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Sergio Rodríguez Gelfenstein
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07/06/2021

Abu Mazen, el torpe rey de Palestina: los palestinos están derrotando la cultura osloita

Ramzy Baroud, 2/6/2021 

Traducido del inglés por Sinfo Fernández  

Ramzy Baroud (Gaza, 1972) es un periodista y escritor palestino-usamericano, fundador y  editor del sitio The Palestine Chronicle . Es autor de cinco libros, el más reciente siendo These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es un destacado investigador no-residente del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) y del Afro-Middle East Center (AMEC).

El discurso político de Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Palestina en Cisjordania, es similar al de un rey torpe que lleva demasiado tiempo aislado en su palacio. El rey habla de paz y prosperidad, y cuenta incansablemente sus innumerables logros, mientras su pueblo se muere de hambre afuera y suplica de forma vana su atención.

El presidente de la Autoridad Palestina Mahmud  Abás (derecha) con el secretario de Estado usamericano Antony Blinken. (Foto: Página de Facebook de Mahmud  Abás)

Pero Abás no es un rey cualquiera. Es un “presidente” solo de nombre, un “líder” designado por el mero hecho de que Israel y el sistema político internacional dirigido por USA insisten en reconocerlo como tal. El mandato político de este personaje no solo había expirado en 2009, sino que ya era bastante limitado incluso antes de esa fecha. Abás, en ningún momento de su carrera, representó a todo el pueblo palestino. Ahora, a los 85 años, es probable que Abás nunca desempeñe tal papel.

Mucho antes de que Abás fuera el “candidato” palestino favorito de USA e Israel para gobernar a los palestinos ocupados y oprimidos en 2005, en Palestina estaban desarrollándose dos discursos políticos separados y, con ellos, dos culturas singularmente distintas. Estaba la “cultura de Oslo”, que se sustentaba en clichés vacíos, tópicos sobre la paz y negociaciones y, lo que es más importante, en los miles de millones de dólares que llegaban de los países donantes. Los fondos nunca estuvieron realmente destinados a lograr la codiciada paz justa o la independencia palestina, sino a mantener el lamentable statu quo por el que la ocupación militar de Israel se normaliza mediante la “coordinación de seguridad” entre el ejército israelí y la Autoridad de Abás.

Esta cultura, considerada traicionera y corrupta por la mayoría de los palestinos, fue celebrada en Occidente como “moderada”, sobre todo al compararla con la otra cultura palestina, tildada de “radical” o, peor aún, de “terrorista”. La otra cultura, la que ha sido rechazada durante casi tres décadas, prevalece finalmente gracias a la reciente revuelta popular en Palestina y la dura resistencia en Gaza. La demostración de fuerza exhibida por la Resistencia Palestina en la Franja de Gaza sitiada a partir del 10 de mayo, especialmente en el contexto de un levantamiento popular que finalmente ha unificado a la juventud palestina, no solo en los territorios ocupados sino también en toda la Palestina histórica, está inspirando un nuevo idioma. Este lenguaje no solo está utilizándolo un puñado de intelectuales “radicales”, sino también muchas personalidades políticas y académicas que llevan mucho tiempo afiliadas a la Autoridad Palestina.

En una entrevista con el periódico británico The Independent, poco después del final de la guerra israelí contra Gaza, la exministra de la Autoridad Palestina y veterana política Hanan Ashrawi habló de los cambios que se están produciendo a nivel sociopolítico en Palestina. “Hamas ha evolucionado y está ganando apoyos entre los jóvenes, incluso entre los cristianos”, dijo Ashrawi, y agregó que “Hamas tiene todo el derecho a estar representado en un sistema pluralista”. Sin embargo, esto no va solo de Hamas. Se trata de la resistencia palestina en su conjunto, ya esté representada en tendencias islamistas, nacionalistas o socialistas.

En un momento determinado, Abás se refirió a la resistencia palestina en Gaza calificándola de “poco seria”. Hoy, muy pocos palestinos en Cisjordania, o incluso en Ramala, estarían de acuerdo con esa valoración.

La afirmación anterior se hizo evidente el 25 de mayo, cuando el secretario de Estado de USA, Antony Blinken, se apresuró a viajar a Israel y los Territorios Ocupados en un intento desesperado por recuperar el lenguaje antiguo, el lenguaje que los palestinos están ahora desafiando de forma abierta. Dentro de la lujosa oficina de Abás, Blinken habló de dinero, negociaciones y, de manera inapropiada, de “libertad de expresión”. Abás le dio las gracias al diplomático usamericano, quien exigió, curiosamente, un regreso al “statu quo” en Jerusalén, renunciar a la “violencia y al terrorismo” y la defensa de una “resistencia popular pacífica”.

Sin embargo, en las calles de Ramala, a unos cientos de metros del espectáculo Blinken-Abás, miles de palestinos luchaban con la policía de la Autoridad Palestina mientras gritaban “USA es la cabeza de la serpiente”, “la coordinación de seguridad es una vergüenza” y “los Acuerdos de Oslo no existen”.

Los manifestantes, musulmanes y cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, representaban a todas las facciones palestinas, incluido el partido dominante de la Autoridad Palestina, el del propio Abás, Fatah. Por supuesto, los manifestantes fueron certeros en sus gritos, pero lo verdaderamente significativo es que los palestinos en Cisjordania están superando finalmente muchos obstáculos y temores, la asfixiante división en facciones, la brutalidad de los matones de la seguridad de Abás, y están desafiando abiertamente -de hecho, dispuestos a desmantelar - toda la cultura de Oslo.

La visita de Blinken a Palestina no estaba motivada por la preocupación ante la difícil situación de los palestinos ocupados y sitiados y, ciertamente tampoco por la falta de libertad de expresión. Si así fuera, USA podría simplemente poner fin, o al menos condicionar, sus 3.800 millones de dólares de ayuda militar a Israel. Pero Blinken, como máximo representante de la política exterior de la Administración Joe Biden, no tenía nada nuevo que ofrecer en forma de ideas, estrategias, planes y mucho menos lenguaje. Todo lo que llevaba eran promesas de más dinero para Abás, como si la ayuda usamericana fuera el objetivo de la lucha de los palestinos.

Al igual que la política exterior de Biden, Abás está igualmente en quiebra. Balbuceó al hablar, enfatizando repetidamente su gratitud por los fondos usamericanos renovados, el dinero que sirvió para hacer inmerecidamente ricos a él, a su familia y a una clase muy corrupta de palestinos.

El último baño de sangre desatado por Israel en Gaza, el asesinato de cientos de seres y los miles de heridos, la destrucción desenfrenada y la violencia sistemática en Cisjordania y otros lugares, son momentos decisivos en la historia de Palestina, no por la tragedia que ha orquestado Israel una vez más, sino debido a la resistencia del pueblo palestino en su respuesta colectiva a esta tragedia. Es probable que las consecuencias de esta percepción cambien el paradigma político en Palestina en los próximos años.

Muchos han argumentado con frecuencia, y con razón, que hace mucho tiempo que los Acuerdos de Oslo, como doctrina política, están muertos. Sin embargo, es probable que la cultura de Oslo, la del lenguaje único pero engañoso, la división en facciones, el clasismo y el caos político absoluto que persistieron durante muchos años estén también desapareciendo.

Ni Washington, Tel Aviv ni la AP de Mahmud Abás pueden resucitar el pasado ni la cultura miserable que Oslo ha impuesto al pueblo palestino. Solo los palestinos pueden liderar esta transición hacia un futuro mejor, el de la unidad nacional, la claridad política y, en última instancia, la libertad.    

 

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