, los niños se vuelven ansiosos y deprimidos. Su comportamiento cambiaba: dejaban de jugar con otros niños y, con el tiempo, dejaban de jugar por completo. Poco a poco se encerraban en sí mismos y pronto no podían ir a la escuela. Cada vez hablaban menos, hasta no hablar nada en absoluto. Finalmente, se metían en la cama. Si entraban en la etapa más profunda, ya no podían comer ni abrir los ojos. Se quedaban completamente inmóviles, sin responder a los estímulos de la familia o los amigos y sin reconocer el dolor, el hambre o el malestar. Dejaban de tener una participación activa en el mundo. 

Los primeros niños afectados fueron ingresados en el hospital. Se les sometió a extensas investigaciones médicas, como tomografías, análisis de sangre, electroencefalogramas (grabaciones de las ondas cerebrales) y punciones lumbares para examinar el líquido cefalorraquídeo. Los resultados eran siempre normales y los registros de las ondas cerebrales contradecían el aparente estado de inconsciencia de los niños. Incluso cuando los niños parecían no responder, sus ondas cerebrales mostraban los ciclos de vigilia y sueño que cabría esperar en una persona sana.

19/12/2021

ALFRED MCCOY
Crisis climática, el reto más importante del planeta
Órdenes globales y cambios catastróficos

 Alfred McCoy, TomDispatch.com, 16/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Cuando llegue la medianoche del Año Nuevo de 2050 habrá pocos motivos de celebración. Habrá, por supuesto, los habituales brindis con buenos vinos en los recintos climatizados de los escasos ricos. Pero, para la mayoría de la humanidad, solo será otro día de lucha desesperada por encontrar comida, agua, refugio y seguridad.

En décadas anteriores, las mareas de la tempestad habrán arrollado las barreras costeras erigidas a un coste enorme y la subida del mar habrá inundado los centros de las grandes ciudades que una vez albergaron a más de 100 millones de personas. Las olas implacables golpearán los litorales en todo el mundo, poniendo en peligro pueblos y ciudades.   Mientras varios cientos de millones de refugiados a causa del cambio climático en África, América Latina y el sur de Asia llenan botes agujereados o caminan por tierra en una búsqueda desesperada de comida y refugio, las naciones ricas de todo el mundo intentarán cerrar aún más sus fronteras, haciendo retroceder a las multitudes con gases lacrimógenos y disparos. Sin embargo, esos reticentes países de acogida, incluido Estados Unidos, no serán inmunes al dolor. 

De hecho, todos los veranos, huracanes cada vez más formidables, impulsados por el cambio climático, vapulearán las costas del este y del golfo de este país, obligando incluso al gobierno federal a abandonar Miami y Nueva Orleans a las crecientes mareas. Mientras tanto, los incendios forestales, que ya están creciendo en 2021, devastarán vastas extensiones del Oeste, destruyendo miles y miles de hogares cada verano y otoño en una temporada de incendios cada vez más amplia.   



Calentamiento global
, por Ilya Katz, Israel

 Y tengan en cuenta que puedo escribir todo esto ahora porque ese futuro sufrimiento generalizado no será causado por una catástrofe imprevista, sino por un desequilibrio demasiado obvio y dolorosamente predecible de los elementos básicos que sostienen la vida humana: el aire, la tierra, el fuego y el agua. A medida que la media mundial de las temperaturas aumente hasta 2,3° Celsius (4,2° Fahrenheit) para mediados de siglo, el cambio climático degradará la calidad de vida en todos los países de la Tierra.    

El cambio climático en el siglo XXI   

 Esta lúgubre visión de la vida hacia 2050 no procede de una fantasía literaria, sino de la ciencia medioambiental publicada. De hecho, todos podemos ver ahora mismo los preocupantes signos del calentamiento global a nuestro alrededor: empeoramiento de los incendios forestales, tormentas oceánicas cada vez más severas y aumento de las inundaciones costeras.   Mientras el mundo se concentra en el ardiente espectáculo de los incendios forestales que destruyen franjas de Australia, Brasil, California y Canadá, una amenaza mucho más grave se está desarrollando, solo a medias, en las remotas regiones polares del planeta.

No se trata solo del
derretimiento de los casquetes polares a una velocidad aterradora, elevando ya el nivel del mar en todo el mundo, sino que el vasto permafrost del Ártico está retrocediendo rápidamente, liberando a la atmósfera enormes reservas de gases letales de efecto invernadero.
  En esa frontera helada, más allá de nuestro conocimiento o conciencia, los cambios ecológicos, que están gestándose en gran medida de forma invisible en las profundidades de la tundra ártica, acelerarán el calentamiento global de forma que seguramente nos infligirá a todos una miseria futura incalculable.

Más que cualquier otro lugar o problema, el derretimiento de la tierra congelada del Ártico, que cubre vastas partes del techo del mundo, determinará el destino de la humanidad para el resto de este siglo, destruyendo ciudades, devastando naciones y rompiendo el actual orden mundial.
 

Como he sugerido en mi nuevo libro To Govern the Globe: World Orders and Catastrophic Change, mientras el sistema mundial de Washington se desvanecerá probablemente en 2030, gracias a una mezcla de declive interno y rivalidad internacional, la hegemonía  hipernacionalista de Pekín tendrá, en el mejor de los casos, solo un par de décadas de dominio antes de que sufra también las calamitosas consecuencias de un calentamiento global incontrolado. En 2050, cuando los mares sumerjan algunas de sus principales ciudades y el calentamiento empiece a devastar su corazón agrícola, China no tendrá más remedio que abandonar cualquier tipo de sistema global que haya construido. Y así, mientras miramos vagamente hacia las décadas potencialmente catastróficas más allá de 2050, la comunidad internacional tendrá buenas razones para forjar un nuevo tipo de orden mundial diferente a todos los anteriores.    

El impacto del calentamiento global a mediados de siglo    

Al evaluar el curso probable del cambio climático en 2050, hay una pregunta primordial: ¿Con qué rapidez sentiremos su impacto?   Durante décadas, los científicos pensaron que el cambio climático llegaría a lo que el escritor científico Eugene Linden llamó un “ritmo majestuoso”. En 1975, las Academias Nacionales de Ciencias de EE.UU. aún consideraban que “el clima tardaría siglos en cambiar de forma significativa”. Ya en 1990, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU concluía que el permafrost del Ártico, que almacena cantidades asombrosas de dióxido de carbono (CO2 ) y de metano, un gas de efecto invernadero aún más peligroso, todavía no estaba derritiéndose y que las capas de hielo de la Antártida seguían siendo estables.

Sin embargo, en 1993, los científicos comenzaron a
estudiar núcleos de hielo extraídos de la capa de hielo de Groenlandia y descubrieron que había habido 25 “eventos de cambio climático rápido” en el último período glacial de hace miles de años, lo que mostraba que el “clima podría cambiar masivamente en una o dos décadas”.
  Impulsados por un creciente consenso científico sobre los peligros a los que se enfrenta la humanidad, los representantes de 196 Estados se reunieron en 2015 en París, donde acordaron comprometerse a alcanzar una reducción del 45% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 y lograr la neutralidad neta del carbono para 2050, con el fin de limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales.

Esto, argumentaron, sería suficiente para evitar los impactos desastrosos que seguramente se producirán con 2,0°C o más.
Sin embargo, las brillantes esperanzas de aquella Conferencia de París se desvanecieron rápidamente. En tres años, la comunidad científica fue consciente  de que los efectos en cascada de un calentamiento global que alcanzara 1,5°C por encima de los niveles preindustriales se harían patentes no en el lejano 2100, sino quizá en 2040, afectando a la mayoría de los adultos que viven actualmente.  

06/08/2021

BISSAN FAKIH
Un año después de la explosión en Beirut, el Líbano está más destrozado que nunca

Bissan Fakih بيسان فقيه, Al-Jumhuriya, 3/8/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández 

Bissan Fakih es una estratega y formadora de campañas y defensa de derechos en Beirut (Líbano). Durante la última década, ha trabajado con la sociedad civil y los movimientos de base para dar fuerza a las demandas en torno a los derechos humanos, la paz y la justicia. Su enfoque de las campañas se basa en el pensamiento feminista, insistiendo en que el liderazgo lo asumen las comunidades directamente afectadas por un problema. Apoya a las organizaciones y movimientos en el diseño de estrategias de campaña y promoción y domina las herramientas para ponerlas en práctica. @Bissan_Fakih

Desde la oscuridad de una ciudad con apenas suministro eléctrico, Bissan Fakih relata la explosión que devastó la capital del Líbano hace un año, y traza el vertiginoso colapso del país, hundido desde entonces en la más absoluta disfunción y desesperación.

Como muchos otros en la ciudad, sentí la explosión en dos oleadas.  

Durante la primera salté del sofá para mirar por las ventanas, buscando el humo o los escombros del ataque aéreo que estaba segura acababa de producirse. Mi apartamento tiene vistas al barrio de Sin al-Fil, plagado de rascacielos de cristal. El sol caía sobre ellos de tal manera a las 6:08 de la tarde que, en medio de mi pánico, pensé que los destellos anaranjados eran cohetes o fuegos que se precipitaban sobre el suelo. La segunda oleada fue tan fuerte que estaba convencida de que el edificio estaba derrumbándose. Entrenada por los años de inquietud de mi madre, envié una nota de voz al grupo familiar de WhatsApp solo segundos después de que terminara: “¡Hay ataques aéreos, pero estoy bien! ¡Hay ataques aéreos, estoy bien!” Agarré mi cartera, las llaves y un cargador de teléfono, corrí hacia la puerta y envié otra nota de voz: “¡Decidme qué está pasando, por favor, que alguien me diga qué está pasando!” Y luego un mensaje de texto, por si no hubieran escuchado mis notas de voz: “Dile a mamá que estoy bien”. En los días siguientes, cuando el sonido de los vidrios rotos crujía bajo nuestros pies, y cuando mis rodillas no dejaban de temblar, supe de muchos padres que no pudieron llegar nunca hasta sus hijos ese día.  

Durante todo ese verano nos habíamos estado sintiendo como si estuviéramos cerca de una implosión. La moneda nacional había perdido el 80% de su valor. Los bancos nos habían robado el dinero y los ahorros de toda la vida, excepto el de los muy ricos y bien conectados, que habían logrado sacar sus millones de contrabando. Las profundidades en las que pronto nos hundiría la crisis económica se hicieron más evidentes, y la gente tenía que pelear ya para poder comer, encontrar medicinas y educar a sus hijos. La pandemia de la covid-19 había acelerado nuestro declive y nos había obligado a abandonar las calles, donde muchos habían permanecido desde que estalló el levantamiento contra el régimen por todo el país en octubre de 2019. Habíamos pasado de la euforia de la revolución, de reclamar nuestras plazas públicas y bailar entre nosotros en las calles, a lo surrealista de los toques de queda, las mascarillas, y las imágenes perturbadoras de los entierros masivos en Italia y Nueva York. En el sofocante calor y la humedad de julio y agosto, la realidad de nuestra desaparición, y lo larga y dolorosa que sería, había quedado claramente establecida. Los signos de la descomposición ya estaban allí.

Y luego el mundo estalló a nuestro alrededor.

Poco después de la explosión, los llamamientos para pedir sangre cero negativo estuvieron sonando por toda la ciudad y más allá para nuestros miles de heridos. Me puse dos mascarillas y conduje hasta el hospital Hôtel-Dieu para donar. Mis neumáticos crujieron sobre los cristales rotos durante todo el viaje, a pesar de que estaba a kilómetros del epicentro de la explosión. Me di cuenta de mi error rápidamente a medida que me acercaba al hospital: era un automóvil más en medio del tráfico que transportaba a los heridos en busca de ayuda y familiares que venían a buscar a sus seres queridos desaparecidos. Un voluntario de la Cruz Roja saltó de una ambulancia, agitando los brazos, gritando y suplicando a los automóviles que se movieran para dejar pasar a la ambulancia. Salí de la carretera lo más rápido que pude, pero en la oscuridad, en medio de los crujidos, me asombró la visión apocalíptica de los autos y la gente que los conducía. Cáscaras de metal, con todas las ventanillas voladas, y sus conductores, algunos gritando por los teléfonos, otros silenciosos y angustiados, con los ojos muy abiertos, las luces delanteras iluminando fragmentos de vidrio rotos. 

Mi mente ansiosa, que durante años había controlado y atemperado el miedo a base de hacer listas, hizo otra más para la ciudad: encontrar a los desaparecidos, ayudar a los heridos, enterrar a los muertos, vengarnos.

20/01/2022

Stephania Taladrid
“Llegamos vivos. Muchos no lo han hecho”: un desastre sin fin en la frontera México-USA

Stephania Taladrid, The New Yorker, 18/01/2022
(Fotografías de Alejandro Cegarra-Véase su reportaje premiado “Los dos muros)

Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Los migrantes de toda la región han vuelto a llenar los campamentos del norte de México, donde los delincuentes y los traficantes se aprovechan de ellos.

Dolores apenas reconoce el campamento improvisado en el norte de México donde se instaló hace seis meses. En sus inicios había muchas menos familias y todas se apiñaban bajo el techo de una pérgola situada en el centro de la Plaza de la República, la plaza principal de la ciudad de Reynosa. Por aquel entonces, los residentes locales todavía paseaban por el recinto de la plaza, deteniéndose de vez en cuando ante una estatua de latón de un águila posada en una chumbera, con una serpiente de cascabel colgando de su pico: el escudo de México. Poco a poco, la visión de furgonetas blancas con gente de calzado sin cordones se hizo más común. Eran migrantes de países centroamericanos, de Haití y del propio México, muchos de los cuales, como Dolores, habían sido detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en el sur de Texas y expulsados en virtud del Título 42. La disposición es una oscura orden de salud pública que la Administración Trump puso en marcha al inicio de la pandemia. La medida fue ampliamente considerada como un esfuerzo de la Administración para lograr su largo objetivo de cerrar la frontera. Joe Biden, para sorpresa de los defensores de la inmigración, mantuvo la orden en vigor. Mientras tanto, la población del campamento improvisado de Reynosa ha aumentado hasta cerca de tres mil personas.


Hoy, la Plaza de la República está cubierta de tiendas de campaña, lonas grises y azul marino de las que las familias cuelgan su ropa para que se seque. Los recién llegados duermen sobre el suelo desnudo; todos los refugios improvisados han sido reclamados por las personas que viven allí permanentemente, muchas de las cuales son niños. Un viernes reciente, Dolores, una mujer corpulenta de cincuenta años, yacía en una cama construida con varillas y tablas de madera usadas. Nos explicó por qué abandonó El Salvador con su hija adolescente, Rosalba, el verano pasado. A principios del año pasado, los miembros de una banda local se presentaron en la pequeña tienda de la que era propietaria, donde vendía pollos, pirotecnias y especialidades locales, exigiendo el dinero de la protección. Primero dijeron que un par de pollos bastarían. Con el tiempo, recuerda Dolores, exigieron ciento cincuenta dólares al mes, y luego quinientos. “Me encontré trabajando para ellos, y yo no quería eso”, dijo.


Una mañana de agosto, Dolores recibió una llamada para recordarle que era día de pago. “Vengan al mediodía y lo tendré listo”, les dije.

 “Inmediatamente después, hice las maletas, y así fue como llegué aquí”, recuerda. Su marido, que ya vivía en Virginia con los dos hijos varones, ayudó a hacer los preparativos de última hora. Dolores y Rosalba, que pidieron que se cambiaran sus nombres, pagaron más de siete mil dólares a los traficantes, que las hicieron pasar de contrabando por la frontera; acabar en Reynosa nunca formó parte del plan. Dolores no sabía que el noreste de México era una de las regiones más peligrosas del país: era la primera vez que viajaba fuera de El Salvador. Pero esa realidad no tardó en hacerse evidente para ella y Rosalba. Apenas dos meses antes de su llegada a Reynosa, en lo que parecía ser una disputa entre miembros rivales de un cártel local, se produjeron unos ciento ochenta disparos a plena luz del día, matando a quince civiles. A los pocos días se produjo un tiroteo entre delincuentes armados y fuerzas especiales de seguridad. Los secuestros eran recurrentes en el campamento. Los hombres se aprovechan de las chicas jóvenes, prometiendo darles comida si les siguen a una calle adyacente. Una ONG local ha registrado al menos veinte casos de violación en los últimos meses.

21/11/2021

MOHAMED OSMAN
Sudán retrocede peligrosamente

Mohamed Osman, Foreign Policy in Focus, 18/11/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

  

Mohamed Osman es un becario Aryeh Neier en la Open Society Justice Initiative que trabaja en temas de justicia internacional. Colaboró con el Comité Internacional de la Cruz Roja como asesor jurídico en Sudán. También ha llevado a cabo una serie de consultorías y trabajos de investigación sobre derechos humanos durante su estancia en aquel país, incluyendo cuestiones de ciudadanía, derechos de la mujer y derecho islámico.  Obtuvo su licenciatura en Derecho por la Universidad de Jartum, un diploma de posgrado en derechos humanos por la Universidad de Jartum y un máster en derechos humanos internacionales y derecho humanitario por la Universidad de Essex (2015-2016). Su tesis se centró en la aplicación del Estado de derecho por parte de los grupos armados de la oposición en los territorios que controlan.

Desde la toma del poder militar del 25 de octubre, la represión violenta ha vuelto con toda su fuerza. ¿Puede la comunidad internacional apoyar el Estado de derecho?

Usamerican@s de origen sudanés protestan en San Francisco por el golpe militar, octubre de 2021 (Shutterstock)

En septiembre me reuní en Jartum con la madre de un estudiante de medicina asesinado por las fuerzas de seguridad durante las protestas de Sudán de 2018-2019.

“La razón por la que me levanto cada día es porque tengo la pequeña esperanza de poder encontrar justicia para mi hijo”, confiesa. “No solo es por él, sino para evitar que otros padres tengan que enfrentarse a la devastación de perder a sus hijos por culpa de la violencia estatal”.

En este periodo de incertidumbre para Sudán, una cosa está clara: sería fundamentalmente erróneo y peligroso desechar la justicia por los graves abusos pasados y por los más recientes en nombre de la conveniencia política.

Nuestra investigación y la de muchas otras organizaciones para documentar los abusos generalizados en Sudán durante las últimas tres décadas muestra que la impunidad rampante de las atrocidades ha alimentado las violaciones y la inseguridad actuales. Esta impunidad ha permitido durante mucho tiempo que los autores de los abusos que se encuentran a la cabeza de la cadena de mando ejerzan aún más poder.

Líderes clave de la parte militar del gobierno de coalición destituido por los militares el 25 de octubre eran a su vez un remanente del régimen derrocado en abril de 2019, con su propia cuota de presuntos abusos sin respuesta. De hecho, apenas unos meses antes de la firma del acuerdo de transición en agosto de 2019, estos mismos líderes militares -incluyendo a Mohamed Hamdan Dagalo (“Hemedti”), el comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR)- fueron quienes supervisaron la dispersión violenta de la sentada de los manifestantes en Jartum.

07/06/2021

Abu Mazen, el torpe rey de Palestina: los palestinos están derrotando la cultura osloita

Ramzy Baroud, 2/6/2021 

Traducido del inglés por Sinfo Fernández  

Ramzy Baroud (Gaza, 1972) es un periodista y escritor palestino-usamericano, fundador y  editor del sitio The Palestine Chronicle . Es autor de cinco libros, el más reciente siendo These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es un destacado investigador no-residente del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) y del Afro-Middle East Center (AMEC).

El discurso político de Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Palestina en Cisjordania, es similar al de un rey torpe que lleva demasiado tiempo aislado en su palacio. El rey habla de paz y prosperidad, y cuenta incansablemente sus innumerables logros, mientras su pueblo se muere de hambre afuera y suplica de forma vana su atención.

El presidente de la Autoridad Palestina Mahmud  Abás (derecha) con el secretario de Estado usamericano Antony Blinken. (Foto: Página de Facebook de Mahmud  Abás)

Pero Abás no es un rey cualquiera. Es un “presidente” solo de nombre, un “líder” designado por el mero hecho de que Israel y el sistema político internacional dirigido por USA insisten en reconocerlo como tal. El mandato político de este personaje no solo había expirado en 2009, sino que ya era bastante limitado incluso antes de esa fecha. Abás, en ningún momento de su carrera, representó a todo el pueblo palestino. Ahora, a los 85 años, es probable que Abás nunca desempeñe tal papel.

Mucho antes de que Abás fuera el “candidato” palestino favorito de USA e Israel para gobernar a los palestinos ocupados y oprimidos en 2005, en Palestina estaban desarrollándose dos discursos políticos separados y, con ellos, dos culturas singularmente distintas. Estaba la “cultura de Oslo”, que se sustentaba en clichés vacíos, tópicos sobre la paz y negociaciones y, lo que es más importante, en los miles de millones de dólares que llegaban de los países donantes. Los fondos nunca estuvieron realmente destinados a lograr la codiciada paz justa o la independencia palestina, sino a mantener el lamentable statu quo por el que la ocupación militar de Israel se normaliza mediante la “coordinación de seguridad” entre el ejército israelí y la Autoridad de Abás.

07/05/2021

El Desfile Dorado de los Faraones: Egipto y la movilización militar de la historia

David Kanbergs, Jadaliyya, 27/4/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández


 David Kanbergs es doctorando en el departamento de Estudios Islámicos y de Oriente Medio de la Universidad de Nueva York. Su trabajo se centra en la literatura moderna y contemporánea, con especial interés en la ficción especulativa egipcia.

 

 El sábado 4 de abril de 2021, las autoridades egipcias ofrecieron una deslumbrante actuación estelar de proporciones épicas: una celebración de la cultura y el valor del antiguo Egipto destinada a celebrar la inauguración oficial del flamante Museo Nacional de la Civilización Egipcia en Fustat. El acontecimiento, bajo el título El Desfile Dorado de los Faraones, fue un espectáculo extravagante lleno de canciones, bailes y vestimentas muy elaboradas. Su pieza central fue la impresionante procesión de veintidós momias egipcias antiguas del Imperio Nuevo desde su hogar anterior, en el Museo Egipcio en la plaza Tahrir, hasta su lugar de descanso final en el nuevo museo. Este “viaje legendario”, como se hizo mención durante la transmisión, es ciertamente algo de lo que los egipcios pueden enorgullecerse, ya que fue una celebración muy elegante de la cultura egipcia antigua y moderna. 


 Pero hay otra cara en esta gloriosa exhibición de teatro nacionalista. Entretejidos con ostentosas demostraciones de orgullo cultural, hubo importantes movimientos discursivos y simbólicos que ayudan a dilucidar la naturaleza del Estado egipcio contemporáneo y la mentalidad de sus actuales líderes. En primer lugar, el Desfile Dorado muestra un excelente ejemplo de la movilización militar histórica del régimen actual para reforzar su propia autoridad. En segundo lugar, demuestra el borrado intencionado y continuo de la Revolución de 2011 del espacio de la ciudad y de la memoria colectiva. Finalmente, el desfile ayuda a revelar la total incapacidad del régimen para comprender cualquier cosa que no sea un paradigma militar, lo que a su vez ilumina el desarrollo y el afianzamiento de un sistema de ciudadanía compuesto por dos niveles: el de los miembros de las fuerzas armadas y el de los civiles; estos últimos cada vez más explotados y a los que aquellos, en teoría, deberían proteger y defender.

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05/01/2022

RAMZY BAROUD
2021 en Palestina: por fin ha aparecido una nueva generación

Ramzy Baroud, Politics for the People, 3/02/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 Al principio, 2021 parecía ser otro año ordinario de implacable ocupación israelí y continua miseria palestina. Aunque gran parte de esa situación seguía siendo cierta, un sentimiento de unidad popular sin precedentes entre los palestinos, no solo en la Jerusalén Oriental ocupada, Cisjordania y Gaza, sino también entre las comunidades palestinas de la Palestina histórica, desafió la dinámica de la ocupación israelí de Palestina.

 Palestinos participan en una protesta contra la ocupación israelí.
(Foto: ActiveStills.org, archivo)

Una sensación dominante de cautelosa esperanza ha sustituido por fin al sentimiento absoluto de desesperación de años anteriores. Con ello, se ha registrado en toda Palestina un sentimiento de renovación y voluntad de adoptar nuevas ideas políticas. Por ejemplo, según una encuesta realizada por el Centro de Medios y Comunicación de Jerusalén (JMCC, por sus siglas en inglés), publicada el 22 de noviembre, hay más palestinos de Cisjordania que apoyan la solución de un solo Estado que los que siguen apoyando la solución de dos Estados, prácticamente desaparecida, que dominó el pensamiento palestino durante décadas.

La pandemia pasa factura

Sin embargo, el año comenzó con la atención puesta en algo totalmente distinto: la pandemia de la covid-19. Además de asolar a los palestinos asediados y ocupados, especialmente en la Franja de Gaza, la pandemia comenzó a extenderse entre los presos palestinos.

En febrero, la Autoridad Palestina, junto con grupos y organizaciones internacionales de derechos humanos, criticó a Israel por bloquear el acceso a las vacunas covid-19 en la asediada Franja de Gaza. Las vacunas Sputnik 5 fueron donadas por Rusia, el primer país que contribuyó a la lucha contra la pandemia en Palestina. Con el tiempo, las comunidades palestinas fueron accediendo poco a poco a las vacunas que llegaban del programa COVAX. Sin embargo, la pandemia siguió haciendo estragos en la Palestina ocupada, especialmente porque las autoridades de ocupación israelíes siguieron bloqueando las medidas preventivas palestinas y desmantelando las instalaciones improvisadas de covid-19 en los territorios ocupados. Según el sitio web Worldometer, 4.555 palestinos murieron a causa de la covid-19, mientras que 432.602 dieron positivo en las pruebas de la mortal pandemia.

Elecciones canceladas

Al igual que el año anterior, la crisis política de Israel dominó rápidamente los titulares, ya que la lucha por el poder entre el entonces primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus rivales siguió reforzándose, lo que llevó a las cuartas elecciones de Israel en dos años. Las elecciones de marzo han cambiado finalmente el panorama político israelí gracias a una extraña coalición de gobierno formada por el nuevo primer ministro de Israel, Naftali Bennett, el 13 de junio. La coalición incluía al político árabe Mansour Abbas, cuyo partido político fue decisivo para la formación del gobierno.

Mientras Netanyahu y su partido Likud se retiraban rápidamente a la oposición, poniendo fin a un reinado de más de doce años, los palestinos anticipaban sus propias elecciones, que fueron anunciadas por el presidente de la AP, Mahmud Abbas, el 15 de enero.