08/06/2021

Poder a cualquier precio: cómo el oportunista Mansour Abbas se unió a declarados matamoros ( “asesinos de árabes”)

Ramzy Baroud, 7/6/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Se nos quiere hacer creer que se está haciendo historia en Israel tras la formación de una coalición gubernamental ideológicamente diversa, que por primera vez incluye un partido árabe, Ra'am, o Lista Árabe Unida.

Si vamos a aceptar esta lógica, el líder de Ra'am, Mansour Abbas, es un impulsor y agitador de la historia, de la misma forma que Naftali Bennett, del partido de extrema derecha Yamina, y Yair Lapid, el supuesto “centrista” de Yesh Atid -Esperanza Nueva-, son también hacedores de historia. ¡Qué extraño!

Dejando a un lado los titulares sensacionalistas de los medios y las hipérboles, el nuevo gobierno de Israel es un intento desesperado de los políticos israelíes para desalojar del poder a Benjamin Netanyahu, el primer ministro del país con más años ocupando cargo. Si bien Lapid es bastante nuevo en la política contenciosa de Israel, Bennett y Abbas son unos oportunistas por excelencia.

Lapid es un expresentador de televisión. A pesar de sus afirmaciones de ideologías centristas, sus opiniones políticas son tan “correctas” como puedan parecer. El problema es que personajes como Bennett, Ayelet Shaked, también de Yamina, y por supuesto el propio Netanyahu, entre otros, han reubicado el centro del espectro político de Israel más hacia la derecha, hasta el punto de que la derecha se ha convertido en el centro y la ultraderecha en la derecha. Así es como los políticos neofascistas y extremistas de Israel lograron convertirse en hacedores de reyes en la política de su país. Bennett, por ejemplo, quien en 2013 se jactó de “haber matado a muchos árabes” en su vida, se convertirá en el primer ministro de Israel.

Es en este extraño contexto en el que debemos entender la posición de Mansour Abbas. Sus escasos cuatro escaños en la Knesset israelí han hecho que su partido fuera crucial en la formación de la coalición que se creó a propósito para derrocar a Netanyahu. Ra'am no representa a las comunidades árabes palestinas de Israel y, al unirse al gobierno, Abbas ciertamente no está haciendo historia en términos de encontrar puntos en común entre árabes y judíos en un país que es justamente reconocido, tanto por grupos israelíes como internacionales por los derechos humanos, como apartheid.

Al contrario, Abbas se mueve contra la corriente de la historia. En un momento en el que los palestinos por toda la Palestina histórica -los territorios palestinos ocupados y el actual Israel- se están finalmente unificando en torno a una narrativa nacional común, Abbas insiste en redefinir la agenda palestina simplemente para asegurarse un puesto para sí mismo en la política israelí, haciendo así, supuestamente, “historia”.

Pero incluso antes de que Abbas estrechara la mano de Bennett y otros extremistas israelíes que abogan por la matanza de palestinos como algo natural, dejó claro que estaba dispuesto a unirse a un gobierno liderado por Netanyahu. Esta es una de las razones de la escisión de la coalición política árabe, en otro tiempo unida, conocida como Lista Conjunta.

Después de su reunión con Netanyahu en febrero, Abbas justificó su impactante cambio con tópicos políticos poco convincentes, como “uno necesita poder mirar hacia el futuro y construir un futuro mejor para todos”, etc.

El hecho de que Netanyahu fuera en gran medida responsable de la desesperada perspectiva de las comunidades palestinas de Israel parecía completamente irrelevante para Abbas, quien inexplicablemente estaba interesado en unirse a cualquier futura alianza política, aunque incluyera a los actores políticos más chovinistas de Israel. Lamentablemente, aunque no es sorprendente, eso es lo que ha ocurrido.

La posición de Abbas se volvió imposible de sostener en mayo durante la guerra israelí que coordinó bien el ataque contra Gaza con los ataques racistas contra las comunidades palestinas en Jerusalén, la Cisjordania ocupada y todo Israel. Pero, incluso entonces, cuando los palestinos pudieron articular finalmente una narrativa común que vincula la ocupación, el asedio, el racismo y el apartheid en Jerusalén, Cisjordania, Gaza e Israel, Abbas insistió en desarrollar una posición única que le permitiera mantener sus posibilidades de alcanzar el poder a cualquier precio.

Aunque fueron las comunidades árabes palestinas las que sufrieron ataques sistemáticos por parte de las turbas y la policía judías israelíes, Abbas pidió a su comunidad que “fuera responsable y se comportara con prudencia”, y que “mantuviera el orden público y acatara la ley”. Incluso repitió directrices similares que utilizan los políticos judíos israelíes de la derecha, ya que afirmó que las “protestas populares pacíficas” de las comunidades palestinas dentro de Israel se han vuelto “de confrontación”, creando así un equilibrio moral donde las víctimas del racismo se han convertido de alguna manera en responsables de su propia situación.

La posición de Abbas no ha cambiado desde la firma del acuerdo de coalición del 2 de junio. Su narrativa política es casi apolítica, ya que insiste en reducir la lucha nacional del pueblo palestino a la mera necesidad de desarrollos económicos, no muy diferente de la propia propuesta de “paz económica” de Netanyahu en el pasado. Peor aún, Abbas desvincula intencionalmente el estado de pobreza y subdesarrollo en las comunidades palestinas de la discriminación racial defendida por el Estado, que constantemente infrafinancia a las comunidades árabes mientras gasta cantidades exuberantes de fondos en los ilegales asentamientos judíos que se construyen en las tierras palestinas depuradas étnicamente.

“Hemos alcanzado un nivel importante de acuerdos en varios campos que sirven a los intereses de la sociedad árabe y que brindan soluciones para los problemas candentes que padece: la planificación, la crisis de vivienda y, por supuesto, la lucha contra la violencia y el crimen organizado”, dijo triunfalmente Abbas el 2 de junio, como si la arraigada desigualdad, incluida la violencia comunitaria y el crimen organizado, no fueran resultados directos del racismo, la desigualdad socioeconómica y la alienación y marginación política.

Abbas no ha hecho historia. No es más que un ejemplo del político egoísta y una expresión directa de la desunión endémica en el cuerpo político árabe palestino dentro de Israel.

Lamentablemente, el éxito sin precedentes de la Lista Conjunta Árabe tras las elecciones de marzo de 2020 ha culminado ahora en un final trágico, en el que personas como Abbas se convierten en el molesto “representante” de una comunidad despierta y con conciencia política.

En realidad, Mansour Abbas, un político árabe palestino que está dispuesto a encontrar puntos en común con extremistas y “asesinos árabes” orgullosos de serlo, solo se representa a sí mismo. El futuro dará fe de esta afirmación.

 

 

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