18/06/2021

Les presentamos a la OTAN, la peligrosa alianza “defensiva” que intenta dirigir el mundo


Jon Schwarz
, The Intercept, 15/6/2021 

Traducción del inglés por S. Seguí

Antes de colaborar con First Look Media, Jon Schwarz trabajó para Michael Moore y su productora Dog Eat Dog Films, y fue productor de investigación para el documental de Moore “Capitalism: A Love Story”. Sus trabajos han aparecido en numerosas publicaciones, entre otras New Yorker, The New York Times, The Atlantic, Wall Street Journal, Mother Jones y Slate, y ha colaborado con National Public Radio y “Saturday Night Live”. En 2003 se ganó una apuesta de 1.000 dólares a que Iraq no tenía armas de destrucción masiva.

La cumbre del lunes mostró de qué modo la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha decidido que tiene una misión global abiertamente expansiva.

En una escala, la semana pasada, en su viaje a Bélgica para asistir a la cumbre de la OTAN del lunes, el presidente Joe Biden visitó una base de la Real Fuerza Aérea en el este de Inglaterra.[1] “En Bruselas”, dijo a la multitud reunida, “dejaré bien claro que el compromiso de Estados Unidos con nuestra alianza de la OTAN y con su artículo 5 es sólido como una roca. Es una obligación sagrada la que tenemos bajo el Artículo 5.”

Estas líneas iban dirigidas a un número ínfimo de seres humanos. Ciertamente, casi ningún usamericano tiene la menor idea qué es el Artículo 5 o lo que establece.

Pero las palabras de Biden fueron realmente significativas. El artículo 5 es una cláusula del Tratado del Atlántico Norte, el documento fundacional de la OTAN, que establece que cualquier ataque armado contra cualquier miembro de la alianza “se considerará un ataque contra todos ellos”.

He aquí el elemento central de cómo Estados Unidos dirige el mundo y pretende seguir dirigiéndolo en el futuro. También significa que si nos enfrentamos a la perspectiva de compartir el poder con otros –hoy en día esto significa principalmente China– podemos acabar destruyendo el mundo.

El Tratado del Atlántico Norte es también conocido como el Tratado de Washington, lo cual indica la mayor parte de lo que hay que saber sobre él. Se redactó en 1949, en una época en la que el poder de Estados Unidos era tan avasallador que podía simplemente dictar sus condiciones a sus aliados. La mayor parte de los escasos debates celebrados con los diplomáticos de otros países tuvieron lugar en secreto a lo largo de dos semanas en el Pentágono. Participó en su redacción un funcionario del Departamento de Estado, portador del delicioso nombre de Thomas Achilles, que más tarde afirmó que su jefe le había dicho: “No me importa si las alianzas enredadas han sido consideradas peor que el pecado original desde la época de George Washington. Tenemos que negociar una alianza militar con Europa Occidental en tiempos de paz y tenemos que hacerlo rápidamente.”

La justificación pública de la OTAN era que se trataba de una alianza defensiva necesaria para impedir que la Unión Soviética invadiera Europa Occidental. La justificación privada, tal y como la articuló Achilles, era algo diferente.

En ese momento Europa Occidental estaba devastada, postrada y desmoralizada y necesitaba urgentemente confianza y energía en su interior. Con los ejércitos soviéticos en la mitad de Europa, y todavía con toda su capacidad bélica, y con los partidos comunistas como actores políticos mayores en Francia e Italia, era igualmente fundamental contar con algo que suscitara el respeto soviético.

Algunos altos funcionarios usamericanos creían sinceramente que la Unión Soviética estaba preparada para organizar un ataque militar. Es muy discutible que esa creencia tuviera alguna base en la realidad: unos 27 millones de rusos, es decir, uno de cada seis habitantes del país, acababan de morir en la Segunda Guerra Mundial. El equivalente para Estados Unidos hoy en día sería de 50 millones de usamericanos muertos. Incluso Stalin habría tenido dificultades para motivar al país a embarcarse inmediatamente en una aventura semejante.

Una preocupación más razonable para el gobierno usaméricano era una amenaza política, más que militar. Como afirmó Achilles, había poderosos partidos comunistas en toda Europa, especialmente en Francia e Italia, que podían ganar elecciones honestas. Las fuerzas anticomunistas de esos países necesitaban la “confianza y energía” de la OTAN para contraatacar. Mientras tanto, la OTAN “inspiraría el respeto soviético” que, con suerte, disminuiría el apoyo ruso, material y moral, a los partidos comunistas de Europa.

Hay algo más que llama la atención sobre la fundación de la OTAN. Los 12 miembros originales eran Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal, el Reino Unido y Estados Unidos, es decir, vista en retrospectiva, una especie de liga de estrellas del colonialismo europeo. Hoy en día es difícil no darse cuenta de la cegadora piel oscura de los funcionarios que firmaron el tratado[2]. La versión original del Tratado especifica incluso que se aplica a cualquier ataque a “los departamentos argelinos de Francia.”

En cualquier caso, los arquitectos de la OTAN dirían que simplemente estaban respondiendo a una Guerra Fría ya en curso por instigación soviética. Una lectura más completa de la historia sugiere que la formación de la OTAN contribuyó a intensificar e institucionalizar la Guerra Fría. El Pacto de Varsovia, después de todo, no se creó hasta 1955, seis años después, y su texto es en muchos aspectos una réplica del tratado de la OTAN. Incluso utiliza su propio lenguaje del Artículo 5, excepto que está en el Artículo 4.

La lógica no declarada tanto de la OTAN como del Pacto de Varsovia era también la misma. De hecho, es idéntica a la de alianzas similares desde hace miles de años que se remontan a la Liga de Delos, fundada en el 478 a.C. y liderada por Atenas. Ofrecer protección es una manera clave para que los países poderosos amarren a los menos poderosos. Estados Unidos no creó la OTAN porque creyera que algún día necesitaría el poderío militar de Luxemburgo para salvarnos, ni los soviéticos crearon el Pacto de Varsovia porque sintieran lo mismo por Albania. Más bien, ambas superpotencias sabían que si no prometían protección a los países más pequeños, éstos se sentirían obligados a protegerse a sí mismos, lo que les llevaría a vagar por su cuenta con sus propias políticas exteriores. Y ésta no es forma de dirigir una esfera de influencia.

La OTAN funcionó durante la Guerra Fría, tanto en el sentido de que no hubo invasión soviética como en el de que Estados Unidos fue capaz de acorralar a Europa Occidental para que siguiera sus instrucciones la mayor parte del tiempo. Durante este periodo se incorporaron algunos países nuevos: Grecia y Turquía en 1952, Alemania Occidental en 1955 y España en 1982.

Luego vino la disolución de la Unión Soviética, a partir de finales de los años ochenta. Si los defensores de la OTAN estuvieran en lo cierto, también se habría disuelto ésta, al haber quedado sin efecto su supuesto propósito. Pero los críticos más escépticos de la OTAN, que afirmaban que era en gran medida un instrumento agresivo del poderío usamericano, han demostrado claramente que el tiempo les ha dado la razón.

Cuando Mijail Gorbachov intentó desmantelar pacíficamente la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, pidió garantías a Estados Unidos de que la OTAN no se expandiría a las zonas que los soviéticos estaban abandonando. James Baker, secretario de Estado del presidente George H.W. Bush, le dijo a Gorbachov no una sino tres veces que eso no ocurriría[3]. “Ni un centímetro de la actual jurisdicción militar de la OTAN se extenderá en dirección al este”, prometió Baker[4].

En cambio, en 1999 la OTAN incorporó a la República Checa, Polonia y Hungría, un gran pedazo de lo que había sido el Pacto de Varsovia. Luego, en 2004, se incorporaron Bulgaria, Rumanía y Eslovaquia, ex Pacto de Varsovia, junto con Letonia y Lituania, que en realidad habían formado parte de la Unión Soviética. Le siguieron otros países de Europa del Este, con lo que la OTAN cuenta actualmente con 30 miembros.

Los objetivos de la OTAN se han ampliado a la par que su territorio. A Estados Unidos le ha resultado especialmente útil como forma de crear legitimidad para sus guerras cuando las Naciones Unidas no las autorizan, como ocurrió con los bombardeos de Serbia en 1999 y de Libia en 2011. En ambos casos, el gobierno usamericano señaló que la participación de la OTAN hacía que las guerras fueran “multilaterales” –es decir, que no eran actos unilaterales de Estados Unidos–, a pesar de que Estados Unidos aportó la potencia de fuego crucial y de que ninguna de las dos guerras se habría producido si Estados Unidos no lo hubiera querido.

Rusia ha acogido estos acontecimientos con el mismo entusiasmo con el que Estados Unidos lo haría si México, Canadá y una nueva Texas independiente se unieran a una alianza militar dirigida por Rusia. A Rusia le preocupa especialmente la posibilidad de que Ucrania, otro gran pedazo de la antigua Unión Soviética, pase a formar parte de la OTAN.

La OTAN también está mirando más allá, a todo el planeta. Acaba de publicar “OTAN 2030”[5], que describe una “ambiciosa agenda para garantizar que la OTAN siga estando preparada, fuerte y unida para una nueva era de competencia global. ... La OTAN tiene que adoptar un enfoque más global para afrontar los retos mundiales de la seguridad atlántica”. El jefe de la OTAN habló recientemente de esta necesidad con Lloyd Austin, el nuevo secretario de Defensa de Estados Unidos.

Curiosamente, resulta que ahora la “seguridad atlántica” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte tiene que ver en gran medida con China, un país conocido por estar situado en el Pacífico. Tras la cumbre del martes, la OTAN hizo público su comunicado oficial[6], en el que se decía, entre otras cosas, que “las ambiciones declaradas y el comportamiento asertivo de China plantean desafíos sistémicos al orden internacional basado en normas y a áreas relevantes para la seguridad de la Alianza.”

Ahora parece muy posible que la OTAN consiga en un futuro próximo lo que hizo hace 70 años, es decir, empujar a los países ajenos a ella hacia su propia alianza en lo que perciben como una necesaria autodefensa. Así, al igual que la OTAN ayudó a crear la Guerra Fría entonces, está en camino de crear ahora una secuela.

Sin embargo, no hay prácticamente ningún debate sobre esto en Estados Unidos ni en  Europa, lo que es una señal inquietante. Como dijo Biden, el pequeño número de élites que participan en estas discusiones ven a la OTAN como algo “sagrado”. Del mismo modo, al abogar por la creación de la OTAN, el entonces ministro de Asuntos Exteriores británico Ernest Bevin dijo que era necesaria para "la salvación de Occidente". Por muy extraño que pueda parecer para la gente normal, la OTAN es una institución fruto del fervor religioso de las élites occidentales y, por tanto, no se puede discutir, como tampoco se puede discutir con el Papa sobre la Santísima Trinidad. Y todos sabemos de qué modo las religiones pueden conducir a la guerra.

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