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27/06/2021

RAMZY BAROUD
Aunque la mona se vista de seda…: ¿Por qué Washington se muestra adulador con el nuevo Gobierno de Israel?

Ramzy Baroud , 23/6/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández
Original inglés Versión francesa

Cuando el expresidente de USA, Barack Obama, utilizó un viejo tópico para denigrar a su oponente político, el difunto senador John McCain, desató una controversia política que duró varios días.
“Aunque la mona se vista de seda, mona es y mona se queda”, dijo Obama en un evento de campaña en 2008. La máxima indica que los cambios superficiales no influyen en los resultados y que modificar nuestra fachada no altera lo que realmente somos.
Los políticos usamericanos son toda una autoridad en ese tema. Son expertos en cambios artificiales, retóricos y, en última instancia, superficiales. Una vez más, los maquilladores políticos de Washington están demasiado ocupados haciendo ese trabajo.
Desde el dramático derrocamiento de su antiguo mentor, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el nuevo primer ministro de Israel, Naftali Bennett, se presenta ahora como la alternativa al estilo político derechista, chovinista y pendenciero de Netanyahu. Sin embargo, para que esto suceda, se necesita más maquillaje.
Mucho podría decirse sobre Bennett y su partido de ultranacionalistas y extremistas de derecha, Yamina.
 


Naftali Bennett por Emad Hajjaj

Yamina es un partido político decididamente racista. Obtuvo sus escasos siete escaños en la Knesset (parlamento) israelí gracias a su llamamiento constante a los distritos electorales más violentos y racistas de Israel, cuyo repetido grito “Muerte a los árabes” es un recordatorio diario de su siniestro discurso político.
Bennett es citado a menudo por esta famosa declaración suya de 2013: “He matado a muchos árabes en mi vida y no veo que eso suponga ningún problema”. Sin embargo, hay más aspectos en la política de este hombre que una declaración tan abominable. Dado que los líderes israelíes no perciben ninguna forma de resistencia palestina como legítima y que, a sus ojos, los palestinos son terroristas o terroristas potenciales, consideren la siguiente “solución” ofrecida por Bennett para abordar el problema del “terrorismo palestino”.
Como ministro de Educación de Israel en 2015, Bennett propuso la construcción de un muro de “disuasión” que “exija que se ponga fin a la incitación, y matar a tiros a los terroristas antes de que tengan la oportunidad de herir a personas inocentes”. Significa que un terrorista al que le disparen estará muerto y nunca volverá a caminar. Significa que Israel mantiene el control de su patria para siempre, impertérrito ante el terrorismo”.
Entonces, ¿por qué la Administración Biden quiere que creamos que Bennett es diferente?
Inmediatamente después de su investidura, el presidente Joe Biden fue el primer líder mundial en llamar y felicitar a Bennett por su nuevo cargo. Este acto tiene un significado simbólico más profundo en comparación con el hecho de que Biden necesitó tres largas semanas para telefonear a Netanyahu, tras su toma de posesión en la Casa Blanca en enero.
Un colaborador cercano del nuevo primer ministro de Israel explicó la naturaleza de la amable conversación telefónica entre Biden y Bennett en una entrevista con el sitio web de Axios: “La Casa Blanca quiere celebrar consultas y llegar a compromisos estrechos y regulares con Bennett y su equipo basados en un intercambio sincero de puntos de vista, respeto por las diferencias y el deseo de trabajar por la estabilidad y la seguridad”, dijo la fuente israelí.
Aparte del énfasis en la franqueza y el “respeto” con referencia a la futura relación entre USA e Israel, también ha habido un énfasis igual y constante en la necesidad de privacidad al abordar las disparidades entre los dos países. “A diferencia de su predecesor”, informó el Times of Israel con referencia a Netanyahu, el gobierno de Bennet “expresaría sus críticas (a Washington) en privado”. Durante meses, USA le había suplicado a Netanyahu que atenuara sus ataques contra Washington, pero fue en vano.
Ahora que Bennett está a cargo, está claramente dispuesto a seguir el juego. ¿Y por qué no debería hacerlo? Está ansioso por presentarse como la antítesis de Netanyahu. Al hacer tal “concesión”, seguramente esperaba que Washington le correspondiera. Para Bennett, es una situación en la que todos ganan. 
Bennett comprende que la política de USA hacia Israel no está determinada por la actitud de los líderes israelíes. Por ejemplo, en comentarios hechos en mayo pasado, Biden descartó cualquier sugerencia de que USA fuera a responsabilizar a Israel durante su mandato en el poder. No hay “ningún cambio en mi compromiso con la seguridad de Israel. Ningún cambio. Nada en absoluto”. Si esta sólida promesa se hizo cuando el escandaloso Netanyahu todavía estaba en el poder, no debería esperarse ningún cambio ahora que el supuestamente agradable Bennett es el nuevo primer ministro de Israel.
Los políticos usamericanos están adulando a Bennett y a su principal socio de coalición y futuro primer ministro, Yair Lapid. Están ansiosos por pasar a una nueva página y avanzar más allá de los tumultuosos años de Netanyahu. Se espera que Bennett visite USA en julio, mientras que Lapid ya ha sido invitado a visitar Washington por el secretario de Estado Antony Blinken. Mientras tanto, una gran delegación militar israelí encabezada por el Jefe de Estado Mayor del Ejército israelí, Aviv Kohavi, ya debería estar en USA para discutir varios temas, incluidos Irán, Hizbolá y para “negociar” aún más obsequios de USA a Israel en forma de hardware militar.
USA está interesado en renovar la imagen de su relación con Israel, no porque Israel haya cambiado, sino porque Washington ha sufrido repetidas humillaciones a manos del derrocado Netanyahu. Bajo Netanyahu, USA fue acusado a menudo de no hacer lo suficiente por Israel. Incluso el paquete de ayuda militar anual de 3.800 millones de dólares de Obama no le ahorró los repetidos ataques verbales israelíes. Biden está dispuesto a hacer lo que sea necesario para evitar ese sórdido escenario.
La doctrina de Biden sobre Israel y Palestina es simple. No quiere asumir un compromiso real para relanzar el proceso de paz, por ejemplo, ni quiere que se le coloque en una posición en la que se vea obligado a hacer demandas, y mucho menos a “presionar” a Israel. Dado que Biden tiene pocas o ninguna expectativa respecto a Israel, Bennett parece dispuesto a desempeñar el papel de político complaciente y sensato. Sería una tontería no hacerlo, porque, según su propia “visión” política, tan solo quiere gestionar el conflicto y prolongar la ocupación mientras, al igual que su predecesor, continúa promoviendo su propia versión de la falaz noción de “paz económica”. 
Mientras los usamericanos y los israelíes están ocupados participando en el siempre familiar ritual de “vestir a la mona de seda”, los palestinos siguen siendo irrelevantes en todo esto, se siguen descartando sus aspiraciones políticas y retrasando su libertad.


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